COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Sb 1, 13-15.02, 23-25

 

1. El autor tiene presentes los primeros capítulos del Génesis. Está haciendo un comentario y una actualización del relato de la creación y de la caída.

Cuando dice que Dios creó al hombre incorruptible, a imagen de la naturaleza divina, está pensando primordialmente en la parte espiritual, que nosotros llamamos alma. Frente a la concepción semita, que considera al hombre unitariamente, el libro de la Sabiduría se inspira en la filosofía dualista de Platón. De ahí que siempre habla de "incorruptible" e "inmortalidad" y nunca de "resurrección".

Consiguientemente cuando habla de la muerte, que entró en el mundo por envidia del diablo (Gén 3), habla también primordialmente de la muerte espiritual, de la cual la muerte física no es más que una consecuencia. San Pablo (Rom 5, 12-21 y 1 Cor 15, 35-57) volverá sobre esta doctrina, contraponiendo en paralelismo antitético el primer Adán pecador y el segundo Adán salvador.

Conviene subrayar que tanto el libro de la Sabiduría como san Pablo, cuando hablan de la muerte se refieren a la muerte espiritual, es decir, a la pérdida de la amistad y comunión con Dios. Más aún, ni la Sabiduría ni san Pablo ni tampoco el Génesis afirman que, de no haber pecado el primer hombre, la muerte no hubiera existido. La etapa del hombre sobre la tierra es provisional y transitoria. De ahí que, aunque no hubiese pecado, siempre habría habido una transición entre la etapa presente y la definitiva. Ese paso no habría estado rodeado del dolor físico, moral y espiritual que actualmente acompaña a la muerte por causa del pecado, pero habría existido igualmente.

La visión de la Sabiduría sobre la creación primitiva es optimista. Dios no creó la muerte con el matiz siniestro que tiene actualmente ni sometió la tierra al imperio del Hades ni se recrea en la destrucción de los vivientes, sino que lo creó todo para que subsistiera. Ha sido el pecado el que introdujo el veneno y el germen de la muerte en la creación. La justicia es inmortal, es decir, los que se liberan de la esclavitud del pecado gozan de la inmortalidad inicial.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976, Pág. 539 s.


 

2. La idea fundamental del autor es que la vida es, de por sí incorruptible. Si se la vive conforme al plan que Dios tiene sobre ella, posee un dinamismo interno que la incita a renovarse y superarse constantemente. Sin embargo, la vida muere, no llega a conseguir aquello para lo que ha sido hecha. Esta muerte de la vida es accidental, para el autor, en el sentido de que no es una ley de la vida, sino algo que interviene en ella desde fuera, por el pecado del hombre.

Esta asociación entre pecado y muerte, entre muerte espiritual y muerte física, es clásica en la mentalidad judía. Sin embargo, no es difícil traducirla al lenguaje moderno. Si el autor viviera hoy le negaría a la ciencia biológica el derecho a decirlo todo sobre la vida. La biología solo capta el aspecto más insignificante de la vida: la vida no se reduce a lo observable; al contrario, es una fuerza y una reserva de dinamismo capaz de ir siempre más allá de sí misma, de superarse constantemente.

Pero el hombre tiene miedo a la vida, teme sus llamadas al riesgo y a la superación. De este modo la encierra en los límites egoístas del para-sí y la organiza en un confort sin horizontes.

La vida muere, esterilizado su impulso: el pecado la ha estrangulado. Si aparece un hombre capaz de vivir su vida respondiendo a sus aspiraciones de absoluto y de participación, ese hombre será incorruptible. Pero es necesario que ese hombre sea Dios para que consiga realizar este proyecto: se llama Jesús-el-Señor.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969. Pág. 106


 

3. Marco cultural:
- El autor del libro de la Sabiduría (siglo I a.C) dirige su escrito a judíos que vivían en la diáspora (posiblemente en Alejandría) y que, al contacto con la nueva cultura griega, se reían de la fe de sus mayores (en el libro se les denomina "impíos"). El autor no tiene miedo alguno en asimilar esta cultura y realizar una "transculturalización". A la luz de la dicotomía griega alma-cuerpo (inmortal-mortal), profundiza en los conceptos tradicionales de vida y muerte, obteniendo una concepción que sonaba como revolucionaria a sus compatriotas.

Contexto:
-1, 13-15 sirve de conclusión a todo el cap, 1, en el que los gobernantes de la tierra son invitados a buscar la justicia, a Dios. Los que así obran no encontrarán la muerte, sino la sabiduría y la vida.

