COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 1, 40-45

Par: Mt 8, 2-4  Lc 5, 12-16

1.

Los tres sinópticos cuentan esta curación de un leproso. Parecen estar de acuerdo en hacer de él uno de los primeros milagros del Señor, haciéndole en cierto modo el encargado de poner de manifiesto la autoridad del joven rabino sobre el mal. También están de acuerdo en situar este milagro en Galilea. Lucas precisa incluso que "en una ciudad" (Lc. 5, 12 ), lo que es bastante improbable, dada la severa legislación de los judíos (Lev. 13, 45-46), que alejaba a los leprosos de los centros habitados. Por eso, Mt. 8, 5 corrige este detalle, situando el milagro a las puertas de la ciudad.

Mateo asocia con este milagro la curación de un pagano y de una mujer (Mt. 8, 1-15) para presentar en Jesús al convocador de las categorías humanas privadas hasta entonces de toda un parte de ciudadanía en el pueblo elegido. Lucas, por su parte, se limita a ver en él uno de los primeros milagros del Señor, fuente de deslumbrada sorpresa por parte de la multitud (Lc. 5, 15). En cuanto a Marcos, hace igualmente de este milagro uno de los primeros del joven rabino.

* * * *

El relato de la curación del leproso está, además, fuertemente cargado de indicios de la toma de conciencia, por parte de Cristo, de su poder de taumaturgo.

Jesús empieza por sentir piedad ante el sufrimiento que encuentra a su paso. Es una lástima que Lucas no haya hecho mención de esos sentimientos, aludidos tan solo por Marcos (versículo 41).

Esa "emoción" y esa "compasión" son importantes por cuanto en Cristo el amor poderoso y curativo de Dios pasa a través de esos sentimientos humanos. Cristo quiere humanamente la curación de los enfermos que encuentra a su paso, y en ese deseo no habría habido milagros. Por eso Cristo tiene conciencia de que el amor a sus hermanos es el canal del amor de Dios hacia los hombres.

Por otro lado, Jesús es todavía novicio en el empleo de su carisma de taumaturgo. Hasta tiene un poco de miedo: presiona al enfermo curado para que guarde silencio (véase el tono extremadamente duro del v. 43, exclusivo de Marcos), y le insiste, sobre todo, en que no prescinda de los exámenes legales (Lev. 13-14). Finalmente, esquiva en lo posible la admiración de la multitud que podría entender mal sus milagros (v. 45). Se advertirá igualmente que Cristo no reclama la fe del peticionario, tal como hará más adelante en la mayoría de los casos. Está realmente descubriendo el poder divino que hay en él y busca las condiciones más apropiadas para ejercerlo.

La mentalidad religiosa de los contemporáneos de Cristo asociaba el alma y el cuerpo en una unidad mayor aún que las mentalidad griega. De ahí se deducía que toda enfermedad física debía ser un reflejo y una consecuencia de una enfermedad moral. Con la novedad de la curación del Cuerpo, Cristo debió de tomar rápidamente conciencia de que inauguraba de hecho, con su predicación, los tiempos mesiánicos y la era de la consolación.

Meses más tarde comprobará que su propia persona condiciona la venida del Reino y que la fe en su misión es la prenda de la curación y del perdón que ha venido a traer.

* * * *

Tanto si nos fijamos en la primera curación como en las que realizó al final de su vida, advertiremos siempre que es el Hombre-Dios quien actúa. Estructurando su vida de hombre en torno a relacione de amor y de compasión hacia sus hermanos, y al mismo tiempo sobre la obediencia perfectamente filial a los designios de su Padre respecto a la creación. Jesús de Nazaret ha vencido al pecado, ha realizado el primer tipo de humanidad sin mal y, consiguiente, se ha convertido en la fuente concreta, única, a partir de la cual la humanidad está en condiciones de promover un auténtico porvenir para el hombre.

Las curaciones de las enfermedades nos enseñan más sobre la persona de Jesús que sobre la enfermedad en sí, ya que no son más que un momento significativo de una curación que afecta a toda la creación en la vida y la persona de Cristo.

