COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Am 8. 4-7

 

1.

* Contexto histórico: Amós, de oficio ganadero o granjero, nace en Tecua, localidad no lejana de Jerusalén. Llamado por Dios a la vocación profética, desarrolla su ardua misión no en su reino sino en el del Norte, Israel.

En Israel gobernaba por entonces JEROBOAN-II (787-747). Y tanto el reino del N. con el del S. gozaban de estabilidad política y prosperidad económica: se restauran las fronteras hasta casi igualar las del imperio davídico, se promueve el comercio internacional y, con él, florece la economía nacional. Pero la riqueza no está bien distribuida; las abismales diferencias económicas provocan intolerables injusticias; los tribunales de justicia son un puro simulacro en manos del poderoso: "...aceptáis sobornos, atropelláis a los pobres en el tribunal" (5,12). Sólo se vive por el dinero haciendo caso omiso de la solidaridad y hermandad (8,4-6).

Y a esta corrompida sociedad le gusta enormemente el culto y, por eso, multiplica sus sacrificios. Culto sin moral, sacrificios sin contenido religioso. Por eso el profeta grita: "detesto y rehúso vuestras fiestas... retirad de mi presencia el barullo de los cantos..." (5,21-23), "marchad a Betel a pecar, en Guilgal pecad de firme..." (4,4). Para el profeta Amós es más importante la vida ética que el culto: "que fluya como agua el derecho y la justicia como arroyo perenne" (5,24).

* Texto: En estos versículos de la lectura litúrgica, Amós dirige un ataque furibundo contra la codicia humana, contra el afán de lucro. En este texto se puede ver una acusación (vs. 4-6) y la postura del Señor (v.7).

Acusación contra la codicia de comerciantes sin escrúpulo. Para éstos la persona o cliente no cuenta en los negocios sino sólo la venta, los beneficios; el tiempo es oro y no se puede desperdiciar ni siquiera para rendir culto a Dios. El profeta habla de las fiestas de la luna nueva y del sábado durante las cuales los tratos y negocios se interrumpían en recuerdo de la liberación de Egipto y en reconocimiento de que sólo Dios era el dueño y señor de Palestina (cf. Is/01/13;Is/66/23). Pero los codiciosos no entienden este lenguaje, para ellos la fiesta es "pérdida de tiempo", solo ansían el "día de mercado".

Y además de codiciosos son explotadores ya que no tienen reparo alguno en robar a sus clientes: usan medidas falsas y aumentan el precio según el mercado (cf. Lv. 19,36;Dt.25,14ss; Pr 11,1). ¡Y pobres de los que no pueden pagar! por sumas irrisorias, como un par de sandalias, exigen de los jueces que les entreguen a los desvalidos en calidad de rehenes.

Termina Amós recordándonos en el v.7 que nada pasa inadvertido al Señor: El pedirá cuentas al que no se comporte solidariamente con el hermano, especialmente con el más desfavorecido.

* Reflexiones: Mensaje duro el que, un día, Amós dirigió a sus contemporáneos. Mensaje que no ha perdido actualidad y que hoy también, en la liturgia dominical nos interpela a nosotros: ¿somos hoy mejores que en tiempos de Amós? Soñamos con poseer: pisos, coches, videos, ordenadores...

¡Cuantos más bienes mejor! Nadie lo pregona, pero lo vivimos. ¿Qué nos importan los desharrapados, los parados, los niños del Tercer Mundo, los...? ¡La solidaridad humana es pura monserga! Todos los días intentamos robar jugando con el sudado dinero del menos favorecido: hipotecas, compraventa de pisos, minutas de abogados, médicos, jueces... Y ni siquiera me atrevo a reseñar lo que jugamos con pueblos enteros del Tercer Mundo: ¿es juego limpio el negocio de la compra de la materia prima? En todos estos juegos deberíamos apostar fuerte y no estar cacareando hasta la saciedad si somos de izquierdas o de derechas. ¡No somos nada! ¡Continuamos explotando, comprando al pobre y desvalido por un par de sandalias! ¿Qué fiesta de sábado o luna nueva nos atrevemos a celebrar?

A. GIL MODREGO
DABAR 1989/47


2. FIESTA/JUDIAS:

Este pasaje se sitúa dentro de la tercera parte del libro de Amós en la que se nos relatan cinco visiones proféticas. En 8, 1-3 se habla de la visión del cesto de higos (palabra que en lenguaje del Norte se pronuncia igual que "fin") simbolizando que el fin ha llegado. Gran parte de la culpa de la desgracia que ha caído sobre Israel la tienen los mercaderes que, con su rapacidad, despojan en esta época de hambre a los más débiles. El profeta recrimina sin compasión estas lacras sociales. Aún hoy día estas palabras resuenan con toda actualidad.

En Israel se festejaban el primer día del mes: 1S/20/05/24; Is/01/13-14; Lv/23/24. En ese día, lo mismo que todos los sábados, las actividades mercantiles estaban suspendidas. La ambición de los negociantes perversos llega al límite de que, importándoles poco la celebración del culto, se impacientan por las fiestas religiosas. Su corazón está sediento de dinero.

Nuestra sociedad está en aspectos como éste muy próxima a aquella problemática. El creyente debe adoptar una actitud de desapego y de denuncia.

Los negociantes sin conciencia cometen toda clase de atropellos; falsean las balanzas y medidas, cosa prohibida por la ley (Le.19, 26; Dt 25, 14-15); no tienen ningún empacho en emplear el soborno más bajo; ponen a la venta hasta los desperdicios que nadie quiere, dando el mal género como si fuera bueno. La descripción es de todo punto perfecta. Palabras como éstas aún golpean la conciencia de muchos hombres de nuestra sociedad. Es preciso decirlo sin tremendismos pero con veracidad: el que tal hace sepa que le aguarda un castigo formidable.

Esta gloria de Jacob (Lit.: "orgullo de Jacob") viene a decir que Dios, que ha elegido a Jacob (Gn 25,23; Malq 1,2.3) y le ha dado todos sus privilegios, quiere permanecer él mismo como el único título de gloria de Israel. Por eso se opone a las riquezas malamente adquiridas por los que pretenden desviar la atención de Israel. La "gloria de Jacob" es Dios mismo como sustentador y esperanza del pueblo. Por eso, el día de la restauración final, se tendrá en cuenta hasta la última de las obras de iniquidad que han obrado los que tenían la fortuna y el poder. Palabras para meditar: que nuestra fe no se convierta en una opresión; que el hombre no sea explotado por otro hombre.

EUCARISTÍA 1986/45


3. JUSTICIA/CULTO:

Los malos ricos: Convendrá primero situar al profeta Amós: un pastor judío que hace 27 siglos no pudo soportar los abusos de los ricos y habló en nombre de Dios para defender a los oprimidos. Y luego se podría preguntar si sus palabras conservan actualidad aunque hayan pasado tantos siglos. La respuesta parece ser que son de rabiosa actualidad, pero también que a nosotros nos da miedo tratar de este tema con la claridad y la dureza que lo hacía el profeta. A menudo, ahora, si alguien habla como él se gana pronto las acusaciones de demagogo, revolucionario... Hay quién protesta: Venimos a la iglesia a escuchar la Palabra de Dios y nos hablan de política..

Pues bien, escuchemos la Palabra de Dios, escrita en la Biblia. Leemos en el libro de Amós unas palabras de violencia sin paliativos. Si eso es demagogia o política es la demagogia y la política de Dios. Amós ataca a los ricos que explotan a los pobres, trata de "vacas" a las mujeres que exigen más dinero a sus maridos sin preocuparse de dónde sale este dinero, no teme señalar la corrupción de los jueces que se dejan comprar, denuncia las trampas de los comerciantes que se aprovechan de las necesidades del pueblo...

Y la indignación del profeta culmina cuando ve que todos estos que viven en la riqueza a costa de la gente pobre, pretenden quedar en paz con Dios ofreciendo sacrificios en solemnes ceremonias. Dios no quiere este culto, sino más justicia. Sólo entonces tendrá sentido la oración y el culto. Porque Dios -dice Amós- no olvida nunca la injusticia, la opresión, la explotación del pueblo.

Podría concluirse esta primera parte preguntando si actualmente los cristianos tenemos el mismo valor para denunciar la injusticia. Porque, ciertamente, motivos también hay hoy y aquí.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1977/17


4.

Lo que les interesaba a los hombres de la época del profeta Amós -¡tan lejana"- es lo mismo que les interesa a los hombres, o mejor, nos interesa a los hombres de hoy: el dinero. Y se comprende, porque el dinero es la suma y compendio de todo cuanto el hombre apetece en el mundo. El dinero es el poder, el influjo social, la cultura (en muchas ocasiones), el confort, la belleza, el refinamiento, el buen gusto (a veces), el placer. El que tiene dinero, y en la medida y cuantía en que lo tiene, impone su fuerza y señala las reglas de juego. El que tiene dinero dicta condiciones y los demás no tienen más remedio que, en la mayoría de los casos, aceptarlas deseando, en el fondo de sus corazones, que cambie todo aunque sea radical y violentamente. Es lógico.

El dinero es por eso el gran rival de Dios. Nos han dicho muchas veces que es imposible servir a los dos al mismo tiempo. Y en muchas ocasiones, en caso de elegir, nos hemos quedado con el primero. No hay más que mirar a nuestro alrededor. Nuestro alrededor es hoy el triunfo del dinero por el dinero: priva la especulación, la ganancia sin límites. La palabra mágica es, rentabilidad. La finalidad de la mayor parte de los hombres: tener dinero, así, simple y llanamente. Envidiamos al que lo tiene y admiramos al que ha sabido amasarlo. Cualquiera se cambiaría por un financiero aunque, desde enfrente, lo critiquemos.

No hay duda, el gran rival de Dios es el dinero. Por eso la piedra de toque del cristiano es el dinero. En la elección entre estas dos fuerzas gigantescas, de signo y contenido distinto, se libran grandes batallas en el corazón del hombre. La medida de nuestro cristianismo puede estar mucho en la medida en que no deseemos ni persigamos el dinero con toda la cohorte que lleva consigo. A veces, desde las publicaciones religiosas se interroga seriamente al hombre de hoy sobre la posibilidad de tal o cual sistema de ideas. No sé cuantas veces se nos interroga seriamente sobre la posibilidad de vivir inmersos en un sistema capitalista en el que el interés del dinero priva por encima del hombre, en el que se sigue comprando al débil por un "par de sandalias" -como en tiempo del profeta Amós- en el que se altera el peso de la balanza y se negocia con todo y por encima de todo para obtener al fin lo que se persigue con más ahinco; el dinero.

Y eso, sí, a veces, perfectamente compatible con el signo religioso y con la aceptación hasta fervorosa y ejemplar de unas prácticas que dejan intocable el arca.

No es fácil escapar a la seducción del dinero. El obstáculo es de categoría y sortearlo exige un gran esfuerzo. Pero lo que resulta evidente es que si no somos capaces de dominar el dinero, el dinero acabará con nuestra vida cristiana y estaremos preparando un mundo duro y hostil, donde los únicos valores aceptables serán los que se compren con dinero: un mundo difícil y poco habitable en el que la única dialéctica posible será la lucha sin cuartel y en la lucha siempre hay demasiados vencidos.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986/17


5. /Am/08/01-14

El profeta de Tecua une también aquí dos elementos constantes de su predicación: denuncia y amenaza. Mientras esta última adquiere una presentación muy igual a lo largo del libro, la primera ofrece siempre aspectos variados. Amós insiste desde el principio en la unión entre el culto a Dios y la práctica de la justicia hacia los hombres, en la necesidad de moralizar el culto. La dicotomía de estos dos puntos descubre las contradicciones grotescas de los destinatarios de su denuncia: esperan impacientes que transcurran los días santos para volver a sus negocios y a sus trampas. La fiesta de luna nueva interrumpía las actividades profanas y lucrativas, prácticamente como el sabat. Las reflexiones del profeta desenmascaran esta codicia, que tiene como criterio supremo el provecho a costa de lo que sea y de quien sea. El pobre, en las garras de estos chacales, se convierte en objeto de transacciones comerciales: el débil vendido por dinero y estafado en los tribunales por un par de sandalias. Nuevamente, por tanto, se escucha la denuncia del culto como instrumento de evasión de la sujeción de toda la vida a las exigencias de Dios. La conducta moral se convierte en el test de la religión.

Las acusaciones de estos versículos toman también una doble dirección: por un lado denuncian el desprecio del derecho establecido por Dios y, por otro, la seguridad provocativa en que viven estas carroñas morales. Las invectivas de Amós contra el culto han de ser tomadas seriamente, sin que se puedan reducir a simples trivialidades. Por más condicionadas que estén a su tiempo y a su ambiente, en ellas se pone de manifiesto la función profética fundamental: preservar lo institucional (tradiciones éticas y teológicas, servicio litúrgico, etc.) no simplemente de la falsificación, sino también y principalmente de la absolutización que amenazan toda institución, en especial a la institución religiosa. Una institución fosilizada y absolutizada, convertida en fin de sí misma, representa la muerte de toda vida. Desde esta perspectiva se explica su postura extremadamente crítica frente a la realeza, siempre inclinada al absolutismo frente a la fe y a la conciencia de salvación y elección que segregaba una fácil y falsa seguridad, y, principalmente, frente al culto, que constantemente corre el riesgo de convertirse en un medio mecánico y fácilmente a mano para conseguir una cómoda autoseguridad.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD
MADRID-1981.Pág. 737 s.