COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Hb 11, 1-2. 8-19

 

1.

Comienza en esta perícopa la cuarta sección de Hebreos (11,1-12,13) que corresponde, en la estructura concéntrica del escrito a la segunda (3,1-5,10). En ésta se trataba de Jesús fiel (3,1-4,14) en su primera parte y en la presente (11,1-40) de la respuesta humana, la fe. Por tanto, todo el largo capítulo está dedicado a la fe de los antiguos, personajes del Antiguo Testamento, destacables por esta característica.

La traducción del primer versículo ofrece la dificultad de reproducir el exacto significado de hypostasis y elenchos, respectivamente se suelen traducir con "seguridad" y "prueba". Para ello puede crear el equívoco de sugerir una comprensión intelectualista de la fe, lo cual va en contra de todo el sentido del capítulo. No se trata de que las figuras mencionadas hubieran aceptado intelectualmente paradojas, enigmas o misterios, sino más bien vivieron de una forma determinada, adoptaron una serie de opciones, asumieron actitudes básicas vitales con el fundamento común de confianza y entrega personal a lo que entendían como voluntad de Dios y unión a El.

Esta orientación nos puede hacer revisar nuestra concepción de fe, preguntarnos si no tenemos idea de fe demasiado centrada en lo intelectual y menos en lo vital. Por ello mismo resultaría pobre.

La implicación de estos ejemplos veterotestamentarios es la siguiente: si estas actitudes fueron posibles y reales cuando los protagonistas no tenían todos los elementos, sino sólo los atisbaban, cuánto más nosotros que vivimos después del momento culminante, que podemos seguir las huellas de Jesús, mediador fiel y misericordioso.

F. PASTOR
DABAR 1986, 42


2.ABRAHAN/FE:

La epístola va dirigida a unas comunidades que viven en medio de un mundo hostil. A muchos cristianos les parecía que el evangelio era una utopía poco menos que irrealizable y empezaban a desfallecer ante las persecuciones, algunos abandonaban incluso la iglesia (cfr. 10,25). Por eso el autor les exhorta a la perseverancia y a la fidelidad. Recurre, para conseguir el efecto deseado, a los ejemplos bíblicos, sobre todo al ejemplo de Abrahán. No pretende dar una definición de la fe, sino destacar aquellos rasgos fundamentales que obtuvo la fe en los grandes creyentes y que convenía recordar a los que vacilaban: la firmeza en la esperanza, que anticipa los bienes futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe, como respuesta a la palabra de Dios que tiene el carácter de promesa, es inseparable de la esperanza.

De ahí que la fe sea siempre un éxodo, una salida, el comienzo de un camino hacia el futuro de Dios que trae la salvación. El que cree está siempre de paso, vive como un extranjero, como un nómada. Así vivió Abrahán, incluso en la tierra que Dios le había prometido (Gn 17,8;20,1;21,23;24,37). Y lo mismo Isaac, y Jacob.

Todos llevaron una vida nómada, como corresponde a los "hebreos" y es imprescindible, en un sentido profundo, a los creyentes.

TIERRA-PROMETIDA/QUÉ-ES: Esto es así porque los creyentes, más que una tierra, lo que buscan es un futuro en el que se han de cumplir las promesas y, por eso, no pueden instalarse nunca. La "tierra prometida" es el símbolo de lo ciudad futura, de la ciudad que Dios construye para los que la buscan y ponen en él toda su esperanza. Este modo de entender y de vivir la vida se expresa muy bien en la ilusión que los patriarcas pusieron en sus descendientes.

En el campo abierto por la promesa de Dios, el hombre de fe se arriesga invirtiendo toda su vida y engendrando nueva vida de su flaqueza.

Abrahán y Sara engendraron a Israel cuando ya eran ancianos.

Tuvieron un hijo cuando humanamente parecía imposible. Pero Abrahán no dudó en sacrificar a su hijo para cumplir la voluntad incomprensible de Dios, creyendo que aun así se cumpliría lo que Dios les había prometido, que sería padre de un pueblo numeroso (Ex/32/13). Abrahán creyó hasta el extremo, esperó contra toda esperanza humana, y pasó a ser el padre de todos los creyentes.

