SUGERENCIAS

1. OBRAS/FE 

Mucho tiempo antes de que Lutero defendiese que es la fe la que nos salva, la Iglesia, especialmente por mediación de San Agustín, condenaba las doctrinas de Pelagio (comienzos del siglo V), quien, entre otras cosas, afirmaba la suficiencia del hombre para salvarse por sus propias obras, sin necesidad de la ayuda de Dios. El pelagianismo quedó pronto desaprobado y olvidado; sin embargo, ha quedado una especie de "pelagianismo latente", siempre al acecho del creyente que, convencido de que debe obrar el bien, acaba por creer que está en sus manos (y en sus obras) alcanzar la salvación, que la salvación depende de su esfuerzo: ¿para qué, si no, esforzarse en hacer el bien? Y no pocos predicadores, en su afán por alentar a los fieles a obrar el bien, han caído más o menos claramente en ese "pelagianismo latente" del que hablamos más arriba.

El creyente sabe que un cumplimiento estricto de las leyes no sirve de gran cosa, no produce mucho más que un grado mayor o menor de autosatisfacción. El religioso (que no el creyente) sí puede ver en el cumplimiento de la ley un camino que le da una cierta seguridad, una relativa paz (aunque Jesús no vino a traer esa clase de paz, sino espada); sinceramente: ¿qué le aporta a Dios?, nada; ¿qué le aporta al hombre?, la autosatisfacción (la "alegría del deber cumplido", que dicen a veces los que mandan, para lograr una mayor sumisión a las leyes que ellos dictan).

Puede ser que el hombre se sienta satisfecho, en cuanto hombre, con cumplir la ley; pero el creyente, el discípulo de Jesús (y aquí está la diferencia) sabe que con la ley cumplida no ha adelantado nada; por eso está libre de toda ley: para entregarse libremente a amar.

El creyente, el que cuenta con su experiencia -y con la experiencia de toda la comunidad- sabe bien de su pequeñez ante Dios y de cómo Dios le ama, no por sus muchos esfuerzos, ni por su escrupulosa legalidad, sino porque es hijo de Dios. Y así, la salvación no se ve ya como un problema que consiste en resolver de dónde nos llega (de Dios o de la ley), sino que se experimenta como un regalo, como un don generoso y gratuito, sobreabundante e inmerecido. Quien lo vive, quien lo experimenta, sabe lo que vive y ve cómo todas las especulaciones al respecto se quedan frías y cortas, carentes del calor de esa corriente de cariño que se da entre el creyente y Dios, incapaces de expresar todo lo que su corazón está viviendo y sintiendo.

Asimismo, las obras ya no son motivo de polémica, ni se viven como argumento ante Dios. Las obras son la expresión concreta del agradecimiento a ese amor suyo "con el que El nos amó primero"; son el "obras son amores y no buenas razones" del refranero popular, quizá poco científico, pero muy auténtico, sincero y vital. Para un creyente, las obras son como esa especie de competición que se establece entre dos enamorados, a ver quién hace más por el otro, no para sumar tantos o argumentos, sino para agradar más a quien más se quiere, para expresarle el cariño que se le tiene; y siempre saben a poco, siempre se quedan cortas, siempre se querría hacer más por la persona amada; y al igual que los enamorados viven libres de leyes que les indiquen cómo expresar ese amor, el creyente es libre de expresar su fe y su amor a Dios y a los hombres.

L. GRACIETA
DABAR 1989, 35


2.TTNO/QUÉ-ES

En los ambientes de Iglesia se suele emplear con profusión la palabra "testimonio". Está fuera de duda el contenido positivo que se quiere dar al término, pero la forma de presentar el tema tiene, a veces, escasa precisión y puede fomentar ilusiones vanas.

Por testimonio se suele entender el que los demás vean una coherencia completa entre los ideales prácticos de la fe cristiana y la vida de los creyentes. Se trata de un actuar que admire a los otros y, tras valorarlos, les haga más creíble el mensaje evangélico.

La primera razón para actuar "en cristiano" es que, desde dentro, nos lo pide nuestra fe y no el dar ejemplo o lecciones a nadie.

No actuamos así para que los demás crean, sino porque nosotros creemos. El vivir en pleno desierto no nos excusaría de responder con obras al amor de Dios.

Por otra parte, sería absolutamente falso el pensar que tenemos la exclusiva de la honradez, la solidaridad u otras virtudes humanas. Nuestra fe no nos libra de ser hombres con todas la connotaciones de debilidad e incoherencia que este hecho conlleva. No somos ni peores ni mejores que los componentes de otros grupos, aunque sí nos sabemos portadores de una experiencia y un sentido de la vida que nos parece importante que los demás conozcan y asuman con libertad.

