34 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXVI
CICLO C
1-10

 

1. PARÁBOLA/LÁZARO

-De nuevo el tema de los pobres.-Hoy hemos escuchado de nuevo en el evangelio PALABRAS SOBRE LA RIQUEZA Y LA POBREZA, sobre los pobres y los ricos. Y también en la primera lectura, como el domingo anterior, hemos escuchado las amenazas del profeta Amós a los que se lo pasan bien sin darse cuenta de que si pueden vivir así es debido a la desgraciada vida a que han sometido a otros hombres.

Por eso hoy deberemos volver sobre este mismo tema; y no porque yo quiera crear malestar en los que se lo pasan bien: el propio Jesús es quien nos habla de ello y una vez más nos dice cómo deben ser las relaciones entre los hombres. Porque A NUESTRO DIOS LE IMPORTAN MUCHOS ESTAS RELACIONES ENTRE LOS HOMBRES. Porque él es un Dios que tiene muy claro cómo debemos vivir y qué es lo fundamental que debemos arreglar en nuestro mundo y en nuestra vida para hacerlos cada vez más próximos al reino que nos ha prometido. Nuestro Dios es un Dios que, como decíamos en el salmo responsorial, "hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan". Nuestro Dios es un Dios que no está de acuerdo con que haya gente que viva muy bien y a su lado haya que no puedan siquiera vivir.

Nuestro Dios NO ESTA DE ACUERDO CON QUE EL MUNDO FUNCIONE DIVIDIDO EN RICOS Y POBRES: porque si hay ricos es gracias a mantener a los pobres en su pobreza; y los ricos quieren ser cada vez más ricos, y para ello exprimen a los pobres y les hacen vivir cada vez peor. Y para darse cuenta de ello basta con ver cómo suben los precios y pensar quién se queda de verdad con los beneficios de las subidas.

-Una llamada muy en serio a los ricos.-Hermanos. Las palabras de Jesús -como las palabras de Amós- son una llamada muy en serio a los ricos. Son palabras que dicen que los que se lo han pasado bien, los que han vivido sin darse cuenta de que de ese modo condenaban a la miseria a tantos hermanos suyos, NO TIENEN SITIO EN LA VIDA QUE DIOS HA PREPARADO para sus fieles. Y no dicen sólo eso. Dicen algo que aún nos debería hacer pensar más: dicen que, CUANDO UNO ES RICO, DIFÍCILMENTE HABRÁ NADA que le pueda hacer darse cuenta de que está en pecado y de que debe convertirse si no se quiere perder para siempre. Lo hemos oído en las palabras de Abrahán: los ricos, los que ya lo tienen todo y sólo piensan en su bienestar y en el modo de vivir mejor, por muchas palabras que oigan e incluso por muchos milagros que vieran, tienen el corazón demasiado endurecido y son incapaces de cambiar. Quizás algún día hagan una limosna o socorran a algún pobre que se encuentran por la calle, y así piensen que han hecho mucho. Pero no habrán caído en la cuenta de que esto no es nada, que esto nada vale ante Dios si no hacen lo verdaderamente importante, SI NO HACEN POSIBLES LOS PLANES DE DIOS sobre los hombres.

RIQUEZA/PLAN-DE-D: -El plan de Dios sobre los hombres: así en la tierra como en el cielo.-Y estos planes son claros y sencillos: Dios no quiere que en el mundo haya unos que tengan todo lo que quieran y cada vez puedan vivir mejor a costa de exprimir a los demás hombres. Dios, cuando nos habla de su Reino, nos habla de UNA MESA EN LA QUE TODOS PODREMOS SENTARNOS, unidos en común alegría. Dios, cuando nos habla de su Reino, nos habla de un gran banquete en el que todos compartiremos un mismo pan, en el que nadie se sentirá inferior, en el que todos seremos hermanos porque seremos hijos de un mismo Padre que a todos quiere igual. Por eso, el único camino que los hombres tenemos ante nosotros si queremos ACTUAR COMO DIOS ACTÚA, si queremos hacer la voluntad de Dios aquí en la tierra como en el cielo, es avanzar hacia una forma de vivir en la que ya no sea posible que unos se enriquezcan cada vez más a cambio de que otros se vean obligados a vivir cada vez peor y con mayores angustias. Porque si no cambiamos nada, si creyéramos que basta con ponerle buena voluntad al asunto y dar alguna limosna de vez en cuando -aunque esto también hay que hacerlo, claro, porque si uno tiene hambre no se le puede decir que espere que arreglemos el mundo que luego ya comerá-, los ricos seguirán siendo cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Y eso Dios no lo quiere. Y los que mejor bien deberían saberlo: porque si no se dan cuenta y no hacen nada por cambiar las cosas, no podrán entrar en el Reino de Dios.

Desde luego que esto que estoy diciendo no es algo que se pueda arreglar con un soplo de hoy para mañana: el Evangelio no nos dice a los cristianos qué programa económico o social o político debemos emplear para que el mundo vaya como quiere Dios; eso depende del modo de ver las cosas que cada uno tenga. Pero lo que sí es seguro es que HAY COSAS QUE DIOS NO LAS QUIERE Y OTRAS QUE SI LAS QUIERE. Y nosotros, con los medios que creamos mejores, debemos luchar para que eso que Dios quiere vaya haciéndose realidad.

