25 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO
12-20


12.

1. Ahora no se debe ayunar.

Juan el Bautista vino bajo el signo del ayuno, Jesús bajo el signo de la comida y la bebida (Mt 11,18s). Por eso son sobre todo «los discípulos de Juan» los que se extrañan de que los discípulos de Jesús no ayunen. Jesús distingue. No rechaza el ayuno, como muestran sus consignas al respecto en el sermón de la montaña (Mt 6,16-18). Pero ante todo es Dios y hombre, el signo de las nupcias entre el cielo y la tierra: su existencia es el supremo regalo de bodas del Padre a Israel y al mundo entero.

Frente al largo período de espera que ha durado hasta el Bautista, él es el paño nuevo que no debe coserse sobre un manto viejo, el vino nuevo que no debe echarse en odres viejos. Otra cosa será cuando Israel haya rechazado a su Mesías; entonces, cuando «se lleven al novio», y Jesús no esté ya con sus discípulos, podrá comenzar un ayuno totalmente distinto, un ayuno cristiano que no se vinculará ya con la Antigua Alianza sino con la pasión. Pero entonces también la Iglesia, que vivirá de la pasión y de la resurrección de Cristo, de la seriedad más profunda y de la alegría más plena, tendrá que dar expresión a ambas cosas; tendrá un tiempo de ayuno y un tiempo de Pascua. Seguirá interiormente y también exteriormente, de una manera simbólica, el movimiento de su Esposo.

2. La primera lectura se remonta a las primeras nupcias de Dios con Israel. Se mencionan dos escenas: la primera es la de los esponsales de Dios con Israel en el desierto tras la salida de Egipto, un tiempo de amor en el que Dios estaba a solas con su esposa; desierto significaba al mismo tiempo riqueza espiritual (el maná, las codornices, el agua que brota de la roca) y miseria, de la que Israel se lamentaba no poco. Y ahora que el pueblo se ha convertido en una esposa infiel, se anuncia un segundo éxodo en el desierto, donde Dios cortejará de nuevo a su amada, se casará con ella «en fidelidad» y le dará el «conocimiento del Señor» («te penetrarás del Señor»), que para los judíos significa la unión conyugal más íntima entre el hombre y la mujer. También aquí el desierto -léase el exilio- significa la unidad de ayuno y de boda. Se ve hasta qué punto es definitiva la alianza de Dios con Israel, y se ve asimismo que sólo en Jesucristo se consumará el matrimonio de las dos naturalezas.

3. La Iglesia como consumación.

La alianza que se concluye en la vida, muerte y resurrección de Cristo es indisoluble, porque ahora el Espíritu Santo de Dios se ha derramado en los corazones de los creyentes. Las «tablas de piedra» mosaicas son sustituidas, en la segunda lectura, por las «tablas de carne del corazón», al igual que el templo de piedra es sustituido por el templo del Espíritu Santo, construido con las «piedras vivas» que «sois vosotros». Lo que vale de la Iglesia como esposa pura e inmaculada de Cristo, debería reflejarse también en toda comunidad eclesial; de ahí el tono amonestador del apóstol: al igual que él es un «servidor de una nueva alianza», «del Espíritu», así también los creyentes deben ser una comunidad consecuente. Pablo tiene una «confianza» tan grande en Dios «por Cristo», que la comunidad, que es motivo de no pocas preocupaciones para él, podrá ser o convertirse en una parte fidedigna de la Catholica, en la unidad de renuncia («no buscar lo suyo»: 1 Co 13,5) y sobreabundancia de los dones del Espíritu (ibid. 12).

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 169-170 s.


13. «CUANDO PERDIZ, PERDIZ...» TEREJ/PENITENCIA

¿Recordáis aquella deliciosa anécdota de Teresa de Jesús? Andaba ella -reformadora incansable, «fémina inquieta y andariega»-, recorriendo España por caminos quebrantados, sobre el tracatraca de carromatos desvencijados. ¡Cuántas molestias y cansancios! Así las cosas, en la posada donde encontraron cobijo, les sirvieron para cenar unas sabrosas perdices. Tan apetitosas debían de estar que, a la monja acompañante de Teresa le entraron los escrúpulos:

-«¿No será mucho regalo, madre Teresa, el comer estas perdices?».

A lo que la santa, con gran desparpajo, dicen que contestó: «¡Cuando perdiz... perdiz; cuando penitencia... penitencia!». Me ha venido a la memoria esta anécdota, al leer el evangelio de hoy:

-«Vinieron unos y preguntaron a Jesús: Los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no? A lo que Jesús contestó: ¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? ¡Ya llegará un día en que se lleven al novio y, entonces, ayunarán!».

Han sido legión los cristianos que, desde los primeros tiempos eligieron seguir a Jesús por el camino de la penitencia. La vida de austeridad iniciada por los ascetas en sus propias casas, continuada después por los eremitas que se buscaron su cueva, su regato y su monte, y mantenida siempre por el monacato, tiene ya una larguísima historia. Una historia cuajada de reformas y superaciones tratando de seguir el ideal trazado por Jesús: «Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, ven y sígueme». El mismo cristiano de la calle supo valorar siempre el valor de las privaciones y las penitencias. Unas veces, aceptando la ley de la iglesia que le dictó normas al respecto, otras veces ingeniándose él en inventar curiosas penitencias voluntarias.

Pero conviene aclarar algo muy pronto. Jesús no buscó sistemáticamente y por propia voluntad la penitencia. No vino a la tierra a «mortificarse», a implantar una religión que consistiera sustancialmente en «la cruz» y en «el dolor», a crear una escuela de «penitentes». Nunca buscó el sufrimiento por el sufrimiento.

Lo que Jesús buscó, por encima de todo, fue «el amor». El amor a Dios y el amor a nosotros. El amor supremo a Dios, que le llevó a «someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz»; con lo cual asumió «todo el sufrimiento que hiciera falta». Y el amor a nosotros, ya que todo lo que hizo, lo hizo «propter nos homines, et propter nostram salutem».

Conviene que esto lo tenga muy en cuenta el cristiano de a pie. Sobre todo, en épocas de fervores y entusiasmos. Solemos tender entonces a programar penitencia y austeridades jalonando nuestra vida. Eso hace que nos sintamos seguros y satisfechos, pensando que estamos en el verdadero camino. Pero habrá que estar «alerta», porque, en todas esas ascéticas puede ocultarse sinuosamente un peligroso deseo: el de «hacer nuestra voluntad» más que «la voluntad de Dios», que es la que interesa y en la cual ha de consistir toda perfección.

Al cristiano lo que de verdad le interesa es «estar con el novio» como dice el evangelio de hoy. «Estar con el novio» es identificarse con él, tratando de «tener sus mismos sentimientos», como recomendaba Pablo. Cuando uno «tiene los mismos sentimientos que Cristo», acepta todo: la bienandanza y el sufrimiento. Es decir, sube a la misma escala de Teresa de Jesús «Cuando perdiz..., perdiz. Cuando penitencia.... penitencia».

ELVIRA-1.Págs. 154 s.


14.

Este domingo asistimos en la lectura del evangelio a la segunda discusión de Jesús con los enemigos que lo acusan y acosan. Hace 8 días fue por perdonar pecados, hoy será por la cuestión del ayuno. Todo se desarrolla en un ambiente de desconfianza y hostilidad de parte de las autoridades judías por las afirmaciones polémicas que dice Jesús de sí mismo y de su misión, También acá se va señalando la opción de fondo que ha hecho Jesús y las causas que provocan el enfrentamiento de sus adversarios hasta llegar a la decisión de eliminarlo; algo que el propio Jesús capta y anuncia a sus seguidores. Concretamente hoy nos dice que vino para una misión entre los pecadores y que es señor del sábado, y novio del Reino (un término que era exclusivo para Dios en el judaísmo), mientras socorre a enfermos.

Estamos en el centro de las controversias de Mc 2 3 donde Jesús se revela como el Novio y nos enseña algo fundamental sobre la novedad del Reino en el evangelio de hoy. En un primer nivel es una mera comparación con la fiesta de bodas, que no es tiempo de ayunos sino de alegría solidaria. Pero, a un nivel más actual es la visión de lo que le pasó a Jesús y sus discípulos; el tiempo de las bodas es la presencia de Dios en nuestra historia con el enviado de Dios entre nosotros, esto es como una boda de Dios con los seres humanos. Es la presencia del Esposo en medio de la historia humana. Por eso está presentado como centro principal a la liberación de las cosas legales o rituales que a veces nos llena de angustia y no nos permiten ir más allá del mensaje real que se nos quiere dar, porque a veces, en vez de sentirnos libres nos sentimos esclavizados por esas prácticas.