Tampoco hemos de olvidar que una línea de acción concreta no tiene por qué ser acertada por el mero hecho de que sea un cristiano honrado el que trate de llevarla a cabo. Como todos los demás, nos podemos equivocar en la adaptación de compromisos puntuales. La solución de un problema no sólo requiere amor, sino también la estrategia adecuada. Por si fuera poco, nadie ignora que cualquier acto humano admite las más contrarias interpretaciones. Ya ocurrió con el Maestro: donde unos veían a Dios, otros veían el poder de Belcebú. El testimonio o, si se quiere, el buen ejemplo, no son tácticas de efectividad infalible y automática. Jesús dio testimonio, y su aceptación fue bien escasa en su tierra.

No pretendemos una imposible Iglesia de puros e intachables, aunque trabajemos y nos amonestemos para ser cada vez más consecuentes con el mensaje de Jesús. Pero seamos precisos: el antitestimonio y la incoherencia en la vida de los cristianos dificulta normalmente el descubrimiento de Jesús por parte de los no cristianos. Es una segunda razón con suficiente peso para tenerla muy presente.

Testimonio, sí. Y no caigamos en la tentación de estarnos formando siempre para actuar... nunca.

EUCARISTÍA 1989, 30


3. LIBERTAD/CAMINO

En los Hechos de los Apóstoles se llama al cristianismo de una manera curiosa: el camino (9, 2; 18, 25; 19, 9). Un nuevo camino, ya iniciado por Jesús respecto al anterior, que se hallaba sometido a la Ley. La oposición paulina entre Espíritu y Ley precisa el sentido del camino cristiano. Es la ruta de la libertad. Eso explica la frase que ponía San Juan de la Cruz en su croquis de la subida del monte Carmelo: "Por aquí ya no hay camino, que para el justo no hay ley". Conforme se avanza ya no hay camino trazado de antemano. La espiritualidad es el terreno de la libertad del cristiano porque es el dominio del Espíritu que nos hace libres. Libres de toda coacción exterior. (...) La espiritualidad cristiana se mueve en el ámbito de la libertad de los hijos. En polémica con las autoridades judías, Jesús establece una equivalencia entre ser hijos y ser libres (cfr. Jn 8, 31-36). Pero esa libertad no es un fin en sí; ella está en función del amor, o, para ser más exactos, sólo así ella adquiere su plenitud como libertad. Libres para amar (Gál 5, 13), de eso se trata.

G. GUTIERREZ
CONCILIUM/179, pág. 354 y 357 s.


4.

El amor es la única definición y la única determinación del hombre que no recorta su libertad sino que la perfecciona y la conduce a su plenitud. En efecto, sólo se puede amar libremente y nadie puede amar a otro por obligación y, por otra parte, para el que ama ya no hay ley. Por eso decía ·Agustin-SAN: "Ama y haz lo que quieras". Esto no significa, claro está, que el que ama quebrante la ley justa, pero tampoco que la cumpla por obligación. Significa que la ley justa ha pasado a ser para él la expresión libre de su voluntad, porque el amor es la sustancia y la perfección de la justicia. El que ama se reconcilia con Dios, que es Amor, y con los hombres que son sus hermanos. Y se reconcilia también consigo mismo, superando el antagonismo que nos divide y que nos impide hacer lo que quisiéramos o lo que entendemos que debiéramos hacer. El que ama de verdad es verdaderamente lo que debe ser y ya no está dividido entre el ser y el deber. Es, por tanto, un hombre libre. No vive bajo la ley, se identifica con ella libremente. Y el Espíritu de Dios habita en él y lo conduce.

EUCARISTÍA 1983, 31


5.

El /sal/015/016/05-06 (heb. 16) canta la alegría del que se ha entregado generosamente al servicio de Dios. "Lote", "heredad" y "copa" son sinónimos, y significan lo que Dio le ha destinado. Más concretamente, cada tribu tenía la heredad o territorio que Dios le había otorgado en el reparto de la tierra prometida, exceptuando la tribu sacerdotal, la de Leví, que no tenía territorio propio, sino que vivía entre sus hermanos porque Yahvé le había dicho: "Yo seré tu lote". El salmista no se considera desafortunado por ello. Antes al contrario: este proyecto de vida le resulta fuente de seguridad, confianza, plenitud de vida, gozo y alegría perpetua en la presencia de Dios.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 13


6.

