COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Hb 12, 18-19. 22-24a

 

1. MUNDO-NUEVO.

El monte Sión, en el que está edificada Jerusalén, era para los judíos la figura de la ciudad celestial. Este párrafo dice con imágenes imponentes todo lo que descubre el hombre adulto que se convierte a Cristo y entra en la Iglesia. Con el bautismo entra en la familia de Dios, de los santos y de los ángeles. Tienen acceso al centro misterioso donde se decide el destino del mundo, y encuentra a Jesús mismo.

En la conversión, uno puede tener la experiencia de esto y casi tocar estas verdades, pero no debe olvidarlo cuando, después, vengan el cansancio y las pruebas. En el mundo actual es urgente que los cristianos sean testigos ante los hombres de la existencia de ese mundo distinto (nuevo), diverso y joven, bello y pacífico en el que Cristo nos introdujo con su muerte.

Jesús es el que posibilita el acceso a ese mundo nuevo. Para expresar esta novedad, la lengua griega tiene dos adjetivos: uno con que indica un nuevo género de vida y otro que expresa la juventud del ser.

La nueva alianza fundamentada en Cristo es a la vez un género nuevo de vida y una formidable irradiación de juventud. El creyente en este Mediador tiene que llenar de "verdad" estas palabras.

EUCARISTÍA 1989, 41


2. I/SION:

El autor, como Pablo en Gál 4, 24-26, expresa una oposición entre el monte Sinaí y la Jerusalén libre, con el fin de que sus destinatarios desarraiguen el apego excesivo que tienen a aquél, y que no debe ser más que una nostalgia superada. Sin motivos que justifiquen esta actitud, los cristianos procedentes del judaísmo desean volver a un monte material, que sea el del Sinaí o el de Sión, su sustituto; ya no queda para ellos más que un lugar de reunión: la Sión espiritual.

a) MONTE/PRESENCIA: Las montañas desempeñan un papel importantísimo en el judaísmo, lo mismo que en la mayor parte de las religiones tradicionales (cf. Is 2, 2; 11, 9; 25, 6-7). Solo el hecho de la elevación de las montañas hacia el cielo, supuesta morada de Dios, era suficiente para atribuirles un carácter sacral, sobre todo cuando fenómenos naturales rodeaban su cima de un halo sagrado complementario (vv. 18-19).

Tal concepción supone una cultura y una religión en que el hombre se siente dominado por la naturaleza y pone a Dios por detrás y por encima de los fenómenos naturales. Ir de peregrinación a una montaña es reconocer el propio miedo ante la naturaleza, reconocer a un Dios dueño absoluto de sus leyes misteriosas e incontroladas (para el hombre).

NATURALEZA/ALIENACION: Pero Cristo ha liberado al hombre de la alienación a que le tenía sometido la naturaleza: su triunfo sobre la muerte, esta ley esencial de la naturaleza, ha permitido al hombre interpretar su liberación, interpretando estos poderes ocultos de la naturaleza como gracia de Dios. De ahí que el hombre no busque ya en la naturaleza los elementos que le hagan posible su acercamiento a Dios: ya no se agrupa en la falda de una montaña sagrada y su religión ha superado ya el terror ante los fenómenos naturales (vv. 20-21).

A partir de este momento el lugar del culto del hombre liberado (=primogénito, en el v. 23) no tiene como escenario los montes naturales, sino la asamblea de los hombres libres al lado de los ángeles que tenían la misión de dominar las leyes de la naturaleza y que hoy han quedado reducidos a un nivel igual al hombre (v. 22), al lado, sobre todo, de Jesús-Mediador, cuya victoria sobre la muerte ha permitido al hombre vencer el mal y purificarse del pecado (v. 24).

