36 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO
10-18

 

10. 

"Porque mi yugo es suave y mi carga ligera", decía el Señor (Mt. 11,3O). El yugo del Señor no es como el que soportaron los judíos, «un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar" (Hch. 15,10). La carga de Jesús no es como la de los fariseos que «atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas" (Mt. 23,4). Tampoco es como la carga que nos echan encima nuestros vicios y pecados. "Contempla a un hombre, explica san Agustín, cargado con el peso de la avaricia; mira a otro que suda, respira con dificultad y sufre sed bajo el mismo peso y que con su fatiga añade peso al peso... ¿No es pesada la avaricia? ¿Por qué te despierta del sueño la misma que en ocasiones no te deja dormir?, y quizás tienes juntamente con ella el peso de la pereza, y los dos, malísimos, que combaten entre sí, te oprimen y te desgarran... La pereza te dice: «duerme"; la avaricia: «levántate". La pereza: «no sufras el frío del día"; la avaricia: «soporta incluso las tempestades del mar..."

El yugo del Señor no esclaviza y la carga del Señor no destroza. "Mi yugo es suave y mi carga ligera". ¿Dónde ponemos el acento, en el sustantivo o en el adjetivo? ¿Lo importante es que es yugo, aunque suave; que es carga, aunque ligera? ¿o al revés: que es suave, aunque yugo; que es ligera, aunque carga? ¿Quiere decir que subyuga, aunque poco, que pesa aunque menos?; ¿o al revés, que libera aunque es yugo, que aligera, aunque es carga?

Cuando Jesús pronuncia estas palabras está ofreciendo alivio y descanso. Quiere quitar a la gente sus fatigas y agobios, porque andaba terriblemente cansada y fatigada. Lo nuevo que ofrece Jesús no es el yugo y la carga, que ya tenían de sobra, sino liberación, suavidad y ligereza. Dios no ha venido a derrumbarnos, sino a levantarnos; no quiere que perezcamos como esclavos, sino que vivamos libres y en plenitud. Lo nuevo, pues, de Cristo no es el yugo, sino la libertad; no es la carga, sino el alivio. Por eso aquello de: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, que yo os aliviaré". No quiere que caminemos cansados y cabizbajos, sino que corramos sin ataduras por el camino del amor, que es él. Pero ¿es posible un yugo que sea suave y una carga que sea ligera? Nada hay tan ligero para el ave como el peso de sus alas. Y ¿qué es el corazón para el cuerpo? Es un peso el corazón, pero pesa menos el cuerpo que siente latir el peso del corazón. Yugo es también el cordón umbilical que une el feto con el vientre de su madre, pero ¡qué suave es esa atadura que le da vida!

Jesús convoca a todos los cansados y agobiados y les promete un alivio eficaz. Pero resulta que ese alivio no es una medicina o un alimento o una droga. No. El alivio es otro yugo y otra carga; les quita un yugo con otro, les cambia una carga por otra. ¿Qué quiere decir Jesús? Su palabra me cautiva. Quiero beber de su fuente. Quiero saber lo que significa el yugo y la carga de Jesús, que están dotados de una gran fuerza liberadora.

"Cargad con mi yugo y aprended de mí". Esta frase me ilumina. Jesús pone en la misma línea la carga, el yugo y el aprended de mí. Son conceptos unidos, que mutuamente se explican y se integran. Es como si dijera: mi carga y mi yugo es el que aprendáis de mí. ¿Te das cuenta? ¡Qué liberación! Mi carga y mi yugo es que escuchéis mi palabra y sigáis mis ejemplos. Mi carga y mi yugo es que guardéis mi palabra y prolonguéis mis pasos. Mi carga y mi yugo es mi evangelio.

El evangelio de Jesús. Habría que pedirle a Pablo que nos enseñara toda la profundidad y toda la fuerza que se encierra en el evangelio de Cristo. "Yo no me avergüenzo de este evangelio, que es la fuerza de Dios que viene a salvar a todo el que cree" (/Rm/01/16). Para esto fue escogido Pablo, para proclamar este evangelio. Para Pablo, el evangelio es, sin duda, un yugo suave y una carga ligera. ¡Cuántas penalidades y sufrimientos por el evangelio! «Del evangelio, del que fui establecido predicador, apóstol y maestro. Por esta causa padezco" (2Tm. 1,10-12). Una carga, el evangelio para Pablo. Pero ¡qué dulce carga para él! No puede vivir sin ella. _¡Ay de mí si no evangelizase!" (ICor. 9,16). El evangelio es su peso y su recompensa, su ley y su gozo, su obligación y su canción. Sin esta carga se sentiría frustrado y condenado, como un aborto. ¡Si ha nacido para eso! (Gal. 1,15-16). Por esta misión es capaz de todo y lo arriesga todo (Hch. 2O,24). Esta carga es para Pablo la fuente íntima de toda su energía y de toda su felicidad. Carga ligera.

Al decir evangelio de Jesús, significamos su palabra, su doctrina, sus gestos salvadores, su vida entregada. El evangelio de Jesús es el misterio de su amor. El evangelio de Jesús es el mismo Jesús, que viene a nosotros como maestro, amigo, salvador.

Su palabra. Es una carga: debes acogerla y cumplirla; exige cantidad de renuncias y de entregas. Pero es ligera: es fuente de luz y de vida; lleva consigo fuerza inmensa y fruto abundante. Carga con la palabra de Jesús y verás qué ligero te encuentras. Su vida. Es una carga: exige seguir a Cristo con la cruz. ¡Y qué pesada a veces! Pero es ligera: cuando te compenetras con la vida de Cristo, sentirás en ti la fuerza de su Espíritu y su resurrección. Es la mayor fuente de alegría.

