31 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO
18-29

18.

-No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.

Hemos oído muchas veces hablar de la heroicidad de los primeros cristianos en tiempo de persecución. Y quizás algunos recordamos comportamientos ejemplares durante la guerra civil (1936-39).

Estas recomendaciones a los discípulos que Jesús envía a predicar (v. 5) fueron redactadas en tiempo de persecución de los cristianos por parte de los judíos, cuando se jugaban la vida del cuerpo. Normalmente esta situación "heroica" no es la nuestra. Sino una bastante más gris. No nos persiguen, cierto. Pero tampoco somos demasiado bien recibidos. Y quizá podemos tener la impresión, a veces, que soplan vientos muy poco favorables o incluso abiertamente contrarios. También a nosotros Jesús nos dice: "No tengáis miedo". ¿Cuál es, hoy, nuestro miedo? ¿Cómo nos frena?

-No hay comparación entre vosotros y los gorriones. El evangelio siempre esponja el corazón. ¡Con qué sencillez Jesús expone una verdad elemental!: Dios nos ama y nada nos puede arrancar de sus manos. Recordemos: "¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?" (Rm 8,35; domingo 18). ¡Que diferencia no hay entre este aprecio y nuestras pretensiones, nuestros orgullos, nuestras vanidades! Todo esto se deshace como el humo y no tiene consistencia propia. Aquél es el fundamento de nuestra valía real (como la de todos los hombres) y nos da seguridad: Dios nos tiene contados los cabellos de la cabeza!; ¡ningún pájaro cae al suelo sin que lo disponga el Padre! Y como dice el salmo responsorial: "el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos... Que me escuche tu gran bondad".

-Yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Cada uno de nosotros necesita ser reconocido. Ya desde que somos concebidos y nacemos. Malaventurados aquellos niños que sus padres no reconocen ni acogen. Dichosos, en cambio, aquellos que son deseados, reconocidos y amados. ¡Cuántas cosas no estamos dispuestos a realizar para ser reconocidos! Pues bien, lo que de verdad cuenta es que Jesús nos reconozca ante el Padre del cielo. Y lo que de verdad es el desastre es que debamos escuchar de su boca: "no sé quiénes sois" (Lc 13,27). Juan nos dice: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" (1Jn 3,1).

El evangelio de hoy tiene sin embargo un tono admonitorio: Para que él nos reconozca ante el Padre, nosotros debemos reconocerle primero ante los hombres. Y no nos engañemos: este reconocimiento no es una referencia verbal, ni tan siquiera una defensa combativa, ni una proclamación de sus "derechos" (puede serlo, claro, en contadas ocasiones, como en el caso de Pedro, cuando le decían -y él lo negó- que era discípulo de Jesús). Es fundamentalmente reconocerlo con las propias obras, con la propia vida: "No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo... Apartaos de mí malditos... porque tuve... y no me..." ¿Reconocemos de verdad a Jesús?

JOSEP M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/13


H-19.

1. Tres veces aparece en el evangelio de hoy el «No tengáis miedo», y una vez se añade aquello de lo que realmente hay que tener miedo. No hay que tener miedo de todo lo que acontece en el espíritu de la misión de Jesús. En primer lugar los apóstoles no han de tener miedo a pregonar abiertamente desde las «azoteas» lo que el Señor les ha «dicho al oído», porque eso está destinado a ser conocido por el mundo entero y nada ni nadie impedirá que se conozca. Naturalmente el predicador se pone con ello en peligro; es como oveja en medio de lobos, tiene que contar con el martirio a causa de su predicación. Pero tampoco en ese caso debe tener miedo, pues sus enemigos no pueden matar su alma. En realidad sólo habría que temer al que puede destruir con fuego alma y cuerpo; pero esto no sucederá si el discípulo permanece fiel a su misión. Y en tercer lugar el apóstol cristiano no debe tener miedo porque en las manos del Padre está mucho más seguro de lo que él cree: el Padre, que se ocupa hasta de los animales más pequeños y del cabello más insignificante, se preocupa infinitamente más de sus hijos. Jesús habla aquí de «vuestro Padre». Pero el contexto indica claramente que el hombre está seguro en tanto en cuanto cumple su misión cristiana, aunque externamente pueda parecer un tanto temerario.

2. La amenaza.

Jeremías expresa en la primera lectura la medida de la amenaza. Se delibera con cuchicheos cómo se le podría denunciar. La peor venganza sería que el profeta se dejará seducir por una palabra imprudente, y entonces se le podría detener. Sus amigos más íntimos están entre sus adversarios, aunque en realidad hay «pavor por todas partes». Esta situación puede llegar a ser también la del cristiano, en cuyo caso éste tendrá que recordar el triple «No tengáis miedo» de Jesús. El profeta sabe que está seguro en medio del terror: el Señor está con él «como fuerte soldado»; «le ha encomendado su causa», y esto le basta para estar seguro de que él, el «pobre», el indefenso, escapará de las manos de los impíos. Su seguridad se expresa negativamente, con fórmulas típicamente veterotestamentarias: sus enemigos «tropezarán», «no podrán con él», «se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno». Pero en la Nueva Alianza el terror llega hasta la cruz; el canto de victoria, que Jeremías entona al final, es ahora Pascua y la Ascensión.

3. La confianza.

De ahí saca Pablo, en la segunda lectura, su confianza inaudita. Por un lado no sólo hay algunos enemigos personales, sino que está el mundo entero, sometido todo él al pecado y con ello a la muerte lejos de Dios. Correlativamente, su canto de victoria adquiere dimensiones cósmicas. Por la acción redentora de Jesús, la gracia ha conseguido definitivamente la supremacía sobre el pecado y sus consecuencias, y con ello también la esperanza ha conseguido su victoria sobre el temor. También Pablo experimentará más de una vez el mismo sentimiento de abandono que experimentó Jeremías (2 Co 1,8-9; 2 Tm 4,9-16). Pero, como el profeta, añade: «El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas... Me librará de toda acción malvada» (2 Tm 4,17-18). Y sabe aún más: que sus sufrimientos son incorporados a los del Redentor y reciben en ellos una significación salvífica para su comunidad.

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 84 s.


H-20.¿QUIEN DIJO «MIEDO»? 

«Tengo miedo, mamá». Y, con esa frase, todos los niños chicos del mundo se han acurrucado siempre en el regazo materno ante aquel perro inesperado que les salió ladrando, ante la llegada de una repentina tormenta o ante cualquier sombra grande e inexplicable. Creo que yo me solía despertar muchas noches sobresaltado. Y venía mi madre corriendo. Y me apretaba fuerte contra ella. Y el susto se disipaba. Y me volvía a dormir.

Pues bien. Las cosas no suelen cambiar con los años. Solemos, sí, ir presumiendo de valientes por la vida; nos permitimos el lujo de soltar baladronadas a cada paso; en los «días de vino y rosas» fumamos como chimeneas, bebemos como cosacos y comemos sin control; no queremos que nos achante nadie; desafiamos, si se tercia, al lucero del alba, ya que «ni Dios puede conmigo, porque Dios me hizo así».

