COMENTARIOS AL EVANGELIO

Mt 13. 1-23

Par: Mc 4, 1-20  Lc 8, 4-15

 

1.

Sabemos que cada página del evangelio se puede leer en una doble dimensión: la situación originaria del tiempo de Cristo y su actualización en tiempo de la Iglesia. Esto es así sobre todo para las parábolas. Por eso se han de tener presentes las dos dimensiones en nuestra lectura.

La enseñanza de la parábola del sembrador -ésta parece ser la situación más originaria: la de Cristo- no se refiere ante todo a los oyentes de la palabra, sino a los sembradores, o sea, a los predicadores, el primero de los cuales es Cristo, y en pos de él todos los demás, los cuales no pueden pretender ser más que el Maestro. La parábola, leída en sí misma, sin tener en cuenta las explicaciones que ofrece más adelante el evangelista, llama la atención sobre el trabajo del sembrador; trabajo abundante, sin medida, sin distinciones, que parece inútil por el momento, infructuoso y desperdiciado; sin embargo, dice Jesús llegarán los frutos en abundancia. Porque el fracaso no es más que aparente; en el Reino de Dios no existe trabajo inútil; nada se malgasta.

"Aunque a los ojos de los hombres gran parte de su trabajo parece inútil y vano, aunque los fracasos parezcan sumarse a los fracasos, Jesús está rebosante de alegría y de certeza; la hora de Dios llega y, con ella, una cosecha abundante superior a toda súplica e imaginación. A despecho de los fracasos y las resistencias, Dios hace que de comienzos desesperados brote el espléndido final que ha prometido" (J. ·Jeremías-JQ). De todas formas, éxito o fracaso, derroche o no derroche, el trabajo de la siembra no ha de ser calculado, cauto, precavido; sobre todo, no hay que escoger el terreno o echar las semillas en unos sí y en otros no. El sembrador arroja la simiente a voleo y sin distinguir. ¿Cómo saber en el momento de la siembra qué terrenos van a fructificar y cuáles no? Por eso, dirá Jesús, más adelante, nadie debe anticipar el juicio de Dios; ni siquiera el sembrador tiene derecho a hacerlo.

-La actualización de la parábola. La tradición, ya conocida por Marcos y recogida por Mateo, no se contentó con transmitir la parábola, sino que le añadió una explicación o, mejor, una actualización, que transforma la parábola -dirigida en su origen a los predicadores- en una catequesis para convertidos. La explicación tiene presentes a los fieles, e insiste en la necesidad de algunas disposiciones interiores y personales para que la palabra escuchada sea entendida y crezca. Las principales disposiciones son: apertura y sensibilidad a los valores del Reino, valor frente a las persecuciones, constancia, resistencia al espíritu mundano y libertad interior.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 140


2.

Jesús continúa enseñando, pero lo hace en un lenguaje parabólico. Este lenguaje, lo mismo que todo símbolo, abre la puerta a interpretaciones muy diversas; resultará tanto más fácil a los espíritus tercos encerrarse en sus propias ideas y quedarse en la historieta, ignorando su significado; y a la inversa, los espíritus abiertos, los corazones dóciles, serán discretamente introducidos en el conocimiento de una doctrina profunda: de unos "misterios".

Hay, pues, personas que no acogen como conviene la palabra de Jesús. A los ojos de los discípulos, testigos de este "fracaso" del Maestro, o a los de los cristianos que meditan en la vida de Jesús, en la que, por lo demás, vuelven a ver su propia historia, el esfuerzo de evangelización en medios judíos, ¿no topa con un fracaso casi total? ¿No es la palabra de Dios lo que Jesús trae? ¿Y la palabra de Dios puede ser tan limitada, tan ineficaz e infructuosa? No se trata de ir a buscar la explicación de este drama en la in-significancia de la Palabra o en su ineficacia. La lección que transmite hoy la primera lectura ha sido bien asimilada por el evangelista. Antaño, un profeta isaiano del destierro había hecho reflexionar a sus compañeros de exilio en la incoercible eficacia de la Palabra, en la inevitable realización de lo que Dios ha prometido. Se trataba de mantener en aquellos desgraciados que lloraban "a orillas de los ríos de Babilonia" (Sal 137. 1), la verdad del anuncio profético que prometía, en nombre de Dios, la inminente liberación y un retorno feliz a la tierra de los antepasados.