Su persona. Es una carga: ¿cuánto pesa Cristo? Recuerda la leyenda de San Cristóbal. Lleva sobre sí el peso del mundo y los pesos de todos los hombres. Pero es ligera: si cargas con Cristo, él te quitará todas tus cargas. Si cargas con el Cristo prolongado, notarás que no eres tú quien le lleva, sino que alguien te lleva a ti.

Pero yo quisiera concretar algo más. Todo el evangelio de Jesús, todas sus palabras, toda su ley, toda su vida y toda su persona, se resume en una gran palabra, en una experiencia fuerte y determinante. Esa palabra y esa experiencia es Amor. Todo el evangelio de Jesús es la explicitación del infinito amor de Dios en él manifestado. Todas sus palabras son de gracia y misericordia. Toda su ley es que nos amemos. Todas sus actitudes y toda su vida son una manifestación de este infinito y gratuito amor, que se entrega hasta el fin. «Aprended de mí", dice, no a crear el mundo o hacer milagros, sino a ser «manso y humilde de corazón". La persona de Jesús se define e identifica como el Amor encarnado. Entonces podemos concluir, el yugo suave y la carga ligera de Jesús no es otra cosa que su Amor.

AMOR/YUGO: «Cargad con mi yugo_, cargad con mi amor. Nada tan pesado como el amor, pero nada tan ligero como el amor, "Amor meus, pondus meum". El amor es el peso de nuestro corazón. Mi amor es mi peso, pero es también mi estímulo, mi alimento, mi gozo, mi fiesta, mi perfume y mi fuerza."Luz, voz, fragancia, alimento y deleite de mi hombre interior" (·AGUSTIN-SAN Confesiones, X,6,8).

«Cargad con mi yugo", dejaros amar, acoged mi amor, vivid en el amor. Es exigente, atado y comprometido el amor, pero es gratificante, ligero y atractivo el amor. Si acoges en ti una partecita tan sólo del amor de Dios, te sentirás como triturado por esta energía infinita, pero sentirás también una capacidad sobrehumana, la fuerza que creó el mundo. Para aguantar este amor hay que tener "buena salud". Explica jocosamente Santa Teresa(·TEREJ): "Hay complexiones tan flacas que con una oración de quietud se mueren". Pues «¿qué será cuando da al alma arrobamientos, que la saca de sus sentidos...?". Lo mismo digamos del amor. El amor de Dios es una fuerza arrebatadora.

"Cargad con mi yugo". Se aplicaba esta imagen a la ley judía. Sabemos que era insoportable, con sus 643 preceptos, que nadie podía cumplir, y apenas saber. Más insoportable aún por el rigor de su interpretación, como se prueba en lo relativo a las purificaciones, ofrendas y sacrificios, descanso del sábado. Jesús se compadece de los que soportaban este yugo deshumanizador. Por eso dice: "venid a mí". Yo os quito ese yugo que os fatiga. Yo pongo sobre vuestros hombros otro yugo que os libera. Yo os quito esa carga que os deprime. Yo echo sobre vuestras espaldas una carga que os fortalece. Mi yugo y mi carga, mi ley es una sola: el amor.

Cargad con mi yugo quiere decir: amaos, vivid en el amor. ¿Véis qué liberación? Ya no os preocupéis de otras prohibiciones y obligaciones. No tenéis más ley que la del amor. "Ama y haz lo que quieras", «nada será obligatorio ni prohibido. Sólo una cosa prohibida: amar sin amor".

"Mi carga es ligera". Diríamos que estamos obligados a amar, que el amor es una carga. Pero no es una obligación impuesta desde fuera. Es una ley impresa con letras de espíritu en nuestra intimidad; es como un fuego que te arde por dentro; es el bautismo de fuego; es el Espíritu que se ha derramado en nuestros corazones, obligado, es decir, capacitado para amar.

¿Entiendes ahora por qué es un peso ligero? Peso, porque es fuerza que te urge a la mayor entrega. ¿Ves como se esfuerza la madre que vela por su criatura? Ligero, porque es fuerza que te eleva y te sublima. ¿No ves cómo se siente llena la persona que se vacía por los demás? Mi ley, mi yugo y mi carga son fuente de libertad.

"Aprended de mí". Difícil asignatura. No es un libro a memorizar. Es una vida a asumir. Que estas reflexiones, desde la oración nos ayuden a aprender algo de esta ciencia secreta y sublime.

«Por eso doblo mis rodillas ante el Padre...
para que os conceda, según la riqueza de su gloria,
que seáis vigorosamente fortalecidos
por la acción del Espíritu en el hombre interior,
que Cristo habite por la fe en vuestros corazones,
para que, arraigados y cimentados en el amor,
podáis comprender con todos los santos
cuál es la anchura y la longitud,
la altura y la profundidad,
y conocer el amor de Cristo,
que excede a todo conocimiento,
para que os vayáis llenando hasta la total plenitud de Dios."

(Ef 3,14-19)

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
ADVIENTO Y NAVIDAD 1987.Págs. 5-9


11.

-Manso y humilde de corazón (Mt 11, 25-30)

Este texto se ha utilizado también en la fiesta del Sagrado Corazón (ciclo A), pero hoy su conexión con la primera lectura nos lo presenta bajo otro punto de vista nuevo. Cristo es un Mesías humilde. Dejaremos a un lado en nuestro análisis lo que podría ser recuerdo de catequesis anticuadas y que en realidad podría llevarnos a prescindir, por una tierna sosería, de la verdadera mansedumbre y humildad de Jesús. Se trata de entrar en la escuela de Jesús; Jesús es humilde y la humildad es, en el plan de Dios, condición para entrar en los secretos de la revelación; quienes no son pequeños y humildes no tienen acceso a la revelación .

El texto tiene el aire de una oración clásica judía de bendición: "Te bendigo, Padre", y se expresa a continuación el motivo de la exclamación: "porque lo has ocultado a los sabios y prudentes y lo has revelado a los humildes".

