COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Hb 12, 01-04
1.
Dos imágenes deportivas configuran estos versículos: carrera pedestre de fondo y lucha (esta última sólo insinuada en el v.4).
Los participantes son los destinatarios. Espectadores: los grandes personajes del A. T., de los que el autor ha hablado en el cap. 11 y que ya superaron las pruebas. Han venido exclusivamente para animar a los participantes.
El corredor se viste con ropas lo más ligeras posible. ¡Fuera todo lo que sea retraso y lastre! En el fondo, esto es siempre el pecado.
La carrera no depende sólo de una buena salida. Es menester tener fondo y concentración. El corredor no puede distraerse mirando a derecha ni a izquierda; su mirada debe estar fija en el jefe de equipo para imitarles. Este jefe es Jesús. Su carrera ha sido un ejemplo espléndido de constancia y concentración, con unas dificultades incomparablemente mayores que las de los actuales participantes. ¡Y ahí está su final apoteósico junto al Padre!
DABAR 1980, 44
2. V/LUCHA.
A lo largo del capítulo anterior. Pablo ha presentado una "nube de testigos" o de campeones en la fe que son ahora los espectadores de nuestra propia carrera. Porque la vida de los creyentes es como una competición deportiva, como una lucha o como una carrera (cfr. Ga 2,2;1 Co 9,24-26; Flp 2,16;3,12-14;2 Tm 4,7). Lo importante es participar en esa competición y no retirarse, luchar con esfuerzo y correr hasta la meta. Para ello es imprescindible desembarazarse de todo lo que estorba. el pecado es como una vestidura larga que nos la vamos pisando y nos hace caer. Lo mejor es correr desnudos.
Sin volver la vista atrás y fijos los ojos en el líder que va delante de nosotros: Jesucristo. El ha saltado todos los obstáculos (el soborno de Satanás que le ofreció en el desierto el oro y el moro, el mesianismo rastrero de las multitudes que quisieron coronarlo rey cuando les dio de comer, la incomprensión de Pedro que pretendió desviarle del camino, las zancadillas de escribas y fariseos, etc., etc.) y ha alcanzado la meta. Subió a Jerusalén, subió al Calvario y a la cruz, descendió hasta el abismo de la muerte y, por todo ello, ha sido exaltado a la diestra del Padre, que es el podium de su gloria.
Los "pecadores" son en este contexto los enemigos de Jesús, los que maquinaron y ejecutaron la muerte de Jesús; es decir, los mismos a quienes Jesús perdonó y por quienes entregó en definitiva su propia vida. Mirando el ejemplo de Jesús, debemos sopesar lo que él padeció para no exagerar nuestras penas y continuar animosos en la carrera.
El autor advierte a sus lectores, que empezaban a cansarse y desertaban de la fe ante las dificultades, que aún no han sangrado en su pelea. Esto puede significar que aún no se han empleado a fondo en la lucha o, quizá, que todavía no han sufrido ninguna persecución sangrienta por parte de sus enemigos. Por lo tanto, no deben ser unos blandos y unos "quejicas".
EUCARISTÍA 1986, 40
3.
La constancia en el combate o en la prueba es una de las cualidades del atleta, imagen frecuente en el Nuevo Testamento: Heb 10, 32; 1 Co 9, 24-27; 2 Tim 2,5. Este cap. 12 es una exhortación a la constancia en la prueba y a la fidelidad a la vocación. Si el creyente se proclama ante el mundo como luchador contra el pecado, que sepa que el mundo espera que se libere y que libere a los demás de ese mal que atenaza al hombre. Estamos empeñados por nuestra propia palabra.
El proceso en el que el creyente está implicado tiene su raíz y su cumplimiento en el mismo Jesús. No es una lucha en solitario, sino motivada y concluida por el espíritu del primero que se lanzó a esta dura batalla (cf. Heb 2,10; 10,14; 11,40; 12,23). No se trata de un simple progreso en la perfección moral, sino de una transformación mucho más honda. Esto solamente puede obtenerlo la muerte de Jesús (v.2;2,10;5,8-9). Con Jesús se lanza el creyente al más formidable proceso de liberación que haya existido: llevar a todos y a todo hasta la plenitud.
