COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Co 4, 1-5

1.

Lo importante es la entrega al Señor. Lo cual no significa una pasividad o inactividad. En el caso presente quiere decir fidelidad activa a la misión que cada uno ha recibido en esta vida, sea la de la predicación u otra. Dedicación fiel a esa actividad sin preocuparse de las instancias humanas que pueden reaccionar a ella de un modo u otro. Esa independencia no es igual a indiferencia o aislamiento, sino simplemente no permitir que lo humano interfiera para mal en el desarrollo de la misión apostólica o humana, en la actividad del cristiano. Esta entrega produce necesariamente tranquilidad. No por la sensación del "deber cumplido" sin más, sino porque se es consciente de vivir conforma a los planes de Dios. Agradarle, cumplir cuanto ha dispuesto de cada uno es lo importante. No por ganas de "quedar bien", sino por amor activo a Él y al prójimo.

Cuando se da esta actitud, el interés por uno mismo pasa a segundo plano. El cristiano no obra como obra primariamente el pagano, para sí mismo o por amor de sí mismo, sino por el otro y por Dios.

Dicha tranquilidad y confianza son grandes. De hecho mayores que la mera falta de reproches de la propia conciencia, en la cual podemos engañarnos muchas veces. Se trata, en último término, de un caso práctico de esa fe que nos hace apoyarnos en Dios y no en nosotros mismos; ni siquiera en la mejor parte de nosotros mismos. Es pasar el centro de interés a Otro. Puede notarse que es una inversión de los términos ordinariamente usados: no estoy tranquilo delante de Dios porque la conciencia no me remuerde, sino estoy tranquilo porque me fío de Él cuando yo asumo la actitud de fidelidad y entrega a su servicio, que es el de los hombres. Por tanto, la última consecuencia es bastante obvia: el juicio de Dios no es de temer. Naturalmente -si nos es permitido hablar así-, Dios no es ingenuo. Pero no es un juez de instrucción severo o implacable, sino todo su conocimiento del hombre está puesto en la dirección de la absolución.

De ahí también que este texto nos remite, por un lado, a una entrega activa y fiel al servicio; por otro, a una confianza en Quien ha de apreciar ese servicio y perdonar nuestros fallos en él. Mezcla cristiana de responsabilidad, desprendimiento y paz.

DABAR 1981/17


2.

La conciencia no le "remuerde" pero esto no quiere decir "que automáticamente esté absuelto": la conciencia subjetiva puede ser correcta, pero esto no implica que no exista el mal objetivo. Ha sido una constante tentación de un cierto intimismo moral cristiano el considerar que basta la buena voluntad, sin preocuparse por la corrección de los comportamientos.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1762


3.

Los cuatro primeros capítulos de la carta los quiere emplear Pablo en deshacer el equívoco en que se mueven los corintios: no hay partidos en la fe cristiana. Más aún, los que son llamados a predicar la fe tienen un cometido muy concreto: presentar desnudamente y en toda su integridad el mensaje cristiano. De ahí que lo que se presenta es a Jesús salvador y nada más. Rom 3, 27 y su aplicación práctica en 12, 3s, hará ver que en la fe cristiana el orgullo queda desterrado. Se está al servicio de la fe en favor de la comunidad. Que nadie intente apropiarse el misterio revelado por el Espíritu porque lo destruiría. El evangelio es de todos, sobre todo de aquellos que más lo necesitan.

v. 3:"tribunal humano" lit.: "un día humano", es decir, el día de la justicia humana, el juicio humano opuesto al juicio último, al del día del Señor. Se trataría, pues, en un contexto de cierta ironía, de que un tribunal humano juzgara sobre los asuntos de Dios que está en otro plan. El juicio último del creyente está en manos de Dios. De ahí que la fidelidad al hombre que el cristiano quiere mantener en su vida se medirá por la confianza que ha puesto en Dios que salva. Paradojas de la fe, pero realidades que dan ánimo y confianza.

Pablo hace constantemente revisión de su fe, pero es bien consciente de las limitaciones de este análisis. Por eso es paciente consigo mismo. En el camino de la fe cristiana, tan negativa es una inhibición indolente como una prisa impaciente.

Es preciso mantener el ritmo que Dios quiere sobre nosotros. Juzgarse a sí mismo y salvarse a sí mismo es igualmente imposible.

Este apelar a Dios como juez no es sinónimo de una actitud de temor, sino, por el contrario, de una espera confiada en la comprensión y en la bondad del que juzga rectamente. El Dios de nuestra fe es un juez que no sabe de sobornos, pero también es un padre verdaderamente cariñoso y perdonador.

v. 5: La rehabilitación de Dios se coloca en el futuro. En la venida de Cristo en todo su esplendor tendrá lugar el juicio misericordioso de Dios (cf. Rom. 3, 21s; Gál 2, 16ss). Aquí el juicio de Dios y el de la venida de Cristo se identifican. El creyente erradica de sí mismo todo temor coercitivo, y sabe que la justicia de Dios es la garantía de la verdad de su actuar como creyente. Lo que podría apartarle de Dios, lo acerca y mueve a poner en él su confianza.