La misericordia de Jesús para con los pobres y los marginados es una defensa frente a los explotadores y marginadores, y frente a las cosas que a veces ellos hacen para poder ejercer esa marginación y esclavitud. Jesús muy claramente dice que ha traído una novedad respecto al Antiguo Testamento, una novedad que no admite compromisos con lo viejo. La novedad hoy es anunciada con la comparación de las bodas; alude muy brevemente a que su muerte será violenta, pero que es irreconciliable con la Ley. Y pone de relieve el no compromiso con lo viejo, mediante la imagen del paño nuevo que se le pone a un vestido viejo. Pasa por alto las distinciones, lo que hacen unos y otros, lo que es puro o impuro, y pone en cuestión la Ley.

Para Jesús ésta es la manera de presentar el Reino, y todo lo que hace es captado por el evangelista como un signo de ese Reino. En el texto de hoy no vemos un signo milagroso sino una toma de posición frente a la práctica judía del ayuno, que a fin de cuentas es presentación de la salvación total que el Reino significa con la presencia del esposo.

Oseas, en la primera lectura de hoy, nos sirve como un pequeño resumen para la vida cotidiana. En los versículos 14 y 15 nos hace un recuerdo del pasado que el pueblo de Israel ha vivido, lejos de Dios, tras otros dioses; tal vez nuestra situación; pero en los versículos 19 y 20 nos trae una novedad inmensa y extraordianria, la propuesta de Dios, expresada en la imagen que usa Jesús en el evangelio de Marcos: las Bodas, una figura de la presencia de Dios en el Antiguo Testamento, y una propuesta hecha desde una ley un derecho no de los seres humanos, sino de Dios. La alegría que se siente en las bodas, todos esos proyectos que se pueden iniciar en esa etapa de la vida, serán los sentimientos que se le proponen al pueblo, a los que escuchan la palabra de Jesús y a nosotros hoy.

Esposarse es la posibilidad de empezar una vida nueva, de hacer un proyecto que se inicia, ya no solo o sola, sino en compañía de alguien que con toda seguridad hará cambiar muchos esquemas y costumbres; se dejarán cosas que se acostumbraban y con toda seguridad se empezarán a hacer cosas que jamás habíamos imaginado. El matrimonio es una experiencia que implica novedad.

Pablo usará en la carta a los corintios esa misma imagen de la novedad que se contrapone entre el Antiguo y Nuevo Testamento, la ley no en tablas sino en el corazón, escrita no con tinta sino con Espíritu.

Esta imagen y este mensaje debemos tomarlos hoy para nuestra vida. Cada uno de nosotros está llamado a volver a Dios (Oseas), a experimentar alguna novedad en nuestra vida (Pablo) y a ver en Jesús la novedad y la persona que realiza ese proyecto nuevo, no para cada uno individualmente, sino para la comunidad. La vida en pareja no puede ser una experiencia exclusivamente para dos personas: es una experiencia de ellas que debe redundar en bien también de la comunidad. Una pareja no debe amarse encerradamente, debe vivir de tal manera su amor que los otros miembros de la comunidad captemos, que así como ellos se aman, así, pero más intensamente aún, nos ama Dios.

Este próximo miércoles es «miércoles de ceniza», inicio de la Cuaresma. Tal vez sea bueno hacer una introdución ya en este domingo, en preparación, ya que el domingo que viene hablaremos de la Cuaresma como de algo que ya se inició. Para los cristianos, en realidad, «todos los días son santos y buenos», y no tenemos «días fastos y nefastos». Ya la visión del Nuevo Testamento, pero también la visión moderna sanamente secularizante, nos han arrebatado la magia de los «tiempos sagrados» que antaño tan fuertemente calaban en la experiencia religiosa de la comunidad cristiana. La vida urbana actual no da mucho margen a celebraciones religiosas de 40 días. En todo caso, la comunidad cristiana necesitaría una orientación sobre el sentido, el valor y la relatividad de la Cuaresma.

Bibliografía útil para profundizar en este evangelio
LOHFINK, G, La Iglesia que Jesús quería. Bilbao 1986
MATEOS, J., La utopía de Jesús. Córdoba, España 1990
MEEKS, W.A., Los primeros cristianos urbanos. Salamanca 1983
NOLAN, A., ¿Quién es este hombre? Santander 1984
STEGEMANN,G., Jesús de Nazaret, esperanza de los pobres. Salamanca 1991
THEISSEN, G., Sociología del movimiento de Jesús. Santander 1979
THEISSEN, G.,
Estudios de sociología del cristianismo primitivo. Salamanca 1985
 

 

Para la revisión de vida
Contemplando la escena que nos muestra hoy el evangelio que nos relativiza tantas prácticas religiosas, nos sentimos interrogados sobre nuestra fe cristiana. Nuestra fe, ¿no es quizá, a veces, más dudosa que cierta?, ¿más tradicional que personal?, ¿más verbal que vital? Como comunidad de fe, ¿somos capaces de compartir nuestra vida y los dones que el Señor nos da?

¿Cuáles y cómo son las relaciones dentro de la comunidad? ¿Cuál es el proceso de integración con ella? ¿Cómo articulamos la participación en nuestra comunidad, con la participación en otros grupos con los que estamos ligados apostólicamente? ¿Qué peso damos en nuestra vida cotidiana a los elementos que nos constituyen como comunidad: la Eucaristía, la Palabra, la presencia de María, la relación abierta y activa con el pueblo? ¿O nos limitamos al cumplimiento de las cosas externas que nos identifican?
 

Para la reunión de grupo
-Que Jesús es el Novio de las Bodas del Reino, o que Dios es el esposo del alma… no dejan de ser metáforas del lenguaje religioso, que no tiene otra posibilidad mejor de expresarse que a través de imágenes sugerentes. Pero en el siglo XXI el ser humano necesita completar el lenguaje de las metáforas con otras aproximaciones a la realidad. ¿Qué opinión nos merece el estilo de la vida religiosa o espiritual que muchas personas realizan, en la que todo consiste en un diálogo, una intimidad cuasi-esponsal entre la conciencia y Dios, o entre yo y Jesús? ¿Es legítima esa forma de vivir la religiosidad? ¿Por qué? ¿Es «una forma»? ¿Tiene algunos peligros, cuáles? ¿Puede un cristiano o cristiana de hoy sentirse incómodo con esa forma de «imaginar» su vida de relación espiritual con Dios? ¿Puede legítimamente enfocar su vida espiritual de otra manera? ¿Por ejemplo?

-Es claro que Jesús no pronunció aquella negativa al remiendo nuevo en el tejido viejo de una forma tan «de pasada» como aparecen en el evangelio de Marcos; es claro que esas palabras reflejan esa situación de la comunidad de los seguidores de Jesús, cuando descubre la incompatibilidad con la sinagoga y la necesidad de seguir por caminos nuevos e independientes… Tal vez entonces es cuando cayeron en la cuenta de la gran novedad que representaba la vida y el mensaje de Jesús. Más tarde, sin embargo, en la historia entrarían en la Iglesia muchas cosas viejas que no parecen ser compatibles con la «novedad» radical del evangelio. ¿Por ejemplo? ¿Qué cosas, costumbres, reglas, rasgos, usos, normas, supuestos… que tienen vigencia en la Iglesia son «paño viejo» en el que no habría que gastar energía por «remendar»?

-La Cuaresma comienza este próximo miércoles. No cabe duda que, por más buena voluntad que muchos cristianos bien intencionados ponen en juego, la Cuaresma como tal es una celebración que está en baja en la Iglesia, hace tiempo. 1) ¿Por qué? ¿Hay rasgos de la mentalidad moderna que inviabilizan la posibilidad misma de considerar «sagrado» un período de tiempo? ¿Qué rasgos? 2) Más temprano que tarde se ha de renovar la liturgia de la Cuaresma y su misma concepción; si a ustedes se les encargara hacer una propuesta de cómo enfocar la renovación del planteamiento pastoral de la Cuaresma para toda la Iglesia, ¿qué propondrían? Indiquen tres o cuatro principios generales y algunas sugerencias concretas. 3) Volviendo a la realidad, para esta Cuaresma que comienza este miércoles, ¿qué ideas o sugerencias concretas daríamos a nuestra comunidad cristiana concreta para dar un sentido a esta Cuaresma

-Ceniza, oración, ayuno, mortificación… son elementos «penitenciales» típicos de la Cuaresma. Hagamos un comentario de cada uno de ellos…

Para la oración de los fieles
La palabra de Dios que hemos escuchado, es fundamento de nuestra fe, nutre nuestra esperanza y nos ayuda a construir la comunidad por encima de muchos mandamientos y normas que nos atan. Oremos juntos y digamos: Tu palabra, Señor, sea luz en nuestro camino.