Hoy penetramos en esta larga sección del tercer evangelio, "caminando hacia Jerusalén" (9,31-19,27) que nos acompañará hasta mediados de noviembre. A lo largo de estos domingos de verano y de otoño, Jesús nos instruirá de palabra y de obra sobre su camino y nos invitará a seguirle con decisión, a veces incluso abruptamente, pero siempre sabiendo a qué nos comprometemos, y muy libremente. ¿Estamos decididos a ser porosos y vulnerables a su palabra, a pesar de las reacciones de rechazo que pueda suscitar en nosotros, como en los discípulos? El camino es, siempre, libre: a nadie se le impone el seguimiento, ni siquiera la acogida de Jesús. Cuando decidió emprender el camino hacia Jerusalén, en una aldea de samaritanos no lo quisieron recibir. ¡Todo un símbolo!: los hijos del trueno reaccionan violentamente y ya parecen dispuestos a arrasar. Pero Jesús los reprendió. Ciertamente el seguimiento tiene sus leyes y sus exigencias; pero sólo para aquellos que han dicho a Jesús: "Te seguiré adonde vayas" Y nosotros somos de estos: nadie nos obliga a venir aquí cada domingo. El cristianismo es un ámbito de libertad; no de imposición. Pero de libertad exigente.

Precisamente la libertad es el tema de la segunda lectura: "Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado". Sin embargo, ¡cuidado!: "no una libertad para que se aproveche el egoísmo". Un consejo muy a propósito para nosotros, en nuestra sociedad, donde parece como si la libertad y la democracia hubieran venido a aflojar los resortes interiores en lugar de ser una llamada a la vertebración personal y a la autoexigencia. No se trata de que, con flojedad, se aproveche nuestro propio egoísmo, sino que hemos sido liberados del yugo de la Ley (imposición exterior) para amarnos (la ley impresa en nuestros corazones). Y, "sed esclavos unos de otros por amor". En cambio, "si os mordéis y devoráis...". ¡Ay, nuestra sociedad de la competividad, sin entrañas y los currículum y los codazos! En cambio, también es cierto que la libertad y la democracia nos abren la vía del servicio -libre- a los hermanos y a la sociedad.

CARNE/ESPIRITU: Cuidado con el vocabulario del fragmento que sigue. No se trata del típico dualismo de raíz platónica, la oposición carne/espíritu (contraria a la antropología bíblica, como sabemos). Se trata del hombre entero (todo él, materia y espíritu, alma y cuerpo, esta unidad que soy yo y que eres tú) que es ambivalente, que sube y baja, que se siente solicitada a la vez por el egoísmo y la fruición sin medida o por la apertura a los demás como a nosotros mismos y el servicio desinteresado.

Leamos la lista de las obras de la carne y las del espíritu (vv. 19-26). Notemos que la palabra "espíritu" está escrita en mayúscula: los cristianos sabemos que nuestro espíritu (es decir, el hombre entero) es habitado por el Espíritu de Dios: cf. Ga 4,4-7 y el texto espléndido de /Rm/08/12-17: "Ese Espíritu y nuestro espíritu...".

Conviene no perderse el salmo(/SAL/015): "El Señor es el lote de mi heredad y mi copa". Lo recitan los clérigos el día de su consagración al servicio de la Iglesia. El cristiano -todo cristiano- tiene por heredad al Señor: él es nuestra heredad y nuestra copa (copa de alabanza y copa de amargura). ¡Qué heredad de plenitud!: "Tú eres mi bien; porque no me entregarás a la muerte; me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha".

Repasemos también las oraciones, especialmente la colecta: "has querido hacernos hijos tuyos... alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna".

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1989, 14


7.

FUEGO DEL CIELO

Los samaritanos no dieron hospedaje a Jesús y sus discípulos, porque éstos subían a Jerusalén, y los hijos de Zebedeo quieren que baje fuego del cielo y abrase a los samaritanos porque no les dan alojamiento. Ni unos ni otros intentan comprender la situación de su antagonista y cada uno mira por sus propios intereses y vela por sus propios prejuicios.

Pero no hay que ir tan lejos para detectar la insolidaridad y la incomprensión. No basta asomarnos a la ventana de nuestro propio entorno para descubrir sin grandes esfuerzos lo poco que queremos, por ejemplo, centros de rehabilitación de drogadictos a nuestro lado, ni realojados en nuestro barrio si no tienen nuestra extracción social, ni gente junto a nuestras casas si provienen de otros continentes. Para no hablar, en estos días, de la insolidaridad en la carretera .

Y es que hemos olvidado del todo aquella obra de misericordia que proclama la bondad de "dar posada al peregrino" y que hoy es apoyar a los que buscan una vivienda digna, acoger en centros de rehabilitación a drogadictos que quieren regenerarse, o realojar en casas más dignas a los que aún están viviendo en chabolas de mala muerte. En vez de pedir que baje fuego del cielo y los fulmine, podíamos pedir, más bien, ese mismo fuego celestial para abrasar nuestros egoísmos, nuestras incomprensiones, nuestra insolidaridad. Seguramente así haríamos un mundo más humano, más fraternal, más solidario, más conforme con el espíritu de Jesús.

