SUGERENCIAS

 

1. PROVIDENCIA/MAL  D/SUFRIMIENTO.

¿PROVIDENCIA EN EL MAL? "¡Mira qué suerte tengo, cuánto me quiere Dios!", o bien: "¿Qué habré hecho yo para que Dios me castigue así?" Con frecuencia oímos expresarse así a muchos cristianos; son cristianos de fe sencilla, tan sencilla que se complican la existencia complicando también a Dios en su suerte y en sus desgracias.

Arranca el tren y se santigua uno, para encomendarse a Dios en ese riesgo y que sea verdad eso de: "Papá: tren=tranquilidad". Sale otro a la calle y se santigua, para que su ángel custodio aparte de él toda desgracia en ese día, aunque luego él no se acuerde de su ser cristiano en todo el día. Rellena aquel otro su quiniela y reza en su interior: "Dios mío, ¡con lo fácil que debe ser para ti hacer que acierte los catorce!" Arranca otro el motor del coche para ponerse en viaje y lanza una mirada piadosa al adhesivo de San Cristóbal sobre el frontal del coche, pero luego quizá conduce sobrepasando frecuentemente los máximos de velocidad permitidos en cada tramo de carretera.

Escritas y publicadas están aquellas declaraciones de una famosa cantante española que confesaba públicamente su abandono de la fe el día en que pidió y no obtuvo la curación de su padre, aquejado de cáncer. Ella pidió a Dios que le restara diez años de su vida joven para que los pudiese vivir su padre. "Mi ruego no fue escuchado; saqué la conclusión de que la imagen a que me había referido era de madera y sólo de madera." La ciencia no ha descubierto todavía el secreto del cáncer. Pero si Dios no le hacía a esta cantante el milagro de curar a su padre, ella no podía creer en Dios. Cierto que la cantante, asaeteada por la prensa cuando se supo que había escrito aquello poco antes de casarse "por la Iglesia", rectificó sus declaraciones diciendo que respondían a un momento de crisis de fe. Pero lo escrito, escrito está.

Es ni más ni menos que el problema, el misterio del mal. ¿Por qué la felicidad de una familia puede ser destrozada cuando menos se espera por la muerte del padre, o de la madre, o de cualquiera de los hijos? ¿Por qué un día cualquiera descubro unas manchas en mi piel y el médico diagnostica cáncer? ¿Por qué en un examen de una oposición de la que depende buena parte de mi porvenir puedo tener verdadera mala suerte o sufrir un error inexplicable y se vienen al traste todas mis ilusiones profesionales? ¿Por qué el sufrimiento, el dolor, la guerra, el hambre, la mala suerte, la persecución, la incomprensión...?

Nos cuesta aceptar a Dios como Dios. Como misterio incomprensible al que adorar respetuosamente. Preferiríamos poder manejar a Dios. Nos gustaría más un Dios hecho a imagen y semejanza nuestra, mezclado enteramente en nuestros asuntos, para tenerlo a mano y conjurar así todos los males y sembrar profusamente de suerte nuestro camino. Así no sufriríamos ningún accidente desgraciado, ni granizaría en nuestros campos, y tendríamos el tiempo atmosférico que deseáramos cualquier fin de semana. Sería demasiado fácil.

Pero Dios es Dios. Es soberanamente libre. Y nos quiere totalmente libres. Sin paternalismos. El no arreglará el cáncer si la ciencia no investiga. No asegurará contra el mal tiempo nuestras cosechas si nosotros no arbitramos unas fórmulas convenientes para este problema. No evitará un accidente automovilístico -por más que ponga yo a San Cristóbal junto al volante- si yo o el conductor contrario conducimos imprudentemente. No, Dios no es un parche para nuestras debilidades o limitaciones. Nos ha hecho responsables de buena parte de la vida y quiere que nos vayamos haciendo cargo de todos esos otros cabos sueltos -como el cáncer- que todavía no podemos dominar.

