COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

2 Co 12, 7-10

 

1.DEBILIDAD/FUERZA:

Los adversarios de Pablo, para desacreditarlo a los ojos de los corintios, quieren servirse de su superioridad sobre él en el campo de los carismas. Pablo no puede entonces contenerse en poner de relieve la acción de Dios en la debilidad de su ministerio (2 Cor 11, 14-33) e incluso tiene que probar que no tiene nada que temer de sus acusadores, aun sobre el plano de los carismas. Si no se gloría más y pone más bien en relieve su debilidad, es porque no defiende su propia persona, sino la naturaleza misma del ministerio apostólico.

El tema de la debilidad domina este pasaje. Ocurre así además cada vez que Pablo describe su ministerio apostólico (1 Cor 4, 9-13; 2 Cor 4, 7-15; 6, 4-10; 11, 23-33; 12, 9-10); su debilidad humana es bien visible, pero deja lugar a Cristo que viene a habitarla con su fuerza y poder.

Si el ministerio apostólico se acompaña a veces de algunos fenómenos carismáticos, Pablo no quiere que se encuentre en esto la prueba de un mandato. Para él, solo la debilidad exterior desvela la naturaleza profunda de su misión. También ve la garantía de esta última más en los soplidos de Satanás y la espina en la carne (vv. 7-9) que simboliza probablemente la enemistad de los falsos hermanos (sentido de esta expresión en Núm 33, 55; Jos 23, 13; Ez 28, 24) que en los carismas de los que goza.

El criterio del ministerio apostólico es, pues, evidente: hace falta saber aceptar en la vida con alegría y paciencia, todo lo que pueda asemejar a la humillación del Señor. Aplicado a los seudo-apóstoles de Corinto, este criterio basta para poner al desnudo su hipocresía. De hecho, Pablo no hace más que aplicar al ministerio de Cristo los criterios esenciales de la vida cristiana, imitación de la sabiduría de Cristo que se ha humillado hasta en la debilidad para glorificar a Dios, manifestando la vida divina a todos los creyentes (2 Cor 13, 4; 1 Cor 1, 18-19; 2, 2; Fil 2, 6-11) y ofreciéndoles la participación en el poder de la resurrección.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969, Pág. 134


 

2.

En el amplio contexto de las vivencias personales de Pablo hallamos el siguiente párrafo presente.

En primer lugar, es prácticamente imposible y ciertamente inútil preguntarse cuál era concretamente la "espina" de la carne. Desde luego, "carne" no es sólo lo físico, sino todo el yo en cuanto débil. Por eso la espina puede consistir en cualquier cosa en este campo: debilidad interna o externa. No hay pistas suficientes para determinarlo. Más importantes son otros temas: en general, ¿qué significación tiene lo negativo para la existencia humana?, ¿ha de ser el cristiano masoquista?; ¿le gusta a Dios especialmente el sufrimiento humano?, etc.

Pablo habla de un "correctivo". De hecho, él, como todos los hombres, tiene puntos flacos. Uno pretende superarlos, pero no siempre puede. El Apóstol ve en esta situación una manifestación de la voluntad de Dios, que nos ha hecho hombres concretos en estas condiciones. También se da cuenta del peligro de confiar en las propias fuerzas. Es la antinomia constante del hombre, grande y pequeño a la vez. Entonces pretende sacar las mejores consecuencias de la situación. Por una parte, la confianza total en Dios y la desconfianza en uno mismo, experimentada y no pensada. No se alegra de lo negativo en sí mismo, sino porque para el hombre histórico que somos supone una posibilidad mayor de aceptar y vivir la acción de Dios. Uno ve que es El quien actúa e importa. Por eso lo negativo le ayuda a centrarse más en Dios y menos en sí mismo. No es masoquismo, sino percepción realista de la situación humana global y pretende sacar el mayor partido posible, aun de aquello que de entrada no es positivo, pero puede serlo.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1988, 37


 

3.

El conocimiento de la "espina en la carne" de Pablo se perdió ya en las primeras generaciones cristianas. Pablo, debido a su natural pudor, no especifica su contenido. Los Padres de la Iglesia occidental, basándose en la expresión latina de la Vulgata "stimulus carnis" pensaron en tentaciones contra la castidad, otros lo interpretaron como persecuciones u obstáculos graves de sus adversarios, otros lo refirieron a alguna enfermedad. Esta última es la interpretación más aceptada en la actualidad. El texto no nos permite especificar qué tipo de enfermedad, aunque algunos lo refieren a enfermedades de los ojos o a fiebres maláricas, típicas de la región.

La atribución de tal mal a "un ángel de Satanás" es normal en la mentalidad hebrea de la época, que desconocía las causas segundas y todo lo refería a causas trascendentes. Lo importante del texto es la interpretación creyente que Pablo hace de su enfermedad: "para que no tenga soberbia". Para el creyente todo suceso o situación se convierte en interpelación para la fe. Para Pablo es una invitación a la abnegación de sí mismo y a no confiar en las propias fuerzas. Como cristiano, el apóstol entiende toda su vida como participación en el Misterio Pascual de Cristo y es así que en la debilidad de la existencia humana se manifiesta la fuerza de la cruz y de la resurrección de Cristo.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 1991, 14


 

4.

