26 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XIII
21-26

 

21.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo

Nexo entre las lecturas

"Llamada y respuesta": dos palabras que resumen el contenido sustancial de las lecturas del presente domingo. Jesús en su caminar hacia Jerusalén llama a algunos a seguirle y a darle una respuesta radical (Evangelio). En esto Jesús supera las exigencias del llamado y del seguimiento en el Antiguo Testamento, particularmente en la vocación de Eliseo (primera lectura). Los gálatas -y todos los cristianos en general- han sido llamados a la libertad del Espíritu, y por consiguiente tienen que responder con su comportamiento a su nueva condición de hombres libres, evitando caer otra vez en la esclavitud (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

Los pasajes bíblicos de este domingo nos presentan algunas características fundamentales de la respuesta a la llamada que Cristo hace a los hombres. Características exigentes, nada convencionales.

1. Con Jesús hacia el Gólgota. Con el pasaje evangélico comienza Lucas la gran marcha de Jesús desde el lugar del triunfo y del éxito (Galilea) hacia el lugar de la muerte y de la derrota incomprensible (el Gólgota en Jerusalén). Jesús inicia esta marcha "con firme decisión". Él camina por delante, el primero, el abanderado de los designios del Padre, "para cumplir los días de su asunción", es decir, los días de su martirio fuera de los muros de Jerusalén y de su exaltación gloriosa mediante la resurrección. Los discípulos han dicho sí a la llamada y ahora siguen sus pasos, sin entender muy bien a dónde van. Jesús, en esta larga marcha hacia Jerusalén, les irá instruyendo y poco a poco captarán que el camino termina en una cruz. Jesús habla claro, pero la ceguera de los discípulos no es fácil de vencer. Necesitarán la luz de la Pascua.

2. Como Jesús, pasar haciendo el bien. Los hijos del trueno quieren arrojar fuego y centellas sobre el pueblo que rechaza darles hospedaje. Seguramente habían escuchado en la sinagoga que Elías había hecho caer fuego del cielo (1 Re 18, 38) y ellos no querían ser menos que aquel gran profeta. Pero Elías hizo bajar el fuego de Dios no sobre una ciudad y sus habitantes, sino sobre el sacrificio en el monte Carmelo. Santiago y Juan como buenos discípulos de Juan el Bautista van más allá, porque ellos han escuchado decir a su antiguo maestro que "el Mesías quemará la paja con fuego que no se apaga" (Lc 3,17). Lucas nos dice que Jesús "les reprendió con dureza". ¿Pero es que no se han enterado que Jesús no ha venido para hacer el mal, sino sólo el bien? ¿No entienden que Jesús camina hacia Jerusalén para vencer el mal con el bien sobre el Calvario?

3. Tres actitudes para seguir a Jesús. Podemos formularlas así: Entrega total, decisión absoluta, desprendimiento pleno. Hay que estar dispuesto a dejar el pasado, a no mirar hacia atrás, sino a tender los ojos hacia adelante, hacia la tierra que hay que labrar y que un día dará su fruto. En el seguimiento de Jesucristo no se admiten condiciones, si éstas implican subordinar el llamado al propio querer. Se pide radicalidad, porque el reino de Dios apremia y no puede esperar: Eliseo pudo poner condiciones a Elías (ir a despedirse de sus padres), pero el cristiano, si así lo requiere el Reino, ha de librarse de esta preocupación por un bien urgente y superior. Finalmente, al discípulo Jesús pide el poner exclusivamente en él su seguridad, renunciando a todo tipo de seguridades materiales y humanas. Jesús no tiene nada, sólo a su Padre. El discípulo habrá de estar dispuesto a no tener nada, sólo un camino y un caminante que le va llevando hacia la cruz.

4. Seguir a Cristo con libertad. Antes del bautismo el cristiano era esclavo de sí mismo y del Maligno. Cristo lo ha liberado, pero no para arrojarle otra vez a una nueva esclavitud, sino para que viva siempre en clave de libertad, bajo la guía del Espíritu Santo. Para un cristiano incircunciso, nos enseña Pablo, el circuncidarse es perder la libertad del Espíritu y caer en la esclavitud de la ley. Por otra parte, un cristiano, proveniente del paganismo, pierde la libertad si vuelve a vivir como antes, siguiendo las apetencias de la carne, como la idolatría, la fornicación, la discordia, las borracheras y, en general, cualquier forma de libertinaje. El cristiano, liberado por Cristo, ha de aceptar y vivir el riesgo y el reto de la libertad.


Sugerencias pastorales

1. Un camino y muchos senderos. Cristo es el único camino, un camino sobre el que se extiende, poderosa, la sombra de la cruz. Este es el único camino del seguimiento, de la misión, de la plenitud cristiana. Son, sin embargo, muchos los senderos que conducen a este camino. Son muchos los modos y tiempos con que Cristo llama a los hombres a caminar con él, junto a él. Está el sendero de la fidelidad conyugal y el de la consagración radical, está el sendero del sufrimiento y el de la entrega amorosa en el servicio a los necesitados, está el sendero de la vida pública y el de la vida oculta en el quehacer diario del hogar, está el sendero del espectáculo para descanso del hombre y el de la escuela para su instrucción. Está el sendero de...Todos los senderos pueden, deben encontrarse en el mismo y único camino: Jesucristo, maestro de los hombres, redentor del mundo. Al entroncar nuestro sendero con el camino de Cristo percibiremos que no llegamos desnudos al camino, sino que portamos con nosotros nuestra cruz y nuestro calvario. Y nos convenceremos quizá que la cruz de Cristo está hecha de millones de cruces, y el Calvario que sostiene la cruz es un promontorio formado por muchos calvarios. Es el momento de preguntarnos si el sendero de nuestra vida está entroncado al camino de Cristo. Es el momento de suplicar al Señor que nuestros senderos confluyan siempre en el camino de Cristo maestro y redentor.

2. Caminar sin entender del todo. En las cosas del espíritu no todo es claro, ni todo evidente. Pero uno no puede quedarse paralizado, hay que caminar aunque no se entienda todo ni del todo. Caminar mirando una estrella que un día se vio, y que ahora quizá está cubierta por una densa nube. Caminar, como Jesús, con paso firme, sin miedo, aunque la inteligencia quiera que detenga el paso e incluso que retroceda ante la niebla del camino. Caminar en el claroscuro de la fe, mirando siempre hacia adelante, hacia Jerusalén, la meta de nuestra existencia. Caminar, caminar, caminar... ¿No nos sucede a veces que nuestra inteligencia nos frena en el camino de la vida espiritual, del trabajo apostólico? Camina iluminado por el corazón, porque el corazón tiene sus razones que la razón no comprende. Y el amor difícilmente se equivoca.


22. DOMINICOS 2004

1.- Todos los hombres y todos los pueblos realizan grandes esfuerzos por gozar de libertad, saliendo de cualquier clase de esclavitud, salir de la represión a la libertad, como un derecho supremo y bien absoluto del hombre. Se considera que la libertad está en la raíz de la propia identidad como la mejor cualidad inherente a la dignidad de la persona humana.

2.- Al hablar de persona libre-libertad puede haber coincidencia de expresiones y a la vez gran diferencia en los contenidos que queremos significar. Variantes que incluso se dan dentro del mismo colectivo según sea la edad, la pertenencia a grupos étnicos o políticos, condicionamientos religiosos, nivel social y cultural, etc.

3.- El pueblo cristiano entendió de forma diferenciada la esclavitud-libertad a través de los tiempos (imperio romano, edad media, moderna y en los nuestros), al asumir en parte los criterios socio-culturales, y a la vez defender la peculiaridad de la libertad cristiana donde siempre subyace la originalidad que le presta ser esclavos en Cristo, como modelo y raíz de la verdadera libertad.

El cristianismo ofrece liberación total de ataduras y dependencias, liberación regulada por el amor al prójimo: sin él faltaría el clima necesario para obrar con verdadera libertad. Un esclavo puede pasar de un amo a otro, de una tiranía o esclavitud a otra; el cristiano está llamado a gozar de la libertad de Cristo que implica ante todo la liberación del egoísmo: Punto de partida y término de otras liberaciones parciales.

4.- Somos esclavos por amor como respuesta a la llamada de Cristo: Un amor exigente que deriva en austeridad para la propia vida y liberalidad comprensiva con los demás. Libertad básica o fundamental que es principio y término de los comportamientos; punto de apoyo y ayuda para triunfar en los ambientes individuales/sociales que generan nuevas dependencias y ataduras: poder, avaricia, drogadicción, sexo, etc.

Comentario Bíblico
El "seguimiento" como experiencia de libertad


Iª Lectura: 1Reyes (19,16-21): Eliseo "sigue" a Elías
I.1. La lectura nos presenta una narración que ofrece todos los indicios de la mentalidad de una época, pero que pone de manifiesto esa ruptura que los profetas expresan en sus vidas como ejemplo a seguir. En la narración aparece el gran profeta Elías que, con el signo ancestral de su manto, capta a su discípulo Eliseo para que le siga; porque, cuando Elías desaparezca, Eliseo debe mantener viva la llama de la profecía, la voz de Dios. El signo del manto es el signo evidente de para qué sirve un manto, para proteger, para acoger. El manto de Elías es toda su vida, sus opciones por el Dios vivo, su defensa de la justicia.

I.2. Toda llamada implicará un cambio de mentalidad y una opción por lo que merece la pena. Habrá que romper con ideologías de mentalidades ancestrales, rutinarias, incluso familiares (no se refiere a los sentimientos, desde luego) para seguir el proyecto de Dios.


IIª Lectura (Gálatas 5,1-18): Nuestra vocación es la libertad
II.1. La carta de la libertad cristiana, tal como es designada la carta a los Gálatas, nos habla precisamente de ese don por el que luchó Pablo contra los que se oponían al evangelio que se le había revelado. El Apóstol sabe que la libertad puede malinterpretarse con el libertinaje; ¡todos lo sabemos! No obstante, el evangelio es el don de la libertad más grande que el hombre tiene que recuperar constantemente como don de Dios. El “apóstrofe” con que Pablo reclama a los cristianos la consecuencia de su vocación a la libertad es de una fuerza inaudita. Y deja claro que la libertad debe experimentarse en el amor. Sin el amor, la libertad cristiana también estaría herida de muerte. No se trata solamente de matices o de pura retórica: ¿De qué nos vale la libertad desde el odio? ¿Dónde nos lleva la libertad sin reconciliación?

II.2. Durante toda la carta, Pablo se ha mantenido en una actitud irrenunciable a los valores del evangelio que él predica, que recibió por revelación y por el que da la vida. Ese evangelio es la experiencia más grande de libertad que jamás hubiera podido soñar. Ahora, en la parte práctica de la carta (cc. 5-6) vuelve de nuevo sobre el tema. La libertad verdadera es un don del Espíritu; el libertinaje es una consecuencia del egoísmo (de la carne, como a Pablo le parece bien decir). La carne es todo ese mundo que nos ata a cosas sin sentido. El cristiano, como hombre que debe ser del Espíritu, está llamado a ser libre y a no esclavizarse en lo que no tiene sentido.


Evangelio (Lucas 9,51-62): Seguir a Jesús: renuncia a la violencia y a ideologías de muerte
III.1 La lectura del evangelio expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es el momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa” que en el tercer evangelista se recarga de un sentido teológico especial: porque se intenta presentar, de la forma más efectiva, la actividad de Jesús como profeta, a la vez que el evangelista se vale de la pedagogía de ese viaje para enseñarnos a ser discípulos de Jesús. No están claras las referencias geográficas del viaje (9,51-19,28). Nos encontramos con una insistencia clara en que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos casi en el centro del evangelio y Lucas, a diferencia de Marcos, quiere privilegiar toda la “subida” a Jerusalén que será, en realidad, una “bajada” al abismo de la condena y de la muerte. El texto de hoy está formado por dos narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él no hizo discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino enseñándoles a vivir de otra forma y manera.

III.2. La renuncia a la violencia que propugnan los hijos del Zebedeo porque no ha sido Jesús recibido en Samaría es ya una declaración de intenciones. Lo es también que el profeta galileo vaya a Jerusalén pasando por el territorio de los herejes samaritanos para anunciarles también el mensaje del Reino. Son rechazados y Jesús cuenta con ello, pero no se le ocurre incitar a la condena y a la violencia. Éste es un aspecto determinante del “seguimiento” de Jesús según Lucas. Merecería la pena comentar este episodio como paradigma de la actitud básica de Jesús en su decisión de ir a Jerusalén.

