COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Co 15, 12-16, 20

1. MU/RS:

-Aunque no conocemos bien las motivaciones profundas y las razones de los que negaban la resurrección de los muertos que predicaba Pablo, parece que se trata, una vez más, de tendencias espiritualistas como las que propugnaban los gnósticos. El desprecio del cuerpo que tenían estos espiritualistas no les permitía creer en la resurrección de la carne. La sorprendente réplica de Pablo sólo se comprende desde la fe en la resurrección de Jesús y en lo que este hecho significa para los creyentes. Porque no se trata sólo de un hecho excepcional y aislado, que concierna únicamente al destino de Jesús de Nazaret, sino de un hecho de salvación universal: Jesús es "el primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8,29), el primer nacido de entre los muertos o el primero que resucita. De ahí que el sentido y la eficacia de su resurrección se ha de manifestar todavía cuando llegue la resurrección de todos los muertos. El que no cree con la esperanza de resucitar no cree ya en la resurrección de Jesús, que es el contenido esencial del evangelio, y su fe carece de fundamento.

EUCARISTÍA 1983, 9


2.

-Este pasaje tiene el claro objeto de combatir las doctrinas equivocadas (v.12) que, sobre la resurrección de los muertos, circulaban entre los corintios. Pablo rebate con energía esta desviación de los primeros cristianos porque, si así fuera, no solamente la fe de los cristianos se habría malogrado (v.2), sino que incluso Pablo mismo sería un impostor y su mensaje un engaño (v.15). Casi se puede decir que lo que da seguridad sobre la esperanza futura es que Dios resucita a todos los salvados, incluido y como primero el mismo Jesucristo. Si el cristiano no resucita es que tampoco Cristo ha resucitado. Por eso mismo la certeza de la resurrección es, si cabe, mayor. Esta es la única vez que Pablo argumenta de este modo. Consuelo para el creyente y seguridad para el que se ha fiado de Dios. Para el apóstol lo que hace que el pecado no tenga ya sentido, lo que constituye el triunfo sobre la muerte radical es la resurrección de Cristo. Si éste no ha resucitado, el pecado permanece aún entre los hombres, y, en consecuencia, la perdición: el cristiano se encuentra abocado al fracaso radical (v.18). La vida del resucitado (cf. Rom 7,4) fundamenta la vida futura del creyente y, por lo mismo, le es posible al que cree vivir en la esperanza de que el mal y la muerte han sido fundamentalmente vencidas por la cruz de Jesús y su resurrección.

De ahí también que toda su lucha contra la muerte tenga valor; que toda superación de la limitación del hombre tenga relación con la resurrección.

La esperanza cristiana fundamentada en la muerte de Cristo y en su resurrección no se agota con el quehacer cristiano diario, con la posible superación de la limitación que conlleva el ser hombre. La resurrección de Cristo empuja también al creyente hacia un tipo de vida escatológica, superior y más total: la vida de la resurrección. El problema que maneja este pasaje de la primera carta a los corintios es, en el fondo, el de la resurrección de los que ya han muerto, puesto que para el hombre helenístico es un problema insoluble. De ahí que hayan surgido teorías en las primeras comunidades (bautismo de un vivo en favor de un muerto no bautizado) que pretenden subsanar la inseguridad que produce el morir y el no saber qué hay más allá de la muerte.

Pablo lo dice con energía: la muerte y resurrección de Cristo fundamentan la resurrección de los que han muerto. O dicho de otro modo: el creyente sabe que esta realidad actual no agota toda la realidad existente; sabe que es posible vivir otro tipo de vida diferente a éste, pero tan real y tan verdadero como éste. Todo ello porque Dios resucita a los que mueren y porque Cristo fue el primer resucitado de todos. Confianza, seguridad y certeza es la herencia del resucitado.

EUCARISTÍA 1977, 9


3.

-Prosiguiendo el tema de la Resurrección, comenzado anteriormente en la carta, San Pablo lo desarrolla desde otro punto de vista.

Tras recordar brevemente el testimonio de la Resurrección, pasa a la exposición de los efectos salvadores de ella. Su perspectiva es dogmático-salvífica y no apologética. El problema de los corintios no era aceptar la Resurrección de Cristo, sino que ese hecho tuviera incidencia sobre la existencia humana. Dicho de otro modo, que la Resurrección hiciera que los creyentes en Cristo tuvieran vida nueva.

San Pablo insiste en la conexión entre Cristo resucitado y el creyente en El. Parte de la aceptación del hecho de la Resurrección y argumenta así: negar la vida nueva de los creyentes es negar la Resurrección. Ahora bien, esto no es posible, pues Cristo resucitó realmente. Luego es preciso aceptar que los muertos viven y viven en sentido total, como el propio resucitado, más allá de los lazos del pecado y la muerte (cfr. Rom 6,6-11 y 8,2). La Resurrección de Cristo es no sólo algo que le afecta a El, sino extiende su efecto a los creyentes, los coloca en la situación nueva. Y la muerte no destruye esa situación, sino precisamente hace vivirla más plenamente.

El presupuesto paulino de esta forma de pensar es la unión total entre Cristo y el cristiano. No puede negarse la consecuencia en el hombre de los sucesos de Cristo, sin negar al mismo tiempo esos mismo sucesos. Porque lo de Jesús está en función de su efecto salvador. Cristo es el primero en tiempo y en importancia.

