COMENTARIOS
A LA PRIMERA LECTURA
Deuteronomio 4,1-2.6-8
1.
Contexto:
-Tras una visión panorámica de los hechos históricos del pasado (caps. 1-3), el autor pone en boca de Moisés unos "discursos de Adiós". Triste paradoja la vida de Moisés: el guía del pueblo durante cuarenta años no podrá entrar en la tierra de promisión, el intermediario de la liberación no podrá alcanzar la meta: la promesa a los padres.
-La alegría y la tristeza se entremezclan en estos discursos. Toda despedida es triste, pero el pueblo se siente ya gozoso ante la inminencia de la conquista de la tierra. Los recursos del pasado y las recomendaciones para el futuro se superponen. La meta está a un paso, pero aún no se ha conseguido, es necesario alcanzarla.
Texto:
-Dt. 4, 1-40 forma una gran unidad estructurada según el modelo de alianza (cfr. Inclusión: vs. 1.40). El mandato principal es el primer mandamiento; adorar sólo a Dios, prohibición de modelarse imagen alguna de dioses. De su observancia o quebrantamiento dependerán la vida o la muerte, la bendición o la maldición.
-El texto litúrgico de hoy sólo se ha fijado en algún versículo de esta introducción a la alianza. Empieza con una invitación a escuchar (=obedecer) lo que Moisés va a enseñarles; de su cumplimiento dependerá la vida, la entrada, la posesión de la tierra (vs. 1-2). Prueba convincente es la reciente historia de Baal-Fegor: los apóstatas fueron exterminados, los fieles al Señor conservaron la vida (vs. 3-4). Los vs. 5-8 forman un período muy retórico, repetitivo: la ley promulgada por Moisés deberá cumplirse en la tierra de promisión. El autor hace un elogio de esta ley tanto atendiendo a su forma como a su contenido.
-Las preguntas de los vs. 6-8, surgen entre los desterrados de Babilonia (el cap. fue escrito después del destierro, aunque, por ficción literaria, se atribuya a Moisés). Sin rey ni templo, ¿qué papel desempeña Israel en el concierto de las naciones? ¿Es su Dios inferior a los dioses babilónicos? ¿Está su sabiduría a la altura de las de los dominadores? El autor recuerda los días gloriosos de Salomón: por su Sabiduría los pueblos lo admiraban. Y aunque en el Israel de hoy no exista ningún Salomón (=prototipo de la sabiduría) ni tengan templo (=lugar de cercanía del Señor), también posee un algo muy importante: su sabiduría y prudencia, la cercanía de su Dios en la ley de la alianza (cfr. Sir. 24). En el panteón, los grandes dioses son seres lejanos; así era necesario acudir a divinidades menores que hacían de mediadores.
En Israel no ocurre esto, incluso en el exilio el Señor es el Dios cercano al pueblo que no olvida su alianza con los padres (v. 31). En el templo moraba su nombre (cfr. 1 rey 8, 27-31), destruido el templo Dios no abandona a su pueblo, sino que lo escucha siempre que se le invoca (v. 28); aunque el pueblo quebrante la alianza, siempre encontrará a Dios si lo busca con todo el corazón y con todas sus fuerzas.
Reflexiones:
-En tierra de Palestina impera la voluntad de su dueño, Dios, que los israelitas deben cumplir. Pero esta voluntad divina no es expresión de un capricho tiránico, sino que todos sus mandatos están orientados hacia el bien del hombre (v. 40). Dios no es un déspota, sino un liberador; pero el don exige una respuesta humana.
-En el nuevo pueblo de Dios, éste debería ser el sentido de toda ley: debe darse para la auténtica vida del pueblo y no para su encadenamiento. La ley es para el hombre y no el hombre para la ley; lo contrario es actitud meramente farisaica. ¡La letra mata, el espíritu vivifica!
A.
GIL MODREGO
DABAR 1985, 44
2.
En los tres primeros capítulos del libro (que han precedido a lo que escuchamos), Moisés ha pronunciado su (llamado) primer discurso, en el que ha recordado los acontecimientos desde el monte Horeb hasta el paso del Jordán. Moisés ha recordado en concreto cómo es Yahvé precisamente el que ha comenzado a revelar su deseo de pacto. Ahora le toca a Israel (ésta es la exhortación) a corresponder con su compromiso: cumplir fielmente ese pacto, la alianza. Así es como podrá alcanzar y poseer la tierra prometida.
En el alma de los israelitas se introduce una reconfortante seguridad: el cumplimiento fiel de la ley procura la bendición o ayuda de Dios y con ella el respeto por parte de todos los pueblos; pues no hay otro pueblo que tenga un Dios como éste, capaz de apoyar totalmente a su pueblo.
Israel, pues, escucha los mandatos que su Dios le enseña a cumplir. Así vive la alianza. Vivir la alianza es la misión de Israel; vivirla siendo totalmente fiel a un Dios que se muestra cercano, a pesar de que no se le ve ni tiene figura. Hoy sucede lo mismo: la misión de la Iglesia no es tanto comentar la resurrección de Jesús, cuanto vivirla; porque así hay que hacer presente entre los hombres a Cristo resucitado.
EUCARISTÍA 1988, 42
3.