La prueba de la pasión terminó con la victoria de la gloria (cf. 1,3; 8,1; 10,12). Se ha comparado este pasaje al himno cristológico de Filp 2, 6-11 por su brevedad y por su hondura. Y aunque ese "gozo inmediato" del que habla bien podía ser la gloria de la divinidad, o el triunfo mesiánico que le correspondía, queda claro que Jesús ha encontrado el triunfo por el camino de la encarnación. El cristiano sigue los pasos marcados por Jesús y sabe que el hombre es el mejor y único camino para llegar a Dios.
Tal vez hay aquí una alusión a lo que puede suponer el martirio en el camino de la fe. Sabemos que la comunidad primitiva amasó su fe con la sangre de los mártires. El autor anima a sus lectores a mantener en la fe en un ambiente de oposición que, por lo demás, ya el mismo Jesús experimentó (cf.Lc 2,34) desde el comienzo de su vida. La prueba acompaña siempre al verdadero creyente (1a. lectura). La sangre y el triunfo de Jesús dan ánimo al creyente para continuar.
EUCARISTÍA 1977, 39
4.
La carta a los hebreos se dirige a una comunidad cansada y vacilante en la fe. Los peligros a que se refiere son los de la segunda generación. Ha desaparecido el primer entusiasmo, la novedad del mensaje se ha convertido en costumbre, se dejan sentir las dificultades internas y externas y el camino de la cruz y de la resurrección se presenta como una carga pesada. La comunidad es muy distinta de lo que cabía esperar.
La fe de los antepasados debe servir de estímulo para la comunidad en orden a perseverar en la fe. La amplia enumeración de creyentes que ha presentado en el capítulo once, les hace ver que no son creyentes aislados.
El verdadero modelo, al que deben mirar e imitar, es Cristo. La total solidaridad con él significa, para la comunidad, que su destino está ligado al de Cristo y que no será ni mejor ni peor: persecución y desprecio, sufrimiento y muerte fueron el destino del Señor.
Pero porque la comunidad experimenta en sí misma el destino de Cristo ha de tener fija la mirada en él. Ante este modelo -Cristo- la comunidad no puede decir que está sujeta a un esfuerzo excesivo y que haya ya llegado al límite de sus fuerzas.
El ejemplo de los Padres y el de Cristo ha de estimular la fe de la comunidad. Es una exhortación apta para nuestros días. Hoy son muchos los cristianos y las comunidades inseguros en su fe. Son cristianos comprometidos, quieren instruirse, se plantean los problemas actuales, pero no saben qué camino tomar. Es el momento de aceptar la sabiduría de la cruz. Estar bajo la ley de la cruz significa, para la comunidad, soportar las tensiones y contradicciones en el interior de la comunidad, de la Iglesia, y perseverar a la espera del que da razón de nuestra fe: Cristo Jesús.
PERE
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 16
5.
Como conclusión del himno a la fe (cf.2.lectura del domingo anterior), el autor de la carta a los Hebreos da un doble motivo para mantenerse fiel al compromiso cristiano. El primero es el ejemplo de la multitud de testigos que acaba de evocar, sacados de la historia del pueblo de Dios, y que imagina no como personajes ya desaparecidos, sino como presentes y vividos, que contemplan nuestra lucha del mismo modo que nosotros admiramos la suya. El segundo, y más importante, es el ejemplo de Jesús. La "nube de espectadores" de la antigua alianza es descrita como una procesión sagrada. Al final viene Jesús, que ha llegado allí donde los patriarcas y los justos del Antiguo Testamento no podían llegar, hasta sentarse a la derecha del trono de Dios (v.2). El "inició nuestra fe", y nosotros debemos seguir este camino iniciado si queremos llegar donde él está. Avanzar por este camino implica deshacernos de "lo que nos estorba y el pecado que nos ata" y correr "sin retirarnos" (v.1).
HILARI
RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 15
6. CR/EXODO:
El autor trae a la memoria de sus destinatarios, los judeo-cristianos alejados de Jerusalén a causa de la persecución y que anhelan volver a ella, el ejemplo del pueblo peregrino que fue el de sus antepasados (Heb 11). En ese momento aplica al pueblo cristiano este tema, haciéndole ver que siempre será nómada en este mundo.
a) La imagen del nomadismo encuentra aquí su doble en la de las carreras de fondo en atletismo (como en 1 Co 9, 24-30, 5). Los cristianos son los corredores del estadio y los graderíos están ocupados por sus antepasados (v. 1) que animan ardorosamente la fortaleza de sus descendientes. La distancia a recorrer es larga y es conveniente perder algunos kilos ("arrojar todo el peso"; v. 1) para aguantar la prueba hasta el final.