Hermanos, la Eucaristía que ahora vamos a celebrar es como una anticipación de este banquete del Reino de Dios en el que todos seremos hermanos, hijos del mismo Padre. Hermanos, que este pan y este vino, el cuerpo y la sangre de Cristo, nos alimenten en el camino de la vida que Dios quiere para todos los hombres.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1977/17


2.

En una lectura superficial de la parábola puede sacarse la impresión de que su mensaje consiste en dejar para el más allá la solución al problema de los pobres. Como si dijese: "Lo pasáis mal, pero tened resignación, que en el más allá vendrá la revancha y triunfaréis". Realmente no es así. El tema no es éste, ya que Lázaro es una mera figura de contraste. Desde luego, no pertenece al espíritu de la Biblia dejar para el más allá la solución de las injusticias presentes.

El administrador infiel, alabado por Jesús, aseguró con astucia su futuro ayudando a otros y ganándose amigos con las facultades que le permitía su cargo. El rico epulón no tuvo suficiente vista para hacer lo mismo. Vivió cerrado en su consumismo y no se percató de los "lázaros" que había en su misma puerta. No se enteró de que la salvación está en los otros. (...).

En los dos cuadros que nos describe la parábola hay una verticalidad. En el primero, Epulón está arriba y Lázaro abajo. En el segundo, las posiciones se han invertido y es el pobre quien está arriba. Pero entre uno y otro personajes no hay nunca ninguna comunicación. En la vida terrena, esta separación es voluntad del rico. Después de la muerte, queda convertida en definitiva. Ni una migaja de pan en la tierra, ni una gota de agua en el más allá. La incomunicación egoísta, aquí en la tierra, es juzgada como camino seguro del fracaso definitivo. En contradicción con ·Sartre-JP, el infierno no son los otros, sino la soledad insolidaria. No salva el poder o la riqueza. Salva la solidaridad con el débil. Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos (/1Jn/03/14).

El poder y la riqueza tienen la virtud de trastornar la vista. No se ven las mismas cosas ni de la misma manera desde una choza que desde un palacio. El "Cuarto Mundo" que coexiste con nosotros nos pasa casi desapercibido. Con cuánta facilidad pensamos que, si a nosotros nos va bien, a todos les va bien, o que, si nosotros estamos sanos, no existen los enfermos. Desde esta irresponsable ignorancia se suele pasar al catastrofismo más inútil. Y Lázaro sigue sin comer. Necesitamos unas gafas de muchas dioptrías para nuestro corazón, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Olvidamos que, donde no hay tensión hacia la justicia, no hay eucaristía.

Es preciso que potenciemos nuestra capacidad de relación, que seamos abiertos y sociables. Que todos sepan que nuestra mano está tendida y nuestra puerta está abierta. Que se vea en nosotros un talante de buen samaritano sabiendo estar, de forma alegre y respetuosa, cerca del otro. Ha de constituir una gran ilusión el pensar que aquel a quien ayudamos llegue a un estado en el cual no tenga necesidad de nosotros. Hemos de tener como una especie de prurito profesional en ayudar bien.

Sólo en el amor a los otros podemos descubrir el sentido de nuestra vida y barruntar el sentido de Dios. Decía Goriot: "Cuando llegué a ser padre, fue cuando conocí lo que realmente significaba ser Dios". Pero no se trata de buenos sentimientos: hay que bajar hasta la puerta de nuestra casa, donde se encuentra Lázaro, y sentarlo a nuestra mesa. No de palabra, sino con hechos y de verdad.

EUCARISTÍA 1989/45


3. RICO/SIN-NOMBRE  FE/MILAGRO  FE/RESIGNACION  

Una parábola peligrosa por las simplificaciones abusivas a que puede dar lugar. Por ejemplo. Todo es remitido al más allá. Entonces se dará la vuelta completa a las situaciones presentes. Los ricos al infierno y los pobres al paraíso. Se hará justicia.

Por lo cual: los pobres deberán solamente tener un poco de paciencia. El tiempo justo para que los ricos terminen tranquilamente su banquete y se caven una hermosa sepultura...

Después, en el paraíso, los que pertenecen a la misma categoría que Lázaro se tomarán su estrepitosa revancha.

No hay una concepción más opuesta al espíritu de la Biblia que esta "resignación", que este dejar para el más allá la solución de las injusticias presentes.

La fe, no lo olvidemos, es también principio de indignación, de lucha, no sólo de resignación.

El juicio de Dios es leído y proclamado también en la historia presente, no remitido al último día. Intentemos, pues, comprender la parábola en su significado más genuino.

El pobre tiene un nombre bastante común en el judaísmo: Lázaro (de Eleazar, que significa "Dios ayuda", "Yahvé viene en ayuda"). El rico no tiene nombre. Según la concepción semita, el nombre expresa la realidad profunda de las personas, reasume su historia.

Entonces, este rico no tiene nombre porque no tiene historia. Ha construido su existencia en el vacío. Ha perdido el nombre porque ha perdido las verdaderas razones de vivir (no se puede vivir para banquetear todos los días).

No son pocas las personas que han perdido su nombre, porque lo han sustituido con nombres: "dinero", "carrera", "poder", "éxito", "trabajo", "negocio"... Y después, preguntémonos: ¿es verdad que la eternidad constituye el vuelco radical de la situación presente?. Al menos en el caso del rico, parece precisamente que no. Su suerte en el más allá no es otra que la fijación definitiva de lo que vive (o no vive) hoy, la prolongación de lo que es (o no es) en la tierra. El es un aislado. Un separado. La riqueza lo cierra en el egoísmo, lo separa de los otros. Empeñado en mirar en el plato colmado, no ve al pobre que está a su puerta. Los perros ven mejor que él.