Pero la verdad monda y lironda es que, ante un mínimo dolor sospechoso que nos llega o ante un porvenir levemente incierto nos convertimos en un amasijo de temblores. Lo gordo es que también en esto, como en todo, somos una constante paradoja. Pensad: por una parte, el hombre vive rodeado de toda clase de «seguros»: seguro social y seguro de enfermedad; contra incendios y contra el pedrisco; seguro del coche y de la vivienda; existen coches blindados, puertas blindadas y chalecos antibalas; nuestras casas se protegen con los cerrojos más encerrojantes y con las alarmas más alarmantes. Pero, a pesar de eso, o quizá precisamente por eso, nos sentimos inseguros, asustados y temerosos. Por una parte gritamos: ¿quién dijo «miedo»? Pero, por otra, sabemos reconocer: «El miedo es libre».

Jesús entra en este tema en el evangelio de hoy y dice: «No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma».

Como siempre, lo que hace Jesús, para ayudarnos, es trasladarnos a otra perspectiva. Es como si nos dijera: «Vosotros queréis vencer el miedo con vuestra fortaleza, con vuestro poder y sabiduría, con la acumulación de todas vuestras astucias y mecanismos materiales». Y «Nuestro auxilio nos viene del Señor que hizo el cielo y la tierra». Así de simple y llana es la solución.

Efectivamente, cuando uno «rinde las armas de todas sus prepotencias», lo comprende enseguida. Y todo un florilegio de advertencias jalonan la Escritura llevándonos por ese camino: «El Señor es mi roca, mi fuerza y salvación». Y los salmos se repiten hermosamente: «No permitirá que resbale tu pie; tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel». Y en cada uno de los peligros, El estará a nuestro lado: «El te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas... » y sigue y sigue.

Esa era la oración y la fe de los hombres del A.T. Pero hoy nos cobijamos dulcemente en las palabras del evangelio de Jesús: «Ni un solo gorrión cae al suelo sin que lo permita el Padre. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. Por eso, no tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones».

Silogismo, por lo tanto de primer grado:

--Yo valgo mucho más que un gorrión. Tú vales mucho más que un gorrión. El vale mucho más...

--Es así que Dios cuida de los gorriones.

Luego ¿quién dijo «miedo»? O lo que es lo mismo: «Aunque camine por cañadas oscuras, ningún mal temeré, porque el Señor es mi Pastor, nada me falta...».

ELVIRA-1.Págs. 62 s.


H-21.

Frase evangélica: «No tengáis miedo»

Tema de predicación: EL TEMOR DE DIOS

1. Llamamos «temor» o «miedo» al malestar que nos produce la amenaza de un mal inminente o cercano que cuesta evitar o que es inevitable. El miedo nos hace sentir inquietud, preocupación y confusión. A veces nos paraliza y nos produce depresión. Llenos de miedo, no obramos con entera libertad. Lo contrario del temor o del miedo es la valentía y la decisión. En muchas ocasiones hemos sido educados en un temor «servil» (miedo a los padres, a los maestros, a los patronos, a Dios...) y no en un temor «filial» o amoroso, que es temor saludable. Tenemos miedo a la verdad (a decirla o a vivirla) y a arriesgarnos por los otros (buscamos seguridad y comodidad).

2. Para educar a los discípulos, Jesús les hace ver qué temores deben desterrar y qué es lo que deben temer. Con un criterio previo: nada debe quedar oculto, puesto que todo se revela ante Dios y llegará un día a revelarse totalmente. Jesús les dice que no teman a ningún ser humano, porque nadie tiene el poder total, salvo Dios. Cabe experimentar temor ante lo tremendo de Dios, aunque atemperado por este criterio básico: Dios vela por todas sus criaturas; Dios es fascinación. En el evangelio tienen temor y quedan fascinados Zacarías, María, José y los pastores en el nacimiento de Jesús; los testigos de algunos signos extraordinarios de Jesús; y los discípulos de primera hora al ver al Señor caminar sobre las aguas y cuando pescan con abundancia. Incluso el Jesús resucitado infunde miedo a las mujeres testigos.

3. San Pablo exhorta a menudo a mantener ambas cosas: el temor y la falta de temor. De un lado, no hay lugar para el temor, ya que el discípulo tiene al Espíritu de Dios; de otro, hay que llevar a cabo la obra del Señor en el mundo con temor y temblor. Lleno de miedo estuvo muchas veces Pablo. También lo estamos nosotros. Precisamente la santificación se lleva a cabo en el santo temor de Dios. Todo lo resume san Juan en esta frase: «En el amor no existe temor; al contrario, el amor acabado echa afuera el temor, porque el temor anticipa el castigo; quien siente temor aún no está realizado en el amor» (1 Jn 4,18).

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Cómo es el temor que le tenemos a Dios?

¿Somos discípulos llenos de miedo?

En el fondo, ¿qué es lo que nos da miedo?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 140 s.


H-22.

QUEDARTE SIN REALIZAR ES PECADO MORTAL

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la terraza».

Cuanto descubráis en la oración, en vuestro análisis crítico de los signos de los tiempos, (sobre lo que pasa), decidlo. No calléis. A tiempo o a destiempo con palabras o con hechos anunciad el Reino y no temáis. Pues si no vivís la fe proféticamente os avergonzaréis de ser cristianos, será algo vergonzante para vosotros.

Si vives consecuente con tu fe, si armonizas fe y conducta, si tu comportamiento es coherente con tu pensamiento acabarás ejerciendo de profeta, pues anunciarás aquí y ahora que el Reino de Dios puede comenzar a ser realidad y denunciarás cuanto lo imposibilita o dificulta ya que al vivir la justicia, la verdad y el amor no soportarás la injusticia, ni la opresión, ni la manipulación o explotación del hombre. Acabarás profeta y acabarás como los profetas.

Llegado este momento Jesús advierte que no tengas miedo, que no permitas que el temor te invada y paralice; que te apoyes en la esperanza pues la verdad, como la justicia o el amor, cuando los matan, con el tiempo resucitan.

«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Por eso, no tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones».

Defended vuestra dignidad de hijos de Dios y la de vuestros hermanos los hombres, morid si es preciso por ella.

Defended antes vuestra dignidad que vuestra vida. La dignidad es esa calidad de vida que tienen los hombres libres y responsables, no consintáis que nadie os la quite. Si la perdéis no saldréis del corral de la animalidad o tristemente volveréis a él si es que de él salisteis. Que nunca nadie os reduzca a pura máquinas, a pieza de engranaje, a objeto a utilizar o explotar.

El camino cristiano de realización personal presenta en sí mismo un enfrentamiento frontal contra todo aquel que pretenda reducir a la persona humana a puro objeto a explotar.

Quien pretenda hacer suyo el modelo de hombre que Jesús de Nazaret presenta encontrará dificultades e inconvenientes muy graves, incluso pondrá en juego su vida, pero ni llegado ese momento podrá volverse atrás.

