36 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO
1-9

1.

La primera lectura hace una dolorosa pintura de la existencia humana. Las penalidades del trabajo, el sufrimiento en el lecho del dolor, cierta sensación de la inutilidad de la existencia y la brevedad de la vida son experiencias por las que uno pasa más de lo que quisiera; sentimientos que, un día u otro, no se puede por menos de experimentar y de sentir con fuerza. (Señalemos una vez más, que es tan breve la lectura que contará con pocas posibilidades de ser entendida de verdad; sin ningún inconveniente; podrían haberse añadido por lo menos los vv. 9-10).

Este fragmento -exangüe por su brevedad- del patético libro de Job, colocado a modo de antítesis del evangelio, quiere recordar que no es posible comprender realmente el significado de Jesucristo, si no se escudriña la verdad de la condición humana, la estrechez de sus límites y su lastre abrumador. Jesús sólo puede aparecer como Salvador a los que, uno u otro día, sintieron violentamente lo imposible que le es al hombre asegurar por sí solo su propia salvación. Este proceso no implica ninguna abdicación, ningún olvido de la dignidad humana ni ninguna negativa a asumir las responsabilidades propias del hombre y sobre todo la responsabilidad de su propio destino. La aceptación de la salvación traída por Jesucristo, único Salvador de los hombres, estimula a cada creyente a una acción confiada y eficaz.

Si nada es posible sin Jesucristo, con él todo se hace posible.

Un hombre como Pablo, más pesimista que nadie en lo tocante a las posibilidades de la humanidad privada de Jesucristo, por su propio dinamismo se muestra más optimista que ninguno en cuanto a la eficacia de la actividad humana regenerada por la gracia de su Señor.

Así pues, el evangelio presenta a Jesús como capaz de salvar realmente a los hombres. (...).

"Al presentar este pasaje de Marcos, es muy frecuente contentarse con señalar la multiplicidad de los personajes, la vivacidad del relato... Con toda seguridad, esto es cierto; pero, ¿no tenemos derecho a sospechar algo más en este relato, que había sido predicado durante treinta años y que san Marcos reservó para su narración evangélica? Siguiendo su habitual modo de hacer, Marcos no reduce a su significado inmediato los acontecimientos que refiere, sino que en el "sentido" de estas realidades encuentra un medio con que orientar el espíritu hacia un ámbito superior Así, para Marcos, la muerte y la enfermedad manifiestan el poder del demonio, y toda curación obrada por Cristo es una victoria mesiánica sobre las fuerzas enemigas, victoria que revela ya en Jesús el poder divino que interviene para salvar ...Por el momento, se trata de una curación temporal, más tarde se tratará de una curación espiritual y, finalmente, más tarde seremos conformados en cuerpo y alma con la imagen gloriosa de Cristo; pero siempre es el mismo poder divino el que está en acción. Como lo atestigua el nombre de "poder", dado a estos milagros, lo que en primer lugar le interesa al evangelista, no es el resultado de la acción, sino el poder que en ella actúa, poder sobrehumano, poder divino capaz de transformarlo y de salvarlo todo". (P.·LAMARCHE, Révélation de Dieu chez Marc. París 1976, p. 51 s)

Se podría comentar ampliamente la naturaleza de la fiebre que aflige a la enferma, la rapidez de su curación, el servicio que ella presta a Jesús y a sus amigos; pero Marcos sólo ve una cosa: al librar con esta acción poderosa a esta mujer, víctima también del poder del demonio, Jesús se muestra capaz de proporcionar a los hombres la verdadera libertad, gracias a la cual pueden "servir".

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 37 ss.


2. SERVICIO.

Jesús es el hombre de los caminos, de la gente y de la oración en los lugares desiertos. Pero conoció también el calor de una casa en donde uno está seguro de ser bien recibido. Pensáis quizás en Betania, en la casa de Lázaro, Marta y María. Pero hubo otro sitio en donde se sintió más en su casa: la casa de Pedro y de Andrés en Cafarnaún.

