COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 5, 06-11

 

1.EP/FUTURO: J/MU/SV. RC/MU-J:

La situación actual del cristiano es de esperanza: por una parte, posee ya la reconciliación con Dios; pero, por otra, aún no ha superado todas las alienaciones, sobre todo la muerte. Dios ha tomado la iniciativa por puro amor gratuito, ya que en la existencia frustrada del hombre no había motivos atrayentes para un amor.

No podemos negar que en la visión paulina el pesimismo sobre la visión humana es un punto de partida. Así se explica que Pablo se asombre de que Cristo hubiera muerto "por unos hombres-sin-Dios".

El adjetivo "asebès", que muchos traducen por "impío", tiene un sentido más objetivo: "separado de Dios, lejos de Dios". Y, en consecuencia, lejos de la posibilidad de superar esa frustración originaria del hombre, abocado a la muerte.

"Morir por un justo" ya podría tener algún sentido, entendiendo por "justo" lo que Pablo viene subrayando en toda la carta: el que ha sido objeto de un "juicio" de salvación, o sea el que ya ha superado su frustración existencial.

En una palabra, Cristo ha dado su vida por el ser humano, radicalmente incapacitado para superar la mayor de sus alienaciones: la muerte. Por lo tanto, esto nos puede dar una buena esperanza de que este proceso iniciado seguirá su curso: "pues, si siendo enemigos, hemos recibido la reconciliación con Dios por medio de la muerte de su Hijo, con mayor razón, una vez reconciliados, seremos salvados mediante su vida". El proceso se ha producido ya en la primera parte del programa: la "reconciliación". La palabra original "katal-lage" significa precisamente "desalienación", "dejar de ser otro". Una lectura falsa y pietista de los textos neotestamentarios les ha quitado a estos términos toda su fuerza positiva.

Jesús ha venido a salvar al hombre; y la primera parte de este proceso es precisamente la oferta de "desalienar" al hombre, o sea, de ofrecerle la posibilidad de superar todo aquello que le impide al hombre su propia realización, entendiendo que la meta de esta última es la superación de la muerte.

El "materialismo" cristiano alcanza aquí su más alta cota: ahora la desalienación, y más allá, por encima de todo, la superación de la mayor alienación humana: la muerte.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1726


2.HTSV/3-APOYOS

En los primeros versículos de Rom 5 Pablo muestra que la justificación es un hecho adquirido (vv. 1-2), contrariamente a la concepción judía, para quien la justificación sería un don del futuro. La prueba de esta justificación se encuentra en la obra de amor que el Espíritu realiza actualmente en nosotros (v.5).

Pero estos hechos no nos eximen de esperar: le dan a la esperanza una cualidad y un objeto insospechados por los judíos (vv. 3-5).

El mismo argumento reaparece en los vv. 6-11, pero con un enfoque y un vocabulario nuevos.

La historia de la salvación se apoya en tres hechos: uno, pasado, la muerte voluntaria de Cristo por los pecadores (vv. 6-8); otro, presente, la reconciliación adquirida por esta muerte que da fruto en esta vida (vv. 10-11), y, finalmente, la garantía de un acontecimiento futuro: Dios dará su vida y su gloria a hombres ya reconciliados con El, puesto que el Hijo murió por ellos (v. 10b). Lo esencial, pues, está ya hecho, desde ahora. Vivir con esta convicción la nueva situación es confesar la fe y asegurar la esperanza en ella. Los judíos solo esperaban en la promesa; para el cristiano Dios está presente en su vida actual y su esperanza reposa en hechos concretos.

La vida religiosa de Israel está orientada hacia el juicio futuro de Yahvé, que traerá la recompensa para los buenos y el castigo para los malos. El cumplimiento de la ley permite al judío entrar en esta perspectiva: está del lado de los buenos y su justicia aparecerá claramente en el juicio de Dios.

Pero el itinerario del pueblo elegido da lugar a unos descubrimientos desconcertantes. Dios no es sólo el juez que garantiza los bienes, es, sobre todo el Totalmente Otro, ante el cual el hombre no puede hacer valer ningún derecho, y Dios puede salvar al pecador y justificar al justo. Ciertamente, la justicia justificante de Dios no responde a los esquemas de la justicia distributiva del hombre.

Cristo ha vivido, en su persona, los dos tipos de justicia: ha observado la justicia de la ley, coronándola en el amor, y ha contribuido con su perdón a la justificación de la Humanidad. El cristiano no está ya, como el judío, orientado hacia un juicio último de tipo distributivo. En efecto, para él, la justicia de Dios es la del Todo-Otro, que ya ha dado pruebas de ella reconciliando a la Humanidad consigo.

En la celebración eucarística los cristianos experimentan de modo singular esta justificación. Al compartir el Pan y la Palabra se realiza del modo más concreto la iniciativa de gracia que se manifestó de una vez para siempre en Jesucristo y, especialmente, en el acontecimiento de su muerte. Pero la Eucaristía convierte al cristiano en colaborador de Dios en la edificación del Reino: justificado por Cristo, el fiel está llamado a colaborar, en la vida presente, a la construcción del reino de la justicia de Dios. La fidelidad cotidiana del cristiano constituye el signo que debe brillar ante todos los hombres, para que el mayor número de ellos, justificados también, pueda construir el reino futuro y congregarse en la vida y en la gloria del Dios del amor.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 61


3.

Pequeñas o grandes esperanzas, el hombre no puede renunciar a esperar. Sin embargo, la vida no le impulsa al optimismo. Pero el fundamento de la experiencia del cristiano es sólido. Ese fundamento resiste a las fluctuaciones todas de la vida. Ese fundamento es el amor que Dios nos tiene. Nuestra convicción reposa en la prueba que Cristo nos ha dado muriendo por nosotros.

Después del Gólgota, tenemos la certeza de que la sangre de Cristo tiene más fuerza ante Dios que nuestro propio pecado. La resurrección llevada a cabo por Dios es irreversible.

DABAR 1978/36


4.

-Salvados por la muerte de Cristo (Rm 5,6-11)

Pablo contempla con admiración el misterio de nuestra salvación y ve cómo se cumple no en el momento en que éramos justos, sino en el momento en que éramos pecadores. El envío del Hijo es obra, por tanto, del amor gratuito de Dios que nos ha amado antes de que nosotros le amásemos a él.

Pero en este punto de partida de nuestra salvación ve Pablo la realización actual de nuestra justificación. Si Dios ha realizado todo esto por unos hombres pecadores, ahora que Cristo nos ha lavado en su sangre y nos ha reconciliado con él, seremos salvados por la vida de Cristo resucitado.

Esta es nuestra grandeza de cristianos. Ponemos en Dios nuestro orgullo, porque ahora estamos reconciliados con él y sabemos que él nos salva.

Evidentemente, subyacente a esta teología se adivina la tesis de Pablo sobre la gratuidad de nuestra salvación. Pero hay que caer en la cuenta de que una sola cosa es esencial y fundamental en nuestra vida cristiana: vivir realmente el misterio pascual de muerte y resurrección. La grandeza de nuestro catolicismo consiste en esto; no en la multiplicidad de observancias, que no son más que instrumentos para asegurarnos el camino hacia nuestro verdadero objetivo: vivir íntimamente con Cristo sus misterios. Aun cuando somos pecadores, estamos inmersos en la esperanza; el pasado es garante del futuro: si Dios se interesó por nosotros cuando éramos pecadores, ahora que Cristo ha muerto por nosotros, y a pesar de nuestras debilidades después de nuestra regeneración, Dios sigue amándonos y podemos considerarnos salvados en esperanza, la esperanza de una certeza.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 136