b) La argumentación del pasaje insinúa la oposición, latente a todo lo largo de la carta, entre celeste y terrestre. La esperanza del autor se funda esencialmente en la entrada de Cristo en el mundo "celeste" (es decir, en su divinidad), donde está presente como precursor de la humanidad (cf. v. 25; Heb 4, 4; 6, 20; 7, 26; 8, 1-2; 9, 12-14; 11, 12). El autor pretende con ello espiritualizar la esperanza de los cristianos, excesivamente apegada a la Sión terrestre, la asamblea no se reúne en torno a una montaña material, sino alrededor del Señor divinizado. En el Sinaí, el pueblo hebreo había adquirido su título de primogénito (Ex 4, 22-23; Jer 31, 9; Eclo 36, 11); los cristianos, por su parte, reivindican este título (v. 23) en torno a la nueva Sión que es el único primogénito, Jesucristo (Heb 1, 6). Cuando el pueblo elegido se reunía en asamblea en el monte Sinaí, el nombre de los elegidos se inscribía en el libro de la vida (Ex 32, 32-33); pronto fue inscrito en los registros de la Jerusalén terrena, pero ahora sus nombres constan en el libro "celestial" (v. 23), es decir, en la esfera de la vida divina. Finalmente, la asamblea del Sinaí era celebrada gracias a la mediación de los ángeles (v. 22; cf. Act 7, 38, 53; Gál 3, 19; Heb 2, 2), mientras que la asamblea de los cristianos se reúne y toma sus decisiones en torno al mediador único (v. 24) con miras a una alianza superior en todo (cf. Ex 24, 8; Heb 9, 19-20; 10, 29). c) Este pasaje quiere convencer a los cristianos de que su esperanza debe espiritualizarse. Lo mismo que el Sinaí (o el Sión que vino a reemplazarlo: Sal 67/68, 17; Is 2, 2-3; Jer 31, 11-12; Gál 4, 21-26) fue el lugar de la "asamblea" de las tribus (v. 23; cf. Act 7, 38: Dt 4, 10; 9, 10; 18, 16), la Iglesia, Sión espiritual, convoca a la asamblea de las naciones. Y no puede perder ese derecho de primogenitura como lo perdió Esaú (Heb 12, 16-17; cf. v. 25).

Dispersos por el mundo, los cristianos no esperan ya, como los judíos, una concentración universal geográfica, porque ellos mismos son los primogénitos de un reino cuya capital no está aquí abajo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 14


3.

La experiencia religiosa del Sinaí fue, en primer lugar, la experiencia de la majestad de Dios, de su trascendencia. La teofanía del Sinaí, con todo el aparato de señales visibles y pasajeros, con toda su solemnidad, infundió el temor a un pueblo que no se atrevió a subir a la montaña sagrada. Y Dios se mostró entonces como tremendo e inaccesible (Cfr. Ex. 19, 12-19; Dt. 4, 11-14; 5, 21-30). El propio Moisés, que fue el único que subió a la cumbre para recibir la Ley de Dios, fue presa del santo temor. Muy distinto es el estilo de la revelación de Dios en la Nueva Alianza. Pues cuantos han sido bautizados y pertenecen al nuevo Israel, tienen ahora acceso libre a la morada de Dios, han ascendido al monte Siòn y a la ciudad del Dios vivo. Con estas imágenes bíblicas se nos habla de la nueva y más íntima comunicación de los hombres con Dios. Por Cristo, en cuyo rostro se adivina el rostro del Padre, pues él es la imagen visible del Dios invisible, los creyente son recibidos en la gran asamblea de los ángeles y los santos e introducidos a la presencia de Dios.

TRASCENDENCIA/CONDESCENDENCIA:Si en la Antigua Alianza Dios mostró su trascendencia tremenda, en la Nueva Alianza Dios muestra su condescendencia fascinante.

La grandeza infinita de Dios no le impide acercarse con un amor infinito a los hombres. La Nueva Alianza ha sido sellada con la sangre de Cristo. Derramada sobre la tierra en el Calvario, no clama al cielo para pedir venganza como la sangre de Abel (Gn. 4, 10), sino clemencia y reconciliación. Por eso Jesús es el Mediador.

EUCARISTÍA 1974, 22


4.

-Vosotros os habéis acercado al Mediador de la nueva alianza, Jesús (Heb 12, 18-24) El texto nos presenta una comparación entre la constitución del antiguo pueblo de Dios y la del nuevo pueblo de los bautizados. En el Sinaí había realidades y señales materiales que se ofrecían a los israelitas, fenómenos, por otra parte, terribles, puesto que los hijos de Israel pidieron no seguir oyendo las palabras pronunciadas por una voz que los amedrentaba. Aquí, se trata de un encuentro totalmente diferente. En la nueva historia, la del nuevo pueblo, no hay fenómenos semejantes.

