COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Lv 19. 01-02. 17-18 

VER CUARESMA SEMANA 1 LUNES

 

1. SANTIDAD/A:

La "ley de santidad" sección central y la más compacta del Levítico (Lv 17-26), se trata de modelar el orden humano a partir de la santidad de Dios. Santidad es aquí un concepto que no habla tanto de Dios en sí, cuanto de Dios como fundamento del mundo. De ahí que sea una exigencia radical del mundo mismo para ser verdaderamente lo que es o está llamado a ser. La ley se dirige al pueblo de Dios en el mundo, para enseñarle el camino de acceso a la santidad de Dios o a la plena realización de sí mismo.

Según un pequeño código de preceptos que se inserta en el centro de la ley de santidad, el hombre no tiene que dar muchos rodeos para responder a la exigencia de ser santo. El camino es el hombre hermano, el prójimo. En este pequeño código, eco en su forma y en su contenido del decálogo mosaico, el prójimo se llama también pariente, conciudadano, hermano. Es el hombre de la comunidad humana, en la que todos tienen derechos y deberes. El cumplimiento de los deberes hace que el prójimo obtenga sus derechos; en la recta relación está la realización del uno y de todos. Y esto es lo que exige del mundo el Dios santo. (...).

Tal ve de lo más impresionante en este código de preceptos fundamentales de relación humana es su exigencia no sólo de obras, sino hasta de actitudes y sentimientos hacia el otro; de ellos son hijas las obras. Llama por su nombre a las actitudes que no pueden llegar a ningún compromiso con la santidad: el odio, el rencor, la venganza; y a las que son exigidas por ella: la corrección o reprensión justa, el amor. Los primeros son sentimientos que niegan al otro, lo destruyen; por supuesto, destruyen también al sujeto del que emanan. La corrección del culpable y la denuncia del mal son exigencias radicales en el que busca el bien, y son también justicia que el hombre le debe al que está en el error. Es la señal de que busca afirmarlo.

Pero la suprema afirmación del otro la hace el amor. El amor verdadero no es un superficial y caprichoso sentimiento, que puede encubrir un solapado amor propio. Se salvaguarda de cualquier malentendido en un criterio y en una medida que debe valer para acreditarlo: amor al otro como a sí mismo. Este es el reto más grande que se puede hacer a la relación del hombre con el hombre. El yo es llamado a desplazarse hacia el tú que está delante, a considerarlo como un yo y a comportarse con él como consigo mismo.

Este precepto compromete al hombre en sus obras y en sus sentimientos y nunca podrá decir que lo ha cumplido cabalmente; su incumplimiento le estará denunciando siempre. Jesús estimó este precepto del Lv como la esencia de toda la Ley y lo hizo centro de su mensaje, en su palabra y en su obra (Mc 12. 31 y par.). El hombre no está nunca tan cerca de la santidad de Dios como cuando ama a su prójimo.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 212


2.

Este pasaje pertenece a una compilación legislativa realizada después del destierro (Lv 17-25) y designada con el nombre de "Ley de santidad" porque se muestra particularmente sensible a la santidad de Dios y a las exigencias que esa trascendencia impone al pueblo que ha establecido una alianza con él.

La comparación entre Lv 19. 13-14 y Dt 24. 14-15 es reveladora: el segundo no se interesaba más que por el pobre humillado; el primero extiende la ley de la caridad a todo prójimo. Por el contrario, el Dt prestaba atención al extranjero; el Lv es desgraciadamente demasiado sensible a la pureza de la raza como para interesarse por él.

Puede decirse que la piedad hacia el pobre, víctima de una suerte injusta, constituía la razón de ser de la ley del Dt, mientras que la solidaridad de la sangre y los vínculos con el "prójimo" constituyen el móvil del Lv. Los tiempos han cambiado, en efecto, entre las dos legislaciones: el Dt se manifestaba en una época de profundas mutaciones sociales; el Lv conoce una en que el nacionalismo se presenta como la última muralla contra el influjo del paganismo. (...).

La intención de este pasaje es exactamente la de crear una conciencia de solidaridad nacional: la actitud ética está dictada por un sentido de comunión fraterna: no causar perjuicio a la propia sangre. Las primeras prescripciones cristianas se apropiarán esta manera de pensar exigiendo que los conflictos encuentren su solución en la misma comunidad (Mt 5. 25-26; 18. 15-22; 1 Co 6. 1-8; Rm 12. 17-19).

