COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Col 01, 15-20

 

1. 

Colosenses es un escrito de la escuela paulina, pero hay bastantes dudas de que proceda del mismo Pablo directamente. Las diferencias respecto a las cartas auténticas del Apóstol son muy grandes y las opiniones se dividen sobre su autenticidad. En todo caso es un desarrollo de los temas teológicos paulinos.

El primer tema de tal escrito es el que aparece en esta lectura: el misterio de Cristo. Es el llamado himno cristológico de Colosenses.

Comprende dos secciones. La primera, los versículos 15 a 17, y la segunda, del 18 al 20. En los vs. 15-17 trata de la creación desde la perspectiva cristológica. Se suele atribuir al Padre, pero aquí se destaca el papel de Cristo. Por un lado es la imagen perfecta del mismo Padre; por otro, modelo de toda la creación. Es la traducción paulina del texto de Génesis; puede decirse con toda justicia que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Cristo. Es muy importante este aspecto. Porque la imagen y semejanza de Dios, así sin más, puede interpretarse de muy diversas maneras, dado que no podemos conocer a Dios directamente. Intentar hacerlo, intentar comprender al hombre imaginando a Dios, ha dado lugar a especulaciones sobre la espiritualidad del ser humano, su grandeza, etc. Todo ello puede ser muy acertado. Pero es más seguro ver a Dios reflejado y revelado en Cristo. Y a partir de esa imagen de Dios comprender la realidad humana. Porque en el Señor podemos entender mejor lo que somos y lo que debemos ser.

De ahí la importancia de Cristo para comprender a Dios y comprendernos a nosotros mismos. Esa es también la importancia antropológica de Cristo como modelo nuestro. La segunda estrofa (vs. 18-20) trata de la redención, expresada sobre todo con la imagen de la reconciliación. Esta forma de hablar tiene presente la realidad del pecado en el mundo y en el hombre. No es una creación sin manchar. Necesita recuperar su novedad inicial. De hecho los hombres no hemos vivido el plan creacional de Dios. Por eso también Cristo nos reconcilia con El.

Lo cual no significa que Dios esté enfadado con el hombre y tenga alguien que volverlo benevolente respecto a nosotros. Se trata de una imagen, una metáfora, y hay que entenderla según el "tertium comparationis". Que es el que dos personas están lejanas y se unen. Efectivamente el hombre está lejos de Dios, por culpa suya.

Pero por la acción de Cristo, aceptada por la fe y la incorporación al Cuerpo de Cristo, se acerca a Dios y se llega a hacer hijo suyo.

Esta amistad tiene como objeto principal al hombre. Pero, por medio de él, también el resto de la realidad tiene una relación positiva con Dios, porque la realidad cósmica tiene también relación con el hombre.

Este himno es una de la partes del Nuevo Testamento donde más ampliamente se comenta y expone el significado de Cristo para todos y para todo.

F. PASTOR
DABAR 1989, 37


2.SUPERSTICION/FE:

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible.

Un verdadero himno a Jesucristo, imagen del Dios invisible, engendrado antes de toda la creación, por quien y para quien todo ha sido creado. El es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia, y el primogénito de entre los muertos. Nada se escapa a su plenitud: no existen potencias angélicas ni prácticas mágicas que ejerzan algún dominio sobre nosotros, que hemos sido reconciliados por la sangre de su cruz. Actualmente, cuando se difumina la fe en Nuestro Señor Jesucristo, no sólo queda una creencia sin medida en determinados santos, sino que emergen las viejas potencias: amuletos, signos del zodíaco, tarot... En cambio, los cristianos nos recentramos más y más en Jesucristo, que confesamos como el único Señor de la vida y de la muerte (Gloria y Credo de la misa).

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1989, 15


3. 

La perspectiva de este himno es doble. El Señor resucitado se convierte en Jefe de los fieles que quieran seguirle participando en la vida de la Iglesia. Pero su resurrección lo establece y lo confirma en una preeminencia absoluta sobre la creación natural, y este derecho de preeminencia le viene no solo de que El es el Creador, sino también, y sobre todo, de que El es el Señor de la creación, por su resurrección. En efecto, según la cosmogonía de San Pablo, las potencias y dominaciones angélicas habían usurpado un poder sobre esta creación que la resurrección de Cristo vuelve a dar a su primitivo Dueño. Sin embargo, se corre el peligro de concebir el señorío de Jesús en la misma línea que el de las potencias angélicas, como un reino que quitaría al hombre la libre elección de su destino. No obstante, no es así. Solo el señorío de Cristo, entre los demás señoríos, no es alienante para la Humanidad ni para la creación.