-Para que la fuerza del Espíritu nos ayude a renunciar a los ídolos que el nuevo paganismo ha construido bajo la norma, la ley y ciertos comportamientos que nos alejan de los hermanos. Roguemos al Señor.

-Para que todas los sectores sociales, colaborando con la mirada puesta en el bien común, contruyamos una sociedad nueva, abierta a la fraternidad universal. Roguemos al Señor.

-Para que en este mundo inmerso en la cultura de lo relativo y pasajero, la comunidad de cristianos y cristianas afirme de modo coherente los valores absolutos del Amor y de la Vida. Roguemos al Señor.

-Para que los cristianos fortalezcamos los vínculos de comunión con los miembros de otras fes y religiones, y seamos así un signo de reconciliación para la Humanidad entera. Roguemos al Señor.

-Para que nuestras ciudades y nuestros hogares se conviertan en un lugar de convivencia pacífica y cordial. Roguemos al Señor.

Extiende tu mano, Padre, sobre la Humanidad cansada y orpimida; concédenos una fe rica de memoria y segura en Jesús, que camina a nuestro lado para que seamos audaces en el testimonio profético de tu Reino. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.
 

Oración comunitaria
Dios bueno, que nos permites presentarnos en esta Eucaristía y que nos has dicho que donde dos o tres se reunan en tu nombre ahí estás; responde a los deseos y promesas que te presentamos hoy, para que contruyamos juntos un mundo un mundo más cercano a los valores del Reino, de la Verdad y de la Vida en ti. Haz que sintamos la presencia de tu Hijo que vive y hace vivir contigo, por los siglos de los siglos. Amén.

o bien

Dios, tu rostro está a veces oculto para nosotros. Quisiéramos finalmente verte. Balbucimos tu nombre, nos arrodillamos ante ti y oramos para tener una respuesta. Queremos esperarte siempre, seguros de que tu rostro lo vemos en Cristo y en nuestros hermanos más pequeños. Que tu Espíritu nos acompañe siempre en esta confianza que sentimos, por los siglos de los siglos. Amén

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


15. 

Nexo entre las lecturas

La novedad esponsal, el paño nuevo, el vino nuevo, la alianza nueva. Toda la liturgia de hoy rezuma novedad. Israel se ha comportado con Yavé como esposa infiel, pero ahora Yavé la seducirá de nuevo, llevándola al desierto y la desposará para siempre (primera lectura). En el Evangelio Jesús se presenta como el nuevo esposo, como el nuevo paño y el nuevo vino, que requieren del hombre no una simple adaptación sino un cambio radical. Finalmente, en la segunda lectura Pablo se presenta, en parangón con la figura de Moisés, como ministro de la nueva alianza, basada no en la letra de la ley como la mosaica, sino en la fuerza del Espíritu que da la vida. Toda esta novedad es obra divina, objeto de pura gratuidad de Dios, lleno de ternura y de amor para con su pueblo.


Mensaje doctrinal

1. Dios es siempre nuevo. Cuando era estudiante escuché una frase que se me grabó muy bien: "Dios es siempre joven". Es eterno, pero nunca envejece. Pasan los siglos y los milenios, pero Él es siempre el mismo, es un perenne presente. Las ideas que los hombres nos formamos de Dios pueden llegar a ser obsoletas, pero Dios es actualidad. Los hombres pueden cambiar, pasar de la fidelidad a la infidelidad, pero Dios no, Dios es siempre fiel. Esta es la gran verdad que nos enseña la liturgia en sus tres lecturas. Para los israelitas contemporáneos de Oseas el Dios del Éxodo es un hecho remoto, olvidado o al menos sin incidencia en el presente, y viven lejos de Él en la injusticia y en el culto al placer y al dinero. Dios debería castigarles, pero su fidelidad al amor no se lo permite. Lo que hace es renovar las maravillas del Éxodo, su gran novedad, pero no mediante la alianza de un rey con un vasallo, sino mediante la alianza esponsal, en la que los dos enamorados entretejen un diálogo de intimidad. Una nueva alianza sellada en el interior del corazón. La alianza esponsal se profundiza en el evangelio con Jesucristo que, en el misterio sublime de su pasión, muerte y resurrección, se desposa con el nuevo pueblo que es la Iglesia, inaugurando así la alianza última y definitiva de Dios con el hombre. El animador de la nueva alianza esponsal entre Dios y los hombres en la carne de Cristo es el Espíritu Santo, que todo lo renueva con su acción.

2. Los símbolos de la novedad. El primer símbolo, que se encuentra en la primera lectura y en el evangelio, es el esponsal. Con las nupcias se da comienzo a una relación nueva entre un hombre y una mujer, entre Dios y su pueblo. Es una novedad basada en un enamoramiento tal, que no puede dejar de ser exclusivo y fiel. El segundo símbolo es el paño nuevo. La tela vieja tiene que ser remendada con tela igualmente vieja. Con la tela nueva sólo se puede hacer un vestido nuevo. Jesús es la tela nueva, que quiere vestir al hombre con la novedad de su mensaje y de su salvación definitiva y total. ¿Puede acaso la novedad de Cristo reducirse a ser un remiendo de las tradiciones, ritos, instituciones del judaísmo o de las religiones paganas existentes en el mundo helenístico? El tercer símbolo es el vino nuevo. El vino nuevo requiere odres nuevos, porque si se vierte en odres viejos éstos se rompen, y se echa a perder tanto el odre como el vino. Jesús es el vino nuevo. El odre viejo es el hombre no renovado por el misterio de Cristo paciente y glorioso, el hombre perteneciente a las religiones antiguas, principalmente la religión judía. El vino nuevo de Cristo reclama hombres nuevos, dispuestos a beber el cáliz del vino nuevo con alegría y con sinceridad. El último símbolo empleado en la liturgia del día es la alianza nueva. Esta alianza la ha sellado Jesucristo en su misma persona sobre el altar de la cruz y sobre el trono de la exaltación a la derecha del Padre. La alianza es esponsal. El esposo es Jesucristo, el hombre-Dios, y la esposa es la Iglesia, la comunidad surgida de la Pascua. Esta nueva alianza será definitiva y eterna.

3. El contenido de la novedad. Según las leyes de la alianza esponsal, el esposo entrega una dote a la esposa. En la primera lectura se nos enumera esa dote estupenda del esposo: la justicia y el derecho, el amor y la ternura, la fidelidad. En el evangelio Jesús añade a la dote la alegría y la coherencia. En la segunda carta a los corintios se nos indica además el Espíritu. Maravillosa riqueza contenida en la novedad de Dios, en la novedad del cristianismo. La justicia que Dios hace a su amor misericordioso otorgándonos la salvación; el derecho que Dios implanta en las relaciones humanas; el amor paterno y la ternura materna de Dios a todos sus hijos, por más que seamos infieles y pecadores; la fidelidad de Dios a su alianza de rey potente y sobre todo de esposo amante; la alegría del banquete nupcial al que todos los hombre son invitados; la coherencia de Jesús para que la novedad que él aporta al hombre no se mezcle con el "mundo viejo" ni se pierda entre el polvo de las cosas antiguas. El Espíritu, fuente de toda sorpresa y de toda novedad, que hace nuevas todas las cosas con su soplo divino.


Sugerencias pastorales

1. ¿Ha perdido novedad el Dios cristiano?. Hay un hecho que a los cristianos nos debe quitar el sueño. Es el constatar que en el actual mercado religioso muchos cristianos se vuelven a otros dioses, a otras religiones. ¿Curiosidad? ¿Romper con la monotonía? ¿Experimentar emociones originales, fuera de lo común? ¿Fuerza de atracción de los exotérico? ¿Querer dominar las fuerzas poderosas y ocultas del mundo sobrenatural? ¿Miedo a la propia responsabilidad? Son preguntas que requieren un vivo análisis de parte de todos los cristianos. ¿Acaso el Dios de los cristianos ha quedado anticuado para el hombre de hoy? ¿O somos nosotros, los cristianos, tan torpes que no logramos captar su incesante y perenne actualidad para el hombre de nuestro tiempo? Hay que revisar a fondo la imagen de Dios que los cristianos presentamos en la predicación, en la catequesis. Y sobre todo, el concepto de Dios que "revelamos" con el testimonio de nuestra vida. Si presentamos un dios-policía, que está esperando la infracción para ponerte la multa, si presentamos un dios-tapagujeros, a quien se acude en casos de extrema necesidad, si presentamos un dios puramente trascendente, ajeno a la vida y a las preocupaciones y alegrías del hombre, si presentamos un dios sindicalista, sin trascendencia, inmerso en lo social; si presentamos un dios "financiero", que retribuye al bueno con riquezas y al malo con pobreza...la novedad del Dios cristiano queda alienada. Preguntémonos: ¿Dónde radica la novedad del Dios de los cristianos? ¿Cómo hacer presente y eficaz entre los hombres hoy esa novedad, que nunca se ha de apagar, nunca ha de morir?

