PANORÁMICA DEL DOMINGO

 

1.

-SITUACIÓN LITÚRGICA

La escena de la multiplicación de los panes, también presente en los demás leccionarios, asume en el leccionario B un relieve especial, conectando la temática de Marcos con la de Juan.

Sabemos que Juan considera este hecho como el momento clave en el ministerio de Jesús: las multitudes le abandonan y sólo quedan los Doce, presididos por la fe de Pedro. Es, por lo tanto, coherente con la narración de Marcos: la crisis de Nazaret anuncia la crisis galilea.

Un elemento importante para este ciclo es el carácter global de la predicación homilética. Como sucede con frecuencia en los textos de Juan, las repeticiones pueden generar una homilía repetitiva. Por eso, es necesario, programar de entrada los puntos que se subrayarán en cada domingo. Por otra parte, las primeras lecturas de estos domingos son ya una clara orientación, que hay que atender.

-CONTENIDO DOCTRINAL

El "signo de los panes", en el evangelio de Juan, es claramente un gesto profético. El leccionario señala bien este elemento proponiendo como primera lectura, no la narración del maná (como lo hará el próximo domingo), sino la narración del milagro de Eliseo. El paralelismo se acentúa con el hecho de que se trata de panes de cebada en los dos casos, es decir, pan sencillo, no refinado (¿pan de los pobres?). El evangelista, por otro lado, destaca intencionalmente el designio de Jesús ("bien sabía él lo que iba a hacer"), en paralelismo significativo con el comienzo de la narración de la cena de despedida ("Conociendo Jesús que era llegada su hora... Sabiendo Jesús que lo puso su Padre en sus manos..." Jn 13, 1.3).

Los títulos de las lecturas subrayan sobre todo el universalismo, indicado por el signo de los panes: "Comerán y sobrará" (1. lectura), "(Jesús) los repartió a los que estaban sentados, lo mismo todo lo que quisieron del pescado" (evangelio). El gesto profético apunta, por tanto, a la multitud: es una oferta gratis y por encima de toda posibilidad humana que hace el mismo Jesús (Juan no pone a los discípulos como intermediarios: "(Jesús) los repartió (los peces) a los que estaban sentados"), y depende de cada uno comer de ellos más o menos ("todo lo que quisieron").

Toda la dinámica de la salvación ofrecida por Cristo (de la libertad de la fe, de la relación entre la fe y el sacramento, de la convocación universal por la misión de la Iglesia) está contenida en este gesto de Cristo. Todo ello -evidentemente- polarizado en el misterio Pascual de Cristo y en su celebración sacramental: El, el pobre Jesús de Nazaret, es entregado y se entrega para ser vida de todos quienes crean en él, reuniéndolos así en El mismo.

El carácter profético del acontecimiento se acentúa en el final: "Este sí que es el Profeta...". En la acción de Jesús, retirándose a la montaña, hay un elemento típico de Marcos: el secreto mesiánico. Es la lucha por no convertir en cosas de este mundo aquello que es de Dios.

-ACTUALIZACIÓN

Las actualizaciones van muy unidas con el tema eucarístico, visto ampliamente. Cogemos el capitulo sexto de Juan como un texto globalmente sapiencial y globalmente eucarístico. La Eucaristía de Cristo que celebramos en la Iglesia está vinculada con el cumplimiento de la profecía anunciada en el signo de los panes: el misterio de la muerte y resurrección de Cristo para reunir a los hijos de Dios dispersos. Esto hace de la Eucaristía "memorial" y no sólo signo profético. Pero no se debe perder de vista que la Eucaristía es también y todavía signo profético: anuncia el cielo nuevo y la tierra nueva, anuncia la reunión escatológica de los elegidos, anuncia la nueva humanidad sin gemidos... Y todo eso lo anuncia en tanto que desarrollo y urgencia histórica de lo que ya incluye como inaugurado, como "hecho" en Jesucristo, como entregado ya una vez para siempre. "Pues cuantas veces coméis este pan y bebéis este cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que él venga" (1 Co 11, 26).