Hoy todo lo relacionado con la curación es patrimonio de la ciencia y de la civilización y son muchas las maravillas que se realizan en este campo. El cristiano debe colaborar lo más posible en esta tarea, pero debe saber que no será un verdadero curador de sus hermanos, sino cuando la liberación del mal haya alcanzado en él a máximo de plenitud mediante su fidelidad al Padre, pues no hay enfermedad más grave para la promoción de la ciudad terrestre que el trastorno provocado por el deseo del hombre de bastarse a sí mismo en su búsqueda de felicidad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 238 s


2.

Aquí es donde por primera vez se habla de la curación de un leproso.

La lepra era una enfermedad espantosa, porque excluía de la comunión con el pueblo, o sea, segregaba a un hombre de sus relaciones con el pueblo de Dios. "¡Impuro, impuro!", gritaba el leproso desde lejos, de manera que todos se pudieran parar y evitar así acercarse a él (Lev 13, 45). Los rabinos lo consideraban como si estuviera muerto y pensaban que su curación era tan improbable como una resurrección.

En este caso es curioso observar que el leproso no duda en acercarse a Jesús. Un viejo documento cristiano, el papiro Egerton, inserta en este texto una insistente oración del leproso cuando descubre a Jesús: "Maestro Jesús, tú que andas con los leprosos y comes con ellos en su mansión: yo también me he puesto leproso; si tú quieres, me volveré a poner puro".

Algunos códices muy autorizados, en vez de decir "tuvo compasión", dicen que "se había indignado". Evidentemente, Jesús rechazaba enérgicamente la segregación de la que eran víctimas aquellos pobres leprosos.

Algunos detalles en el modo en que se realiza la curación subrayan su indignación por la segregación de los leprosos. Jesús "toca" al enfermo para demostrar así su desprecio por las inhumanas leyes vigentes. Estamos en un tema que se repetirá como un "leitmotiv" a lo largo del segundo evangelio, como igualmente en el epistolario paulino: las leyes no son soberanas en sí; sólo obligan en cuanto están a favor del hombre. Y el juicio sobre esta condición humana de la ley lo tiene que hacer el súbdito.

OBJECION-CONCIENCIA Por eso, el considerar la ley -civil o eclesial- como un absoluto va contra la enseñanza más elemental del Nuevo Testamento. Habrá momentos en que el cristiano, llevado de su conciencia humanizadora, deberá rechazar una ley y poner contra ella una válida "objeción de conciencia". La ley de segregación de los leprosos era, al mismo tiempo, civil y religiosa. Jesús no solamente pone objeción de conciencia, sino que la infringe claramente, "tocando" al leproso.

A continuación Jesús ordena severamente al leproso que no haga publicidad de su curación, ya que su finalidad no era hacer ruido y atraerse con ello a la gente, con una falsa apologética, sino reintegrar en la sociedad a un marginado. Por esto le insta a que se presente a los sacerdotes, para que le den el certificado oficial de reinserción en la comunidad.

Muchas veces la Iglesia se ha preocupado más de una antievangélica publicidad apologética para con ello adquirir nuevos adeptos para su institución, que de luchar verdadera y eficazmente por los derechos humanos conculcados, sean de cristianos o de personas ajenas a su institución.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1120


3. 

-La actitud de Jesús

Hemos de observar un segundo elemento: la reacción de Jesús. Su actitud podría parecer contradictoria. Jesús proclama el Reino y libera a un poseso, pero no quiere que esto se divulgue.

Parece como si creyera que una divulgación anticipada (mientras que los espíritus que saben superar las apariencias aciertan y leen el misterio de su persona) acabaría comprometiendo su proyecto mesiánico.

Jesús recorre todas las comarcas de Galilea buscando a la gente para predicar (1, 39), mientras que, por otra parte, evita el asalto de las turbas y se retira a lugares solitarios (1, 45).

Cura a un leproso y le ordena que se presente a un sacerdote para que compruebe su curación, pero le prohíbe que hable de lo ocurrido con todos los demás.

¿Por qué todo esto? Busca a la gente y al mismo tiempo se separa de ella; realiza señales que lo revelan como Mesías y al mismo tiempo quiere ocultarlo. Y no sólo toma sus distancias ante la gente, sino incluso ante sus discípulos; cuando éstos, "pensando humanamente como los demás, o mejor sin pensar, sin la vigilancia interior de su Maestro, se llegan a él para hacerle volver, surge su decisión firme".

