REFLEXIONES

1.

Hay también fariseos sin dolo: el mismo Jesús nos lo dice hablando de Nicodemo. Hay fariseos que aman a Jesús: José de Arimatea se cuidó de sepultar su cuerpo. Lo que Jesús condena es su papel social y religioso. Hay fariseos buenos, pero la institución como tal es perversa. Se arrogan unos poderes en la interpretación de la ley bíblica que han llegado a imponer al pueblo un yugo insoportable. Esos maestros de la ley se ufanan en trazar el único camino que conduce a Dios. Deciden por todos, sin ninguna consideración para con los pequeños y los humildes, sin verdadero conocimiento. Ignoran que Dios es libertad y no esclavitud. Jesús se subleva contra semejante inversión del mensaje bíblico. Su sublevación es una sublevación en favor de los pobres. Dios no es ese tirano. Es el Dios bueno. La "gente bien" quiere convertir a Dios en su prisionero. Jesús les arrebata a Dios. Y al quedar Dios en libertad, su libertad es también la liberación del hombre.

Jesús prefiere a la "gente mal": ellos no pretenden imponer sus caminos para llegar a Dios. Lo dejan libre. Pero esa "gente mal" no tiene sitio en la sociedad. Son unos parias, aunque no todos sean pobres, ni muchos menos.

CHRISTIAN DUQUOC


2. FE/ESPERANZA: ABRAHAN/ESPERANZA:

-LA FE ES SABER ESPERAR. Es muy significativo que el modelo de nuestra fe,. Abraham, "creyó, contra toda esperanza". Creer y esperar van unidos por una sencilla razón que es un hecho: el cristiano no cree en un concepto, ni en una ley, sino que cree en una PROMESA. Se nos ha prometido la salvación, la resurrección de la carne, la compañía constante de Cristo, la presencia del Espíritu. Estamos, pues, comprometidos por la Promesa. Y creer vivamente es ESPERAR que lo prometido por Dios se cumpla en nosotros. Esperar es contar con Alguien que es fiel a su promesa. Tener la certeza de que El cumplirá.

Pero hablamos de Esperanza cristiana que no empieza más que allí donde nada hay que esperar. Es una espera nueva que no se edifica más que sobre las ruinas del "esperar humano". Porque lo que nos ha prometido el Señor -no lo olvidemos- son bienes que escapan a nuestras posibilidades. Son bienes que escapan a la mano del hombre. Más aún, la Promesa de Dios no sólo rebasa nuestra "necesidad", sino que la crea. Dios no es un prometedor para satisfacer nuestros deseos, sino un creador de deseos nuevos y más profundos. Si Dios fuese el que satisface lo que se nos ocurre a nosotros caemos en formalismo, en "inventores de Dios" a nuestro servicio.

Si Dios fuera el "consolador" de nuestros desconsuelos inmediatos sería el "opio del pueblo". Lo que nosotros podemos alcanzar con nuestras propias fuerzas no es el objeto de la Promesa divina. Lo que Dios promete es lo que rebasa nuestras fuerzas.

Por eso la esperanza cristiana es un real dejarse alimentar por Dios, dejarse guiar por El, no justificar con su nombre la consecución de nuestras posibilidades.

-LA FIDELIDAD EN LA ESPERA. Solamente hay un signo de que hemos alcanzado la fidelidad y la confianza en la Promesa: Seguirle sin condiciones y para siempre. Y seguirle de una manera particular que escandaliza muchos de nuestros sentimientos. Lo ha expresado muy bien un gran cristiano de nuestro tiempo: "El amor, o el respeto a la verdad, lleva a la fidelidad. La fidelidad está vinculada a una ignorancia fundamental del futuro... Yo ignoro, si soy fiel, lo que nos depara el porvenir, y es esa ignorancia la que da a mi juramento su valor, su mérito".

Así lo entendió Mateo y los que han seguido, sin condiciones, la Promesa. Estos nos plantea, y lo dejamos a la consideración personal, el tema de la gravedad y del carácter definitivo de nuestros compromisos. Nuestros compromisos o son signos de nuestra seriedad y de nuestro total confiar en Dios, o son una fórmula en la que no hemos puesto el corazón. Y es el corazón lo que el Señor pide para que perdiendo la vida la ganemos. Mateo se levantó y le siguió. ¿Quién es el fiel? Sencillamente, el que hace lo mismo y no sólo un rato de su vida, sino toda ella.

Porque al atardecer de nuestra existencia nos examinarán de amor. Si la fe y la esperanza van unidas, es el amor el último secreto de nuestra relación con Dios.

CARLOS CASTRO