Existe pues, una expresa voluntad del Padre: ocultar el plan de salvación a los sabios y revelarlo a los pequeños. Volvemos a encontrar esta voluntad concretizada en varios pasajes del Evangelio. Nadie puede conocer al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera revelárselo. Para recibir esta revelación es preciso abandonar la propia sabiduría humana y ser "pequeño". Del mismo modo, para conocer al Hijo que está presente y para reconocerle en sus milagros y palabras hay que renunciar a la sabiduría de los hombres. Es necesario, por tanto, entrar en la escuela de Cristo, si se quiere conocer al Padre y al Hijo. Hay hacerse discípulos y llegar a ser como El, manso y humilde de corazón. A ese precio encontraremos el descanso y la paz aun cuando tengamos que llevar el yugo del Señor.

-Un rey humilde (Zac 9, 9-10)

El Mesías que nos presenta este texto es humilde. Es lo que Jesús nos dice de sí mismo en el Evangelio. En este caso, el profeta Zacarías nos invita a exultar de gozo y alegría ante la llegada del Rey. Se expresa en términos poéticos y es muy posible que evoquen una liturgia de la comunidad proclamando su alegría. El profeta quiere preparar al pueblo para el recibimiento y la acogida.

Las cualidades a que alude, se espera tradicionalmente encontrarlas en cualquier rey; justo y victorioso. Pero nos podemos preguntar si estas cualidades no tienen, en este caso, una característica especial. Que el rey deba ser justo y victorioso aparece en muchos textos del Antiguo Testamento. No está en eso lo original. Cuando adquiere una rara riqueza es, por ejemplo, en el poema del Siervo de Isaías cuando se declara "justo" al siervo porque la atención divina se ha fijado en El hasta el punto de que es el Señor mismo quien le da la victoria (Is 53, 11-12). Parece que Zacarías ha utilizado estas palabras "justo v victorioso" en ese mismo sentido mesiánico, lo mismo que el calificativo "humilde" que emplea a continuación, nos lleva a Isaías, cuando hace decir al Señor que el que El ha elegido es el humilde, el humillado (Is 66, 2).

Este Mesías pobre y humilde rehúsa la cabalgadura de los grandes personajes y prefiere un modesto asno. Los profetas criticaron el uso del caballo en los cortejos, porque veían en ello una actitud orgullosa y belicosa (por ejemplo, Is 2. 7). Ya el libro del Génesis veía al liberador como un hombre humilde que montaría un asno (Gn 49. 11).

Pero este Mesías humilde es el que consigue el éxito de establecer la paz; romperá el arco de los guerreros y establecerá la paz. Las lecturas de este día, nos animan, por tanto, a entrar en la escuela de Cristo. Y de una manera doble. El se presenta como manso y humilde de corazón, como un rey humilde. Todo orgullo doctrinal, toda perspectiva autoritaria, dominadora, triunfalista de la Iglesia y de la religión cristiana, debería desaparecer. Aun cuando haya estructuras doctrinales e institucionales intangibles, aun cuando no se las pueda aminorar, no se las debe presentar con la rigidez orgullosa y perdonavidas de las doctrinas y poderes humanos. La Iglesia, su doctrina, sus instituciones, deben presentarse con firmeza pero con humilde suavidad. En segundo lugar, la humildad de la búsqueda doctrinal debe estar siempre presente en toda reflexión teológica. No que haya que renunciar a profundizar en los misterios de Dios, pero la oración y la humildad deben ser siempre la condición de base en toda búsqueda doctrinal.

También la proclamación de la verdad debe ser humilde. Todos nosotros transmitimos con nuestra propia debilidad lo poco que nuestra falta de humildad nos ha permitido captar de los misterios de Dios, de Cristo y de la Iglesia.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 57-59


12.

Estamos ante una invocación y un desahogo espontáneo de Jesús. Aquí podemos ver como lugar privilegiado la profundidad del alma de Jesús y su predilección por la "gente sencilla".

Se siente conmovido porque el Padre ha revelado las cosas del Reino a ellos y no a los sabios y entendidos. A los sabios y entendidos de aquel tiempo, que eran los escribas y doctores de la Ley, y a los sabios y entendidos de todos los tiempos, que parecen saberlo todo, y así se lo creen ellos, y no saben ni entienden de las cosas de Dios. Es para hacer un corte y una parada y ponernos a pensar en estas palabras de Jesús y tratar de aplicarnoslas a nosotros.

No es que Jesús se oponga y rechace el verdadero saber, pero sí al saber que hincha y engríe y que aparta del amor de Dios y de los hermanos.

La fe y la bondad del corazón no es cosa de saber ni de inteligentes (¡arreglado estaría el hombre, si esto fuera cosa de listos!). Por fortuna, la fe y el Reino de Dios está especialmente al alcance de la gente humilde y pobre. Porque suelen ser más limpios de corazón y esta es la condición para ver a Dios. Jesús siempre ha reclutado a sus discípulos entre la gente sencilla y este es el camino para todos aquellos que le quieren seguir.

Llama también a los cansados, a los que están "rendidos y abrumados". La verdad es que Jesús es un jefe y maestro un tanto o muy especial. No creo que en toda la historia haya habido alguien, profeta o lo que sea, que haya abierto sus brazos de esta forma a la muchedumbre de cansados y agobiados. Es una llamada original y sorprendente. Uno no sabe para que se puede convocar a toda esta gente que no tiene gana de hacer nada. Pero Jesús los llama y les promete reposo y consuelo. Aunque sólo fuera por curiosidad merece la pena acercarse a este hombre. Lo que pasa es que es mucho pedir curiosidad a los cansados.