El creyente vivirá en su propia carne el conflicto entre Dios y el mundo. Será piedra de escándalo y tropiezo, será incómodo para el que no lo es, pues su presencia pondrá en evidencia toda situación de injusticia o desamor. Cuando llegue esto no hay que temer, ni tener vergüenza. Sólo desde la esperanza, creyendo en la verdad y en su fuerza, superaremos el miedo; nada hay imposible para el que cree en lo invisible. Contraponerse a los poderes de este mundo es un ejercicio para soñadores o enamorados, para gentes utópicas, y éstos no saben ni entienden de cálculos.

La fe no admite cálculos ni temores pues son factores o vectores de fuerza que paralizan la acción o desvían de la vocación, del destino a desarrollar o del sentido a conseguir en esta vida.

El miedo es peor para la fe cristiana que el error o la herejía, pues imposibilita que el hombre lo sea a imagen y semejanza de Dios. Además, toda equivocación se puede rectificar, enmendar o perdonar, pero quedarte sin realizar como persona es imperdonable, es un pecado mortal.

«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».

La opción que tomemos por Cristo él la tomará por nosotros, o lo que es lo mismo: en la medida en que vivamos su vida él vivirá la nuestra y con nosotros. Nunca nos dejará solos. Nada ni nadie nos puede quitar la vida, ya la dimos. Ni la esperanza, pues no la tenemos puesta en ellos sino en Dios.

El cristianismo no es garantía de bonanza, ni Cristo un pararrayos o seguro multirriesgo. Cristo es la fortaleza de Dios en nosotros que quita todo miedo. Pues el creyente cristiano es un hombre entresacado de los hombres y que está entretejido en ellos para servirles hasta dar su vida, si es preciso, como hizo Cristo.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 63-65


H-23.

Este pasaje bíblico del profeta Jeremías pertenece a la sección "confesiones de Jeremías", en la que escuchamos el alma poética del profeta que reconoce el poder de sus enemigos, pero resalta aún más el poder de Dios al cual le reitera su confianza. Jeremías denuncia la superficialidad del culto Israelita. Ellos reclaman, lo insultan, hacen que lo encarcelen, le impiden la entrada al templo y lo acusan de traición y falta de patriotismo. Jeremías se queja ante el Dios que sólo les anuncia violencias y saqueos. Grita desesperadamente que es víctima de burlas e insultos por parte de sus paisanos (v.10), pero también reconoce la presencia de Dios en medio de la situación y confía plenamente que él lo librará del enemigo (v.11). Su lamento está cargado de confianza y esperanza en el Dios liberador, el Dios de los ejércitos. Jeremías es consciente que al final, vencerá (v.12) y pide que triunfe la causa divina fundamentada en el poder de la oración; sabe que su Dios no echará en saco roto sus súplicas, por que es fiel a sus promesas. Invita a la alabanza porque está convencido de la victoria de su Dios. (v.13).

En el dolor, el peligro, la persecución y el aparente abandono, la voz de Jeremías resuena por encima del opresor. Su lamento y grito desesperado terminan siendo igualmente una oración esperanzadora ante su Dios.

Pablo quiero resaltar la acción salvadora de Jesucristo y toma en este texto la figura del antiguo Adam (primer hombre) y el nuevo Adam; Cristo. Para Pablo y los judíos de su tiempo, Adam era el causante del pecado en el mundo y en Adam se encarna toda la humanidad pecadora. El pecado nos aleja de Dios y nos hace confiar en los débiles e inseguros proyectos ofrecidos por el mundo, que al final nos conduce a la muerte. La muerte es entendida no sólo como término de la existencia humana, sino también como muerte espiritual (v.12-13). Pero "Si por uno murieron todos, por uno seremos todos salvados": a eso se refiere Pablo con la proporción entre la culpa y el don. Dios con su infinita misericordia por intermedio de Jesucristo nos regaló la salvación.

Lo negativo de la humanidad, resumida en la figura de Adam ,se presenta en contra-posición a lo ofrecido por Dios por medio de Jesucristo: "la Salvación", recibida en forma gratuita y sin distinción.(v.15). Por Jesucristo todos han sido salvados muriendo a la condición de hombres pecadores (a lo negativo que degenera la raza humana), para alcanzar la Gracia de Dios en la vida eterna.

Después de que Jesús escoge a los doce y los envía a proclamar el Reino de Dios, el Evangelio de Mateo presenta una serie de orientaciones que ayuden a los discípulos en su actividad pastoral (vv. 5-25). Una segunda parte de estas instrucciones es la advertencia contra los peligros y persecuciones que tienen que afrontar, donde no hay cabida para el miedo y la cobardía (v.26). Gritar a los cuatro vientos la misión que les ha sido encomendada. El mensaje revelado a unos pocos "escogidos", debía ser pregonado a todo el mundo (v.27).

El hilo conductor del texto es la consigna negativa "no tengan miedo" (v.26,28,31) o la positiva "teman". No hay que tenerle miedo a las cosas que matan el cuerpo en este caso a quienes los persiguen, los calumnian, los insultan e incluso puedan ocasionarles la muerte material (v.28); "teman" a Dios, es decir, a la incapacidad de cumplir sus preceptos, de no hacer la voluntad del Padre. Jesús invita a confiar en la presencia de Dios dueño y Señor de la vida; todo lo que existe se rige según su voluntad (vv. 29-31). Jesús confirma la confianza que han puesto en El y su Padre (v.33) si están con Dios y defienden su causa, anunciando el Reino por encima de las persecuciones: Dios los protegerá, pero si lo niegan, también los negará ante su padre del cielo.

Tener el valor de levantarse ante el opresor y confesar su confianza en el Señor es la lección que Jeremías plantea a los hombres de hoy. En una sociedad donde la palabra ha perdido su valor, donde el derecho a la libre expresión recibe como repuesta la muerte, tenemos que tener el coraje y la valentía del profeta Jeremías, quien a pesar de las persecuciones, confía plenamente en el poder salvador de Dios.

Esa misma confianza es la que Jesús les trasmite a sus discípulos. En medio de las calumnias, persecución e incluso la muerte que les puede causar el anuncio del Reino, hay que vencer el miedo.

No podemos seguir callados ante el dolor, ante la injusticia y la opresión que viven nuestros pueblos. No podemos dejarnos silenciar, ni ser indiferentes ante la situación de pobreza y explotación que sufren nuestras comunidades. Debemos confiar en la misericordia de Dio que está por encima de los miedos humanos, del mal de este mundo.

Jesús lo entendió y lo vivió así; Pablo nos lo recuerda; lo dio todo: su palabra, su vida por la causa del Reino. Por El, todos hemos sido salvados. Por eso debemos imitarlo para que, venciendo los miedos y las inseguridades, podamos lanzarnos a la maravillosa aventura de anunciar con nuestra vida y con la fuerza renovadora de su Palabra el Reino de Dios entre los hombres.

En conclusión podemos decir que las lecturas de este domingo afirman la existencia de esa realidad humana e inevitable del miedo y del temor que genera el enfrentarnos con una realidad adversa donde tenemos que anunciar el Reino de Dios; más aún, si en esta realidad se está imponiendo el capitalismo neoliberal, que asesina a promotores y activistas de derechos humanos, criminaliza la protesta social, persigue y aniquila las organizaciones populares y sus líderes son amenazados, desaparecidos y masacrados. Es en esta hora neoliberal donde los cristianos nos debemos comprometer efectivamente con la construcción de una nueva sociedad con verdaderas actitudes proféticas.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


H-24.

