SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO

 

Mt 11,25-30: La primera ocupación de la vida: elegir lo que se ha de amar

Duro y pesado parece el precepto del Señor, según el cual quien quiera seguirle ha de negarse a sí mismo. Pero no es duro y pesado lo que manda aquel que presta su ayuda para que se realice lo que ordena. Pues también es cierto lo que se dice en el salmo: Por las palabras de tus labios he seguido los caminos duros (Sal 16,4). Y es verdadero también lo que dijo el mismo Señor: Mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11,30). El amor hace que sea ligero lo que los preceptos tienen de duro. Sabemos lo que es capaz de hacer el amor. Con frecuencia este amor es perverso y lascivo; ¡cuántas calamidades han sufrido los hombres, por cuántas deshonras han tenido que pasar y tolerar para llegar al objeto de su amor! Es igual que se trate de un amante del dinero, es decir, de un avaro; o de un amante de los honores, es decir, de un ambicioso; o de un amante de los cuerpos hermosos, es decir, de un lascivo. ¿Quién será capaz de enumerar todos los amores? Considerad, sin embargo, cuánto se fatigan los amantes y, no obstante, no sienten la fatiga; y mayor es el esfuerzo cuando alguien se lo prohíbe. Si, pues, los hombres son tales cuales son sus amores, de ninguna otra cosa debe preocuparse uno en la vida, sino de elegir lo que se ha de amar. Estando así las cosas, ¿de qué te extrañas de que quien ama a Cristo y quiere seguirlo, por fuerza del mismo amor se niegue a sí mismo? Si amándose a sí mismo, el hombre se pierde, negándose se reencuentra al instante.

Sermón 96,1