La página que se nos propone es tan rica (describe una jornada característica de la vida pública de Jesús) que nos detenemos poco en el primer episodio, la curación de la suegra de Pedro.

Sin embargo, también aquí hay materia de reflexión.

Está claro que Marcos recoge lo que le contó el mismo Pedro.

-Mi suegra estaba en cama con fiebre muy alta. Llegó Jesús, se lo dijimos, él se acercó, la tomó por la mano y la levantó, la fiebre le dejó y ella se puso a servirnos. Fijaos bien en dos palabras: "la levantó" y "se puso a servirles". Como el milagro es siempre una enseñanza, el evangelista quiere indicarnos que el poder de Jesús nos puede levantar para que nos convirtamos en personas que sirvan.

Todo esto ocurre "en la casa" . Y la mujer que sana Jesús es la que le ofrece su hospedaje. ¡Que seguramente no pararía mientras Jesús estaba allí! Ahora sólo tiene cuatro preferidos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Pero pronto tendrá a los doce, con sus esposas y sus hijos. ¡Y la gente! Marcos dice un poco más adelante: "Acudían a él de todas partes, de forma que no le dejaban tiempo ni para comer". Todo esto no le resulta muy agradable a la dueña de la casa que ve cómo se le enfría la comida.

Nos imaginamos a la suegra de Pedro (es una pena que no sepamos su nombre) haciendo frente a todo aquello, como tantas mujeres que tienen el genio de la hospitalidad con todo lo que esto supone de generosidad y de discreción. "Les estuvo sirviendo" Vale la pena meditar sobre "las sirvientas". Tanto si nos sentimos llamados nosotros mismos a esta vocación como si necesitamos tomar más conciencia de muestra actitud con todas esas personas abnegadas.

Empecemos por un juramento: no bromear jamás con la palabra suegra. Las caricaturas y los chistes crean una atmósfera malsana en torno a una función que es muy delicada: no obligar a un hijo a dividirse entre madre y esposa, ayudar a una nuera a ser discreta y paciente y cuidar con gusto de los niños sin querer educarlos al margen de lo que piensan los padres. Quizás sea el momento, con ocasión de este evangelio, de examinar nuestro comportamiento y nuestras palabras ante el Señor que cura todas las malas fiebres.

Esposa, madre, suegra o soltera, una mujer suele hospedar a otros con frecuencia. Si le propongo que se vea sirviendo a Jesús y a sus apóstoles, quizás se eche a reír o ponga mala cara: ¡esos hombres a los que intenta dar buena cama y comida no son Jesús! Pero le invadirá cierto gozo al pensar en su misión: asegurar unas condiciones de vida que permitan a los apóstoles vivir felices y tranquilos.

Y para los que somos "servidos", esa evocación de una mujer que sirve tiene que movernos a un examen de conciencia. ¿Somos lo bastante agradecidos, y hasta lo bastante humanos con las empleadas, con las vendedoras, con las taquilleras? Es evidente que no siempre son amables, pero ¿seguiríamos nosotros sonriendo después de varias horas de trabajo agotador, con unos clientes desagradables? ¡Si pudiéramos ser, al menos nosotros, un poco de sol en su jornada!

ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984.Pág. 77


3. J/ORACION:

Dentro de este cuadro que nos describe Marcos, en el cual vemos a Jesús totalmente entregado a su tarea evangelizadora, contrasta su retirada para orar. En esto queremos centrar hoy nuestra reflexión.

Jesús hace esto con frecuencia, habitualmente, diríamos, en el Evangelio. Marcos menciona tres veces la oración de Jesús: en este lugar, en 4, 46 y antes de su Pasión. Las dos primeras veces son momentos de explosión de popularidad y peligro de mesianismo político y la tercera es un momento cumbre de su misión, la aceptación de su muerte. También habla Marcos otras veces en su Evangelio de la oración, cuando Jesús exhorta a sus discípulos a la oración (14, 38) y les enseña cómo orar (11, 25).