- Primeras palabras de Juan Pablo II

A las pocas horas de ser elegido como obispo de Roma, como papa, el primer mensaje de Juan Pablo II, sus primeras palabras al salir al balcón de la plaza de San Pedro, fueron: "No tengáis miedo". Palabras que tenían entonces una resonancia especial, en los momentos difíciles que vivía la Iglesia. Y también por la situación conflictiva en que estaba la humanidad (y de la que el polaco Karol Wojtyla tenía personal experiencia por la ocupación de su patria primero por el nazismo alemán, luego por el comunismo soviético). Una llamada -"No tengáis miedo"- que durante estos años ha reiterado con frecuencia Juan Pablo II, sobre todo hablando a los jóvenes.

- Preocupación de Jesús: "No tengáis miedo"

"No tengáis miedo". Tres veces se han repetido estas palabras en el evangelio de hoy. Es una exhortación cordial, llena de cariño y preocupación personal, que Jesús hace a sus seguidores, a sus apóstoles. Y que el evangelio de Mateo incluye dentro de los capitulos, de la sección de su evangelios, que dedica a la formación inicial de la comunidad cristiana, de la Iglesia.

Primero, llama personalmente: "Sígueme". Luego -lo leíamos el pasado domingo- forma un grupo, una comunión, a la que encomienda dos cosas, dos caras de una misma moneda: anunciar la proximidad del Reino de Dios y hacer el bien, ayudar y servir a todos. Pero inmediatamente, como la primera advertencia o consejo o preocupación que le sale del corazón, esta que hoy hemos escuchado: "No tengáis miedo".

- ¿Ocultamos nuestros miedos?

La pregunta sería por qué Jesús se inquieta, se preocupa y nos exhorta repetidamente sobre este tema, esta cuestión: el miedo.

Pero, quizás, antes, la pregunta previa, personal, que cada uno de nosotros podría hacerse es: ¿tenemos miedo? ¿de qué tenemos miedo?. En la primera etapa de la vida humana, los niños, con frecuencia tienen miedo. Miedos ante situaciones reales (por ejemplo, la oscuridad), o miedos que imaginan, que inventan. Pero, sea como sea, los niños no esconden ni disimulan sus miedos.

El problema, luego, es que al crecer, al hacernos mayores, da vergüenza tener miedo. Un adolescente, ante sus amigos, ya nunca reconoce tener miedo. Menos aún en la juventud, y en las sucesivas etapas de nuestra vida (quizá los ancianos, entre otras ventajas de llegar a una edad en que de nuevo uno puede ser sincero, tengan esa de saber reconocer los miedos).

Pero volvamos a la pregunta personal: cada uno de nosotros, ¿de qué tiene miedo? Es una pregunta personal. Para cada uno de nosotros la respuesta será distinta. Depende de la edad, de la situación, quizá del modo de ser psicológico. El problema no es este miedo que podamos tener. El problema, más hondo y más difícil, es que no lo reconozcamos. Y que, por no reconocerlo, no le busquemos salida, no le busquemos solución.

- La respuesta: confiar en Dios Padre

La palabra de Jesús, su evangelio, no nos da soluciones hechas, prefabricadas. No es un consultorio, como una echadora de cartas, horóscopo, o cosas semejantes. Va más a fondo.

Más a fondo, aunque nos hable de gorriones y de nuestros muchos o pocos cabellos. Cada mañana, cuando nos peinamos, dejamos en el peine o cepillo un buen número de ellos. Jesús de Nazaret -con su humor- nos dice que cada uno de ellos está contado, está contabilizado. ¿Por quién? Nos habla de los indefensos, débiles, gorriones. ¿Nadie los tiene en cuenta?

Nuestros miedos, más o menos ocultos, nos preocupan y angustian. Jesús nos habla de ellos con cierto humor, pero con mucho amor. Su respuesta, su llamada de salvación es: confiad en vuestro Padre. Que no es un Dios lejano, ajeno, enfurruñado y cejijunto, sino como el mejor padre, el Padre, atento y comprensivo, que -puestos a exagerar, dice Jesús con humor- cotabiliza hasta los cabellos de nuestra cabeza.

Cuánto más, claro está, las más hondas ansiedades, preocupaciones, anhelos y esperanzas de la vida personal de cada uno de nosotros. Y de la vida de la comunidad cristiana, de la Iglesia. Que Dios es Padre nuestro, significa que a él podemos revelar nuestros miedos y que de él podemos esperar que nos ayude no sólo a sobrellevarlos sino a vencerlos.

* * *

"Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre en el cielo". Eran las palabras finales del evangelio de hoy. Y es lo que expresaremos y realizamos ahora en la Eucaristía: Jesús está entre/con nosotros. Nosotros pedimos estor con él. Y, él y nosotros, ante y con Dios Padre.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1999/08/51-52


H-25.

LECTURAS DEL DÍA

1ª. Libro de Job 20, 10-13 : "... Mis amigos acechaban mis traspiés. A ver si se deja seducir y lo violaremos... y nos vengaremos de él. Pero el Señor está conmigo..."

2ª. Carta a los romanos 5, 12-15 : ".. Si por la culpa de uno murieron todos..., gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos"

3ª. Evangelio según san Mateo 10, 26-33 : "No tengáis miedo a los hombres... Lo que os digo de noche decidlo en pleno día... Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo"

CLAVES PARA LA LECTURA

1. La primera lectura forma parte de las Confesiones de Jeremías en las que el profeta pone de manifiesto claramente su alma (Jer 11, 18-23; 15, 10. 15-21; 17, 14-18; 18, 23; 20, 7-17)

En el párrafo que hoy utiliza la Liturgia nos habla de una dura prueba religiosa y política a la que fue sometido Jeremías, después de la caída de Jerusalén en el año 586 antes de Cristo.

Para un cristiano resulta extraño el deseo expresado por Jeremías: contemplar la venganza de Dios que caería sobre sus propios enemigos (v 12).

Al profeta le preocupa, sobre todo, que Israel reconozca que la salvación le podrá venir sólo y únicamente del Dios de la Alianza (v 11)

2. En la segunda lectura, especialmente en el versículo 12 del texto ( "como por un hombre entró el pecado en el mundo, y con el pecado, la muerte") , san Pablo se plantea el problema del pecado original, pero de modo impreciso. Habla de la muerte, pero no se sabe si se refiere a la muerte física o a la espiritual, y utiliza la expresión griega , ephô, que permite hacer varias traducciones del texto:

"en el cual todos han pecado" (san Agustín),

"porque todos han pecado" (alusión a los pecados personales),

"desde el momento en que todos han pecado" (aumento de la carga personal en el pecado personal)

Puesto que la muerte ha entrado en el mundo como consecuencia del pecado de Adán (entendible desde las citadas variantes), Pablo deduce que el pecado ha entrado en la humanidad por medio de esa falta inicial. Por eso habla de la obra redentora de Cristo, estableciendo un paralelo entre Adán y Cristo: Adán es el portador de la ruina, y el anti-Adán, Jesucristo, es el autor de la salvación para muchos (v 15).