El evangelista conoce todo esto: está, pues, seguro de que la semilla, símbolo de la Palabra, es capaz de dar frutos abundantes. No hay más que un solo motivo que pueda explicar la esterilidad de una semilla echada en la tierra o la ineficacia de la Palabra predicada a los judíos: la pobreza del suelo que recibe el grano, o en otras palabras, las malas disposiciones de los oyentes.

En cuanto a estas malas disposiciones, Mateo dice varias cosas. En primer lugar, las nombra: inconstancia, afanes de este mundo, seducción de la riqueza. Ve en ello, además, el efecto de la actividad disimulada del Maligno (una causa entre otras). Porque advierte sobre todo que la Palabra se halla en el centro de un conflicto. Hay persecuciones que hacen vacilar a los oyentes inconstantes y que son provocados por la Palabra. Esta tiene, asimismo, adversarios que luchan encarnizadamente contra ella, en un conflicto permanente. Y es que el fracaso que Jesús conoció, mal recibido por los judíos incrédulos, lo experimenta la Iglesia a su vez; pero el profeta Isaías había ya pasado por esa dolorosa experiencia (v. 14/15). El combate de la Palabra y de la incredulidad viene desde los más remotos tiempos de la historia del pueblo de Dios y parece que ha de durar tanto como esa historia.

¿Cuál es su final? Este combate lleva a fracasos repetidos que preocupan al evangelista. Pero al autor le interesa más otra cosa: el éxito maravilloso que, en último término, obtiene la proclamación de la Palabra.

Porque el Evangelio, rechazado, perseguido, combatido ya ha "triunfado". En el seno de un mundo incrédulo, existe hoy una comunidad de discípulos. El inmediato entorno de Jesús era, en un principio, el signo modesto de un cierto éxito de la palabra de Jesús; pero a partir de entonces, todos aquellos que en todos los tiempos, especialmente hoy, se tienen por discípulos de Jesús, son signos de que la Palabra da sus frutos. Tras el "vosotros" (v.11), se oculta, en efecto, toda la Iglesia, se oculta incluso el auditorio que escucha hoy nuestro comentario del Evangelio.

Más que en los adversarios obstinados, Mateo se fija con entusiasta atención en los discípulos de Jesús; los ve vivir en medio de un mundo (v.38) incrédulo: "aquellos que..." (v.12). Los ve, sin embargo, colmados: "A vosotros es dado". Y puesto que en ellos el "don" se ha demostrado eficaz, se les da cada vez más: "A quien tenga se le dará". Este don pródigamente concedido es el de un conocimiento supremo: "conocer los misterios del Reino de Dios". Este conocimiento ilumina toda la vida; gracias a él, sabrán los discípulos hacer las opciones que se imponen y participar como conviene en el combate de la Palabra. Y es cierto que tras la explicación de las vicisitudes que atraviese el Reino al implantarse en el mundo, se oculta un mensaje decisivo: el mensaje pascual. Porque la aventura de la Palabra, constantemente desdeñada, perseguida pero siempre viva y eficaz, semejante al grano de trigo que debe "morir" para dar fruto (/Jn/12/24), ¿no es el misterio de Pascua? El conocimiento de tales misterios es un privilegio del que los discípulos deben ser conscientes. Lo que los cristianos oyen en la proclamación del Evangelio, lo que ven en la experiencia cristiana, hay muchos hombres que no pueden verlo ni oírlo. Aun los Profetas, esos privilegiados del A.T. y con ellos, por lo tanto, todo el pueblo de la Antigua Alianza, no pudieron, a pesar de sus deseos, obtener semejante revelación de los "caminos" de Dios, de los secretos de su Reino.

Esta parábola, al igual que muchas otras parábolas de Mateo, tiene algo de doloroso, de dramático incluso: ¡tanta semilla perdida, tanta palabra rechazada! Pero no percibir los sonidos alegres con que resuena, sería entenderla mal. Aunque no esté permitido permanecer insensibles a esa tragedia que constituye la evangelización y a sus "fracasos", cuyos perdedores son los hombres, ¿sería lícito no dejar resonar nunca en nosotros -acogidas con una profunda humildad- estas palabras de esperanza.