Pero la actitud de Jesús no es contradictoria. Se trata -una vez más- del intento de expresar su misterio, su originalidad. Jesús no niega que sea el Mesías, pero demuestra que tiene una idea mesiánica diferente.

Busca a la gente y se muestra solidario con la historia, pero también se cuida de evitar los equívocos que la gente y la historia arrastran muchas veces consigo y huye de la instrumentalización que les gustaría hacer de los designios de Dios.

MIGROS/RV: Tiene que llevar el mensaje "a todas partes", a todos, pero sin ser prisionero de nadie. Ha venido a anunciar el Reino, no a hacer esos milagros tan cómodos que les gustarían a los hombres. Por eso Jesús huye de la gente que busca milagros. ¿Por qué?

Habría que hablar mucho de ello y diremos algo más tarde. Pero ya ahora podemos decir que los milagros no tienen ante todo un valor apologético, sino un valor de revelación. Están al servicio de la fe y por consiguiente no eliminan la lógica de la fe, no dan una certeza distinta de la fe y no revelan un Dios distinto. Están al servicio de Jesús, de un Dios que se revela en la cruz; por tanto, no eliminan la cruz, sino que -a un nivel más profundo- revelan que en ella está presente la victoria de Dios.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 44 ss


4.

Texto. Se enmarca en el conjunto unitario que deben formar la proclamación-enseñanza del Reino de Dios y el poder curativo de Jesús. Y, sin embargo, un leproso apela con gestos suplicantes al poder de Jesús. La reacción de Jesús es textualmente insegura. La traducción litúrgica ha preferido la compasión; la mayoría de los comentaristas prefiere la ira, a pesar de que la variante esté débilmente documentada. Como en el caso de la suegra de Simón, la fuerza curativa se transmite espontáneamente a través del contacto corporal.

Realizada la curación, Jesús despide con brusquedad al sanado. Este deberá aguardar silencio absoluto y presentarse a la autoridad sanitario-religiosa para que ésta confirme su curación y así el curado pueda incorporarse a la vida en sociedad. La legislación entonces vigente en materia de lepra la puedes consultar en Levítico, caps. 13 y 14, 1-32.

Aunque la continuación del texto es ambigua, la mayoría de los comentaristas se inclina por el incumplimiento del mandato de guardar silencio por parte del curado. De esta forma, Jesús se encuentra metido en una situación embarazosa, hasta el punto de que tiene que retirarse, pero tampoco en esos lugares retirados puede pasar desapercibido.

Comentario. Con el texto de hoy concluye el segundo bloque del Evangelio. En la intención de Marcos, proclamación del Reino de Dios y actuación poderosa de Jesús deben constituir una estrecha unidad, de forma que la actuación de Jesús sea vista en la perspectiva del Reino de Dios que está viniendo. Sin embargo, la unidad se queda sólo en la intención del autor. La realidad de lo narrado desmiente esa unidad. La gente y los cuatro discípulos se quedan con la fuerza curativa de Jesús, olvidando la perspectiva a cuya realización sirve. A la gente le interesa el poder curativo de Jesús, pero no la realidad del Reino ni el cambio de mentalidad y de comportamiento. Ampliando los términos, a la gente sólo le interesa egoístamente su salvación. El leproso es el prototipo de este modo de concebir las cosas. De ahí la ira del Jesús de Marcos y la brusquedad con que lo despide.

Al curado se le impone la misma orden de guardar silencio que al espíritu inmundo en 1, 25 y 34. Un silencio relacionado con la persona de Jesús en cuanto taumaturgo. Pero la realidad de los hechos puede más que el proyecto. Por derroteros como el tipificado por el ex leproso sólo se llega al fracaso de la Buena Noticia que trae Jesús. Sin embargo, parece que la gente está más interesada en un Jesús milagroso que le solucione sus problemas que en el proyecto de ese mismo Jesús. En el segundo bloque de su Evangelio, Marcos no se revela como un autor excesivamente optimista. Más bien lo contrario. Tal vez por eso nos resulte inquietante.

