COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 22. 19-23
1.
-Lectura primera y elemental del texto
vv. 15-18: Oráculo contra la arrogancia de Sobná, mayordomo de palacio, exponiendo la causa(=sus pecados) y sus consecuencias (=castigo divino). Poco es lo que sabemos de este personaje. Aquí aparece como un alto funcionario de la corte, una especie de virrey, mientras que en II Reyes 18. 18 (=Is 36. 3) el mayordomo se llama Eliacín, y Sobná es un secretario de estado. De cualquier manera, en ambos textos se trata de un personaje importante de la corte. Su política externa fue partidaria de los egipcios y contraria a Asiria, oponiéndose así a las orientaciones de Eliacín y a los consejos del profeta.
Y la palabra divina, más poderosa que la del funcionario, sale a su encuentro, a través del profeta, junto al sepulcro aún no acabado. El reproche no es nada claro; los contemporáneos de nuestro autor lo debían de conocer muy bien, pero el texto no nos lo explica. Sobná aparece como un exquisito "señorito" exhibiéndose y pavoneándose ante los habitantes de Jerusalén en carrozas lujosas. Puede ser que este funcionario fuese un extranjero que medrara económicamente a costa de perjudicar, con sus decretos, al pobre pueblo. El hecho de haberse labrado un sepulcro constituiría ya el colmo de una actitud y conducta magalómana y altanera. El mayordomo se siente seguro en su puesto y a él se agarra como un parásito. Pero el Señor no lo perdonará, sino que lo arrojará a la fuerza, y andará errante por la llanura (en contraposición a esa vida de paz en las montañas de Judá); sus bienes irán a parar a poder de sus adversarios.
vv. 19-23: El v. 19 sirve de lazo de unión literaria entre el oráculo anterior (perderá incluso el cargo) y el oráculo de la investidura de los vv. 20-23, referentes a Eliacín (2 R 18. 18; Is 36. 3). Al parecer, Eliacín administró las propiedades del rey Joaquín, incluso tras su deportación. Por eso de forma permanente llevará los signos del poder: la túnica y la banda (cf. Lv 8. 13), y su poder será total. Por eso lleva colgada al hombro la llave, ya que es el único que puede abrir y cerrar el palacio (2 S 20. 3; Ne 12. 37). Y de la misma manera que la clavija, fijada en tierra, sujeta toda la tienda, de la misma manera el mayordomo fiel sujetará a todo su pueblo, pero no oprimiéndole y buscando su propio provecho, sino el de los demás. Su poder va a ser tierno y amoroso como el de un padre con su hijo (v. 21). El mayordomo indigno era la vergüenza de su amo, el digno sólo le reportará honor.
-Lectura profunda del texto
En un primer plano se trata de sustituir un funcionario indigno por otro digno. Es el Señor quien elige y hace cesar, quien concede y quita todo poder, quien ejecuta el rito de la investidura... Aunque cualquier ser humano pueda ocupar un cargo en la institución de Dios, el Señor sigue siendo el dueño de esa institución, pudiendo deponer y poner a otro en el cargo. El "funcionario" (=cualquier cargo en la institución) está para servir y no para aprovecharse del cargo y así labrarse sepulcros que perpetúen su memoria.
-En un segundo plano, el texto se abre a una lectura mesiánica: sólo el Mesías cumplirá plenamente con la exigencia de su elección. Él será el mayordomo de la casa del Padre, él poseerá autoridad para abrir y cerrar, para admitir y expulsar. Él da arraigo a la gran tienda donde acampamos, camino de la morada definitiva. Él se sentará en el trono como rey y juez. En todo cumplirá la misión encomendada al servicio de los hombres: ésa es su gloria. Y no necesitará labrarse ningún mausoleo porque la gloria de su sepulcro es haber quedado vacío.
A.
GIL MODREGO
DABAR 1990/43
2.
Hacia el año 700 a. C., el pequeño reino de Judá se hallaba comprometido políticamente por las dos grandes potencias beligerantes de la época: Egipto y Asiria. Aunque el piadoso rey Ezequías (716-687), aconsejado por el profeta Isaías, confiaba más en Dios que en las alianzas con los pueblos vecinos y en las intrigas de Egipto contra los asirios, había en Jerusalén un partido que buscaba la guerra contra los dominadores del Norte. Entre estos "halcones" se encontraba sin duda el primer ministro o mayordomo de Ezequías, Sobna.
Es verdad que a este mayordomo parece que el cargo se le había subido a la cabeza, pues se ha construido un palacio y un mausoleo excavado en la roca (v. 16) y se pavonea por las calles paseando en su carroza como si fuera un rey (v. 18); pero Isaías dirige su crítica a Sobna, y su amenaza, sobre todo porque fomenta las alianzas con los extranjeros y favorece la guerra, porque confía más en su política que en el poder salvador de Dios. El "poder de las llaves", es decir, el poder de administrar el tesoro del palacio real y de regular el acceso del pueblo ante el rey, se confería simbólicamente con la entrega de las llaves del palacio. El mayordomo las llevaba ostensiblemente colgadas del hombro, entre otras cosas debido también a su tamaño.
EUCARISTÍA 1990/40
3.
