SUGERENCIAS

 

1. SER/TENER.

Un fraile pidió a Francisco (FRAN-ASIS/POBREZA) permiso para tener como suyo un salterio. El santo le contestó: "Cuando tengas el salterio, querrás un breviario. Y cuando tengas el breviario, te sentarás en tu sillón como un gran prelado y dirás a un hermano tuyo: -'Oye, tráeme mi breviario'".

El espíritu de dominio sobre las cosas lleva casi inevitablemente al deseo de dominio sobre las personas y, por tanto, a la falta de consideración y de respeto a los demás. Únicamente el verdadero espíritu de pobreza garantiza un profundo respeto y amor a los demás. Únicamente el espíritu de pobreza hace que vayamos a los hermanos con el exclusivo deseo de servirles.

La pobreza tiene el amor como punto de partida y como punto de llegada. Por eso quizá sea más propio decir que la pobreza, más que una renuncia, es... una conquista. ----------

Muchas veces la exigencia del "tener" no sirve más que para encubrir y disimular la necesaria pobreza del "ser". En ciertos casos puede ocurrir lo que solemnemente denunció un gran filósofo existencialista de nuestro tiempo, ·Marcel-GABRIEL: "El "tener" es una cierta manera de "ser" aquello que no se es" Las riquezas (RIQUEZA/CAMINO) siguen un trayecto bien preciso: de las manos al corazón, del corazón a los ojos, de los ojos al cerebro, y finalmente despojan al hombre de sí mismo.

Primera etapa: de las manos al corazón. El corazón, en sentido bíblico, es el centro de la persona, la fuente de sus acciones libres. Dios es celoso de este "mundo" estratégico. Porque en un corazón "poseído" no hay lugar para Dios.

ALESSANDRO PRONZATO
EVANGELIOS MOLESTOS
Ed. Sígueme, Salamanca 1969.Pág.125 ss.


2. MEDIACION/I:

Con el cristianismo pasa lo que pasa con los demás "ismos", que son movimientos sociales perfectamente analizados por la sociología. El fervor originario se va transformando con el tiempo: unas veces remite, otras recobra nueva fuerza y, a veces, se deforma.

Términos como cristiandad, sociedad cristiana o cultura cristiana, por no insistir en otros tópicos contemporáneos, contribuyen más a mantener cierto equívoco, que a clarificar las cosas. Y, lo que es más grave, pueden acabar erosionando lo específicamente cristiano, que es la fidelidad al evangelio, a Jesús tal como nos los ha transmitido la Escritura.

La mediación de la Iglesia es necesaria en la historia. Por no valorar suficientemente el carácter histórico y temporal y humano del movimiento a partir de Jesús -los discípulos, los seguidores, los cristianos-, la historia nos ofrece la más variopinta gama de inventores de cristianismos. La radicalidad de algunos cristianos se ha estrellado frecuentemente con la ineludible mediación histórica de la iglesia de Jesús. Pero esta mediación inevitable y necesaria puede ser fuente de no pocos malentendidos, sobre todo cuando el medio se convierte en fin y empaña la visibilidad de la meta, que es siempre y sólo Jesús, el evangelio.

En el transcurso de los tiempos, la mediación eclesiástica, en un exceso de celo, ha bautizado abusivamente demasiadas estructuras sociales, desvirtuando lo cristiano, que es una realidad sustantiva, para calificar y adjetivar, es decir, disimular, ciertas situaciones o cosas apetecidas. Y así se ha calificado de cristiano lo que, en ocasiones, era meramente eclesiástico y, a veces, sólo jerárquico. Pero identificar la Iglesia, en cuanto pueblo de Dios o de los seguidores de Jesús, con la jerarquía es tan pernicioso como identificar como cristiano cosas que, surgidas con ocasión de los cristianos o de los eclesiásticos, pueden estar en abierta contradicción con el evangelio.

Lo cristiano no es todo lo que hacen los cristianos, ni lo que hacen los eclesiásticos. Lo único verdaderamente cristiano es todo lo que Jesús hizo. Y lo que deberíamos hacer nosotros, los cristianos, la jerarquía, la Iglesia entera. Lo que debemos hacer, no todo lo que hemos hecho.

EUCARISTÍA 1989, 42


3. POBREZA/LIBERTAD  ABNEGACIÓN 

En sí, el abandono de sus bienes, por ejemplo, no constituye de ningún modo la obediencia exigida; muy bien podría suceder que semejante paso no significara la obediencia a Jesús, sino la fijación completamente libre de un estilo de vida personal, de un ideal cristiano, de un ideal de pobreza franciscana. Muy bien podría suceder que, al abandonar sus bienes, el hombre se aceptase a sí mismo y a un ideal, pero no al mandamiento de Jesús, quedando aún más prisionero de si mismo en lugar de verse liberado.

