REFLEXIONES


N-1.  VALORES/CRISIS: V/SENTIDO: EL HOMBRE DE HOY NO SABE YA POR QUÉ NI PARA QUÉ VIVE.
NEUROSIS/SUICIDIO: LOS INDIOS DE LAS TRIBUS NO CIVILIZADAS NO PADECEN NEUROSIS. LAS "ISLAS DE LA OPULENCIA" REGISTRAN MAS SUICIDIOS Y ENFERMEDADES PSICOLÓGICAS.
JUVENTUD/CRISIS. TRÁGICA SITUACIÓN LA DE NUESTRA SOCIEDAD SI LA MISMA JUVENTUD AMANECE YA A LA VIDA CON UN ESCEPTICISMO TAN RADICAL.

Por encima de todas las crisis que atraviesan de un lado a otro nuestro mundo (crisis económica, política, cultural...) hay otra gran crisis que atraviesa el corazón de los hombres. Es una crisis radical, vital, que afecta a la vida misma, a su sentido, a su validez, a su orientación funda- mental. El hombre de hoy, con mucha frecuencia, no sabe ya por qué ni para qué vive. Nuestro mundo, sobre todo en occidente, está lleno de muchas pequeñas cosas que pugnan por facilitar y hacer cómoda la vida del hombre. El confort y la comodidad llegan cada día a nuevos hogares. La industrialización y la tecnificación invaden diariamente nuevas áreas de la vida humana.

Dicen que los indios de las tribus todavía no civilizadas no padecen neurosis ni enfermedades psicológicas. Sin embargo, como por un trágico contraste, es bien fácil observar que las sociedades más civilizadas (?), las más desarrolladas, las "islas de la opulencia", son las que registran cotas más altas en cuanto a enfermedades psicológicas o suicidios se refiere.

Muchos hablan de la crisis de la juventud actual. Ya no se trata de una crisis moral o de afiliación a ideologías corruptoras. Ahora se trata de una crisis que podría llamarse de cansancio cultural o, más en el fondo, de cansancio vital. Aparece el escepticismo ya en los mismos jóvenes, como prematuramente. En lo poco que han vivido han percibido ya algo así como que la vida no conduce a nada, que no vale la pena luchar por nada, que todo es lo mismo y que todo es superficial y, lo que es peor, que no hay que buscar nada, porque nada hay que encontrar. Trágica situación la de nuestra sociedad si la misma juventud -su parte más joven y sin malear- amanece ya a la vida con un escepticismo tan radical. Paradójica y ridícula la situación de nuestro mundo, que, en las zonas más desarrolladas y confortables, junta al mayor desarrollo económico la mayor pobreza espiritual. Para mayor contradicción, esta pobreza espiritual se combina entre nosotros con una enorme producción literaria en torno a las más sofisticadas discusiones ideológicas.

Pero hoy ya -dicen muchos- no es problema de ideologías. El hombre occidental está cansado. No es ya hoy un problema de ideologías. El problema está en que el hombre comienza a descubrir que muchas ideologías no llevan a ninguna parte. Nos movemos en un círculo. No hay salida. Hay que alzar la mirada hacia otra parte. Muchas neurosis -bien disimuladas tras aparente diversión y frivolidad-, muchas violencias, muchas angustias, muchos suicidios, obedecen simplemente a que el hombre ha perdido contacto con lo vital. Ya no se sabe por qué ni para qué se vive. O, mejor dicho, se empieza a barruntar -y ésa es una tragedia que el hombre no puede soportar en paz- que no se vive por nada ni para nada. No, el hombre no puede vivir así. El corazón humano tiene demasiadas exigencias como para conformarse con un ir tirando o un mero sobrevivir, por muy confortable que sea. Después de todas las diversiones y las agitaciones, por más entretenidas que hayan sido, o en los momentos más serios de la vida, le rebrota al hombre una y otra vez, desde lo más hondo del corazón, la pregunta por el sentido de su vida. Querámoslo o no, al hombre le aparecerá siempre como inútil o perdido todo aquello que, una vez vivido, no lo puede reconocer como valioso para una causa.

Diríamos que en medio de la desesperación, el cansancio y la desorientación actual, el hombre siente desesperadamente la necesidad de un sentido, un camino, una causa por la que vivir. Nos parece que es lo duro y lo difícil lo que cansa al hombre, pero en realidad es lo fácil lo que desespera al hombre. Y en una sociedad como la nuestra, donde se quiere hacer tabla rasa de toda dificultad y llegar al estado de máxima comodidad, el hombre se ahoga si no tiene un motivo para vivir, una causa en cuyo servicio gastarse y desgastarse. El esfuerzo, el sacrificio, el dar la vida generosamente, pueden llenar la vida del hombre con un sentimiento de felicidad más profundo que el de la comodidad, el confort, la diversión. No es lo difícil, es lo fácil y sin sentido lo que angustia al hombre. El que se descarga acaba cansándose, y el que gozosamente toma sobre sí la carga de la donación y el amor permanece joven y lleno de sentido.