Rafael del Olmo Veros


8. Para orar con la liturgia

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
reconocemos como obra de tu poder admirable
no solo haber socorrido nuestra débil naturaleza
con la fuerza de tu divinidad,
sino haber previsto el remedio
en la misma debilidad humana,
y de lo que era nuestra ruina haber hecho nuestra salvación.

Prefacio dominical III


9. ESCLAVO/QUIEN-ES

Son esclavos los que temen hablar
en favor de los caídos y de los débiles.
Son esclavos los que se niegan a elegir
el odio, la mofa y la injuria,
y prefieren esconderse en silencio
ante una verdad que les conviene.
Son esclavos los que se niegan a escoger
el derecho que defienden los otros.

James Russell Lowell
Canto sobre la libertad


10.

En el tercer evangelio, el de Lucas, la vida de Jesús se expresa, a partir de ahora, como subida a Jerusalén, es decir, como camino hacia la cruz. En cambio la vida del discípulo se llamará "seguimiento". Esta es la vocación cristiana: llamada al seguimiento de Cristo por el camino de la abnegación, pero sabiendo que al final de la ruta se encuentra la resurrección y la vida con Él.

Es necesario comprender que el Evangelio de Jesús es exigente pero no inhumano, porque se sitúa en la linea de la libertad y del amor.

El seguimiento de Cristo aunque conlleva ruptura total con el viejo modo de vivir, es vocación a la libertad. El discípulo de Cristo no tiene más límites a su libertad que los que señalan al Espíritu, el amor y el servicio fraterno irreconciliables con el egoísmo, el libertinaje y la vida sin religión. "Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Si los guía el Espíritu no están bajo el dominio de la ley", nos dirá San Pablo.

Esta libertad que Cristo nos ha conseguido es un riesgo y un desafío como la vida misma; por eso no deja de ser un atentado suprimir la libertad, un absurdo renunciar a ella y un pecado abusar de la misma.

La libertad en Cristo es para amar más y mejor. "Ama y haz lo que quieras" decía San Agustín. Pero primero ama a Dios y al hermano; es la condición básica para ser libre.


11. MONICIONES

1. Dios, a lo largo de la historia, ha llamado de modo especial a algunos hombres como enviados suyos; esos llamados esperan una respuesta libre y decidida. Escuchemos la narración de la llamada de Eliseo.

2. En su carta a los cristianos de Galacia, Pablo nos habla de la vida nueva de los bautizados, de los que hemos sido revestidos de Cristo.

3. La radicalidad de Jesús para con sus seguidores es en razón de su misión; deben caminar muy unidos a él en el anuncio del Reino, vivirlo y promoverlo.

C. E. de Liturgia. PERU


12.

Tú eres mi bien

Es una de las frases del salmo responsorial y que, titulando estas líneas, nos ayudarán a entender la lectura evangélica, pués presenta una radicalidad en las exigencias de Jesús que pueden llegar a escandalizarnos.

Efectivamente, esa frase del salmista nos descubre un corazón que ha gustado la proximidad de la presencia del Señor y de ahí la confianza que expresan sus palabras hasta absolutizarla en la frase que comentamos.

El arranque de la escena que narra el evangelio de hoy también aporta un elemento de compresión a lo que viene después. El texto dice. Jesús tomo la decisión de ir a Jerusalén. Era su gran cita con el Padre. Ciertamente allí le esperaba la cruz pero toda esa realidad tenia un sentido: vivir hasta el extremo su comunión con el Padre que le va a llevar al triunfo de la resurrección.

Con ese deseo de entrega confiada, Jesús tiene que oír las propuestas de los tres candidatos a discípulos, que nos presenta el texto.

Te seguiré a donde vayas indica una actitud de acompañar a Jesús pero no la absolutidad de tomarle a El mismo como tarea y meta.

La posturas de los otros dos que posponen el seguimiento a cumplir deberes afectivos con la familia también presentan la fisura de no tomar como absoluto lo que les ofrece Cristo.

Desde las respuestas de Cristo nos hemos de preguntar si no se da en nosotros posturas que cuadran perfectamente con las medias tintas de los tres aspirantes al seguimiento. La causa de lo anterior es la carencia de una vivencia interior que sea capaz de descubrir en el seguimiento de cada día una liberación y pueda decir con verdad al Señor Tú eres mi bien.

Antonio Luis Martínez