Cristo, con su obediencia y su sacrificio anula la desobediencia de Adán, librándonos no sólo de la culpa sino ofreciéndonos la gracia de Dios "en abundancia". El pecado ha provocado una oferta de gracia que es más abundante de lo necesario.

3. En la tercera lectura, de san Mateo, se nos exhorta a hacer una confesión animosa de la fe, incluso en las persecuciones. Jesús es realista, y sabe que ni sus discípulos serán acogidos siempre bien, ni su mensaje encontrará siempre a los hombres bien dispuestos a escucharlo. Al contrario, sus apóstoles encontrarán muchas veces oposición, mas no deben temerla ( v 26. 31) . El Señor que vive y obra en el cristiano les ayudará. Donde está Cristo está la vida y el porvenir.

COMENTARIO TEOLÓGICO

1. En el pasaje evangélico (Mt 10, 26-33) se nos habla de la confianza y seguridad del apóstol perseguido (v 16-33). Jesús exhorta al discípulo a no tener miedo. Y como coronamiento de ese pensamiento se da la fórmula de profesión de fe: "a todo el que me defienda delante de los hombres, yo también le defenderé ante mi Padre celestial; pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre celestial"

2. El mensaje de Cristo se presenta a los hombres como una exigencia muy seria y absorbente. Por eso los hombres tienden a desentenderse de él. La predicación cristiana se desarrollará, por tanto, en un mundo hostil. Predicación y persecución aparecen como dos elementos complementarios de un único hecho histórico. Jesús anunció a los suyos que sufrirían su misma suerte.

3. Dicho eso, Jesús recomienda prudencia. Las ovejas, ya se sabe, se han de guardar y huir del lobo. Pues también en la evangelización es preciso recurrir a la astucia de la serpiente y a la prudencia de la paloma para no comprometer la difusión del Reino. La persecución, que parece bloquear siempre la predicación, en cierta medida la favorece. La persecución desencadenada por causa de Cristo (v 18. 22) entra eficazmente en el plan divino de la salvación, y, por intercesión del Espíritu Santo, provoca al testimonio más eficaz en favor de Cristo.

4. El apóstol ha de asemejarse a Cristo , a quien representa. Por eso, no ha de maravillarse, si le persiguen, si se oponen a él. Este fue el destino del Maestro, y el discípulo no puede esperar mejor suerte. Tendrá el mismo destino.

5. Jesús exhorta a los discípulos a perseverar en el apostolado, incluso en medio de los peligros (v 21-23), diciéndoles: no temáis a la persecución, porque la predicación se manifestará, a pesar de ella. La persecución es impotente frente a la predicación (v 26-27). El predicador perseguido está bajo los cuidados del Padre. Los perseguidores no podrán hacerle mal, a lo más, podrán "matar su cuerpo", pero no el alma (v 28). El apóstol se salva sólo si es fiel a su misión, aún entre las dificultades.

A MODO DE CONCLUSIÓN

El apóstol cristiano, si propone el mensaje de Cristo sin encontrar ninguna dificultad, habrá de interrogarse sinceramente si su palabra no se habrá alineado con el estilo y deseos de este mundo, traicionando a la verdad de Cristo. Una predicación cristiana que esté siempre preocupada por agradar el mundo, siguiendo a las modas, no valdrá nada.

Jesús confiesa (defiende) en el cielo a los discípulos que le confiesan en la tierra. La predicación se sintetiza, por tanto, en una auténtica confesión de Jesús, el Mesías.

Celebremos que hoy en el mundo, en cualquier parte donde se sufre, llora o persigue a la Verdad, al Señor, a la Iglesia, al Mensaje de Cristo, haya apóstoles, evangelizadores, misioneros salidos de entre nosotros para confesar la verdad de nuestra salvación.

Fray José Salguero, op
Convento de Ntra. Sra. de Las Caldas


26.

Nexo entre las lecturas

En el evangelio de este décimo segundo domingo ordinario escuchamos por tres veces la invitación de Jesús: No tengáis miedo. Se trata del discurso misionero del evangelio de san Mateo. Jesús alerta a sus apóstoles sobre las dificultades que encontrarán en su actividad misionera y los instruye sobre el falso temor a los hombres y el verdadero temor de Dios. Es, pues, una invitación llena de vigor a la confianza, a la seguridad en Dios (EV). La experiencia que vive el profeta Jeremías es semejante. Le ha tocado en suerte, como vocación divina, anunciar un mensaje de destrucción para Jerusalén. Un mensaje impopular que hiere los oídos de sus oyentes. Incluso sus amigos le dan la espalda y se vuelven contra él maquinando insidias e intrigas. "Pavor en torno". Sin embargo, Jeremías se levanta con una confianza magnífica: el Señor está conmigo como fuerte soldado. (1L). La segunda lectura nos ofrece un nuevo texto de la carta a los romanos que venimos escuchando cada domingo. También aquí el elemento de confianza y seguridad subyace a la exposición del pecado y de la redención obtenida en Jesucristo. El tema de fondo de la liturgia es, por tanto, una contraposición entre el miedo del mundo, de los hombres y de la desesperación del pecado y la confianza en Dios que cuida providentemente de sus creaturas y se muestra como soldado que fortalece a los suyos. El bien ha triunfado sobre el mal y la muerte gracias a Cristo Jesús.


Mensaje doctrinal

1. No tengáis miedo. En el discurso misionero de Mateo, Jesús insiste reiteradamente sobre la necesidad de alimentar la confianza y desechar el temor. En realidad los apóstoles eran los encargados de anunciar "la buena noticia", un mensaje lleno de esperanza y consolación, pero al mismo tiempo, un mensaje destinado a enfrentar directamente la "sabiduría del mundo" y los "pecados del hombre". La bandera de Jesús se levantaba como una bandera de contradicción que ponía al descubierto los pensamientos de muchos corazones. Cuando Jesús llama a todos a su redil, su acción necesariamente pone al descubierto el pecado del mundo y lo separa. Jesús era consciente de que sus apóstoles iban al encuentro inevitable de la persecución, del martirio, de las insidias y asechanzas de los hombres. Primeramente los anima a la predicación: lo que os digo de noche anunciarlo en pleno día. Los exhorta a ser heraldos apasionados de la palabra de Dios. San Pablo dirá a Timoteo Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. 2 Tim 4, 2-4. El apóstol de Jesucristo debe predicar sin temor desde los terrados. Debe ser consciente que él es fuerte en su debilidad, que no debe preocuparse de su elocuencia, porque el Espíritu Santo le dictará aquello que debe proclamar. Ciertamente debe predicar la doctrina sana, no cualquier tipo de doctrina.

Jesús exhorta a sus apóstoles en segundo lugar a no temer a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. En este caso, desea confirmarlos de frente a las amenazas físicas, los malos tratamientos a causa de la Palabra, las conjuras y todo esfuerzo destinado a hacerlos apostatar de su fe en Él. Hasta qué punto los apóstoles interiorizaron esta invitación, lo vemos en la actitud de Pedro y los apóstoles en el libro de los Hechos 5,29.42. Afirman con toda seguridad que es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres y, después de ser azotados, se muestran felices al ser considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.