Un concepto así del amor es, sin embargo, muy pobre. Deriva de la religión del espacio cuando debería derivar -por emplear las expresiones de Tillich- de la religión del tiempo, o mejor aún, de la religión de la libertad.

El amor exclusivo del prójimo deriva, en efecto, más o menos conscientemente, del culto al sol y a todo lo que lleva consigo: clan y sangre, raza y familia, nacionalismo. Pero hay otros soles y otros espacios que se excluyen o que se toleran a condición de que no se provoque una situación conflictiva clara con ellos. Y es bien sabida la fuerza terrible de destrucción del otro que se encierra en el racismo y en el nacionalismo. Esta actitud que limita el amor al espacio es, en el fondo, una reviviscencia del politeísmo que circunscribía a los dioses cada uno a su territorio.

De hecho, el amor cristiano no depende del espacio, no se circunscribe ni al lugar, ni siquiera al tiempo. Dios pidió a Abrahán que abandonara el espacio de su familia y de su país en aras de una aventura que se inscribiría libremente en la historia... y esa es la razón por la que a Abrahán le fueron prometidas todas las naciones. Ese Dios pidió a su Hijo que ofreciera su vida no sólo por los suyos -especialmente definidos-, sino por la multitud, una multitud que trasvasa los límites de la Iglesia visible, y será necesaria toda la historia humana para amar y recurrir a esa multitud por encima de todo tribalismo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 277


3.

Contexto literario:- El cap. 19 forma parte de un conjunto homogéneo de leyes, designado, con el título de "Código de Santidad" (Lv.19-26) por el estribillo que se repite: "Sed santos, porque yo, el Señor... soy Santo". Todo este código es como un texto constitutivo que contiene los más esenciales principios que deben informar la cotidiana vida de Israel en su relación con Dios y con el prójimo. El cap. 19, en concreto, contiene una serie de leyes sociales.

-La perícopa litúrgica de hoy recoge alguna de estas leyes, y no las más interesantes. Me gustaría, lector, que leyeras todo el capítulo y te fijaras en leyes como las de los vs. 9-10: "cuando seguéis la mies de vuestras tierras no desorillarás el campo ni espigarás después de sembrar. Tampoco harás el rebusco de tu viña... se las dejarás al pobre y al emigrante....". ¿En que se parecen estas leyes con las del Código de Derecho Canónico? Su reforma nos la pueden pregonar a bombo y platillo, su elaboración podrá ser fruto de un ingente trabajo humano..., pero en la vida de la Iglesia, ¿no serían preferibles algunas de estas viejas leyes del A.T.?

Texto:-v.2: antes de exponer las diversas leyes, el autor nos da la razón o motivo por el que debemos cumplirlas. Así nuestra obediencia no será ciega, sino razonable. Si Dios nos exige es porque primero nos ha dado, porque nos ha otorgado el don de la salida de Egipto, de la tierra de la esclavitud (v.36), por eso puede ordenar el cumplimiento de unos preceptos (es curioso que de este don divino nada se hablaba en los antiguos catecismos, dando ocasión a una moral de acumulación de obras buenas, como si la religión fuera una Caja de Ahorros).

El Señor santo de la Alianza exige la santificación de su pueblo, y esto no se obtiene con la construcción de un santuario y la práctica de un culto (Ex.25-31;35-40), sino con el cumplimiento de los preceptos morales de este Dios santo, como nos lo dice el cap. 19. La santidad implica separación, pero no de un lugar o de un espacio -tan frecuentemente aconsejada por la Iglesia-, sino por la calidad de nuestras obras, como decía Orígenes. Es el mismo mensaje que nos inculca hoy el N.T.: "Sed perfectos..." A través de esta fórmula de presentación, las leyes humanas se insertan en la fe israelítica.

-vs.15-18: en su contexto primitivo, todo estos versículos se referían a las normas que debían observarse en todo proceso judicial. Al emitir sentencia, el juez no debe favorecer al rico para obtener ganancias, ni tampoco al pobre por falso sentimentalismo, sino que en su juicio debe resplandecer siempre la verdad y la justicia (v.15). El v.16 se refiere a los testigos y el v. 17 alude a que todo miembro del pueblo puede recurrir al tribunal en caso de disputa; el hecho de no acudir a este organismo acarrea el peligro de incubar en el corazón humano el odio al hermano, y el odio o rencor pueden llevar a la venganza (v.18)

Reflexiones:- En el ambiente judicial, estos vs. no han dejado de tener actualidad. La corrupción de los tribunales de justicia continúa siendo una de las peores lacras de nuestro tiempo, también de nuestra España, contra la que no se alzan muchas voces proféticas. Se clama contra los médicos, contra los empresarios, contra... pero los jueces continúan siendo intocables.