(...) Lo que Pedro dijo al negar a Cristo -"no conozco a ese hombre"- es lo que debe decir de sí mismo el que sigue a Jesús. La negación de sí mismo no consiste en una multitud, por grande que sea, de actos aislados de mortificación o de ejercicios ascéticos; tampoco significa el suicidio, porque también en él puede imponerse la propia voluntad del hombre.

Negarse a sí mismo es conocer sólo a Cristo, no a uno mismo; significa fijarnos sólo en aquel que nos precede, no en el camino que nos resulta tan difícil. De nuevo la negación de sí mismo se expresa con las palabras: El va delante, mantente firmemente unido a él

D. BONHOEFFER
EL PRECIO DE LA GRACIA
Sígueme, Salamanca 1968, pp. 75 y 79 s


4. POBREZA/CLASES:

El desprendimiento o pobreza evangélica es, pues, condición de posibilidad para responder a la llamada del Reino y, consiguientemente, también disponibilidad para vivir atentos en el amor y el servicio a todos los hombres. O lo que es lo mismo, la pobreza evangélica nos capacita para cargar con la cruz y seguir a Jesucristo cuya obediencia al Padre se realiza desviviéndose por todos los hombres.

Esta pobreza evangélica no tiene que ver nada con la desesperada y amarga situación del que es materialmente pobre porque no tiene otro remedio. Tampoco es la pobreza del que se desentiende de los negocios de la vida para dedicarse a la bohemia y apurar egoístamente la copa de una supuesta libertad individual. Ni es la pobreza del filósofo que entiende que no es más rico el que más tiene sino el que menos desea. Ni siquiera la pobreza de una ascética descaminada que pudiera pensar que la preocupación por el pan material impide al hombre interesarse por las riquezas del cielo. Tampoco se entiende el sentido de la pobreza evangélica cuando se ve en ella simple mortificación y se practica una especie de masoquismo creyendo equivocadamente que lo que cuesta vale.

La pobreza evangélica es la superación de todo egoísmo y de toda autosuficiencia. Es la actitud espiritual y con frecuencia la situación efectiva de una pobreza material libremente aceptada por amor a Jesucristo, pobre entre los pobres, y por solidaridad con todos los oprimidos por la ambición de los poderosos. No es una pobreza para empobrecer al mundo, sino un desprendimiento al servicio de la promoción de todos los hombres y de un mundo mejor en el que sea cada vez más posible la convivencia en el amor y la justicia, en la satisfacción de todas las necesidades, hasta que Dios, siempre deseado en la tierra, sea al fin todo en todos y colme con su abundancia infinita toda nuestra indigencia.

EUCARISTÍA 1971, 50


5. PROPIEDAD/USO

La relación fundamental del hombre con las cosas no es de propiedad, sino de uso. Y este uso, conferido al hombre, no es de dominación despótica, sino de respeto y razonable. La alteración de este orden primordial puede conducir a la humanidad a su exterminio. De una parte, el dominio despótico que la tecnocracia viene ejerciendo sobre la naturaleza, la está degradando hasta el punto de conseguir que sea inservible. No sólo la contaminación es una amenaza seria, sino que también lo es la extinción de ciertas especies de vegetales y animales, irracionalmente manipulados, que podrían hacer imposible la vida humana.

De otra parte, la abominable sustitución de la relación de uso por la relación de propiedad, amenaza también con hacer imposible la convivencia humana. No hace falta recurrir a la sagacidad marxista para descubrir en la propiedad, tal y como se entiende en nuestra cultura capitalista, una suprema degradación del hombre: los hombres-propietarios permanecen irracionalmente en su discutible "derecho de propiedad", ante la miseria creciente de los hombres-desposeídos de su indiscutible "derecho al uso". El propietario no es el señor que usa razonablemente de sus bienes para satisfacer sus necesidades, es frecuentemente el tirano obsesionado por excluir a los demás en el uso de sus propiedades.

Por eso el propietario suele ser el servidor de sus propias riquezas. El negociante, el empresario, tiene experiencia de esta servidumbre que le constriñe progresivamente a acrecentar sin límites su capital, porque sabe bien que la estabilidad es el principio de su decadencia.

De ahí que cuanto más se tiene, se es menos libre, porque se está más atrapado. Mucho antes que Marx diese la voz de alerta contra la propiedad capitalista, ya el evangelio había avisado a los creyentes sobre esta suprema tentación del hombre. Sólo que neciamente habíamos llegado a creer que podíamos conciliar dos cosas que el evangelio presenta como irreconciliables: "No se puede servir a Dios y al dinero" (/Mt/06/24. /Lc/16/13). Y mientras el que sirve al dinero se hace esclavo de su dinero, servir a Dios es reinar.