Orar en Jesús, tal como aparece en los Evangelios, es una actitud, algo habitual como predicar o respirar. Algo necesario y ordinario que emana de su postura ante la vida. Ver a Jesús que se retira a orar es la mejor incitación a la oración. Comprender algo la vida de Jesús, su actitud ante Dios, las cosas y los hombres, es una llamada a la oración. La oración en Jesús es como una necesidad y como un clima que envuelve su vida y su tarea. Es algo que Jesús hace sin el menor alarde. Se retira a orar al monte o al despoblado. Al amanecer o por la noche. Busca el encuentro con Dios Padre en el silencio.

No sabemos de Jesús que recitase largas oraciones, más bien se opone a ello cuando dice a los suyos que no es menester usar muchas palabras (Mt 6, 5-13). Ni en el Evangelio se encuentra un tratado de oración. Jesús ora. Insiste a los suyos en la conveniencia de la oración, pero sólo cuando uno le pide que les enseñe a orar, Jesús lo hace con el Padrenuestro, compendio de la oración cristiana. Con ser algo tan importante y esencial la oración en la vida de Jesús, siempre se manifiesta con una sobriedad impresionante. A esta sobriedad expresiva en la oración de Jesús tenemos que unir la profundidad que se manifiesta, a mi modo de ver, en dos aspectos: en su relación con Dios y en relación con su misión.

Para Jesús, la vida y la historia no se entiende sin Dios, Dios que es un Padre, el Padre ("Abba"). Este es el trasfondo de la oración de Jesús y así se ha expresado en las oraciones que nos ha dejado. Esto en Jesús no es una pose ni una actitud meramente intelectual o un deseo de imitar a un maestro o guía espiritual, sino un modo de ser y de vivir. De aquí que quien tenga la misma actitud de Jesús ante la vida, siente la necesidad de orar. Esta es la enseñanza clave de la oración de Jesús. Después vendrá el cómo. Que nunca puede ser una técnica a aprender, sino un modo de vivir o una actitud ante la vida.

La oración de Jesús va estrechamente unida a su misión. Ora en los momentos especialmente delicados y decisivos de su vida. Se retira al desierto antes de empezar la vida pública, dedica una noche entera a la oración antes de elegir a los apóstoles (Lc. 6, 12), antes de la pregunta decisiva a los discípulos (Lc 9, 18), en la transfiguración (Lc. 9, 28-29), ante su Pasión (Lc. 22, 39-46)... Jesús necesitaba orar en los momentos decisivos de su vida y su misión. No vamos a pensar que la oración de Jesús era algo así como una farsa porque, como era Dios, no necesitaba ver las cosas claras ni fuerza para afrontarlas. Y que lo hacía únicamente para darnos ejemplo. No, no es así. Jesús es hombre también y necesita la oración como se puede ver en todas las páginas del Evangelio. "Si su oración tiene algún sentido para nosotros, si es ejemplar, es porque ante todo tiene un sentido para él". (·Duquoc-C). "Necesitaba calmarse, apaciguarse, consultarse en su intimidad para encontrar allí la proximidad de su Padre, el sentido verdadero de su misión, su indulgencia para con los hombres, su fe en su fuerza de redención. Y luego volvía a los suyos renovado, luminoso y sereno" (·Evely-L).

DABAR 1979/14


4. A/LEY   EV/LIBERTAD:

EL EVANGELIO ES UN MENSAJE DE LIBERTAD. El evangelio no es primariamente una moral, ni una religión (en el sentido de Barth y Bonhoeffer: la revelación de Dios es la abolición de la religión). El Evangelio no es una ley esclavizante, sino una buena noticia de liberación, anunciada a los pobres, a los oprimidos, a los esclavos. No se trata de la imposición de nuevas leyes, para que amemos, sino de quedar absolutamente libres para poder amar y para amar sin ninguna traba. Y contra el amor ya no hay ley. El amor juzga y somete todas las leyes. No hay otra ley que la del amor. Por eso el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado. Quedaron suprimidos aquellos viejos preceptos como "no toques", "no tomes"... centrados en lo puro y en lo impuro, porque todo es bueno, todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios. No es preciso bendecir religiosísticamente las cosas, porque todas llevan la huella de bendición de la mano creadora de Dios. Todo es bueno.