Parece que la invitación va dirigida especialmente a la gente sencilla y sin voz, cargados por el peso insoportable de la Ley, sus prohibiciones y prescripciones. Jesús se dirige a todos los agobiados por el peso de una religión que fomenta los escrúpulos y los complejos de culpa, hecha o dirigida por hombres que se creen sabios y entendidos y poseedores del buen espíritu.

Desde el fondo de la historia y desde las profundidades de la conciencia humana brotan estas palabras: Gracias, Jesús.

Este es un mensaje particularmente atrayente para el hombre de hoy, tan cansado del peso de la vida, del largo caminar, de las incidencias del viaje, de las incomprensiones, de los fracasos, de las personas que nos rodean, de nosotros mismos, de la injusticia, de la dureza, de la desconfianza, del "stress" y agobio de la vida moderna.

Habría que preguntarse por las causas de este cansancio del hombre y especialmente del hombre de nuestros días.

Pero más que las causas nos interesa el remedio y esto los cristianos lo debemos tener claro.

Jesús es el único camino hacia el Padre, hacia Dios, el único salvador. No hay otro. Sólo el Hijo conoce al Padre, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. El Padre de Jesús, el Dios de Jesús, es el verdadero y único rostro de Dios que hay que presentar al hombre de hoy. No otro dios como puede ser el de la filosofía y del poder. Un Dios cercano al hombre, misericordioso, metido en la historia y comprometido en la liberación del hombre.

Este Dios no sólo es el Padre de Jesús, sino que es el mismo Jesús. Y este Dios es el Dios de los sencillos, de los pequeños y de los sin voz, de los cansados y de los agobiados, de los pobres.

Lo que importa es que la evangelización actual sepa presentarnos un mensaje de Dios y de la fe que sean Buena Noticia, Dicha o Bienaventuranza, esperanza y consuelo, o sea, salvación para el hombre; que es lo que siempre ha sido y tiene que ser el plan de Dios y su palabra.

Hay que poner el acento en lo positivo y se engañan quienes piensan que a base de miedo y prohibiciones pueden evangelizar al hombre de nuestro tiempo. Esta llamada de Jesús estremecida y acogedora a los sencillos y cansados tienen que hacerla los cristianos de hoy desde la esperanza y la felicidad personal. Si a nosotros no nos salva la fe, si no nos sentimos salvados y felices, mal podemos presentar este camino como esperanza y felicidad para los demás. La fe, además de gracia de Dios, es un reto personal.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1987/36


13.

-EL MISTERIO DEL REINO LO ENTIENDE LA GENTE SENCILLA

El contexto en que está situado nuestro texto evangélico es polémico. Jesús se lamenta sobre Corozaín, Betsaida, Tiro y Sidón, Cafarnaún, ciudades que no han acogido su mensaje. Pero, más allá de esto, Jesús ya ha llegado a una conclusión general en este momento crucial de su vida. Los que no le entienden son los sabios en las diversas disciplinas rabínicas, los expertos en la religión, los intérpretes en la Ley. Al comienzo del capítulo Jesús ha llamado dichosos a los otros, a los que no se escandalizan de su manera de actuar (11, 6). Lo que van a poder anunciar a Juan sus enviados no es más que esto: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia" (11,5).

El Reino, en una palabra, no tiene que ver con el triunfo de la Ley, sino con la salvación del hombre. Dios está cercano a todo aquello que necesita ser curado y resucitado, iluminado y perdonado en la vida de los hombres. No son los fuertes, los sabios, los autosuficientes, los justos, los poderosos. Son los débiles, los marginados, los sin voz, los sencillos, quienes comprenderán el inmenso gozo de la Buena Noticia que trae Jesús. La confrontación entre estas dos maneras de entender la llegada del Reino, el triunfo de la Ley o la salvación del hombre, va a ser la clave en el siguiente capítulo de Mateo. Los fariseos se opondrán frontalmente a que los discípulos arranquen espigas para comer, porque "era sábado" (12, 1ss.), plantearán el modo de acabar con Jesús porque cura "en sábado" al hombre de la mano atrofiada (12, 9-14), le acusarán de amigo de Beelzebu por liberar a un ciego y mudo (12, 22-24), y después de haber rehusado estos signos de Jesús en favor de los hombres ¡pedirán una señal! (12, 38). ¡Qué impresionante cerrazón e incomprensión la de los sabios y expertos! Evidentemente nada habían entendido. El Reino no es el reforzamiento poderoso de las instituciones judías centradas en la Ley, sino la cercanía salvadora de Dios a los hombres mediada por Jesús. Discípulos suyos son los "pequeños", capaces de comprender "la revelación de estas cosas" (10, 42; 11, 25).

-TE DOY GRACIAS, PADRE

La experiencia de su fracaso con "los importantes" no lleva a Jesús a la desesperanza, sino al gozo íntimo de una renovada experiencia del Padre, a la alabanza y acción de gracias. ¿Qué buenas noticias se pueden comunicar en la sociedad que no sean con el asentimiento de los poderosos? Pero lo propio de Jesús y de sus seguidores no es solamente llevar buenas noticias, sino las Buenas Noticias de Dios. ¡Y al Padre lo conoce bien el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se quiere comunicar! "Todo me lo ha enseñado (entregado) mi Padre y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (11, 27). El Padre es el Dios de los pobres, un Dios comprometido con los hombres.

Hacer la experiencia de este Padre en el compromiso por los hombres es lo que caracteriza al cristiano. Por esa su acción no es angustiada y tensa, sino todo lo contrario. Es lugar privilegiado de alabanza y oración gozosa. La Buena Nueva no es que contamos con los sabios y poderosos del mundo en la "empresa" del Reino, sino que los pobres cuentan con Dios. A ese Dios proclamamos con nuestras pequeñas y no siempre exitosas actuaciones en favor de los hombres pero no lo sustituimos. Bendito sea.