Mientras, estos cabos sueltos funcionan a su aire. Los ciclones y anticiclones siguen sus leyes meteorológicas, al margen de sus impactos beneficiosos o perjudiciales en nuestra cosechas. El cáncer se infiltra en nuestro cuerpo por caminos que todavía no conocemos. Cada cosa sigue su camino, sin que Dios nos la envíe o nos la retrase. Hay que abrir los ojos conscientemente, como adultos, y respetar a Dios, un Dios que no quiere desentenderse de nosotros, pero tampoco quiere que nosotros nos desentendamos de nuestras responsabilidades.

Pero -se me dirá-, ¿no dice la Biblia aquello de "pedid y se os dará", "cualquier cosa que pidáis en mi nombre la obtendréis", "si tuvierais fe trasladaríais los montes"? La misma segunda lectura de este domingo dice otro tanto: las adversidades que padecemos son un castigo pedagógico de Dios, una prueba para nuestro bien. PD/INTERPRETACION Sí, es verdad. Pero hay que distinguir lo que en la Palabra de Dios es revelación de una verdad salvífica de lo que es mero envoltorio cultural dependiente del momento histórico en que cristalizó. Dios es Padre y cuida de nosotros y podemos pedirle (¿cómo podríamos dejar de creerlo sin mutilar nuestra fe?). Pero lo que podemos pedirle son sobre todo realidades de gracia, sin querer manipular nuestra fe en Dios para obtener facilidades, unos precios más baratos. Un Dios así respetado nos puede parecer más difícil, pero a la vez es más soberano. Dios no lo es para estar en los límites, en los fallos o necesidades materiales de nuestra vida, sino para habitarla desde su centro mismo, desde una fe radical y plena.

DABAR 1977, 50


2. FE/HEREDADA.

SI LOS HIJOS CREEN PORQUE CREEN LOS PADRES, LOS HIJOS NO CREEN EN DIOS, SINO SOLO EN SUS PADRES

No todo son ventajas por el hecho de haber nacido en una familia cristiana. La fe no se transmite, es un don ofrecido personalmente por Dios y aceptado personalmente por el hombre.

Cuando unos padres bien intencionados, pero poco expertos, quieren imponer su fe a sus hijos, les dispensan de creer y no les enseñan más que un coformismo. Si los hijos creen porque creen los padre, los hijos no creen en Dios, sino solamente en sus padres. Muchas personas son cristianas por las mismas razones por las que habrían sido perseguidores en tiempos de Cristo. Creen por razones familiares, tradicionales, nacionales, sociológicas, Pero la religión de Cristo no era la religión antigua, y para poder seguirla había que salir de la familia y romper con muchos hábitos y tradiciones. En tiempos de Cristo, los judíos creían en sus padres, en sus sacerdotes, en su religión, pero Dios estaba en medio de ellos y no creían en él. Puede uno ser "católico" sometido a sus padres, a sus sacerdotes, a su religión, y sin embargo no haberse encontrado nunca con Dios.

L. EVELY
"El ateísmo de los cristianos"
Estella 1974, pág. 215


3. CRMO/LIGHT:CONSUMO/CZ:

El aire fuertemente hedonista de nuestro mundo puede acabar por agostar el espíritu cristiano. En la sociedad del bienestar -aspiración imperiosa, que no realidad- cunde también el cristianismo del bienestar, que escamotea sistemáticamente el realismo de la cruz y esquiva la puerta estrecha, por falta de espíritu y de coraje evangélico. Es un cristianismo que, a fuerza de moderno, resulta "light", como cualquier leche descremada o los precocinados bajos en calorías.