La posición del nuevo mayordomo será firme como la estaca o clavija en la que se ata el tirante mayor que sostienen toda la tienda de campaña. Así estará firme Eliacín, como corresponde al que ha de ser el apoyo del palacio real y su adelantado de cara al pueblo. Se anuncia también que la posición de Eliacín será motivo de honra para toda su familia; en él se asentará la gloria de su estirpe.
Seguidamente el profeta compara a este mismo Eliacín a un clavo en la pared, del que cuelgan demasiados cacharros, hasta el punto de no poderlos aguantar y venirse con todos abajo. Es una alusión al nepotismo que ejercería más tarde Eliacín y que se supone fue motivo de su ruina. Diríase que el poder corrompe; al uno le llevó al militarismo, y al otro al nepotismo.
EUCARISTÍA 1987/41
4. /Is/22/08-23
El profeta de la fe heroica en Yahvé, en una primera parte (vv 8-14), denuncia a los habitantes de Jerusalén que han buscado su seguridad fuera de Dios, que no han sabido percibir los signos que les hablaban de la necesidad de la conversión y de rehacer el camino; en la segunda parte (vv 15-23) está la denuncia de Sobná, personaje influyente de la corte, que no solamente intentaba persuadir a Ezequías para que se alzara contra Asiria y pidiese auxilio a Egipto, y oponerse así a la política de neutralidad propugnada por el profeta, sino que también él mismo busca las seguridades fuera de Dios. Isaías reprocha a los habitantes de Jerusalén que durante el sitio de la ciudad por el ejército de Senaquerib se preocuparon solamente de tomar medidas materiales de defensa, y no supieron descubrir la auténtica fuerza en la que podían apoyarse: «Inspeccionabais aquel día el arsenal en el palacio de maderas... demolíais casas para reforzar la muralla... pero no os fijabais en el que lo hacía, ni mirabais al que lo dispuso hace tiempo» (vv 8.10.11). Los peligros en que se encontraban eran una invitación a abrir los ojos y a leer los signos de los tiempos que llamaban al arrepentimiento. En lugar de esto se entregaron a toda clase de locas evasiones, que les hicieron perder el significado que la fe da a las cosas: «El Señor de los ejércitos os invitaba aquel día a llanto y a luto, a raparos y a ceñir sayal. Pero ahora: fiesta y alegría, a matar vacas y a degollar corderos, a comer carne y beber vino. ¡A comer y a beber!, que mañana moriremos» (vv 12-13).
El profeta sigue llamando al pueblo a una fe absoluta, casi heroica, como lo había hecho en su encuentro con Acaz, que únicamente quería tomar medidas de seguridad humana (c. 7). La fe es un gesto vertical. Lo glosa magníficamente más adelante uno de los capítulos: "Vuestra salvación está en convertiros y tener calma; vuestra valentía está en confiar y estar tranquilos pero no quisisteis; dijisteis: No. Huiremos a caballo y correremos al galope. Pero más correrán los que os persiguen" (30,15-16).
La fe es distintivo característico de los hombres de la vieja y de la nueva alianza, hasta el punto de ser llamados «creyentes». Es la vida en el Absoluto, un contacto vivo y constante con todo. Pero solamente ilumina la existencia humana donde se cumple la sentencia: «El que obra conforme a la verdad se acerca a la vida» (Jn 3,21).
F.
RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 24
5. /Is/22/01-14
El papel de Asiria en los planes salvíficos de Dios es siempre para Isaías una cuestión atormentadora. En su predicación los acontecimientos históricos se reflejan con claridad. La visión de nuestro texto se refiere a la retirada de Senaquerib, que había puesto un insoportable sitio a Jerusalén. El comportamiento del rey Ezequías disgustó al profeta, pues se había dejado arrastrar por simples razones de Estado en su estrategia frente a la gran potencia mesopotámica.
En su tarea de anunciar el derecho divino Isaías aparece como un vigilante inexorable, y es con relación a este derecho como juzga la cualidad moral y religiosa de la comunidad. En el v 4 los sentimientos del hombre de Dios se manifiestan de una manera espontánea y patética porque el profeta es un hombre de carne, que ama a su patria y ama a los hombres que la forman. Su disgusto suscita en los oyentes un sentimiento natural de simpatía, pero el profeta rehúsa todo consuelo. Por eso dice: «Apartad la mirada de mí; lloraré amargamente, no os esforcéis en consolarme por la devastación de la hija de mi pueblo».
Como su generación había rechazado la palabra de Dios tenía que adaptarla con vistas a una generación futura. Se va cumpliendo la terrible palabra escuchada en el momento de su vocación, donde se dice al profeta que su actividad quedará sin efecto. Pero el hombre de Dios es el labrador que arranca, que trabaja la tierra apta al riego divino; es el hombre que con la reja del dolor gira en el bancal una y otra vez para mejor recoger el rocío.
La historia bíblica considera la existencia nacional como un drama, cuya crisis solamente puede encontrar solución en la fe. La teología del Primer Isaías sigue un esquema parecido al de Dt 30,15-20: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra adonde vas a entrar para conquistarla. Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra, te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob».
F.
RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 765 s.