-MI YUGO ES LLEVADERO

Una vida cristiana comprendida como el fardo de una Ley que echan sobre nuestros hombros los doctos y entendidos es una carga abrumadora. El seguimiento de Jesús, que refleja con corazón humilde, sencillo y transparente la inmensa ternura del Padre hacia los hombres, que busca salvar, curar, iluminar, animar, perdonar, liberar, es una carga llevadera.

Quien entiende a Dios como Juez, a Jesús como un maestro de la Ley, a la religión como una obligación, a la Iglesia como una institución dotada de magnífico Derecho Canónico..., no encuentra respiro.

Quien sigue a Jesús, porque ha comprendido aquello que se esconde a los sabios y entendidos, es un "pequeño" que respira a pleno pulmón. Es capar de hacer la experiencia del Padre allí donde El se encuentra y quiere ser encontrado, junto a cualquier hombre en necesidad de ayuda y salvación.

Hay un texto paralelo al que comentamos. También María, en el Magnificat, da gracias a Dios y lo alaba "porque derriba a los potentados de sus tronos y enaltece a los humildes". María, la pequeña campesina, como auténtica creyente, entendió bien el profundo misterio del Reino. Su pobreza y solidaridad con el pueblo fue un lugar privilegiado de encuentro y alabanza de Dios.

El texto evangélico de hoy es un verdadero "alivio". Ojalá seamos capaces de unirnos a la acción de gracias de Jesús, de María, y de todos los "pequeños", anónimos creyentes y verdaderos puntales del Reino, protagonistas de una historia que no se escribe y cuya memoria está guardada en el corazón del Padre.

JESÚS MARÍA ALEMANY
DABAR 1990/36


14.

-A LA GENTE SENCILLA

FE/SENCILLEZ:  Vemos a Jesús en el evangelio dar gracias al Padre por revelar las cosas del Reino a la gente sencilla. Y lo hace emocionado con una exclamación que es una oración directa al Padre. Y contrapone la gente sencilla a "los sabios y entendidos" a quienes se les ocultan esas cosas. Se puede afirmar que la historia de la Iglesia avala estas palabras de su fundador, aunque lo más exacto es decir que no necesitan esas palabras ser avaladas.

Tampoco dice Jesús que entre los sabios y entendidos no pueda haber gente sencilla capaz de entrar en el Reino de Dios. Jesús, en su vida y evangelización, no se cerró a nadie y en casos no como el de Nicodemo se mostró favorable.

De todas formas parece clara la predilección de Jesús por la gente sencilla. Sin embargo, nosotros solemos dar preferencia a los entendidos y a la gente de influencia, a los poderosos. Diseñamos una estrategia pastoral en la cual el líder es lo primero y más importante y el poder, en todas sus múltiples manifestaciones, es algo que tenemos muy en cuenta. Y esto contrasta con las palabras y modo de actuar de Jesús. Una cosa es no cerrar el Reino de Dios a nadie y otra ver en quién se ponen las preferencias. El Reino de Dios se extiende por la fuerza del espíritu de Dios, que en palabras de Jesús muestra preferencia por la gente sencilla, y no en la sabiduría y poder humanos. A todos nos tienta y fascina el poder humano. También en la construcción del Reino de Dios.

Sabemos, por otra parte, que la fe sólo cuaja en la sencillez humana. Es la tierra buena capaz de dar el cien por cien.

-LA IMAGEN DE JESÚS

Los textos litúrgicos de este domingo nos muestran una imagen de Jesús muy propicia para conectar con la gente sencilla.

El profeta Zacarías invita a Sión y a Jerusalén a la alegría porque su Rey viene modesto cabalgando en un pollino de borrica y destruirá los carros de Efraín y los arcos guerreros. Todo un signo.

El Señor viene a dictar la paz, es clemente y misericordioso, es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas (salmo responsorial).

Jesús se define como "manso y humilde" de corazón. Es la réplica del poder humano. Este talante de Jesús brota de una confianza en el Padre y de una unión inalterable. No se trata sólo de pura imagen, sino de una experiencia profunda de vida.

-CANSADOS Y AGOBIADOS

Es bien explícito el llamamiento de Jesús a todos los cansados y agobiados para aliviarlos.

El agobio nos suena como mas intenso y profundo que el cansancio. En nuestros días se usan mucho expresiones como depresión o angustia.

No sabemos con certeza lo que sucedió en otros tiempos, pero está claro que en el nuestro abunda el cansancio y la depresión. Hasta se llega a decir que es la enfermedad de nuestro tiempo.

Sin meternos en profundidades sicológicas vamos a dar por cierto que el cansancio abunda en nuestros días y que puede afectar concretamente al ámbito religioso. Solemos decir que los problemas de nuestra sociedad, las prisas y el ritmo de nuestra vida nos conducen al cansancio y a la depresión.

¿Quién no se ha sentido alguna vez cansado y tentado de tirar la toalla?. El profeta Elías vivió una experiencia de este tipo (/1R/19/04-08).

Después de una lucha feroz contra los falsos profetas y los poderosos de su tiempo tiene que huir para salvar su vida. Tras una larga caminata por el desierto se sienta a la sombra de una retama y se desea la muerte: "Basta, Señor, quítame la vida, que no soy mejor que mis antepasados". Se tumbó y se quedó dormido, pero un ángel lo tocó y le dijo: "levántate y come, pues te queda todavía un camino muy largo hasta llegar al monte de Dios, el Horeb". Elías vio a su cabecera una hogaza cocida, todavía caliente, y un vaso de agua. Comió, recuperó fuerzas y camino durante cuarenta días y noches para alcanzar la revelación de Dios en el monte santo. Lo de Elías es un símbolo.

-LA VERDADERA FUERZA

Hay un cansancio físico que se combate con la comida y el descanso, pero existe un cansancio espiritual mas difícil de combatir.

