COMENTARIOS A
LA SEGUNDA LECTURA
Rm 8. 35.37-39
1.
D/A.
Probablemente estas líneas son la cumbre o una de ellas de la literatura paulina. La clave para entender este final del cap. 8 de Rm es más bien experiencial y afectiva que puramente racional. Quien siente algo semejante, aunque sea en grado menor, entiende estas afirmaciones, poéticas, líricas y místicas. Quien no, pasa por encima de ellas como si no fueran dirigidas a él y constituyesen privilegio de unos pocos elegidos.
Y esto último no es cierto. Porque Pablo no está hablando de algo personal o debido a sus especiales circunstancias. Todo el fundamento de este convencimiento afectivo ha sido expuesto a lo largo de lo precedente en la carta y es válido para cualquier cristiano. Es más, no se basa Pablo en una respuesta personal -y por tanto voluntaria y opcional- a la obra divina, sino en esta misma acción de Dios que llega a todo hombre que se abre a ella. La piedra angular y cimiento de todo esto es Cristo, el Padre, el Espíritu y su amor derramado en nuestros corazones. Esto es así porque Dios nos ama, y eso no tiene acepción de personas. Por consiguiente todo cristiano ha de estar en condiciones de poder hacer suyas las afirmaciones de Pablo, que se entienden muy bien en sí mismas y apenas requieren explicación. Es más bien una asimilación y apropiación de ellas lo necesario para leer y entender estas frases. Y eso es posible para todos.
En realidad tenemos aquí un "test" de nuestro cristianismo. O podemos decir esto mismo junto con Pablo, o nuestra fe está todavía en mantillas.
Pablo se apoya en Cristo. Es el mismo que ha dicho poco antes (Rm/07/24) "¡desgraciado de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" y de cuanto lleva a esta exclamación. Pero esta misma persona, que no hace el bien que quiere, sino el mal que aborrece (Rm 7. 19), puede decir que nada le separará de Dios porque Él le ama. Esto lo podemos decir todos, porque a todos nos ama Dios.
F.
PASTOR
DABAR 1990/40
2.
Unas hermosas palabras de Pablo en las que se expresa la esperanza cristiana y la confianza inquebrantable en el amor que Dios nos tiene. Este es el fundamento de nuestra seguridad, pues si Dios está con nosotros y nos ama hasta el extremo de darnos a su propio Hijo, nadie podrá condenarnos. El amor de Dios, el que Dios nos tiene, se ha manifestado en el amor de Cristo que se ha desvivido por todos cuando todos éramos aún enemigos. Este amor es una fuerza victoriosa que nos libera del pecado y de la muerte y de cualquier amenaza. Pablo sabe muy bien que el cristiano está sometido a muchos peligros y necesidades: el sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre..., pero de todo ello sale victorioso con la ayuda de aquel que nos ha amado. Aquí habla por experiencia y desde la experiencia de una esperanza que se abre camino sin que nada ni nadie pueda detenerla. Pablo se siente presa del amor de Dios que se manifiesta en Cristo Jesús. Ninguna realidad creada puede separarnos de la omnipotencia del amor.
EUCARISTÍA 1990/36
3.
Aquí encontramos el punto culminante de todo el proceso ascensional comenzado anteriormente. El lenguaje es total y absolutamente emocional, poco lógico, si se quiere, hasta lírico..., pero con una carga de auténtica fe y confianza totales en Cristo, que permiten hablar de este modo con sentido y con lógica superior.
Para darnos cuenta de esto comparemos el final de este capítulo con el del capítulo 7, donde se halla la angustia del Apóstol y de todo hombre ante el desgarramiento interior. Es la misma persona que decía allí: "¡Desgraciado de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?", el que ahora afirma que nada le puede separar del Señor. Parece imposible compaginar ambos sentimientos: el de la cuasi desesperación y el de la total confianza y seguridad. Sin embargo, no es tan difícil cuando se miran las cosas de cerca. En la primera exclamación late el hombre vuelto sobre si mismo, fijándose en sí y en sus propias fuerzas para salir del estado negativo propio. En las segundas líneas es el hombre en Cristo, que confía, sabe todo lo que el Señor ya ha hecho por él y se apoya no en sí mismo, sino en Cristo. No se trata ni remotamente de alguien convencido de su propia fuerza de voluntad. Si así fuera, nos encontraríamos ante un acto de soberbia demencial. Efectivamente, lo futuro, las potestades de todo tipo mencionadas aquí como impotentes para separarnos de Cristo, son dimensiones del todo incontrolables y sobre las que, desde uno mismo, no se puede afirmar nada y mucho menos cuanto aquí se dice. Pero si es el Señor quien actúa, puede decirse esto y más, si fuera posible.