Finalmente Jesús repite la exhortación a no temer pues la providencia de Dios no dejará que les suceda ningún mal. En el fondo, el secreto para no temer se encuentra en la conciencia de que se está en la manos de un Dios Padre providente que cuida de modo especial del hombre creado a su imagen y semejanza. El camino "del no temer" pasa por tanto por "la senda del abandono en las manos de Dios". Deponed en Dios todos vuestros cuidados porque Él se cuida de vosotros.

2. Ponerse de parte de Dios ante los hombres. En todo caso, lo importante es ponerse de parte de Dios ante los hombres. Opción alta y difícil en un mundo como el nuestro, pero que llena la vida de entusiasmo y confiere a la propia existencia el sentido de "una misión", de un envío, de una tarea que se debe cumplir, de una verdad a la que se tiene que ser fiel, de una actitud a la que no se puede abdicar. Se trata de ponerse a favor de la verdad. El cristiano siente en su corazón la invitación de San Pablo "veritatem autem facientes in charitate" Ef 4,15,texto que la Biblia de Jerusalén traduce como ser sinceros en el amor, sin dejarnos llevar infantilmente por el error. El hombre tiene el derecho de ser respetado en su búsqueda de la verdad , pero antes tiene la obligación moral de buscarla y de seguirla una vez encontrada. El amor a la verdad es, en particular, una vocación propia del cristiano. Él ha sido llamado a dar testimonio de la verdad, la verdad de Dios, la verdad del mundo, la verdad de la revelación, la verdad de Cristo. En la encíclica Fides et ratio encontramos esta afirmación: la perfección del hombre no está en la mera adquisición del conocimiento abstracto de la verdad, sino que consiste en una relación viva de entrega y fidelidad al otro.... El mártir, en efecto, es el testigo más auténtico de la verdad de la existencia. El sabe que ha hallado en el encuentro don Jesucristo la verdad sobre su vida y nada ni nadie podrá arrebatarle esta certeza.(Fides et ratio 32). El mártir es el ejemplo más fehaciente del "ponerse de parte de Dios de modo incondicional sin temer a los que matan el cuerpo". El suscita en nosotros una gran confianza porque dice lo que nosotros ya sentimos y hace evidente lo que también nosotros quisiéramos tener la fuerza de expresar (Cfr. Fides et ratio 32)


Sugerencias pastorales

1. El impulso misionero de la vocación cristiana. Parece necesario recuperar en la vida parroquial, y en la vida de los fieles en general ,la dimensión misionera de la vocación cristiana. En la entraña misma del cristianismo está la misionalidad, el envío, la tarea de ir y anunciar la buena nueva y convertir a los hombres al amor de Jesucristo. Una fe cristiana concebida sólo como perfección personal o consolación psicológica no es una auténtica fe cristiana. "Como el Padre me envió, así os envío yo" Jn 20,21. Cristo nos envía al mundo como ovejas entre lobos, pero nos asegura su amor, su presencia y su fortaleza. Es necesario reavivar el sentido de misión y de apostolado entre nuestros fieles. Preguntémonos cuántos fieles en nuestras parroquias tienen un apostolado que los compromete a dar su tiempo y sus energías en la medida de sus posibilidades. Avivemos con nuestro ejemplo, con nuestra iniciativa, con nuestro apoyo y entusiasmo el sentido de la misión en los jóvenes. Animémosles a organizar círculos de oración, misiones populares en la ciudad o en zonas rurales, asistencia a los más desvalidos, difusión de la doctrina cristiana. ¡Son tantas las posibilidades que, quizá yacen latentes en el corazón del joven y sólo esperan una nuestra palabra que las despierte y encamine! "Reconoce, oh cristiano, tu dignidad" decía San León Magno. Hoy podríamos parafrasear: "Reconoce, oh cristiano, tu misión, tu tarea, tu responsabilidad de cara a Dios, de cara a la Iglesia, de cara a los hombres".

2. La superación del subjetivismo en la vivencia de la propia fe. De la mano del punto anterior se encuentra el peligro del subjetivismo en la vida cristiana. Es un peligro que nos asecha especialmente hoy pues vivimos en una sociedad de tipo individualista. Esta tendencia a la subjetividad se manifiesta, especialmente, en el ámbito de la conciencia moral. A ésta ya no se la considera como un acto de la inteligencia de la persona que debe aplicar el conocimiento universal del bien a una determinada situación y expresar así un juicio sobre lo que se debe hacer aquí y ahora; sino más bien la conciencia aparece con el privilegio de fijar de modo autónomo, los criterios del bien y del mal y actuar en consecuencia a este juicio de valor.

¡Cuánto bien podemos hacer a nuestros fieles ayudándoles a formar una conciencia fundada en los principios de la recta razón y en los principios del evangelio! Una conciencia recta que ilumine y dé fuerzas a su caminar por la vida. Dediquemos el tiempo necesario para formar en ellos principios fundamentales que los sostengan en medio de las duras circunstancias de la vida. Sólo así, a través de una formación sólida, se cumplirá el deseo de Cristo: no tengáis miedo.

P. Octavio Ortiz


27. COMENTARIO 1

UN EVANGELIO «MODERADITO»

El mundo en el que vivimos es el menos moderado que existir pudiera. ¿Se puede decir que es moderado un mundo que se gasta la mayor parte de sus recursos en preparar su des­trucción? ¿O son moderadas las sociedades que consumen más de lo que necesitan y tiran lo mucho que les sobra mientras otros grupos humanos rabian de hambre? Y los títeres del im­perialismo, a quienes no les importa eliminar o hacer desapa­recer a las personas o a los pueblos demasiado radicales, ¿serán ellos los moderados? Pero estas cosas no se pueden decir. Son cosas que suenan a radicales; y entre gente civilizada el radi­calismo es, por lo menos, de mal gusto. En eso sí hay que ser moderados. ¿Hasta para anunciar el evangelio?


LA ULTIMA BIENAVENTURANZA

«Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey» (Mt 5,10).

Jesús promete la felicidad a sus discípulos, a todos aque­llos que se decidan a poner en práctica su mensaje. Pero Jesús no oculta nunca que felicidad no significa ausencia de proble­mas. En medio de una sociedad claramente egoísta, organizada en beneficio de los menos y a costa de los más, el simple in­tento de realizar las propuestas del mensaje de Jesu's, la sola pretensión de vivir como hermanos, provocará la oposición de los que disfrutan de privilegios y acarreará todo tipo de acu­saciones, de amenazas, de conflictos, de persecuciones a quie­nes tengan esa osadía, ese atrevimiento.


«Mirad que yo os mando como ovejas entre lobos...» (Mt 10,6).

