COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Isaías 35,4-7a

1.

El profeta llama a una nueva confianza en Dios: la victoria sobre los enemigos está conseguida y con ella llega la liberación de Israel. El que redime viene como "salvador" que sana todas las debilidades del cuerpo. Esta profecía tendrá en Jesús su máximo cumplimiento (cf. Mt 11, 5; Lc 7, 22).

Durante siglos, los judíos habían contemplado su pasado, ampliando más y más el recuerdo de los prodigios realizados por Dios en la salida de Egipto. Ahora deben mirar el porvenir. Una nueva salida se prepara (esta vez del exilio), a la que acompañarán prodigios superiores a los del primer éxodo.

Los profetas presentan con énfasis esperanzas magníficas en medio de acontecimientos modestos. Este texto en concreto (más allá de las referencias a los simples portentos) se dirige a los creyentes de todos los tiempos, también a los de hoy que tienen bastante ánimo para ser más que oyentes pasivos en la Iglesia.

Cuando los creyentes se unen en comunidades reducidas y tratan de reanimar a una Iglesia sin fuerzas, o se comprometen en un esfuerzo para levantar la sociedad en que viven, Dios mismo invita a tener esperanza: optimismo, paciencia, esperanza.

EUCARISTÍA 1988, 43


2.

-Contexto:

Los caps. 34-35 nos presentan una visión escatológica en dos escenas complementarias:

a) Dios interviene en la historia humana trayendo la venganza sobre Edom (cap. 34). La cólera divina se ceba sobre la ciudad y sus habitantes; su espada "chorrea sangre", "su país se vuelve pez ardiente", los cardos y ortigas crecen en sus palacios convirtiéndose así en guarida de chacales y crías de avestruz.

b) Día de venganza contra Edom, pero a la vez "años de desquite para la causa de Sión" (34, 8; cap. 35). El Señor en persona viene a liberar a su pueblo.

-Texto.

-El horizonte sombrío y escalofriante del cap. 34 se disipa en el cap. 35. El gozo y la alegría invaden todo el texto: "regocijarse", "alegrarse", "gozo y alegría" (vs. 1b. 2.100; pena y aflicción quedan excluidas (v. 10). Y esta alegría lo invade todo: la naturaleza como morada cósmica del hombre, la tierra árida ("desierto", "yermo", "páramo" y "estepa": v. 1) que recobra la vida y lozanía ("florece" como las zonas fértiles del Carmelo, Sarión y Líbano: v. 2: cfr. Is. 41, 19; 51, 3; Sal. 107, 35), al mismo ser humano.

-Gozo y alegría por la presencia del Señor que trae la liberación a los desterrados (vs. 2b.4b).

-Las "manos débiles", "rodillas vacilantes", "cobardes de corazón" son todos aquellos que en sus manifestaciones exteriores (=manos/rodillas) y en su interior (=corazón) dudan, tras el destierro del pueblo, del poder divino. Todos ellos verán la manifestación liberadora del Señor; el miedo quedará desterrado y sus convicciones internas y externas adquirirán madurez y firmeza.

-Lo menos importante a los ojos humanos como la tierra árida (v.1), los hombres indecisos (vs. 3-4a), los mutilados: ciegos, sordos, cojos y mudos (vs. 5-6a), serán los primeros en participar del gozo y alegría traídos por el Dios liberador.

-Por la Vía Sacra del desierto (v.8) caminan los liberados por el Señor (v. 10); el destierro ha terminado y la vuelta a Sión es alegre (v. 10; cfr. Sal 105, 43) porque han sido liberados, como sus padres, de la esclavitud.

-Reflexiones:

-Los emisarios de Juan el Bautista le preguntan a Jesús: "¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro? Jesús les respondió: Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia" (/Mt/11/04-05). Jesús cumple así la gran profecía de Isaías; El es el gran liberador.

-Y entre la primera venida de Jesús y su segunda venida, ¿la Iglesia es fiel a Jesús? ¿Se anuncia la buena noticia liberadora a los más pobres, a los marginados, a los dejados de lado por nuestra sociedad? ¿Brilla en los ojos de los indecisos y mutilados el gozo y la alegría por el Dios que libera o sus facciones se contraen en un rictus de tristeza y amargura? Repasemos el mundo y hagamos balance. La hora mesiánica todavía no ha sonado en muchos países paradójicamente llamados cristianos. ¿De quién es la culpa? ¡No carguemos a los demás con el mochuelo!

A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 46


3.

Tenemos aquí la parte central del hermoso canto de Isaías al segundo éxodo, esto es, a la liberación de los cautivos de Babilonia y a su retorno a la tierra de sus mayores. Los ojos del profeta descubren que está llegando el venturoso acontecimiento y su lengua se desata para anunciar la salvación a los cautivos. El profeta invita a los que todavía tienen esperanza para que le ayuden a levantar el ánimo de los que ya están cansados de esperar. El primer efecto de la palabra profética ha de ser liberar a los hombres del miedo que les esclaviza el corazón.