Ello vale, por esto mismo, no sólo de un gran santo, llámese Pablo o quien sea, sino de cualquier cristiano unido con Dios por la fe, sacramentos, etc. El problema está en que no nos lo acabamos de creer. Por eso no hablamos como San Pablo. Y..., sin embargo, todo cristiano serio debería estar en condiciones de decir estas mismas frases, porque tiene las mismas razones fundamentales del Apóstol. Es cuestión de profundizar en la fe y hacerla pasar al sentimiento personal. No cejemos hasta poder unirnos a este punto supremo de la vivencia de San Pablo.
DABAR 1981/43
4.
-"¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?". Realmente, ni la muerte, ni la vida, ni nada del mundo presente o del futuro puede apartarnos de Cristo que tanto nos ama, ni apartarnos de Dios que, en Jesucristo, ha manifestado su amor. Del mismo escrito es esta otra exclamación: "Si está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (8, 31b). ¡Qué reconfortante es escuchar estos testigos de fe! Cristianos, dejemos que palabras como éstas esponjen nuestro corazón. Es verdad que debemos cargar con nuestra cruz y seguir a Jesús (cf. Mt 16, 24; domingo 22). Es verdad que nos encontramos con dificultades y que la fe es oscura. Es verdad que cuesta creer en esta nuestra sociedad de hoy... Pero lo importante, lo decisivo, es que en Jesús hemos encontrado la perla y el tesoro, que en él hemos encontrado la Vida, y que nada ni nadie es capaz de apartarnos de él. Ni la misma muerte. Tan seguro de ello estaba Pablo, que en otra ocasión plasmó esta frase: "Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados".
J.
TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/15
5.
-Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo El final del capitulo 8 de la carta a los Romanos culmina de forma solemne lo que había anunciado al inicio del capítulo: los que viven en Cristo Jesús son libres, no están expuestos a ninguna clase de condena.
En el primer versículo que leemos, Pablo, en forma de pregunta, deja claro que ninguna de las situaciones conflictivas que pasan tanto él como los creyentes no pueden apartarnos de Cristo, porque su amor es tan grande, que no permitirá que nada nos pueda vencer. "Aquel que nos ha amado", tanto puede ser Jesucristo como Dios. El caso es que "aquel" nos hace salir vencedores de todos los peligros.
Después el apóstol enumera una serie de potencias espirituales y astrológicas que se consideraba (¡y todavía hoy muchos consideran!) que influían en la vida de los humanos, para afirmar que nada ni nadie nos puede apartar del amor de Dios. Así, recordando lo que ha dicho poco antes en este mismo capítulo, Pablo muestra que el amor que Dios nos ha manifestado en Jesucristo es el origen de la esperanza, que hace vivir en la libertad: ningún poder, del tipo que sea, no supera el poder del amor de Dios.
J.
M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993/10
6.
San Pablo termina la explanación del tema que ha sido objeto de lectura durante los últimos domingos: la nueva vida del cristiano que encuentra en su unión con Cristo. Y lo expone con unos interrogantes de estilo retórico y un canto hímnico a la fuerza del amor de Dios manifestado en Cristo.
- "¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?": Los peligros o las adversidades humanas no son lo bastante potentes para vencer el amor de Cristo, manifestado en su muerte y en su resurrección. Pablo no expone aquí una teoría, sino que su pensamiento se nutre de la experiencia vivida en los contratiempos, peligros y persecuciones que ha sufrido por causa del Evangelio.
- "Pues estoy convencido de que ni la muerte, ni vida, ni...": No sólo el cristiano se encuentra con dificultades en el plano humano, sino también en el plano sobrehumano: la de los poderes de tipo angélico o de las fuerzas astrológicas, que los contemporáneos de Pablo creían que podían influir y dominar al hombre y a su vida. El amor de Cristo es un triunfo sobre todas las realidades, sean del orden que sean, que se erigen contra el hombre y le cierran el paso a la gloria a que Dios le llama gracias a la resurrección.
- "... del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro": Aquí tenemos un auténtico resumen de toda la temática desarrollada en el capítulo octavo de la carta y que ha ocupado la segunda lectura de los domingos 14 a 18 del tiempo ordinario / A.
J.
NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987/15
7.
-¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? (Rm 8, 35.39) Vimos el domingo pasado, cómo S. Pablo nos considera justificados y glorificados, transformados en imágenes del Hijo. Siendo esto así, el juicio que debemos emitir sobre nosotros mismos no debe angustiarnos. Nadie nos puede separar de Cristo. S. Pablo va enumerando, utilizando expresiones habituales en él, los motivos que podrían separarnos del amor de Cristo, pero todos ellos son absolutamente incapaces de lograrlo. El último que enumera es la espada. ¿Piensa quizá, en el verdugo que actúa en las ejecuciones? Resuena la cita del salmo 44, 23: "Pero por Ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se nos trata". Pero de todo salimos como grandes vencedores. Nada puede impedir a Cristo amarnos y a Dios manifestarnos su amor a través de Cristo.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág.
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