En este contexto social es donde hoy sigue teniendo vigencia como nunca la parábola evangélica del tesoro escondido. El hombre moderno sigue buscando inconscientemente un tesoro, un tesoro que vale más que todo lo que le rodea, un tesoro que salve su vida dándole una causa para vivir y para morir, porque las grandes causas para vivir son a la vez grandes causas para morir, para dar la vida por ellas. Lo malo es que hoy en día el tesoro puede estar escondido y sepultado en medio de tanto confort y facilidad como nos rodea.

DABAR 1978/43


2. MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanos: Nos reunimos una vez más en la asamblea eucarística, en el día del Señor, para sentirnos unidos en la fe y celebrar la memoria del Señor Jesús. Él nos anunció la verdad y nosotros hemos dado crédito a sus palabras. En ellas hemos encontrado un tesoro escondido. Y si somos cristianos es porque hemos sido capaces de valorar más que nada lo que él ha puesto ante nuestros ojos. Que esta eucaristía nos confirme en la alegría y la paz de quien ha encontrado un auténtico tesoro.

................

La eucaristía es también un tesoro escondido. Tanto que pasa desapercibido incluso para nosotros, que venimos a misa con asiduidad. Escondido en cosas tan triviales como pan y vino está nada menos que todo el insondable amor de Dios a los hombres. Si descubrimos ese tesoro, si lo apreciamos, nos llenaremos de gozo y nuestra eucaristía resultará de verdad una fiesta.

Pero sólo llegaremos a apreciar ese tesoro, si estamos dispuestos a desprendernos de tantos oropeles que no necesitamos en beneficio de los pobres. Sólo sentiremos de verdad el amor de Dios, si empezamos por demostrar amor a nuestros hermanos los más débiles.


3. DROGA. VIDA/SENTIDO. ESTA SOCIEDAD ES CAPAZ DE DARNOSLO TODO MENOS UNA RAZÓN PARA VIVIR.ESTO ES LO QUE MAS TIENE QUE VER CON LA EXPANSIÓN DE LAS DROGAS: SOCIEDAD/CRISIS  JUVENTUD/PASOTISMO LA FRUSTRACIÓN ESTA EN LA RAIZ DE LA VIOLENCIA QUE PADECEMOS/DEL PASOTISMO QUE NOS CIRCUNDA/DE LA DROGODEPENDENCIA QUE TEMEMOS.

Es alarmante la escalada de la droga. Las investigaciones reflejan que son cada vez más, y cada vez más jóvenes, los que caen en el "pecado original" de querer entrar en el paraíso comiendo o fumando el fruto prohibido.

Algo tiene que ver con este fenómeno la crisis familiar, el desajuste de los matrimonios, las frustraciones del hogar. Más tiene que ver aún el fracaso escolar: años y años de estudio, de exámenes, de aguante... para desesperarse buscando un trabajo o tener que tomar el primero que les venga, y ello con suerte. Pero lo que más tiene que ver con la expansión y el colonialismo de la droga, de todas las drogas, es la crisis de valores que acusa nuestra modernidad. Como diría un famoso psiquiatra de Long Island, esta sociedad es capaz de dárnoslo todo, menos una razón para vivir. De ahí la frustración creciente, profunda, omnipresente.

La frustración está en la raíz de la violencia que padecemos, del pasotismo que nos circunda, de la drogodependencia que tememos.

La droga y el pasotismo, cada cual a su estilo, coinciden en perfilarse como un nuevo sistema de vida, una subcultura, al decir de muchos, o una contracultura. Porque tienen el prurito de ser originales, pero se quedan en meros imitadores de otros; repudian la sociedad de consumo, pero se limitan a ser consumidores de drogas; detestan al hombre gris, familiar y trabajador, educado y respetuoso, pero no son capaces de salir del gris indefinido de la drogadicción, limitándose a ser meros clientes de proveedores encapuchados en la clandestinidad.

Quieren ser libres y reivindican que su vida es sólo suya, rompen todos los vínculos de la familia, del estudio, del trabajo, de la responsabilidad y solidaridad ciudadanas, pero caen irremisiblemente en la más profunda dependencia, siempre al acecho del "camello", pendientes siempre de la dosis que les saque de este cochino mundo y los transporte al paraíso. Paraíso que no es suyo, porque sólo pueden "ser felices" sin enterarse, deshaciéndose de la conciencia. Y así lo dejan todo... por nada.