Jesús no esconde la incomodidad de estos conflictos. Aca­ba de decir a sus discípulos que los envía «como ovejas en medio de lobos» y que recibirán ataques de todos los lados: de los tribunales civiles y religiosos, de reyes y gobernadores: «Os llevarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa» (10, 17-18). Son las instituciones que manejan el poder de este mundo las que se van a oponer a que este mundo cambie, a que este mundo se arregle. Incluso la familia, cuando en ella se instale la ideología del poder: «Un hermano entregará a su hermano a la muerte y un padre a su hijo; los hijos denuncia­rán a sus padres y los harán morir. Todos os odiarán por causa mía...» (10,21-22). No. No faltarán los conflictos, como no le faltaron al mismo Jesús.


PERDER EL MIEDO...

Pero en medio de esas persecuciones Jesús no va a dejar solos a los suyos. Ni tampoco el Padre, que estará ejerciendo su función de buen rey para con ellos y, en medio de esos con­flictos, mantendrá su promesa de felicidad para los que hayan tomado la decisión de seguir a Jesús. Porque si para Dios son importantes todas las criaturas del mundo, hasta los pájaros más pequeños (Mt 6,26), ¡cuánto más lo serán los que inten­tan vivir como hijos suyos, explicando a los demás cómo es el Padre y cómo los que quieran ser sus hijos pueden vivir como hermanos!

Y estando defendidos por el Padre, por el autor y dueño de la vida, ¿qué miedo van a dar los señores de la muerte? Además, aquel que dé la cara por Jesús y se juegue la vida por difundir su mensaje puede estar seguro de que Jesús dará la cara por él cuando lo necesite.

Hay que perder el miedo. No porque seamos más valientes que nadie, sino porque sabemos con qué aliados contamos.


... Y NO LA VOZ

«Conque no les tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cu­bierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deja saberse; lo que os digo en la noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea».

Es verdad que nunca dice Jesús que la actitud de los suyos deba ser el buscar el choque: «Sed cautos como serpientes y sencillos como palomas» (Mt 10,16b). El conflicto no es bue­no, no hace feliz a nadie y siempre que se pueda habrá que evitarlo. Pero sin abandonar la tarea que tenemos encomen­dada.

Porque el peligro en el que podríamos caer, quizá con la intención de evitar los conflictos, es el de perder la voz: callar­nos todo lo que tenemos que decir para no molestar o, lo que sería mucho peor, limar las asperezas del mensaje de Jesús para tener contentos a todos. Eso sería ocultar y mantener en secreto lo que debe ser proclamado desde las azoteas, a la luz del día.


NI MIEDO NI INCONSCIENCIA

Resumiendo: el compromiso cristiano supone determina­dos riesgos. Decir a los ricos que Dios no está de su parte, a los poderosos que su poder ni viene de Dios ni les pertenece a ellos, a los jerarcas religiosos que «sólo a Dios el honor y la gloria», y que su función sólo tiene sentido si es de hecho un servicio a los pobres, los preferidos de Dios, y no les da dere­cho a ningún tipo de privilegios..; decir que todos los hom­bres somos iguales y que Dios quiere que eso sea una realidad de hecho...; decir que la única riqueza justa es aquella que se reparte y se comparte...; decir que Dios no está con los que hacen, preparan o negocian con la guerra, sino con los que trabajan por la paz...; decir todo eso puede traernos conflic­tos, incomodidades, persecuciones. Vendrán. No hay que bus­carlos, no hay que ser inconscientes. Pero tampoco callarse por miedo.


28. COMENTARIO 2

vv. 26-28: Conque no les tengáis miedo, porque nada hay cu­bierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

Instrucción sobre el temor, que desarrolla la última bien­aventuranza (5,10). Ante la amenaza que supone la sociedad, no hay que amedrentarse. El mensaje no puede ocultarse, y procla­marlo es la labor de los discípulos. No les recomienda Jesús que se enfrenten con los perseguidores, pero sí que no cesen por nin­gún motivo de propagar el mensaje. Lo que un tiempo ha estado escondido, tiene que llegar a saberse en todas partes. No hay motivo para vivir en el miedo, pues los hombres pueden su­primir la vida física (el cuerpo), pero no la persona (psykhê = el yo vivo, consciente y libre). Jesús vuelve a insistir en que la muerte no es una derrota (28; cf. 10,22). En caso de que hubiese que te­mer a alguien, ese temor estaría justificado sólo respecto a Dios Creador, el único que podría destruir al hombre.

vv. 29-31: ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos.

Pero para los discípulos Dios es Padre (5,9) y Jesús exhorta a la confianza en él; nada de lo que sucede se le esconde, ni siquiera las cosas más mínimas, como la muerte de los pajarillos. Su amor abraza la creación entera. De la vida de los que trabajan con Jesús, la solicitud de su amor («vuestro Padre») hace que no se les escape nada (cabellos); por eso, la confianza en él ha de ser total. Explica Jesús qué significa «tener a Dios por Rey» en medio de la persecución (5,10).

vv. 32-33: En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Pa­dre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo. Concluye la exhortación.

De la postura que tome el dis­cípulo ante los hombres depende su suerte final. El que, sin miedo, se pronuncia por Jesús es quien resiste hasta el fin y corona su vida con éxito (se salva). Quien se acobarda y niega a Jesús, está abocado a la ruina, acaba en el fracaso. Mt presenta la doble suerte del discípulo en términos de una declaración de Jesús ante el Padre. La fidelidad del discípulo a Jesús en la persecución (5,10.11) es la que lo salva a través de la muerte.


29. COMENTARIO 3

El pasaje de la Carta a los Romanos (Rom 5, 12-15) describe la situación de la humanidad a partir del pecado del primer ser humano. Desde entonces, el pecado ha comenzado a actuar en la humanidad y se ha convertido en la causa que origina la presencia de la muerte en la vida personal y social de los seres humanos.

La entronización del pecado en el mundo convierte a éste en un lugar de muerte. Esta puede ser considerada en su doble dimensión de muerte padecida, y peor aún, de muerte infligida a los demás por el ser humano y por la sociedad dominada por el pecado.

De allí que la propuesta de Vida que es el núcleo del mensaje evangélico sea considerada en este contexto como una amenaza a este mundo dominado por la muerte. Ante el anuncio evangélico la respuesta del mundo de la muerte es la agresividad dirigida contra los portadores del mensaje de Dios de la Vida.

En realidad, este planteamiento de la explicación del mal a partir de un primer pecado (original) es mítico, y resultaría insostenible si se quisiera apurar demasiado su fuerza argumentativa. Ideado prácticamente por san Agustín en un contexto tan lejano (en tiempo y en cultura) a nosotros, puede ser conveniente dejar de hablar de él con el “realismo” con que muchas veces parece darse a entender cuando se habla en el púlpito o en el ambón, sin el rigor que la participación de un público crítico exigiría. Al menos, sería importante no hablar ya nunca del tema sin hacer explícita la advertencia de que se trata de un pensamiento mítico y simbólico por una parte, y sin dejar de esforzarnos por encontrar otro lenguaje y otros símbolos que sustituyan al lenguaje y los símbolos ya gastados.

