COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 10, 1-12. 17-20

Par: Mt 10, 9-15 - Mc 6, 8-11

Ver Lc 10, 1-12

 

1.

Texto. Una fórmula de transición característica de Lucas, no recogida en la traducción litúrgica, sirve de lazo de unión entre el texto de hoy y el del domingo pasado. Los setenta y dos de los que hoy se habla guardan relación con los mensajeros enviados el domingo pasado. En ambos casos se trata de ir por delante de Jesús preparándole el camino, anunciando su inminente llegada.

Los mensajeros, a los que Lucas no denomina discípulos, van por parejas. Tal vez haya que explicar esta circunstancia por la noción de testimonio. Según el derecho judío, en efecto, para la validez de un testimonio se requería la declaración de al menos dos testigos. La embajada de Jesús la forman, pues, treinta y seis parejas. Dada, sin embargo, la multiplicidad de lugares por visitar, el número resulta insuficiente: la mies es abundante, los obreros pocos.

La embajada no será fácil (os mando como corderos en medio de lobos) y deberá ser llevada a cabo con prontitud, sin detenimientos superfluos o innecesarios (no llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino). A propósito de estas sorprendentes recomendaciones quiero aducir unas muy parecidas que se encuentran en la tradición judía escrita. Hablando de los peregrinos que llegan a Jerusalén y de la prohibición de alojarse en la explanada del templo, se dice lo siguiente: "Que nadie entre en la explanada con bastón, ni calzado, ni con bolsa de dinero". Es decir, la prohibición de entrar con bastón, bolsa y calzado era un modo gráfico de decir a los peregrinos que no podían alojarse allí. A este respecto me remito a lo dicho el domingo pasado sobre el lenguaje gráfico, cuyas características nos resultan a nosotros tan extrañas y sorprendentes. Con demasiada frecuencia se interpretan las recomendaciones de hoy en el sentido de que la evangelización debe hacerse desde la economía de medios y desde la pobreza. Y a lo mejor resulta que debe ser así. Pero nunca recurramos al texto de hoy para apoyar esto. El texto invita simple- mente a las treinta y seis parejas a que sean conscientes de que su misión no admite demoras ni aplazamientos, porque el Jesús al que anuncian viene detrás, pisándole los talones.

Siguen a continuación en los vs. 5-12 otra serie de recomendaciones cuyo denominador común es la importancia del momento. Por dos veces resuena la frase: Está cerca el Reino de Dios. Puede incluso que la traducción exacta sea: Ha llegado el Reino de Dios. En la concepción de Lucas los enviados son en realidad precursores, Juanes Bautistas, y el reino de Dios se identifica con Jesús. Toda la carga de imágenes y de amenazas empleadas por el precursor Juan las traspasa Lucas a las treinta y seis parejas de precursores. El papel de éstos es especialmente importante: ellos anuncian al Jesús que llega, o mejor, al que ha llegado ya. El momento es demasiado importante como para pasar de él. El simbolismo y la amenaza son un buen recurso para realzarlo.

Sin solución de continuidad. Lucas presenta a las treinta y seis parejas retornando a Jesús (vs. 17.20). El ambiente es festivo y feliz. Jesús es el Señor. Las fuerzas del mal, personificadas en demonios, serpientes y escorpiones, están desarmadas. El propio Satanás, el fiscal de la corte celeste, ha caído en desgracia y es fulgurantemente depuesto de su función. En esta misma corte celeste aparece el libro de registro de los pertenecientes al pueblo santo de Dios. La situación tiene, pues, mucho de apoteósico y de paradisíaco. Estamos ante una descripción del final de los tiempos, tal y como este final era imaginado entonces, con toda su carga de símbolos fantásticos.

Comentario. En el camino de la vida cristiana hay momentos especialmente felices. El texto de hoy refleja uno de ellos, particularmente importante para los cristianos. Subrayamos lo de cristianos porque, una vez más, este texto ha sido aplicado unilateralmente a las vocaciones, casi diríamos que ha sido secuestrado.

El texto está escrito con unas coordenadas espaciales y culturales muy concretas. Pero detrás de ellas se esconde un arquetipo, un modelo válido para cualquier época. Este modelo es el de cristiano-precursor. La tarea del cristiano es proclamar que Jesús ha llegado o, lo que es lo mismo, que el reino de Dios ha llegado. Una tarea urgente y necesaria para que nuestro mundo sea diferente de lo que es.