EUCARISTÍA 1978/25


4.FIDELIDAD/MINISTRO

Al convertirse, los cristianos de Corinto se han unido a la doctrina del Señor, y también al marco del pensamiento de algunos predicadores. La Buena Nueva fundamental se llena así siempre de ideas y de concepciones personales, que implican diversas elecciones por parte de los fieles, cuando no gira en torno a la creación de clanes, de partidos y de camarillas. Y el universalismo del mensaje se encuentra desde entonces puesto en evidencia. Tras una larga argumentación sobre este tema, San Pablo llega a su conclusión en este fragmento.

* * * *

Recuerda inicialmente que los predicadores son únicamente los "depositarios" del Evangelio, los "ecónomos" que no tienen derecho para alterar los bienes que administran. Deben ser servidores "fieles". Este tema del servicio de los misterios de Dios es muy importante en la primera teología cristiana del sacerdocio. Muchas parábolas del Señor sobre el papel de los apóstoles después de su marcha se inspiran en él; tendrán que administrar los bienes del Padre y serán los guardianes de su familia durante su ausencia. (Mt. 24, 45-51; 25, 14-30; 20, 24-28).

La segunda declaración del apóstol se refiere al juicio por el que pasará el servidor cuando tenga que rendir cuentas. San Pablo adopta aquí el punto de vista de la parábola de los intendentes (Mt. 24, 45-51). Todo "servicio" está mandado, no por las simpatías que pueda crear a su alrededor o el éxito que pueda encontrar, sino por la apreciación que hará de él, a su regreso, el jefe de la familia.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 317 s


5.

-Dios descubrirá los secretos del corazón (1 Co 4, 1-5)

Otra vez tiene Pablo que prevenir a la comunidad de Corinto, tan a menudo dividida. Con anterioridad les había reprochado ya el estar excesivamente apegados a la manera de anunciar un predicador una doctrina, sin ir más allá del hombre ni de su manera de presentar lo esencial que debe anunciar; están demasiado apegados a una filosofía, y tienden a engreírse con eso.

Por lo que a él se refiere, presenta lo que ha de ser el Apóstol: servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios.

Esto es todo, y buscar otra característica del Apóstol que no sea ésta es injusto. El único juicio que sobre él pueda hacerse versará únicamente sobre la fidelidad a su papel. No se trata de juzgarle sobre otros puntos de vista que son absolutamente secundarios.

Solamente ante Dios se siente san Pablo responsable de su manera de actuar. No se fía plenamente de su propia conciencia, sino que se remite al juicio de Dios. Invita a los Corintios a hacer lo mismo, a reservar su juicio y a esperar a lo que el Señor descubra de los hombres, pues es el único que conoce los repliegues de la conciencia humana. Sólo él pondrá al descubierto las intenciones secretas y, en definitiva, Dios será quien dé a cada cual la alabanza que le corresponda.

La lección es clara y está dada sin rodeos diplomáticos. Es también importante. Hoy sigue siendo la misma para nosotros. Juzgar a la Iglesia es una actitud grave, sobre todo si uno se para en lo periférico. Sólo Dios conoce las verdaderas intenciones de los hombres. Hay que dejarle a él el cuidado de hacer justicia.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 181


6. /1Co/04/01-21

Frente a una comunidad que ha formulado juicios discriminatorios sobre la actuación de los apóstoles, hasta el punto de fragmentarse en partidos, Pablo no duda en explicar y defender, de una manera global y única, la entidad de un ministerio que los une. Ellos son los servidores de Cristo y los que en verdad se sacrifican por la Iglesia. Son dos notas complementarias que estructuran el pensamiento de Pablo y resuenan en otros escritos suyos. La exposición que hace aquí lleva esa carga emotiva y dialéctica con que el Apóstol habla en los momentos de tensión.

El apóstol, «administrador de los misterios de Dios», debe asumir la responsabilidad de su ministerio y, por tanto, aceptar que se juzgue su actuación. Pero, para Pablo, ese juicio, sea positivo o negativo, no corresponde a la comunidad: sólo el Señor puede juzgar la fidelidad de sus servidores. La adopción de tal criterio no resulta fácil en momentos de tensión o de revisión de la Iglesia, cuando se tiende a analizar críticamente las diversas partes que integran la comunidad, valorando sobre todo la dinámica de las relaciones mutuas. Muchos podrían ver hoy en el criterio de Pablo un autoritarismo tan rotundo como inaceptable; pero tal impresión queda matizada en este mismo contexto.

La invitación a suspender cualquier juicio no obedece al miedo a la crítica -que a Pablo "le importa muy poco", sino a la convicción de que cualquier juicio «prematuro es inútil», porque el derecho de juzgar corresponde sólo al Señor y porque la libertad del apóstol que actúa responsablemente, sin «remordimientos de conciencia», no puede verse nunca coaccionada ni por su propia valoración ni por la de otros. Pero lo que relativiza todavía más el juicio de los hombres es el sacrificio concreto del apóstol por la Iglesia. Con antítesis paradójicas, Pablo contrapone la cruda realidad de la vida del hombre escogido por Dios a las vanas ilusiones de los que, apenas han comenzado a caminar, creen haber llegado ya a la cima de los dones espirituales. A quien ha sufrido por la Iglesia, no le hacen mella las críticas de unos sabios que buscan diferencias.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 509