SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO


Jn 6,61-70:
Coman la Vida, beban la Vida

Acabamos de oír al Maestro de la verdad, Redentor divino y Salvador humano, encarecernos nuestro precio: su sangre. Nos habló, en efecto, de su cuerpo y de su sangre: al cuerpo le llamó comida; a la sangre, bebida. Los fieles saben que se trata del sacramento de los fieles; para los demás oyentes, estas palabras tienen su sentido vulgar. Cuando, por ende, para realzar a nuestros ojos una tal vianda y una tal bebida, decía: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6,54) -y ¿quién sino la Vida pudiera decir esto de la Vida misma? Este lenguaje, pues, será muerte, no vida, para quien juzgare mendaz a la Vida- se escandalizaron los discípulos; no todos, a la verdad, sino muchos, diciendo entre sí: ¡Qué duras son estas palabras! ¿Quién puede sufrirlas? (Jn 6,61). Y el Señor, habiendo conocido esto dentro de sí mismo, y habiendo percibido el runrún de los pensamientos, respondió a los que tal pensaban, aunque nada decían con la boca, para que supieran que los había oído y desistiesen de seguir pensando lo que pensaban...

¿Qué les respondió? ¿Os escandaliza esto? Pues ¿qué será el ver al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? (Jn 6,62-63). ¿Qué significa Os escandaliza esto? ¿Pensáis que de este cuerpo mío, que vosotros veis, he de hacer partes y seccionarme los miembros para dároslos a vosotros? Pues, ¿qué será el ver al Hijo del hombro subir a donde estaba antes? Está claro: si pudo subir integro, no pudo ser consumido. Así, pues, nos dio en su cuerpo y sangre un saludable alimento, y, a la vez, en dos palabras resolvió la cuestión de su integridad. Coman, por tanto, quienes lo comen y beban los que lo beben; tengan hambre y sed; coman la Vida, beban la Vida. Comer esto es rehacerse; pero de tal modo te rehaces, que no se deshace aquello con que te rehaces. Y beber aquello, ¿qué cosa es sino vivir? Cómete la vida, bébete la vida; tú tendrás vida sin mengua de la Vida. Entonces será esto, es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando se coma espiritualmente lo que en este sacramento se toma visiblemente, y se beba espiritualmente lo que significa. Porque se lo hemos oído decir al Señor: El espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros, dice, algunos que no creen (Jn 6,64-65). Eran los que decían: ¡Cuán duras palabras son éstas!, ¿quién las puede aguantar? (Jn 6,62). Duras, sí, más para los duros; es decir, son increíbles, mas para los incrédulos.

Sermón 131,1

 

La gracia no se toma a bocados

Al leerse el evangelio, hemos escuchado las palabras del Señor que siguen a mi último sermón. De aquí la obligación que tengo de hablar a vuestros oídos e inteligencias. La fecha es a propósito. Se trata del cuerpo del Señor que el Señor decía que nos lo entregaba para que lo comiéramos y obtuviésemos la vida eterna. Nos ha explicado cómo distribuirá este don suyo y cómo nos dará su carne para que la comamos, al decir: Quien come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo en él.

La señal para saber si alguien come y bebe ese alimento y bebida es si Cristo permanece en él y él en Cristo; si Cristo habita en él y él en Cristo, y si está unido a él sin ser abandonado. Con palabras grávidas de misterio nos ha enseñado y nos ha exhortado a estar en su cuerpo, unidos a sus miembros bajo la misma cabeza, comiendo su carne y no abandonando su unidad. Muchos de los entonces presentes no entendieron y se escandalizaron; al oír esas cosas sólo pensaban en la carne porque ellos mismos eran carnales. El apóstol dice con verdad: Entender según la carne es muerte (Rom 8,6). El Señor nos entrega su carne para que la comamos, y entender esto según la carne es muerte, no obstante que él diga de su carne que en ella está la vida eterna. Luego no debemos entender la carne carnalmente, como se deduce de las palabras siguientes.