Entonces, el infierno no es otra cosa que la "consagración" de este estado de separación, de lejanía. Separación de Dios y de sus amigos (Abraham, Lázaro), porque aquí abajo ha vivido lejos de los otros, separado de los valores verdaderos, aferrado únicamente al tener, apegado al placer egoísta, separado de su yo más auténtico. Condenación significa "privación". Pero el rico en cuestión era ya un "condenado" durante su existencia terrena, salpicada de frecuentes eructos. Porque estaba prisionero en su "privado". Porque estaba privado del sentido de la vida.

Se objetará: existen también tormentos. Mientras en la tierra el individuo ha gozado, se ha divertido, se ha dado buena vida. Al menos en esto, parecería, que la situación del más allá constituye un vuelco total. No estoy de acuerdo. ¿Están seguros de que el "banquetear" despreocupadamente, ponerse vestidos de gran lujo, acumular dinero, es fuente de felicidad?. Sostengo que no existe tormento mayor que una vida vacía o saturada de cosas inútiles, que es lo mismo. No existe tortura más lacerante que el aislamiento, el cerrarse a los demás, el no ver más allá de la propia puerta, el no saber usar las manos en el gesto del don, el sofocar las exigencias del espíritu. Y aunque este tormento lacerante, esta angustia, sean sofocados con la alegría y la despreocupación, con el ruido ensordecedor, la disipación. Si cayeran las máscaras, veríamos ponerse al descubierto heridas profundas, abismos de desesperación. Un infierno, precisamente. Ya en esta tierra. Un infierno dotado de todas las comodidades.

La parábola evangélica, más que describirnos la geografía del más allá, más que informarnos de lo que sucede en la otra vida, nos amonesta severamente que la suerte del hombre se juega hoy, aquí abajo, en este momento. Es el presente el que queda "fijado" en eternidad. Es el más acá el que se transforma en el más allá.

El rico parece caer en la cuenta de que tiene necesidad de los otros (de Abraham, y también de Lázaro) cuando ya ha "pasado el abismo", cuando ya no es tiempo. Y parece que se preocupa de los otros (de sus cinco hermanos ) con retraso. En realidad ha faltado el presente. Los encuentros serán aquí abajo. Las relaciones se estrechan en esta tierra, las citas decisivas son para hoy. Es solamente hoy, aquí, cuando pueden ser liberados del propio pasado, y garantizarse consiguientemente el futuro.

Y también nosotros tenemos, para esto, "a Moisés y los profetas", o sea, la palabra de Dios. No tenemos necesidad de milagros excepcionales, como el de un muerto que venga a amonestarnos (como quisiera el rico para con sus hermanos). La fe no nace de los milagros. No es un muerto resucitado, sino la palabra de Dios que resuena en nuestro corazón, la que puede hacernos abrir los ojos. La palabra es el verdadero milagro, que puede provocar una resurrección.

Ninguna conversión puede fundarse en un milagro espectacular, ni en el miedo. Cierto, la resurrección de Cristo es un milagro, el gran milagro. Y, aún así, este milagro se transforma para nosotros en palabra eficaz, en predicación. Y somos bienaventurados porque, aun no habiendo visto a Jesús salir del sepulcro, escuchando la palabra de Dios salimos de nuestro sepulcro y salimos a descubrir a los hermanos.

"Jesús no busca precisamente asustarnos con un infierno futuro o consolarnos con un paraíso futuro. Más bien pretende mostrarnos cómo el cielo comienza allí donde resuena la palabra de Dios que permite a un hombre encontrar al propio hermano" (A.Maillot).

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 179


4.

Hoy también la pintura colorista de Amós podría reproducirse. Es una descripción exacta del poder del dinero: los lechos de marfil, el vino generoso, el canturreo despreocupado, los mejores perfumes. Es el chalet en la sierra y en la playa, el yate, el brillante, las pieles, el cabaret, el vino de marca y de cosecha...

Estos son los poderes del dinero y por eso el hombre lo busca, lo desea y se alegra íntimamente cuando lo posee. Tras los elementos del cuadro de Amós corren, con mayor o menor velocidad, la mayor parte de los hombres que conocemos. A poseer estos elementos aspiramos, en el fondo, todos, y por lograrlos queremos dinero, cada vez más dinero. Como contrapunto, el evangelio de hoy: Epulón y Lázaro: el rico y el pobre. El banquete y el hambre; el derroche y la miseria; la necesidad y la indiferencia; el hombre ignorante del hombre; el placer al margen del dolor. Resultado: Epulón perderá lo que posee y se quedará sin nada; Lázaro cambiará miseria por riqueza, dolor por bienaventuranza. Moraleja: la pobreza es mejor que la riqueza. Reacción de la mayoría: pues yo prefiero, de momento, la riqueza. Reacción perfectamente lógica y natural que viene promovida por una interpretación del cuadro evangélico que no es la que quiso Jesús cuando lo puso.