Esta tarea, con toda su praxis transformadora de la realidad, debe ser motivo de orgullo y de alegría. Pero no por lo que pueda significar de éxito personal, sino por lo que significa de transformación, de realización efectiva del Reino de Dios. El cristiano debe experimentar la alegría de saber que está colaborando con Dios a hacer un mundo diferente.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989, 36


2.

Sentido del texto. 1. Versículos 1-12. La primera etapa (caps. 4-9, 50) ha sido concebida por Lucas en perspectiva nacional judía (por ello se habla en ella de doce enviados. Doce era el número de tribus de que se componía Israel); la segunda la concibe en perspectiva internacional (por eso se habla de setenta y dos enviados). Pero si la etapa judía la enmarca el autor bajo el signo del rechazo (cfr. Lc. 4, 16-30), con la segunda hace lo mismo (cfr. Lc 9, 52-63). El Reino de Dios, pues, no parece interesar a nadie y sin embargo es urgente que el Reino de Dios sea una realidad en nuestro mundo. Rechazo y urgencia constituyen el trasfondo del texto y explican la agresividad de unas imágenes a las que no hay que poner paños calientes. La oposición al Reino es expresada con la imagen plástica del lobo. Esta condiciona y sugiere el resto de las imágenes: no llevar nada, no saludar a nadie, no andar de casa en casa, sacudir el polvo del calzado.

Imágenes todas ellas evocadoras y al servicio de la urgencia de que el Reino de Dios sea una realidad en el concierto internacional.

Versículos 17-20. El reverso de la moneda. No todo es fracaso: el Reino de Dios es también una realidad tangible en nuestro mundo.

Esto es lo importante y lo que debe constituir motivo de alegría, mucho más incluso que el hecho de la desaparición del mal. Esta desaparición sólo es válida si en lugar del mal toma cuerpo la realidad positiva del Reino. (Evítese absolutamente dar al versículo 20 una interpretación de salvación en el cielo).

DABAR 1980, 38


3.

La situación es contratante (abundancia de tarea-escasez de brazos) y urgente (la mies o se siega o se echa a perder). Hay, pues, que solicitar brazos y no perder tiempo. Esto segundo es lo que Jesús quiere decir cuando prohíbe a los mensajeros saludar por el camino (el saludo oriental no es nuestro simple "adiós", era algo mucho más parsimonioso y ceremonioso). No olvidemos que, en una cultura de tipo oral, lo que se quiere decir no siempre coincide con lo que materialmente se dice, sino con lo que le sugiere aquello que se dice.

La tarea es arriegada (de nuevo esto viene dicho por medio de una imagen, v.3). En estas circunstancias, cuanto menos bagaje más agilidad para huir del lobo. Sin duda, la verdadera dificultad del texto estriba en saber cuál es la realidad simbolizada por la mies. Por exigencias de coherencia dentro del texto y dentro de todo el evangelio esa realidad no es otra que el Reino de Dios. Para Lucas, éste ha hecho su aparición en la persona y en la obra de Jesús de Nazaret. No aceptar, pues, a Jesús equivale a no aceptar la alternativa que Dios ofrece al hombre. Ahora bien, Jesús ya ha sido rechazado en los comienzos absolutos de su actuación (Lc. 4, 16-30) y ha vuelto a ser rechazado en su segundo comienzo (decisión de ir a Jerusalén, Lc. 9, 51-56). Lucas sintetiza el significado de estos rechazos en el enunciado con que hoy se abre el evangelio: la mies es abundante y los obreros pocos. La situación es, pues, dramática y urgente. Ello explica el tenor de las imágenes y de las palabras de los vs. 2-12. Sería por consiguiente una extrapolación lamentable querer ver en ellas un modelo sociológico de evangelización. Sería asimismo una reducción simplista hacer del enunciado del v. 2a una oración por las vocaciones sacerdotales.

Segunda parte (vs. 17-20). -Al contrario de lo acaecido a los primeros mensajeros (Lc. 9, 52-53), los segundos fueron aceptados. No todo es negrura. El tema central de estos versículos es la alegría, derivada de la contemplación de un mundo nuevo. El mundo viejo empieza a desaparecer. Este mundo viejo está expresado con imágenes simbólico-mitológica, cuyo valor no está en lo que dicen, sino en lo que sugieren. ¿Es la contemplación de un mundo nuevo sin más la sola razón de la alegría? Para Jesús el mundo nuevo es impensable sin Dios. La razón última de la alegría es que en este mundo nuevo Dios y el hombre se han por fin reencontrado. Esto es lo que Jesús quiere decir en el v. 20, sirviéndose de una imagen ampliamente extendida en el Antiguo Oriente y en el Antigua Testamento (cfr. Ex. 32, 32-34; Is. 4,3; Sal. 69, 29; 87, 6; Dan. 12, 1).

