PRIMERA LECTURA

El espíritu de Dios es luz y fuerza. El que lo recibe es su testigo en el mundo opaco y débil. Lo tiene el profeta y viene sobre aquél a quien nadie ha designado. Es don gratuito, no para propia utilidad, sino para servicio. Moisés recibe ayuda de Dios en la guía del pueblo de quienes, como él, son testigos del espíritu. Cuando todo el pueblo lo reciba y pueda dar testimonio, será la plenitud escatológica (Jl 2,28s; He 2).


 

Lectura del libro de los Números 11, 25-29.

En aquellos días el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos; al posarse sobre ellos el espíritu se pusieron en seguida a profetizar.

Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad; aunque estaban en la lista no habían acudido a la tienda, pero el espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a profetizar en el campamento.

Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:

-Eldad y Medad están profetizando en el campamento.

Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:

-Moisés, señor mío, prohíbeselo.

Moisés les respondió:

-¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!