En todo caso, los enviados del Evangelio, el justo perseguido del salmo interleccional, los profetas como en el caso de la lectura de Jeremías, o los apóstoles como en el texto de Mateo, constatarán a cada paso de su camino la presencia de fuerzas negativas que intentarán acabar con su actuación como forma de que la Causa del Reino (que es la causa del amor, de la justicia, de los pobres, de la fraternidad) no continúe su crecimiento, porque atenta contra sus “intereses”. No hay “fuerza oscuras”, ni “elementos demoníacos” tras estas persecuciones a Jeremías o a Jesús o a cualquiera de los profetas. No es preciso remontarse a un supuesto pecado original para explicar lo que es mucho más sencillo, cotidiano y palmario.

Pero el corazón humano que pone su confianza en Dios y en sus valores encuentra en la Palabra de Dios una exhortación a la confianza. Como ante el furor homicida del Faraón en la gesta liberadora de Dios, Jeremías y los seguidores de Jesús reciben la seguridad de un oráculo de salvación cuyo contenido fundamental es el “no teman” que puede ayudarlos a superar todos los obstáculos que encuentren en su camino.

Ni los dirigentes de Israel, ni los de ninguna otra sociedad hostil pueden impedir la eficacia del Proyecto divino. El mensaje, se señala en el Evangelio, no puede ocultarse, y la tarea propia de los seguidores de Jesús es la difusión de este mensaje.

La recomendación de Jesús no se dirige a que el discípulo busque primeramente el enfrentamiento con los perseguidores, sino a que el discípulo no desfallezca en su tarea de construir el Reino, aunque ello suscite oposición y rechazo.

La proclamación de ese Reino se convierte así en revelación del designio salvífico de Dios que no puede ser mantenido oculto. El miedo, por tanto, no puede ser motivación para el actuar del discípulo de Jesús.

Para fundamentar esta actuación apostólica se oponen en el texto evangélico, dos tipos de pérdidas que pueden afectar a los seres humanos: Por un lado, encontramos la amenaza de supresión de la vida física que los perseguidores pueden causar; por el otro, la supresión de la vida personal que tiene su origen en Dios y depende de Este.

Para tomar una decisión sabia respecto a estas pérdidas posibles que amenazan la existencia humana se invita a dirigir la atención al comportamiento de Dios frente a los vivientes. Su actitud frente a ellos es la de un Padre que ama todo lo creado, incluso lo que parece mínimo y sin importancia en las transacciones humanas, como son los pájaros.

Esa contemplación de ese Padre que da la Vida debe suscitar en los discípulos una confianza total. Su cercanía respecto a una comunidad comprometida con su querer asegura a sus integrantes la atención de Dios a las cosas mínimas de la existencia, a las que se evoca con la mención de los cabellos.

Su alejamiento, por el contrario, conduciría la destrucción de la existencia humana (v. 28). La mención sobre el fracaso total de la existencia ante el juicio definitivo al que se alude con el fuego, es un peligro incomparablemente mayor que el que pueden representar los perseguidores.

Esa intervención decisiva de Dios en la vida de cada ser humano, se hace criterio para juzgar el valor del comportamiento del discípulo respecto a la proclamación del mensaje. Quien es capaz de seguir firme sin temor a lo que los seres humanos puedan causar en su existencia, realiza una vida en comunión con Dios y con Jesús que sólo puede ser coronada con el éxito. Por el contrario, aquel que frente a las amenazas se acobarda y cede a la presión de los perseguidores renegando de Jesús, se dirige a un fracaso pleno y definitivo.

Confianza ante las dificultades y peligros, incluso ante la amenaza de la vida física, deben hacer superar toda tentación que induzca a renegar de Jesús y de su Evangelio. La comunión con El es el valor más importante de toda vida humana y a ella está ligada la auténtica realización de la existencia.

Las resistencias al mensaje deben ser consideradas como elemento normal, dadas las condiciones de muerte introducidas por el pecado en la historia humana. A pesar de ellas y en medio de ellas es necesario asumir una actitud de coraje que impida cualquier retroceso o desfallecimiento en la proclamación evangélica. Solamente en la indisoluble asociación con Jesús, demostrada en una fidelidad a su mensaje frente a toda prueba, es posible realizar plenamente la propia vida.

Para la revisión de vida

¿Tengo miedo a la cruz? ¿Sufro en mi vida alguna forma de persecución? ¿Temo a la persecución, aunque sea en su forma mínima de “temor al qué dirán”? ¿O, como Jeremías, sigo adelante convencido y sin temor a la cruz?

Para la reunión de grupo

La cruz, la persecución por el evangelio… forman parte de la existencia cristiana. ¿Qué cruz, qué persecución por el evangelio? ¿Cuándo se puede decir que estamos ante una persecución por el evangelio? ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué cruz y qué persecución no tienen que ver con el evangelio?

Jeremías es el caso típico de un profeta que tiene que aguantar la persecución de sus contemporáneos, a los que resulta incómoda su predicación profética. Y Jeremías clama a Dios preguntándose por qué se ha metido en ese conflicto que no desea, pero acaba manteniéndose fiel a su misión a pesar de las dificultades. ¿Tiene un paralelismo con Jesús?

A pesar de los eslóganes, el teólogo José Ignacio González Faus afirma que este pontificado es un pontificado dominado fundamentalmente por el miedo. Someta a crítica ese pensamiento. ¿Qué miedos puede estar teniendo la Iglesia oficial de hoy? ¿Qué faltas de confianza pueden estar causando la situación actual?

Para la oración de los fieles

Por la Iglesia, para que avance sin temor en medio de las dificultades del mundo y mantenga siempre viva su confianza en el amor del Padre. Oremos.

Por todos los cristianos perseguidos a causa de su fe y de su defensa de los pobres, para que no tengan miedo a quienes sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma. Oremos.

Por todos los que trabajan por el bien de los demás y la promoción de la paz y la justicia, para que las dificultades e incomprensiones no les hagan perder el ánimo y la constancia en su trabajo. Oremos.

Por todos los que tienen miedo a declarar públicamente su fe, para que el Señor les dé su fuerza y su valor. Oremos.

Por todos los gobernantes, para que pongan todo su empeño en conseguir la paz, la libertad, la justicia y el bien común. Oremos.

Por todos nosotros, para que nuestro compromiso con el prójimo sea cada día más auténtico y decidido. Oremos.


Oración comunitaria

Señor, te pedimos que camines siempre a nuestro lado para que nunca cedamos ante las dificultades y reveses de la vida, sintamos siempre tu fuerza animándonos y sigamos trabajando con ilusión y alegría, cada día, para construir tu Reino. Por Jesucristo.


Oh Dios, que nos has creado como somos: a la vez corporales y espirituales, limitados en el tiempo y en nuestra capacidad, visitados frecuentemente por el dolor y acosados por el mal en todas sus formas. Queremos asumir de forma adulta y con coraje esta nuestra forma de ser, sin pensar que tú nos envías el bien y el mal, ni que nos vas a librar de uno u otro a base de multiplicar nuestras súplicas… Tú sabes todo lo que necesitamos, y nosotros sabemos que nuestras oraciones no aumentan un ápice tu amor generoso y total hacia tus hijos e hijas… Te expresamos nuestra decisión de asumir con madurez nuestras responsabilidades ante las limitaciones y los propios problemas que nos rodean. Como Jesús, nuestro modelo.

 1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.

3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).