El modo de ser cristiano -la moda entre cristianos- se disuelve y pierde en el pluralismo contemporáneo insípidamente, sin ser sal, ni luz, ni levadura, ni testimonio. Es un cristianismo acomodado a los tiempos, de nivel europeo, vamos, pero que rechina en cuanto entra en contacto con el evangelio. Porque sigue en pie lo de no servir a dos señores, a Dios y al dinero, o la comodidad, o el egoísmo, o la injusticia sistemática. Por una parte, como decía Karl Rahner (Cambios estructurales en la Iglesia), muchos pensadores e intelectuales cristianos, y no pocos pastores, al ser parte y vivir en el mundo desarrollado, carecen de distancia crítica para ver las contradicciones del sistema y prejuzgan la bondad de las instituciones y estructuras sociales, distorsionando e ideologizando el evangelio. En cambio, se mira con lupa las interpretaciones del evangelio que se hacen desde el tercer mundo.

Por otra parte, decía J. B. Metz (Dios y la ciudad), se está cayendo en la trampa de preocuparse sólo y presentar como unidad de la Iglesia una realidad rota y lacerada. Pues que se tiene la pretensión de compaginar una Iglesia de ricos en los países desarrollados con una Iglesia de miserables en los del tercer mundo. Lo cual es una contradicción y un antitestimonio mucho peor que la división de los cristianos nacida de la Reforma. A nivel teórico, la Doctrina social de la Iglesia actúa como coartada para quedarnos tranquilos en conciencia. Tenemos una hermosa doctrina. Pero la praxis eclesiástica y cristiana dista tanto de la Doctrina social de la Iglesia como del evangelio que la inspira. Y es que no es tan fácil ser cristiano.

EUCARISTÍA 1989, 40


4. PO/SEGURIDAD  PO/BURGUES:

Yo no soy más que un burgués,
en medio de un mundo burgués.

Yo soy un producto de la época del confort;
hay seguros sobre mí,
se han eliminado todos los riesgos.

Yo soy del partido del orden.

Yo busco para mi nación,
para mi familia,
para mi dinero,
una cosa: seguridad.

Señor, tú que naciste en el azar de un viaje
y has muerto como un malhechor,
después de haber recorrido, sin dinero,
todos los caminos,
arráncame de mi egoísmo y de mi comodidad.

Que, marcado con tu cruz,
no tenga miedo a la vida
y a los oficios en que se arriesga la vida,
los oficios en que se tienen responsabilidades...

Los demás bien pueden ser prudentes,
tú dijiste que hay que ser locos.

Los demás creen en el orden,
tú me has dicho que crea en el amor.

Los demás piensan que hay que conservar,
tú dices que hay que dar.

Los demás se instalan,
tú nos mandas caminar
y estar preparados a la alegría y al sufrimiento,
al fracaso y al éxito,
a no confiar en mí, sino en ti,
a jugar el juego cristiano
sin preocuparme de sus consecuencias
y, finalmente, a arriesgar la vida por amor.

P. YOLY


5. D/ALEGRIA: TODAS LAS ALEGRÍAS DE ESTE MUNDO -AUNQUE RELATIVAS- SON PREGUSTACIÓN DE LA ALEGRÍA PERFECTA.

-"Firmes en la verdadera alegría" (Colecta). Nuestro Dios es alegre. Sólo en él se encuentra la perfecta alegría, la verdadera. Fuera de él, las alegrías son inconsistentes e inestables, como todas las realidades de este mundo en medio de las que nos movemos nosotros. Pero así como todas esas realidades derivan de él, son don suyo y nos lo muestran, así también todas las alegrías descienden de su fuente, son don de su bondad, pregustación de la alegría perfecta.

Resulta agradable pensarlo durante las vacaciones, cuando todos somos más sensibles a las dimensiones festivas de la existencia.

La tensión hacia la promesa de Dios no nos aleja de las realidades y las alegrías inestables. Las relativiza desde luego (aunque bastante relativas son ya por sí mismas...). Y al mismo tiempo las fortalece. Porque son manifestaciones, promesas, pregustaciones de la alegría verdadera y plena, la que es objeto de la promesa de Dios.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987, 16


6.