"¡Ah, sí, dichosos vosotros!; dichosos vuestro ojos porque han sabido ver y vuestros oídos porque han sabido oír"? ¿Sería lícito permanecer insensibles ante la promesa, implícitamente contenida en la última frase del Evangelio, y de la que encontramos una formulación más clara en el apóstol Pablo, cuando habla de la "Gloria de los hijos de Dios"? Nosotros sabemos de esa Gloria no sólo que está "preparada" para nosotros, sino además que, con la transmisión de la Palabra, nos está ya comunicada; y que, semejante a una semilla, crece en nosotros. ¡Cómo, entonces, negarse uno a llamarse "dichoso"!

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MATEO
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 183


3.EV/INTERPRETACION: PUEDEN HABER TRES SIGNIFICACIONES EN UNA PARÁBOLA: LA DE XTO/LA DEL EVANGELISTA Y LA DE LA IGLESIA PRIMITIVA.

La parábola del sembrador plantea al lector tres problemas sucesivos: el significado de la parábola tal como salió de los labios de Xto (vv. 1-9), el valor que Mateo le atribuye introduciéndola en esta parte de su Evangelio y, finalmente, la significación de la explicación que da la Iglesia primitiva (vv. 18-23).

a)En cuatro escenas sucesivas, colocadas entre una descripción de la siembra (v. 3) y una descripción de la recolección (v. 8), la parábola propiamente dicha se interesa, sobre todo, por la suerte reservada a la semilla en los cuatro terrenos diferentes. Las escenas están dispuestas de manera progresiva y optimista, para desembocar en la visión de la fructificación extraordinaria de la semilla.

El tema de la cosecha, imagen de los últimos tiempos, es tradicional en Israel (Jl 4. 13); lo nuevo es la insistencia en las laboriosas siembras que la preparan. Jesús, pues, suaviza ligeramente el matiz escatológico de la venida del Reino (cosecha) subrayando más bien las condiciones difíciles de su realización. Proclama la venida del Reino, pero insiste en la lentitud de su instauración y en la dificultad de su maduración.

b)Insertando esta parábola en este lugar de su Evangelio, Mateo da una interpretación cristológica de la parábola. Jesús se plantea el problema de los fracasos y de las resistencias que se oponen a su mensaje: ceguera de los escribas, entusiasmo superficial de las masas, desconfianza de sus parientes, etc.

Pretende dar un sentido a esta incomprensión y lo descubre en la oposición entre el trabajo casi infructuoso del sembrador y la rica cosecha que se recogerá en su tiempo oportuno. Jesús piensa en su misión difícil y la analiza a la luz del juicio que se acerca. Concretamente, este juicio se produce a través de la inteligencia que los discípulos parecen mostrar (vv. 10-17) y que compensa la indiferencia de los otros miembros del auditorio. c)La explicación de esta parábola nos la dan las comunidades primitivas. Para ellas ya no hay que explicar la misión de Xto, sino las motivaciones de su conversión; la cosecha final no les da miedo, sino más bien las dificultades cotidianas que suscita la persecución (v. 21).

Desde este momento la interpretación adopta un matiz alegorizante; cada escena de la parábola se interpreta en función de un tipo de "conversión": ya no importa tanto la semilla como la manera en que es acogida. Hasta el matiz escatológico de la parábola se difumina en consideraciones, sobre todo psicológicas y parenéticas (v. 24). Jesús era optimista sobre el sentido de su misión; la Iglesia primitiva parece más preocupada.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 160


4.PARA/FINALIDAD:PALABRAS ESCANDALOSAS.SU VERDADERO SENTIDO.

Digamos algo sobre "la finalidad de las parábolas", ya que, en nuestro texto, aparecen esas palabras casi escandalosas de Jesús: ¿utilizó las parábolas para que no le entendiesen? Ha habido dos teorías que se han hecho clásicas para explicar estas duras palabras: teoría de la justicia: la parábola oculta la verdad para castigar la infidelidad del pueblo que ha rechazado la palabra de Dios cuando le era expuesta con toda claridad. Esta teoría va en contra de la naturaleza de las parábolas y en contra de la misión de Jesús. Teoría de la misericordia: la parábola no habla con claridad. Jesús recurre a ellas para mitigar la culpabilidad de los que no creían. Teoría injustificada desde las parábolas mismas, que son suficientemente claras. Además, en otras ocasiones, Jesús hablaba no sólo con claridad sino hasta con crudeza.