EUCARISTÍA 1981/36


4. /1Co/04/07 CREATURA/DEPENDENCIA

Cuando el apóstol Pablo pregunta: "¿Tienes algo que no hayas recibido?", no es sólo una pregunta catequética a sus cristianos corintios, sino que deja perenne constancia de una situación fundamental de la existencia humana. Lo que Pablo escribe hace unos dos mil años, es confirmado hoy por la moderna investigación antropológica: la "dependencia" y la "apertura" como consecuencia, pertenecen a la estructura del hombre; determinan, por así decirlo, su constitución.

Quien ha reconocido que el recibir precede al actuar y que, consecuentemente, vive en forma tal que a cada momento parezca recibir una sorpresa, vivirá más profunda e intensamente que otro que únicamente calcula con su esfuerzo y para quien su vida se ha convertido en una empresa calculable (en un problema de aritmética casi), en la que no existen, en absoluto, las sorpresas, y, a lo sumo, cabe aún calcular con averías. En verdad sólo aquél vivirá correctamente, pues su vida puede colmarse con cada momento vivido (...).

Todo lo que somos en la vida, lo hemos llegado a ser porque hemos sido amados por los otros (ser amado es un proceso pasivo). Y lo mismo acontece en cada acto creador; a la producción propia precede siempre la inspiración y un tiempo de incubación. ¿Qué significa todo esto, sino que la vida humana es, en su base, un recibir y que la suprema actividad se alimenta de una pasividad? Cuando el hombre entiende que no es él quien se ha puesto a sí mismo, sino que con todo lo que tiene y es lo "agradece" a otro, entonces mismo empieza a entender correctamente la vida, y a vivir por primera vez auténticamente.

H. ZAHRNT.Pág. 259 s.


5. /SAL/118 D/ABSOLUTO.

El salmo responsorial de este domingo es realmente bello. El salmista ora con unas palabras que ahora podemos repetir y hacernos nuestras. "Mi porción es el Señor, he resuelto guardar tus palabras. Más estimo yo los preceptos de tu boca, que miles de monedas de oro y plata".

Un salmo precioso que, convertido en nuestra plegaria, es voluntad de poseer como máxima riqueza a Dios mismo y verdadero deseo de tener el corazón siempre atento a las mociones del Esp. Sto. Una manera muy sincera de decirle a Dios que Él es el único absoluto y que las demás cosas son relativas.

Que la Eucaristía sea una verdadera experiencia de lo que es Dios como porción nuestra. Pidamos que su voluntad nos consuele. Y que, confortados con el Pan de vida, seamos cada vez más capaces de discernir siempre lo que verdaderamente nos conviene.

J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1990/15


6. VALORES: TODOS ADORAN EN LA MISMA CATEDRAL LOS MISMOS BECERROS DE ORO: DINERO, PODER Y PLACER.
No creo que la división de la sociedad en inmovilistas y progresistas refleje la realidad. Sucede que también al lenguaje llega la moda, y cuando pone en circulación reiterada determinados vocablos éstos acaban por vaciarse de contenido y no significar nada. Tal parece ocurrir con las palabras inmovilismo y progresismo. Aparte de ser dos banderas externas para que el personal se aliste en uno u otro bando, en la praxis unos y otros coinciden en usos, modos y maneras, y si en el inmovilismo puede haber un fondo de falta de conversión, también el progresismo puede esconder la intención de aparentar situarse en línea de salida, pero sin voluntad de innovar nada.

BECERROS/HOY: Todos adoran en la misma catedral los mismos becerros de oro: dinero, poder y placer. El dinero, verdadera polución atmosférica que intoxica a la persona sin que se dé cuenta, pulpo de infinitos tentáculos que llegan a aprisionarlo todo. El poder que corrompe: sacrifica, sin escrúpulos, personas, familias, derechos humanos, libertad y bien común. Funciona como un severo puño de hierro, aunque a veces use, para dulcificarse, mullidos guantes de esponja. El placer, agazapado tras el eufemismo del bienestar, alcanza esta impresionante y preocupante cota: importa más "tener más placer" que "ser más hombre". (...) Acercándonos, ahora, al evangelio del día, no sé qué tiene que ver toda esta feria con el Reino de Dios, y, sin embargo, al discípulo, al cristiano -no huido del mundo sino inmerso en el asfalto- se le pide que su escala de valores arranque del Reino de Dios, y que luche por "hacerse con lo que tiene verdadero valor", que compre el tesoro, que encuentre la perla fina.

COMPROMISO/RAIZ: Introducidos en esta dinámica del Reino de Dios a nadie deben quedarle dudas sobre qué es "hacerse con lo que tiene verdadero valor". Ciertamente no el dinero, ni el poder, ni el placer. Pero a ver quién tiene arte para convencer a sus colegas de esto. Porque "el compromiso total que exige el Reino no se hace por un esfuerzo ascético de voluntad, sino por la alegría de haber descubierto un valor insospechado e incomparable" (Alonso ·Schökel-A). Para ello hay que hilar muy fino, hasta provocar un sereno idilio de enamorados con Dios.