Pero todos los espectadores no son necesariamente "animadores" ("hinchas"); hay también un clan de adversarios, los "pecadores" (v. 3), que han hecho sufrir muchas afrentas a Cristo y todavía tienen otras muchas reservadas a los cristianos.
b) Pero la imagen del pueblo peregrino aparece en primer término y se manifiesta sobre todo en la invitación hecha a los cristianos (v. 2) de fijar su mirada constantemente en el guía que los conduce: Jesucristo sustituye a la columna de luz que guiaba al pueblo en el desierto. Esta conducía al pueblo hacia una felicidad material; Jesucristo, en cambio, encamina a su pueblo a la "perfección" y le conduce consigo al trono de la gloria. Esta "perfección" designa el estado de la humanidad fiel al término de su peregrinación actual. Cristo es el "perfeccionador", para emplear un neologismo que traduce mejor el texto griego, es decir, el que da por terminado el peregrinaje terreno de su pueblo en el santuario de su gloria.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág.
276
7.
Es urgente ser más sensatos y responsables en toda nuestra vida -había venido a decir Pablo en los versículos anteriores-, porque estos tiempos son malos (v. 16). O sea, si no sabemos juzgar, escoger, tomar decisiones personales, la misma corriente de los acontecimientos diarios nos mantendrá en la mediocridad o nos llevará a la maldad. El hombre necesita entusiasmo, alegría, fuerza. Si quiere, experimentará el entusiasmo, alegría y la fuerza que da el Espíritu Santo. Pero no se puede sentir al mismo tiempo la embriaguez que viene del Espíritu y la que viene del alcohol, de los excitantes y de las diversiones peligrosas.
En una palabra, el cristiano tiene que separarse activamente de las tinieblas, es decir, de todas las obras que apartan del reino y que Pablo acaba de enumerar. Esta separación no significa que tenga que dejar las tareas de este mundo y no comprometerse con ellas y sus riesgos. Es una invitación a mantener en alto la luz, o sea, el reino de Dios, y así poder desenmascarar las obras de las tinieblas y llamarlas por su nombre.
En común se experimentará el consuelo (la embriaguez) del Espíritu Santo: al encontrar la misma fe y las mismas experiencias espirituales en los demás, al darse también mutuamente el buen ejemplo de la piedad.
EUCARISTÍA 1988, 39
8.
Motivando más concretamente a la ética cristiana encontramos dos rasgos. Por una parte la urgencia: aprovechar el tiempo. No parece que esto quiera decir que hay que estar pensando siempre en la muerte para proceder bien, sino algo más simple. Tenemos sólo una vida para amar. Hay que hacerlo bien. Por otro lado cuando las situaciones externas son apuradas, como podían ser en el siglo primero de nuestra época, como que hay razón para vivir lo que se es sin dejarse vencer por lo externo.
Otro rasgo: lo litúrgico, cultual. En los vv. 19-20 se habla más expresamente de acciones comunitarias de oración u otras acciones litúrgicas que también ayudan a vivir lo que uno mismo es. Sin duda esta atención a la ayuda que se prestan unos cristianos a otros en los actos comunitarios es un rasgo de realismo. Ciertamente las reuniones no son -ni probablemente eran- lo ideal, pero ayudan a animarse a vivir lo que en ellas se confiesa junto con otros. Si son liturgias vivas, mejor aún. De ellas se sale con mayor decisión y ánimo para procurar vivir en cristiano.
F.
PASTOR
DABAR 1991, 41
9. /Hb/12/01-13
La carta a los Hebreos presenta a Jesús como objeto de contemplación: "Puestos los ojos en Jesús... meditad, pues, en el que soportó tanta oposición" (12,1-3). Esto es decisivo para Heb; de hecho, la carta no intenta sino poner ante nuestros ojos a Jesús (3,1; 7,4.26; 10,34). El objetivo es que la contemplación de Jesucristo y de su camino hacia Dios conduzca a una íntima e inalienable experiencia personal, es decir, a la fe viva. El camino de la plena entrega interior a Dios, hasta dar la vida, es el único acceso a la verdadera vida en Dios.