Y en el aspecto de conducta ética del hombre no es que sea malo lo que está prohibido (como si esta prohibición proviniera de un capricho voluntarista de Dios), sino que está prohibido lo que es malo. Las cosas no son malas porque estén prohibidas, sino que están prohibidas si son malas. Y sólo es malo lo que va contra el amor, y en la medida en que va contra el amor, porque va contra la esencia misma de Dios. Afortunadamente, con el evangelio en la mano hay que reconocer que hay "parvedad de materia" en lugares morales donde la habíamos negado esclavizando conciencias cristianas, y hay mucha más "gravedad de materia" donde nos habíamos acostumbrado a comulgar con ruedas de molino, en lo principal, en el amor. Ay, aquello de colar el mosquito y tragarse el camello. No, el evangelio es libertad para amar, la libertad de amar.

Hoy la Iglesia tiene una conciencia de recuperación de la libertad cristiana. Y ahí están todas las reflexiones teológicas y morales en torno al valor de la misma. Y la teología, la praxis y la espiritualidad de la liberación. "Liberación" viene a traducir -sin dejar nada en el tintero- el viejo vocablo de "redención". Y nuestra visión cristiana y nuestra moral se libera de la influencia de viejos tabúes y maniqueísmos. La Iglesia misma, en su praxis, en su relación con el mundo y con la cultura se libera: ninguna cultura, ningún lenguaje, ninguna ideología, ninguna amenaza financiera puede encadenar la Palabra de Dios. Como Jesús (3a.), la Iglesia no debe atarse ni a la popularidad ni al miedo, ni a unos ni a otros; es de todos y a todos se debe.

Y el mismo cristiano debe ser libre, incluso de sí mismo. No se trata de seguir a Jesús como a un taumaturgo liberador tapaagujeros. Como aquella gente que lo seguía para aprovecharse de su poder (3a.). La respuesta de amor, de fe y de esperanza que Jesús nos pide sólo puede darse en libertad, siendo libre hasta de sí mismo.

Pero esta libertad no es fácil. No es libertinaje. "Ama y haz lo que quieras", dijo ·Agustín-SAN. No hizo falta que añadiera, "no te preocupes, que si amas no harás lo que quieras..." Si amas, si amamos, nos haremos judíos con los judíos y débiles con los débiles, para ganarlos para el amor, para el Evangelio, para Cristo (2a.). Si de verdad somos libres para amar no nos ataremos a nada.

Y ésta es hoy una gran lección para nuestro hoy eclesial y comunitario. Porque hoy también, como en la comunidad de Corinto, hay cristianos fuertes y cristianos débiles, por seguir la terminología de Pablo. Unos, con una conciencia enfática de "cristianos modernos, adaptados a los tiempos libres", pasean orgullosa y cuasiescandalosamente su libertad de espíritu (?) ante los demás, proclamando "lo que ya no es pecado", lo que se ha quedado ya viejo, lo que ya se puede hacer... Otros, con una inconfesada nostalgia del pasado uniformismo y monolitismo y de Pío X y de Trento, gastan sus energías cristianas -dignas de mejor causa- en hacer propaganda a a favor del toque de campanilla en la misa, o en contra de los curas que ya no llevan la coronilla en su cogote o las mujeres que ya no se ponen el velo al entrar en el templo, como si todos debieran ser como ellos incluso en la interpretación de las normas facultativas...