-Totalmente opuesta es la postura y actuación de los impíos (de quienes se nos habla en el discurso 1, 16-2, 20), al afirmar que nuestro existir es pura casualidad y que el hombre sólo es un "ser para la muerte", "...el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire tenue". La única salida posible que le queda al hombre es el disfrute de los goces terrenos: "...que no se quede pradera sin probar nuestra orgía". Aquí se inserta la segunda parte de nuestra lectura (2, 23-24); esta concepción de la vida y de la muerte es totalmente errónea, ya que el hombre no es un ser para la muerte; sino un ser para la vida eterna. Esto es lo querido por Dios.

Texto:
-El autor se remonta al origen de la muerte: dos dimensiones tiene esta palabra: la muerte física, como patrimonio de todo hombre (7,1), y la muerte escatológica, definitiva, propia de los malvados en el libro de la Sabiduría. En el primer sentido, Gn 1-3 presenta a Dios como creador de vida. En cuanto el crear es acción positiva, fundadora, podemos decir que Dios sólo crea ser y vida; el fin de un ser o vida individual no es acción creativa de Dios.

-Aquí no se habla de una vida y una muerte física, sino de una vida temporal que a través de la muerte del cuerpo se transforma en vida eterna. Los hombres que buscan a Dios podrán huir de esta muerte, aunque todos ellos deban pasar por la muerte terrenal. Esta idea, tan clásica hoy, supuso una revolución en la mentalidad de Israel primitivo que no conocía la vida de ultratumba, sino sólo una supervivencia en el "sheol", que consistía en una especie de distensión después del duro ajetreo de la vida (cfr. "sheol" en cualquier diccionario bíblico). A la luz de esta nueva mentalidad el relato de la creación adquiría un nuevo significado. Dios no ha creado la muerte; el justo morirá como el resto de los mortales, pero la vida de unión con Dios se perpetúa después del tránsito de esta vida. -En 2, 23, el autor liga la inmortalidad al hecho de ser el hombre imagen de Dios. Se puede recordar a este propósito el Sal 115,8: "que sean iguales los que los hacen", es decir, los fabricantes de ídolos se vuelven como ellos: inertes y vacíos (cfr. Jr. 2, 5); en el extremo opuesto, el Dios de la vida comunica vida e inmortalidad a sus imágenes. La imagen de Dios, no deformada por el pecado, permanece en el hombre como germen de inmortalidad y vence la muerte física. La expresión de 2, 24: "...pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo..." tampoco la debemos entender en sentido físico, ya que sólo afecta a sus partidarios. Los malvados serán los únicos que obtendrán la muerte eterna, su separación definitiva de Dios. Por el contrario, la muerte del justo es sólo un sueño.

Reflexión:
-Hoy el panorama cultural y antropológico es muy diverso al vivido por el autor del libro de la Sabiduría: la nueva antropología rechaza abiertamente la distinción griega de alma y cuerpo; y habla de un más allá -cuando lo hace- en un sentido muy diverso del tradicional.

-Existen los nuevos "Epicuro" para quienes cuando la muerte es, el hombre ya no es, y mientras el hombre es, la muerte aún no es. Existen otros, como Bloch, que afirman: cuando la muerte es, el hombre aún no es, y cuando el hombre es, la muerte ya no es; pero se quedan en una concepción puramente inmanentista.

-Otros abrimos las puertas a un futuro trascendente como hizo el autor de la Sabiduría. El mensaje siempre es válido, pero lo que debe cambiar en el lenguaje del teólogo y del predicador son las formas culturales. No se puede predicar siendo ajeno a nuestra cultura, haciendo hincapié en concepciones antropológicas trasnochadas. El autor de Sabiduría fue un revolucionario de su tiempo; también lo debemos ser nosotros.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 36


 

4. Yavé "ama la vida" (11, 26), sobre todo la vida del hombre (Ez 18, 23-32; 33,11) y no se recrea en la destrucción y en la muerte. Yavé ("El que es") ha creado todas las cosas "para que sean", y no va a ser ahora quien las destruya. No, la muerte no entraba en los planes del Creador. Sin embargo, la muerte existe.

