COMENTARIOS AL SALMO 112

 

1.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL 

* Este es el primero de los himnos de Hallel egipcio, cantado en la comida de Pascua, y en las grandes solemnidades de Israel. La primera estrofa lanzada por los levitas, es una invitación a cantar (se repite por tres veces el verbo "alabar"). Las otras dos estrofas son la respuesta de la asamblea que aclama a Dios por dos motivos, aparentementc contradictorios:

1. Dios es "grande", Altísimo...

2. El mira y ama a los "humildes"... Para comprender este salmo en su plenitud, recordemos los trasfondos bíblicos: Este "débil", este "pobre" levantado del polvo (¡del "estiércol"! en el texto hebreo), es colectivamente el pueblo de Israel, liberado por Dios de la esclavitud de Egipto, mediante la Pascua, para luego hacerlo un pueblo real, de príncipes...

La mujer estéril, es Sara, a quien Dios alegró con su hijo Isaac, y la hizo madre de todos los pueblos "numerosos como las arenas del mar y las estrellas del cielo"... Es Ana, la mujer estéril, feliz madre de Samuel... Es Sión, la madre estéril del exilio, que tiene luego una gran descendencia (Isaías 49, 21).

SEGUNDA LECTURA: CON JESUS

** Jesús cantó este salmo 112 la tarde del Jueves Santo. Imaginemos el fervor con el cual "oró" este salmo, y la personalización que hizo de él aplicándolo a su propia situación. El "nombre" del Señor (tres veces) Jesús lo hizo conocer y amar. Y. esa misma tarde, según San Juan, Jesús se alegraba de haber revelado el nombre del Padre: "He manifestado tu nombre a los hombres" (Juan 1 7,6).

Este Dios Altísimo, que "se inclina para mirar hacia la tierra", Jesús sabía que, por la Encarnación, entró en el juego divino de la humildad y del servicio. La tarde de la Ultima Cena, con la toalla ceñida a la cintura, se abajó a los pies de sus discípulos. Verbo de Dios, "dueño y Señor", no se quedó celosamente en el rango que lo igualaba a Dios, sino que se abajó hasta el polvo, para sacar a los hombres de su polvo... Y hacerlos participar de la dignidad principesca de "hijos de Dios".

Salta a la vista el parentesco de este salmo con el Magníficat de María: Ella también: "alaba el nombre santísimo"... Ella canta al Dios que "engrandece a los pobres"... Ella es por excelencia la mujer dichosa a quien Dios da una posteridad inesperada, ya que es virgen, y por ello las "generaciones la llamarán bienaventurada".

Jesús, al pronunciar estas palabras proféticas, debió pensar en el Misterio Pascual al que entraba en ese momento: "levanta del polvo al desvalido para sentarlo entre los príncipes"... Su Resurrección, anun-ciada a sus discípulos desde hacía varias semanas, era el acontecimiento decisivo que daría cumplimiento a la promesa de este salmo. En Jesús, el pobre fue sacado del polvo de la muerte para sentarse a la diestra de Dios.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Trascedencia de Dios: Dios está más allá de todo lo creado. "¿Quién es semejante al Señor nuestro Dios? Su gloria domina todo". Las reflexiones ateas del mundo moderno, tan disolventes, tienen la ventaja de purificar todos nuestros conceptos sobre Dios: No, nada se puede comparar con Dios, absolutamente nada... El está sobre toda "serie" creada... El pertenece a un orden diferente de todo aquello que podemos imaginar o expresar... Debemos purificar las expresiones mismas del salmo (son formas imaginarias de hablar). Si Dios "se inclina", si está "allá arriba", no lo está espacialmente; es para decir que El es ¡totalmente otro! Quizá nosotros, pobres humanos de hoy, tenemos más dificultad que nuestros antepasados para reconocer el verdadero Dios, el inaccesible.

"Su gloria domina los cielos. Se inclina para mirar al cielo y la tierra". La ciencia actual ha puesto en evidencia que todo se mantiene en el universo. Cada ser depende físicamente de todos los demás, como la rueda de una inmensa y compleja maquinaria. La ecología subraya los equilibrios naturales que los vivientes deben respetar si quieren sobrevivir. La naturaleza creada funciona como un prodigioso organismo cuyas funciones son múltiples y complementarias. Y yo, en este momento, dedicado a la reflexión y a la oración, no soy más que una partecita de un cosmos que necesito: muero en el instante mismo en que el sol deja de iluminar, en que me falta el aire, en que los vegetales y animales no marchan normalmente, si los miles de seres humanos no trabajan más para mí... ¿Por qué rehusarnos de sacar la conclusión que se impone frente a todo lo que la mano del hombre no ha podido hacer? Este mundo maravilloso está "gobernado" por una inteligencia fuera de serie. ¡Esta "unidad", esta "globalidad" del mundo... es pensada, dirigida y programada en un "lugar"! Caemos de nuevo, desgraciadamente, en los antropomorfismos. ¿Cómo hablar del indecible de otra manera?