-El A.T.conoce el odio fraterno y sus fatales consecuencias: Caín y Abel; Esaú y Jacob; José y sus hermanos; el odio de Absalón hacia Ammón acarrea la muerte de éste (2 S 13). Los libros sapienciales nos recuerdan que el odio suscita discordias, mientras que el amor encubre todos los defectos (Prov.10.12). En este texto el término hermano no sólo es carnal, sino todo ciudadano por paralelismo. La disputa con él debe resolverse o por vía judicial o a través de un coloquio abierto y franco (corrección fraterna). El v. 18 nos recuerda que al israelita siempre le está prohibido el rencor y la venganza; todo sentimiento hostil debe ser aniquilado, de lo contrario se carga con la culpa.

-La palabra de Dios exige aquí no sólo un justo y legal comportamiento exterior, sino que intenta alcanzar el corazón humano inculcándole el amor (v.18). El cristiano vive fuera del régimen de la ley, ya que ésta ha sido superada, ha sido interiorizada. Todo culto, rito o ley debe llevar siempre al hombre a esta interiorización.

-Sólo un defecto observamos en este texto: su circunscripción exclusiva al pueblo de Israel. El v. 34 lo aplicará también al emigrante, pero será necesaria la llegada de Jesús para que se rompan todas esas cadenas nacionalistas.

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/15


4.

El deseo de dar a la sociedad un justo asentamiento social que garantice la paz y las relaciones plenamente humanas está en la base de todas las disposiciones más o menos jurídicas del AT.

Aquí se establece un principio con el que hay que relacionar todas las afirmaciones siguientes. Se afirma que la santidad del israelita tiene su fundamento en la santidad de Dios.

Pero para una exacta comprensión del texto, hay que recordar que en el AT la santidad no es una categoría ética, sino que intenta expresar la trascendencia, el hecho de que se pertenece a otra esfera. Así ser santo supone ser segregado en orden a una función, pero con una connotación importante: pertenecer a Yahvé quiere decir solidaridad entre los hombres, como consecuencia de la solicitud de Yahvé por Israel. Santo es aquel que pertenece a Yahvé y que con su vida prueba a los hombres que Dios vive y ama. Se comprende entonces el sentido de las normas que expresan el comportamiento del individuo en una sociedad regida por el derecho.

"Amarás a tu prójimo" este mandamiento lo ha asumido Jesús y lo ha declarado ley fundamental del reino (Mt 22,39ss; Mc 12,32; Lc 10, 27). Jesús no aporta una novedad sino que confirma un principio proclamado ya en el A.T. El prójimo, al principio, se limita al pueblo hebreo, pero en Lv.19,34 aflora una tendencia a superar esta barrera: el extranjero que reside en medio de ti ha de ser considerado autóctono. Filón de Alejandría aplica el concepto de prójimo a todos los hombres. Las barreras son definitivamente superadas en Ga 3,28: s. Pablo dice que no hay judío ni griego, esclavo o libre...

En esta lectura hay dos ideas fundamentales: la apertura para asumir la actitud social que pide el amor al prójimo como solidaridad humana y el ser santo en el sentido de pertenencia a Dios.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1987/04


5.

Si Dios es santo, santo ha de ser también el pueblo que ha elegido. La fórmula «Yo, el Señor vuestro Dios, soy santo», se repite constantemente en el contexto de los capítulos 17 al 26 del Levítico. Estos capítulos constituyen una colección a la que se ha dado el nombre, por lo dicho, de "Ley de santidad".

La prohibición del odio es un primer paso para el mandamiento del amor. Un segundo paso es la preocupación por los más cercanos, que excluye la indiferencia y se manifiesta en la corrección. A veces uno está obligado a corregir a los otros por su ministerio público, como es el caso de los profetas (cfr. Ez 3, 18: 33, 8), otras por su status en la familia o en la tribu.

Con la prohibición de la venganza se mitiga la "ley del talión", por lo menos dentro del ámbito del propio pueblo y de los parientes.