III.3. Por eso, inmediatamente después de la decisión de Jesús, se nos presenta el conjunto de las llamadas de Jesús a seguirle. La forma y la manera es distinta de lo que sucede entre Elías y Eliseo. Aquí es la palabra directa de Jesús, o la petición de los que quieren ser discípulos, o los que quieren informarse, como si fueran candidatos. Pero la radicalidad es la misma. Es una llamada para seguir a Jesús que ha decidido jugarse su vida como portavoz de Dios delante de los jefes y señores de este mundo que están en Jerusalén. Lucas quiere que los discípulos también tomen conciencia de lo que es este viaje, este proyecto y esta tarea. ¿Para qué seguir a Jesús? ¿Por qué romper con las ideologías familiares? ¿Por qué no mirar hacia atrás? Porque la tarea del Reino de Dios exige una mentalidad nueva, liberadora. Los seguidores de Jesús tienen que estar en camino, como Él; el camino es la vida misma desde una experiencia de fraternidad.

III.4. Los textos del seguimiento que Lucas ha tomado del evangelio de itinerantes, probablemente galileos radicales (Q), no tienen por qué ser caracterizados como los de los filósofos cínicos. Desde luego, Jesús no lo era, ni lo podía ser. Pero en esos dichos se refleja toda la crítica hacia las instituciones sociales y el desapego, incluso, de lazos familiares que puedan desviar la atención de las exigencias de Reino de Dios. No se trata de odio familiar, pues eso estaría contra el amor a los enemigos que Jesús defendió expresamente (Lc 6,27ss). Es, más bien, poner las cosas en su sitio cuando se trata de sacar adelante el proyecto de Dios, que puede no coincidir con intereses religiosos institucionales e incluso familiares. El discípulo de Jesús se abre a un horizonte nuevo, a una familia universal, a una religión de vida y no de muerte. Las palabras del seguimiento son rupturistas, pero no angustiosas; son radicales, utópicas si queremos, porque van a la raíz de la vida y porque son las que transforman nuestra vida y nuestro entorno social y religioso. Jesús quiere que le sigamos para hacer presente el reinado de Dios en este mundo. Y el Reino de Dios es lo único que puede traer la libertad a quien la anhela.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org


Pautas para la homilía
"La llamada al seguimiento en la verdadera libertad"
Ama y haz lo que quieras

Esto decía san Agustín, como resumen del mensaje cristiano. El valor del amor manifestado por Jesús, en sus palabras y en su vida, es excelente y capaz de orientar de manera eficaz cualquier acción humana; amor afectivo de caridad, que se traduce en amor efectivo en obras de misericordia.

Una interpretación radicalmente distinta tiene esta afirmación en el lenguaje de hoy, dentro de una cultura asediada por propaganda erótica y sometida a manipulaciones egoístas. Amar y comportarse en la vida desde esos criterios induce superficialmente a relaciones sexuales de cualquier tipo, parejas de hecho, abusos y violencias. Pasar de una cultura de represión a una cultura de libertad implicaría en tal contexto la superación de las normas éticas, en que con facilidad domina o se impone el abuso de libertad, libertinaje por carencia de criterios éticos. Equivale a decir que nada es malo y todo queda permitido.

Todos estamos llamados a vivir en libertad y nos mostramos gozosos por asumirla como el valor por excelencia de la vida, tanto a nivel personal como comunitario. El cristiano se considera doblemente libre: su vocación es la libertad en Cristo al descubrir que entrega su vida por amor y llega a ser “esclavo” de los otros por o para ayudarles a conseguir en plenitud su propia libertad. Es capaz de elegir bienes permanentes, excelentes, universales a los que puede llegar saliendo de cualquier clase de esclavitud o tiranía.


¿Qué nos dice la Sagrada Escritura?.

La vocación profética se presenta como un nuevo nacimiento.

Eliseo es un rico agricultor que se desprende de todo con prontitud, se despide de la familia sin demoras y sigue al profeta. Al recibir el manto de Elías recobra suficiente personalidad para lanzarle a la misión: Queda convertido en hombre de Dios en el mundo del hombre. La fuerza del espíritu le capacita para secundarla, sin negarse radicalmente; antes por el contrario cooperando con libertad. A la voz de Dios hay una respuesta que le lleva a romper generosamente con el pasado y asumir un nuevo género de vida al servicio de la misión.

En el relato de San Lucas aparecen varias vocaciones al discipulado, cuando Jesús marcha camino de Jerusalén, que no son del todo entendidas por los oyentes. La austeridad exigida al discípulo en el seguimiento está encaminada a conseguir una libertad y disponibilidad mayor que le ayude a anunciar con nueva transparencia el Reino de Dios. Se trata de cultivar la exigencia en el ámbito de los propios intereses conjugada de manera admirable con la comprensión hacia quienes se manifiestan “diferentes” en las ideas o respuestas al anuncio liberador. Que baje fuego del cielo, en todo caso, para quemar los propios egoísmos, pero no para destruir a los adversarios o ajenos a la propia mentalidad.

Despego de los bienes y comodidades, ruptura con el pasado (incluso con el presente familiar) en pro del seguimiento. Todo para que pueda darse el nuevo nacimiento de la persona creyente cuya conciencia va a actuar en libertad desde la obediencia a la voluntad de Dios, manifestada por Jesucristo.

La fe ilumina de tal modo la conciencia, que las exigencias de fidelidad a sus mandatos están por encima de aquellos que se refieran a las leyes de la sociedad: es la justicia del Reino en defensa de los pobres, humildes y necesitados que ya anunciara el profeta Isaías la que impone sus exigencias. Va precedida de una conversión del corazón que atañe no sólo a cada individuo en particular, sino también a la comunidad plena.


Discernimiento en nuestras acciones pastorales

1.- Hay quien se entusiasma por la fama de Jesús. Uno se decide a seguirle a cualquier parte que vaya, quizás sin descubrir los propios intereses que anidan en ese seguimiento. Nadie puede fabricar un cristianismo según sus cálculos, beneficios o comodidad.. Jesús no tiene nada que ofrecer… fuera de la liberación plena y salvación gozosa.

No basta hoy con estar bautizados; no es suficiente que nos autodenominemos discípulos y que caminemos por cuenta propia, porque pueden quedar soterradas segundas intenciones en muchas tareas apostólicas. Es una invitación a interiorizar la fe, a liberarla del follaje o lastres culturales y personales que impiden descubrir el verdadero rostro de la fidelidad.

2.-El segundo de los casos referidos por el evangelista puede aludir a su apego al pasado, que en definitiva (como en el caso de Eliseo) debe quedar atrás y pertenece a otros. Al iniciar el seguimiento cotidiano de Jesús nos comprometemos a abandonar unos “restos” que deben morir; algo que es preciso superar por lo que tiene de atadura, auténticas bridas, que impiden avanzar con libertad de espíritu por el camino de las bienaventuranzas.

¿Cuántos apegos o adherencias actúan como auténtico lastre en nuestro vuelo?

3.- El tercero tiene bastante similitud con el anterior y puede concretarse de alguna manera con el mundo afectivo: quien se siente llamado intenta despedirse de los suyos. Jesús no está en contra del cuarto mandamiento, pero sí quiere que seamos capaces de mirar la vida con los ojos del corazón, con una mirada de eternidad basada en otros estilos amorosos.

Fr. Manuel González de la Fuente, OP
mgfuente.dominicos@telefonica.net


23. I.V.E.


Comentarios Generales


I Reyes 19, 16. 19-21:


Elías y Eliseo han recibido de Dios el carisma profético. Ellos responden con docilidad y generosidad a la elección. Constituyen un modelo que deberán imitar cuantos reciban del cielo carisma de apostolado:

¾ Siempre la elección y la vocación es don gratuito de Dios. En el caso de Eliseo, Elías es el intermediario que transmite el plan de Dios al elegido. Al mismo tiempo le significa con una acción simbólica cual es el sentido de la vocación de Dios: Elías echa su manto sobre Eliseo; con esto le indica que Dios quiere de él que prosiga la tarea de Elías, con su mismo espíritu y su misma plenitud de poderes.

¾ La respuesta de Eliseo al plan de Dios, que acaba de conocer por boca de Elías, es altamente ejemplarizante. Inmediatamente hace renuncia de todo y se entrega del todo a su nueva vocación. Abandona la familia, deja sus propiedades. La renuncia es tan sincera que en testimonio y como sello de la irreversibilidad de sus propósitos ofrece en sacrificio sus bueyes y quema todos sus aperos. Se pone incondicionalmente a las órdenes de Elías. Y será en Israel, ante los reyes y ante el pueblo, el gran defensor del culto de Dios frente a toda idolatría y corruptela.

¾ Estos dones carismáticos los sigue otorgando Dios. En la Nueva Alianza, sin duda duda con mayor profusión y riqueza que en la Antigua. El concilio nos dice acerca de la respuesta que ha de dar a Dios aquel lo recibe: “Estos carismas (proféticos) hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo” (LG 12). Agradecimiento y gozo porque con estos dones de Dios puede el que los recibe ayudar mucho a sus hermanos. De ahí esta otra norma conciliar: “De la recepción de estos carismas procede a cada uno el derecho y la obligación de ejercitarlos en la Iglesia y en el mundo”. San Pablo, rico como nadie en el carisma profético, consciente de este derecho y de este deber decía: “Pues el anunciar el Evangelio no es para mi ningún pretexto de gloriarme. Es una obligación que me ha sido impuesta. Porque ¡ay de mi si no predicare el Evangelio! (I Cor 9,16).


Gálatas 4, 31-1. 13-18


San Pablo nos explica la libertad de los hijos de la fe en contraposición a la servidumbre de la etapa de la ley Mosaica o de la Vieja Economía:

¾ Al contraponer Fe y Ley (Obras de la ley) no contrapone Dogmas y moral, sino situaciones o estados. En el estadio de la Ley Mosaica (Antiguo Testamento) todo era provisional, umbrátil y prefigurativo. Es Cristo la plenitud, la realidad, la Verdad, la Vida. Quedarse ahora, tras la venida de Cristo, en la Ley Mosaica es agarrarse a una sombra. Es una locura suicida, pues con ello se rechaza la salvación que nos traer el único Salvador: Cristo.

¾ Libertad de la Ley no significa desenfreno o libertinaje: “Habéis sido llamados a la libertad: solo que no sea esta libertad pretexto para vivir según las pasiones”. Liberados de la Ley Mosaica; liberados para pasar al servicio y amor de Cristo: “Yo, que no estoy sin la Ley de Dios; yo, que estoy ligado a la Ley de Cristo...” (I Cor 9,21).

¾ La Ley de Dios, la Ley de Cristo, la que nos hace de verdad libres y a la vez nos encadena como ninguna otra pueda hacerlo, es la Caridad. Y es asimismo el Espíritu Santo; efectivamente, “Libres en Cristo” significa: al servicio de la Caridad: “Antes bien, por la caridad haceos los unos servidores de los otros”. “Libres en Cristo” significa: al servicio del Espíritu: “Os, digo, además: Caminad según el Espíritu y no seréis esclavos de las apetencias de la carne... Si sois conducidos por el espíritu ya no estáis bajo la Ley” (Mosaica). Dado que la fructificación del Espíritu Santo es: Caridad, gozo, paz, longanimidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, castidad, es evidente que la Libertad del Evangelio equivale a mayor fructificación del Espíritu en nosotros: a mayor santidad: También sobre los fieles laicos deposita Dios la vocación y la confianza de llenar el mundo de frutos del Espíritu Santo.


Lucas 9, 51-62:


El Maestro nos deja ejemplo de como se cumple una misión o una vocación señalada por Dios:

¾ Emprende el viaje a Jerusalén. Este viaje tiene como termino la crucifixión. Jesús lo sabe. El Enviado del Padre va consciente y valiente a cumplir su misión. “Puso firme su rostro”, dice textualmente Lucas. Llega el tiempo de su “termino”. Lo hace frente. Se encamina a Jerusalén.

¾ Es la ocasión para que Lucas nos recuerde las condiciones que exige el Maestro a quien tienen la vocación y misión de ser los continuadores de su Obra Salvífica. La lección se nos da escenificada en tres tipos de llamados al apostolado. Y en cada uno se acentúa una renuncia.

Al primero le recuerda Jesús la existencia de la pobreza y desprendimiento total. Al segundo, entrega sin reservas. El Apóstol de Cristo es Mensajero de luz y Vida. Y eso es lo importante para él. Dar a todos la luz y la vida divina. Ningún lazo, ni siquiera los efectos de familia, pueden serle trabas en el cumplimiento de esta misión. Al tercero se le exige renuncia a toda distracción. Con la alusión a Eliseo, que del cultivo de sus campos pasó al servicio exclusivo de Dios, enseña Jesús la exclusividad e intensidad que exige la vocación apostólica


*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F.),"Ministros de la Palabra", ciclo "C", Herder, Barcelona 1979.


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CArd. D. ISIDRO GOMA Y TOMAS


Jesús sube a Jerusalén: es rechazado en Samaría. Tres candidatos al discipulado.