En efecto, este señorío, conquistado por Cristo en su vida humana, se ejerce mediante el trabajo del hombre que recapitula la creación y la espiritualiza progresivamente, perfeccionándose él mismo en la confrontación con la Naturaleza y participando así en el gobierno de Cristo sobre todas las cosas.

Cristo es el Señor de una creación coordinada por el hombre restaurado, y si adquiere este señorío en el misterio de su resurrección es porque esta es la prueba significativa de la reconciliación del cuerpo y del alma, de la materia y del espíritu, de la tierra y del cielo. Si la Eucaristía tiene sentido después de una lectura como esta es porque realiza ya la victoria del espíritu sobre la materia y sobre la "carne".

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 160


4. J/PLENITUD/MUNDO

Himno cristológico que consta de dos estrofas paralelas. En la primera se habla de Jesucristo como principio y centro del mundo creado. En la segunda, como cabeza de la Iglesia. Hay muchas referencias a los libros sapienciales del Antiguo Testamento que hablan de la Sabiduría de Dios personificándola.

Jesucristo ha dado a conocer al Dios invisible: es su imagen. No sólo existe antes que toda la creación, sino que todo ha sido creado por él y destinado a él. Así, pues, no hay nada en el mundo creado que sea ajeno a Jesucristo, ni nada que pueda dominarlo. Todo lo que pueda haber en la inmensidad del espacio o en la profundidad del psiquismo humano, todo está bajo el dominio de Jesucristo. Es más, él da consistencia a todas las cosas. Creer esto da una confianza que ahuyenta todos los miedos hacia cualquier realidad misteriosa.

Paralelamente, Jesucristo es presentado como la cabeza de la Iglesia. De aquí la necesaria e indisoluble unión de la Iglesia con Cristo. El ha muerto y resucitado: es el primero, pues, de la nueva creación, y todos los que están unidos a él, como él resucitarán. Pero ya ahora participan de la vida de Cristo, porque es la cabeza quien da vida al cuerpo. Tanto en la creación, como en la nueva creación (después de la resurrección), Jesucristo es el principio de la vida, pero en la nueva creación también es el hombre exaltado, ¡él que es uno de los nuestros! La plenitud no hay que buscarla en nadie más que no sea Jesucristo. En el, Dios se ha reconciliado todo el universo: Dios no es un rival ni un enemigo de la humanidad, sino que es Aquel que lo da todo, da la vida en Jesucristo por la humanidad entera, por todo el universo; y hace la paz. Creer en un Dios así acaba con todas las imágenes que hablan de un Dios que se desentiende de los hombres, o peor aún, que quiere hacer la pascua. La imagen de este Dios todo él amor es Jesucristo, y él ha derramado la sangre en la cruz, ha dado del todo su vida: así es este Dios invisible.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 9


5.

-Todo fue creado por Cristo y para él (Col 1, 15-20)

Los versículos 12-14 de este primer capítulo de la carta a los colosenses eran una acción de gracias por nuestro traspaso al Reino de Cristo, en quien tenemos la redención y la remisión de los pecados.

La proclamación de la lectura de hoy nos presenta una especie de gran himno a la gloria de Cristo, imagen del Dios invisible, creador y redentor.

El himno se divide en tres partes: Alabanza a Cristo, creador de todas las cosas; acción de gracias por el redentor, Cabeza del Cuerpo de la Iglesia y honor a Aquel que lo ha reconciliado todo en El.

Cristo es creador. Sin embargo, no se podría considerar esta característica de Cristo aislada de otra: la de redentor. Es él quien crea, y es él quien repara la creación y la hace mejor de como había sido creada. Cristo es imagen de Dios invisible: sacramento del encuentro con Dios. Es el primogénito de toda criatura, el primero en el orden de las criaturas, en su condición de hombre-Dios. Todo ha sido creado por Cristo, en él y para él. Si Cristo es el primogénito de toda criatura, es porque está por encima de todas las demás criaturas, pero también porque es anterior a todas ellas. La creación por Cristo supone que está incluida en ella la encarnación que debe restaurarla.