Los débiles, los pobres. Si no vivirnos de a priori, esta concepción "social" de un Dios que pone su fortaleza al servicio de los desvalidos, debería alegrarnos y cuestionarnos. Porque si en el curso de la liberación de Egipto, Dios intervino, para reanimar a los oprimidos, no lo hizo directamente, por su propia mano... sino mediante manos humanas. La primera Pascua, pese a su espectacularidad, no se realizó sin que Moisés combatiera. ¿Podemos rezar con sinceridad este salmo 112 si en la vida real nos dedicamos a empeorar la condición de los pobres? ¿Con qué cara podemos decir que "Dios socorre al débil", si nuestros comportamientos concretos no promueven a los desposeídos de nuestra sociedad? No digamos: nada se puede hacer. Al lado de los grandes compromisos sociales, profesionales, políticos, hay mil formas de acción, de compasión, de ayuda... que cada uno puede realizar a su manera.

Dignidad humana. En la expresión ya un poco pasada de moda, aparece una moderna perspectiva social: "¿saca al pobre del lugar más bajo para sentarlo entre los príncipes, los príncipes de su pueblo'?" No basta ayudar materialmente a los pobres, hay que devolverles su dignidad, hacer de ellos seres libres, seres nobles.

Dios garantía de la dignidad del hombre. Dios no es el competidor de la grandeza del hombre, sino su fiador. En hebreo existe un mismo verbo para decir que Dios "domina", o "preside" en lo alto, y se ocupa igualmente de que el pobre y la mujer desgraciada "presidan".

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 216-219


2.

FUERZA EN LA DEBILIDAD

Voy entendiendo algo de tus modos de actuar con los hijos de los hombres, Señor, y una de las normas que sigues en secreto y proclamas en público es que tu poder se manifiesta en la debilidad. Cuando el hombre se alza en orgullo de autosuficiencia, es humillado; pero si reconoce su propia debilidad, la acepta y la manifiesta, tú llenas el vacío de su humildad con la plenitud de tu poder. La debilidad del hombre es el poder de Dios. Siempre ha sido así.

«El Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa como madre feliz de hijos».

Dios saca fecundidad de nuestra esterilidad, y corona al pobre como príncipe de su pueblo. Ese es el Reino. Los valores humanos se truecan, y los cálculos intelectuales quedan trastornados. Se destruye la sabiduría de los sabios y se inutiliza la inteligencia de los inteligentes. La gloria de Dios brilla en la pequeñez del hombre.

Quiero tener acceso a tu poder, Señor; quiero sentir la fuerza de tu Espíritu cuando hablo en tu nombre y cuando actúo por tu causa. Y te agradezco que me hayas mostrado ahora la manera de traer tu poder a mis acciones. Yo tengo que desaparecer para que tú aparezcas, tengo que ser polvo para que tú seas luz, tengo que eclipsarme para que tú amanezcas. Mientras yo esté lleno de mi propia importancia, no haré más que poner obstáculos a tu poder. El día en que yo no sea nada, tú lo harás todo. Yo he de disminuir para que tú crezcas, como dijo alguien que preparaba tus caminos. Esa es la ley de profetas y apóstoles, de predicadores de tu palabra y trabajadores de tu Reino. Que yo me gloríe en mi debilidad, para que la plenitud de tu poder se ejerza en mí.

«¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y ala tierra?»

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los salmos
Sal Terrae, Santander 1989, pág. 216


3. Benedicto XVI: Dios derriba a los poderosos y enaltece a los pobres
Comenta en audiencia general el Salmo 112

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 18 mayo 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció el Papa Benedicto XVI este miércoles durante la audiencia general dedicada a comentar el Salmo 112, «Alabado sea el nombre de Dios».

 

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.



Queridos hermanos y hermanas:
Antes de introducirnos en una breve interpretación del Salmo que se acaba de cantar, quisiera recordar que hoy es el cumpleaños de nuestro querido Papa Juan Pablo II. Habría cumplido 85 años y estamos seguros de que desde lo Alto nos ve y está con nosotros. En esta ocasión queremos dar profundamente gracias al Señor por el don de este Papa y queremos decir gracias al mismo Papa por todo lo que ha hecho y ha sufrido.

1. Ha resonado en su sencillez y belleza el Salmo 112, auténtica puerta de entrada a una pequeña colección de Salmos que va del 112 al 117, convencionalmente llamada el «Halel egipcio». Es el aleluya, es decir, el canto de alabanza, que exalta la liberación de la esclavitud del faraón y la alegría de Israel en su servicio libre al Señor en la tierra prometida (Cf. Salmo 113).