El alivio que Jesús nos promete pasa por llevar un yugo y una carga y por aprender a ser mansos y humildes de corazón. No sé si los sabios y entendidos de este mundo estarán de acuerdo con Jesús en esta salida. Me refiero a sicólogos y psiquiatras.

El hombre, viene a decir Jesús, no está cansado y agobiado por lo que ha hecho y por lo que ha caminado, sino por lo que no ha hecho y por el camino que no ha recorrido. El cansancio viene por el exceso de reposo y la sedentariedad absoluta (Pronzato). Por el vacío.

No perdáis la calma, dice Jesús en otro pasaje, creed en Dios y en mí (Jn 14,1). Se trata de vivir esa confianza profunda en el Padre que nos haga como a Jesús mansos y humildes de corazón. Esta es la cura profunda del cansancio que necesita el hombre de hoy y de todos los tiempos y que se puede entender como dar sentido a la vida.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1993/36


15.

"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla". El que pronuncia estas palabras es Jesús, el anunciado por los profetas, el deseado por las naciones, el Mesías, el Hijo de Dios. El que pronuncia estas palabras es Jesús, el hijo de María, vecino de Nazaret, un carpintero, un hijo del pueblo.

¿De qué "cosas" habla Jesús? Habla de la semilla y del sembrador, de la tierra buena y de la tierra mala, de los pájaros del cielo y de los lirios del campo, de los pescadores y de los peces del mar; de la casa, de los remiendos, de la sal y de la levadura, de la luz y de la moneda perdida, del jornal y de la contribución... Jesús habla de las cosas del pueblo. Pero Jesús habla de todas estas cosas y de muchas más, hablando siempre del Reino de Dios. Porque este es su asunto, y su noticia, que ha llegado el Reino, y su grito, que es menester hacer penitencia.

Jesús es el enviado de Dios a la tierra de los hombres. Los sencillos lo entienden y lo escuchan, le siguen. Hasta los guardias que fueron un día a prenderle, volvieron sin el, y decían: "Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre". Y los fariseos respondieron: "¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la ley son unos malditos" (/Jn/07/46-48).

En efecto, los magistrados y los fariseos, los sabios y los entendidos, los que sabían leyes y teologías no escucharon la palabra de Dios. Pero Jesús bendecía a los que ellos maldecían y daba gracias al Padre "porque ha escondido estas cosas a los sabios y las ha revelado a los humildes".

El Evangelio no es una palabra docta para los doctos, sino una palabra de vida y para la vida. Para escuchar el Evangelio y para comprenderlo hace falta tener un corazón despejado de intereses bastardos, hace falta perder el miedo a las exigencias del amor y no tener nada que defender. Con frecuencia, muchas de las dificultades para comprender las palabras de Jesús provienen de ese miedo a las exigencias del amor que paraliza la acción y nos obliga a entretenernos en una reflexión interminable. Otras veces adoptamos ante el Evangelio una actitud interesada más en justificar nuestra vida que en cambiarla, y entonces nos comportamos como los fariseos que escuchaban a Jesús para cogerle la palabra. Tampoco entendemos el Evangelio desde una actitud académica que nos obliga a fijarnos más en las palabras que se dicen que en lo que quieren decir. Pues cuando el Evangelio se escucha como pide ser escuchado entonces es muy fácil comprender lo que nos quiere decir, aunque siempre resulta fácil saber qué significa concretamente cada una de sus palabras.

Lo que Jesús quiere decir en el Evangelio pueden entenderlo todos y lo entienden casi siempre mejor los humildes, los sencillos. No quisiera con esto hacer una apología de lo que se ha llamado la "fe del carbonero", puesto que esa fe, desgraciadamente, no es la fe del carbonero, la suya, sino una serie de fórmulas que han prefabricado para el carbonero los teólogos y los que no lo son tanto. Me refiero a esa fe que se expresa espontáneamente en la vida de aquellos que se interesan más por hacer la verdad que por saber decir y justificar lo que hacen. En la vida de aquéllos que esperan y que aman sin sabernos decir quizá qué sea la esperanza y el amor. De aquéllos que responden en la vida a lo que es Evangelio para la vida. Es a este pueblo de los verdaderamente creyentes al que Dios revela los misterios del Reino.

Este es el pueblo de Dios y la San Madre Iglesia, de la que todos los creyentes, sin excepción alguna, hemos nacido. Es en este pueblo donde vive el Evangelio que se proclama por la palabra de los sacerdotes y de los obispos. Es a este pueblo a quien todos tenemos que escuchar, porque en este pueblo vive el espíritu de Cristo. El Evangelio no es una palabra perdida en el pasado, atestiguada por unos libros, estudiada por unos teólogos y repetida en los púlpitos. El Evangelio es ante todo palabra viva que vive en la fe de un pueblo y que inefablemente se confiesa por la vida en el mundo.

EUCARISTÍA 1972/41


16.

-Jesús explota en una acción de gracias al Padre. Comprueba, impresionado, cómo el buen hombre del pueblo, que confiesa saber poco o nada de Dios, está más abierto a las realidades del Reino que quienes se tienen por expertos en religión.

Siempre han existido teólogos -el texto les llama "sabios y entendidos"- que dan la sensación de entender y hasta de explicar a Dios. Desde luego, que ellos mismos niegan tal posibilidad. Pero, ante la oscura claridad de sus abstractísimos conceptos -profundidad, le llaman ellos- y la rotundidad de sus silogismos, es difícil evitar la impresión de que conocen perfectamente "el funcionamiento" de Dios. Cuando sus razonamientos no cuadran, nos presentan un nuevo, y no presunto, misterio. Así resulta una teología tan alejada de la tierra como del cielo, una teología que vela más que revela. Al menos teóricamente, todos afirmamos que el saber "cosas sobre Dios" no es lo mismo que tener experiencia de Dios. La razón es un medio de conocimiento, pero no el único. Las ideas, los conceptos y la erudición son algo muy importante en el hombre, pero una fe personalizada no es lo mismo que una fe simplemente ilustrada con la teología al uso.