Explicación. — SUBE JESÚS A JERUSALÉN. — A pesar de la negativa de Jesús a los requerimientos de sus parientes, que le invitan a subir a Jerusalén para la gran fiesta de la Dedicación, a fin de manifestarse en público como Mesías, tenía el Señor resuelto en su interior emprender el viaje, aunque no clamorosamente, en la forma que sus parientes hubiesen querido, y en realidad lo emprenderá así que se hayan aquellos ausentado, a pesar de los peligros que le amenazan: Mas, después que sus hermanos hubieron subido... El viaje será lento, y dará lugar a una serie de hechos y discursos que nos refiere casi exclusivamente San Lucas (9, 51-10, 42). Ya no volverá el Señor a la Galilea durante su vida mortal, aunque sí después de su resurrección. La solemnidad con que refiere el Evangelista el propósito de Jesús de subir a la fiesta, responde a la situación psicológica del Señor en el momento de dejar el país donde pasó casi toda su vida, para arrostrar todas las consecuencias de la visita a la gran ciudad, donde le esperan sus encarnizados enemigos: Y como se acercase el tiempo de su asunción, el tiempo designado por el Padre en que debía Jesús subir a los cielos, y en ello va comprendido todo que debía precederla, su pasión y muerte, determinó, con semblante resuelto, ir a Jerusalén, resolvió firmemente, dando impertérrito la cara a todo suceso futuro, ir a la gran ciudad, que estaba en fiestas. Y a la ciudad fue, no con pompa solemne, como hubiesen querido los suyos, y entre las expansiones de la gran fiesta, sino ocultamente, con el designio de sembrar en la ciudad su divina doctrina: Subió también a la fiesta, no en público, sino como en oculto. La ejecución del propósito del Señor da lugar a estos episodios: Los samaritanos no le dan paso (52-26); Tres pretendientes al discipulado (57-62).


JESÚS RECHAZADO EN SAMARIA. — Para ir a Jerusalén, el camino más breve es por Samaria. Jesús intenta tomarlo, y, para ello, envió delante de sí mensajeros. Viajaba el Señor con sus Apóstoles, y probablemente con varios discípulos; era una medida de prudencia asegurar, en un viaje que debía durar varias semanas, posada y vituallas para todo el séquito: Ellos fueron, y entraron en una ciudad de los samaritanos, no la misma Samaria, sino algún pueblo colindante con Galilea, para prepararle (posada).

Aquellos vecinos supieron que la comitiva subía a Jerusalén para asistir a la fiesta; eran los samaritanos, como se ha dicho ya, enemigos de los judíos y de su culto religioso; quieren que sea Dios adorado en su monte Garizim: Y no le recibieron, por cuanto hacía semblante, se proponía, de ir a Jerusalén.

Indignáronse por el ultraje inferido a su Maestro los Hijos del trueno, Santiago y Juan, e inspirándose en celo ardiente, quizá demasiado humano, desean vengar al Señor: Y cuando lo vieron Santiago y Juan, sus discípulos, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos, porque si tú lo quieres nuestra palabra será eficaz, que descienda fuego del cielo y los acabe? Pocas semanas había que vieran a Elías en el monte de la Transfiguración, y así lo había hecho el profeta (4 Reg. 1, 10-12) con los judíos: ¿cuánto más lo hará el Hijo de Dios con los samaritanos, enemigos de aquéllos? Mas él, que iría al frente del grupo, volviéndose hacia ellos, les riñó, diciendo: No sabéis de qué espíritu sois: ellos deben estar informados de su propio espíritu, que es de misericordia y caridad; este espíritu fue el que determinó su encarnación, el que informó toda su vida: El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas. Y se fueron a otra aldea, fuera de país samaritano.


TRES CANDIDATOS AL DISCIPULADO. — En el suceso anterior se encierra una lección de prudencia en el ejercicio del apostolado; en éste, otra sobre el criterio que debe presidir la elección de los mismos llamados a ejercerlo. Y aconteció que yendo ellos por el camino, acercándose, dijo un escriba a Jesús: Maestro, yo te seguiré adondequiera que fueres. La calidad de escriba del pretendiente demuestra que hasta en este rango Jesús se había hecho adeptos. El Maestro no le rechaza ni le admite; en su respuesta va al fondo del espíritu del escriba, en el que quizás haya visto deseo de lucrarse con las obras milagrosas que hacen los discípulos de Jesús. Jesús le dijo, dejándole ver la sombría perspectiva de la abnegación y pobreza voluntarias de los verdaderos Apóstoles: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos: mas el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza: tal es la pobreza del Señor.

La vocación al discipulado de Jesús exige la pobreza; ahora añade Jesús otra condición: la del pronto seguimiento, dando de mano a todo lo demás: Y a otro dijo: Sígueme: no es el discípulo que pide, sino el Maestro que llama. Y él respondió: Señor, déjame ir antes a enterrar a mi padre; la petición es justa, para cumplir un natural deber de piedad. Por otra parte, el llamado se revela humilde, obsecuente, dispuesto a seguir a Jesús. Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos: mas tú, vé, y anuncia el Reino de Dios: es decir, deja que los allegados cumplan con este oficio; tú no eres necesario; estás llamado a cosa muy superior, de orden espiritual. Pudo comprender el nuevo discípulo el alcance de la respuesta del Señor, porque entre los judíos, los que por razón especial estaban consagrados a Dios, el pontífice, los nazarenos, no podían siquiera visitar ningún muerto, aunque fuese el propio padre. Mayor es la dignidad espiritual de los nuevos apóstoles.

No sólo debe obedecerse con prontitud el llamamiento del Señor; es necesaria la perseverancia, lo que aparece en el ejemplo del tercer candidato: Y otro le dijo: Te seguiré, Señor: más primera-mente déjame ir a disponer de lo que tengo en mi casa, poner en orden mis negocios, despedirme de mis deudos, etc. Jesús le dijo: Ninguno que pone su mano en el arado, y mira atrás, es apto para el Reino de Dios; el arador que no está encorvado sobre el arado, hincándolo en la tierra, no cumple su oficio: si mira atrás, se torcerá el surco: en lo que expresa que en la obra de Dios debemos emplear continua atención y energía.


Lecciones morales. —Determinó, con semblante resuelto, ir a Jerusalén... — Sabe Jesús que en Jerusalén le aguardan los tormentos y la muerte; a pesar de ello, con libertad absoluta, con voluntad decidida e impertérrita, sube a la fiesta, porque sabe que aquella es la voluntad del Padre. Tal debe ser nuestra disposición de espíritu, tan pronto se hace en él presente la voluntad de Dios. La convicción de la inteligencia y la firme resolución de la voluntad son el resorte de las grandes acciones, y la explicación de las vidas provechosas. La miedosa aprehensión de la carga a llevar, de la meta a alcanzar, de los trabajos a sufrir, esterilizan los deseos mejor concebidos. Ser los mismos, y ser fuertes, cuando vamos a un buen fin: la gracia de Dios no nos faltará.

B) — Subió también a la fiesta, no en público, sino como en oculto. —Va a la fiesta Jesús, no para buscar su gloria ni para padecer, que no ha llegado su hora, sino para enseñar a los hombres y prepararles a la eterna fiesta, dice San Agustín. Y va como en oculto, aunque hubiese podido ir con pompa y frustrar los planes de perderle que sus enemigos abrigaban; ya para confirmarnos en la verdad de su Encarnación, ya para que aprendamos a evitar con prudencia el choque con nuestros enemigos, si así lo reclama nuestro bien y el de los demás.

c) — No sabéis de qué espíritu sois. — El espíritu de Jesús es de caridad, paciencia, longanimidad, misericordia, porque le informa el Espíritu Santo. Tal debe ser nuestro espíritu. En esto, el Cristianismo ha mudado la psicología y las costumbres de los pueblos que lo han abrazado y lo han comprendido. «Sé implacable con tu adversario», decían los antiguos; ahora, no: la mansedumbre, el espíritu de paz y de perdón son ley de nuestra vida. No siempre debe exigirse al pecador según la justicia, dice San Ambrosio, porque muchas veces aprovecha más la clemencia. A más de que, en este caso, los samaritanos, porque habían sido prontos en creer, debieron ser tratados con menor rigor. Las buenas obras son, hasta cierto punto, compensación de las malas.

D) — Las raposas tienen cuevas... — Pensó el escriba hacer negocio en el seguimiento de Jesús; y Jesús le muestra, en metáfora de realismo tremendo, la vida paupérrima que voluntariamente ha abrazado. Uno de los más terribles pecados que puedan cometerse en el ejercicio del apostolado, cualquiera que sea, es buscar una equivalencia de los esfuerzos en forma de miserables dineros. Judas y Simón Mago son cabeza en que debieran escarmentar todos los que, al colaborar con Jesús y al manejar las cosas de Jesús, buscan con afán enriquecerse. Si Dios condena en los simples cristianos el espíritu de codicia, ¿qué sentirá de un apóstol avariento y codicioso?

E) — Ninguno que pone su mano en el arado, y mira atrás... Te llama el oriente, dice San Agustín, y miras al occidente; te solicita la luz de Cristo y sus ejemplos, y vuelves el rostro de tu alma de la parte de la oscuridad. Si miras a lo que has dejado, dice San Beda, te sucederá lo que a la mujer de Lot, que no pudo hacer su camino: tampoco lo harás tú. Tiene la naturaleza demasiada fuerza sobre nuestra vida, para que, si la miramos, no nos solicite de nuevo al mal. Los actos hacen hábitos, y los hábitos engendran una segunda naturaleza, que dificilísimamente se destruye.


(Card. Gomá, El Evangelio Explicado, vol. II, Ed. Acervo, 6ª ed., 1967, p. 92-96)


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P. Carlos miguel buela, Ive.


Te seguiré adonde quieras que vayas



"El Señor les propone metas más elevadas y los llama

a entregarse a ese amor sin reservas.

Descubrir esta llamada, esta vocación

es caer en la cuenta de que Cristo tiene los ojos fijos en ti

y que te invita con la mirada a la donación total en el amor.

Ante esa mirada, ante ese amor suyo,

el corazón abre las puertas de par en par

y es capaz de decirle que sí".



(Asunción, Paraguay, 19-06-1988).


Jesucristo realmente vale la pena.

Jesucristo es el gran cautivador. Es el enamorado más grande de toda la historia. El enamorado más ardiente por toda la eternidad. Es el gran cautivador de corazones.

Jesucristo vale la pena. Él merece la entrega de toda una existencia. Y mucho más.

¿Por qué? ¿Qué es lo que, de hecho, en el fondo, mueve a tantos jóvenes a entregarse incondicionalmente a su seguimiento, a seguirlo a donde quiera que vaya?

Según algunos es la Resurrección. No es correcto. No. Con la resurrección difícilmente se despierte alguna vocación, porque creerán que uno está haciendo propaganda, al estilo de esas instituciones que por televisión hacen "jingles" pegadizos: "Si al escuchar esta música tu corazón late más aprisa, entra en la Escuela de..., tendrás un gran porvenir...".

Según otros se trata de un "susto" con el infierno; o de algún fracaso amoroso; o de algún "lavado de cabeza", o del fruto de una coacción. Verso. Si un joven o una joven llega a intentar consagrarse por esos motivos, no dura ni dos horas. Pura mentira.

Me crean o no, a mi modo de ver la vocación al sacerdocio y, en general, a la vida consagrada, es producida por la CRUZ DE CRISTO. Se trata de que "me amó y se entregó por mí" (Gal 2,20), y de que "el amor todo lo soporta" (1Co 13,7), menos una cosa: que se le pongan límites. Se trata de que por eso Cristo amó hasta la muerte; se trata de que jamás un joven le podrá reprochar que no lo amó lo suficiente. Y eso mueve. Eso llama. Eso quema. Eso atrae. Eso enardece.

El llamado no es, entonces, otra cosa que un llamado a compartir radicalmente los dolores de Cristo. No es un llamado a pasarla bien, sino a pasarla mal, como enseña el Espíritu Santo: "Hijo, si te acercares a servir al Señor Dios, prepara tu alma para la prueba" (Si 2,1). Es un llamado a "morir cada día" (1Co 15,31). Es un llamado a "crucificarse con Cristo" (Gal 2,19). Es un llamado a ser "como condenados a muerte"[1]. Es un llamado a subir al Calvario.

Lo dijo de algún modo Jesucristo, en general; y creo que puede entenderse de la vocación, en particular: "Cuando yo sea elevado a lo alto –es decir, a la cruz–, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32).

Si un joven o una joven está realmente dispuesto a ser elevado a lo alto con Jesucristo, es posible que tenga vocación. Si se asusta ante esto, probablemente no la tenga. El que tiene vocación está dispuesto a hacer cosas grandes, heroicas, incluso épicas por Cristo y su Iglesia.

