EVANGELIO
Los teólogos no pueden cometer el error y el pecado de creerse autosuficientes en virtud de sus conocimientos sencillos. Hay que escuchar a la gente sencilla, al creyente popular, que es un excelente depositario de la revelación constante de Dios.
Todo el que quiere recibir la revelación y comulgar en la salvación de Cristo debe revestirse de mansedumbre y humildad de corazón. Si tenemos fe, no es por merecimiento propio, sino porque hemos sabido aceptar el Evangelio con actitud de «gente sencilla» y porque hemos acudido a Dios para que remedie nuestro cansancio y nuestro agobio.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11,25-30.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
Te
doy gracias, Padre, Señor
de cielo y tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos
y
las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo
me lo ha entregado mi Padre,
y
nadie conoce al Hijo más que el Padre,
y
nadie conoce al Padre sino el Hijo
y
aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados
y
yo os aliviaré.
Cargad
con mi yugo y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón,
y
encontraréis vuestro descanso.
Porque
mi yugo es llevadero
y
mi carga ligera.