LIBERTAD/A-H: Es difícil saber si entre un extremo y otro hay hoy más o menos distancia y escándalo que en la comunidad de Corinto. En un tiempo de pluralismo casi recién estrenado en la Iglesia, el mensaje de Pablo, su excitada conciencia de libertad cristiana, nos debe impartir una gran lección. Hay que ser libre, pero en el amor y para el amor. Todo me es lícito, pero no todo es conveniente para el amor. Hay quienes son esclavos de su esclavitud y quienes son esclavos de su fanfarrón espíritu de libertad.

La libertad cristiana a la que Cristo nos llama, para la que Cristo nos ha liberado, no es ni una ni otra. Es una libertad difícil como el amor. Es dolorosa, disciplinada como una milicia (1a.), pero libre como el amor.

DABAR 1976/15


5.

-La pregunta del hombre: Había una vez un hombre rico y lleno de salud, rodeado de hijos que le amaban. Y de pronto perdió todos sus bienes, se le murieron los hijos y cayó enfermo... Siete días estuvo sin decir una sola palabra, y el séptimo día rompió el silencio para maldecir el día de su nacimiento. Este hombre se llamada Job. Acudieron a verle tres amigos, y como eran "sabios" empezaron a discutir sobre el significado del dolor. Pero después de hablar y hablar sin interrupción semanas enteras, cesaron sus palabras y continuó el sufrimiento de Job. Por lo tanto, quedaba la pregunta sin resolver. Quedaba y queda todavía, porque Job es el hombre que sufre y su pregunta sigue abierta como una herida en todas las heridas del hombre.

Todos los discursos humanos, toda la sabiduría humana, todas nuestras palabras terminan al fin en una pregunta. Hay quienes la arrojan al aire como una blasfemia, pero otros la mantienen como un signo de esperanza. Algunos la difieren y siguen hablando; éstos son probablemente los más.

-La palabra de Dios: Jesús es la palabra de Dios a la pregunta del hombre. Jesús ha nacido para llevar esa palabra a todos los hombres: "Vamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido". Y para eso ha nacido también la iglesia, para anunciar el evangelio a todas las naciones.

¿Significa esto que la pregunta del hombre ha quedado satisfecha? ¿Quiere decir que hemos sido aliviados de nuestro problema por la palabra de Dios?, ¿Que ya tenemos la pregunta?, ¿que ya podemos estar tranquilos?, ¿que el evangelio de Jesús todo lo resuelve? Evidentemente no. Entre otras razones, porque vemos que el sufrimiento continúa en el mundo. Por otra parte, Jesús murió también, después de tanto predicar, con una tremenda pregunta en los labios: "Padre, ¿por qué me has abandonado?" Y si acabó su vida con esa pregunta que es la nuestra, ¿cómo puede acabar su palabra con nuestra pregunta? Sin embargo, Jesús murió con esa pregunta llevada hasta el extremo adonde había que llevarla, arrancándola así de la palabrería humana y encomendándola a Dios confiadamente: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

Los que creemos en la resurrección de Jesús confesamos que Dios ha recogido su pregunta y la ha respondido en su favor y que por eso vive para siempre. Pero esa fe, lejos de ser un pretexto para echarse a la espalda los problemas del hombre, encara al hombre con su problema y se acredita en la esperanza contra toda esperanza. La fe, por lo tanto, no zanja la cuestión, sino que la abre y la acepta. lo mismo que Jesús, que llevó la cuestión hasta el extremo y a pesar de todo. La fe en la resurrección se demuestra o se muestra cuando la esperanza renace después de cada fracaso, cuando nunca se da por vencida; pero también cuando vuelve a inquietarnos la esperanza después de todos los logros, porque nunca se da por satisfecha. Eso es mantener abierta la pregunta, eso es creer.

EVANGELIZAR/QUÉ-ES: -La misión de la iglesia es evangelizar: Evangelizar es llevar la palabra de Dios a la pregunta del hombre, para que el hombre sea responsable. Evangelizar significa, también, asumir la responsabilidad humana con esperanza, hacerse todo para todos para ganar al menos algunos, no para la iglesia, sino para Cristo. Es hacerse débil con los más débiles, para que se manifieste la gracia de Dios en medio de la debilidad. Es interpelar a los satisfechos, desencantar a los encantados de la vida, poner en cuestión a los que no quieren problemas... Es acabar con el amparo de los ídolos que someten a los hombres y les engañan con falsas promesas. Es llevar a todas partes la locura de la cruz: de la fe a pesar de todo y después de todo, de la esperanza contra toda esperanza, del amor a los enemigos.