EUCARISTÍA 1971, 50


6. PENSAMIENTOS Y EXIGENCIAS DEL CRISTIANO

Toda cristiano debe pensar con frecuencia en las exigencias que comporta ser discípulo de Jesús y seguir sus huellas. La rutina de la vida nos hace olvidadizos y desmemoriados para las condiciones del seguimiento evangélico, que han de ser entendidas siempre en un plano positivo, no como pérdida sino como ganancia.

Las exigencias que nos recuerda el texto evangélico de este domingo, texto verdaderamente interpelante, se concretan en dos verbos: posponer y renunciar. La fidelidad a Cristo exige primacía, es decir, si es necesario hay que posponer incluso a la propia familia, cuando la atadura de los afectos impide la vivencia cristiana.

El seguimiento de Jesús ha de valorarse como supremo bien, por eso no es de extrañar que haya que renunciar a otros bienes, que en óptica cristiana han de ser entendidos como inferiores, aunque los criterios valorativos terrenos los exaltan como absolutos y defini- tivos. Para poderse llenar de Dios, hay que vaciarse de las cosas mundanas.

Ser discípulo de Cristo es una cosa seria, como es serio tener que construir una casa o estar dispuesto a hacer una guerra. Para ambas cosas hay que calcular muy bien los gastos totales, tener la sensatez de medir las propias fuerzas y recursos sin euforias primarias, mandar legados de paz en el tiempo oportuno, si es necesario.

¡Cuánto hay que meditar estas exigencias para organizar bien la vida!

Andrés Pardo


7. Para orar con la liturgia

"Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, la que da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor"

San Francisco de Sales


8. Llevar la cruz  

Parece estar buscada a propósito la fecha de esta lectura evangélica, cuando la mayoría volvemos de las vacaciones y nos enfrentamos con la realidad de nuestra vida ordinaria. Digo esto porque la frase tremenda de Jesús Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío también nos enfrenta con la realidad desnuda de nuestra vida cristiana.

Desgraciadamente un cierto estilo de predicación y catequesis ha hecho coincidir las cruces que nos manda el Señor con toda situación que produce dolor o disgusto, como una enfermedad, con conflicto en el seno de la familia o entrar en la desoladora situación de parado.

Desde luego, el mero hecho de atribuir a Dios los males que se nos vienen encima va contra toda reflexión teológica sobre el origen del mal, que lo sitúa o bien en el pecado original o bien en las consecuencias necesarias de un mundo creado dentro de la finitud. Pero, aún hay que añadir, que esta visión quita todo significado a la frase evangélica que estamos comentando.

Cuando Cristo habla de la cruz que tiene que llevar quien quiera ser discípulo suyo, desde luego no se está refiriendo a la posible enfermedad que le puede sobrevenir, sino que apunta al "dolor" e incluso a la "muerte" que ha de sufrir nuestro hombre viejo, si nos ponemos al seguimiento del Maestro y conformamos nuestra vida no a los esquemas del egoísmo o del mundo, sino a los del Evangelio.

Sencillamente, "llevar la cruz" es tomar en serio la vida ordinaria manteniendo los valores evangélicos sin posponerlos a intereses contrarios aunque estos afecten a seres queridos como los propios padres o hijos.

Antonio Luis Mtnez


9.

"El que no renuncia, no puede ser discípulo mío"

La enseñanza del Señor para este domingo sólo puede ser comprendida si la colocamos en su contexto: Jesús se dirige hacia Jerusalén donde cargará la cruz y siendo crucificado, dará su vida por nosotros; "si alguno quiere venir conmigo y no lleva su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío".

¿Qué es lo que nos pide el Señor? Que optemos responsablemente por Él y su evangelio, haciendo nuestra su enseñanza, sus criterios, su ejemplo, en una entrega total y plena disponibilidad ante Dios, dando prioridad al Señor por encima de todo afecto humano.

Si no optamos de manera personal por el Señor, nunca llegaremos a ser hombres y mujeres que manifiesten la presencia de Dios y el gozo de saber que con Él hemos sido salvados. Ser cristiano es aceptar, por la fe y con nuestra conducta, a Cristo Jesús el único camino para llegar a Dios.

La meta de todo cristiano debe ser revestirse de Cristo, tener los mismos sentimientos y actitudes en su vida manifestándolo en el comportamiento cotidiano.

Si queremos seguir sinceramente al Señor debemos disponernos para dejarle actuar en nuestra vida, de manera que nuestra fe cada día se robustezca más, nuestra esperanza se manifieste con alegría y nuestra caridad la puedan experimentar los hermanos, pues brota del amor que nos tiene Aquel a quien seguimos con sincero corazón.

Tomar nuestra cruz y seguir al Señor debe ser un honor, un orgullo y deber para el cristiano que quiere corresponder generosamente al amor que Dios nos ha manifestado.

C. E. de Liturgia. PERU