De lo dicho se desprende que la frase "si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe", ha de entenderse en sentido principalmente salvífico. La Resurrección no sólo prueba que Jesús tenía razón, sino causa la vida, coloca al hombre en una nueva situación. Hay, pues, razones de esperanza vital, real, presente. El cristiano ya está en este camino. No puede decirse solamente en sentido apologético, sino total. Ciertamente esta predicación puede resultar chocante. ¿Cuándo no ha suscitado escándalo este mensaje? También en los primero tiempos (cfr. Hech. 17,32: Pablo en Atenas). Pero renunciar a ella o disimularla es renuncia a lo típicamente propio del anuncio del Señor.

DABAR 1983, 15


4.

La resurreción de los cuerpos se les hacia un tanto difícil a más de un corintio (v. 12). Probablemente no dudaban de la resurrección de Cristo, pero negaban todo nexo entre el acontecimiento de Pascua y la resurrección general de los cuerpos. Cabe pensar que esos corintios eran, o bien discípulos de judíos saduceos, que negaban la resurrección (Mt. 22, 23), o bien personas de tendencia platónica para las que no había necesidad alguna de encontrar en el más allá un cuerpo, que lo único que podría hacer sería obstaculizar el goce de la felicidad espiritual esperada.

* * * *

La argumentación de Pablo discurre en dos planos complementarios. Por otra parte, si Cristo ha resucitado, está claro que también nosotros estamos llamados a la misma resurreción, por el simple hecho de que poseemos la misma naturaleza que El (v. 20). Por otra parte, la resurreción de Cristo no puede comprenderse sino en función de la de todos los hombres, y no a la inversa (vv. 13-18). Que exista un nexo interno entre ambas resurrecciones, eso no lo ve Pablo, puesto que se sitúa no en el plano filosófico, sino en el plano de la salvación. Afirma que si los muertos no resucitan, esto probaría que Cristo no consiguió salvar a la humanidad. La salvación implica efectivamente la victoria sobre la muerte corporal.

* * * *

Inconscientemente, el cristiano moderno se vería fácilmente impulsado a razonar como los corintios. Admite sin mayores reparos, a título apologético, la resurrección de Cristo como un milagro extraordinario que ratifica la misión y la doctrina de Jesús, pero no acierta a ver tan claro por qué esa resurrección supone la suya y la de todos los hombres. Encuentra, además, alguna dificultad en admitir que este cuerpo enterrado y descompuesto pueda recobrar la vida, porque el cristiano disocia fácilmente el alma del cuerpo, en nombre de una filosofía griega dicotómica tradicional y que tiene que hacer un esfuerzo para creer en la unidad de la persona humana.

La contraposición entre los corintios y San Pablo a propósito de la resurrección se basa, por lo demás, en gran parte sobre dos conceptos antropológicos diferentes: el dualismo griego que separa el alma del cuerpo hasta atribuir a la primera una existencia cuasi autónoma y el concepto unitario judío según el cual el cuerpo y el alma, juntos, constituyen la persona humana.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 233 s.


5.

-Sin la resurrección, la fe carece de sentido (1 Co 15, 12...20)

La fe en el "primer resucitado" es condición imprescindible de la lógica de la vida del cristiano. Si se supone que Cristo no ha resucitado, la fe no conduce a nada, continuamos en el pecado y los que murieron con Cristo antes que nosotros, están perdidos. Por otra parte, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 177


6. /1Co/15/12-34

Texto polémico de Pablo sobre la resurrección de los muertos. Había quien la negaba. Y negar que los muertos resuciten significaba herir de muerte el corazón mismo de la predicación de Pablo. Pues ¿qué sentido podía tener entonces la proclamación de que Cristo ha resucitado de entre los muertos? «Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado» (v 13). La cosa era de vida o muerte. Por eso el Apóstol se juega todas las cartas. Para comprender su pensamiento habrá que tener en cuenta que, para Pablo, la situación que podemos llamar natural del hombre es de pecado y perdición. El hombre solo permanece inexorablemente perdido. Solo no se puede salvar. El único que lo puede salvar es el Cristo Jesús que Pablo predica. «Por eso si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es ilusoria y seguís en vuestros pecados. Y, por supuesto, también los cristianos difuntos han perecido» (17-18). Así, pues, el Apóstol les dice bien claro que si la esperanza que tienen en Cristo es sólo para esta vida, "son ciertamente los más desgraciados de los hombres" (19), es decir, unos ilusos.

En realidad, Pablo se encuentra desarmado, no pudiendo probar que Cristo ha resucitado. Con todo, hacia el final del texto no deja de insinuar y sugerir una razón seria, aunque tal vez sutil, a favor de la resurrección de Cristo y de los hombres. Sin la posibilidad de resucitar, es esta misma vida de aquí abajo la que resulta carente de sentido, sin razón, ininteligible. «Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos» (32). Es decir, sin la resurrección, la vida del hombre, tal como se vive, no ofrece razón ni sentido dignos de atención por el hecho de permanecer circunscrita únicamente al cumplimiento de funciones fisiológicas de comer y beber. Ahora bien: ¿sólo para esto estaremos en el mundo? Si así fuera, hay que reconocer que queda desposeído de cualquier valor aquello que hay de más alto y humano en el hombre: la mente, el pensamiento, la inteligencia. Y llega a ser absurdo que el hombre goce de estos dones si la única cosa "racional" que puede hacer no es otra que comer y beber. De esta forma, por tanto, el anuncio de la resurrección representa para Pablo simultáneamente la recuperación y defensa del hombre en la parte más noble y más humana de él mismo.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 880