Nadie puede evangelizar por gusto o por negocio. Y la iglesia ha de evangelizar, como Pablo, de balde y porque no le queda otro remedio: "Ay de mí si no evangelizare!" Sólo una predicación gratuita del evangelio y con pocas satisfacciones humanas pueden ser creíbles para los hombres, sobre todo en un mundo en el que se vende hasta la palabra y por eso se dice lo que conviene al consumidor.

EUCARISTÍA 1979/07


6.

Tanto el evangelio como la segunda lectura de la misa de hoy nos hablan de la necesidad y de la urgencia de la evangelización. En el fragmento evangélico de Marcos hemos visto que Jesús afirma convencido: "Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido". Y en la primera carta de san Pablo a los corintios, hemos advertido la contundencia de la aseveración del apóstol: "el hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio, y ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!" Está bien, por tanto, que reflexionemos sobre algunas de las características más importantes de la tarea evangelizadora, tal como se nos presentan en los textos que hemos leído.

-Evangelización y curación de los enfermos

En primer lugar, nos damos cuenta de que la actividad misionera y predicadora de Jesús iba siempre acompañada por otra actividad muy importante, la de "curar a muchos enfermos de diversos males". El Evangelio de Marcos, y muy especialmente el fragmento que acabamos de oír, está lleno de alusiones a las acciones curativas de Jesús, de tal modo que un lector superficial podría confundir a Cristo con un simple curandero.

ENFERMEDAD/RESIGNACION: Esa actitud de Jesús ante los enfermos y la enfermedad -íntimamente ligada a la misma predicación de la Buena Noticia- nos lleva a la convicción de que, en una perspectiva cristiana, de ningún modo podemos hablar de resignación pasiva en relación con la enfermedad y el sufrimiento. El cristiano no se somete, en el caso de la enfermedad, a una especie de fatalidad a la que el hombre estuviera condenado, como hace, por ejemplo, Job, en el texto que hemos oído en la primera lectura: "MI herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga (...) Recuerdo que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha".

No, Jesús no canoniza ni bendice la enfermedad, ni se resigna pasivamente a ellas, sino que la combate con todas sus fuerzas, y este combate se convierte en un aspecto más de su lucha global contra el mal. Y ello, porque la salvación ofrecida por Jesús no se limita a un único aspecto del hombre -el alma, como contrapuesta al cuerpo-, sino que quiere llegar a la totalidad de la persona humana, e incluso, al marco cosmológico de su existencia.

Este es, por tanto, el sentido profundo de las curaciones de enfermos que llenan las páginas del evangelio: Cristo quiere liberar al hombre, a todo el hombre; quiere sacarlo de aquella situación desesperada y trágica que nos pinta el libro de Job, y conducirlo a un estado de salud espiritual y corporal, que le permita captar con toda pureza la llamada divina a la felicidad.

También, pues, para todos los cristianos y para toda la Iglesia, la lucha contra la enfermedad debería constituir una actividad de primer orden, y convertirse en uno de los "signos evangelizadores" más importantes y necesarios.

-Evangelización y liberación

En segundo lugar -y muy vinculado a lo que acabamos de decir- vemos que la evangelización va ligada a la liberación total del hombre, no sólo de la enfermedad y del sufrimiento, sino de todo cuanto lo esclaviza y aliena, de todo cuanto lo disminuye y paraliza. El predicador del evangelio tiene que proclamar con fuerza este aspecto liberador del mensaje, incluso con el riesgo de quedar él mismo esclavizado, tal como, en la segunda lectura, hemos oído que Pablo decía de sí mismo: "Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes".

TEOLOGIA-LIBERACION La dimensión liberadora del mensaje evangélico es la que actualmente pone de relieve la llamada "teología de la liberación", que algunos cristianos bien pensantes ven con recelo o se imaginan que ha sido condenada por la Iglesia oficial. La verdad, en cambio, es que el mismo papa la acepta y fomenta. Es cierto que el papa -a través de discursos y documentos- ha puesto en guardia contra el peligro de reducir la figura de Jesús a la de un luchador contra los poderes opresores, y su mensaje, a un programa de subversión social y política. Pero, al mismo tiempo, el papa ha hecho unas claras afirmaciones sobre la necesidad de entender a Jesús y su mensaje -y, por tanto, la misión de la iglesia- no únicamente desde una perspectiva "sobrenatural" y espiritualista, sino con todas sus consecuencias verdaderamente humanas. Recordemos lo que Juan Pablo II dijo a los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla: "Si la Iglesia se hace presente en la defensa y promoción de la dignidad del hombre, lo hace en la línea de su misión, la cual, aunque sea de índole religiosa y no social o política, no puede dejar de considerar al hombre en la integridad de su ser".

-La eucaristía cura y libera

En esta eucaristía que celebramos, nos ponemos en contacto con la misma fuerza curadora y liberadora de Cristo. Por esto los antiguos Padres de la Iglesia llamaban a la eucaristía "medicina de inmortalidad". Procuremos que esta misma fuerza nos haga a nosotros portadores de salud a todo el mundo.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1988/04


7. J/MAL  D/MAL  MAL/PROBLEMA.

Marcos nos presenta la actuación de Jesús como una lucha contra el mal del hombre en todas sus formas. Una lucha a muerte, en la que lo que parecía la victoria definitiva del mal sobre Jesús, se convierte en la gran victoria de Jesús sobre el mal. Si el pasado domingo veíamos el triunfo de Jesús sobre las fuerzas demoníacas del mal, hoy vemos su triunfo sobre el mal físico o involuntario, fruto de la simple finitud humana. La primera lectura nos presenta las quejas de un hombre aplastado por la desgracia y el evangelio a la suegra de Pedro postrada por la fiebre.

Seguramente no sea la homilía el mejor momento para una disquisición doctrinal sobre el problema del mal o sobre el sentido soteriológico de los milagros de Jesús. Pero sí deberíamos subrayar el aspecto más patente en las lecturas de hoy: Dios no quiere el sufrimiento. La salvación de Dios opera en una línea de victoria absoluta sobre el mal. Jesús toma una actitud activa de lucha contra el mal del hombre e invita a sus seguidores a hacer lo mismo.

LA LUCHA CONTRA EL MAL DEL HOMBRE

La respuesta religiosa al problema del mal, al que el hombre es extremadamente sensible, influye muy directamente en la imagen que nos formamos de Dios. Sería conveniente empezar por purificar algunas concepciones.

-El mal, un castigo: es una concepción descalificada por el libro de Job (42, 7) y por el evangelio (Jn 9,3; Lc 13, 4-5). Jesús interviene para curar, no para convertir a uno en cojo o ciego.

-Una caricia de Dios: Dios prueba a los que ama. En el evangelio no encontramos ni rastro de semejantes caricias. Lo que hace Dios es dar fuerza en las pruebas.

-Dios lo ha querido así (cuando ha sucedido una desgracia). Lo que podemos asegurar es que Dios no lo quería. Lo que quiere, y él nos ayudará a ello, es que hagamos lo posible por restaurar las cosas y evitarlas en lo sucesivo.

-El sufrimiento nos hace bien. Depende del modo como nos lo tomemos. Debemos ayudarnos a sacar un bien de él. Pero no es deseable para nadie.

-Paciencia y resignación: no, entendida como una resignación pasiva; sí, entendida como disponibilidad incondicional al misterio de Dios y confianza absoluta en él, por encima de todo.