Toda realidad presente encuentra el ritmo de su transformación en la Eucaristía. Trabajar para que "puedan comer todos" es una consecuencia directa que tienen que sacar los que "quedan satisfechos" por el pan que Cristo les da. La Eucaristía urge el alimento para los hombres, al mismo tiempo que anuncia el festín universal que los hombres no podemos darnos. Trabajar para que los hombres que "van llegando" puedan, no solamente "escuchar" a Jesús, sino "sentarse" para recibir su pan, es lo mismo que edificar la vida cristiana, edificar la iglesia de Dios, reunida por el Evangelio y la Eucaristía.

Si alguien "utilizara" la Eucaristía para otra cosa, habría que luchar para mantenerla en su identidad "profética". Una Eucaristía que no tenga al Señor como centro y motivo, presente en la cabecera de la mesa y al mismo tiempo presente como alimento, no es la Eucaristía de la Iglesia.

(PERE TENA
MISA DOMINICAL 1985, 15


 

2.

EL DISCURSO DEL PAN DE VIDA

Ofrecemos aquí un fragmento del libro de P. Tena "Guía homilética del lecccionario dominical", publicado por el CPL, en el que presenta un posible esquema de predicación del capítulo sexto de san Juan que leemos durante estos domingos.

La lectura continua del capítulo 6º de san Juan ocupa un conjunto de cinco domingos. Es una ocasión privilegiada para una catequesis de la Eucaristía, ambientada en la adhesión a Jesús en la fe. Aunque es sabido que la interpretación de este capítulo ha sido plural a través de la historia, la exégesis actual -en todos los campos- se hace partidaria decididamente de la referencia eucarística. Desde luego, parece normal que las homilías de estos domingos opten sin dudar por este línea; con la orientación, no obstante, propia de Juan, que nunca es exclusivamente sacramental, ni exclusivamente espiritual, sino complementaria: la fe y el sacramento.

El primer domingo de la serie (dom 17, Juan 6, 1-15) se sitúa históricamente en continuidad con la anterior perícopa de Marcos.

Es el "signo" de los panes en el desierto. Como en los días del Éxodo hizo Moisés con el maná, y en tiempo de los profetas hizo Eliseo con la gente (1. lectura: 2 Reyes 4, 42-44), así Cristo alimenta a las multitudes con su palabra y con los panes. La proximidad de la Pascua es un dato importante en la narración de Juan. Pero el tema a subrayar es el carácter de signo profético que tiene el milagro. A través de la acción, Jesús es reconocido como Profeta -¡el nuevo Moisés!-, aunque la gente se desvía en la interpretación de su profetismo. Hay que evitar el dar desde este domingo la interpretación del signo; éste será, precisamente, el objeto de las perícopas siguientes. Por esto quizá sea la predicación de esta perícopa la que más haya que cuidar. En el fondo se trata de plantear un interrogante: ¿qué buscamos en Jesús? ¿Por qué y cómo nos acercamos a El? ¿Qué es para nosotros la Eucaristía?

El segundo domingo, omitiendo la escena del camino sobre el mar, recoge la primera fase del diálogo entre Jesús y los judíos (dom 18, Juan 6, 24-35). La afirmación fundamental es la frase de Jesús: Yo soy el pan de vida, el pan dado por Dios, verdaderamente bajado del cielo y que da la vida al mundo. Esta frase corresponde a la interpretación corriente del maná: el pan que el Señor da a su pueblo "llovido del cielo" (1 lectura, Ex 16, 2-4. 12-15). Jesús es el Enviado del Padre; El mismo es el primero y fundamental de los signos, al que sólo en la fe es posible acercarse con provecho. En la eucaristía, lo que es fundamental es el encuentro con Jesús, don del Padre a los hombres; pero este encuentro eucarístico hay que ambientarlo en la continuidad de una vida de fe, obra de Dios en nosotros, y "trabajo" que nos toca a nosotros realizar.