A. BENITO
DABAR 1988/15


5.

Comentario. Marcos nos dejaba el domingo pasado con la noticia de un Jesús yendo de sinagoga en sinagoga. El relato de hoy, sin indicación alguna de lugar y tiempo, encaja perfectamente en esa forma de vida itinerante. (Evocación extratextual y marginal: las posesiones son peligrosas: imponen la obligación de permanecer junto a ellas). Un leproso sale al encuentro de Jesús. Lo hemos escuchado en la primera lectura, tomado del Levítico: el enfermo de lepra (no necesariamente la enfermedad de Hansen, sino cualquier tipo de enfermedad de la piel, vetíligo, leucoderma, etc., cfr., Lev. 13. 1-46) debía avisar de su condición cuando se acercaba a alguien y gritar: "¡Impuro, impuro!" Acercándose, pues, a Jesús en la forma que describe Marcos, el leproso transgrede la ley. Este supuesto es nuevo, pues hasta ahora todas las personas se han movido en un marco estrictamente legal. Cfr. Mc. 1, 32: la traída de enfermos después de terminado el sábado, sin infracción por tanto de la ley. Marcos nos presenta al enfermo suplicando de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme".

Las palabras no expresan duda sobre el poder curativo de Jesús, sino sobre su voluntad o disponibilidad a ejercerlo. ¿O son sencillamente un cumplido? (cfr. Epicteto, III, 10. 14 ss). Es muy raro encontrar reflejados en los evangelios los sentimientos de Jesús. El relato de hoy es uno de los poquísimos casos en que éstos se traslucen. "Sintiendo lástima". Escueto como siempre, Marcos no nos dice el porqué. Este es solamente presumible: las condiciones especialmente duras de marginación social de este tipo de enfermos (cfr. Lev. 13, 45-46). Casi sin dar tiempo al sentimiento resuena la palabra de Jesús: "Quiero, queda limpio".

Sin magias, exorcismos o rituales por parte de Jesús. Y de nuevo acontece lo inesperado e imprevisto: "He aquí que desapareció la lepra". Reaparece la típica fórmula: "He aquí que. Y quedó limpio". La situación nueva se abre una vez más paso con fuerza.

El signo, vehículo o señal de esta situación es la curación instantánea.

Lo que sigue no casa bien con lo anterior. La traducción litúrgica ha optado por la forma más mitigada: "El lo despidió, encargándole severamente". En realidad se trata de una reacción más bien violenta por parte de Jesús. Marcos nos presenta a un Jesús contrariado. Y una vez más el porqué es sólo presumible. El leproso le ha forzado a Jesús a actuar en un marco no legal.

Probablemente Jesús no ha transgredido la ley, pero según la ley ha incurrido en impureza. Ahora bien, para un judío, y Jesús lo era por nacimiento y por educación, "la ley es santa y el mandamiento es santo, justo y bueno" (Rom. 7, 12). "No se lo digas a nadie, sino ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés". Desde 1901, fecha en que W. Wrede publicó su obra "El secreto mesiánico"

(SECRETO-MESIANICO), estas palabras han adquirido una especial carga dogmática. A lo mejor, contra Wrede, estas palabras no esconden intencionalidad alguna especial por parte de Marcos, sino que simplemente reflejan una vivencia mucho más histórica y sencilla de lo que el racionalista Wrede imaginaba: el comienzo del cuestionamiento de la ley por parte del judío Jesús. Un cuestionamiento nada fácil ni snobista por parte de Jesús. Pero precisamente por ello, un cuestionamiento dramático. ¡Por favor, vete a Jerusalén y cumple todo lo que prescribe la ley! (cfr. Lev. 14. 1-7: examen médico, ofrecimiento de dos aves, rito y alta médica). ¡Vete a Jerusalén para que te declaren sano! De mí no digas nada. No soy el importante para ti.

Pero el ex leproso empezó a hablar de Jesús, de su capacidad curativa, de su persona. Esta fama, puntualiza Marcos en el v. 45, fue contraproducente desde el punto de vista del orden establecido. Esta fama supuso una confrontación con ese orden.