No es casualidad el que la tradición judía enlazara esta serie de salmos con la liturgia pascual. La celebración de aquel acontecimiento, según sus dimensiones histórico-sociales y sobre todo espirituales, era vista como un signo de la liberación del mal en la multiplicidad de sus manifestaciones.

El Salmo 112 es un breve himno en el que el original hebreo consta sólo de unas sesenta palabras, henchidas de sentimientos de confianza, de alabanza, de alegría.

2. La primera estrofa (Cf. Salmo 112, 1-3) exalta «el nombre del Señor» que, como se sabe, en el lenguaje bíblico indica a la misma persona de Dios, su presencia viva y operante en la historia humana.

En tres ocasiones, con insistencia apasionada, resuena «el nombre del Señor» en el centro de esta oración de adoración. Todo ser y todo el tiempo, «de la salida del sol hasta su ocaso», dice el salmista (versículo 3), se une en una única acción de gracias. Es como si una respiración incesante se elevara desde la tierra hacia el cielo para exaltar al Señor, Creador del cosmos y Rey de la historia.

3. Precisamente a través de este movimiento hacia lo alto, el Salmo nos conduce al misterio divino. La segunda parte (Cf. versículos 4-6) celebra la trascendencia del Señor, descrita con imágenes verticales que superan el simple horizonte humano. Se proclama: el Señor «se eleva sobre todos los pueblos», «se eleva en su trono» y nadie puede estar a su nivel; incluso para ver los cielos «se abaja», pues «su gloria está sobre los cielos» (versículo 4).

La mirada divina se dirige a toda la realidad, a los seres terrestres y a los celestiales. Sin embargo, sus ojos no son altaneros o distantes, como los de un frío emperador. El Señor, dice el salmista, «se abaja para mirar» (versículo 6).

4. De este modo, pasamos al último movimiento del Salmo (Cf. versículos 7-9), que cambia la atención para dirigirla de las alturas celestes a nuestro horizonte terreno. El Señor se abaja con solicitud hacia nuestra pequeñez e indigencia, que nos llevaría a retraernos con temor. Señala directamente con su mirada amorosa y con su compromiso eficaz a los últimos y miserables del mundo: «Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre» (v. 7).

Dios se inclina, por tanto, ante los necesitados y los que sufren para consolarles. Y esta expresión encuentra su significado último, su máximo realismo en el momento en el que Dios se inclina hasta el punto de encarnarse, de hacerse como uno de nosotros, como uno de los pobres del mundo. Al pobre le confiere el honor más grande, el de «sentarlo con los príncipes»; sí entre «los príncipes de su pueblo» (versículo 8). A la mujer sola y estéril, humillada por la antigua sociedad como si fuera una rama seca e inútil, Dios le da el honor y la gran alegría de tener muchos hijos (Cf. versículo 9). Por tanto, el salmista alaba a un Dios sumamente diferente de nosotros en su grandeza, pero al mismo tiempo muy cercano a sus criaturas que sufren.

Es fácil intuir en estos versículos finales del Salmo 112 la prefiguración de las palabras de María en el «Magnificat», el cántico de las decisiones de Dios que «ha puesto los ojos en la humildad de su esclava». Con más radicalidad que nuestro Salmo, María proclama que Dios «derriba a los potentados de sus tronos y exalta a los humildes» (Cf. Lucas 1,48.52; Cf. Salmo 112, 6-8).

5. Un «Himno vespertino» sumamente antiguo, conservado en las así llamadas «Constituciones de los Apóstoles» (VII,48), retoma y desarrolla el inicio gozoso de nuestro Salmo. Lo recordamos al terminar nuestra reflexión para ofrecer la relectura «cristiana» que la comunidad de los inicios hacía de los salmos:
«Alabad, niños, al Señor,
alabad el nombre del Señor.
Te alabamos, te cantamos, te bendecimos
Por tu inmensa gloria.
Señor rey, Padre de Cristo cordero inmaculado,
que quita el pecado del mundo.
A ti te corresponde la alabanza, el himno, la gloria,
a Dios Padre a través del Hijo en el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén»
(S. Pricoco - M. Simonetti, «La oración de los cristianos» --«La preghiera dei cristiani», Milán 2000, p. 97).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa leyó una síntesis en castellano de su intervención. Estas fueron sus palabras: ]

El Salmo de hoy exalta la liberación de Israel de la esclavitud y su alegría por servir en libertad al Señor, Creador del cosmos y rey de la historia. El «nombre del Señor» es alabado «desde la salida del sol hasta su ocaso». Un Dios muy distinto a nosotros en su grandeza, pero al mismo tiempo muy cercano, especialmente de los que sufren. Con su presencia amorosa y su compromiso eficaz con nuestra debilidad: «levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre».

Estas palabras prefiguran las de la Virgen María en el Magnificat, la cual, con más radicalidad que el Salmo, proclamará que Dios «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes».