REFLEXIONES

 

1. 

Hay algo muy humano: trabajar por el salario, trabajar para cobrar. Y no voy ahora a decir que esto de trabajar por el salario está mal, porque si no lo cobra el que trabaja se lo queda quien tendría que pagar.

Evidentemente, pueden darse mil situaciones diversas en las relaciones entre trabajo y recompensa, pero lo normal es que quien trabaje más, cobre más, dentro de un mismo tipo de trabajo.

Por eso, es natural que cada vez que escuchamos esta parábola de JC, que hoy hemos leído, nos cueste comprenderla. Hay en esta parábola algo que nos sorprende. Y yo diría que esto no es malo, que nos sorprenda esta parábola o que nos escandalice. Probablemente ésta era la intención de JC. Pero Jesús no pretende hablar de relaciones económicas o laborales. No nos hallamos ante una norma social sino ante una parábola. Son cosas distintas.

Esta reacción nuestra ante esta parábola, de sorpresa o de escándalo, puede ser un síntoma de que algo no funciona en nuestra comprensión de Dios, de JC, de su Reino. La parábola de Jesús habla de nuestro trabajo por el Reino de Dios. Y deberíamos pararnos un poco a pensar si nosotros, probablemente, no identificamos con bastante frecuencia este trabajo por el Reino de Dios con el que realizamos para cobrar un salario, un sueldo.


2.

¿Sobre qué personas concretas va a caer hoy esta Palabra, y qué efecto saludable va, por tanto, a provocar? Van a escucharla desde luego cristianos de misa dominical. En unos provocará un agradecido sentimiento de alabanza a Dios, porque es bueno, porque su amor no tiene fin, porque sigue llamando sin discriminar, porque siempre hay esperanza... En otros provocará malestar: ¿Por qué vamos a ser iguales el sinvergüenza a quien Dios encontró en el lecho de la muerte y nosotros que "nos hemos sacrificado" durante la vida entera? Habrá que descubrirles piadosamente, aunque sea con dureza, su error: en tanto tiempo de Iglesia no han descubierto el don de Dios; esclavos que no hijos, deberán atender la dura advertencia final: "Hay primeros que serán últimos".

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO A
DESCLÉE DE BROUWER/BILBAO 1989 .Pág. 150


3.

Es cierto que no necesariamente hay que planear una disyuntiva entre fe y religión; pero la sintonía entre ambas no es un punto de partida sino un punto de llegada que implica una gran madurez en la fe.

Vivir como cristiano, hay que dejarlo bien claro, no significa ser un hombre religioso, en el sentido tradicional de la expresión; mucho menos significa limitarse a cumplir unas prácticas determinadas, con las que uno cree tener "cubierta" la parcela de lo religioso (y de paso, carta blanca para hacer lo que a uno se le antoje en todos los demás terrenos de la vida, pues "con Dios ya se ha cumplido"). Ser cristiano, vivir como cristiano consiste, fundamentalmente, en el esfuerzo por vivir simplemente la plenitud de nuestra condición humana. Ser cristiano es ser mayor de edad en humanidad.

Pero mientras desviemos la atención de este camino, por muchas prácticas que realicemos, por muy fieles a la jerarquía que seamos, por mucho golpe de pecho que nos demos, por muchos compromisos que tengamos, estaremos traicionando el cristianismo en aquello que tiene de más auténtico y genuino.

-NECESIDADES FUNDAMENTALES.

Al entender de los psicólogos, el hombre tiene tres necesidades funda- mentales: amar y ser amado, trabajar y comprender. Por poco que las analicemos veremos que el mensaje de Jesús responde a esas tres necesidades con una profundidad inusitada.

AMAR Y SER AMADO. Esta es la primera de las tres mencionadas necesidades. A nadie hay que recordársela; el amor es tema de novelas, de conflictos, de canciones, de historias de la vida real... Pero, ¿en verdad es posible un amor mayor que el de quien da su vida por los demás? Nadie considera más héroe a quien más se preocupa de sí mismo sino a quien más se entrega; y para reconocer esto no hace falta ser creyente. Por eso, ¿hay algo más profundo y auténticamente humano que dar la vida por los demás, si llega el caso? y ¿qué otra cosa nos propone el evangelio sino esa entrega radical, incondicional y absoluta? "Quien crea conservar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida, la ganará" (/Mt/10/39).

TRABAJO/RECREACION: Que es necesario trabajar para ganarse la vida no es ninguna novedad. Pero si el trabajo lo vemos sólo desde esa perspectiva, lo más fácil es caer en la rutina, en la ambición (movidos por el afán de ganar más) o, como mucho, en un loable pero pobre perfeccionismo profesional.

El cristiano, en cambio, es el hombre consciente de que su trabajo es tanto un servicio al prójimo como una colaboración con Dios en la tarea de re-crear el mundo, de llevarlo adelante hasta que alcance su meta de plenitud.

Así, para unos el trabajo es una dura carga que envejece, envilece y embrutece, mientras que para otros, aun sin negar el carácter de dureza que muchos trabajos tienen, es una actividad que dignifica, que eleva a la categoría de colaboradores de Dios.

¿Cuál de las dos actitudes es más humanizadora? La respuesta es evidente. (Y no es obligado el tomar esta valoración del trabajo como una forma de opio para mantener situaciones y estructuras de opresión e injusticia; puede ser y puede no ser).

COMPRENDER. Esta es la más sutil de las tres necesidades fundamentales. Para muchos, hoy día, no hay más sentido a la vida que el de "vivirla lo mejor posible" (aquí lo de mejor equivale a más cómodo, más fácil, con menos complicaciones); pero, antes o después, todo el mundo termina por preguntarse no ya el sentido de algo puntual y concreto, sino el sentido global de la vida, para encajar en él todo lo demás.

Al anhelo básico de todo hombre de no morir, Jesús responde no ya con una teoría sobre la inmortalidad sino con el hecho de la resurrección. Al interrogante más profundamente humano el cristianismo da una respuesta que va incluso más allá de las expectativas del hombre. Pero es la respuesta que permite comprender el sentido de la vida, no enajenando al hombre, sino recogiendo sus mejores aspiraciones y poniendo en ellas una semilla de eternidad.

 JUSTICIA O FRATERNIDAD. Quizás ahora nos resulte más fácil comprender el evangelio de hoy. Es buena la justicia; es necesaria... para empezar. Pero no es la meta. La meta es la fraternidad, que supera y desborda con creces la justicia. El Jesús de este Evangelio puede parecernos injusto; pero en realidad está por encima de la justicia. La justicia es humana; pero la fraternidad lo es todavía más; la generosidad, la gratuidad, el compartir son cotas más altas, más humanas que la justicia. Así, aunque en muchos sitios hemos de trabajar sinceramente por conseguir que haya justicia, no debemos pararnos ahí; cuando hayamos alcanzado la justicia, tendremos que empezar a luchar por conseguir la fraternidad.

UN DON DE DIOS. Un último apunte sobre el evangelio de hoy. MERITO/ESFUERZO: Todavía son muchos los convencidos de que en esta vida estamos para hacer méritos, sumar puntos y ganarnos la felicidad eterna. Todavía son muchos los convencidos de que es el propio esfuerzo lo que justifica al hombre ante Dios. No vamos a negar que el hombre tiene que traducir su fe en obras, que no podemos admitir aquello de "peca mucho y cree más". Pero sí hemos de aceptar lo que nos insinúa Jesús: la salvación es un regalo de Dios; por tanto, ¿quiénes somos nosotros para pedirle cuentas y juzgar su obra?

L. GRACIETA
DABAR 1990/47


4. LAS PARÁBOLAS NO SON ALEGORÍAS.

Como dice el comentario bíblico "San Jerónimo" quizá ninguna parábola como esta "ilustra mejor el principio de que la interpretación alegórica debe aplicarse con gran reserva... Las interpretaciones alegóricas no llegan al fondo y, en gran parte, están en contradicción unas de otras". Es decir no debe buscarse un significado para cada elemento de la parábola. En la de hoy sería equívoco identificar excesivamente la conducta del "propietario" con la del Padre. Lo que intenta la parábola es expresar con fuerza una enseñanza: Dios llama a todos y acoge a todos los que -temprano o tarde- responden a su llamada. Lo que vale es que se quiera trabajar en el Reino, no los méritos que se pretendan. Dios es generoso y le basta que el hombre diga sí a su llamada (el próximo domingo la parábola insistirá en que lo que vale es un sí no de palabras sino de hechos). La enseñanza de la parábola corresponde al típico tema de "la justificación y las obras" de san Pablo. Es el amor de Dios el que salva -el que da vida- si es acogido con fe -si se cree en él-; no hemos de "creer" en nuestras obras como si fueran aquello que nos gana la salvación. Las obras son respuesta de amor y, por tanto, no podemos utilizarlas como exigencia de mayor paga. Dios da su amor -se da a sí mismo- con generosidad y no hace distinciones. Y es que -como dice la 1. lectura- "mis caminos son más altos que los vuestros".

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1978/17


5. SV/VD.

En la fe hay una verdad fundamental: Dios quiere que todos los hombres se salven. Este designio se va realizando en el transcurso de la historia. En medio de las convulsiones humanas, Dios se hace presente y da la mano a los hombres. De tal manera es así, que en ningún momento de la historia los hombres han quedado abandonados a sí mismos. Dios salva siempre: confecciona unas túnicas para Adán y Eva, se dirige a Caín para protegerlo, elige a Abraham, salva al pueblo oprimido, envía emisarios, etc. El designio de salvar a los hombres culmina en Jesucristo.

Porque Dios siempre salva, designamos la vida de la humanidad con el calificativa de "historia de la salvación". También decimos que todo es don y gracia. Por consecuencia, el vivir aparece con optimismo y el tiempo como salvación. Esta es la lección de la parábola (considerada globalmente).

Ahora bien, la salvación -gratuita y libre por parte de Dios-, no se realiza sin la cooperación del hombre. La llamada divina pide una respuesta. Y el hombre se convierte en actor de la salvación a medida que acepta el "contrato de trabajo". El deseo de trabajar por el Reino es un ingrediente de la parábola, que nos puede hacer pensar en la Iglesia como un trabajo de todos.

El hecho de pagar más a los últimos trabajadores, se refiere a los que están en la plenitud de los tiempos. No olvidemos que nosotros somos los últimos llamados y, por lo tanto, los más afortunados.

El por qué de las diferentes situaciones humanas es algo que pertenece al designio de Dios. El Señor tiene sus razones, sin negar a nadie las ayudas necesarias para la salvación. La justicia divina no ofrece dudas y está por encima de la humana.

Fácilmente podemos extraer unas ideas clave: vivir con optimismo el tiempo ("kairós") lleno de salvación, responder a la llamada divina y trabajar para la extensión del Reino, agradecimiento por la suerte de vivir los tiempos de la salvación, optimismo histórico fundado en la providencia salvadora de Dios, aceptación de los designios inescrutables de la divinidad.

Las palabras de la primera lectura pueden servir de conclusión: buscar a Dios ahora que es el momento y situarse dentro de sus planes. Es bueno recordar de nuevo la humildad ante unos proyectos divinos que no coinciden con los humanos.

J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1975/16


6.

I. VISIÓN GLOBAL

1. Hallamos, tres domingos seguidos, tres parábolas que hablan de la viña. Pertenecen a los capítulos 19-23 de Mateo, que se sitúan al final de la vida de Jesús. Están bien ambientadas, ahora que es tiempo de vendimia. "La viña del Señor de los Ejércitos es la casa de Israel" (d. 27, 1. lectura). Trabajar en la viña es, pues, trabajar en el Reino.

2. La primera lectura -un texto clásico del libro de Isaías- subraya la oposición entre el amo de la viña y los jornaleros de la primera hora: "mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos" (1. lectura); "¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" (evangelio). El problema no es que no recibieran el sueldo justo y pactado, sino la tendencia a establecer comparaciones con los demás, a aplicar al Reino del cielo el juego de relaciones que establecemos aquí abajo entre nosotros. Los judíos observantes no podían resistir que aquel galileo osara decir que "los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios" (como leeremos el próximo domingo). Es la tendencia a creernos que son nuestras obras lo que cuenta y no el don generoso del amo de la viña, que invita a todo el mundo al Reino (d. 28).

3. Cualquier referencia, pues, al campo de las relaciones laborales estaría fuera de lugar: quizá convendrá clarificarlo.

Jesús no habla de estas cuestiones ("Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?", Lc 12, 14), sino que anuncia el Reino, el modo de recibirlo y los caminos del Padre.

La parábola nos ilustra sobre aspectos de la situación social del tiempo; pero Jesús no opina: simplemente parte de un "hecho de vida" para hablar del Reino. Si queremos ver qué piensa de las relaciones entre personas y grupos, sus preferencias y su apertura a los marginados (enfermos, leprosos, mujeres, publicanos, pecadores, etc). son lo bastante ilustrativas.

4. En la segunda lectura escucharemos unos cuantos domingos la voz de Pablo a los cristianos de Filipo. Hoy nos abre su espíritu: encarcelado como está no sabe si saldrá con vida de la prisión. "Me encuentro en esta alternativa: por un lado deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero por otro, quedarme en esta vida, veo que es más necesario para vosotros".

5. Una vez más, el salmo alaba al Señor, "clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; cerca está de los que lo invocan sinceramente". Con razón dice Isaías: "que regrese (el malvado y el criminal) al Señor, y él tendrá piedad" (1. lectura). "Es incalculable su grandeza"; pero no lo aleja de nosotros sino que nos lo acerca, ya que "es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas".

II ALGUNAS INDICACIONES

1. El Señor es cariñoso con todas sus criaturas (salmo). La palabra "cariñoso" expresa bien la cualidad del amor que Dios nos tiene y traduce bien los matices del original: no es un amor "platónico" o "idealista", "intelectual" y frío. No nace tanto de la inteligencia como del corazón, de toda la persona, afecta a las entrañas. Es como el amor de una madre: "¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (/Is/49/15;d. 8).

2. Toma lo tuyo y vete. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? (evangelio). El Dios cariñoso se vuelve duro cuando se enfrenta con la mezquindad del corazón humano: "¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?". El pasado domingo encontrábamos expresiones aún más fuertes: "¡Siervo malvado! Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda". Este lenguaje nos está indicando la autenticidad del amor de Dios por nosotros. Es tan real y tan entrañable que no puede quedar insensible a nuestros desamores, a nuestras frialdades, a nuestras envidias. Recordemos la reacción de Jesús ante los que "estaban al acecho, para ver si curaba en sábado" a aquel pobre hombre con parálisis en un brazo. Jesús le pregunta: "¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir? Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación..." (/Mc/03/02-05).

3. Id también vosotros a mi viña (evangelio). Hay empleo para todos y a todas horas. Sin embargo, ¡cuántos hombres y mujeres están parados en la plaza de su vida porque "nadie nos ha contratado"! ¿Simple excusa? A nosotros nos corresponde hacer llegar a todo el mundo, de modo inteligible y accesible, la llamada del Reino.

4. Estos últimos han trabajado sólo una hora (evangelio). La tentación de toda la vida, el orgullo de los buenos, de los que siempre han estado en la casa del Padre -o se lo piensan-, pero que no se han contagiado de misericordia sus entrañas: "Mira: en tantos años como te sirvo...; y cuando ha venido ese hijo tuyo..." (Lc 15, 29s).

5. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes" (1.lectura). "Es justo en todos sus caminos" (salmo). A nosotros nos corresponde convertirnos, abandonar nuestros caminos y entrar por los suyos. ¡Tenemos trabajo largo en ello!

6. "Me encuentro en esta alternativa" (2. lectura). Pablo observa la muerte como una ganancia, como la culminación del "estar con Cristo", que es su ideal. Pero sabe también que "el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero; quedarme en esta vida, veo que es más necesario para vosotros". El apóstol no piensa en él, sino en Cristo y en la comunidad. La carta a los Romanos (¿recuerdan?: D. 19) llegaba a esta formulación escandalosa: "por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo".

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/17


7. MUNICIÓN DE ENTRADA.

Si el tiempo es oro, la media hora de la misa es una pérdida de tiempo. Pero si el tiempo es vida, y la vida es algo más que trabajar y sudar y ganarse el pan, entonces los cristianos tenemos toda la razón en dar gracias a Dios por el don inapreciable de la vida.

La eucaristía es, en efecto, acción de gracias a Dios. Es el reconocimiento de que Dios ha hecho por nosotros y para nosotros mucho más de cuanto podemos hacer y merecer. ¡Qué menos que darle las gracias!

EUCARISTÍA 1978/44


8.

Según la parábola evangélica, el "dueño de casa" llama a los obreros a su viña a distintas horas de la jornada: a algunos al alba, a otros hacia las nueve de la mañana, todavía a otros al mediodía y a la tres, a los últimos hacia las cinco (cf. Mt. 20, 1 ss.). En el comentario a esta página del Evangelio, San Gregorio Magno interpreta las diversas horas de la llamada poniéndolas en relación con las edades de la vida. "Es posible -escribe- aplicar la diversidad de las horas a las diversas edades del hombre. En esta interpretación nuestra, la mañana puede representar ciertamente la infancia. Después, la tercera hora se puede entender como la adolescencia: el sol sube hacia lo alto del cielo, es decir crece el ardor de la edad. La sexta hora es la juventud: el sol está como en el medio del cielo, esto es, en esta edad se refuerza la plenitud del vigor. La ancianidad representa la hora novena, porque como el sol declina desde lo alto de su eje, así comienza a perder esta edad el ardor de la juventud. La hora undécima es la edad de aquéllos muy avanzados en los años (...). Los obreros, por tanto, son llamados a la viña a distintas horas, como para indicar que a la vida santa uno es conducido durante la infancia, otro en la juventud, otro en la ancianidad y otro en la edad más avanzada"

San Gregorio Magno
Hom. in Evang. I, XIX, 2: PL 76, 1155