Los bautizados se han acercado "al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo..., a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo". Sin aquellas manifestaciones externas y temibles de la Divinidad, los creyentes se han encaminado hacia el Señor, al grupo de bautizados, a la Iglesia, ese grupo de hombres que han venido a ser una sola cosa en el único Bautismo de un solo y único Espíritu, y cuyos nombres están inscritos en el cielo. Son primogénitos, porque todos participan íntimamente en la vida de Jesucristo, primogénito de todas las criaturas. Los cristianos se han dirigido a Dios mismo, juez de todos los hombres. Los cristianos, pues, han entrado en contacto con el Señor mismo, y aunque el Señor juzga y sondea los riñones y los corazones, no se han aterrorizado al acercarse a él; han entrado, asimismo, en contacto con las almas de los justos, con sus difuntos que han llegado a su destino y son justos ante Dios; toda la Iglesia, terrestre y celeste, se hallaba presente y hacia ella se han dirigido los bautizados, todos los cristianos. Pero ante todo, es hacia Jesús, mediador de una nueva alianza, hacia donde se han dirigido. Precisamente por Jesús, el Mediador, se han atrevido a franquear esa distancia que separa a la condición humana del Señor de la gloria. Transformados por el bautismo en el Padre, el Hijo y el Espíritu, pueden vivir en íntima unión con la Trinidad. Tal es la situación del cristiano en el nuevo pueblo de Dios.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 121 s.


5. /Hb/12/14-29

Los versículos centrales del fragmento de hoy reflejan el espíritu de las explicaciones teológicas de toda la carta: no os habéis acercado al Sinaí, algo terrorífico que rechaza y aleja, sino a la luminosa comunión con Jesucristo y con el Dios vivo, a la congregación de los justos que han alcanzado la perfección (vv 18-24). Un aspecto central de esta buena nueva es la alegría de pertenecer a la Iglesia. Es la alegría de haber hallado la comunidad de los que han hecho de Jesucristo y de Dios la razón de ser de su vida, han encontrado en Dios el sentido del dolor, de la esperanza, de la muerte, del trabajo, del amor y recomienzan cada día su camino hacia Dios porque están poseídos por la fe y la esperanza en el Dios vivo. Pero es también la alegría de construir cada día la comunión con hombres imperfectos y pecadores, hecha de comprensión, de perdón, de amor, de acercamiento laborioso, de reencuentro difícil, la alegría de haber hallado en el evangelio el único camino de la difícil comunión con cada persona y cada comunidad, que es preciso recomenzar siempre.

Sobre el anuncio se edifica la exhortación, precisamente porque es el anuncio de la comunión con Dios y con los hombres en Jesucristo. La carta exhorta a buscar la "santificación" (14); es la renovación del hombre hecha en y según el sacrificio de Jesucristo, por la cual el hombre es interiormente configurado según Dios y halla la liberación del pecado, la comunión con los demás, la esperanza, el gozo, la comunión con el Dios vivo. La santificación es obra de Dios en Cristo Jesús (2,11; 9,14; 10,10) y obra del hombre en la medida en que consiste en su entrega libre y personal a Dios. Hebreos exhorta también a la «paz con todos» (14), a construir la comunión con cada hombre y cada comunidad, hecha de comprensión, de amor, de recuperación diaria de la acogida de todos, incluso de los pecadores y de los enemigos o, tal vez, sobre todo de éstos.

En esta carta abundan las amenazas de exclusión irremediable y de castigos terribles para los incrédulos (6,4-8; 10 26-31; 12, 25-27). Los hombres y las colectividades humanas que rechazan la vida en Dios vivo se cierran a sí mismos el camino de la única posible comunión entre los hombres en Dios. Dios Padre de Jesucristo, se convierte para los que lo rechazan en la amenaza de un "fuego devorador" (29), y es terrible caer en sus manos (10,31).

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 568 s.

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