2. Ministros de la novedad de Dios. Todos los cristianos, pero de modo especial, los sacerdotes, estamos al servicio de la novedad cristiana en el mundo. Para poder servir, necesitamos conocer qué es o en qué consiste esa novedad. Esa absoluta novedad de Dios, ausente en cualquier otra concepción religiosa, es la persona y el misterio, la presencia y el mensaje, la vida y la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Dios se hace hermano nuestro en Jesucristo; Dios nos acompaña en el camino de la historia, haciéndose "historia" y aceptando todas las condiciones de la historia: del espacio y del tiempo, de la naturaleza y de la persona, de las realidades terrenas y de los valores espirituales, de la lengua y de la cultura, de la vida y de la muerte, de la gracia y del pecado. Dios ama al hombre, como el mejor de los amigos, hasta dar la vida por él. Dios está con el hombre en el momento culminante de la muerte, para abrirle las puertas hacia la eternidad. Dios es el eterno viviente, que vivifica al hombre perecedero y efímero. De esta novedad somos ministros los cristianos. A ella debemos servir con nuestro corazón, con nuestros labios, con nuestra vida entera. ¿Somos verdaderamente apóstoles de Jesucristo, la novedad de Dios, la Palabra nueva y definitiva que Dios ha pronunciado de una vez para siempre en bien de la humanidad?

P. Octavio Ortiz


16.

Este Domingo

Se sigue hablando, como en el domingo precedente, de lo nuevo: paño nuevo, vinos nuevos; se sigue presentando la predicación de Jesús como una buena nueva. Una buena nueva que es necesario acoger como se debe, no en viejos recipientes con sabor a rancio, sino en nuevos.

No es el evangelio el único texto que presenta novedades. El precioso texto de la primera lectura muestra un rostro nuevo de Dios, el rostro de un Dios enamorado. Un Dios con rostro de joven enamorado que desea unirse, como esposo y esposa, al pueblo joven que salió de Egipto.

Un pueblo que había perdido su lozanía en el duro peregrinar por el desierto, en la dificultad para asentarse como pueblo en medio de tantos enemigos, y que en parte se había olvidado de Dios. Dios quiere recobrar su juventud, su “amor primero” y unirse para siempre a él.

La novedad es una novedad afectiva, la del esposo, la del novio, la de los amigos del novio o la que supone la entrañable y cordial relación con la que Pablo se siente unido a la comunidad de cristiana de Corinto.

Nada hay más nuevo, más joven que el amor. El amor hace todo nuevo, hace que cada día sea distinto, se viva como si fuera el primero y el único; el amor es el antídoto contra la decadencia, la inercia sosa de sentir pasar el tiempo sin viveza en la mirada.

Hace unos días el mundo celebró la fiesta de San Valentín, el día de los enamorados. Aprendamos en la Palabra de Dios de este domingo a ver a Dios, a Jesús, a Pablo acercándose afectivamente al pueblo, comprometidos afectivamente con él.

 

Nada tan nuevo como el amor

Iª Lectura: Oseas (2,16.17b.21-22): Dios siempre comienza de nuevo

I.1. Este poema de amor (Oseas 2) del profeta puede ser una experiencia personal vivida por él con su esposa (todavía se sigue defendiendo en la interpretación actual), pero más bien es una creación de alcance para describir la relación entre Dios y el pueblo de Israel. El profeta se mete en las entrañas de Dios, se inspira en su seno materno, en su corazón de esposo, enamorado “a morir” de la esposa: Israel. ¿Cómo es posible que se describan así unas relaciones religiosas? Es verdad que se necesita mucha sensibilidad y, a la vez, tener mucha valentía teológica para expresarse como lo hace el profeta.  Presentar a un varón arrepentido y capaz de cambiar la dureza y la venganza por poemas de amor, casi nunca es fácil en el amor herido. Esto le da al texto del poeta-profeta una originalidad y una envergadura inusitadas: estamos hablando de una teología afectiva.

I.2. Dios, dice el profeta, volverá a “desposarse” de nuevo con su mujer que lo ha abandonado por otros dioses del entorno pagano. El verbo que usa el texto tiene el sentido de desposar a una joven-virgen, en los vv. 21-22 como si nada hubiera pasado, cuando precisamente la joven ya no es tal, sino que ha estado con otros “dioses”. El enamoramiento divino es un comenzar de nuevo, como si nada hubiera pasado, cuando han pasado ¡tántas cosas!. Se recuerdan los tiempos primeros, cuando Israel, el pueblo, en el desierto, no tenía otro apoyo que Dios mismo y estaba en sus manos. Esta es la propuesta que ahora hace el profeta para comenzar una nueva historia de amor. Cuando Dios perdona, da la oportunidad de comenzar, de estrenarse, de enamorarse como si fuera la primera vez. Lo viejo, lo antiguo, lo malo ha pasado, comienza algo nuevo. Eso será lo que también se nos proponga en el evangelio.

 

IIª Lectura: 2ª Corintios  (3,1b-6). La comunidad, carta del Espíritu escrita por el apóstol

II.1. En esta lectura de la 2Cor, Pablo, frente a adversarios que llegaron con cartas de recomendación a la comunidad que él había fundado, se muestra como el verdadero apóstol o emisario. El apóstol interpela a la misma comunidad, la cual es el testimonio vivo y eficaz de lo que ha hecho por ellos. No llegó a Corinto con cartas de recomendación, como sin duda llegan ahora esos adversarios, después de lo que la comunidad ha sufrido en Corinto frente a los mismos judíos. ¿Qué carta de recomendación es necesaria para quien les ha llevado el evangelio vivo del que ha nacido la misma comunidad? Por eso Pablo se expresa así en una de las imágenes más logradas (3,2-3). Por ello debemos resaltar: 1) que la comunidad es la carta viva que recomienda al apóstol o a los apóstoles; 2) es una carta escrita en los corazones que todos pueden leer; 3) es, ante todo y sobre todo, una carta de Cristo que tiene como “secretario” (aunque no se utilice este término) al apóstol o emisario; 4) es una carta escrita en el Espíritu, no con tinta (mélani) como la que portan consigo los adversarios.

II.2. Efectivamente, los vv.4-6 plantean con toda solemnidad lo que se está discutiendo de fondo. Si antes se ha interpelado a la comunidad como testigo, ahora se recurre a Dios y a Cristo. Dios, pues, es quien capacita y autoriza al apóstol para ser servidor de una nueva alianza, que no es algo que pueda estar escrito (grámmatos), sino que se realiza en el Espíritu, ya que lo escrito (bien en tinta o bien en tablas de piedra) mata, lleva a la muerte, mientras que el Espíritu da vida (dsôopoiei). En esto, sin duda, Pablo y su escuela se han valido en esta reflexión de Jr 31,31ss (en realidad se ha seguido el texto de los LXX, y consiguientemente debemos hablar en este caso de Jr 38,31ss.). La alianza nueva escrita en los corazones delata las expresiones del texto del profeta. Este es un conjunto midráshico (queremos decir una relectura actualizada de textos del AT) , concretamente del texto del Éxodo sobre la revelación de la ley en el Sinaí (cf Ex 24,12; 31,18; 34,28-29), que a su vez viene enriquecido con la argumentación del profeta Jeremías.

 

Evangelio: Marcos (2,18-22): El evangelio es un vino nuevo que no cabe en odres viejos

III.1. Este relato, tercero de las famosas controversias de la jornada de Cafarnaún, tiene como marco una comida y una discusión sobre el ayuno. Es un conjunto que está compuesto de distintos elementos, en cierta medida dispares. Deberíamos tener en cuenta que la discusión sobre el ayuno no es lo mismo que las palabras de Jesús sobre los “viejo y lo nuevo”, aunque al final todo cobra su sentido, ya que el ayuno de fariseos y discípulos de Juan representa el tipo de religión externa, antigua, mientras que vivir del evangelio es verdaderamente “lo nuevo”. Hay un trasfondo histórico en todo ello, porque no podemos olvidar que algunos discípulos de Juan, que defendían a su maestro y lo veneraban, pasaron a ser cristianos y tuvieron que “pasar” también a ver las cosas nuevas que Jesús diferenció respecto del Bautista. La referencia al ayuno cristiano, cuando el esposo les será arrebatado, obedece, sin duda, a las discusiones, no del tiempo de Jesús, sino de la comunidad primitiva frente al judaísmo.