ESFORZARSE POR LA SALVACIÓN

La salvación siempre supone esfuerzo, decisión, conversión continua. El Reino que se nos promete es para los valientes, animosos y alentados. Para salvarse no basta con estar inscrito en el registro parroquial, ni haber entrado una vez a la Iglesia por medio del bautismo, sin querer entrar todos los días por la puerta estrecha de la fidelidad al mensaje evangélico y del compromiso personal.

Las puertas de la gracia se abren de par en par, pero son estrechas, pues la oferta de perdón y salvación supone y exige adelgazar en nuestra cobardía y egoísmo. Nuestro verdadero salvoconducto o pasaporte no es aquel que dice: "católico de toda la vida" ó "bautizado de niño", sino la hoja de servicios de cada día que con borrones testimonia nuestra actitud personal de conversión y esfuerzo por superar el pecado.

No nos vale decir al Señor que "hemos comido y bebido contigo...", pues este argumento solamente puede significar que hemos conocido a Jesús, pero no hemos transformado nuestra vida bajo las exigencias de su llamada.

Lo más consolador del evangelio de este domingo es que "los últimos serán los primeros". Estamos a tiempo. No hay lugar para el desánimo. Tenemos puesto reservado para sentarnos a la mesa en el Reino de Dios, si practicamos la justicia. Lo que importa es avanzar por el camino estrecho que nos lleva a la salvación.

Andrés Pardo


7.

Como reinar en el cielo no es otra cosa que confundirse de tal modo con Dios y con todos los santos, ángeles y hombres, por el amor, en una sola voluntad, que todos juntos no ejercen más que un solo y único poder, ama a Dios más que a ti mismo, y comienzas ya a tener lo que allí deseas perfectamente poseer. Ponte de acuerdo con Dios y con los hombres -con tal que éstos no estén en desacuerdo con Dios- , y ya empiezas a reinar con Dios y con todos los santos. Pues en la medida en que estés ahora de acuerdo con la voluntad de Dios y de los hombres, concordarán entonces Dios y todos los santos con tu voluntad. Si quieres, pues, ser rey en el cielo, ama a Dios y a los hombres como debes, merecerás ser lo que deseas.

San Anselmo de Cantorbery
Carta 112


8.

"Esfuércense por entrar por la puerta estrecha"

En el Evangelio que hoy se proclama, descubrimos una pregunta que brota espontáneamente del corazón de muchos cristianos: ¿Quiénes se salvarán? ¿Cuántos se salvarán? ¿Cuántos se condenarán? En la época de Jesús éste era un cuestionamiento habitual; los rabinos estaban de acuerdo en afirmar que la salvación era exclusiva para los judíos.

El Señor no responde directamente a la pregunta, más bien exhorta a todos "Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán..." luego ilustra esta sentencia con una parábola queriendo evitar falsas seguridades; la salvación no depende de la pertenencia a un pueblo o de nuestra pertenencia a la Iglesia.

Son excluidos del reino

Los que dicen conocer a Jesús pero no están dispuestos a entrar por el camino de la conversión,
Los que no están dispuestos a poner por obra su enseñanza,
Los que no cumplieron la Palabra del Señor.

Todo el que busca y sirve a Dios con un corazón sincero, se salvará; todo el que se esfuerza por se fiel a Dios y a los principios evangélicos: la solidaridad, la fraternidad, luchar contra el egoísmo, la agresividad y la violencia, no dejarse vencer por la idolatría del dinero y de los bienes materiales; todo el que se esfuerza por vivir acorde con el sermón de la montaña (lo encontramos en los capítulos 5, 6 y 7 del evangelio de san Mateo), todos estos son los que se salvarán.

No nos angustiemos pensando en salvación o condenación, escuchemos la invitación que Jesús nos hace: convirtámonos a fin de ser merecedores del banquete del reino eterno. Dios nos llama a todos a la santidad y ser santo según el evangelio no es realizar grandes hazañas ni hechos portentosos, es amar, servir y glorificar a Dios en todas las circunstancias de la vida diaria y amar a los hermanos.

C. E. DE LITURGIA
PERU