El autor considera la muerte física como una consecuencia de la muerte moral o pecado; por eso pasa insensiblemente su pensamiento de la una a la otra. Ninguna de las dos muertes existían en el principio. El universo creado por Dios era armonioso (cfr. Gn 1); no había en él criaturas maléficas ni dominaba sobre la tierra el poder del Abismo (esto es, de la muerte). El universo salido de las manos de Dios era el reino de la paz, tal como Isaías lo ve restaurado en el futuro mesiánico (Is 11, 6-9); pero el pecado del hombre ha comprometido el orden del mundo y ha puesto en peligro la vida, ha introducido la muerte, que es el reverso del acto creador (cfr. Gn 3). No obstante, la "justicia es inmortal"; esto es, los que practican la justicia no morirán para siempre.

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1, 27) y, así, participante de la inmortalidad divina; pero el diablo, que es el homicida desde el principio, lo sedujo, y con el pecado del hombre vino la muerte.

Los que siguen al diablo, la ralea de Satanás, son botín de la muerte. Pablo (Rm 5, 12-21; cfr. 1 Cor 15, 35-37) recogerá esta misma doctrina, pero contraponiendo al primer Adán pecador el nuevo Adán salvador, que es Jesucristo. Por éste hemos sido salvados de la muerte cuantos creemos en él si practicamos la justicia.

EUCARISTÍA 1985, 30


 

5. El libro de la Sabiduría intenta presentar el mensaje bíblico con ropaje griego y su esfuerzo se dirige sobre todo a elaborar una especie de teología de la historia. La lectura de hoy es una reflexión sobre el texto del Génesis, en el que se presenta la inmortalidad como un bien del que el hombre ha sido privado. La razón de escoger este texto, como primera lectura, es presentar el tema de la muerte como ocasión de la resurrección de los muertos de que habla el evangelio. La resurrección muestra el poder de Jesús sobre el enemigo.

Es absoluta la afirmación de que Dios no ha creado la muerte, que ha creado todas las cosas para que vivan, que las criaturas del mundo son saludables. La realidad contradice esta afirmación. Sin embargo, el autor no habla de un paraíso perdido. No niega que exista la muerte, pero contempla las cosas en el conjunto de la creación y ve que todas las cosas tiene una finalidad y un objetivo.

La lectura de hoy respira optimismo ante la creación y el hombre. Optimismo fundado en la bondad y poder de Dios. Esta actitud puede ser una respuesta a los que preguntan si puede el hombre llegar a ser feliz, cuando sabe que su vida es un caminar hacia la muerte. El autor del libro de la Sabiduría responde diciendo que Dios no es responsable de esta situación. Es el hombre quien con su pecado ha roto la armonía del mundo. Dios quiere que el hombre viva y sea feliz. El hombre puede superar el miedo a la muerte amando la justicia. En ella encontrará la bondad de las cosas que debemos hacer llegar hasta Dios.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 14


 

6. El libro de la Sabiduría, probablemente el último de los del Antiguo Testamento, fue escrito el siglo primero o segundo antes de JC, en el ambiente de la diáspora, es decir, en aquellos grupos de judíos que vivían lejos de Israel, en ciudades paganas. Seguramente fue escrito en Alejandría de Egipto, una ciudad en la que residía una numerosa colonia judía, que tenía que convivir y confrontarse con la mayoría helénica que le rodeaba.

El libro quiere ser una afirmación de la fe de Israel para sostener a los creyentes en medio de la variedad de sistemas religiosos y filosóficos en los que se hallaban inmersos, y en medio del clima relativista de costumbres y criterios morales, que hacían que los israelitas fieles fueran a menudo mal vistos y a veces incluso perseguidos. Pero al mismo tiempo esta afirmación de fe es explicitada en diálogo con el mundo helénico: el libro, en efecto, asume y utiliza categorías de la cultura helénica circundante.

El doble fragmento que hoy leemos (son dos breves fragmentos unidos: 1,13-15 y 2,23-25) presenta un elemento fundamental de la afirmaci6n de fe frente al materialismo ambiental: Dios es el Dios de la vida, y llama a los hombres a vivir esta misma vida suya. El primer fragmento (hasta "inmortal") hace la afirmación general: Dios ha creado el mundo y al hombre para la vida, y todo lo que Dios es ("la justicia") conduce a la vida por siempre.

Después de este primer fragmento, viene un largo texto, que no leemos, en el que el autor se pone en confrontación con los impíos que afirman que no hay nada más allá de este mundo, y que la muerte es el final de todo. Y se concluye con el segundo fragmento que leemos: el hombre como imagen de Dios, y llamado por eso mismo a vivir su misma vida; la muerte como obra de aquel que es contrario al hombre (el diablo), destinada a aquellos que se sitúan en la linea contraria al hombre (los que se sitúan en la línea del diablo, de espaldas a la línea de Dios).

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 9