Una confrontación inevitable, a pesar de los esfuerzos de Jesús por evitarlo y pasar desapercibido.

DABAR 1985/14


6.

Como enfermedad contagiosa la lepra exigía aislar al enfermo del resto de las personas. Sólo tras dictamen competente podía el ex leproso incorporarse al grupo social. La regulación del procedimiento a seguir puede verse en Levítico 14, 2-32.

Sentido del texto. La palabra de Jesús es capaz de crear comunidad allí donde hay marginación. Este es el sentido que Jesús quería dar a este milagro. Pero tiene el temor fundado de que no vaya a ser interpretado en este sentido profundo, sino superficialmente, como un milagro sin más. De ahí el severo mandato de Jesús al ex leproso. Y ése, efectivamente, se queda con la superficie del hecho, sin calar en su sentido profundo. Consecuencia: creciente disgusto de Jesús, porque ve en la gente que le busca una "cuadrilla" de interesados egoístas.

DABAR 1979/15


7.

Desde el punto de vista estilístico, este texto es una narración de milagros. El enfermo se presenta en actitud de súplica. Jesús lo cura con un "gesto" y una "palabra". Las narraciones de milagros en el NT se atienen en general, a las rígidas leyes de este género literario. La interpretación en cambio prestará mayor atención a los rasgos que superan este esquema porque en estos rasgos se manifiesta la intención kerigmática del narrador cristiano.

Según la concepción judía la curación de la lepra estaba al mismo nivel que la resurrección de un muerto. Sólo Dios podía realizarla, cfr. 2 R 5,7. En el texto de hoy hay un dato importante: se une el poder de curar con el querer hacerlo. Basta la voluntad de Jesús. Es el rasgo cristiano que se introduce en la narración.

En el AT los hombres de Dios tenían poder para realizar estas obras. El hecho de atribuir este poder a Jesús manifiesta el tipo de cristología que hay en el fondo del relato. Jesús con un gesto y una palabra cura al leproso. Se le presenta así como el gran profeta de la época escatológica.

Jesús manda que el leproso se presente al sacerdote para que se certifique la curación. Quiere evitar que se divulgue el milagro pero quiere que se confirme la curación para que el enfermo quede reincorporado a la comunidad.

La actividad taumatúrgica de Jesús está vinculada, de una manera característica, a su persona, a su predicación y a su acción salvífica. Los milagros indican quién es Jesús. Lo que él hace con el leproso es una obra profundamente humana. Lo cura y lo reincorpora a la sociedad de la que había sido arrojado. Ha llegado la época mesiánica y en Jesús el leproso encuentra a Dios. Jesús ante el leproso no se mantiene lejos sino que lo toca. Así muestra su plena comunión con él. Pero sobre todo no se mantiene inactivo. Lo libera de la situación y lo incorpora a la comunidad. Jesús elimina toda actitud que excluya o margine y se acerca a todos los hombres que la sociedad civil o religiosa margina: endemoniados, leprosos, publicanos.. A la huida o separación contrapone el encuentro que salva.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985/04


8.

Hoy acabamos esta primera etapa de la lectura continuada de Marcos (el miércoles empezamos la Cuaresma), y cuando la recuperemos después de Pascua ya será en el domingo undécimo, saltando al cuarto capítulo, cuando ya haya concluido eso que hemos denominado "la explosi6n de Galilea".

Hoy leemos otro de los signos que marcan esta explosión: Jesús rompe uno de los grandes tabúes: el tabú de la lepra, lo que hemos leído en la primera lectura. Jesús no rechaza a un leproso que se le acerca, en contra de lo que la Ley decía. Pero, además de esto, vale la pena notar dos cosas aún más sorprendentes: una, que nadie del entorno de Jesús haga ninguna observación sobre los peligros que esto comportaba; la otra, aún más importante, que un leproso tenga suficiente valor como para romper las obligaciones de marginación a que estaba sometido y se acerque a Jesús. Con todo esto, Marcos quiere mostrar que desde el inicio Jesús viene dispuesto a romper todos los tabúes que sea necesario, y que todo el mundo sabe que Jesús está constantemente dispuesto a esta ruptura.