No quiso Jesús invitar a los pobres a una paciente resignación de su pobreza. No quiso decirnos que no envidiásemos al rico mientras se pasaba hambre; ni al que vive confortablemente mientras se tiembla de frío; ni al que tiene en su mano la salud cuando se carece de ella. No. Quiso decir, con una claridad meridiana, que el pobre es pobre porque el rico es injusto con su riqueza, y en esta injusticia radica su pecado y su peligro. Qué duda cabe que el chalet y el yate y el brillante y las pieles son apetecibles y buenos, por qué no. Lo malo es que haya quien tiene chalet y yate y pieles y brillantes mientras alguien no come ni vive como un hombre. Y es evidente que el peligro existe, y con tal fuerza que hasta nuestra sensibilidad de cristianos actuales parece acorcharse un poco ante realidades tan claras y evidentes como las que describe Jesús en su parábola.

Y, precisamente, porque estas realidades son claras y evidentes y, precisamente, porque no somos capaces "motu propio" de resolver la situación, hay hombres que propugnan y consiguen unas convulsiones que hacen estallar en pedazos el sistema tan paciente y astutamente construido por los hombres.

Desde luego que no quiso Jesús defender una situación de pobreza complaciente, sumisa y esperanzada, poniendo ante sus ojos un paraíso mil veces mejor que el inmediato que aparecía a los ojos asombrados y dolientes de Lázaro cuando aguardaba a la sombra de la mesa del rico. No. Al contrario. Quiso poner de manifiesto, de forma directa y efectiva la existencia de una pobreza llamada por la existencia de una riqueza tan empecinada que no es capaz de ver a su alrededor y ni siquiera sería capaz de escuchar a un muerto que volviera para decirle cuán injusto es su proceder.

RIQUEZA/PELIGROS: Porque aquí está el peligro de la riqueza: que posee al hombre tan fiera y absolutamente que lo inutiliza para todo lo que no sea ella misma. Por eso el dinero es temible. No por lo que conseguimos con él sino porque llega a poseer al hombre de tal manera que es el único que marca la pauta de su vida y le hace cometer injusticia.

Remover esta situación injusta, tan extendida en el tiempo y en el espacio, ha sido casi siempre violento. Y esto es así casi inevitablemente porque el mundo no ha entendido en este aspecto a Cristo ni poco, ni mucho, ni nada. Y no es extraño, porque es evidente que no lo hemos entendido los cristianos.

DABAR 1977/55


5. PD/SORDOS

-La mera descripción que hace Jesús es ya una denuncia.-Jesús echa mano de una historia para describir las relaciones que se establecen y los contrastes que existen entre ricos y pobres:

Había un hombre rico vestido de púrpura y lino..., y un hombre pobre cubierto de llagas; el primero banqueteaba todos los días, el segundo no tenía unas migajas para llevarse a la boca; el rico estaba bien acomodado en su propia casa, el pobre se acurrucaba en la puerta. A los dos les llegó la muerte, que en esto no hay diferencia. Pero durante la vida cada cual ocupaba su sitio: el rico a la mesa, el pobre a la puerta.

Ricos y pobres pertenecen al mismo sistema, pues los ricos sólo pueden ser ricos si tienen al menos un pobre. Y este sistema, que privilegia a unos por encima de otros, se manifiesta en el fondo como un sistema de explotación: hay pobres porque hay ricos. Po eso la mera descripción que hace Jesús en este caso es ya una denuncia.

-Pero Jesús no se propone aquí denunciar directamente la injusticia de los ricos. Su intención es mostrar de qué manera y hasta qué punto se hallan incapacitados para escuchar el evangelio cuantos nadan en la abundancia. Por la misma razón hay que decir que no se propone tampoco inducir a los pobres a la resignación y consolarlos con la promesa de una justicia ultraterrena, al menos hay que decir que no busca alienarlos. Si Dios reprueba la conducta del opulento no es ciertamente para que los pobres la aprueben en el mundo con su pasividad, porque hay que hacer la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. Pero, como decíamos, el problema que plantea Jesús y su enseñanza en este pasaje es distinto.

-¿Por qué es tan difícil que los ricos escuchen el evangelio?.- Si queremos comprender el mensaje de Jesús debemos tener en cuenta esta pregunta. Vemos, entonces, que los ricos no escuchan el evangelio por la misma razón que no escucharon a los profetas. Porque se encuentran bien y no se preocupan de los demás, porque han puesto su corazón en las riquezas y no tienen otras aspiraciones. Además porque el evangelio no se puede aceptar como Palabra de Dios si no se acepta al prójimo como a un hermano, si no se abre la puerta a Lázaro y se le sienta a la misma mesa. Por eso los ricos no escuchan el evangelio, aunque Jesús resucite a los muertos.

Se sigue de todo esto que no basta la voz de los profetas y que, para acabar con la "orgía de los disolutos", es preciso movilizar la esperanza de los pobres contra los ricos y en favor de los ricos: para que escuchen. Para los que están sentados a la puerta de los ricos, para los que se hacinan en los suburbios de las grandes ciudades, para las víctimas del desarrollo..., el amor al prójimo tiene un sentido muy distinto del que tiene el amor limosnero de los ricos. Si la limosna mantiene al pobre en su pobreza, la esperanza y la lucha de los pobres libera al rico de su riqueza y de su despreocupación.

EUCARISTÍA 1977/46


6.

La parábola contiene una carga de agresividad muy fuerte. De hecho presenta la riqueza como una trampa. No trata el tema en abstracto, sino tal como el rico usa de sus bienes y posibilidades. Nada dice de lo que en teoría hubiera podido hacer con sus bienes. Sólo muestra con teatralidad que de hecho su lujo le ha servido de camino hacia la condenación por el justo juicio de Dios.

