SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO


Mc 9,37-42: Intentas sobornar a Cristo juez

Nada has traído a este mundo, y por eso mismo nada podrás llevarte de él. Envía hacia arriba lo que has encontrado y no lo perderás. Dáselo a Cristo. Él quiso recibir aquí abajo. Dándoselo a Cristo, ¿vas a perderlo? No lo pierdes si lo confías a tu criado, ¿y vas a perderlo si lo confías a Cristo? No pierdes, si lo confías a tu criado, lo que has adquirido, ¿y vas a perder lo que has recibido de Dios?

Cristo quiso padecer necesidad en este mundo, y todo por nosotros. Cristo pudo alimentar a cuantos pobres veis, del mismo modo que mediante el cuervo alimentó a Elías. Sin embargo, también a él le quitó el cuervo para que fuera alimentado por la viuda. El que fuera alimentado por la viuda no fue de provecho para Elías, sino para la viuda (3 Re 17,6). Luego cuando Dios empobrece a algunos, no queriendo que posean, lo hace para probar a los ricos. Así está escrito: Los pobres y los ricos se encontraron. ¿Dónde se encontraron? Aquí; en esta vida. Ambos nacieron, salieron al encuentro y se encontraron. ¿Quién hizo a los dos? El Señor (Prov 22,2). Hizo al rico para que ayudara al pobre; al pobre para probar al rico. Cada cual obre según sus posibilidades. No de modo que él mismo se halle en dificultad. No queremos esto. Lo que tú tienes de superfluo es necesario a otro. Acabáis de oírlo cuando se leía el evangelio: Quienquiera que dé un vaso de agua fría a uno de mis pequeños por causa mía, no quedará sin recompensa (Mt 10,42).

Cristo puso en venta el reino de los cielos y cifró su precio en un vaso de agua fría. Cuando es un pobre quien da limosna, basta que dé un vaso de agua fría. Quien más tiene, más dé. Así lo hizo la viuda de las dos monedas. Zaqueo dio la mitad de sus bienes y reservó la otra mitad para cancelar sus fraudes. La limosna aprovecha siempre a quienes cambiaron de género de vida. Das a Cristo pobre para redimir tus pecados pasados. Pero si el motivo de tu donación es para poder seguir pecando impunemente, no sólo alimentas a Cristo, sino que intentas sobornarlo en cuanto juez. Dad limosna, sí; mas para que vuestras oraciones sean escuchadas y para que Dios os ayude a cambiar vuestra vida por otra mejor. Por lo tanto, los que cambiáis de vida, cambiadla mejorándola. Por vuestras limosnas y oraciones bórrense vuestros pecados pasados y lleguen a vosotros los sempiternos bienes futuros.

Sermón 39,6