Muchas personas, ignorando la naturaleza de la vocación –otros, directamente, con mala intención–, han buscado evitar con falsas razones la concreción de la vocación de muchos chicos y chicas que realmente se sintieron llamados. Por eso quisiera detenerme brevemente a considerar algunas de las más comunes objeciones para mostrar, con la autoridad de los santos, que esas objeciones no tienen ningún fundamento real.


1. Sublimidad del estado de vida consagrada

La entrada misma a la vida religiosa representa, evidentemente, un bien mejor, y quien duda de esto, dice Santo Tomás, "contradice a Cristo"[2], que la hizo objeto de un consejo evangélico. En otra parte enseña el Angélico que es "injuriar a Cristo"[3] no darse cuenta que la vocación consagrada es un bien mayor. De ahí que diga San Agustín: "te llama el Oriente", es decir Cristo, "y tú atiendes al Occidente"[4], es decir, al hombre mortal y capaz de error[5].

Respondiendo a la siguiente objeción, "si es aconsejable entrar en la vida religiosa sin antes haber pedido el parecer de muchos y haberlo pensado por mucho tiempo", responde Santo Tomás que: "...el que pide el ingreso no puede dudar de que su vocación venga de Dios, de quien es propio 'conducir al hombre por caminos rectos' (Sal 142,10)"[6].

Por eso enseña San Juan Bosco: "El estado religioso es un estado sublime y verdaderamente angélico. Los que por amor de Dios y de su eterna salud sienten en su corazón el deseo de abrazar este estado de perfección y de santidad, pueden creer, sin duda alguna, que tal deseo viene del cielo, porque es demasiado generoso y está muy por encima de los sentimientos de la naturaleza"[7].


2. Temor de que falten fuerzas

Santo Tomás dice, haciendo alusión al miedo de que falten las fuerzas necesarias para perseverar en la vocación: "Tampoco hay aquí lugar a duda ya que los que entran en religión no confían en sus fuerzas para perseverar, sino en la ayuda divina. Así, dice Isaías: 'Los que esperan en el Señor recibirán nuevas fuerzas; andarán y no sentirán fatiga' (40,31)"[8].

"El temor de algunos de no llegar a la perfección entrando en la vida religiosa es irracional y refutado por el ejemplo de muchos. ...dice San Agustín[9] '...tantos niños y niñas, innumerable juventud y toda suerte de edades, viudas reverenciales y ancianas que envejecieron en su virginidad. Se burlaban de mi con cariño y decíanme con ironía: ¿Y tú no podrás lo que pudieron éstos y éstas? ¿Acaso éstos y éstas lo pudieron por sí mismos y no en su Dios y Señor? Confías en ti mismo y por eso dudas"[10].

Don Bosco afirma al respecto: "Y no teman, los candidatos, que les falten las fuerzas necesarias para cumplir con las obligaciones que el estado religioso impone; tengan por el contrario, gran confianza, porque Dios, que comenzó la obra, hará que tengan perfecto cumplimiento estas palabras de San Pablo: 'El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo' (Flp 1,6)"[11].


3. Prontitud en seguir la vocación

Santo Tomás se pregunta si es aconsejable entrar en la vida religiosa habiendo antes pedido el consejo de muchas personas y luego de haberlo pensado por mucho tiempo. Y responde que es aconsejable lo contrario, o sea, no pedir consejo a muchas personas, ni dejar pasar mucho tiempo.

El consejo y la deliberación se necesitan en las cosas de bondad dudosa, pero no en ésta, que es ciertamente buena, porque es aconsejada por el mismo Jesucristo. De lo cual nos dieron ejemplo los Apóstoles: San Pedro y San Andrés, a la llamada de Jesús, "inmediatamente, dejadas las redes lo siguieron" (Mt 4, 20); y San Pablo contando su vocación dice que respondió: "...al instante, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre,..." (Gal 1,16). Comenta San Juan Crisóstomo: "Cristo nos pide una obediencia tal, que no nos detengamos ni un instante"[12].


a- Los hombres mundanos

Comentando esta doctrina dice Don Bosco: "¡Cosa singular! Los hombres del mundo, cuando alguno quiere entrar en un instituto religioso para darse a una vida más perfecta y más segura de los peligros del mundo, dicen que se requiere para tales resoluciones mucho tiempo, a fin de asegurarse de si la vocación viene verdaderamente de Dios y no del demonio"[13].


b- Aun en la hipótesis que fuese una tentación del Diablo.

"Pero no hablan ciertamente así cuando se trata de aceptar un cargo honorífico en el mundo, en donde hay tantos peligros de perderse. Lejos de pensar así, Santo Tomás dice[14] que la vocación religiosa debería abrazarse aunque viniese del demonio, porque siempre debe seguirse un buen consejo aunque nos venga de un enemigo. Y San Juan Crisóstomo asegura que Dios, cuando se digna hacer semejantes llamamientos, quiere que no vacilemos ni un momento siquiera en ponerlos en práctica"[15].


c- Razones para no dilatar la decisión

"En otro lugar dice el mismo santo que, cuando el demonio no puede disuadir a alguno de la resolución de consagrarse a Dios, hace cuando menos todo lo posible para que difiera su realización, teniendo por gran ganancia si logra que la difiera por un solo día y hasta por una hora. Porque después de aquel día y de aquella hora vendrán nuevas ocasiones y no le será muy difícil obtener más larga dilación, hasta que el joven llamado, hallándose más débil y menos asistido de la gracia, ceda del todo y abandone la vocación"[16].


d- Peligros de la dilación

"Por esto San Jerónimo, a los que son llamados a dejar el mundo, les da este consejo: 'Te ruego que te des prisa, y antes bien cortes que desates la cuerda que detiene la nave en la playa'. Con esto quiere decir el santo que, así como si uno se hallase atado a un barco y en peligro de sumergirse, no se entretendría en desatar la cuerda, sino que la cortaría; así el que se halla en medio del mundo debe inmediatamente librarse de él, a fin de evitar cuanto antes el peligro de perderse, lo cual es muy fácil".


e- Aceptar el primer movimiento de la gracia

"Véase lo que escribe nuestro San Francisco de Sales en sus obras sobre la vocación religiosa: 'Para tener una señal de verdadera vocación, no necesitáis experimentar una constancia sensible; basta que persevere la parte superior del espíritu; por esto no debe creerse falta de verdadera vocación la persona llamada que, antes de realizarla, no siente aquellos afectos sensibles que sentía en un principio; sino que, por el contrario, siente repugnancias y desmayos que acaso le hagan vacilar, pareciéndole que todo está perdido.

No; basta que la voluntad siga constante en no querer abandonar el divino llamamiento, que quede algún afecto hacia él. Para saber si Dios quiere que uno sea religioso, no es necesario aguardar que el mismo Dios hable o que desde el cielo envíe un ángel para manifestar su voluntad. Ni tampoco es necesario un examen de diez doctores para resolver si la vocación debe o no seguirse; lo que importa es corresponder a ella y acoger el primer movimiento de la gracia sin preocuparse de los disgustos o de la tibieza que puedan sobrevenir; porque, haciéndolo así, Dios procurará que todo redunde a su mayor gloria'[17]".


4. Principales enemigos

Los principales enemigos en materia de seguirlo a Cristo en la entrega total suelen ser los padres carnales. De ahí que enseñe en términos generales San Juan Crisóstomo: "Cuando los padres impiden las cosas espirituales, ni siquiera deben ser reconocidos como padres"[18].

Santo Tomás respecto a esta cuestión responde: "Así como 'la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu' según dice el Apóstol (Gal 5, 17), también los amigos carnales son contrarios al progreso espiritual. Así, se lee en Miqueas (7,6): 'Los enemigos del hombre están en su propia casa'". Por eso dice San Cirilo, comentando a San Lucas (9,61): 'Esta preocupación por avisar a los suyos deja entrever la división del alma, pues informar a los parientes y consultar a gentes contrarias a la justa estimación de las cosas indica un ánimo poco esforzado y retraído'. Por eso respondió el Señor: 'Nadie que ponga su mano en el arado y vuelva su vista atrás es apto para el reino de Dios' (Lc 9,62). Y mirar hacia atrás es buscar dilación para poder volver a su casa y consultar con los suyos"[19].

La vocación es una flor tan delicada que mucho debe cuidarse. San Alfonso, preguntándose qué se requiere en el mundo para perder la vocación, responde: "Nada. Bastará un día de recreo, un dicho de un amigo, una pasión poco mortificada, una aficioncilla, un pensamiento de temor, un disgusto no reprimido. El que no abandona los pasatiempos debe estar convencido de que indudablemente perderá la vocación. Quedará con el remordimiento de no haberla seguido, pero seguramente no la seguirá..."[20]. ¡Nada!...en el mundo o también en un seminario o convento donde no reina el espíritu de Cristo, sino el espíritu del mundo, no el Israel espiritual, sino el Israel carnal. Porque "el mundo no puede recibir el Espíritu de la Verdad, porque no le ve ni le conoce"[21].


5. Dudas sobre la vocación

Sigue enseñando Don Bosco: "El que se consagra a Dios con los santos votos hace uno de los ofrecimientos más preciosos y agradables a su divina majestad. Pero el enemigo de nuestra alma, comprendiendo que con este medio uno se emancipa de su dominio, suele turbar su mente con mil engaños para hacerle retroceder y arrojarle de nuevo a las sendas tortuosas del mundo. El principal de estos engaños consiste en suscitarle dudas sobre la vocación, a las cuales sigue el desaliento, la tibieza y, a menudo, la vuelta a este mundo, que tantas veces había reconocido traidor y que, por amor a Jesucristo, había abandonado.

Si, por acaso, amadísimos hijos, os asaltare esta peligrosa tentación, respondeos inmediatamente a vosotros mismos que, cuando entrasteis en la Congregación, Dios os había concedido la gracia inestimable de la vocación, y que si ésta os parece ahora dudosa es porque sois víctimas de una tentación, a la que disteis motivo, y que debéis despreciar y combatir como una verdadera insinuación diabólica. Suele la mente agitada decir al que duda: Tú podrías obrar mejor en otra parte. Responded vosotros al instante con las palabras de San Pablo: "Cada uno en la vocación a que fue llamado, en ella permanezca" (1Co 7,20). El mismo Apóstol encarece la conveniencia de continuar firmes en la vocación a que cada uno fue llamado: "Y así os ruego que andéis como conviene en la vocación a que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia" (Ef 4,1s). Si permanecéis en vuestro instituto y observáis exactamente las reglas, estáis seguros de vuestra salvación.

Por el contrario, una triste experiencia ha hecho conocer que los que salieron de él las más veces se engañaron. Unos se arrepintieron, perdiendo la paz para siempre; otros cayeron en grandes peligros, y hasta hubo alguno que llegó a ser piedra de escándalo para los demás, con gran peligro de su salvación y de la ajena.

En tanto pues, que vuestro espíritu y vuestro corazón se hallen agitados por las dudas o por alguna pasión, os recomiendo encarecidamente que no toméis deliberación alguna, porque tales deliberaciones no pueden ser conformes a la voluntad del Señor, el cual, según dice el Espíritu Santo, no está en la conmoción[22]. En estos trances os aconsejo que os presentéis a vuestros superiores, abriéndoles sinceramente vuestro corazón y siguiendo fielmente sus avisos. Sea cual fuere el consejo que ellos os dieren, practicadlo y no erraréis; que en los consejos de los superiores está empeñada la palabra del Salvador, el cual nos asegura que sus respuestas son como dadas por él mismo, diciendo: 'Quien a vosotros oye, a mí me oye' (Lc 10,16)".


6. Conclusión

Cada vocación es una obra maestra de Dios. El divino orfebre, quien desde la eternidad ha elegido a determinados hombres y mujeres para su servicio, desde mucho tiempo antes de que hubiéramos decidido seguirlo más de cerca, nos va preparando a través de los padres y madres que nos da, de los demás familiares, por la educación, por los dones, talentos, carácter y temperamento, circunstancias y acontecimientos, etc. La misma decisión vocacional es un maravilloso filigranado de la gracia. Los que ignoran, desconocen o niegan que la vocación a la vida consagrada consiste principalmente en el llamado interior: "...voces interiores del Espíritu Santo... el impulso de la gracia... por inspiración del Espíritu Santo ..."[23], a pesar de toda la propaganda exterior vocacional que puedan hacer, desalentarán, demorarán, trabarán, e incluso, en lo que de ellos dependa, impedirán que los candidatos concreten la vocación. Pues, quien busca impedir la vocación o quien no la decide, se le aplica lo de Santo Tomás: "quien detiene el impulso del Espíritu Santo con largas consultas, o ignora o rechaza concientemente el poder del Espíritu Santo"[24].