¿Qué tendrá la riqueza, cuando ya los profetas la recriminan tan duramente? ¿Serán enemigos del progreso? Basta leer el texto de Amós en la primera lectura de hoy. Va directamente contra los que se acuestan en lechos de marfil, comen ternera, tocan música entre tanto y beben vinos generosos, se perfuman... y no se duelen de los desastres de José". Es un texto profético que se irá repitiendo en el A.T.

Los peligros de la riqueza son muchos. Conduce directamente a la idolatría y retira al Dios verdadero que es Padre de todos y nos ha dado los bienes para todos sus hijos. Quien los usa como propios, rompe la alianza del Dios verdadero. Para que éste no le inquiete con sus exigencias de justicia, de fraternidad y de misericordia con los más débiles, se refugiará en un ídolo que tenga boca y no hable, tenga ojos y no vea. Así podrá saciar su avaricia y su egoísmo. Más tarde, con esta riqueza, construirá un templo, pero el Dios verdadero no habitará en él. Su deseo innato de religiosidad quedará aparentemente saciado con un culto exterior hasta pomposo, pero sin contenido de conversión ni de justicia ni de amor verdadero. Las limosnas que haga el rico en o desde este templo, serán una mentira y una profanación de la dignidad del hombre y del nombre de Dios.

Si por la riqueza se cae en esta trampa, las otras consecuencias vienen seguidas. La primera es la insensibilidad al prójimo, porque el lujo aleja de los pozos repugnantes donde surge la miseria social por la injusta repartición de bienes y de posibilidades de vida feliz. Desde esta insensibilidad se camina directo, pisando hasta inconscientemente los derechos de los demás. Así el rico se hace opresor y déspota, con tal de conseguir sus fines. Hasta llega un momento que lo sigue haciendo con naturalidad, sin problemas de conciencia. Otra trampa tiene la riqueza, la de creerse con poder y superior a los demás. Incluso a veces, sin necesidad de recurrir a Dios, porque en sí mismo encuentra el rico el apoyo y la seguridad. Que algún día se le muestran falsas.

En este sentido la riqueza aleja del Reinado de Dios, porque mantiene una situación de injusta repartición de bienes entre los hijos de un mismo Padre. Jesús fue implacable contra la riqueza. Sus palabras suenan a duras. Muchas veces han sufrido rebajas por parte de los que presentan su mensaje y algunos han pretendido conseguir lo imposible, servir a Dios y al dinero. De ahí nace su vida lánguida, su tristeza, su incapacidad de contagio a la hora de convencer sobre el Evangelio. En cambio, los que lo han vendido todo por el Reinado de Dios y creen de hecho en la solidaridad y el compartir coherente, éstos renacen cada día a una nueva juventud, se renuevan sus fuerzas y sus palabras contienen el fuego profético del Espíritu y el peso de la coherencia entre las obras y las palabras.

L. TOUS
DABAR 1989/48


7.

* Había una vez un hombre rico... Con la sencillez de una parábola. Jesús denuncia dramáticamente el eterno problema de los hombres, su división en ricos y pobres. Más aún, denuncia, sobre todo, la situación y la indiferencia de los ricos para con los pobres. Con cuatro pinceladas -vestía de púrpura, banqueteaba, desperdiciaba las migajas, no hacía caso del pobre- hace un perfecto retrato del rico epulón, de todos los ricos. El retrato robot de la parábola identifica igualmente a los países ricos frente a los pobres. E igualmente la parábola denuncia la desigualdad del mundo contra el tercer mundo. Tampoco Amós, en la primera lectura, se queda corto al describir la soberbia y autosuficiencia de los ricos de Israel.

No entenderíamos, sin embargo, la enseñanza de Jesús, si nos quedásemos, como frecuentemente se hace, y no siempre sin segunda intención, con ciertos detalles de la parábola, que no alteran en nada su mensaje. Porque a veces se ha pretendido interpretar que los ricos, que se lo pasan bien aquí, se irán al infierno cuando mueran, y que los pobres, que lo pasan mal aquí, lugo de morir se irán derechitos al cielo. Y eso no es lo que Jesús quiere dar a entender. La distinta suerte en la otra vida del rico y del pobre es sólo un recurso para demostrar de qué distinta manera ve Dios la desigualdad entre los hombres. Pero de ninguna manera quiere decir que los pobres se conformen siendo pobres, que ya les llegará su turno en el cielo. El sentido de la parábola no es brindar consuelo ultraterreno a los pobres, sino avisar severamente a los ricos y a los que ponen su confianza y su gloria en las riquezas y en el poder que de ellas obtienen.

El sentido de la parábola es también una fuerte denuncia contra los países ricos, que se glorían en contarse en los primeros puestos del ranking internacional de los países con mayor renta, y que ponen su confianza en su poder económico, despreciando y manteniendo a los países subdesarrollados en su penosa y difícil situación.

* ¡Se acabó la orgía de los disolutos! El juicio de Dios sobre la desigualdad entre los hombres no es sólo un juicio válido para la otra vida, es ya un juicio en esta vida. En la primera lectura el profeta Amós lanza el juicio de Dios contra esa situación de desigualdad, inaceptable de todas todas: "Se acabó la orgía de los disolutos!". Y eso no es un anuncio de lo que sucederá en el último día, sino la advertencia de lo que ya está sucediendo y acelerando en esta vida. Porque la palabra de Dios no es una palabra vacía, sino que penetra y mueve el corazón de los creyentes y de los hombres.