En el tercer domingo, el acento se desplaza hacia los "efectos" del pan: la vida para siempre (dom 19, Juan 6, 41-52). Ayudados por la imagen de Elías vivificado por el pan misterioso cuando estaba en trance de muerte (1. lectura: 1. Reyes 19, 4-8) y en contraposición con los israelitas en el desierto (comieron... y murieron), Jesús es alimento vivificador. Unirse a Jesús en la fe es poseer ya la vida eterna; participar sacramentalmente de su persona en la Eucaristía es signo y prenda de la propia resurrección corporal, en unión con el Señor resucitado. Los temas escatológicos en relación con la Eucaristía, y en el nivel de aplicación el sentido del viático, podría ser los apropiados para este domingo.

La perícopa del domingo 20 -cuarta del grupo- (Juan 6, 51-59) es la más conocida y utilizada de todo el discurso. Su carácter en cierta manera conclusivo de todo el proceso podría hacer pasar desapercibida la frase de Cristo: "el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo". En ella resuenan las palabras de la institución de los sinópticos, a la vez que las de Jesús en el mismo Evangelio "yo entrego mi vida... libremente". Son, desde luego, un magnífico testimonio del sentido de la Eucaristía como memorial de la donación -sacrificio- de Jesús en un banquete singular. En una perspectiva de conjunto, la homilía de hoy podría estar centrada en el tema del banquete-memorial, que pone en comunión al creyente con Jesús. Esta es la línea indicada desde la 1. lectura, que recoge el tema del banquete de la Sabiduría: ella ofrece su pan y su vino como signos mediadores para entrar en comunión con el verdadero saber (Prov 9, 1-6).

Finalmente, la última perícopa de la serie (dom 21. Juan 6, 61-70) se caracteriza por su planteamiento "crítico". En primer lugar, la crisis de la inteligencia materialista de las palabras de Jesús, frente a una inteligencia "en el espíritu", que no excluye el realismo sino que lo sitúa en el ámbito de la fe y del sacramento; en segundo lugar, la crisis de los mismos discípulos de Jesús, entre los cuales se dibujan las dos figuras decisivas en la pasión: Pedro y Judas, la fe que confiesa y el egoísmo que disgrega y conduce a la traición. La primera lectura de este domingo parece a primera vista casi disparatada, pero en realidad es una imagen profunda de lo que representa constantemente en la Iglesia la celebración eucarística: un compromiso en pro del "Servicio del Señor" una decisión de fidelidad a la alianza (Jos 24, 1-12a. 15-17. 18b), a pesar de todas las crisis.

P. TENA
MISA DOMINICAL 1991, 11


 

3.

DE MARCOS A JUAN

Podríamos tener la impresión de que este domingo seguimos escuchando el evangelio de Marcos en la misma página con la que acabábamos la narración del domingo pasado. Pero hoy el evangelio dominical pasa de Marcos a Juan. En vez de la multiplicación de los panes narrada por Marcos, escuchamos el relato del mismo hecho según la versión de Juan. Así, los próximos domingos (con el paréntesis de la Transfiguración) escucharemos a Jesús en su "sermón" sobre el pan de vida, que el evangelio de Juan sitúa después de la multiplicación de los panes, como una "catequesis" del mismo Jesús sobre la Eucaristía.

EN CONTINUIDAD CON EL DOMINGO PASADO

Aunque el relato evangélico sea de Juan, es bueno recordar qué continuidad tiene con el relato evangélico del domingo pasado.