En el fondo siguen vivas dos herejías: la de Joviniano en Roma (406) que equiparaba el matrimonio a la virginidad; y la de Vigilancio en la Galia (370-490), que equiparaba las riquezas a la pobreza. Ambas herejías tienen un común denominador: ¡apartar a los hombres de lo espiritual esclavizándolos a las cosas terrenas! Es lo que Satanás hace por medio de hombres carnales, impedir que los hombres sean "transformados en vistas a la vida eterna"[25].

El malvado intento de querer, de mil maneras y con toda astucia, alejar a los hombres y mujeres de la vida religiosa tiene un antecedente en la actitud del Faraón que reprendió a Moisés y a Aarón que querían sacar de Egipto al pueblo elegido: "¿Cómo es que vosotros... distraéis al pueblo de sus tareas?" (Ex 5, 4).

De manera particular, en esta época gnóstica, que busca reducir el cristianismo de acontecimiento a idea[26], tarea en la que está empeñado el llamado progresismo cristiano, se vacían los seminarios y noviciados, porque los jóvenes no se sienten demasiado movidos a entregar su vida por una idea; pero sí por una Persona. El nominalismo formalista, el abandono del ser, no entusiasman a nadie y son infinitamente aburridos. Esto es análogo a lo de aquel párroco que hizo la procesión del Corpus sin llevar el Corpus, porque Cristo está en el pueblo. O sea, Cristo sin Cristo y el pueblo adorándose a sí mismo. Seminarios y noviciados vacíos porque se olvidaron del Acontecimiento, se olvidaron de Cristo y adoran sus ideas acerca de Cristo; pero siguen aferrados a las mismas a pesar de constatar sus frutos nocivos.

No solamente muchos tratan de impedir las vocaciones a la vida consagrada, sino, lo que es peor, muchos de los responsables no saben cuáles son las causas de la falta de vocaciones, ni cuáles son las causas de las defecciones. A veces, incluso, se convierten en ocasión de defección cuando argumentan que hubo falta de vocación; pero, ¿acaso, cuando la Iglesia llama por medio del obispo o del superior religioso, no está por ese mismo acto confirmando que se está frente a una verdadera vocación divina? Enseña San Pablo, y es de fe, que: "Los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rom 11,29). Y así, los responsables, por ignorancia crasa o supina, son incapaces de poner remedio.

Si no se solucionan estos problemas será muy difícil la Nueva Evangelización. Pensar que pueda haber Nueva Evangelización sin evangelizadores, es tan absurdo como el vaciamiento gnóstico de la procesión del Corpus sin Corpus. Por eso decía Juan Pablo II en Santo Domingo: "condición indispensable para la Nueva Evangelización es poder contar con evangelizadores numerosos y cualificados. Por ello, la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas... ha de ser una prioridad de los obispos y un compromiso de todo el pueblo de Dios"[27].



(P. Carlos M. Buela, Jóvenes hacia el tercer milenio,

Ed. Del Verbo Encarnado, Sanrafael, 1998, pp. 193-203)


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[1] Cf. 2Co 4,11.

[2] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10: "...derogat Christo...".

[3] Santo Tomás, Contra la pestilencial doctrina de los que apartan a los hombres del ingreso a la religión, Ed. Desclée, Buenos Aires, 1946, p. 80: "...iniuriam facit Christo...". (En adelante Contra la pestilencial doctrina...)

[4] San Agustín, De verb. Dom., serm. 100, c.2; ML 38, 604.

[5] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10.

[6] Ibídem, ad 1.

[7] San Juan Bosco, Obras fundamentales, Ed. B.A.C., Madrid, 1979, 2ª. edición, p. 644, (resaltado nuestro).

[8] Op. cit. (resaltado nuestro).

[9] San Agustín, Confesiones, l. VIII, c.11.

[10] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10, 3, (resaltado nuestro): "...est irracionabilis"

[11] Idem.

[12] Super Mt, Homilia 14; MG 57, 219; Cf. Santo Tomás, S.Th, 2-2, 189, 10.

[13] Op. cit., pp. 644-645.

[14] Santo Tomás, Contra la pestilencial doctrina..., pp. 95-96: "Pero aun suponiendo que el mismo Demonio incite a entrar en religión, siendo esto de suyo una obra buena y propia de ángeles buenos, no hay ningún peligro en seguir en este caso su consejo... Con todo se debe advertir que si el Diablo –aun un hombre– sugiere a alguien entrar en religión para emprender en ella el seguimiento de Cristo, tal sugestión no tiene eficacia alguna si no es atraído interiormente por Dios... Por consiguiente sea quien fuese el que sugiere el propósito de entrar en religión, siempre este propósito viene de Dios".

[15] Op. cit.

[16] Op. cit.

[17] Op. cit.

[18] Op. cit. p. 646.

[19] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10, 2.

[20] Op. cit., pp. 647-648.

[21] Cf. Jn 14,17.

[22] Cf. 1Re 19,11.

[23] Op. cit., pp. 83-84.

[24] Op. cit., p. 87.

[25] Op. cit. p.16.

[26] Cf. Vox Verbi, 1 de abril de 1996, Año 3, nº 60, pp. 30-32.

[27] Discurso inaugural en Santo Domingo, 12-10-92, nº 26; citado en Documento de Santo Domingo, Conclusiones, nº 82.

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catena aurea


Dice San Cirilo

Cuando llegó el tiempo en que convenía que el Señor subiese a los cielos, una vez terminada su pasión, determinó ir a Jerusalén; por lo que dice: “Y como se acercase etc.

Envió delante de sí mensajeros, para que preparasen alojamiento a Él y a sus discípulos, los cuales, habiendo ido a tierra de Samaritanos, no fueron recibidos; por lo que prosigue: “Y envió delante de sí mensajeros, y yendo, entraron en una ciudad de los Samaritanos para prevenir posada, y no los recibieron.


Dice San Juan Crisóstomo.

Pero el Señor que sabe todas las cosas antes que sucedan, sabía que sus emisarios no habían de ser recibidos por los Samaritanos, y les mandó, sin embargo, que fuesen; porque acostumbraba hacer todas las cosas para instrucción de sus discípulos. Subía a Jerusalén cuando se aproximaba el tiempo de su pasión; y para que no se escandalizasen cuando le vieran padecer, considerando que también ellos debían ser pacientes cuando los ultrajasen, hizo preceder, como cierto preludio, la repulsa de los Samaritanos. Pero les aprovechó de otro modo: habían de ser los doctores del mundo y habían de recorrer las ciudades y aldeas predicando la doctrina evangélica, y les había de ocurrir que algunos no recibiesen la sagrada predicación, como no permitiendo que Jesús permaneciese con ellos. Les enseñó, pues, que cuando anunciasen la celestial doctrina, debían estar llenos de paciencia y mansedumbre, no demostrarse hostiles, ni iracundos, ni vengativos contra sus perseguidores; pero aún no estaban dispuestos para ello, e incitados por un celo indiscreto, querían que bajase fuego del cielo sobre ellos.


Sigue comentando San Cirilo:

Aun cuando el Señor de todos es altamente generoso, no concede sus gracias simple e imprudentemente a cualquiera, sino sólo a aquellos que son dignos de recibirlas, esto es, a aquéllos que apartan su alma de las manchas del pecado, y esto es lo que nos enseña la palabra evangélica, cuando dice: “Y aconteció, que yendo por el camino, dijo uno a Jesús: Yo te seguiré,” etc. Primeramente se acerca con mucha tibieza, después se manifiesta que estaba lleno de pretensión; pues no pide simplemente seguir a Cristo, como otros muchos del pueblo, sino que aspiraba a las dignidades apostólicas, cuando dice San Pablo: “ Ninguno tome para sí este honor, sino el que es llamado por Dios “.

No sin razón le hace también recusable de este modo; pues debía tomar su cruz para seguir al Señor y renunciar a todas las afecciones de esta vida, y esto es lo que el Señor reprendió en él, no censurándole, sino corrigiéndole. Prosigue: “Las raposas tienen cuevas “, etc.

En sentido místico, llama zorras y aves del cielo a las astutas y malas potestades de los demonios, como diciendo: Cuando las aves y las zorras encuentran habitación en tu alma, ¿cómo podrá Cristo descansar en ti?

Y finalmente comenta San Cirilo, el ver. 62: Esta oferta es admirable y digna de alabanza; sin embargo, querer disponer de lo que está en su casa, para renunciar a ello, muestra que está, en cierto modo, dividido en el servicio de Dios el que todavía no se haya propuesto en su mente el odio cabal de estas cosas. Porque el querer consultar a sus parientes, que no han de consentir con este propósito, es mostrarse vacilante. Por esto el Señor desaprueba su ofrecimiento: y prosigue: “Ninguno, que pone la mano en el arado y mira atrás, es apto para el reino de Dios “. Pone la mano en el arado quien se encuentra dispuesto a seguir al Señor; pero mira hacia atrás el que pide tiempo para encontrar ocasión de volver a casa y conferenciar con sus parientes.

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Juan Pablo II

El seguimiento de Cristo

La vida según el Espíritu, cuyo fruto es la santificación (cf. Rm 6, 22; Gál 5, 22), suscita y exige de todos y de cada uno de los bautizados el seguimiento y la imitación de Jesucristo, en la recepción de sus Bienaventuranzas, en el escuchar y meditar la Palabra de Dios, en la participación consciente y activa en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, en la oración individual, familiar y comunitaria, en el hambre y sed de justicia, en el llevar a la práctica el mandamiento del amor en todas las circunstancias de la vida y en el servicio a los hermanos, especialmente si se trata de los más pequeños, de los pobres y de los que sufren. (Christi Fideles Laici, 1, 16).

La experiencia de novedad vivida en el seguimiento de Cristo exige que sea comunicada a los demás hombres en la realidad concreta de sus dificultades y luchas, problemas y desafíos, para que sean iluminadas y hechas más humanas por la luz de la fe. Ésta, en efecto, no sólo ayuda a encontrar soluciones, sino que hace humanamente soportables incluso las situaciones de sufrimiento, para que el hombre no se pierda en ellas y no olvide su dignidad y vocación. (Centesimus Annus, 6).

La experiencia de una Iglesia llamada a la «nueva evangelización» por su fidelidad al Espíritu que la anima y por las exigencias del mundo alejado de Cristo, pero necesitado de él, como también la experiencia de una Iglesia cada vez más solidaria con el hombre y con los pueblos en la defensa y en la promoción de la dignidad personal y de los derechos humanos de todos y cada uno, abren el corazón y la vida de los jóvenes a ideales muy atrayentes y que exigen un compromiso, que puede encontrar su realización concreta en el seguimiento de Cristo y en el sacerdocio. (Pastores Dabo Vobis, I, 9).

Este discernimiento evangélico se funda en la confianza en el amor de Jesucristo, que siempre e incansablemente cuida de su Iglesia (cf. Ef 5, 29); él es el Señor y el Maestro, piedra angular, centro y fin de toda la historia humana 17. Este discernimiento se alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo, que suscita por todas partes y en toda circunstancia la obediencia de la fe, el valor gozoso del seguimiento de Jesús, el don de la sabiduría que lo juzga todo y no es juzgada por nadie (cf. 1 Co 2, 15); y se apoya en la fidelidad del Padre a sus promesas.

De este modo, la Iglesia sabe que puede afrontar las dificultades y los retos de este nuevo período de la historia sabiendo que puede asegurar, incluso para el presente y para el futuro, sacerdotes bien formados, que sean ministros convencidos y fervorosos de la «nueva evangelización», servidores fieles y generosos de Jesucristo y de los hombres.

Mas no ocultemos las dificultades. No son pocas, ni leves. Pero para vencerlas están nuestra esperanza, nuestra fe en el amor indefectible de Cristo y nuestra certeza de que el ministerio sacerdotal es insustituible para la vida de la Iglesia y del mundo. (Pastores Dabo Vobis, I, 10).

La Iglesia, como comunidad de los discípulos de Jesús, está llamada a fijar su mirada en esta escena que, de alguna manera, se renueva continuamente en la historia. Se le invita a profundizar el sentido original y personal de la vocación al seguimiento de Cristo en el ministerio sacerdotal y el vínculo inseparable entre la gracia divina y la responsabilidad humana contenido y revelado en esas dos palabras que tantas veces encontramos en el evangelio: ven y sígueme (cf. Mt 19, 21). Se le invita a interpretar y recorrer el dinamismo propio de la vocación, su desarrollo gradual y concreto en las fases del buscar a Jesús, seguirlo y permanecer con él. (Pastores Dabo Vobis, IV, 34).

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Catecismo de la Iglesia Católica

El seguimiento de Cristo

520 Durante toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo. El es el "hombre perfecto" que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones.

916 El estado religioso aparece por consiguiente como una de las maneras de vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en el bautismo y se dedica totalmente a Dios. En la vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria del mundo futuro.

