SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA

 

Sant 5,1-6: Cuando despojas a un cristiano, despojas a Cristo

Pero me dice el ladrón de cosas ajenas: «Yo no soy como aquel rico. Celebro ágapes, llevo alimento a los encarcelados, visto a los desnudos, doy hospitalidad a los peregrinos». ¿Piensas que das? No quites y ya diste. A quien das, se alegra; pero a quien lo quitas, llora; ¿a quién de estos dos va a escuchar el Señor? Dices a quien diste: «Da gracias porque recibiste». Pero desde la parte contraria te dice el otro: «Lloro porque me lo quitaste». Quitaste a éste casi todo y diste a aquél sólo una mínima parte. Pero ni aunque hubieras dado a los necesitados todo lo que quitaste al otro, agradarían a Dios tales obras. Te dice Dios: «Necio; te mandé dar, pero no de lo ajeno. Si tienes, da de lo tuyo; si no tienes nada propio que dar, es mejor que no des a nadie antes de despojar a los otros».

Cuando Cristo el Señor se siente en el día del juicio y haga la separación poniendo a unos a la derecha y a otros a la izquierda, dirá a los que han obrado bien: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino; en cambio, a los estériles, los que nada bueno hicieron en favor de los pobres, les dirá: Id al fuego eterno. ¿Y qué ha de decir a los buenos? Pues tuve hambre y me disteis de comer, etc. Ellos responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento? y él a ellos: Cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis. Comprende, pues, necio, que quieres dar limosna de lo robado, que si cuando alimentas a un cristiano alimentas a Cristo, cuando despojas a un cristiano despojas también a Cristo. Considerad lo que ha de decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno. ¿Por qué? Porque tuve hambre y no me disteis de comer; estuve desnudo y no me vestisteis (Mt 25,34-45). Si, pues, irá al fuego eterno aquel a quien Cristo diga: «Estuve desnudo y no me vestiste», ¿qué lugar tendrá en el ruego eterno aquel a quien diga: «Estuve vestido y me desnudaste»?

Es posible que te diga Cristo: «Estuve vestido y me desnudaste», y, cambiando de costumbre, pienses en despojar al pagano y vestir al cristiano. También entonces te responderá Cristo; mejor, te responderá ahora por cualquiera de sus ministros; te responderá y te dirá: «También aquí debes evitarmte males. Si siendo cristiano despojas a un pagano, le impides que se haga cristiano». Quizá tengas qué responder todavía a esto: «No le aplico el castigo por odio, sino más bien por amor a la disciplina misma; así, pues, despojo al pagano para que mediante esta disciplina dura y saludable se haga cristiano». Te escucharía y creería si le devolvieses siendo ya cristiano lo que le quitaste cuando era pagano.

Sermón 178,4-5