7. D/TESORO DEL HOMBRE.

Dios es el tesoro para el hombre: Desde el punto de vista de un hombre que busca, el tesoro es como una utopía: no sabe dónde está, ni siquiera sabe si lo hay en algún sitio o en ninguno.

Sólo conoce la inquietud de su corazón; porque "donde está tu tesoro allí está tu corazón", y ¿dónde tiene el corazón el hombre que aún no ha encontrado su tesoro? De ahí, por lo tanto, la inquietud, la desorientación, la búsqueda incesante de un sentido para la vida. El corazón errático del hombre, su voluntad, puede en estas circunstancia fijarse en cualquier cosa y agarrarse a ella como si ya hubiera encontrado. Pero no es esto. El tesoro del hombre no es cualquier cosa. No es, desde luego, lo que uno atesora con su trabajo y guarda después en la caja fuerte. No es la riqueza, ni el éxito, ni el poder... No es nada que el hombre pueda alcanzar por sí mismo y sólo para sí mismo. Sino gracioso... Porque es el mismo Dios para lo otro, el Otro: insospechado, sorprendente, el hombre en Jesucristo. El tesoro que uno halla escondido en el campo no es fruto de la tierra, la perla de gran valor no es un bien de consumo que uno pueda comprar en el mercado con su dinero. Y sin embargo es en esta tierra de los hombres y en esta ciudad terrena donde se halla ya el tesoro de nuestro corazón: aquello mayor de lo cual nada podemos pensar, Aquel que es siempre más de todo lo que podemos pensar y que excede a todas nuestras utopías. El mismo Dios se ha hecho el encontradizo en el hombre y para el hombre, aquí, en medio de nosotros. Porque Jesucristo es el "lugar" de Dios, y el hombre -el otro, el pobre, el hermano- es el "lugar" del encuentro con Jesucristo.

-Con inmensa alegría: El que encuentra ese tesoro escondido está dispuesto a dejarlo todo por Dios, por Jesucristo, por el hombre. Y a dejarlo con inmensa alegría. No es que lo dé todo a cambio de lo que es inapreciable, de lo que nadie puede comprar y todos pueden recibir como una gracia.

Sino que ordena todo lo que tiene y todo lo que es en atención a lo que vale de verdad. Y de esta suerte, él mismo queda libre de todo a lo que estaba sometido. Este es un hombre agraciado por el Amor, un hombre libre para amar a los otros. Un hombre libre para dar la vida y lo que es menos que la vida, libre así para ganarla. Y todo tiene sentido para él, porque es un hombre que sabe ya dónde tiene el corazón. Por eso se llena de inmensa alegría.

EUCARISTÍA 1978/35


8. VALOR/PRECIO DINERO/PODER

Se suele decir que lo que más vale es lo que más cuesta. Pero tal identificación es sólo prejuicio mercantilista. Porque en este mundo lo único que cuesta es el dinero. Todos -casi todos- dispensamos mayor fe al dinero que a cualquier otra cosa. Y nuestra fe incondicional es la que hace poderosísismo al dinero, a quienes lo tienen.

Con el dinero hemos puesto precio a cada cosa. Y así todo está perfectamente apreciado. Pero también y progresivamente va resultando todo depreciado, envilecido, despreciado. Por eso, lo que no tiene precio lo menospreciamos. No dudamos en sacrificar vidas humanas para mantener el orden, como no dudamos en polucionar el aire o contaminar las aguas con tal de expansionar la industrialización.

Lo que más vale, por paradójico que parezca, no es lo que más cuesta, sino lo que cuesta menos, lo que no cuesta nada, lo que es gratuito. Lo que más vale es la vida. Y todos la hemos recibido gratis, cuando no teníamos ni dos reales en el bolsillo. Todos vivimos encantados de la vida. Pero la razón de este encanto no es ésta o aquélla, sino la vida. No es la vida que vamos haciendo mediocre- mente, sino la que hemos recibido gratis y con la que vamos construyendo nuestra vida. No es justo hacernos creer que estamos encantados de esta vida, como si fuese la única alternativa posible a la vida. Para esta vida, tal y como la tenemos, todos nos empeñamos hasta los dientes por disponer de casa, de coche, de electrodomésticos, de mil fruslerías. Todos estamos complicados en el desarrollo económico, en la industrialización, en el aumento de la renta. ¡Si pusiéramos igual empeño, a nivel público y privado, por conseguir la justicia, la igualdad, la fraternidad; por hacer posible la vida, la alegría, el gozo, la amistad! No queremos entender que todavía hay cosas que no se compran con dinero. Y precisamente eso es lo que más vale, porque no cuesta nada. ¡Es gratis. Es gracia!

EUCARISTÍA 1975/43