Para resolver el problema hay que contar con los elementos siguientes: a)el texto está fuera de lugar (lo demuestra el hecho elemental de ser preguntado Jesús por "las" parábolas, cuando en realidad no ha expuesto más que una); b)la expresión se refería originariamente a toda la enseñanza de Jesús, ya que el término "parábola", "mashal" en hebreo, puede significar tanto parábola como misterio, sentencia, enigma, proverbio, enseñanza; c)esta diversidad de significados hizo que, al traducir la palabra "mashal" al griego, y después a las demás lenguas, se convirtiese en "parábola"; d)el texto se halla traducido defectuosamente y reconstruyéndolo en su forma original aramea tendríamos lo siguiente: "a vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del reino de Dios, pero a los de fuera todo les resulta misterioso".

A continuación viene la partícula final "para que"; pero esta partícula puede ser, además de final, consecutiva y entonces traduciríamos así: "de modo que se cumple la palabra de la Escritura" (a continuación viene la cita del profeta Isaías 6. 9-10). Quedan, por tanto, las últimas palabras, las más "escandalosas": "no sea que se conviertan...". Tendríamos aquí latente o subyacente la partícula aramea "dilema", que, además de los sentidos "para que no", "no sea que", tiene también este otro "sea, pues, que..." y en este sentido debe ser entendida aquí.

La conclusión que parece imponerse hoy es que la traducción del célebre y torturante texto debe ser la siguiente: "a vosotros os ha dado Dios a conocer el misterio del Reino; para los que están fuera todo es misterioso, de modo que -como está escrito- miran y no ven, oyen y no entienden; que se conviertan, pues, y Dios les perdonará". La solución de los que están fuera no es desesperada. Tienen todavía una oportunidad: que se conviertan.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1015


5.

Texto. En el contexto precedente Mateo remarca la línea divisoria entre sabios y entendidos por un lado y gente sencilla por otro.

Los primeros se perfilan ya como adversarios y los segundos como familiares. En este contexto introduce Mateo un tipo de enseñanza basada en la parábola. "Jesús comenzó a exponerles muchas cosas por medio de parábolas". Mejor traducción ésta que el "hablar mucho rato" de la traducción litúrgica. Las línea maestras del texto van más por el método de enseñanza empleado que por el contenido de la misma. Veamos. La parábola del sembrador termina con un lacónico "el que tenga oídos que oiga" (v.9). Esta frase está indicando que la parábola contada oculta tanto como desvela, si no más.

Ello motiva la pregunta de los discípulos: "¿Por qué hablas a la gente por medio de parábolas?" (v. 10). En los vs. 11-17 se da respuesta a esta pregunta. La respuesta deja en claro una cosa: las parábolas son un medio adecuado de no decir nada a quien no esté en disposición de escuchar y de decir mucho a quien esté en esa disposición. Por lo tanto, el recurso a la parábola lo entiende Mateo como una forma de remarcar la línea divisoria entre dos grupos. A un lado de la línea están los que no ven ni entienden; al otro, los discípulos, es decir, "todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 12, 50). Esta última cita de Mateo ayuda a aclarar el origen de la división. Esta no obedece a un decreto de Dios, sino a la decisión de las propias personas involucradas. Por aquí van los sorprendentes vs. 11 y 12. El v. 11 parece a primera vista estar formulado en el sentido de una división determinada por Dios.

