COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 14, 01. 07-14

 

1.

Sin perder de vista la perspectiva del camino, Lucas nos presenta a Jesús tomando parte en la comida del sábado en casa de un fariseo importante. En esta ocasión Lucas parece tener especial interés en resaltar la actitud circunspecta y observadora de los protagonistas. Fruto, en efecto, de ella son las palabras de Jesús, a las que Lucas califica de parábola (ejemplo, según la traducción litúrgica). En realidad son dos las parábolas: la primera dirigida a los invitados, la segunda al anfitrión.

PARABOLA/QUE-ES: Una parábola de Jesús es una ilustración, una instrucción gráfica en la que las situaciones están deliberadamente agrandadas y exageradas, de forma que produzcan en el oyente un impacto, que le lleve a dar vueltas y vueltas a lo escuchado hasta captar su sentido. En labios de Jesús la parábola es un recurso de choque y funciona por evocación. El sentido de una parábola se esconde o se encuentra siempre detrás del entramado de imágenes y de lenguaje.

La primera parábola de hoy está formulada en términos de recomendación práctica para invitados a un banquete. No sentarse a la cabecera de la mesa sino en el último lugar. Cabecera por oposición a último lugar. El impacto está asegurado por el grafismo de la recomendación. Pero pronto ésta evoca otras cosas.

Cabecera, preeminencia, importancia, prestigio, último lugar como expresión de todo lo contrario. Empezamos a intuir que lo que Jesús propugna es una subversión de valores, negando los habitualmente tenidos por tales. Lo alto es bajo, lo bajo es alto. "El que se enaltece será humillado, el que se humilla será enaltecido". Lo que parecía ser una recomendación práctica para invitados es en realidad la negación de valores socialmente tenidos por tales e individualmente apetecidos y buscados.

La segunda parábola es de las imposibles de olvidar. Sus imágenes deliberadamente agresivas garantizan el impacto y el desconcierto. Sin embargo, el propio lenguaje de la parábola nos pone en la pista de sentido. Tres veces resuena el verbo "quedar pagado" y una el verbo "corresponder". Empezamos a intuir que lo que Jesús propugna es la actuación desinteresada.

VCR/DIFICIL:El texto aporta nuevos rasgos al caminar en cristiano. Simultáneamente descubrimos que estos rasgos apuntan directamente contra comportamientos que parecen connaturales y enraizados en la psicología tanto de los individuos como de los grupos. La búsqueda de prestigio parece obedecer a una necesidad instintiva. El actuar y el relacionarse con unos y no con otros, según que puedan o no aportarme algo, también parece inevitable. ¡El prestigio! ¡Las relaciones interesadas! Tal vez empezamos a caer en la cuenta que la dificultad del camino cristiano está en la radicalidad de su novedad. El cristiano es una persona radicalmente nueva (CR/H-NUEVO) porque la novedad afecta a los arquetipos de comportamiento, a las formas inmanentes de la psicología humana, tanto individual como colectiva. Ser cristiano es ciertamente difícil, porque significa ser una persona diferente.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989, 44


2. COMIDA/JUDIA.

Habitualmente los judíos hacían dos comidas, una ligera a mitad de mañana y la fuerte por la tarde. Los sábados añadían una tercera entre las dos habituales, inmediatamente después del servicio sinagogal. Era especialmente solemne. El jefe de la sinagoga solía invitar al que había tenido la homilía, cosa que podía hacer cualquiera de los adultos varones presentes.


3. HUMILDAD/VERDAD

Santa Teresa dio una buena definición. Andar en verdad. Ni más ni menos. Saber ser lo que uno es y saber luchar por ser lo que Dios espera que seamos. Aceptando la verdad. Viviendo verazmente. Sin enaltecerse, sin elevarse, sin darse importancia ("siervos inútiles somos" Lc 17, 10), sin engreírse, sin considerarse autosuficiente, etc. Aceptar la verdad pura y simplemente. Esta humildad es un valor evangélico y por eso Jesús emplea ahí una fórmula solemne: "Dichoso tú", como una bienaventuranza más.

DABAR 1977, 51


4.

Era costumbre en aquellos tiempos y lugares invitar de vez en cuando a un rabino para conversar durante la comida sobre algún punto de interés religioso. Esto ocurría principalmente los sábados. En algún sentido, esta costumbre perfectamente natural se continúa hoy en ciertos ambientes y familias que cultivan la amistad de los sacerdotes. También Jesús fue invitado a comer un día de sábado. Y aunque el anfitrión era un fariseo y uno de los principales, aceptó. Pues Jesús no era un puritano, y ya otras veces había aceptado la invitación de otros fariseos (Cfr. Lc. 7,36; 11,37). Con todo, Jesús prefería comer con publicanos y pecadores. En esta ocasión había allí otros invitados, amigos de este personaje y fariseos lo mismo que él. Y todos éstos "espiaban" a Jesús. Este detalle demuestra que no había sido invitado de corazón, sino únicamente como pretexto para ver si podían sorprenderle en algún fallo.

En un ambiente así, enrarecido, Jesús se mueve con cautela y se fija en todos los detalles. Ocasionalmente hace su crítica y ofrece su enseñanza, tan diversa a la de los fariseos, sin perder la compostura. El marco de las palabras de Jesús es lo que llamaríamos una sobremesa.

Jesús ve cómo los comensales se disputan los primeros puestos. El deseo de figurar era una de los defectos típicos de los fariseos (Cfr. Lc. 11,43;20,46). Jesús afea su fatuidad y su mala educación. Pero las palabras de Jesús son algo más que una lección de buenas formas o de urbanidad; nos dice Lucas, se trata de un "ejemplo" que contiene un mensaje religioso. Es en el v. 11 donde se aclara el significado del ejemplo: "Dios enaltece a los humildes y humilla a los soberbios" (Cfr. Lc. 18,14; Mt. 23, 12).

Recordemos que Jesús en la Ultima Cena ocuparía el último lugar, el de los siervos, y lavaría los pies a sus discípulos; recordemos, sobre todo, que al día siguiente descendería mucho más al ser colgado en la cruz entre dos ladrones y que, por eso mismo, fue exaltado a la diestra del Padre.

Evidentemente Jesús no quiere enseñarnos una astucia para ser honrados públicamente entre los hombres. Jesús nos pide una humildad de corazón, lo mismo que pide la conversión interior y no sólo exterior.

Seguidamente Jesús se dirige a quien le había invitado. También ahora se trata de un "ejemplo" y no sólo de una regla de comportamiento social. Jesús quiere decir que el amor auténtico se muestra cuando se ejerce sin esperar recompensa alguna. El que invita a los pobres no puede esperar ser invitado por ellos en otra ocasión. ¿O acaso sí? Si tenemos en cuenta que el banquete es un símbolo habitualmente empleado para hablarnos del Reino de Dios y que los pobres son aquéllos a quienes se ha prometido el reino de Dios, el segundo "ejemplo" puede adquirir una profundidad mayor. Invitar a los pobres sería tanto como sentarse a la mesa de los pobres, solidarizarse con ellos, sería amarles de tal manera que uno pudiera esperar también entrar con ellos en el Reino que les ha sido prometido.

EUCARISTÍA 1974, 50