Aparece también aquí el tema del "secreto mesiánico": Jesús no quiere que se divulgue su fama, porque eso podría ocasionar que la gente entendiera su mesianismo como un mesianismo guerrero y poderoso, como esperaban muchos. Pero el leproso no puede callar, sino todo lo contrario: de hecho, el que ha sido salvado por Jesús es imposible que calle. Y su fama, la explosión de Galilea, es imparable.

Finalmente, vale la pena notar que Jesús, a pesar de romper tabúes, no es un defensor de una especie de principio general de ilegalidad: Jesús quiere que la curación sea certificada por el sacerdote, como prescribe la Ley. La Ley sólo hay que romperla cuando oprime. Y además, el pobre leproso vivirá mucho más tranquilo si tiene un certificado que le autorice a hacer vida normal.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994/03


9.

Un día un leproso se acercó a Jesús y le dijo: "Si tú quieres, puedes limpiarme". El leproso estaba excluido de la comunidad religiosa (Lv 13, 45).

En las sociedades pre-científicas la mayor parte de las enfermedades contagiosas eran consideradas en cierto modo como un castigo da cielo... y las gentes se defendían como podían poniendo al apestado al margen de la sociedad, con interdicción de entrar en contacto con el.

Estamos pues ante una de las mayores miserias humanas: este hombre sufre doblemente... su cuerpo está duramente afectado... y es repudiado por todos...

-Enternecido ante este hombre, Jesús extiende la mano y le toca...

Marcos subraya el gesto de compasión. Jesús se emociona ante este infortunio. Delicadeza. Participación en el dolor de los demás.

Nuestro Dios no es insensible y lejano. Se enternece. Permanezco el mayor tiempo posible en la contemplación de este sentimiento del corazón de Jesús.

Por este acto, Jesús infringe deliberadamente la Ley. Ha tocado al leproso, desprecia, por así decirlo la "prohibición" que tanto le había afectado.

-Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio.

¡Eres bueno, Señor! ¡Líbranos de todo mal! ¿Cuál será el día en que todo mal habrá desaparecido? Señor, desde ahora, quiero trabajar en ello, contigo. Cada vez que puedo ayudar a alguien a salir de la desgracia o del pecado... tú estás allí en mí para continuar tu obra de salvación.

-Enseguida, Jesús le despide con esta severa advertencia:

"Mira de no decir nada a nadie .." Siempre la misma consigna del "secreto mesiánico".

En los catecismos se decía: Jesús probó que era Dios, haciendo milagros. La fórmula, en cierto sentido, es verdadera. Pero podría inducir a pensar que Jesús buscaba más "manifestar su Poder" que "probar quién era El". Ahora bien, es precisamente todo lo contrario, si nos fijamos bien.

Jesús deliberadamente "ha escondido" su dignidad y ha pedido que no se hablara de sus milagros.

Y esta consigna "severa" del secreto, Jesús la mantendrá hasta la hora de su Pasión. La recordará a san Pedro el día de su profesión de Fe en Cesarea: "Les mandó severamente que no hablasen de El a nadie" (Mc 8, 29-3O). Es una prueba suplementaria de la autenticidad del evangelio: si este libro hubiera sido inventado por algunos admiradores, y escrito con una intención apologética se hubiera insistido sobre la gloria, el poder, las proezas divinas.

Ahora bien, es un hecho que se impuso a Marco -portavoz de Pedro-: el verdadero Dios desecha la imagen estruendosa que se ha hecho de El. Y es característico que Jesús no hubiera reivindicado su título de "Hijo de Dios" más que en el contexto de su Pasión, ante el tribunal que le condenaba a muerte, en el momento en que no había ya ningún inconveniente en afirmar el misterio divino de su persona... en el momento en que todos los sueños de grandeza humana y política resultaban completamente vanos.

Hoy, Señor, tú eres siempre ese mismo Dios "escondido".

-Pero, habiendo partido Jesús, ese hombre comenzó a pregonar a voces y a divulgar el suceso, de manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en una ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares desiertos; pero allí iban a él de todas partes.

Sí; está claro que Jesús rehúsa la popularidad; que huye de los entusiasmos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 268 s.