Con la mirada puesta en la firme constancia de Jesús, el autor exhorta: «Sacudámonos todo el lastre y el pecado que se nos pega; corramos con constancia» (12,1); esta exhortación es la aplicación del binomio clásico «muertos al pecado, vivamos una vida nueva» (Rom 6,1-14) a la segunda generación. Por un lado se considera el pecado «como un lastre que se nos pega», experiencia típica de personas y comunidades ya viejas; es la mediocridad, la cerrazón, la poca generosidad, la dimisión ante los auténticos objetivos de la vida, el miedo, el desánimo, el cansancio (12,3). Por otro lado, la fe de la segunda generación es la «constancia», la conversión renovada, la recuperación diaria de la ilusión y la seguridad inicial (3,12-14), el retorno fiel a la contemplación de Jesús (3,1) y al sentido siempre nuevo de la victoria de su muerte (9,11-12), es el esfuerzo diario por una vida libre, valiente, pobre, alegre, caritativa (c. 11).
La alusión al carácter difícil de la constancia lleva al autor a un último destello de genialidad: «Sufrís para corrección vuestra» (12,7). El esfuerzo diario y constante por vivir de acuerdo con los valores y las actitudes del evangelio es la verdadera corrección del hombre en manos de Dios; por nuestra constancia nos va haciendo hijos Dios (12,7-9). Este esfuerzo es difícil y a veces parece inútil; pero quienes lo practican con perseverancia aprenden a participar de la santidad de Dios (10), así consigue Dios en ellos vidas justas, pacíficas, llenas de fruto, maduras, acabadas (11).
G.
MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 568
10.
-Por tanto, hermanos, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos de la fe... Sí, son miles y miles.
El ateísmo está muy extendido HOY. Pero los «creyentes» de toda clase son incomparablemente más numerosos. Pienso en tantos hombres y mujeres que «están buscando a Dios a tientas», en las diversas religiones del mundo. Pienso en todos aquellos que, desde milenios se han sentido seducidos por Dios, por lo «sagrado» y han sido capaces de sacrificarse a sí mismos para dirigirse hacia Otro. Pienso en los innumerables santos, conocidos y desconocidos, que se enamoraron de Ti, Señor, y te dieron su vida entera.
Todos ellos, dice el autor de la Epístola a los Hebreos, están en torno a nosotros, multitud innumerable que nos sostiene con sus alientos a la manera de los hinchas de un estadio.
¡Vivir con! Vivir con lo invisible. Con todos aquellos que han vivido su fe antes que nosotros en condiciones a menudo parecidas a las nuestras
-Sacudamos también nosotros todo lastre y en primer lugar el pecado que nos asedia y nos traba. Prosigue la imagen del estadio. Ellos, los santos, han terminado su carrera, nos miran y nos alientan. Su primer consejo es «sacudir el lastre», desembarazarnos de todo lo pesado e inútil. El pecado es un peso, una traba... que nos impide correr. Desembarazarse del pecado es ser más libre, más esbelto, es tomar el vuelo ágil y alegremente. Evoco mis propios pecados. Los siento como trabas. Ruego al Señor que rompa mis cadenas.
-Y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús... El segundo consejo de nuestros hinchas es tener muy fijos los ojos en nuestro entrenador, el que corre delante de nosotros. Sí, Señor, quiero fijar en Ti mi mirada.
-Fijos los ojos en Jesús, el que es origen y término de nuestra fe. Entre los testigos de la Fe que están a nuestro entorno, el primero de todos ellos es Cristo. El es quien «comienza» y «acaba» todos nuestros movimientos interiores hacia Dios. El menor de nuestros pensamientos dirigidos hacia Dios es suscitado en nosotros por el Espíritu de Jesús (Ga 4-6).
Jesús no es un ser lejano, distanciado, está en el corazón del mundo, en lo más profundo de mi vida, para animarla, desde el primer movimiento de la Fe, hasta su perfecta consumación .
Jesús, modelo único de Hijo, suscita desde el interior todas las verdaderas actitudes filiales de los hombres ante Dios.
-El cual, renunciando al gozo que se le proponía, soportó la humillación de la cruz sin miedo a la ignominia y sentado a la diestra de Dios, reina con El.
Fijar los ojos en Jesús es a menudo fijar los ojos en un crucifijo. Gesto físico y simbólico que no hay que descuidar. A través de la cruz que retiene nuestra mirada y nuestro pensamiento, es preciso contemplar la actitud profunda de Jesús, su «aguante», su «humillación», su capacidad extraordinaria de «renunciar al gozo», por amor a nosotros y al Padre. La cruz es el símbolo mismo de la Fe y del Amor: la renuncia a sí mismo.
-Meditad el ejemplo de aquel que soportó una tal hostilidad, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL
TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág.
46 s.