Sirviéndose del recurso de la voz pasiva, este versículo afirma, en efecto, que es Dios quien concede o permite a unos conocer los secretos de su Reino y a otros no. Sin embargo, el v. 11 hay que leerlo a la luz del v. 12, el cual sirve de explicación a aquél. Lo que pasa es que la explicación está formulada en términos absolutamente chocantes y sorprendentes, muy en consonancia con el estilo oral, agresivo e hiriente, empleado frecuentemente por Jesús. "Al que tienen se le dará más todavía; al que no tiene se le quitará hasta lo poco que tiene". El problema nos surge por entender el verbo tener en sentido de poseer. Pero no es éste el sentido del verbo ni en la dinámica del texto ni en el contexto de Mateo. "Tener" tiene el sentido activo de "producir". "Al que produce se le dará; al que no produce, no". Así entendida la frase, se comprende perfectamente que el v. 11, del cual el 12 es explicación, no pueda entenderse en el sentido de decreto arbitrario de Dios.

El recurso, pues, a las parábolas marca en el Evangelio de Mateo la quiebra de un mundo religioso cerrado en sí mismo, el de los sabios y entendidos, y el surgimiento de una perspectiva abierta y universal, la representada por los discípulos o nueva familia de Jesús. De ahí la larga cita de Isaías, donde se habla del corazón embotado de este pueblo; de ahí también el realce del momento a través del v. 17: "Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver y oír lo que vosotros". Obsérvense las dos mismas denominaciones de profetas y justo que encontrábamos hace dos domingos en Mt. 10, 41 y que responden a categorías de personas cuyo alcance se nos escapa hoy.

El texto finaliza desvelando a los discípulos lo oculto de la parábola, y por consiguiente, lo que Mateo considera importante en la misma. Lo significativo está en los lugares receptores: vereda, pedregal, maleza, terreno fértil. Los tres primeros tienen en común su falta de productividad. Esto es precisamente lo que hay que evitar. La parábola del sembrador en la versión de Mateo es una invitación a ser terreno fértil. No importa la cantidad producida; eso depende de mil circunstancias e imponderables. Lo verdaderamente importante es el ser productivos.

Comentario. Dos aspectos resaltan con luz propia en el texto: la alegría y la invitación a hacer algo.

Alegría por los nuevos tiempos traídos por Jesús. El discípulo de Jesús está llamado a ser portavoz del cambio cualitativo aportado por Jesús y a vivir desde la alegría por ese camino. "Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen". Dios me libre de decir a nadie lo que tiene que hacer. Pero en nombre de Dios, que habla por el texto de hoy, sí que te digo: haz, actúa, sé productivo.

ALBERTO BENITO
DABAR 1990/37


6. /Mt/13/10-17 Entre la parábola del sembrador (Mt 13, 1-9) dirigida a la muchedumbre (Mt 13, 3) y la explicación que de ella da a los discípulos (v. 11), Mateo inserta este pasaje manifiestamente adventicio y destinado a servir de transición. Pero los sinópticos, al tiempo que concuerdan en cuanto al contenido literal de la parábola y de su explicación, ponen de manifiesto una gran libertad en la redacción de esta transición (Mc 4, 10-13; Lc 8, 9-11). El núcleo del pasaje se halla localizado en el v. 11; el v. 12, sin duda un añadido tardío de Mateo (cf. Mc.4, 25), podría ser una restricción al versículo precedente a propósito de Judas (?). El v. 13 saca las conclusiones del v. 11, confirmadas aún más en la larga cita de Is 6, 9-10 (vv. 14-15).

Los vv. 16-17 son igualmente extraídos de otro contexto (Lc 10, 21-22). a) En la literatura judía, los de fuera es un término utilizado para designar a los gentiles (cf. 1 Cor 5, 12-13; 2 Cor 4, 16; Col 4, 5; 1 Tim 4, 2). Marcos le atribuye, sin embargo, otro sentido (Mc 4, 11), refiriéndose a aquellos que, en el momento en que Cristo habla "en casa" (Mc 3, 20) a sus apóstoles y discípulos, se encuentran "fuera" de ella (cf. M 3, 31), es decir, sus parientes y los fariseos (Mc 3, 22). Con la expresión los "de fuera", Marcos se estaría refiriendo a los mismos judíos, los cuales no podrán entrar en el Reino y convertirse (Mc 4, 12) sin que antes hayan depuesto su incredulidad.