A pesar de todo, en la práctica tendemos a reducir nuestro cristianismo a una ideología o a una moral que lucha por imponerse frente a otras ideologías o morales distintas. Entre los responsables de la Iglesia actual parece predominar la idea de que la crisis religiosa es primariamente doctrinal y no una crisis de experiencia religiosa, de las instituciones y de su praxis. Así, se ven como necesarios nuevos catecismos y documentos que zanjen cuestiones discutidas. Sin embargo, son muchos los que piensan -recordando la frase de Rahner- que "el siglo XXI será místico o no será". Las posturas no se contradicen. Sólo es cuestión de prioridades. Bienvenida la doctrina que se presente y entienda como medio y no como fin en sí misma.

-Frente a una pesada Ley mosaica de 613 mandamientos, Jesús llama a los "desilusionados y agobiados" para que le sigan con ánimo sereno y sin coerciones o tensiones traumáticas. Afirma claramente: "mi yugo es llevadero y mi carga ligera". Es decir, "lo mío es fácil". A pesar de sus palabras, es frecuente escuchar que "ser cristiano hoy es difícil". No se concreta mucho a qué se está aludiendo. ¿Es verdad que para un cristiano es mas difícil ser honrado que para un musulmán o un ateo, por ejemplo? A una madre cristiana ¿le cuesta más ser buena madre que a una carente de fe? Morir ¿es más difícil para el cristiano que para quien no lo es? ¿Les fue más difícil morir a los mártires cristianos asesinados en El Salvador que al resto de miles de personas masacradas en ese país?

La vida es movimiento y la Física dice que para moverse hace falta romper una resistencia movidos por una fuerza. Vivir lleva ya -en sí y para todos- una dificultad. Ser una persona ética, responsable y solidaria, no son imperativos que afecten sólo a los cristianos. Ser coherente con la propia conciencia es algo que, en ocasiones, resulta difícil para cualquier hombre, sea o no cristiano. Lo fácil es dejarse llevar por la falta de ética o por la insolidaridad. Ser honestamente ateo o agnóstico no es más fácil que ser creyente.

-Al escalar un monte suda lo mismo un "montañero obligado" que un entusiasta de la montaña. Pero, el enamorado por el montañismo lleva dentro una energía que da sentido a su fatiga y que le hace ver las cosas de modo no resignado, sino ilusionante. La comparación puede valer también para el cristiano: la experiencia personal de Jesús le da una fuerza que otros no tienen. Coincidiríamos más con las palabras del Maestro si dijésemos que para el cristiano todo es más fácil. El vivir enraizado en Jesús, el tener (o mejor, "el ser tenido") por su Espíritu proporciona un motor, una energía que otros no tienen.

Quizá el tema esté en que apenas nos podemos llamar cristianos. Tal vez tenemos una carrocería aceptable, pero nuestro motor tiene poquísima fuerza. Mover un coche con las manos es siempre penoso. Puede que no sólo tengamos falta de motor, sino que ni siquiera lo busquemos. No resulta muy atractivo limitarnos a realizar ejercicios físicos para empujar siempre el coche a mano. La ascética y la fuerza de voluntad tienen su sitio, pero no pueden llegar incluso a endurecer los músculos de nuestro corazón. No podemos contentarnos, como otros muchos, con cumplir unas normas a base de esfuerzos o de razones. A veces, queremos ser sarmientos con fruto, pero sin estar unidos a la vid, dar luz sin estar conectados a la batería. Así, acabamos afirmando que sólo vale lo que cuesta y descartamos la gracia, es decir, a Dios mismo. Pretendemos alimentarnos de sucedáneos del Evangelio que no son más que colorantes y conservantes.

-Los sencillos -esa especie que algunos creen en vías de extinción- quizá no conceptualizan, tal vez tienen pocas creencias, pero sí vivencian y experimentan. Creen en Dios como un ciego en el sol: porque lo sienten. Están abiertos al misterio sin condicionantes formulados. A Dios hay que encontrarlo. No basta con tener ideas sobre el. Porque no curan los libros de medicina, sino la medicina cuando se toma y se asimila. ¡Señor, que te busquemos! ¡Señor, danos tu Espíritu!

..............

¿Cuál es mi experiencia y mi vivencia de Dios?

Mi actuación cristiana, ¿la mueve la costumbre social, las normas de la Iglesia o el Espíritu de Jesús?

¿Tiendo a confundir mi fe con mis conocimientos teóricos sobre Dios?

EUCARISTÍA 1993/32


17.

-La profecía de Zacarías: los anhelos mas nobles de los hombres son los anhelos de Dios

Cada domingo, la primera lectura que escuchamos en la misa es un fragmento de algún libro del Antiguo Testamento, de las palabras de la Ley de Israel o de los profetas. Es un fragmento escogido para prepararnos a escuchar el evangelio, y a menudo nos ocurre que casi no nos enteramos, porque acostumbra ser breve y nos coge por sorpresa, y porque además no conocemos mucho el Antiguo Testamento (y haríamos bien en intentar conocerlo más, porque conocer la Biblia es muy importante).

Pero hoy, la lectura breve que hemos escuchado del profeta Zacarías, quizá nos haya sonado ya. Recordémosla. Decía: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones".

Seguro que nos suena este texto. Cada año, el domingo de Ramos, cuando contemplamos y aclamamos a Jesús que entra en Jerusalén, vemos escenificadas estas palabras antiguas. Nosotros aclamamos a Jesús, le recibimos como a nuestro rey que entra en su ciudad, celebramos que es justo y victorioso, nos llenamos de gozo porque él dicta la paz a las naciones y rompe los arcos guerreros. El viene a decirnos que todos los deseos más profundos y nobles que los hombres llevamos en nuestro interior, son los mismos deseos de Dios, y vale la pena vivirlos con toda intensidad, y dedicarles la vida entera. El, Jesús, dedicó a ello su vida entera hasta morir en la cruz.