EUCARISTÍA 1986, 38


3.FE/QUÉ-ES.

Este principio y el del v.3 son los que van a ayudar a interpretar todo el capítulo 11, que habla de las realizaciones de la fe en el AT. Como Pablo en Rom 8,24-25; 1 Cor 13, 12 y 2 Cor 4, 18, el autor opone lo que es actual a lo que todavía no lo es. Todo el actuar de los "santos" del AT tiene una fuente común: la fe en Dios.

Más que definición de la fe encontramos aquí una formidable descripción. Definida de una forma impersonal, se la pone en relación con la esperanza; tiende hacia el futuro y hacia lo invisible. Pablo completa esta forma de ver la fe diciendo que es una relación de tipo bien personal entre el creyente y Jesús mismo. Y Santiago dirá machaconamente que una fe meramente intelectual o sentimental, una fe sin obras, es algo inservible (/St/02/14-26). El creyente más que adherirse a un sistema intelectual, se adhiere y espera en una persona. Por eso la fe puede entenderse como título de garantía (Gregorio de Nisa, Calvino), firme confianza (Erasmo, Lutero), convicción íntima (Agustín). En definitiva, la forma de vida a la que el cristiano tiende en su interior es ésta: vivir de fe.

Esta forma de pasar revista a los personajes del AT es corriente en la tradición judía (Si 44-50; Judit 8, 25-27). El autor irá poniendo en relieve el carácter paradójico de la fe en la vida de estos hombres que poseyeron sin tener nada, que conocieron sin ver. Uno de los más importantes es Abraham, en cuyo ciclo (Gn 12-25) el autor subraya el sentido religioso de la migración del patriarca. Es cierto que su forma de vida es precaria, puesto que vive en tiendas; pero su fe es fuerte y firme. El que la fe no se viva en plenitud, ni personal, ni eclesialmente, no es motivo para el desánimo. Hoy como entonces necesitamos del aliento de la esperanza.

El autor suaviza la posición de Sara ya que no incluye el famoso tema de la risa de Sara, que en Gn 17, 17-19; 18, 12-15; 21, 1-7, aparece con diversas motivaciones. De todos modos la promesa se cumplió en ella. La esterilidad, la pobreza, la poquedad no son obstáculos para la fe.

El autor utiliza la cita de Gn 22, 17 que une los dos símbolos de multitud: el polvo (Gn 13, 16) y los astros (Gn 15, 5). Sí grande fue la promesa en el AT, esto no es más que un pálido reflejo de lo que significa la esperanza en Jesús (v.40).

EUCARISTÍA 1977, 38


4.

El autor se dirige a cristianos de origen judío a quienes la persecución ha alejado de Jerusalén y que se encuentran desanimados e inquietos: ¿su alejamiento de la Ciudad Santa no significará que se encuentran apartados de la inauguración del Reino? El autor les invita a que adquieran un espíritu de fe que no depende más que de lo invisible y se apoya en la certidumbre de poseer ya las arras de las realidades celestiales (v. 1). Les recuerda, a modo de aliento, el ejemplo de la fidelidad de los antepasados. El pasaje de este día recoge el ejemplo de Abraham.

Lo mismo que los hebreos del siglo I, Abraham conoció la emigración, la ruptura respecto al medio familiar y nacional (v. 8) y la inseguridad de las "personas desplazadas". Pero en esas pruebas encontró motivo para ejercer un acto de fe en la promesa de Dios. Tanto él como sus hijos vivieron también como nómadas (v. 19).

CR/PEREGRINO: El creyente, en efecto, es un peregrino; está en el mundo pero no se vincula a él, porque ya ha gustado los bienes invisibles. Así, el periplo de Abraham no le lleva tan solo a una ciudad terrestre (esa Jerusalén en que los primeros cristianos deseaban penetrar), ni a una tierra prometida material, sino a la ciudad invisible (v. 10) que constituye la vida con Dios. La fe enseña a no darse por satisfecho con los bienes tangibles ni con esperanzas inmediatas: se verifica en la espera, el alejamiento del final del camino, la inmaterialidad del fin perseguido.