b) El texto, en su totalidad, presenta una acusada mentalidad apocalíptica semejante a la del libro de Daniel. Como en el profeta (Dan 2, 47), también aquí parece la revelación en dos tiempos, "secreto" y "misterio", perfectamente marcados; el primero, mediante visiones y símbolos o parábolas; el segundo, mediante explicaciones. Finalmente, las sentencias subrayan el privilegio de los que pueden oir y comprenden las posibles aplicaciones del lenguaje parabólico. Mediante esta forma apocalíptica (véase Mt 11, 25), Mateo trataría de dar a la enseñanza parabólica de Jesús su significación de verdadera revelación procedente de lo alto.

c) En su extensa cita de Is 6, 9-10 (vv. 14-15), Mateo pretende hacer resaltar otra intención de Cristo. Jesús conoce su calidad de profeta y acepta las oposiciones y repulsas inherentes a este ministerio, dificultades a que se ha expuesto conscientemente con motivo de su enseñanza por medio de parábolas, trazando así la línea de demarcación entre fe e incredulidad. A Jesús no le extraña su falta de éxito; su actuación es conforme a las Escrituras y concretamente a Isaías. El mismo se encamina así hacia su Pasión. La cita de Is 6, 9-10 es, sin embargo, diferente en Mateo y en Marcos. Para este último, hablar en parábolas es un acto de Dios que, mediante este procedimiento, juzga y condena a los incrédulos. Las modificaciones aportadas por Mateo ("porque" en lugar de "para qué" y "no ven" en lugar de "ven y no conocen", en los vv. 12-13) ponen de manifiesto que la razón de hablar en parábolas no debe ser buscada en Dios, sino en las disposiciones hostiles del auditorio. Veamos en todo esto más un clima de pasión por parte del profeta que un auténtico juicio de Dios.

d) Al redactar este texto, Mateo bloquea las corrientes apocalíptica y profética, uniendo el optimismo de la primera ante los privilegios de los que reciben la revelación, al pesimismo de la segunda, con motivo del rechazo de que es objeto el profeta por parte de la mayoría. Hecho esto, confiere al conjunto un acento nuevo; el de la oposición entre creyentes y no-creyentes, oposición que se acentúa más aún cuando se descubre como algo evidente que es "secreto" de Dios, un misterio insondable suyo (corriente apocalíptica) el oponer aquellas dos categorías, mientras que el pensamiento de Jesús era distinto.

e) Mateo (como Mc 4, 1-34) escribe en un momento en que la Iglesia naciente está preocupada por la incredulidad de Israel. El cap. 13 responde a esta inquietud. Mc 4, 11-12 subraya que Jesús no revela su secreto más que a los discípulos y deja a las gentes de fuera en la ignorancia; y así, gracias a la enseñanza parabólica, establece una especie de juicio entre creyentes e incrédulos. Mateo soluciona el problema haciendo ver que, el no comprender la enseñanza de Cristo, si esa falta de comprensión es querida por Dios, no resulta de una decisión arbitraria, sino que es consecuencia de disposiciones espirituales insuficientes.

Cristo se pregunta sobre la significación del fracaso de su ministerio profético, y la conclusión que de ello saca es clara: la Pasión ha sentado ya plaza en su vida; la muerte se perfila al término de su misión, y esta prueba definitiva será la que dé el verdadero tono de su fidelidad.

La comunidad primitiva también se pregunta, a propósito de este mismo pasaje, sobre el fracaso que constituye para ella la negativa de Israel a admitirla en su fe en el Señor. En la apocalíptica judía encuentra la solución a esta angustia: es "secreto" de Dios el separar así a los hombres en creyentes y no creyentes, y el preparar de este modo el juicio de la humanidad.

También la Iglesia actual se pregunta sobre su aparente fracaso y sobre su creciente disminución en el mundo. Pero sabe guardarse muy bien de recurrir a la apocalíptica judía para dividir el mundo entre buenos e impíos, ya que la frontera entre el bien y el mal pasa a través de cada hombre. La única salida que le queda entonces es hacer suyo el punto de vista de Cristo. Porque aunque Cristo haya entrado en la gloria, no por eso la Iglesia quedará dispensada de la ley del fracaso y de la significación pascual del sufrimiento.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 189s


7. Mt/13/10-17: FE/ESCUCHAD/MISTERIO

Jesús responde que Dios es "misterio": no es una realidad fácil de conocer. Dios no está a nivel de las cosas; se toca una piedra, se ve un árbol, se oye a un amigo. Dios no es de este orden.