918 "Desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que intentaron, con la práctica de los consejos evangélicos, seguir con mayor libertad a Cristo e imitarlo más de cerca. Cada uno a su manera, vivió entregado a Dios. Muchos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o fundaron familias religiosas, que la Iglesia reconoció y aprobó gustosa con su autoridad".

923 "Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, [las vírgenes] son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia". Por medio de este rito solemne, "la virgen es constituida en persona consagrada" como "signo trascendente del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de esta Esposa del Cielo y de la vida futura".

932 En la Iglesia que es como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la vida de Dios, la vida consagrada aparece como un signo particular del misterio de la Redención. Seguir e imitar a Cristo "desde más cerca", manifestar "más claramente" su anonadamiento, es encontrarse "más profundamente" presente, en el corazón de Cristo, con sus contemporáneos. Porque los que siguen este camino "más estrecho" estimulan con su ejemplo a sus hermanos; les dan este testimonio admirable de "que sin el espíritu de las bienaventuranzas no se puede transformar este mundo y ofrecerlo a Dios".

2053 A esta primera respuesta se añade una segunda: "Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19,21). Esta res puesta no anula la primera. El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida, sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad. Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.

2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. "Lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14), él es la "luz del mundo" (Jn 8,12), "la Verdad" (Jn 14,6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús, "permanece en su palabra", para conocer "la verdad que hace libre" y que santifica. Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" (Jn 14,17) que el Padre envía en su nombre y que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: "Sea vuestro lenguaje: «sí, sí»; «no, no»" (Mt 5,37).

2708 La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar "los misterios de Cristo", como en la "lectio divina" o en el Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con El.

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EJEMPLOS PREDICABLES


La vocación de Antonio y sus primeros pasos en la vida ascética

Después de la muerte de sus padres quedó solo con su única hermana, mucho más joven. Tenía entonces unos dieciocho a veinte años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba iba meditando y reflexionaba cómo los apóstoles dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4, 20; 19, 27); cómo, según se refiere en los Hechos (4, 35- 37), la gente vendía lo que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los necesitados; y qué grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran así (Ef 1, 18; Col 1, 5). Pensando estas cosas entró en la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el Evangelio, y escuchó el pasaje en que el Señor dice al joven rico: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt 19, 21). Como si Dios le hubiera puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasadas: trescientas “aruras”, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando sólo un poco para su hermana.

Pero de nuevo, otra vez que entró en la iglesia, escuchó aquella palabra del Señor en el Evangelio: “No se preocupen del mañana” (Mt 6, 34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y distribuyó a los pobres también esto último. Colocó a su hermana donde vírgenes conocidas y de confianza, entregándosela para que fuera educada. Entonces él mismo dedicó todo su tiempo a la vida ascética, atento a sí mismo y viviendo una vida de negación de sí mismo, cerca de su propia casa. No existían aún tantas celdas monacales en Egipto, y ningún monje conocía siquiera el lejano desierto. Todo el que quería enfrentarse consigo mismo sirviendo a Cristo, practicaba la vida ascética solo, no lejos de su aldea. Por aquel tiempo había en la aldea vecina un anciano que desde su juventud llevaba la vida ascética en la soledad. Cuando Antonio lo vio, “tuvo buen celo por el bien” (Gl 4, 18), y se estableció inmediatamente en la vecindad de la ciudad. Desde entonces, cuando oía que en alguna parte había un alma esforzada, se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volvía sin haberla visto; sólo después de haber recibido, por decirlo así, provisiones para su jornada de virtud, regresaba.

Ahí, pues, pasó el tiempo de su iniciación y afirmó su determinación de no volver a la cas de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de de dedicar todas sus inclinaciones y energías a la práctica continua de la vida ascética. Hacía trabajo manual, pues había oído que “el que no quiere trabajar, tampoco tiene derecho a comer” (2 Tes 3, 10). De sus entradas algo guardaba para su manutención y el resto lo daba a los pobres. Oraba constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado (Mt 6, 6) sin cesar (Lc 18, 1; 21,36; 1 Tes 5, 17). Además estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se le escapaba: retenía todo, y así su memoria le servía en lugar de libros.

Así vivía Antonio y era amado por todos. Él, a su vez, se sometía con toda sinceridad a los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo aventajaba en celo y práctica ascética. Observaba la bondad de uno, la seriedad de otro en la oración; estudiaba la apacible quietud de uno y la afabilidad de otro; fijaba su atención en las vigilias preparadas por uno y en los estudios de otro; admiraba a uno por su paciencia, a otro por ayunar y dormir en el suelo; miraba atentamente la humildad de uno y la abstinencia paciente de otro; y en unos y otros notaba especialmente la devoción a Cristo y el amor que se tenían mutuamente.

Habiéndose así saciado, volvía a su propio lugar de vida ascética. Entonces hacía suyo lo que había obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energías a realizar en sí mismos las virtudes de todos. No tenía disputas con nadie de su edad, pero tampoco quería ser inferior a ellos en lo mejor; y aún esto lo hacía de tal modo que nadie se sentía ofendido, sino que todos se alegraban por él. Y así todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba unido, vieron qué clase de hombre era y lo llamaban “el amigo de Dios”, amándolo como hijo o hermano.

(San Ambrosio, Vida de San Antonio, Apostolado Mariano, cap. 1)


24. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Estudio de los textos

(Algunas indicaciones generales sobre los libros de los Reyes se ofrecen en el comentario del lunes anterior.)

La primera lectura de hoy se ubica casi el final del primer libro de los Reyes. Al llegar a Ajab de Israel aparece Elías. Con este rey y su sucesor el narrador ofrece una semblanza de la vida y los hechos del profeta, que ha de enfrentarse a ellos por ser de los que obraban mal a los ojos de Yhwh. Ya en el segundo libro de Reyes, aparece la actividad del profeta Eliseo. Después que Elías profetiza a Ajab años de sequía en el país, huye al torrente Querit, luego se dirige a Sarepta, de ahí parte para encontrarse de nuevo con el rey a quien, tras el sacrificio del Carmelo, anuncia la llegada de la lluvia. Una vez que la esposa del rey le amenaza de muerte por la matanza de los profetas de Baal, se dirige al Horeb donde tiene un encuentro con Dios. al bajar del monte y siguiendo la orden divina nombra sucesor suyo a Eliseo. El hilo narrativo se corta con la referencia a las guerras arameas, aunque se retoma después con la historia de la viña de Nabot. Finalmente se relatan algunos enfrentamientos de Ajab con reyes vecinos hasta llegar a la muerte del rey en circunstancias que ya había anunciado el profeta.

Elías y Eliseo son el centro de la narración. El llamado ciclo de Elías se desarrolla en 1Re 17-19; 21 y 2Re 1-2 (su ascensión al cielo pertenece ya al ciclo del profeta Eliseo). En estos capítulos hallamos relatos (la sequía, el juicio de Dios en el monte Carmelo, la vocación de Eliseo aquí narrada, la viña de Nabot, etc.), anécdotas milagrosas (el prodigio en Sarepta, resurrección del hijo de la viuda, etc.) y episodios relacionados con el rey. Aunque los investigadores distinguen distintas etapas en la formación de este material, además de influencias del ciclo de Eliseo, se trata de tradiciones muy antiguas (del siglo IX a.C.) que posteriormente fueron reelaboradas e insertadas en Reyes por círculos deuteronomistas. La actividad de este profeta se desarrolla durante los reinados de Ajab (871-852 a.C.) y de su hijo Ococías (852-851 a.C.). Omrí, el padre de Ajab había establecido alianzas con el rey de Tiro a través del matrimonio de su hijo con la hija de este rey, Jezabel. Esta política, orientada a resistir las amenazas sirias, impulsó los círculos religiosos cananeos en Israel. Elías se presenta como campeón del yahvismo, es un profeta asceta (viste un manto de piel ceñido por un cinturón de cuero), sin residencia fija, no se refugia en santuarios, camina por el desierto y en la montaña Dios se le revela de manera distinta a como lo hacían las divinidades del momento (algunos textos lo presentan como un nuevo Moisés en el Horeb).

La literatura posterior, a partir del relato de su ascensión al cielo, multiplicará leyendas en torno a él, como ocurre con Henoc (Gen 5, 24), formándose un halo de misterio y de esperanza mesiánica (cfr. Mal 3, 23-24; 2Cro 21, 12). El ciclo de Eliseo lo encontramos en 2Re 2-13. Su actividad aparece ligada a los también perversos Jorán (851-845 a.C.), Jehú (845-818 a.C.), Joacaz (818-802 a.C.) y Joás (802-787 aC.), reyes de Israel. Los relatos referidos a este profeta son menos homogéneos que los del anterior (unos provendrían de tradiciones populares, otros de cronistas, y otros de hagiógrafos deseosos de conservar los recuerdos del profeta, presentando en muchos momentos un carácter más artificial), no siguen un orden cronológico y muchos de ellos, tanto en la forma como en el contenido, están relacionados con los de Elías. Se pueden distinguir varios tipos de narraciones. Por un lado episodios maravillosos sobre la vida del profeta afines a los de Elías que pudieron ser transmitidos en determinados círculos (los de "los hijos de los profetas"), como la multiplicación del aceite (2Re 4, 1-7). También hallamos prodigios de carácter edificante como la desintoxicación de la olla envenenada (2Re 4, 38-41) o la curación de Naamán el sirio (2Re 5, 1-27). Otros textos están relacionados con la intervención del profeta en la vida política, por ejemplo, la descripción de las guerra arameas (2Re 6, 6-7, 20).

Finalmente, los relatos de la usurpación de Jehú (2Re 9, 11-21) y la historia de Atalía (2Re 11-12) pudieron ser derivados de los archivos del templo. En algunas de estas narraciones del tiempo de Jorán el profeta se presenta como amigo de los sirios y enemigo de Israel. En época de Jehú adopta la postura contraria, poniéndose favor de su revolución. La compilación de todos estos elementos habría sido llevada a cabo por círculos proféticos hacia la mitad del siglo VIII a.C. Eliseo, a diferencia de Elías, llevó una vida en común con otros profetas que reunió a su alrededor (2Re 9, 1-10), siendo acompañado casi siempre por su criado Guejazí y estuvo dotado de dones como la presciencia (2Re 5, 26; 6, 12.32; 7, 1s.; 8, 12) y el éxtasis (2Re 3, 15). Aunque tampoco estuvo ligado a ningún santuario, desarrolló su ministerio en lugares como Jericó, Betel, Samaría o Moab. Tuvo un papel preponderante en los asuntos políticos de su tiempo, inspiró la caída de la dinastía de Omrí, esperanzado en la figura de Jehú, se convirtió en el gran impulsor en la lucha contra los arameos (2Re 6, 8-7, 16), se mantuvo firme durante el asedio asirio (2Re 5-6) y cuando Israel sufrió reveses militares se convirtió en el alma de la resistencia (2Re 13, 14). En Eliseo tenemos el otro gran exponente de los defensores del yahwismo, desde donde denunció los problemas morales, las alianzas políticas o las hostilidades militares.

Pasemos ahora a analizar algunos detalles de interés. El texto comienza recogiendo el mandato que el Señor dirige a Elías en el Horeb donde le encomienda la unción de Jazael, rey de Aram, de Jehú de Israel y de Eliseo como su sucesor, él será quien lleve a cabo las dos misiones anteriores (2Re 8, 13; 9, 1ss.). El marco ideológico está en paralelo con Ex 19, la teofanía del Sinaí: Israel ha de volver a las fuentes de su religión, pues aún queda todavía un resto numeroso (cfr. Is 10, 20-22; Am 5, 15; Miq 2, 12-13). El término "unción" aplicado a los profetas es extraño, en la Biblia se reserva exclusivamente a los reyes (1Sam 9, 26), aquí se usa seguramente por afinidad a los anteriores encargos. A continuación se narra la elección de Eliseo, primera conclusión de los encargos que el profeta recibe del Señor. Destaca en primer lugar el gesto de echar el manto, probablemente se trate de una acción mágica, por la significación que más adelante adquirirá (2Re 2, 8). El manto de pelo que usaban los profetas era un signo distintivo (2Re 1, 8; Zac 13, 4) que al echarlo sobre alguien equivalía a una investidura y una iniciación. De este modo se transmite la personalidad y función de su dueño (Rut 3, 9), como ocurre, por ejemplo, en la relación entre Josué y Moisés (Ex 24, 13; 33, 11). A continuación Eliseo pide a Elías despedirse de sus padres. La respuesta de éste es enigmática, habría que interpretarla, a diferencia de la de Jesús (Lc 9, 61-62), simplemente como la expresión "haz primero lo que tengas que hacer y luego vuelve". En el acto se organiza un banquete sacrificial al que se invita a la gente. Se destruyen los elementos de trabajo para significar la renuncia a la vida anterior y el seguimiento de su nueva vocación como discípulo de Elías (cfr. 1Sam 6, 14; 2Sam 24, 22-23), hay que recordar al respecto la figura del ayudante que encontramos en otros textos, como Josué respecto a Moisés (Ex 24, 13), o a Guejazí que el mismo Eliseo tendrá más adelante (2Re 4, 12). Esta situación debía incluir ciertas prerrogativas en la sucesión del ministerio. Curiosamente en los relatos posteriores no aparecen juntos (a excepción del momento de la desaparición de Elías, que, como ya hemos dicho, pertenece al ciclo de Eliseo), lo cual significa que las tradiciones de uno y otro fueron en su origen independientes y más tarde se conectaron a través del relato de la vocación.