Quizá no siempre la Iglesia haya tenido el mismo coraje para denunciar la injusta distribución de la riqueza. Pero en la historia de la Iglesia nunca han faltado voces proféticas, que han denunciado la orgía de los disolutos. Buena prueba de ello son los testimonios de los santos Padres (ver PROPIEDAD). Pero no son los únicos. Ni son una excepción. En este sentido la doctrina social de la Iglesia, de acuerdo con la conciencia social de otras iglesias y de otros muchos hombres, lleva más de un siglo repitiendo machaconamente la denuncia de Jesús, y tratando de clarificarla de acuerdo con las nuevas y cambiantes situaciones. En todo caso, en la Iglesia y fuera de ella, son muchos los que están profundamente convencidos de que la desigualdad no puede perpetuarse y que hay que tomar medidas para acabar con la injusticia social.

Se acabó la orgía de los disolutos, de los que ponen su fe y su dios en el dinero. Se acabó también la orgía de los países ricos, que siguen explotando y enriqueciéndose a costa de los países pobres. También en los pueblos va calando fuerte la conciencia de su derecho y de su dignidad.

* Practica la justicia, la religión, la fe, el amor: Ante el desafío de la desigualdad hiriente, del escándalo de la pobreza y del hambre, los cristianos no podemos cruzarnos de brazos. La consigna de Pablo -de practicar la justicia y la religión- enlaza con toda la tradición del Antiguo Testamento, principalmente los profetas, y con la mejor tradición del Nuevo Testamento. No es casualidad esta asociación entre la justicia y la religión, como no lo es la asociación que Jesús hizo entre el amor a Dios y al prójimo. Y es que no se puede llamar de verdad a Dios "padre" y al mismo tiempo negar lo que dicen nuestros labios, tratando a los hermanos como desconocidos y menos aún con desprecio o indiferencia.

La denuncia de Jesús en la parábola de hoy tiene que servirnos de aviso, porque, aunque tal vez no nos consideremos ricos, ciertamente pertenecemos a los países ricos, al mundo desarrollado. Pero debe, sobre todo, estimularnos y comprometernos en la causa de los pobres. Cualquier cosa que hagamos por ellos y con ellos, es como si la hiciéramos por Jesús y con él. Este es también el gesto y el sentido de la eucaristía que celebramos. Partimos el pan y la palabra de Dios en señal de que estamos dispuestos y repartimos el pan y la palabra, la comunicación de bienes con todos los hombres y entre todos los pueblos.

EUCARISTÍA 1986/46


8.

-La riqueza condenada.-"Os acostáis en lechos de marfil, coméis los carneros del rebaño, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes. Y no os doléis de los desastres de José". Así hablaba el profeta Amós a los ricos de su tiempo, como hemos escuchado en la primera lectura.

Y una historia semejante repetía Jesús en el evangelio: "UN HOMBRE RICO que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y UN MENDIGO llamado Lázaro que estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba".

No sé yo si os parecerá que Amós y Jesús exageran, con esas descripciones. Y no sé tampoco si el final de las dos historias os parecerá demasiado fuerte. Amós termina diciendo: "Esos irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos". Y Jesús termina colocando al rico en el infierno, "en medio de los tormentos", "torturado por las llamas". Y aún añade Jesús algo más: en el diálogo entre el rico y Abrahán, Abrahán le dice que, cuando uno se mete de lleno en el afán de la riqueza, y del tener, y del vivir bien, difícilmente llega a ver otras cosas: es como una droga que devora el alma.

Nos parezca exagerado o no, éste es el mensaje de la Palabra de Dios que hoy debemos reflexionar. Un mensaje que ya escuchábamos también el pasado domingo, cuando el mismo profeta Amós y Jesús nos decían que debíamos ESCOGER ENTRE SEGUIR EL CAMINO DE IR EN BUSCA DE LA RIQUEZA Y DEL DINERO, O IR EN BUSCA DEL EVANGELIO: entre ser "hijos de este mundo" y ser "hijos de la luz".

Jesús, es sin duda, MUY DURO en este tema. Pero lo es con mucha razón: la búsqueda del dinero, EL MOVERSE PENSANDO POR ENCIMA DE TODO EN EL DINERO Y LA RIQUEZA, ES EL MAYOR CÁNCER QUE CORROE NUESTRO MUNDO. Porque hace que la gente que se mueve por esto sea insensible a toda otra cosa, hasta secársele el corazón. Y porque hace que los más débiles y desafortunados vivan en condiciones cada vez más tristes y dolorosas, sin lo necesario para vivir con dignidad. Y porque hace, además, que muchos países pobres se vean ahogados por los países ricos, que les imponen unas condiciones comerciales insostenibles, y los hunden cada vez más en el hambre y la miseria.

Jesús se pone muy duro, absolutamente duro con este pecado, y condena sin paliativos a los que lo cometen y no están dispuestos a cambiar de actitud. Y esta dureza de Jesús debería ser también una lección para nosotros. Porque NOSOTROS PODEMOS CAER TAMBIÉN en esta actitud de pensar sólo en tener cosas, con todas las excusas que queráis, y desentenderse con demasiada tranquilidad de la pobreza que hay a nuestro alrededor, y no preguntarnos nunca si estaremos contribuyendo a la pervivencia de las situaciones injustas que se dan en nuestro mundo.