El misterio de Dios no es una verdad que se impone a la inteligencia humana. Es un secreto, un misterio, que sólo se da a los que están dispuesto a escuchar. "Mirar sin ver y escuchar sin oír ni entender".

Esta es la segunda razón dada por Jesús. Si el misterio de Dios, es de por sí un secreto difícil de descubrir, es también verdad que muchos hombres son culpables de ni siquiera buscarlo.

¿Busco yo a Dios? "Ni entender con el corazón" En-tender, o sea tender en dirección de alguien. Ser fascinados por Dios. Tomar postura ante él. Dirigirse a él con todo el ser. Sólo entonces se está en disposición de oir y comprender. Primero se convierte uno, o sea, se vuelve hacia... se tiende hacia... y después se comprende.

Hasta humanamente, las mismas cosas son vistas y oídas, de distinta manera por varias personas. ·Scheler ha escrito que si atraviesan un bosque tres sujetos: un pintor, un botánico y un comerciante de maderas, uno habrá visto unas violetas y colores maravillosos (el pintor); otro habrá visto unos musgos diminutos y muy raros, que sólo existen en esa región (el botánico); otro habrá visto cuántos metros cúbicos de madera se pueden sacar por hectárea (el maderero).

"Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen". Debiéramos pedir esos ojos que ven y esos oídos que oyen. Ver con los ojos de la fe tantos acontecimientos de nuestra vida que solamente vemos con una mirada humana.

Toda nuestra vida es una parábola en la que Dios está escondido y desde donde nos habla. Uno puede quedarse en el interior de las cosas y de los acontecimientos, o bien, "ver" y "oír" a Dios en el centro de todas las situaciones humanas.

Creyente es el que ve y oye a Dios en las cosas vulgares -alegres o tristes- de cada día.


8.

Texto.El domingo pasado remarcaba Mateo una linea divisoria entre sabios y entendidos por un lado y gente sencilla por otro. En este contexto se abre la tercera compilación doctrinal del primer evangelio, caracterizada por las parábolas como vehículo de enseñanza.

El texto comienza con la exposición de la parábola del sembrador y finaliza con la aclaración de la misma. Entremedio se recoge una conversación de Jesús con sus discípulos acerca del método de enseñanza adoptado: ¿por qué hablas a la gente por medio de parábolas?

La respuesta de Jesús a esta pregunta deja en claro una cosa: las parábolas son un medio adecuado de no decir nada a quien no esté en disposición de escuchar y de decir a quien está en esa disposición. El recurso, pues a las parábolas es una forma de remarcar la linea divisoria entre los dos grupos arriba mencionados. A un lado de la línea están los que no ven ni entienden; al otro, los discípulos, es decir, todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt. 12,50).

Esta cita de Mateo, tomada del contexto inmediatamente precedente al texto de hoy, ayuda a aclarar el origen de la división en dos grupos. Esta no obedece a un decreto de Dios, sino a la decisión de las propias personas involucradas. El v.11, en efecto, parece a primera vista estar formulado en el sentido de una división determinada por Dios. Este versículo, sin embargo, ha de leerse a la luz del 12: al que tiene se le dará más todavía; al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Esta formulación resulta chocante, pues tener suele entenderse en sentido de poseer. No existe, sin embargo, el sentido del verbo ni en la dinámica del texto ni en el contexto de Mateo. Tener tiene el sentido activo de PRODUCIR. Al que produce se le dará; al que no produce, no. Así entendida la frase, se comprende perfectamente que el v. 11 no deba interpretarse en el sentido de decreto arbitrario de Dios.

El recurso, pues, a las parábolas marca en el evangelio de Mateo la quiebra de un mundo religioso cerrado en sí mismo, el de los sabios y entendidos, y el surgimiento de una perspectiva abierta y universal, la representada por los discípulos o gente sencilla. De ahí la larga cita de Isaías hablando del corazón embotado. De ahí también el realce del momento en el v. 17: os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver y oír lo que vosotros.