III.2. Compartir la mesa era una forma de compartir intimidades y proyectos. Por eso los fariseos no invitaban a su mesa sino a personas definidas y bienpensantes. Jesús era invitado y asistía sin remilgos allí donde le invitaban. Su fama de “comilón y bebedor”, no obstante, es una maldad propia de los que querían desprestigiarle, porque Jesús pasaría otros muchos días sin comer ni beber anunciando el Reino de Dios por pueblos y aldeas. Aquí Jesús va a salir en defensa de los discípulos, probablemente porque esta escena está retocada en razón de las discusiones que se dieron al interior de la misma primitiva comunidad cristiana. La tensión judaísmo, discípulos de Juan y cristianismo influye en la redacción de nuestro texto, antes de que el redactor de Marcos lo haya asumido como controversia sobre la fuerza liberadora del evangelio.

III.3. La nueva doctrina de Jesús, con autoridad (exousía), de la que se hablaba en la sinagoga de Cafarnaún (Mc 1,21ss), marca aquí un clímax que resulta bastante evidente. Después de haber hablado del perdón de los pecados como primera acción de la predicación del evangelio y de la llegada del reinado de Dios, se quiere poner de manifiesto también la alegría que ello produce en los que comparten la mesa, la casa y la misma vida con Jesús. El es el novio que ya está presente para siempre entre los suyos, aunque lo quitarán de en medio, y nos enseña que una humillación ante Dios consistente en cosas externas, como el ayuno, sirve solamente para producir tristeza. El ayuno es aquí el símbolo de unas estructuras que reflejan un tiempo viejo impuesto por los fariseos -ayunaban lunes y jueves-, para ganarse el favor de Dios. Lo que Jesús propone es creer en el evangelio, algo que rompe todos los esquemas religiosos. Es el tiempo de una mentalidad nueva, inaudita, que llega con Jesús. Para ganar el favor de Dios hay que compartir con él su mesa y su vida: esa es la verdadera religión. Ahí está la presencia del Dios vivo en “alguien” que sabe compartir una experiencia nueva de vida con los que lo necesitan. Y él y los que le siguen, están construyendo una humanidad nueva  que no puede encerrarse en odres viejos.

III.4. Los de fuera (los escribas y los fariseos están “fuera”, para no contaminarse, pero están siempre al acecho), saben que eso va en contra de todas las normas religiosas de la humanidad, de todos los grupos. Pero justamente así es como se quiere poner de manifiesto la novedad del evangelio  que está fuera de todos los esquema con los que se funciona en este mundo: el acceso a Dios se hace por otros caminos, de otras maneras, con otros sentimientos, dejando que sus proyectos los revele Él, sin que se impongan desde una teología sin corazón. También los cristianos “judaizantes”, que siempre los ha habido y los habrá, tienen que aprender que no pueden quedarse “fuera” al acecho de lo mal que lo hacen los que están con Jesús compartiendo su mesa, su vida, su alegría y su preocupación por la causa del evangelio. Esto, sin duda, está presente en el texto del evangelio de hoy y no debe pasar desapercibido.

Miguel de Burgos, OP
mdburgos.an@dominicos.org

 

Pautas para la homilía

 

Ante todo quedémonos en esta primera palabra, “celebrar”: estamos celebrando la eucaristía. Celebrar hace siempre relación a una fiesta a un motivo por el que estamos gozosos. Y el motivo es la presencia de Jesús, el novio, entre sus amigos.

¿Estamos aquí para celebrar esa fiesta de la presencia de Jesús en y entre nosotros? O ¿sólo nos convoca una obligación contraída por ser miembros de la Iglesia, por ser respetuosos con tradiciones heredadas y mantenidas? Dicho con las palabras del evangelio de hoy: estar presentes en la eucaristía ¿es una mortificación, un ayuno que nos imponemos, que valoramos porque por cumplir esta obligación hemos prescindo de algo que nos gustaba más?

Seguimos preguntándonos: en la eucaristía ¿“estamos en lo que se celebra?” Es decir: ¿en sentir la presencia de Jesús, nuestro amigo, en saber de un Dios enamorado de nosotros hasta darnos lo más valioso que tenía, su Hijo, o, mejor, darse a sí mismo en su Hijo?

 

El desierto en la Biblia no es el lugar vacío, estéril, inhumano porque la vida human no se puede desarrollar en él. El desierto es sobre todo el lugar que Dios elige para hablar a su pueblo.

Para escuchar a Dios necesitamos crear desierto. Es decir, hacer silencio a tantas voces y ruidos como nos aturden, nos agitan de un lugar a otro, de una preocupación a otra. En ese silencio “Dios nos habla al corazón”. Aquí,  en la celebración eucarística necesitamos hacer ese silencio, renovar el aire en que nos movemos  para sentir esa Palabra de Dios que nos habla.

No se trata de suprimir de nuestra vida las preocupaciones, las inquietudes, mientras estamos en misa, sino no darles la última palabra, ni la más fuerte, y dejar que sean iluminadas por otra palabra que hemos de dejar que suene con fuerza en nuestro interior. Palabra de alguien que nos quiere, que se ha comprometido afectiva y efectivamente con nosotros.

 

Porque lo que vivimos con profundidad, las experiencias que nos marcan, nos gusta comunicarlas. Es así como se hace familia, comunidad, como se hace Iglesia. Nosotros también somos mediación de la Palabra de Dios para que ésta sea oída por más gentes. ¿Cómo lograr que nos presten atención?

Con nuestra vida. La fuerza de la Palabra debe estar sobre todo en la capacidad de cambiar nuestras vidas como medio para que cambie las de los otros. Las de aquello que no vienen, por ejemplo, a la eucaristía, no oyen lo que nosotros hemos oído sobre Dios y sobre Cristo, no participan en su mesa, viven ayunos de tanta palabra y de tanta manifestación de afecto.

Con nuestra vida de enamorados, de quien tiene la experiencia del amor de Dios, de quien siente a Jesús como amigo, de quien sabe de su proximidad afectiva. De quien tiene mucho que celebrar y no simplemente se siente cumplidor de imposiciones legales, que acepta a pesar del sacrificio que le imponen por puro deber.

Ser cartas vivas que recomienden nuestra fe y nuestra Iglesia como factor y lugar para celebrar la vida; que impulsan a mirar hacia la novedad de cada día, con el corazón ancho del enamorado, del amigo, de quien se siente querido.

A todos nosotros nos toca “ser ministros de una alianza nueva, no de código escrito, sino de espíritu, porque la ley escrita mata, el espíritu da vida”, dice Pablo. Sólo desde la experiencia de sentirse queridos como esposos, como amigos seremos realmente ministros de esa alianza entre Dios y su pueblo.

Fray Juan José de León Lastra, O.P.
juanjose-lastra@dominicos.org


17.

DOMINGO VIII CICLO B
2 de marzo de 2003
MIENTRAS EL ESPOSO ESTA CON SU NOVIA REINA LA ALEGRIA

1. "Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón" Oseas 2,14. El extraño profeta que mejor ha cantado el amor de Dios a su pueblo valiéndose de la imagen conyugal, ha comprendido que el pecado de la esposa de Yahvé, Israel, inapelablemente ya, merece castigo: "Los reduciré a matorrales y los devorarán las alimañas" (Os 2,14). Quizá a la mañana siguiente, al acordarse de su esposa infiel, en un arrebato de cariño, y pensando que todo lo puede el amor, se arrepiente y se desdice: "Voy a seducirla, me la llevaré al desierto y le hablaré al corazón". Oseas pasa de la cólera al amor, como quien experimenta en su corazón con realismo, los cambios de ánimo propios del apasionadamente enamorado. Y los traslada al corazón de Yavé, que pasa de la determinación del castigo, a la ternura emocionada del que siempre ama y nunca nos puede olvidar, y que cambiará el castigo del destierro en Asiria, en momento de reencuentro y de intimidad amorosa y de oportunidad para recordar los días en que él e Israel eran jóvenes en el desierto, donde no había "baales", recién salido Israel de la esclavitud de Egipto. Por eso la va a reconducir al desierto, léase destierro a Nínive y a Babilonia, para que la privación y la noche la hagan reflexionar.