Muchos de los que le escuchaban, discípulos, no enemigos, dijeron: ¡Qué discurso tan duro es este! ¿Quién puede oírlo? (Jn 6,61). Si los mismos discípulos juzgaron duras esas palabras, ¿cómo las juzgarían los enemigos? Pero era necesario que se expresase de modo tal que no todos las entendieran. Los secretos de Dios deben despertar nuestra atención, no nuestra aversión. Ellos desfallecieron luego, tan pronto como oyeron sus palabras. No dieron crédito al que les decía algo sublime ni al que ocultaba gracias inefables en sus palabras. Ellos las entendieron a su aire, muy humano, a saber: que Jesús quería o se disponía a dar, convertida en pedazos, a quien creyese, la carne de que se había revestido la Palabra. ;Qué duras son estas palabras! ¿Quién puede soportarlas?, dicen.

Conociendo Jesús en sí mismo que murmuraban de eso sus discípulos. Eso lo hablaban entre si, de modo que él no lo oyese, pero a él nada se le ocultaba y oía en sí mismo lo que decían. Conociéndolo, les respondió con estas palabras: «¿Os escandalizáis, porque os he dicho que os daré a comer mi carne y a beber mi sangre? ¿Es eso lo que os escandaliza? ¿ Y si viérais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?» (Jn 6,63). ¿Qué significa esto? ¿Elimina su dificultad? ¿Les abre el significado de lo que les escandalizaba? Sí, en verdad, en el caso de que lo comprendiesen. Ellos creían que les iba a dar su cuerpo, y él les dice que subirá al cielo, todo entero. Cuando veáis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes, entonces os daréis cuenta de que no os da a comer su cuerpo como vosotros pensáis; os daréis cuenta de que su gracia no se come a bocados.

¿Cuál es el sentido de las palabras que siguen: El Espíritu es el que da la vida, mas la carne no sirve de nada. Digámosle -él nos lo consiente siempre que sea, con ánimo de aprender, no de contradecirle-; digámosle: « ¡Oh Señor!, Maestro bueno, cómo es que la carne no sirve de nada, diciendo tú: -Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros? ¿No sirve de nada la vida? ¿No somos lo que somos para alcanzar la vida eterna que nos prometes con tu carne? ¿Qué significa la carne no sirve de nada?». No sirve de nada en el sentido en que lo entendieron ellos: carne muerta, hecha pedazos o como se vende en la carnicería, no la carne vivificada por el Espíritu. Se dice que la carne no sirve de nada igual que se afirma que la ciencia hincha (1 Cor 8,1). ¿Por eso se debe odiar ya la ciencia? No. ¿Qué significa la ciencia hincha? Cuando está sola, sin la caridad. Por eso añadió: la caridad edifica. Junta la caridad a la ciencia y la ciencia será útil; no por sí sola, sino por la caridad. Lo mismo aquí. La carne no sirve de nada, es decir, la carne sola; pero júntese el Espíritu con la carne, como se junta la caridad con la ciencia, y entonces vale muchísimo. Porque si la carne no valiese nada, la Palabra no se hubiese hecho carne para vivir con nosotros. Si Cristo nos valió mucho gracias a su carne, ¿cómo la carne no sirve de nada? Sirviéndose de la carne el Espíritu realizó nuestra salvación. La carne es un recipiente; mira lo que contiene, no lo que ella es. Los apóstoles, fueron enviados; su carne ¿no nos sirvió de nada? Si la carne de los apóstoles nos sirvió de algo, ¿es posible que la carne del Señor no nos sirva de nada? ¿Cómo nos llega el sonido de su palabra sino por la voz de la carne? ¿De dónde la pluma y de dónde la escritura? Todo esto lo hace la carne, pero moviéndola el Espíritu como órgano e instrumento suyo. El Espíritu es, pues, quien vivifica, mas la carne no sirve de nada: pero se trata de la carne como ellos la entendieron. Yo no doy a comer mi carne en ese sentido.

Comentario sobre evangelio de San Juan, 27,1-3,5
(Sigue)