El texto finaliza desvelando a los discípulos lo oculto de la parábola. Lo significativo en la misma son los lugares receptores: vereda, pedregal, maleza, terreno fértil. Los tres primeros tienen en común su falta de productividad, justamente lo que hay que evitar. En la versión de Mateo la parábola del sembrador quiere ser una invitación a ser terreno fértil. No importa la cantidad que se produzca; eso depende de mil circunstancias e imponderables. Lo verdaderamente importante es ser productivos.

Comentario.-Lo expuesto en el análisis del texto no dejar lugar a dudas al buen entendedor: menos palabras y más hechos. He aquí el santo y seña del buen discípulo. Junto a este aspecto esencial del texto, hay otro apenas mencionado en el análisis: alegría por los nuevos tiempos traídos por Jesús. El discípulo está llamado a ser portavoz del cambio cualitativo aportado por Jesús y a vivir desde la alegría de ese cambio.

DABAR 1993/37


9.

La presente parábola es la primera de una serie que recoge Mateo en el capítulo 13. Jesús la pronunció sin duda en un momento crítico y culminante de su vida pública, cuando comenzaba a concentrar su atención en los discípulos ante la creciente incredulidad del pueblo y el rechazo de los fariseos.

La parábola del sembrador experimentó una acomodación pastoral cuando los apóstoles la predicaron a la primitiva comunidad de Jesús. El comentario que sigue a la parábola y su interpretación en los v. 18 al 23 es el resultado de dicha adaptación.

El sentido de la parábola de Jesús es que, a pesar de las dificultades de la siembra, la cosecha está asegurada; es decir, que el Reino de Dios, iniciado en la persona de Jesús y proclamado por Jesús, es una fuerza viva que avanza irresistiblemente hacia su plenitud y gloriosa manifestación, hacia la cosecha final. La Palabra de Dios es como una semilla, pequeña en apariencia, pero llena de vida. No todos la escuchan y la albergan en su corazón; pero quienes la reciben con fe darán fruto.

Jesús no habla en parábolas para que no le entiendan; nadie habla en verdad para que no le entiendan. Esta sentencia (cf. 1,15) significa que la parábola esconde siempre un sentido profundo y sugiere la conveniencia de una seria meditación. Sobre todo, es una manera de provocar y de estimular la atención.

EUCARISTÍA 1993/33


10.

Mateo recoge en el capítulo 13 siete parábolas sobre el Reino de Dios. Leemos la primera parte y su interpretación, separadas por una explicación sobre el porqué del lenguaje parabólico. A lo largo del capítulo se adivina fácilmente la mano del evangelista en la elaboración de los materiales de que dispone.

A menudo el evangelio según Mateo nos dice si Jesús está "en casa", donde habla privadamente con los discípulos, o bien si sale para encontrarse con la gente. En este caso, vemos que Jesús habla a la gente desde una barca, y no se dice que vuelva a casa hasta el versículo 36; pero, entre la parábola del sembrador y su explicación, Jesús habla privadamente a los discípulos, lo que no concuerda con el hilo de toda la narración. La parábola del sembrador apunta a lo que sucede en la acción de sembrar, teniendo en cuenta la manera cómo se hacía en tiempos de Jesús en Palestina: se araba después de sembrar. La parábola hace referencia al fracaso de la siembra (que se menciona tres veces y de manera progresiva) y, sobre todo, al éxito final, que es esplendoroso.

La explicación de la parábola, que seguramente no es original de Jesús, hace referencia más bien a la tierra que recibe la semilla, es decir, a las disposiciones de los que escuchan la palabra de Dios y a la acogida que le dan.

Entre la parábola y su explicación, Mateo ha inserido un fragmento sobre el porqué del lenguaje parabólico que Jesús utiliza. La parábola revela y esconde a la vez: todo depende de la sintonía y la disposición del que escucha. Una cita de Isaías sirve para mostrar lo que ha pasado realmente: algunos se han cerrado a la palabra de Jesús, mientras que otros (los discípulos) han hecho caso de ella. Quizá podríamos decir que los discípulos son el verdadero "resto de Israel" que ha sido fiel a la línea de los profetas y los justos que deseaban la manifestación de Dios.

JOSEP M. GRANE
MISA DOMINICAL 1994/09