2. ¡Qué pronto cambia el Señor el signo de su corazón, sólo con pensar que ella, la esposa, volverá a serle fiel! Y enseguida la promesa de nuevo: "Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo, me casaré contigo". El profeta repite la determinación del Señor tres veces, para acentuar su voluntad, que queda aún más de manifiesto con el "para siempre". Amor eterno del Señor a su esposa. Junto con el compromiso de pagar la quíntuple cuota de la dote: La comprará "A precio de justicia y derecho, de misericordia y compasión y de fidelidad". Son los regalos que él paga por ella y que sintetizan la santidad y la felicidad que le promete a la esposa.

3. La esposa, pues, puede contar con la justicia en su pueblo y en los que la rodean; con la misericordia del esposo, que reconoce de qué barro la ha hecho; con la fidelidad del Señor, que eternamente durará. "Y la esposa se "penetrará del Señor". Estará llena del Señor y por eso, saturada por él, le conocerá íntimamente hasta rebosar, como María, que es llena de gracia, porque el Señor está en ella. El amor es la mejor fuente de conocimiento.

4. Después de este relato, ¿quién puede dudar de que "el Señor es compasivo y misericordioso, que perdona todas tus culpas y te colma de gracia y de ternura, que es lento a la ira y rico en clemencia, que no nos trata como merecen nuestros pecados, y aleja como del Oriente al Ocaso nuestros delitos y que siente ternura por sus fieles como un padre con sus hijos?" Salmo 102.

5. Si Dios ha prometido unirse como esposo con la humanidad, "¿ pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?" Marcos 2,18. Jesús ha sido enviado por el Padre a desposarse con la humanidad. Así lo canta San Juan de la Cruz:

 

Jesús le habla al corazón con sus palabras de ternura y de reconstrucción, de curación y de bondad, de misericordia y de reconciliación. El es la encarnación perfectísima del esposo enamorado, que quiere convertir a una esposa prostituta e infiel, en una esposa amorosa y entregada, limpia y sin mancha desde dentro. Por Mateo conocemos unos detalles de la misma escena, que Marcos, seguidpr de otra línea, omite. Mateo nos presenta a Jesús rodeado por unos cuantos discípulos, escogidos por él, formando un grupo solidario ante sus enemigos, que interpretan mal a Jesús, y de los que él trata de defenderse. Hoy le transmiten sus discípulos lo que dicen de él y de su grupo, y que es totalmente mal visto y totalmente mal interpretado. Después de la curación del paralítico, niegan que es Dios y le califican de blasfemo: Hoy, al que ha venido para unir a los hombres con Dios, le buscarán las cosquillas en su normalidad en el comer y en su comportamiento en la vida social: ¿Por qué tus discípulos no ayunan, como los discípulos de Juan y los fariseos? Todo el evangelio de Marcos, presentará este conflicto: Aún estamos en el segundo capítulo, y ya se está prepa-rando el “complot” que le llevará a la cruz. Y ya siempre aparecerá en la historia el mismo argumento: “Jesús y sus discípulos”..., es decir, la Iglesia. ¿Cuántas veces se les ha negado a los hombres de Dios, de una manera o de otra, el derecho de proclamar la Palabra de Dios, que engendra a Dios en los hombres?

6. A los discípulos del Bautista y de los fariseos, que ayunan dos veces por semana para acelerar la venida del reino, Cristo expone una doctrina trascendente. Sus discípulos no tienen que ayunar porque el Reino ya ha venido y ellos están viviendo ya el momento de las «bodas», que es la tiempo del gozo y de la alegría. Pero con las metáforas del «paño» y de «los odres del vino nuevo» expondrá Jesús un motivo más hondo referido al espíritu nuevo. No condena El las prácticas de los ayunos judíos sino su espíritu farisaico. La Nueva Ley comporta un espíritu nuevo Sus discípulos, que ya lo están viviendo, no están sometidos a copiar lo viejo. La plenitud del Evan-gelio desgarra el vestido viejo y revienta los «odres» del AntiguoTestamento. Que les dejen gozar del nuevo espíritu. Y si los fariseos ayunaban para acelerar la hora mesiánica, ¿por qué tienen que ayunar los discípulos de Cristo, si ya la tienen presente? Lo lógico es que la disfruten y gocen porque "El Reino de Dios está dentro de vosotros". Ya ayunarán cuando les quiten la presencia sensible del Mesías y lleguen a su reino las horas de dolor. "Vendrán días en que les será arrebatado el novio; ya ayunarán entonces", porque les parecerá que todo este gozo de la Humanidad ha quedado frustrado, cuando les arrebaten violentamente al Esposo divino con su muerte en la cruz. Esa ausencia sí que será la causa de su máximo desamparo. Aquel ayuno sí que les dejará con un hambre inmensa de Cristo, y un ansia infinita de Dios...

7. Por eso Jesús contesta: "¿Acaso, pueden los invitados a la boda ayu-nar mientras está con ellos el esposo?” Los doctores de la Ley, ya se pusieron en contra de Jesús cuando perdonó los pecados al paralítico. Pero ahora les reconcome la alegría inusitada y desbordante, el gozo interior que refleja la actitud de aquel grupo de gente con aire de fiesta, que no ayunan, que co-men y beben con normalidad, en vez de ayunar. Ellos, que son los piadosos especializados, los espirituales con carnet, los que se han distinguido siempre por su austeridad, y por sus sacrificios, no lo pueden tolerar. Y Jesús les dice que ha de ser así, porque están de bodas, y en las bodas debe predominar la alegría. Están viviendo realmente el jolgorio y la algazara de la fiesta. Mis discípulos son “los invitados a una boda”... tienen al “esposo” con ellos, son gentes felices, alegres. Llamaban la atención por la alegría y la paz, la sencillez y la naturalidad que respiraban. Y esto molestaba a los ascéticos y austeros, tristes y adustos fariseos, engreídos, intransigentes y mezquinos, por su pureza legal puramente externa, que no comprenden la razón de la alegría que Jesús irradia en los suyos, consecuencia de la unión con El. No se dan cuenta de que su tiempo ha pasado, y si se dan cuenta, se niegan a reconocerlo. Quieren meter el vino nuevo del evangelio en los odres viejos de la ley, aunque estallen de puro carcomidos. Si los enemigos hubieran sido más despiertos, habrían comprendido la alusión: Ellos, que habían leido toda la Toráh, y alardeaban de que la conocían muy bien, no habían entendido que Isaías y Jeremías, y hoy Oseas, que Dios es un Esposo que quiere unir con El a toda la humanidad. Que por fin, había llegado la hora de la nueva Alianza, el tiempo de la Boda de Dios con los hombres, cuando Dios se ha hecho hombre, para que el hombre se haga Dios y consiguientemente, el tiempo de la alegría. ¡Y que alegría mayor que la pobre criatura humana llegue a ser Dios!. Nadie remienda un vestido viejo con una pieza de tela nueva; nadie echa vino nuevo en odres viejos... A vino nuevo, odres nuevos. O ¿prefieren quedarse con lo “viejo” los viejos moldes, las viejas costumbres, antes que entrar en la “novedad”, en la renovación, en la ju-ventud?. Jesús afirma con rotundidad la novedad radical de su mensaje. El evangelio no es un re-miendo”, ¡es "ese algo nuevo que está brotando"!

8. Se dirigió a Mateo, recaudador de impuestos, y le dijo: "Sígueme", él se levantó y lo siguió y le ofreció, como despedida alegre de "soltero, un banquete al que acudieron muchos publicanos y pecadores" (Mt 9,9). El evangelio sólo cita este banquete en casa de Mateo y su presencia en las Bodas de Caná, pero la memoria de los espías tal vez recuerde algún otro festín... La presencia de Jesús en un banquete fue la ocasión y el motivo del escándalo, no sólo para los fariseos, sino también para los discí-pulos de Juan. Estos santones creían que era un descrédito para Jesús, asistir a la bodas y Cristo re-coge el guante, hablando precisamente de Bodas...Su respuesta tiene un poco de ironía, pero lo que en el fondo está diciendo es sencillamente: que Él y sus discípulos están viviendo la luna de miel de las Bodas.

9. Parece una metáfora que Cristo sea el novio y que sus discípulos celebran con Él su banquete de Bodas, pero es el misterio de la Encarnación, en el que Dios se ha unido con la Humanidad en el seno de María, y ha ofrecido a todos los hombres un amor esponsal. Su permanencia en carne mortal es como un ban-quete de Bodas al que invita a sus amigos. Estas Palabras profundas no serán entendidas en toda su hondura, pero ya se ha definido como el novio. Aunque sólo a sus discípulos les llama «los amigos» del esposo, las Bodas de Cristo tienen, una extensión universal, como la Redención, Dios llama a todos los hombres a que se unan con El, y para darle mayor significado y formular la interioridad de esta unión, utiliza la unión de los esposos, que es la más íntima que puede darse entre los hombres. San Pablo dirá que sus discípulos "están desposados con Cristo como vírgenes castas" (2 Cor 11, 2). Y el autor del Apocalipsis cantará ámpliamente la idea de las Bodas del Cordero: "Gocémonos, y saltemos de júbilo, y démosle gloria, pues han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha embellecido. Dichosos los que son convidados a la cena de las bodas del Cordero" (Ap 19, 1).