Para continuar el estudio:

BUIS, P., El libro de los Reyes, (Cuadernos Bíblicos 36) Verbo Divino, Estella 1995.

Esta obra tiene la ventaja, como todos los cuadernos bíblicos, de estudiar de forma sencilla y completa los libros de los reyes. En una primera parte hace un estudio de los principales textos y después presenta líneas teológicas más importantes. El cuaderno contiene también cuadros explicativos y orientaciones para continuar el estudio.


BUSTO SÁIZ, J.R., Los orígenes de las teologías históricas de Israel, (Curso Cómo leer el Antiguo Testamento 3) Fundación Santa María, Madrid 1990.

Es un librito de 39 páginas, pero muy profundo en el análisis que hace. Utiliza un lenguaje académico. No obstante, puede ser trabajado en grupos de reflexión, dada su brevedad, en orden a familiarizarse con este tipo de lenguaje.

GONZÁLEZ LAMADRID, A., Los libros de los Reyes, en A. GONZÁLEZ LAMADRID, A. – CAMPOS SANTIAGO, J. – PASTOR JULIÁN, V. – y otros, Historia, Narrativa, Apocalíptica, (Introducción al estudio de la Biblia 3b) Verbo Divino, Estella 2000, 169-216.

La parte que este volumen dedica al estudio de los libros de los Reyes nos presenta tres formas de acercamiento a los mismos, la dimensión literaria, la histórica y la teológica, además hace un recorrido por la historia de la investigación del texto. Al final ofrece algunas indicaciones orientadas al estudio personal que bien pueden ser aprovechadas para el trabajo del texto en las comunidades.

Tras la lectura del libro de los Reyes la liturgia de hoy recoge casi en su totalidad el salmo 15 (que corresponde al 16 en la Biblia Hebrea). Este salmo es un canto de confianza en Dios desarrollado de forma individual en torno a dos temas, la sabiduría que es instrucción, oposición bien- mal, y búsqueda del camino de la vida (cfr. Prov 15, 13; Gen 2-3), y la heredad, con una posible referencia a los levitas (cfr. Nm 18, 20; Deut 10, 9; 18, 1; Jos 17, 5; Sal 11, 6; Miq 2, 5), por esto algunos investigadores creen que sería recitado por el sacerdote el día de su consagración. Contiene 11 versículos de los que 2-4 presentan grandes dificultades para su traducción. En su totalidad el salmo se puede estructurar en dos partes, la primera (vv. 2-6) es una meditación sobre la relación entre el salmista y Yhwh que le hace estar separado de los idólatras, y en la segunda (vv. 7-11) se encuentra una exposición de confianza absoluta en Dios. En cuanto a la época de composición, parece reflejar la situación del Tercer Isaías, estaríamos, por tanto, en el postexilio (a partir del 538 a.C.). Detengámonos a continuación en los elementos más significativos de los versículos propuestos para hoy.

El comienzo es un motivo recurrente en el salterio, tal vez se pueda referir a la función del templo como lugar de refugio (Sal 61, 5). A continuación nos encontramos con una profesión de fe: “Tú eres mi bien”, se recoge de este modo la idea de Yhwh dador de todos los bienes (Jer 31, 12.14; Sal 65, 12; 68, 11), o el sumo bien (Os 3, 5; Sal 25, 7; 145, 7) que posteriormente evoluciona hasta el concepto de inmortalidad. Los términos “lote” y “heredad” se pueden estar remontando a la distribución de la tierra en tiempos de Josué (Jos 14, 1ss.) y también a la parte asignada a los levitas (Nm 18, 20), no obstante, estas palabras pueden ser interpretadas de manera más espiritualizada, habría que entender la plena presencia y comunión con Dios. La copa, por otra parte, está relacionada con el culto al Dios verdadero (cfr. Sal 11, 6). La imagen siguiente es realmente significativa y literariamente cuidada, en el momento de la oscuridad, aunque también en el ámbito de la intimidad, el orante se siente en la presencia de Dios. Si a ello unimos las palabras siguientes (“tengo siempre presente al Señor...”) queda expresada totalmente la experiencia del salmista que se acerca a Dios mentalmente en su interior, al respecto se puede recordar la intimidad con Dios de algunos profetas o de Job (Am 3, 7; Job 29, 4). Como desarrollando este tema se pasa ahora a una expresión de alegría que es consecuencia de sentirse en posesión total de Dios. Porque nada puede contrarrestar su poder, ni siquiera la muerte, el orante se regocija en lo profundo de su ser. ¿Se está pensando en la vida después de la muerte, en la resurrección? Así lo entiende el NT (Hech 2, 25-31; 13, 34-37). Lo más prudente es pensar que la experiencia de la intimidad con Dios ha llevado al salmista a descubrir la incorruptibilidad, la inmortalidad (como sucede, por ejemplo, en Sal 73 y tal vez en Sal 49, 16). El último versículo (“me enseñarás el camino de la vida...”) puede ser una alusión a la conducta moral correcta, tan presente en la literatura sapiencial (Prov 2, 19; 5, 6; 6, 23; 15, 24), aunque, una vez más, el orante parece transcender dicho significado para situarse en un ámbito espiritual, a pesar de la vida íntima que vive con Dios, se siente todavía en camino.


Para continuar el estudio: Puede consultarse la bibliografía del domingo anterior.

(Algunas indicaciones generales sobre la carta a los Gálatas se ofrecen en el comentario del domingo anteerior.)

La segunda lectura nos presenta un texto de la carta de San Pablo a los Gálatas. Recordemos que el tema central de este escrito es la relación entre la Ley y la fe en Jesucristo. La lectura está compuesta de dos partes, un versículo introductorio que establece el tema a tratar, y el desarrollo posterior, que es una viva exhortación, de ahí que debamos situar el texto dentro de la parte exhortativa o parenética (5, 2-6, 10), con la que se llega al final de la carta, aunque tome un verso de la sección doctrinal (3, 1-5, 1). Con un lenguaje vivo y duro en muchas ocasiones, Pablo desarrolla su exhortación descendiendo al terreno práctico en torno a la libertad del cristiano, que no es un pretexto para vivir libertinamente ni le exime de ser puesto a prueba. El contexto nos presenta una dura crítica a los que predican y siguen practicando la circuncisión, para él esta práctica, dado que no tiene valor para quien espera la total justificación, expresa la ruptura con Cristo y la búsqueda de la justicia en la ley (Gal 5, 1-12). A estas palabras le sigue el texto de hoy, desarrollado en torno a conceptos fundamentales, libertad en oposición a esclavitud y Espíritu contrario a carne. El escrito continúa precisando los frutos de cada uno de los términos de esta última oposición.

El verso inicial que sitúa el tema de Gal 4, 31b-5, 1.13-18, es también un buen resumen del mensaje doctrinal de toda la carta, la verdadera libertad no es libertinaje, sino libertad de la Ley, de sus prescripciones (4, 5.31), que concede la fe en Cristo (Rom 6, 1ss.). ¿En qué consiste esta libertad de la Ley? Lo tenemos desarrollado a continuación, vamos por ello a analizar los conceptos principales que aparecen. La primera expresión con la que nos encontramos es el precepto del amor. No nos debemos dejar llevar por la primera impresión, en el texto no es central, aunque sí importante. Pablo no se está refiriendo al amor de Dios (como tampoco en Rom 13, 8-10), más bien al precepto levítico (Lev 19, 18), si bien, para Pablo este mandamiento no tiene validez en cuanto que la distinción judío-gentil no cuenta. Tal vez recoja un habitual resumen rabínico, o está haciendo un resumen de Cristo (Mt 7, 12; Mc 12, 31 y par.). En todo caso la sentencia apoya uno de los significados de la libertad, la esclavitud de unos y otros por amor. La categoría central es el Espíritu. Se explica desde su función de guía y de camino, abarcando el ámbito interior y exterior de la persona, comencemos por ésta última. “Caminar según el Espíritu” hay que entenderlo en sentido semítico, es decir, como comportamiento, el Espíritu es el principio de actividad del cristiano (Rom 8, 14). La guía del Espíritu es el principio interior del creyente. La explicación queda todavía incompleta, hemos de comprender para ello el sentido de la categoría opuesta, la carne. Al ser suprimida la Ley por la libertad del Espíritu, Pablo evidencia que el cristiano está todavía en lucha con lo que se opone a Dios (Rom 7, 15-23) y subraya que no puede abandonarse a una conducta terrena, ha de ser una libertad de servicio fundada en el amor, libertad para los demás.


Para continuar el estudio: Puede consultarse la bibliografía del domingo antereior.

(Algunas indicaciones generales sobre el evangelio de Lucas se ofrecen en el comentario del domingo anterior.)

El relato evangélico de hoy pertenece a la cuarta sección de la obra de Lucas (9, 51-19, 28). Aquí el evangelista se separa, en el plan general de su obra, de Mateo y Marcos (inserta material propio, aunque también se encuentran narraciones comunes con los otros dos sinópticos), tal alteración obedece a su preocupación por destacar la ciudad de Jerusalén como la culminación del misterio de Jesús y el punto desde el que arrancará la historia de la Iglesia narrada en el libro de los Hechos (recordemos que la ciudad era el lugar a donde peregrinaban los piadosos para encontrarse con la presencia divina en el templo, cfr. 2Sam 5-7; 1Re, 8; Sal 122; 125; 147). La sección está dominada por el acontecimiento de la pascua, desde donde se comprende el misterio de la revelación de Dios y se describen las exigencias del discipulado. Como vemos, el interés del evangelista es principalmente teológico, lo demuestran la agrupación artificial de detalles como las controversias (11, 14-14, 25), los dichos (12, 1-12; 14, 25-35; 16, 16-18), o las agrupaciones de relatos en forma ternaria. No están claras las referencias geográficas, aunque insiste en que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos en el centro del evangelio (para los otros evangelistas este viaje no presenta tan claros objetivos como para Lucas), el punto de llegada de las promesas veterotestamentarias, el culmen de la revelación y el inicio del anuncio de salvación de la Iglesia. El texto de hoy está formado por dos narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado, ambas escenas evocan acciones realizadas por Elías. La primera se relaciona con 2Re 1, 10ss. cuando los emisarios de Ococías fueron a consultar al profeta sobre el destino de la vida del rey. Éste había sufrido un accidente y envió mensajeros al profeta para que le dieran razón del estado de su salud. Elías hizo bajar fuego del cielo que consumió por dos veces a los enviados. Estas acciones fueron el resultado de la venganza divina ya que el rey se había dirigido en un primer momento al dios de Ecrón. La segunda escena, como ya hemos visto, tiene su paralelo con la vocación de Eliseo.

La primera parte del evangelio se inicia como la anterior sección de Galilea (4, 14-30) con la repulsa de Jesús, adelanto de lo que sucederá en la pascua. Tres elementos son los más significativos: la decisión de ir a Jerusalén, el desprecio de la aldea de Samaría y la reacción de los discípulos. El verso inicial pone en sintonía al lector con el motivo central de la narración. La decisión de Jesús parte de la proximidad de “ser llevado al cielo”, expresión que se aplica también a la asunción de Elías (2Re 2, 9-11), a la exaltación del siervo sufriente (Is 42, 1) y a la misma ascensión de Jesús (Hech 1, 2.11). Su vida se contempla como una ascensión a la gloria (Mc 16, 19). Del destino glorioso, expresado en el simbolismo teológico de la ciudad, se pasa a describir, con el segundo elemento de la narración, el camino de sufrimiento y rechazo del mesías. Los samaritanos eran, a juicio de los judíos, un pueblo originariamente gentil, descendían de los extranjeros asentados en el reino del Norte tras la deportación del 722 a.C. (2Re 17; Esd 4, 1-3; Neh 4, 1-9). Las relaciones entre ambos pueblos eran tensas (Jn 4, 9), de ahí que los peregrinos que se dirigían a la ciudad santa prefiriesen rodear por la costa o por la cuenca del Jordán (Mt 10, 5). La reacción de Santiago y Juan por el incidente sitúa a Jesús en paralelo con Elías y da razón del apelativo “hijos del trueno” con que a ellos se refiere Marcos (Mc 3, 17). Se cierra esta primera narración con la descripción de la reacción de Jesús (“se volvió y les regañó”), el mesías que se dirige a Jerusalén asume su destino que aún no han comprendido sus seguidores. La segunda parte del relato evangélico se compone de tres diálogos que expresan las condiciones y urgencia del seguimiento. El primero puede referirse a la pobreza extrema, aunque por el contexto parece aludir más bien a la situación de soledad, el discípulo no tiene un lugar propio. Los términos con que el texto se refiere a Jesús (hijo del hombre) hablan de gran dignidad y exaltación. En el segundo nos encontramos con un juego de palabras que puede aludir a la piedad filial de hondo arraigo en el judaísmo (Gen 49, 28-50, 3; Ex 13, 19; Tob 4, 3; 6, 15). Puede ser interpretado en sentido simbólico (que los espiritualmente muertos entierren a los físicamente muertos), o como una invitación a la reflexión. El lenguaje del último diálogo nos lleva a la primera lectura de hoy, se trata de las exigencias del seguimiento y la respuesta del discípulo. La imagen del arado expresa la exclusividad del seguimiento, no se puede mirar atrás sin que la tarea se vea mermada.