DABAR 1977, 41


4.

Lucas relata una misión de los setenta y dos, después de la de los doce (9,1). Los apóstoles eran doce conforme al número de las tribus de Israel. Pero luego viene la misión de los setenta y dos (o de los setenta): estas cifras simbolizan la multitud de las naciones paganas. Esta misión, pues, prefigura la tarea que incumbe a la Iglesia hasta el fin del mundo: evangelizar a las naciones (cf. Mt, 28, 19).

Cuando la Iglesia lleva bastante tiempo en algún lugar, fácilmente se piensa que todos han tenido oportunidad de recibir el evangelio, lo cual es una falsa ilusión. Aun en los mejores casos, muchos, especialmente los más pobres, han esperado durante años la visita de algún apóstol o misionero.

Cuando se va al encuentro de la gente, primero se debe dar la paz, o sea, llegar como amigo, de parte de Cristo y su comunidad, y esto significa emplear tiempo para escuchar y conocer las inquietudes de los que se busca. Sólo entonces podrá darse una respuesta buena y decir: os ha llegado el reino de Dios. O sea, aunque tengáis mil problemas, creed que Dios se acerca hoy para una reconciliación. Este es el momento de la reconciliación con los hermanos y vecinos, de deponer las amarguras y confiar en Dios que solucionará a su manera lo que supera nuestras fuerzas.

La misión sirve tanto para formar misioneros como para despertar a los que son visitados. Jesús formó a sus discípulos no sólo por la enseñanza, sino enviándolos a hacer la misión. Fue así como envió a los setenta, al poco tiempo de conocerlos. Asimismo, hoy, los que mejor sirven para el trabajo son, muchas veces, los que más recientemente han conocido a Cristo.

EUCARISTÍA 1989, 31


5.

Siguiendo a Gn 10 (texto griego), en el que se habla de setenta y dos naciones paganas que hay en el orbe, Lc prefigura la misión que comenzó después de pentecostés (24, 47; Hech 1, 8) con el envío de los setenta y dos discípulos. Además se les envía "de dos en dos" con una doble finalidad: 1) para protegerse mejor de los bandidos que pululaban por los caminos; 2) para cumplir Dt 17, 6 y 19, 15, donde se dice que dos testigos hacen un testimonio válido. Implícitamente se viene a decir que el anuncio de la llegada del reino es cierto. Aquí está programada la tarea de todo creyente cristiano: decir con palabra y con la vida que el reino de Dios está formándose ya.

Estas exigencias de la misión no hablan de un cierto ascetismo, sino más bien de la disponibilidad necesaria para una predicación rápida y eficaz del reino: hay que presentarse ante los hombres con el mismo desasimiento que ante Dios. Incluso no hay que detenerse a "saludar" a nadie; fórmula que parece indicar que los mensajeros no deben buscar el cobijo de las caravanas de viajeros para sus viajes apostólicos. Deben rechazar también esta forma de seguridad. El mensajero tiene que poner su confianza exclusivamente en aquel que le envía.

Al entrar en una casa, el mensajero trae la paz: poder que abraza a toda familia que le recibe. En el fondo, esta "paz" se convierte en una expresión mesiánica: la paz del reino final. Es decir, Jesús mismo es la paz que los discípulos van predicando (cf. Jn 14, 27). Esta paz es solamente eficaz para el que la recibe (v.6). De aquí que "hacer la paz" (Mt 5,9) viene a convertirse en la tarea del creyente.

Jesús quiere sin duda que sus misioneros no anden de un lugar a otro en busca de algo cada vez más confortable, sino que consagren todo su tiempo y energías a la misión. Lit.: "se ha aproximado hasta vosotros el reino de Dios". Es la primera vez que Lc habla del "aproximarse" del reino (cf. Mt 3,2). Esta proclamación es algo muy importante y viene a decir: el colmo de nuestras esperanzas está a punto de cumplirse. Esto es lo que hay que decir, aun a costa de una negativa (vv. 11. 12). Para realizar una tarea de tal calibre, es preciso haber conectado experimentalmente con aquel que envía. Lo contrario es exponerse al fracaso.