En aquel, de Marcos, Jesús nos mostraba su solicitud para con los apóstoles después de la primera misión que les había confiado. El Señor, después de escuchar la explicación de los suyos, se los lleva para que reposen con él y para que "estando" con él aprendan a ser pastores. La escena acababa mostrándonos a Jesús instruyendo a la multitud que le seguía "como ovejas sin pastor". En el marco de esta solicitud de Jesús para con todos, el evangelista nos narra la multiplicación de los panes. En el evangelista Marcos, esta solicitud beneficia a la multitud que seguía a Jesús y le escuchaba; y en el evangelista Juan se trata de los que le seguían por los "signos prodigiosos " que hacía. Tanto en un caso como en otro, Jesús vela en favor de los que le siguen, no ofreciéndoles sólo el alimento de su palabra y de los "signos prodigiosos" con que la acompañaba, sino también en todo aquello que afectaba la vida de aquellas personas, para que en nada quedaran desatendidos. De paso, Jesús enseña a los apóstoles a velar por todos como pastores del pueblo que les sería confiado.

PROFECÍA DE LA EUCARISTÍA

Sabemos muy bien que la multiplicación de los panes es un gesto profético que anuncia la entrega de la Eucaristía. En el evangelio de Juan esto se pone de manifiesto incluso en el verbo que el evangelista utiliza para acompañar el gesto de Jesús al tomar los panes. Nos dice: "Dijo la acción de gracias", que es la misma expresión usada en la institución de la Eucaristía.

Otra característica de Juan es lo que podríamos llamar el "protagonismo" de Jesús. Él en persona reparte a la gente el alimento multiplicado que sale de sus manos. En los demás evangelios requiere la ayuda de los apóstoles, que son quienes alargan el alimento a todos. En Juan esta colaboración apostólica aparece más escondida: en el diálogo con Felipe, con quien comparte el interrogante de cómo dar de comer a todos, y en la anotación final que concreta que las sobras del pan de cebada (alimento de los pobres) se recogen doce cestos. Así se sugiere discretamente la presencia de los doce apóstoles. Y esto en un momento en que se hace referencia a la tipología mesiánica de la multiplicación de los panes, el alimento que a todos rehace y del cual sobra. Se trata de lo mismo que sucedió en el gesto de Elíseo al dar de comer a toda la comunidad (cf. lectura primera). También el salmo nos conduce a esa misma perspectiva: El Señor alimenta a todos los que le miran esperanzados y que, al ver satisfecha su esperanza, dice: "Abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente".

En la multiplicación de los panes se adivina lo que será la Eucaristía. Es un don de Jesús no sólo para unos cuantos, sino para todos aquellos que le siguen, para todos los que han "escuchado" sus palabras o han "visto" sus obras y en él han puesto su esperanza. Es don que nos proyecta hacia la abundancia de los bienes mesiánicos en el reino futuro inaugurado por Jesús. En el humilde pan de los pobres que en manos de Jesús se convierte en alimento para todos hallamos los mismos indicios que en el agua convertida en el mejor vino y que al final de la fiesta nupcial aporta alegría a todos.

LLAMADOS A VIVIR EN LA UNIDAD

El fragmento de la carta a los Efesios que se escucha este domingo es un recordatorio y una llamada a vivir en la unidad propia de la vida cristiana. Vivir en 'la unidad y en la paz es la vocación a la que hemos sido llamados a vivir los cristianos. Esta vocación la hemos de poner de manifiesto en nuestro esfuerzo por responder con fidelidad (humildad, amabilidad, comprensión, amor mutuo). Así como la hemos de expresar en la confesión de nuestra fe, de la fe que nace de un solo bautismo y nos hace reconocer a Cristo como único Señor y a Dios como único Padre de todos.

Y podemos añadir todavía -y no con la intención de corregir a san Pablo- que esta unidad la vivimos, y hallamos la fuerza para vivirla, en la participación del sacramento de la Eucaristía: signo de unidad y vínculo de caridad. Se trata de la unidad que invocamos en la Plegaria Eucarística III: "Para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu".

JOSEP URDEIX
MISA DOMINICAL 2000, 10, 7-8