Finalmente, Abraham sufrió los efectos de la esterilidad de Sara y la falta de descendencia (cf. Gén 15, 1-6) (v. 11). Esta prueba fue para él la más angustiosa porque el patriarca se acercaba a la muerte (vv. 12-13) sin haber recibido la prenda de la promesa. Aquí se hace realidad la última calidad de la fe: aceptar la muerte sabiendo que no podrá hacer fracasar el designio de Dios.

ABRAHAN/RS/J:La fe de Abraham ofreciendo su hijo Isaac es, a los ojos del autor, una fe en la resurrección. El patriarca ha podido llevar a su hijo a la muerte -ese hijo que debía ser el origen de la descendencia-, porque ha puesto en manos de Dios la necesidad de resucitarle. Abraham afronta la muerte, pues, en la misma actitud que Cristo: con una entrega total de su futuro a disposición de Dios y una confianza absoluta en la abundancia de la vida de Yahvé.

FE/MUERTE:MU/SIGNO/FE: Más que el sufrimiento, es la muerte el signo por excelencia de la fe y de la entrega de uno mismo a Dios. Abraham creyó en un "por encima de la muerte", creyó le sería concedida una posteridad, incluso en un cuerpo ya apagado, porque le había sido prometida. Esta fe constituye lo esencial de la actitud de Cristo ante la cruz. También se entregó a su Padre y a la realización de su voluntad de salvación, pero tuvo que medir -y en eso consistió su agonía- el fracaso total de su empresa: para congregar a toda la humanidad, se encuentra aislado pero confiado en un por encima de la muerte que su resurrección iba a poner de manifiesto.

La Eucaristía enseña a los fieles a compartir esa fe y esa mirada victoriosa sobre sus propios fracasos.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 251


5./Hb/11/01-19

El conocido capítulo 11 de Heb corre el peligro de ser tratado como una pieza autónoma de admirable fuerza retórica, pero desligada del conjunto del escrito; esto sería pasar por alto el proyecto teológico del autor. Ya conocemos el núcleo de su pensamiento: el sacrificio de Jesucristo, por el cual entró ante Dios fue su donación plena y personal al Padre, donación que culminó en la cruz. Con ello reveló Jesús el verdadero camino del santuario: la entrega de todo el hombre a Dios; esto es, la fe. Ahora hace una detallada descripción del contenido de esta fe, por la cual el hombre se adhiere al sacrificio de Jesucristo. No estamos ante una página retórica, sino ante una concreción de la exhortación «acerquémonos» (10,22) "para dar culto al Dios vivo" (9,14).

CREER/QUÉ-ES:La lectura del capítulo es impresionante. El autor entiende, con mirada ya cristiana, que todas las gestas de la historia de Israel fueron posibles gracias a la fe de sus hombres más admirables. Esas vidas muestran qué significa creer. El punto de partida, la razón de ser de todo, es la llamada de Dios (11,8; 17-19), es el mismo Dios vivo quien llama a salir, a buscar una patria mejor (11,14-16), es decir, quien llama como único manantial de la vida verdadera. La fe, acogida y seguimiento de tal llamada, es a la vez apasionante anhelo de búsqueda y pacífica alegría de comunión. Por un lado, creer significa buscar al Dios vivo como aquel que está siempre más allá de toda realización acabada, saliendo de toda seguridad caduca (11,8; 13-16.24) y viviendo siempre en tierra extraña (11,9) con el impulso de una esperanza siempre anhelante y siempre renovada (11,1), obedeciendo al que es personalmente la gran promesa para los hombres (11,8; 17-19). Por otro lado, creer en Dios es haberlo hallado ya; es la experiencia personal del Absoluto "como viendo al Invisible" 11,27), es la seguridad de las realidades invisibles y definitivas (11,1), la confianza total en quien da la vida.

El hombre que cree, que encuentra la razón de su vida en la búsqueda del Absoluto que lo ha iluminado (10,26.32), desprecia el mundo en aras de valores superiores (11,26) y hereda la verdadera vida, la justicia de la fe (11,5-7).

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 566

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