EUCARISTÍA 1977, 32


6.

-"Designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos...": Jesús, en su camino hacia Jerusalén, envía un grupo de discípulos para prepararlo . Ya antes había enviado a los doce en el contexto del ministerio en Galilea. El número de 72 discípulos no está claro si es un dato que tiene un simbolismo parecido al de los 12. Algunos comentaristas han apuntado hacia 72 pueblos nombrados en Gn 10, 2-31, según la versión griega: se trataría de una referencia a la futura evangelización de los gentiles. La misión de dos en dos refleja la práctica de la primera comunidad, pero esto no significa negar que Jesús preparó a los discípulos para predicar la irrupción del Reino.

-"La mies es abundante y los obreros son pocos... Mirad que os mando como corderos en medio de lobos": En las instrucciones de Jesús, se detecta urgencia, prisa y la constatación de la hostilidad en el horizonte. El anuncio del reino no admite dilaciones, estorbos ni entretenimientos, por eso deben ir ligeros, deben evitar quedar atrapados por las formalidades sociales ("no os detengáis a saludar a nadie por el camino").

Tampoco debe perderse el tiempo buscando alojamiento confortable o comidas bien preparadas. El anuncio del Reino no permite distracciones, es la urgencia de una cosecha que está a punto y debe evitarse que se pudra. Las acciones de los discípulos se concretan en predicar, curar a los enfermos y rezar, ya que no todo depende de su esfuerzo (Dios es el amo de la mies).

-"Cuando entréis en un pueblo y no os reciban...": El anuncio del reino no siempre hallará acogida, pero esto no debe provocar el silencio ni el desánimo. El enviado ya sabe que hallará oposición, como el mismo Jesús. La amenaza sobre aquellos que rechazan el ofrecimiento del Reino, se piensa concretamente en la actitud de Nazaret y en la de la aldea de los samaritanos que no han acogido el paso de Jesús.

-"Los setenta y dos volvieron muy contentos...": La segunda parte de la lectura presenta el regreso de los discípulos después de su misión llenos de euforia y el comentario de Jesús que consta de tres partes:

a) "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo": No se trata de ninguna visión extática, sino de una expresión simbólica que resume los efectos de la acción que han llevado a cabo los discípulos: ha sido una victoria sobre el poder de Satanás que atenazaba a los hombres. Frente a la actuación de Jesús y de los discípulos, Satanás deja de ejercer su función acusadora.

b) "Y no os hará daño alguno": El mal y sus manifestaciones ha sido sometido a la autoridad que procede de Jesús.

c) Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo": Pero el gozo de los discípulos no sólo proviene de que han vencido al mal, sino porque Dios los ha inscrito en el libro de los salvados (idea del AT: libro de registro de los que pertenecen al pueblo santo de Dios). No todo está en sus manos, es Dios quien tiene la última palabra de salvación.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 14


7.

Antes (Lucas 9, 1-6) Jesús había enviado a los Doce. Ahora envía a setenta y dos. Algunos entienden que este número se refiere al conjunto de las naciones paganas según la antigua versión griega de Génesis 10. Los envía de dos en dos, probablemente porque sólo así era válido el testimonio.

Hay mucho trabajo a realizar: seguramente por eso no basta con los Doce. Hay que pedir ayuda al dueño (Dios), para que haya nuevo personal para realizar la labor, una labor que es obra de Dios.

Las diversas recomendaciones a los enviados muestran la urgencia y la peligrosidad de la tarea a realizar: hay que hacerla sin medios, sin entretenerse, aceptando buenamente lo que les sea ofrecido, y ofreciendo la paz y anunciando que el Reino de Dios está cerca mediante la palabra y los gestos que le deben acompañar: como hace Jesús.

El Reino debe anunciarse incluso en el caso que no sean recibidos. Porque de la acogida de este Reino depende la salvación, la vida, o el desastre total: no acoger el Reino comporta una suerte peor que la de Sodoma, el modelo por excelencia de ciudad cerrada a la voz de Dios.

La misión da fruto. Los setenta y dos vuelven contentos: el mal es vencido por el poder del nombre de Jesús. En el tiempo de Jesús, SAtanás, que aquí significa el príncipe del mal, es vencido. Pero esta alegría de los discípulos puede nacer de una mala comprensión de su actuación. Por eso, la advertencia final de Jesús recuerda qué es lo importante: tener el nombre inscrito en el cielo, es decir, vivir en la esfera de Dios, participar de su vida.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 9