Comentario teológico

Partamos en nuestro comentario teológico de las distintas formas literarias que nos encontramos. Sin ser muy exhaustivos podemos decir que la primera lectura y el evangelio pertenecen al tipo narración, la lectura de Gálatas es una exhortación y el salmo responsorial un canto. Analicemos desde esta perspectiva los textos.

La narración de la vocación de Eliseo y de la marcha de Jesús hacia Jerusalén tratan un tema común el seguimiento, aunque con lenguaje distinto. Decía von Rad en su obra Teología del Antiguo Testamento, que una buena teología bíblica no debe comprender sencillamente el NT como superación del AT, sino que el teólogo ha de hacer el esfuerzo por situarse desde el concepto en la realidad cultural del texto. En este caso se trata de dos narraciones distintas que presentan de forma diferente algunas características del seguimiento. Desde este punto de vista la vocación de Eliseo, inspira la última de las historias del evangelio. Mientras que aquella no hace uso de figuras literarias significativas, la historia del evangelio forma parte de otras dos construidas desde la clásica hipérbole tan común en los discursos y acciones de Jesús. Aquella desarrolla el tema desde la disponibilidad y la consiguiente ruptura con la vida que el llamado llevaba hasta el momento, mientras que ésta lo hace desde la urgencia y exclusividad bajo tres perspectivas que corresponden a las tres historias que ya analizábamos anteriormente, la pobreza o soledad, el servicio al Reino y la adhesión total. Además hay que tener en cuenta el incidente en Samaría que narra el evangelio y que añade una nueva característica, el sufrimiento (la repulsa de Jesús en la aldea) e indirectamente la misericordia (Jesús rechaza la propuesta de los discípulos). La carta a los Gálatas es una exhortación. Se plantea un mensaje de salida de sí o “descentramiento”, que da lugar a la libertad, comprendida no como libertinaje sino como exigencia para hacer realidad la salvación de Cristo. En el análisis decíamos que la categoría central es el Espíritu que es quien capacita para la superación del egoísmo, ahora desde la perspectiva comunitaria, que es precisamente el ámbito del mensaje dirigido al lector. Por último el canto nos abre a los sentimientos. Al comprender a Dios como sumo bien, brotan la fe y la consiguiente alegría. Además ofrece una nueva dimensión dentro de este mismo ámbito, la vida como misterio (las sendas de la vida).

La ficción creada por los textos nos lleva ahora a la reflexión teológica desde tres ámbitos distintos que se corresponden a las formas empleadas: historia, acción y misterio. La narración del seguimiento de Eliseo o del discípulo de Jesús nos ha situado en la dimensión histórica personal. El creyente es el llamado por Dios, desde aquí comprende su vida en movimiento, y desde entonces aquélla es la historia de Dios. El norte, lo acabamos de decir, lo marca Dios, al creyente le toca la tarea de hacer de su vida un servicio a sus planes, tarea que no está exenta de dificultades, sufrimientos, repulsas, etc. (nNo hay que olvidar que la vocación no se da en abstracto, los mismos textos dan prueba de ello). La lectura de San Pablo nos lleva a la comunidad. La fe en Jesús conlleva unas actitudes concretas dentro del grupo al que se pertenece, aparece muy bien resumido en una de las frases de esta lectura “sed esclavos unos de otros por amor”. La comunidad cristiana no lo es por la sola fe, ésta se ha de traducir en acciones, tampoco la identidad del grupo garantiza su acertado comportamiento, esto conlleva aprovecharse de la situación. Ha de distinguir y, sobre todo, potenciar aquello que la construye sobre la libertad otorgada por el Espíritu. Por último el salmo 15 nos devuelve al ámbito individual y, desde los sentimientos, presenta la vida del creyente como misterio en las manos de Dios. Dos aspectos son importantes, primero que la última palabra sobre la vida no la tiene el creyente, sino Dios, y en segundo lugar, que ésto, lejos de incertidumbre, provoca admiración, alegría y confianza absolutas.

En toda esta historia, acción y misterio la constante que aparece es la dinámica de salir de sí para encontrarse con otro: Eliseo rompe con su vida anterior, Jesús invita a los discípulos a abandonar todo y a ponerse sin dilación al servicio del Reino, el salmista reconoce que en Dios está su refugio, su bien. Como vemos esta dinámica afecta tanto a la persona individual como a la comunidad (“no una libertad que se aproveche del egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros”), el centro es el otro en el amor, porque así es el modo de actuar de Dios, para mostrarse a sí mismo se hace hombre, y el hombre Jesús, para mostrarse como Dios, ha de caminar hacia la entrega de su propia vida


Para la revisión de vida

- Desde las características que presenta la vocación en la primera lectura y el evangelio, ¿cuál es la misión a la que Dios me llama? ¿Qué es lo que me está exigiendo que cambie?

- En el camino de Jesús a Jerusalén aparecen elementos negativos que en ningún momento le hacen desistir de su decisión, ¿cuáles son esos elementos que yo percibo en mi itinerario de acercamiento hacia Dios?

- Entendidas de manera simbólica las tres llamadas que encontramos en el evangelio, ¿de qué me cuesta más “deshacerme” para llevar a cabo la misión que Dios tiene sobre mí? ¿Evito de alguna manera escuchar la voz de Dios?

- ¿Cómo reconozco a los “enviados de Dios”?

- En la comunidad a la que pertenezco, ¿cuáles son las acciones que realizamos desde la libertad del Espíritu y cuáles desde la esclavitud o desde la “carne”? ¿De qué manera debo contribuir a la exhortación “ser esclavos unos de otros por amor”?

- ¿Es mi oración confiada como la del salmista? ¿Qué cosas o personas deben estar presentes en ella?


Para la reunión de grupo

- Uno de los puntos de interés de las lecturas de hoy es el seguimiento, o la vocación, ¿qué características tiene en la Persona de Eliseo? ¿Cómo ha de ser el seguidor de Jesús tal como aparece en el evangelio? Y dado que la vocación o la llamada de Dios es siempre para algo, ¿cuál es la misión de estos personajes? (Para responder a las preguntas es necesario fijarse en los elementos simbólicos empleados por los textos.)


- Comparar la primera parte del evangelio con 2Re 1, 10ss., ¿cuáles son los elementos comunes de ambos textos? ¿Qué sentido tiene lo de “enviar fuego” para Reyes y para el relato de Lucas? ¿Por qué son reprendidos por Jesús Santiago y Juan?


- La segunda lectura se centra en la vida de comunidad, ¿qué significa que una comunidad viva en la libertad de Cristo y cómo se traduce esto en la actualidad? ¿Qué es vivir en el Espíritu y vivir en la carne? ¿Qué significa la Ley y en qué se puede ver reflejada en la vida de nuestras comunidades?


- Analizar el vocabulario del Salmo 15, para ello se pueden tomar por un lado las expresiones que el salmista dirige a Dios (le pide que lo proteja, dice que lo tiene siempre presente, etc.) y por otro lado las que se refieren a lo que Dios hace en el orante (me aconseja, me enseñarás, etc.). ¿Qué significan unas y otras? ¿Qué ámbitos de la persona abarcan? ¿Qué tipo de lenguaje se utiliza, de sabiduría, de admiración, de alabanza..?

- ¿Qué frase puede resumir el mensaje del Salmo 15?


Para la oración de los fieles

- Te pedimos, Señor, por las comunidades cristianas de todo el mundo, que seamos fieles a la misión que Jesús nos encargó de hacer realidad el Reino de Dios. También te pedimos para que se promuevan en las comunidades los distintos estados de vida a los que estamos llamados.

- Señor, que los gobernantes de las naciones colaboren en los procesos de libertad de los pueblos.

- Te pedimos también, Señor, que estemos dispuestos a quitar los egoísmos de nuestras vidas y tengamos los oídos atentos para escuchar la voz de Jesús presente en nuestras situaciones cotidianas.

- Que en nuestra comunidad, Señor, nos comprometamos en el rechazo de las obras egoístas y en la promoción de la libertad y el crecimiento en el amor que nos da el Espíritu.

- Que el Señor nos conceda su gracia para admirarnos, como hace el salmista, ante sus obras, sus consejos, o sus enseñanzas, y que lleguemos a comprenderlo como el bien de nuestra vida.


Oración comunitaria

Señor, ayúdanos a ser fuertes y valientes para hacer realidad tu Reino en nuestra tierra. Que no huyamos de la vocación a la que Tú nos llamas, y que no nos den miedo los desprecios que encontramos en el camino. Tú que eres el Señor de la vida, concédenos tu fuerza para desprendernos de las cosas que nos separan de Ti y de nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Por Jesucristo Nuestro Señor.


25. 13 Tiempo ordinario (C) Lucas, 9, 51-62

SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRAS

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net. SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).


ECLESALIA, 23/06/10.- Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.

Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?

Primera escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».

Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es "vivir de camino", sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.

Segunda escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».

Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los "muertos", que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.

Tercera escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


26. Autor: SS Benedicto XVI

La libertad encuentra su sentido en el amor

¿Quién es el más libre? ¿Quien ahorra todas sus posibilidades por miedo a perderlas o quien se entrega “decididamente” al servicio?

Hoy meditemos acerca de libertad y seguimiento de Cristo. El evangelista Lucas narra que «cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén» (Lucas 9, 51). En la expresión «decididamente» podemos entrever la libertad de Cristo. Él sabe que en Jerusalén le espera la muerte en la cruz, pero obedeciendo a la voluntad del Padre se ofrece por amor.

En esta obediencia al Padre Jesús realiza su propia libertad, opción motivada conscientemente por el amor. ¿Quién puede ser más libre que Él, que es omnipotente? Él no vivió su libertad como albedrío o dominio. La vivió como servicio. De este modo, «llenó» de contenido la libertad, que de otro modo se hubiera convertido en una posibilidad «vacía» de hacer no de no hacer algo.

Al igual que la vida del hombre, la libertad encuentra su sentido en el amor. ¿Quién es el más libre? ¿Quien se ahorra todas sus posibilidades por miedo de perderlas o quien se entrega “decididamente” al servicio y de este modo se descubre lleno de vida por el amor que ha entregado y recibido?

El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Galacia, en la actual Turquía, dice: «hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros» (Gálatas 5, 13).

Vivir según la carne significa seguir la tendencia egoísta de la naturaleza humana. Vivir según el Espíritu, por el contrario, es dejar que las intenciones y obras sean guiadas por el amor de Dios, que Cristo nos ha dado.

La libertad cristiana, por tanto, no es ni mucho menos albedrío; es seguimiento de Cristo en el don de sí hasta el sacrificio de la cruz. Puede parecer una paradoja, pero el Señor vivió la cumbre de su libertad en la cruz, como cumbre del amor. Cuando en el Calvario le gritaban: «Si eres el Hijo de Dios, ¡baja de la cr uz!», él demostró su libertad de Hijo quedándose precisamente en ese patíbulo para cumplir hasta el final con la voluntad misericordiosa del Padre.

Esta experiencia la han compartido otros muchos testigos de la verdad: hombres y mujeres que han demostrado ser libres incluso en la celda de una cárcel o bajo las amenazas de la tortura. «La verdad os hará libres». Quien pertenece a la verdad nunca será esclavo de ningún poder, sino que sabrá siempre hacerse libremente siervo de los hermanos.

Contemplemos a María santísima. Humilde esclava del Señor, la Virgen es modelo de persona espiritual, plenamente libre, pues es inmaculada, inmune al pecado y totalmente santa, entregada al servicio de Dios y del prójimo. Que con su materna atención nos ayude a seguir a Jesús para conocer la verdad y vivir la libertad en el amor.