El "prójimo" es aquí el paisano y el correligionario. La máxima "amarás a tu prójimo como a ti mismo" puede ser una abreviacl6n de esta otra: "amarás a tu prójimo tal y como tú esperas ser amado por él"; en cuyo caso, no se iría más allá de la obligada correspondencia. Aunque en el resto del A.T. apenas se hace alusión a este mandamiento, los rabinos conocieron su valor normativo y su gran importancia; así, por ejemplo, dice el rabino Akiba en el siglo II a.C.: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo, éste es un mandamiento grande y universal de la Tora.

EUCARISTÍA 1987/10


6.

Sólo un límite en este texto: para los hebreos, sólo era prójimo el hermano de raza. El amor al hermano de raza, al conciudadano, tendrá que extenderse a todo hombre sin distinción de raza, sexo, edad y religión. Un paso más hacia la revelación del amor cristiano hecha por Jesucristo (cf. Jn 15,12; 17,21).

El AT conoce el odio fraterno y sus fatales consecuencias: Caín y Abel, Esaú y Jacob, José y sus hermanos; el odio de Absalón hacia Amnón lleva a la muerte de éste (2 Sm 13). Los libros sapienciales nos recuerdan que el odio suscita discordias, mientras que el amor encubre todos los defectos (Prov 10,12).

La Palabra de Dios impone no sólo un justo comportamiento exterior según la ley, sino que intenta llegar al corazón humano, inculcándole el amor. Y, entonces, estamos ya fuera del régimen de la ley, siendo ésta superada, interiorizada. Todo el montaje cultural, ritual y legal debe llevar al hombre a esta interiorización.

EUCARISTÍA 1993/10


7.

El capítulo 19 del Levítico podría titularse «Itinerario para reconocer a Dios en el prójimo». Dios proyecta la luz de su revelación, potentísima, sobre los hombres que integran la comunidad de Israel y, como en el milagro de la curación del ciego, hace que vean más allá de la opacidad de las circunstancias naturales. Dios está presente en todos los hombres y en cada uno de ellos. Por eso, la santidad personal tiene una exigencia: «Sed santos, porque yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo» (v 2). Y tiene también un objetivo muy concreto: «Cumplid todas mis leyes y mandatos, poniéndolos por obra» (37) Las leyes y costumbres que deben ser introducidas en la vida cotidiana del pueblo se reducen a una sola: imitar la forma de actuar de Yahvé (que se cumpla la salvación en toda su magnitud en cada uno de los que integran el pueblo). El compilador-redactor de nuestro texto ha tomado materiales de dos fuentes distintas. En primer lugar, de la antiquísima tradición del desierto. En aquel ambiente de vida durísima, Yahvé hizo que el pueblo descubriera la necesidad de dulcificar la ley elemental de la supervivencia, impuesta por las costumbres de una vida nómada que obligaba a recelar de todo y de todos y que exigía mantener a toda costa la autoridad y la justicia estrictas, así como la máxima pureza religiosa. Estaba en juego la supervivencia del individuo y del clan.

Otra fuente que nutre el espíritu del redactor es la del ambiente posexílico. También en aquellos momentos estaba en juego la supervivencia del espíritu nacional, amenazado por muchos peligros, principalmente por el paganismo ambiental. Si se quiere salvar la nacionalidad judía, no hay otro camino que respetar y ayudar al prójimo como una exigencia de la actitud salvadora de Yahvé.

El redactor aúna los diferentes materiales en un todo. En el fondo laten el espíritu y la inspiración del decálogo: actitud de fidelidad a Yahvé y a su alianza (4.12.30s), veneración a los padres y ancianos (3.32); deber de practicar la justicia y la caridad (11-18.33-36). Pero se insiste con gran énfasis en la actitud de caridad que va más allá de la justicia y la humaniza: preocupación efectiva por el sustento de los pobres (9-10), consideración con el que no puede responder a los agravios (14), corrección fraterna (17s) y actitud acogedora con el extranjero (33s).

Todavía estamos muy lejos de la ley del amor universal tal como será proclamada en el Sermón de la Montaña (Mt 5,43ss); aquí la caridad se limita a «los hijos de tu pueblo» (18) y, como apertura máxima, al «extranjero» que «habita en medio de vosotros, en vuestra tierra» (33-34); pero es un paso muy claro y decidido de la pedagogía de la revelación hacia la plenitud de amor preceptuada por Jesucristo (cf. Jn 13,34s).

J. M. ARAGONÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág.149 s.