10. Para que dos personas estén de verdad desposadas lo primero y sustancial es el mutuo consentimiento. Cristo se ofreció a todos en el momento de la Encarnación. Ahora somos nosotros los que lo hemos de dar de verdad. Porque para vivir como amantes, es necesario que el amor entre los dos sea igual, en la cima del ágape de la caridad. Los cristianos sabemos que Cristo nos brinda un amor de amigo y de hermano, y un amor de Esposo. Pero también comprendemos que si el amor fraternal y el de amistad, es exigente, el amor esponsal es "intransigente. Hoy, como nunca, la Iglesia necesita enamorados de verdad para hacer presente al ausente, el «pretendiente» que espera el sí de la novia: "Qué tengo yo que mi amistad procuras / ¿qué interés se te sigue, Jesús mío / que a mi puerta /cubierto de rocio / pasas las noches del invierno oscuras?"

11."Tus discípulos no ayunan". Jesús no condena las mortificacio-nes voluntarias que Él mismo practicó, cuando ayunó cuarenta días en las incomodidades del desierto. Pero aun en esto no hay que seguir el propio ca-pricho, ni impulsos que pueden viciar la intención, sino la voluntad de Dios, suficientemente manifes-tada. Jesús fue austero en su vida, la Iglesia practicará el ayuno, pero ya en otro sentido y en diferente dimensión del ayuno de los fariseos: que lo hacen "para ser vistos": "La pura letra mata, y en cambio, el espíritu da vida" 2 Corintios, 3,1. 12. Jesús prefiere más los ayunos que nos prepara su Pro-videncia, los sa-crificios que nos impone la vida en todos sus aspec-tos, que los que hacemos por nuestra propia voluntad que, sólo son válidos, para poder cumplir mejor aquellos. No aceptar o rebelarnos contra los que Dios nos manda cada día, sería un grave error.

12. Hay que cambiar radicalmente la actitud farisaica, que es la ley de mínimos. No podemos seguir en lo religioso vestidos con el trajecito de la primera comunión. No hay que anquilosarse en lo antiguo porque es antiguo, como los fariseos; hay que vivir una vida totalmente nueva. Este es el sentido de las parábolas: «Nadie pone un remiendo de paño sin cortar e igualar los pelos tiesos a un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido y se produce un desgarrón peor». Si un vestido está ya ajado e inservible, no basta con coserle un retazo de paño consistente, que volverá a desgarrarse, por falta de resistencia del paño viejo. Datos que Jesús aprendería de su madre cuando remendaba los vestidos de su familia.

13. «Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos; pues si no, el vino reventaría los odres y se echa a a perder el vino y los odres: el vino nuevo en odres nuevos». La fuerza de la costumbre y la tozudez en afirmarse en lo suyo, impediría a muchos aceptar el evangelio, porque: «Nadie, después de beber el vino añejo, quiere el nuevo, porque dice que el añejo es el mejor».

14. La novedad sorpren-dente del evangelio es el amor sin límites, que encaja muy mal con el raquitismo judaico. Amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, por quien conocemos la altura, la anchura, la sublimidad y la profundidad del Amor de Dios, que nos invita a parti-cipar de su Vida y de su Amor para divinizarnos (Ef 3,18). Su Amor manifestado en Cristo tiene todos los matices del amor humano, pero sublimados hasta el infinito. Es amor de padre, de hermano, de amigo, pero que trasciende todos los límites de ese amor humano.Y en la cumbre de sus matices, el amor esponsal, que es el principal, y no cabe en los moldes de la Antigua Alianza, ni en las ac-titudes de sus hombres, ni en las prácticas rutinarias de sus santones. Cristo dará un giro de ciento ochenta grados a todos los mandamientos y los convierte de pro-hibitivos en positivos con un alcance sin límites. Y resume toda la ley en el doble mandamiento de amar a Dios y a todos los hombres, como a nosotros mismos, como amamos, o debemos amar, a Cristo, igual que Cristo nos ama. Por eso dirá que el distintivo de sus discípulos es ¡el amor!

15. La actitud de temor, de desconfianza, de raqui-tismo, es como el molde antiguo de la Ley, en el que no cabe la Nueva Alianza. Para recibir el evangelio en profundidad no se pueden hacer componendas entre nuestras actitudes mezquinas y la actitud fabulosamente amorosa de Dios. Como en Caná el vino mejor fue el último, en la historia religiosa de la humanidad, el vino mejor es el que nos da Cristo, que nos ha abierto su Corazón y nos ha manifestado el infinito Amor del Padre. Nuestro amor debe subir por todas las categorías hasta llegar al más alto y exigente, que es el amor de des-posado, que encuentra gozo hasta en el sufri-miento por la persona amada. "Es de tal suerte el amor /después que lo conocí / que si hay bien o mal en mí / todo lo hace de un sabor / y todo transforma en sí" (San Juan de la Cruz). El solo pensamiento de que Dios me ama con un amor infinito tiende a enjugarnos todas las lágrimas, y a suavizarnos todos los dolores. Los que sienten al Esposo divino en su alma, ahogan en gozo todo dolor.

16. Es urgente comprender a tiempo los signos de los momentos, el "kairós" de la gracia. Los discípulos tienen al novio consigo y no pueden ayunar. Ya vendrá el tiempo del ayuno, cuando les quiten, les atormenten y les crucifiquen al Esposo.

17. Estamos preparando el banquete de la boda del Esposo con la Iglesia, con la Palabra, la oración, el silencio y el gozo interior. Al venir a nosotros, viene cargado de regalos, de amor y de fraternidad. Acojámoslos y repartámoslos con los hermanos, que necesitan nuestro testimonio y nuestra alegría. Testimonio y alegría que podremos ofrecer con "nuestra capacidad que nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser servidores de una alianza nueva" 2 Corintios 3,1.

JOSÉ MARTÍ BALLERTER


18.

EL TEXTO

La primera lectura nos transmite una hermosísima promesa realizada por Dios a su pueblo Israel. Será Él quien los tome de la mano y los invite a la reconciliación, será Dios mismo quien se hará presente y con gran júbilo anunciará la nueva relación entre su Pueblo y ÉL. Por eso, la imagen de Dios como esposo, es signo de cumplimiento de los tiempos salvíficos, de amor incondicional por parte de Dios a su Pueblo, de restablecimiento de las relaciones entre Dios y los hombres; y por todo esto, signo de profunda alegría para su pueblo, pues Dios a regresado y vive con su pueblo.

Jesús, que conocía profundamente los escritos de los profetas, sabe por qué está diciendo lo que está diciendo. Cuando Él dice, “yo soy el novio”, esta anunciando los tiempos de salvación, tiempos en que Dios ha “bajado” para desposarse, una vez más, en una nueva alianza nupcial con su Pueblo. Por eso Jesús habla de la alegría que debieran tener los amigos del novio; pues aquellos que acompañen y acepten su compañía obtendrán la salvación prometida por Dios.

De esta manera no podemos decir que Jesús desacredite el ayuno, sino más bien está anunciando su presencia como una presencia salvífica. Es decir, si el ayuno para ellos era una práctica que los acercaba a Dios; ahora ellos tenían al mismo Dios entre ellos y no lo querían reconocer. Muchos judíos de aquel tiempo estaban tan aferrados a sus prácticas que no se permitían reconocer los signos salvíficos que Jesús venía realizando y por lo tanto se estaban perdiendo de la alegría que la presencia de Dios entre ellos significaba. Por eso Jesús marca la diferencia entre los odres nuevo y viejos; su mensaje, el vino nuevo, no podía ser encasillado en las prácticas de aquel entonces (los odres viejos). Jesús venía anunciando un mensaje de misericordia, de unidad, de restitución del desvalido y el pecador, de solidaridad. Él venía dando testimonio de un Dios cercano, un Dios que era Padre y no Juez, que buscaba el corazón del hombre y no sus prácticas rituales. Sin embargo, quien no estuviera dispuesto a relativizar los actos externos y escuchar el nuevo mensaje de salvación, no sería capaz de vivir la alegría de la presencia del Reino.

