COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Gn 18, 01-10a

 

1.

-Marco redaccional:

Dos tradiciones patriarcales diversas pueden distinguirse en Gn.18,1-15: la comida ofrecida por el patriarca a unos seres divinos (vs.1-8) y la anunciación de un nacimiento milagroso (vs.9-15). Relatos muy similares a éstos pueden encontrarse en toda la literatura oriental.

Un autor, llamado J, ha unificado y remodelado estos dos tradiciones presentándonos una breve y bella historia. Los tres hombres de la tradición patriarcal que visitan a Abrahám (v.2) para el J es el Dios de Israel (vs. 1.13) Así la visita se convierte en una teofanía. Y al reinterpretar estas tradiciones, J tiene una finalidad muy concreta: demostrar que es Dios el que dirige toda la historia patriarcal y humana.

-Comentario.

ABRAHAN/MAMBRE: El relato es sencillo, fresco y gracioso (no sería necesario hacer comentario alguno). Con el calor del día, tres hombres se aparecen a Abraham quien, como buen oriental se halla tomando el fresco bajo la encina de Mambré. El misterio envuelve todo el relato: ¿quiénes son estos personajes? Sólo abren su boca después de la comida; y a pesar de este hálito misterioso, Abrahám no se lo piensa dos veces y pone todo su empeño en atender con sentido hospitalario a sus visitantes: corre a su encuentro, les hace lavar los pies y manda preparar la comida con toda urgencia. Hospitalidad nada común.

Tras la comida, una broma muy pesada. De pronto, los huéspedes preguntan por la mujer de Abrahám, y le anuncian el nacimiento de un hijo. Sara no está ya para bromas: es vieja y no tiene ya sus períodos; por eso se muestra incrédula riéndose (dando así pie al nombre de Isaac). A pesar de la incredulidad de Sara, el milagro se realizará; Dios continúa dirigiendo la historia humana. La promesa de una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y la arena del mar (tema característico de toda la literatura patriarcal) se realizará a través de dos ancianos incapacitados ya para engendrar: Abrahám y Sara.

-Reflexiones.

"... al verlos, corrió a su encuentro... diciendo: Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo... haré que traigan agua..., traeré un pedazo de pan.., escogió un ternero hermoso y se lo dio a un sirviente para que lo cocinara enseguida".

HOSPITALIDAD/ABRAHAN: Hospitalidad sincera la de Abrahám; virtud humana muy característica del mundo oriental. ¿Así se comporta también nuestro mundo occidental? ¿También les decimos a nuestros visitantes pobres: por favor, no pases de largo...? Más bien les damos con la puerta en las narices, les increpamos con el calificativo de "vagos y maleantes" y hasta los encierran en "chirona" ¿Quiénes son los civilizados: los orientales o nosotros? Buena lección nos ofrecen estos pueblos a quienes los "cultos" consideramos como tercermundistas.

La promesa divina siempre se cumple, aunque humanamente parezca imposible. Ante esta imposibilidad humana también nos reímos como Sara y nos mofamos de los que sueñan con ese imposible futuro utópico. Nos falta la fe en el milagro de la promesa.

A. GIL MODREGO
DABAR 1989 38


2. HEBRON/MONTE:

Abrahán fue llamado "el amigo de Dios" (Sant 2,23; Is 41,8; 2 Cr 20,7). En su memoria, los árabes siguen llamando el Jalil (= "el amigo") al monte Hebrón. La escena que recoge la presente lectura es una visita de Dios a su amigo. El texto narra con sencillez y calor humano la acogida que Abrahán, el más ilustre de todos los nómadas, dispensa al mismo Dios. Abrahán despliega en su honor todas las delicadezas de la hospitalidad proverbial en los hombres del desierto.

Abrahán se dirige a los tres hombres diciendo: "Señor, si he alcanzado tu favor...", y continúa seguidamente: "Haré que traigan agua para que os lavéis los pies...". Una interpretación del texto en sentido trinitario (tres personas y un solo Dios) cae fuera del horizonte espiritual de los lectores del AT. Por otra parte, no se trata de un caso aislado: Lot llama igualmente "Señor" a los dos ángeles o enviados de Yahvé que le sacarían de Sodoma con su familia (19, 18-21). Según la mentalidad del autor, Yahvé se manifiesta y se hace presente en sus ángeles (cf. 16,7-14;22,11-18; Ex 3,2-6), sean éstos dos -como en el caso de Lot- o tres como aquí.

Los ángeles no se identifican con Yahvé, pero tampoco son meros representantes que hablen en su nombre en ausencia de Yahvé.

Porque son como el signo visible de su presencia invisible, como los querubines del arca de la alianza que señalan el lugar de la manifestación del Señor. El tránsito de una alocución en plural a otra en singular denota que, en definitiva, es el mismo Yahvé quien habla y actúa por medio de sus enviados.