La presente lectura recoge un pasaje del discurso atribuido a Moisés en el Deuteronomio (que, como sabéis, significa "segunda ley"). Evidentemente no es Moisés en persona el que habla, sino un predicador en el espíritu de Moisés. El predicador en cuestión exhorta a cumplir en todo lo que manda la Ley (la "torá", que en el destierro y después del destierro de Babilonia sería para los judíos algo así como su "patria portátil"), los mandamientos y los decretos. La ley de Moisés se presenta como expresión de la más alta sabiduría, como expresión de la misma voluntad de Dios y compendio de las cláusulas de la alianza en el Sinaí.
El pueblo de Israel que tiene experiencias de cómo Dios cumple sus promesas, ha recordado también los deberes que contrajo también por su parte en el Sinaí. Ha de saber que sólo podrá llegar a poseer y conservar toda la tierra que le fue prometida si cumple las cláusulas de la alianza.
Frecuentemente, cuando en la biblia se habla de la "sabiduría", esta palabra se refiere a la ley de Moisés. Y en cualquier caso, sabios son los que la cumplen. La Ley es el auténtico motivo de orgullo de Israel, su verdadero prestigio delante de todas las naciones. La Ley es signo de la presencia especial de Dios en medio de su pueblo. Dios se acerca a todos los que la cumplen y les escucha cuando le invocan. Pero, si el pueblo se olvida de la ley, Dios se aleja del pueblo y esconde su divino rostro.
EUCARISTÍA 1982, 40
4. /Dt/04/01-08 /Dt/04/32-40
Moisés invita al pueblo a escuchar. La actitud que pide afecta a todo el hombre, no sólo a su oído: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que los pongáis en práctica» (v 1). La audición se traducirá en fidelidad. Es una condición para conservar la vida y poseer la tierra (los que sirvieron a Baal-Fegor fueron exterminados: (3). No se puede añadir ni quitar nada a lo que prescribe Yahvé (2). Durante el exilio es muy fuerte la preocupación de conservar intactas las tradiciones. El templo y el rey pueden caer, la Torá de Dios, no.
La observancia de la ley debe producir un doble efecto entre los gentiles: reconocer la sublimidad de la ley de Israel («Qué pueblo tan sabio y prudente es esa gran nación»: (6) y constatar la presencia de Dios en medio de su pueblo («¿Qué nación grande tiene un dios tan cercano...?»: (7). La afirmación de que Yahvé es un Dios único no es el punto final de un razonamiento, sino una deducción de la historia: «pregunta... a los tiempos pasados... si ha sucedido algo tan grande o se ha oído algo semejante» (32). Así comienza una grandiosa homilía sobre la elección de Israel (32-40), que constituye una de las cimas teológicas y estilísticas del Deuteronomio. Se despliega ante el oyente una oleada de interrogantes, sostenidos por una convicción común: la pregunta a otros pueblos sobre su experiencia religiosa desemboca en una respuesta firme y unánime: Yahvé es el único Dios porque es el único que salva, el único que promete y cumple. Los múltiples prodigios con que Dios ha liberado a Israel tienen que llevar a una mayor conciencia de la fe: "A ti te lo mostraron, para que sepas que el Señor es Dios" (35). Lo que Yahvé ha hecho en el pasado es un motivo profundo para serle fieles. Pero la alianza que ahora se establece no es un mero cumplimiento de normas: es un modo de vivir en intimidad con Yahvé; presencia divina que guía al pueblo y que tendrá su plenitud en Cristo, Emanuel ( = Dios con nosotros), cercanía de Dios para siempre. La Iglesia, nuevo Israel tiene que aprender a transmitir al mundo de hoy la experiencia de ser salvados por un Dios cercano a nosotros y cuyo amor suscita fidelidad.
R.
VICENT
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 535 s
5. No añadáis nada a lo que os mando..., así cumpliréis los preceptos del Señor
Los tres primeros capítulos del libro del Deuteronomio ponen ante el lector las obras de Dios en favor de su pueblo, y, como consecuencia, tienden a inculcar la fidelidad hacia el Señor. Esta fidelidad queda de nuevo remarcada en este capítulo 4, de carácter más bien homilético. Los primeros versículos que leemos hoy forman la introducción al capítulo entero.
El primer versículo ya anticipa al oyente los diez Mandamientos que se presentan en el capítulo 5 del libro, desarrollados extensamente en los cc. 12-26 que son llamados "el código deuteronomista".
La ley de Moisés, o "Torah" en hebreo, era entendida como un todo que señalaba al hombre cuál era la voluntad de Dios, el proyecto de vida que el Señor trazaba para su pueblo para que pueda vivir en comunión con él. Cumplir la Torah era para el pueblo hebreo la manera concreta de vivir en comunión con Dios, manifestar su fidelidad en la vida de cada día. La verdadera Sabiduría, que presentaba como ideal de vida todo el movimiento sapiencial, hallaba su concreción en las prescripciones de la Ley de Moisés. El ideal del sabio era vivir según los mandamientos y decretos de la Torah (cf. Sir 24,23 y Ba 4,1-4). Por todo ello el autor del Deuteronomio puede afirmar que Dios se hace presente en el pueblo de Israel por medio de su Torah. Cumplir la Ley de Moisés será, para la mentalidad judía, la manera de hacer presente y de acercar a Dios al mundo, a las naciones, y de aproximar más y más el Reino definitivo de Dios al mundo entero.
El Salmo responsorial (14) remarca el núcleo central de la Torah: la vida honesta, la práctica de la justicia y el temor del Señor.
MISA DOMINICAL 2000, 11, 44