ACTUALIDAD

El ayuno es una buena práctica espiritual que nos ayuda a disponer nuestro interior para encontrarnos con Dios; pero no hay que confundir la disposición al encuentro con el encuentro mismo. Nuestra vivencia como cristianos se ha de fundamentar en el encuentro con Dios a través de la caridad, el perdón, la solidaridad, la unidad y la oración; para disponernos a este encuentro es que las prácticas de piedad nos pueden servir. Sin embargo, muchas veces nosotros tenemos miedo a vivir nuestra relación con Dios tan abiertamente y preferimos sujetarla a una cuantas prácticas de piedad y nos olvidamos de los más importante, de nuestro corazón, que es lo que a Dios agrada.

Hay muchos odres viejos en nuestras vidas que pudiéramos desechar y por temor al cambio no lo hacemos, por ejemplo: aquella relación familiar que sabemos está mal, pero no queremos hacer nada por mejorarla; aquellos “acuerdos” entre esposos para vivir cada quien su propia vida pero aparentando vivir unidos; la actitud de aquel que con ir a misa piensa que cumple con Dios y en esto justifica las injusticias que comete en sus negocios; la insensibilidad con la que miramos a los niños necesitados y que lavamos nuestra conciencia con un peso; nuestra relación de noviazgo que ha caído en una rutina e inclusive en faltas mutuas de respeto pero que por miedo al cambio no has querido hacer nada.

Hoy Jesús nos pide que nos renovemos en nuestro seguimiento de Él. A Dios no se le sigue sólo con prácticas piadosas que justifican nuestro compromiso de corazón; Dios pide nuestro corazón, un corazón generoso y agradecido que viva con alegría el seguimiento de su Hijo. Nuestro cristianismo no debe de ser nunca causa de tristeza, al revés, todos debemos de vivir en la alegría de que Dios está con nosotros, que nos acompaña y nunca nos abandona. Esa es la alegría de los amigos del novio.

PROPÓSITO

Esta semana comienza la cuaresma con el Miércoles de Ceniza. Pensemos en una situación que hemos venido arrastrando sin poner mucho esfuerzo por cambiar, pero que sabemos que lo tenemos que hacer pues cada vez nos aleja más de Dios. Tal vez sea hora de cambiar los “odres viejos” para poder gozar de la presencia del “novio” en nuestras vidas.

Héctor M. Pérez V.
Pbro.


19.

Seguimos con las correrías apostólicas de Jesús y somos testigos de cómo los fariseos discuten con él y se oponen a su manera de actuar. Pero él sigue su camino, haciendo el bien y revelando toda la verdad de su persona.

Hoy se identifica con el Dios de la Alianza, con el Esposo de su pueblo. Y nos pide a sus seguidores que vivamos la, alegría del nuevo tiempo, con todas las exigencias evangélicas: A Vino Nuevo Odres Nuevos.

Un Escándalo Farisaico

Eso nos narra el Evangelio. Aunque la Ley sólo obligaba a los judíos a ayunar el Día de la Expiación y se solían proclamar otros ayunos, como expresión de luto o de tristeza, los fariseos, que eran gente religiosa, ayunaban por lo menos dos veces por semana.

Y en esta ocasión, que ven que los Apóstoles no ayunan, van con este escándalo a Jesús. Se quejan de la forma de comportarse de sus discípulos, a diferencia de los discípulos de Juan el Bautista. Jesús les contesta haciéndoles ver que los Apóstoles están viviendo un tiempo nuevo, tiempo de alegría y de fiesta, porque entre ellos está el Mesías, el Novio, el Esposo prometido. Y en un tiempo de gozo no se debe ayunar. “Llegara el día en que se lleven al novio, aquel día ayunarán”. Les anuncia de esta forma los días tristes de la persecución y muerte, en que la vida será un ayuno de alegrías.

Y sigue diciéndoles que está tejiendo un vestido nuevo, que no se puede remendar con tela vieja. Y que es nuevo el vino del Espíritu y que no se puede trasegar a odres viejos. Jesús quería abrirles los ojos al tiempo nuevo. Es aquello que proclamamos a las gentes, que lo oíamos hace algunos Domingos “El tiempo se ha cumplido. El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en la Buena Noticia”. Los tiempos de Jesús exigen una nueva manera de vivir la relación con Dios.

Lección para Nosotros

Hoy el Evangelio nos recuerda que Jesús es para nosotros el Esposo, el Novio, el amigo. Todo lo que hay de amor, de elección gratuita, de cariño, de ternura…en un enamorado, novio joven, apasionado… todo lo que hay de fidelidad, de paciencia, de entrega, de saber esperar, de amar hasta dar la vida…Es lo que hay en Jesús.

Y esta es la lección que hoy aprendemos. Que nuestra relación con el Señor, aunque admire toda su grandeza y adore toda su Divinidad, aunque mil veces caiga de rodillas porque El es mi Dios y Señor, ha de ser una relación de ternura y de cercanía. Y mi oración, confiada y silenciosa, “El estar a solas con quien sé que me ama” como dice Santa Teresa, ha de ser lo más habitual de mi vida.

Y esa relación, que es fruto del Vino Nuevo del Espíritu se ha de traducir, en una manera de ser de tanta confianza con Dios y de tanto querer vivir pendientes de mis hermanos, que realmente sea un odre nuevo. Para ir tejiendo el vestido nuevo de mi vida. Como decía San Pablo “Revestios del Hombre Nuevo, Revestios del Señor Jesucristo”

Queridos hermanos. ¡Que Santa María nos ayude a tejer el nuevo vestido de hijos de Dios¡

Con mi afecto y bendición.

Pbro. José Rodrigo López Cepeda


20.

EL VINO NUEVO QUE LLAMA AL VIEJO

Es domingo, y celebramos la Resurrección de Cristo. Hoy no ayunamos... ¡Casi sería un pecado! Hoy, desde primera hora de la mañana, la Noticia de las noticias lo llena todo de alegría. Debería sentarse la familia unida a la mesa, compartir un sencillo pero sabroso aperitivo, y regar la comida con un vino que recuerde al vino nuevo del que habla Jesús: "Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar". Debe reinar en todos los hogares cristianos, en este día, una paz inalterable. Hoy hemos nacido a la Vida Eterna.

Este domingo, sin embargo, es especial. Junto al canto de júbilo de la Iglesia recién amanecida, se deja escuchar el anuncio de un camino que está a punto de abrirse ante nosotros: "Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán". El miércoles próximo comenzará la Cuaresma, y entonces ayunaremos.

"Yo me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón"... Guiados por Dios, como Moisés, saldremos al Desierto, y allí experimentaremos el hambre, la sed, el dolor de nuestras culpas y el sincero arrepentimiento. Serán días de purificación, de penitencia, y -sobre todo- de afanosa búsqueda de la soledad con Dios. Gustaremos, entonces, el vino viejo, y lo gustaremos con el mismo provecho con que hoy disfrutamos el nuevo.

Sí, sí, ya sé... Aún no es miércoles de ceniza. Pero no sería bueno que la ceniza cayese sobre la cabeza de sopetón, como si de repente se hubiera echado a llover lástima. Y es un buen día hoy, cuando aún tenemos al Novio con nosotros, para comenzar a preparar el alma que va a recibir un torrente de gracias en Cuaresma. Por eso, mientras disfrutes de la Misa en la iglesia, de la comida en la mesa, y de la familia en el hogar, hazte una pregunta conveniente: ¿no te gustaría disfrutarlo aún más? ¿No querrías que el gozo de Dios que ahora pregustas lo llenase todo en tu alma, lo cubriese todo en tu corazón, y diera sentido a todo en tu vida? ¿No estarías dispuesto, para conseguirlo, a purificar el alma, a vaciar de tierra el corazón, y a ofrecer la vida entera para que Dios lo iluminase todo? Yo sé que sí, que estarías dispuesto, pero que no te ves capaz. Es lo mismo que me sucede a mí. Por eso Dios, durante cuarenta días, enviará desde los cielos su gracia, la única que puede hacernos capaces de lo imposible.

Este anuncio no tiene el cometido de amargarte el vino nuevo: al contrario, Dios nos promete hoy más alegría, más paz y más gracia. Por eso, y antes de que llegue el miércoles, vamos a ir haciendo inventario: demos por perdidas todas las cosas y dejemos que, dentro de tres días, el Ladrón se las lleve como botín de amor. En la mesa de domingo, entreguémosle a María el alma, el corazón y la vida. Ella nos acompañará en el Desierto, y, finalizada la travesía, pondrá en nosotros, a cambio, más Espíritu, más Corazón de Cristo, y más Vida Eterna.