La narración alcanza su punto culminante en la promesa. Abrahán y Sara eran dos ancianos, pero Abrahán había esperado contra toda esperanza. El nacimiento de Isaac vendría a demostrar que la esperanza de Abrahán en su amigo fiel no iba a ser defraudada.

EUCARISTÍA 1989, 33


3. PROJIMO/ACOGIDA:

Al verlos, corrió a su encuentro (1.lectura). Vivimos en una sociedad que tiende a encerrarnos y hacernos desconfiados; con motivo, claro está. Y así se va formando a nuestro alrededor una especie de caparazón protector, se va endureciendo nuestra piel, vamos volviéndonos indiferentes e insensibles y, en el límite, llegamos a ser inhumanos, sin esta humanidad que nos lleva a reconocer en todo hombre a un semejante, a un hermano.

Y encerrados en nosotros mismos, tampoco encontramos la presencia benefactora del Otro, que se esconde y se manifiesta en los demás. Abrirnos a Dios significa abrirnos al desconocido, al que no conocemos bien. ¿Qué hacemos para no quedar engullidos por una sociedad que nos va encerrando y endureciendo?

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 23-7-1989


4.

A esta familiaridad de Dios corresponde por otra parte la hospitalidad de Abraham. Es preciso saber matar el ternero gordo en honor del desconocido para merecer entrar en su misterio. Para "recibir" a un huésped hace falta haber aprendido a "dar" todo. Esta familiaridad del Dios único con el hombre, hospitalario y acogedor, preludia a la encarnación: el Dios único conduce la historia, pero lo hace con el hombre y el antropomorfismo del relato prepara la encarnación del Hombre-Dios y, a más largo término, la manifestación de las tres personas en Dios.

Todo lo que se le pide al hombre, después de Abraham, es recibir a Dios. La acogida conduce al descubrimiento progresivo de la personalidad del huésped. Así, Abraham, como huésped atento, ha recibido con antelación al Dios único y el misterio insospechado de la personalidad divina.

Así ocurre con la fe en el Señor Jesús. Su discípulo confía en su persona y en su mensaje, y adopta de antemano todo lo que Cristo revelará de su misión con el Padre y el Espíritu.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 179


5. /Gn/18/01-33

Aunque todo este capítulo puede atribuirse a la tradición yahvista, hay que distinguir la narración de los vv 1-16 de la reflexión divina de los vv 17-19, y ambos del diálogo que sigue entre Yahvé y Abrahán (20-33). El yahvista, en estas dos últimas secciones (cuya función es unir las narraciones de Abrahán en Mambré con las de Lot en Sodoma), no se siente tan atado a la tradición como en la primera parte, mucho más antigua, quizá de origen cananeo. Por eso actúa más libremente y puede exponer con mayor claridad su propia teología.

El problema principal de Gn 18 es qué relación hay entre los «tres hombres» y Yahvé. Tomando 18,22 y 19,1 podríamos pensar que los «tres hombres» son Yahvé y dos acompañantes suyos. Sin embargo, si así fuese, resultaría extraño que aceptasen juntos la invitación de Abrahán y que los tres preguntasen por Sara (9). Lo mejor es admitir que Yahvé se manifiesta en los tres y que cuando el texto usa el singular, haciendo referencia expresa a Yahvé, es porque Dios conserva su singularidad por encima de cualquier forma de aparición. En todo caso, esta forma de presentarse Dios es extraña y única en el AT y se puede atribuir, en gran parte, a la contextura politeísta del relato primitivo. Aparte el respeto por la tradición, el yahvista se ha servido del relato para rodear de cierto misterio la aparición de Yahvé y para distinguir entre visitas personales de Dios (a Abrahán) y por mensajeros (a Sodoma). Ciertamente no hay alusión alguna al misterio de la Santísima Trinidad.

Dentro del ciclo de Abrahán, nuestro relato marca una fecha para el cumplimiento de la promesa de un hijo («el año próximo»: 10) y subraya el sentido de hospitalidad del patriarca. Nótese, además, el contraste entre la actitud de Sara, que ríe incrédula, y la de Abrahán, que calla confiado. Por la intimidad que tiene con Dios y porque ha de instruir a sus hijos en el temor de Yahvé, Abrahán recibe la confidencia del plan divino de destruir Sodoma y Gomorra. El clamor contra Sodoma y Gomorra (20) llega a Yahvé (cf. 4,10), como protector del derecho. Este grito exige una investigación. De aquí la fórmula: «Voy a bajar, a ver...».

La problemática teológica que plantea el diálogo de Dios con Abrahán, que intercede por Sodoma, proviene de si la presencia de unos cuantos justos puede impedir o al menos diferir la aplicación del castigo merecido por la mayoría pecadora. La respuesta es clara: Dios está dispuesto a evitar la destrucción con tal de que haya un puñado de justos. La conclusión es igualmente clara: si sobreviene la destrucción no es por falta de justicia o de benevolencia divina, sino sólo por falta de justos.

Todo ello evidencia un cambio respecto a la mentalidad primitiva, de tipo colectivista.

J. MAS-ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 85 s.