En el horizonte abierto para la esperanza por la salvación prometida, el vidente ve que se acerca el que está por venir: "Mirad a vuestro Dios que trae el desquite..." Yavé, que hace un asunto personal de las desgracias de su pueblo, ya está llegando para juzgar a unos y salvar a otros.

Las señales de la venida del Señor serán las curaciones de todos los achaques corporales y espirituales de los cautivos. Los que ahora no pueden ver, verán la salvación; los que no pueden escuchar, escucharán la buena noticia; los que no pueden o no se atreven a hablar, cantarán, y hasta los cojos saltarán de gozo. Jesús, en su respuesta a la pregunta de Juan Bautista, hace alusión a estas señales como señales mesiánicas (Mt 11, 3-6).

Y para que no falte nada, hasta la tierra se alegrará con la presencia del Señor, que libera a su pueblo. El desierto, símbolo de la muerte, engendrará la vida. Correrán las aguas por la estepa y lo reseco será un manantial. Se repetirán las maravillas del primer éxodo.

EUCARISTÍA 1982, 41


4.

El autor de este texto, que forma parte del pequeño apocalipsis de Isaías, cc. 34-35, se inspira en el mensaje del Deuteroisaías que es el primero que describe la caravana de desterrados que atraviesa el desierto camino de la patria.

Nadie puede vivir sin esperanza. Todos necesitamos un ideal que dé sentido a la vida. Los pobres, los enfermos son los que necesitan hacer renacer la esperanza. El texto expresa la experiencia de la espera salvífica del pueblo de Israel. El profeta invita al gozo porque con la venida del Señor llegará la salvación. El ciego, el sordo, el mudo son liberados de su enfermedad, del poder del mal.

El canto del capítulo 35 se alimenta de la larga historia de la esperanza de Israel y de sus profetas. En él se compendian las promesas en un momento en el que las situaciones históricas en que esas promesas se formularon han casi desaparecido. Pero los destinatarios del mensaje de salvación son los mismos: los oprimidos, los enfermos, el pueblo en el desierto.

La promesa profética no quiere ser un sueño. El profeta conoce muy bien la situación del hombre y no la rehuye ni se refugia en un reino ultraterreno. Las curaciones que Jesús ha realizado son como los signos de un maravilloso inicio de realización, pero no consiguen la plenitud de que habla el profeta. La palabra de Jesús no es todavía el resultado de la plena realización de la profecía del A.T. sino que debe entenderse como una palabra de fe.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 17


5.D/V

-Se despegarán los ojos del ciego (1. lectura). La venida de Dios es salvadora; Dios no se complace en la disminución de los hombres, sino en su plenitud. Esta plenitud, a la que todos aspiramos, sólo puede venir de él: "Viene en persona, y os salvará". Ante tanta gente que, de una u otra forma se imagina a Dios como envidioso de la felicidad y la alegría de los hombres, qué alegría produce saber que nuestro Dios es un Dios salvador, amigo de la vida, que se complace en repartir a manos llenas la felicidad y la plenitud que le son consustanciales...

JOSEP M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1988, 18


6. Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mundo cantará

Los capítulos 34-35 del libro de Isaías son llamados la escatología de Isaías. Forman un díptico complementario. Su lenguaje es del Deuteroisaías, por lo que los críticos los consideran un añadido posterior al Pratoisaías (cc.1-39).

Si el c. 34 acentuaba, con un movimiento amplio y vigoroso, la cólera de Dios sobre todos los pueblos, especialmente contra aquellos que han contribuido a la destrucción de Israel, exiliado en Babilonia, el c. 35 empieza, improvisadamente, con la segunda tabla del díptico: la alegría del pueblo redimido que, una vez vencidos sus enemigos, reemprende el camino del retorno.

El retorno del pueblo adquiere notas de marcha triunfal en la que toda la naturaleza se transforma, como una nueva creación, para acompañar al pueblo que vuelve a renacer de sus cenizas. El desierto llega a ser un vergel, lo que estaba reseco, un manantial inagotable; las bestias feroces se alejarán, lo impuro será borrado, la pena y la aficción ya no existirán.

En este marco festivo de recreación, la acción de Dios llegará a ser más patente: el pueblo mismo será renovado. Los corazones cobardes, que no se atreven a emigrar de nuevo hacia la patria abandonada hace unos 50 0 60 años, recuperarán la valentía; los ciegos, los sordos, los cojos, los mudos... serán curados de sus males. El nuevo pueblo que Dios creará será un pueblo sano y lleno de vigor, señal de la vida y de la energía infundidas por Dios.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 11, 49