-San Pablo termina su segunda carta a los de Corinto, en la que se ha visto obligado a hacer una especie de panegírico de su persona, recordando sus limitaciones humanas. El fragmento que hoy leemos pertenece a esta especie de "autorebajamiento". La intención profunda del apóstol es mostrar que toda la grandeza de su misión tiene su origen en la gracia de Dios y no en sus propios méritos. En ningún momento intenta minimizar la gloria de la misión apostólica (sería falsa humildad), pero al mismo tiempo es siempre plenamente consciente de su debilidad personal (humildad como verdad).

-El difícil equilibrio del que da muestras Pablo -orgullo de su misión sin vanagloria, reconocimiento de su debilidad sin pusilanimidad- debería ser una cualidad permanente en cuantos formamos la Iglesia. Sin dejar de ser débiles, hemos recibido la fuerza de Dios. Debemos ser, por tanto, atrevidos en la proclamación del Evangelio, a pesar de nuestras propias infidelidades al mensaje que anunciamos. Cuanto más clara sea la conciencia de nuestra debilidad, más eficaz será la fuerza de Dios y más alejados nos encontraremos del estúpido triunfalismo.

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973, 2B


 

5.

-Fuerte en la debilidad (2 Co 12, 7-10)

S. Pablo alude a las revelaciones que ha recibido. Podría haber sentido orgullo. Pero el Señor le ha preservado de caer en él, humillándole mediante una "espina" en la carne que le puede asemejar a quien está bajo el imperio del demonio y no a un representante de Dios. En aquella época las debilidades nerviosas y otras muchas enfermedades eran consideradas como obra del demonio. Efectivamente, S. Pablo agradece a los Gálatas que no hayan "escupido" sobre él, gesto que se usaba para exorcizar al que estaba enfermo o ciego y supuestamente dominado por el demonio (Ga 4, 14). Parece inútil intentar precisar cuál es la "espina" de que habla S. Pablo. Se ha hablado de tentaciones sexuales, sin prueba alguna posible. Sin duda se trata de alguna enfermedad humillante y crónica; algo que indispusiera de algún modo a sus auditores y predispusiera a negarle audiencia. ¿Es un hombre de Dios (los Galatas le recibieron como a un ángel (Ga 4, 14) o es un poseso de Satanás?

El Señor no quiere librar a S. Pablo de esta "espina" que le hace partícipe de la cruz de Cristo, humillándole, y dándole a la vez fuerzas en su debilidad. Es el poder de Cristo lo que habita en él, en su propia debilidad. Es por tanto, fuerte, siendo débil, y así queda todo el sitio libre para el poder de Dios que habita en él. El Cristo humillado y en cruz tenía en sí mismo toda la fuerza del Espíritu y en el mismo momento en que estaba sumido en el sufrimiento y parecía débil, arrancaba al mundo del pecado y le elevaba con él a la vida de Dios.

La vida de persecución, de dificultad, de sufrimientos de todo tipo, no es para el cristiano fuente de desesperanza y de desánimo, sino que es una vida que toma toda su fuerza en el Señor que vive en él. Esta debilidad y estos sufrimientos posibilitan al cristiano hacer el vacío en sí mismo para que pueda habitar en su vida la fuerza de Cristo.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979. Pág. 145


 

6.

Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. La segunda carta a los Corintios es compleja, hasta el punto que a menudo se ha dicho que se trataba de diversos fragmentos de cartas unidos. Sea como fuere, los capítulos finales (del 10 al 13) forman una unidad dedicada a la defensa del ministerio de Pablo frente a los falsos ap6stoles y también frente a los que le acusan. El comienzo del capitulo 12 entra en el nivel más personal de las visiones y revelaciones que Pablo ha recibido, y que le ponen en una especialísima relación con Dios.

Pero, una vez mencionadas estas visiones y revelaciones, el apóstol pasa a señalar que esta especialísima relación podría correr el peligro de provocarle orgullo y creerse superior. Con el fin de evitarle esta tentación, Dios mismo le ha enviado algo que le hace dar cuenta de su debilidad. Pablo describe esta tribulación como "una espina en la carne", "un ángel de Satanás que me apalea"; y con esta descripción parece referirse a alguna enfermedad penosa que le dificulta la vida.

Y a partir de la experiencia de esta "espina en la carne", Pablo reflexiona sobre el sentido de las debilidades que vive el creyente, las debilidades que proceden de la contingencia de la condición humana. Estas debilidades hacen experimentar que toda la fuerza viene de Dios, y toda obra al servicio del Evangelio se realiza porque Dios la realiza. Por eso, si bien Pablo preferiría ahorrarse el sufrimiento que esta situación que vive le provoca (y así lo ha pedido al Señor), después se da cuenta de que su debilidad hace resaltar en él la fuerza de Cristo. Por eso, vivir la debilidad es motivo de gloriarse, porque es en la debilidad donde se ve la única fuerza verdadera.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 9