El profeta que siglos antes de Jesús escribía estas palabras, lo hacía en un momento en que el pueblo de Israel se sentía sometido y ocupado, y las tropas del rey Alejandro Magno avanzaban victoriosas por todo el oriente. Y allí, en aquella situación dolorosa nacían nuevamente los anhelos de una vida pacífica, fundamentada en la paz y la justicia, guiada por Dios mismo.

-Dios nos ha manifestado en Jesús cuál era el camino para cumplir estos anhelos Seguramente que cuando el profeta escribía estas palabras no podía imaginarse el camino que Dios seguiría para cumplir estos anhelos. Pero sí sabía que Dios no podía abandonar a su pueblo, que Dios no podía dejar a la humanidad entera en manos del poder, del afán de dominio, de la destrucción de unos hombres a manos de otros hombres. Nosotros sí sabemos el camino que Dios ha seguido. En un hombre como nosotros, en Jesús de Nazaret, Dios se ha hecho presente, Dios ha venido a compartir nuestra misma vida. En Jesús de Nazaret, Dios nos ha enseñado cuál era el camino. Nos ha enseñado cómo hay que actuar para que en el mundo haya menos guerras y más paz, menos dureza y más bondad, menos injusticia y más amor. Se trata de hacer lo que Jesús ha hecho; se trata de mirarle a él, escucharle, seguirle.

El evangelio de hoy, esta exclamación de alegría de Jesús que alaba y enaltece al Padre, proclama que, realmente, los humildes de corazón, los que no buscan honores ni éxitos, los que desean verdaderamente un mundo de paz y dignidad para todos, han comprendido este camino de Dios. Han comprendido que el camino de Jesús era el camino que conducía a estos anhelos que todo hombre de buena voluntad lleva en su interior y que el profeta manifestaba en aquellas épocas antiguas.

-Jesús nos sostiene en este camino

Y el evangelio nos dice aún más. Nos dice que, en este seguimiento del camino de Jesús, nos podemos encontrar muy fácilmente cansados y abrumados. Porque el amor no es fácil, la bondad no es fácil, la justicia no es fácil, la paz no es fácil. Es tan poco fácil que a Jesús le costó la vida, lo llevó a la cruz.

Pero el evangelio nos dice que este camino no lo hacemos solos. Jesús nos dice que él está aquí para acompañarnos, que podemos sostenernos en él, que podemos descansar en él. Su yugo, el seguimiento de su camino, proporciona gozo y felicidad, porque él nos da la mano, e ilumina nuestras vidas. Y esta luz es, al fin y al cabo, su resurrección, su Reino, su vida por siempre.

Ahora celebraremos la Eucaristía, y comulgaremos con Jesús. El se nos dará como alimento de vida. Jesús no nos acompaña sólo como un recuerdo o como una idea que tenemos, sino que nos acompaña viniendo a nuestro interior, haciéndose carne de nuestra carne. Por eso, hoy, cuando vayamos a comulgar y cuando oremos en silencio en el momento de después de la comunión, valdrá la pena que vivamos muy profundamente nuestra unión con Jesús, que es nuestro descanso en el camino de la fidelidad al Evangelio.

JOSÉ LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/09


18.DESCANSO/QUÉ-ES:

Venid a mí todos los que estáis cansados...

Somos algo mucho más importante que nuestro trabajo, oficio, cargo o profesión. Somos seres humanos hechos para vivir, amar, reir, ser.

Por eso, en contra de lo que muchos puedan pensar, «descansar» no es tan fácil. Porque no es divertirse dando rienda suelta al consumo, ni «hacer vacaciones» para alardear o alimentar la propia vanidad.

Descansar es reconciliarse con la vida. Disfrutar de manera sencilla, cordial y entrañable del regalo de la existencia. Hacer la paz en nuestro corazón. Limpiar nuestra alma. Reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos.

Por eso, no hay que recorrer largas distancias para encontrar descanso. Basta recorrer la que nos lleva a encontrar la paz en nuestro corazón. Si ahí no la hallamos, inútil buscarla en ninguna parte del mundo.

Necesitamos salir al aire libre y encontrarnos con la naturaleza. Pero necesitamos también salir de nuestros egoísmos y mezquindades, y abrirnos a la vida y a las personas. Descansar es descubrir que uno está vivo, que puede mirar con ojos más limpios y desinteresados a la gente, que es capaz de enamorarse de las cosas sencillas y buenas, que hasta se puede tomar uno tiempo para ser feliz.

Pero sólo descansamos cuando liberamos nuestro corazón de angustias egoístas y de mil complicaciones insensatas que nos creamos mutuamente sin necesidad alguna. No basta salvarnos de la asfixia que el nerviosismo, el ruido, la agitación o el trabajo producen en nosotros. No se puede descansar cuando la insatisfacción, la tristeza, el miedo, el remordimiento o la culpabilidad nos atenazan.

¿Cómo transformar todo esto en paz? ¿Cómo dejarnos iluminar en lo más hondo de nuestro ser? ¿Cómo acoger de nuevo la energía de la vida?

Los creyentes sabemos que un Dios acogido en nuestra vida, no como un ser vago e impersonal sino como amigo querido y cercano, es camino de pacificación, iluminación interior, unificación de todo nuestro ser, perdón y liberación de nuestras contradicciones, errores y pecados.

Acertar a abrirnos a Dios es encontrar descanso verdadero. Ojalá, al organizar nuestras vacaciones, sepamos escuchar en las palabras de Jesús la llamada de ese Dios amigo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré».

JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 89 s.