-¿Qué podemos hacer nosotros?.-Permitidme, pues, terminar esta homilía con una sencilla lista de cuestiones que afectan a este tema, y que podríamos reflexionar:

* 1.HAY QUE TENER MUY CLARO QUE ESTE MUNDO ESTA MAL ORGANIZADO, y que las cosas deberían funcionar de otro modo. No puede ser, que el mundo funcione a base de ver quién puede ganar más. Porque desde luego que eso estimula la creación de riqueza, pero al mismo tiempo hace que todos vivamos pendientes del dinero. De modo que un cristiano debe tener claro que esto habría que cambiarlo. Y prestar atención a los distintos intentos sociales y políticos que se puedan hacer para lograr ese cambio. Y no mirar de entrada desconfiadamente a todo aquel que proponga algo que no sea el resignarse y el ir tirando.

* 2.TODO EL QUE PUEDA TENER ALGUNA INFLUENCIA EN LA VIDA ECONÓMICA Y SOCIAL, debe preguntarse con qué criterios actúa, y si esos criterios son criterios cristianos. El empresario en la creación de riqueza, en la creación y el mantenimiento de lugares de trabajo en cuanto le sea posible y en la mejora de las condiciones de trabajo. El trabajador, en el trabajo responsable y al mismo tiempo en la audacia inteligente cuando haya que conseguir mejoras. Y, sobre todo, en el ser solidario con los demás y en el no dedicarse a intentar subir en solitario a costa de los demás.

* 3.HAY QUE PREGUNTARSE QUÉ HACEMOS CON NUESTRO DINERO. Preguntarnos qué parte de lo que ganamos debemos dedicar al servicio de los demás, a través de Cáritas u otras instituciones, a través de acciones de ayuda al Tercer mundo, etc. Y preguntarnos, especialmente los que están mejor situados, a qué cosas deberíamos renunciar para llevar una vida más austera, más acorde con el Evangelio. Porque decir simplemente que "puesto que me lo he ganado, me lo puedo permitir", no es ningún criterio evangélico.

* 4.TAMBIÉN HAY QUE PREGUNTARSE EN QUÉ UTILIZAMOS NUESTRO TIEMPO. Y ver si podríamos dedicar alguna parte de él a visitar enfermos, o a ayudar a gente que necesite algo (que les hagan la compra, por ejemplo). O comprometernos a trabajar en alguna asociación de ayuda a los demás.

* 5.Y FINALMENTE, REVISAR TAMBIÉN COMO EDUCAMOS A LOS HIJOS. ¿Les enseñamos a creerse los dueños del mundo, a pensar que pueden tener todo lo que quieran? ¿O más bien les enseñamos a ser activos, a preocuparse por los demás, a pensar que no es necesario tenerlo todo para ser feliz, a renunciar a algo para ayudar a los demás?

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1986/17


9.

-Va para todos. -"No podéis servir a Dios y al dinero". Con estas palabras terminaba el evangelio del pasado domingo. Era una clara advertencia de Jesús: el dinero fácilmente puede convertirse en nuestro Amo y Señor. Una advertencia dirigida a todos porque todos -sea cual sea nuestra situación económica- podemos caer en esta fácil tentación de colocar al dinero en un lugar demasiado alto en nuestra escala de valores, de intereses, de preocupaciones. Y, ciertamente, no podemos negar que la sociedad en que vivimos facilita que coloquemos al dinero en este lugar muy privilegiado de nuestra escala de valores, que lo convirtamos en motor de nuestra actividad y en meta de nuestros deseos. Por ello, todos debemos escuchar como dirigida a cada uno de nosotros esta advertencia -severa y clara- de Jesús: "no podéis servir a Dios y al dinero".

-Pero más para los ricos.-Pero, evidentemente, hay quien está más en peligro que otros. Por eso Jesús explicó esta parábola que hemos leído hoy: para advertir a quienes más están en peligros, es decir, a los ricos, a aquellos para quienes la riqueza no es sólo un sueño sino una realidad.

Se trata, ciertamente, de una parábola pero no deja de ser significativo que la única vez -si no me equivoco- que Jesús coloca a alguien en el infierno, el personaje elegido sea un rico. Para ser justos hemos de decir que no por el sólo hecho de ser rico, sino por un añadido: es un rico que, además, se desentiende del pobre que tiene en su portal. Pero fue precisamente su riqueza la que le hizo ciego y sordo -insensible- a las necesidades del pobre que tenía tan cerca. De nuevo encontramos la repetida enseñanza de Jesús: la riqueza es un peligro porque nos encierra en nosotros mismo, nos aleja de los demás, nos hace insensibles.

-"Ni aunque resucite un muerto".-¿No hay entonces salvación posible para el rico? Ya dijo en una ocasión Jesús que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que no que un rico se salvara. Y en la segunda parte de esta parábola el diagnóstico no es menos severo. Cuando, desde el infierno, el rico pide a Abrahán que envíe a Lázaro para advertir a sus cinco hermanos, la respuesta de Abrahán en la parábola de Jesús es contundente: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto".

-San Francisco; dos consejos.-El miércoles celebraremos la fiesta de san Francisco de Asís (FRAN-ASIS/LIBRE), el santo quizá más alegre, más libre, más feliz en la historia de los santos cristianos. Hemos preguntado antes: ¿puede salvarse un rico? La mejor respuesta la hallamos en la vida de aquel joven de Asís. ¿Qué hizo? Simplemente, era rico y dejó de serlo. Y libre de la riqueza, supo ver en todos los hombres a sus hermanos y así descubrió que la auténtica riqueza humana es fraternidad, el compartir todo lo que se tiene. Y Francisco, libre y pobre, supo alegrarse y cantar a toda la creación. No tenía nada y por eso se sentía en comunión con todos y con todo.