Cristo es redentor. La creación comporta ya la segunda creación. Porque Cristo, por su misterio pascual, crea un Cuerpo, la Iglesia, de la que él es la cabeza. El hecho de que Cristo creador esté íntimamente unido al Cristo redentor, y viceversa, nos da una idea completa del plan de Dios y nos hace ver la redención no como un acontecimiento exterior, sino como un elemento interno que hace estallar el mundo viejo para recrearlo: es el mismo que, como imagen del Padre y Verbo hecho hombre, crea, recrea y constituye un Cuerpo, del que él es la Cabeza. De hecho, recrea el mundo como una sola cosa (jN 17) que él organiza y de la que es el jefe.

Cristo lo ha reconciliado todo en sí. El es plenitud. Por la sangre de su cruz lo ha reconciliado todo, lo de la tierra y lo del cielo. Si Cristo se ha humillado, si ha aceptado la "kenosis", el anonadamiento, la pobreza, el vacío, sobre todo en su pasión (Flp 2, 7-8), ahora es plenitud, es vida, en toda la extensión del término. Por haberse humillado por debajo de los ángeles, ha recibido la exaltación y el nombre que está sobre todo nombre (Flp 2, 9).

Nosotros hemos sido llamados a esta plenitud en Cristo, y tenemos ya contacto con ella, aunque no sea más que porque somos miembros de ese Cuerpo del que él es la Cabeza. Pero además tenemos acceso a esa plenitud de una manera visible cada vez que participamos en un sacramento, como, por ejemplo, el de la Penitencia, que es un sacramento que no solemos considerar bajo este punto de vista, y sobre todo cuando celebramos la eucaristía, como hacemos los domingos. De este modo, Cristo, que lo ha creado todo, no cesa de recrearnos.

Así es la contemplación activa de la vida de Cristo y del cristiano, la cual debería estimularnos a una puesta en práctica y a una constante renovación. Aceptar ser creado por Cristo, en su Cuerpo que es la Iglesia, tal como él lo quiere y lo entiende.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 148


6. /Col/01/15-29:/Col/02/01-03

El texto de hoy es largo y difícil. Quizá resulte más fácil interpretarlo si nos fijamos en el párrafo en que Pablo declara cuál es el objetivo de su tarea apostólica de predicar el evangelio. El Apóstol dice que anuncia a Cristo «aconsejando a todos y enseñando a todos lo mejor que sabemos para (¡objetivo!) hacer de todos hombres cabales en Cristo» (1,28). Trabaja y se fatiga para hacer a todos hombres perfectos, es decir, para llevar a cada cristiano a la perfección en Cristo.

Cabe preguntar cuándo y cómo se lleva a cabo la tarea de aconsejar y enseñar. Al responder, debemos tener en cuenta que el mismo anuncio de Cristo lleva consigo mostrar al hombre que lo escucha cuál es el camino de su perfección en Cristo. Hablar de Cristo al hombre significa, pues, invitarlo a cambiar de vida, a comportarse de una manera acorde con lo que se le dice de Cristo. De hecho, nuestro texto -al referirse a Cristo- habla también del hombre. Una lectura atenta basta para verlo. El hombre, criatura, ya no trabaja solo, por encima de él está Cristo, imagen de Dios invisible y primogénito de toda criatura (v 15). En él, por él y para él ha sido creado el hombre, el cual subsiste también en él, que es el primero (16s). Desde su pequeñez, el hombre ve en Cristo toda la plenitud deseada (19). Los hombres, antes enemigos por su mentalidad y sus malas obras, han sido reconciliados por Cristo en su cuerpo de carne y por su muerte, a fin de que aparezcan ante él santos, sin mancha ni reproche (21s). Ahora bien, Cristo no está lejos, ni en el espacio ni en el tiempo, sino presente. La Iglesia es su cuerpo, y él es entre los gentiles el misterio que Dios ha manifestado a los santos: «Cristo en medio de vosotros, la esperanza de la gloria» (v 27). Esta sería la buena nueva de Pablo a los gentiles y el gran descubrimiento de éstos. Y un hombre iluminado con tan gran esperanza no puede seguir viviendo como cuando no la tenía. Además, si quiere que Cristo sea para él lo que se le ha anunciado, debe mantenerse en la fe y no desviarse de la esperanza del evangelio (23). Conocer a Cristo exige cambio de vida. Está en juego la libertad del hombre que enlaza con la incapacidad de la palabra para mostrar por sí sola que las cosas son realmente como dice.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 469 s.

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