Es posible que el ejemplo de Francisco nos parezca inalcanzable. Aunque me parece que no nos haría ningún mal -con motivo de su fiesta- reflexionar un poco sobre su alegría de hombre libre.

Pero, sea como sea, para que no nos quedemos en una especie de elección casi imposible entre todo o nada, permitid que termine este comentario con dos consejos pequeños y sencillos, que ciertamente no nos liberarán de nuestra riqueza -o de nuestro deseo de riqueza- pero sí pueden ayudarnos a ser más libres, más justos, menos insensibles.

El primero, sería que cada uno se comprometiera -si no lo hace ya- a dar una cantidad fija a alguna obra social o caritativa (Caritas, por ejemplo, o una obra de ayuda al Tercer Mundo, o las dos cosas a la vez). No una aportación de un día o una vez al año, sino una cantidad mensual fija, que coloquemos en nuestro presupuesto como algo de lo que ya no podemos disponer para nuestros gastos. Y el segundo -que espero que no sorprenda a nadie-, que seamos absolutamente honestos en el pago de nuestros impuestos, que nunca cedamos a la tentación de hacer trampa.

Podemos pensar que debería mejorarse el sistema fiscal existente en nuestro país, pero ello no autoriza a nadie a dejar de cumplir la obligación moral de pagar los impuestos vigentes.

Dos pequeños consejos. Cada uno sabrá, en su conciencia, encontrar su respuesta a la advertencia de Jesús. El resucitó y vive en nuestra Eucaristía, pero no olvidemos que si vivimos prisioneros del dinero seremos incapaces de reaccionar "ni aunque resucite un muerto".

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1989/18


10.

ALGUNOS ASPECTOS PARA LA HOMILÍA.

Entre las varias posibilidades para la homilía de hoy, se podría destacar los siguientes aspectos:

I.La existencia de ricos y pobres. La escena del evangelio es dramática, y presenta una descripción de un realismo crudo. También Amós presenta a unos ricos muy resaltados respecto a los pobres. Probablemente la escena de Lázaro en la puerta del rico ahora no podría darse, porque los cuerpos de seguridad lo echarían de allí. Pero la desigualdad persiste. Más camuflada, sin duda, pero persiste. Y los grandes gastos y exhibiciones de los magnates que prescinden de los pobres que siguen estando ahí, y que prescinden de los millones y millones que están en el Tercer Mundo son aún mayor escándalo que el que narran Amós o Lucas. Un aspecto de la homilía podría ser hoy, simplemente, hacer tomar conciencia de este hecho.

II. Qué clase de mundo construimos. Dicen los expertos que nuestra sociedad occidental camina hacia una situación en la que habrá un tercio de personas en buena situación, un tercio que irá tirando pero en el fondo con tranquilidad, y un tercio que malvivirá marginalmente. Dicen que este es el precio del "progreso". Pero un cristiano ¡de ningún modo puede admitir semejante progreso! Y menos aún teniendo en cuenta que ahí se añade además toda la marginalidad del Tercer Mundo. (Y luego nos quejaremos de la delincuencia...). Hay que decir, una y otra vez, todas las veces que sean necesarias, que no estamos de acuerdo. Y que tiene que ser posible, si los grandes poderes que controlan la economía se lo propusieran, organizar un sistema económico en el que no se den esas consecuencias.

III. El "caparazón" de los ricos. El domingo anterior centrábamos especialmente nuestra atención en la actitud personal ante la riqueza. Pero hoy el evangelio presenta también un aspecto de esa actitud personal que merece la pena destacarse. Es la afirmación de Abrahán diciendo que, si no han escuchado a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. La riqueza crea en el que la posee una especie de caparazón que le impide darse cuenta del mal que está haciendo. Todo se justifica, todo se necesita, y más... Por ello, la única solución es evitar entrar en la rueda de la acumulación de riqueza. (Y cuando, por ejemplo, uno es empresario, tiene que procurarse los mecanismos de control en este aspecto: por ejemplo, un grupo exigente de revisión de vida, que le obligue a plantearse de verdad estas cosas).

IV. Las actitudes de la comunidad cristiana. Se podrían plantear también los distintos aspectos en los que las diferencias entre pobres y ricos afectan a la comunidad cristiana y las actitudes a tomar. Por ejemplo: a) Si en nuestra comunidad los que llevan la "voz cantante" son los que están bien situados y si los que lo están menos, que son los preferidos de Dios, no son escuchados. b) Si nuestra parroquia o comunidad promueve y estimula todo lo que favorezca una vida más digna para los pobres; si somos capaces de denunciar las injusticias que se dan a nuestro alrededor, aunque ello nos enemiste con determinadas personas o sectores; c) Si en nuestra ciudad o zona hay parroquias ricas que pueden hacer grandes proyectos o vivir con mucha tranquilidad, mientras hay otras que no pueden alcanzar el mínimo indispensable. d) Si nos sentimos solidarios con los esfuerzos liberadores de las Iglesias del Tercer Mundo o quedamos tranquilos diciendo que detrás de todo lo que hacen hay mucho "peligro marxista"

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1989/18