-Dios lo permite. En un mundo secularizado, debemos dejar bien claro que, excepto las posibles intervenciones milagrosas, Dios no interviene a nivel de los fenómenos intramundanos. Dios ha puesto este mundo, con sus peligros, limitaciones y posibilidades, en manos del hombre, para que lo trabaje, domine y perfeccione. Desde ese momento podemos decir que se ha atado las manos. Por eso, es más bien él quien nos pide que no le dejemos sufrir. Porque lo único que sabemos es que Dios comparte el destino de sus hijos, los hombres, está presente en ellos, y se identifica misteriosamente con los que sufren (Mt 25, 31 ss).

¿Por qué lo ha hecho así? Al final nos perdemos en el designio misterioso de Dios que supera todos nuestros planteamientos (Job 38-40). Sólo sabemos que, con todos sus enigmas, este designio está totalmente atravesado por una voluntad divina de salvación, que, pase lo que pase, Dios no dejará de amarnos y que cada persona y la historia humana están llamados a un final feliz.

Mientras estamos en este mundo,la salvación de Dios, que en el evangelio vemos que interviene milagrosamente en la salud de la suegra de Pedro, actúa ordinariamente sólo en el corazón de las personas: Dios quiere liberar del mal a los hombres con y a través del hombre nuevo o salvado.

Lo más importante en la homilía será la actualización, ayudando a tomar conciencia y responsabilidad del mal y sufrimiento de nuestro mundo: enfermedades, vejez, sufrimiento moral, deficiencias físicas y psíquicas, paro, hambre, ignorancia...

Tanta gente, quizás muy cerca de nosotros, postrada por el sufrimiento, que, como la suegra de Pedro, espera que le demos la mano. Habrá que mentalizar sobre el escándalo mundial que representan tantos esfuerzos y dinero destinados a armamento con el fin de matar y destruir y tan pocos destinados a suprimir las enfermedades, el hambre y la ignorancia. En una escena de "Jesús, super Star", los leprosos y tullidos salen de todas partes y se echan sobre Jesús pidiendo que los cure. Jesús tiene poder suficiente para salvar de tanta miseria. La respuesta de la película parece negativa puesto que Jesús se hunde bajo el peso de tanta miseria. Este es el relato que nos hace la humanidad, especialmente a los que formamos la comunidad de Jesús: ¿habrá suficiente amor en el mundo para redimir tanto sufrimiento y miseria?

LIBERADOS PARA SERVIR

La suegra de Pedro, curada de la fiebre, se pone a servir. Jesús con sus milagros libera a los hombres para que le sigan, para la causa del Reino. Los hombres debemos trabajar para liberarnos de los males y limitaciones, no simplemente para aumentar el bienestar, sino, sobre todo, para poder servir mejor la causa de los hombres y del Reino.

LA ORACIÓN DE JESÚS

La oración debe impulsar y dar sentido a nuestra lucha. Debe ayudarnos a sintonizar con el designio de Dios, a confiar en él, pero al mismo tiempo a asumir nuestras responsabilidades.

J. HUGUET
MISA DOMINICAL 1982/03


8. HAMBRE-DIA

En estos últimos meses ha saltado a la palestra la llamada "Teología de la liberación"; una Teología que no nació ayer sino que tiene ya varios años de vida, pero que sólo últimamente ha pasado a ser ampliamente conocida en Europa.

No vamos a entrar aquí en el debate que entorno a tal Teología, se está produciendo hoy en la Iglesia, pues nuestro objetivo es ayudar en la reflexión de cada domingo sobre la Palabra de Dios. Pero no podemos por menos que pensar en dicha Teología de la Liberación al leer el texto evangélico de hoy y, sobre todo, al reflexionar buscando cómo entender y vivir en nuestros días, en nuestra propia existencia, el mensaje de este texto. Y así nos encontramos con que todo el texto nos está hablando de liberación; no de una forma solapada, indirecta o metafórica, sino de forma real y directa:

-La suegra de Pedro queda libre de su enfermedad y vuelve a desempeñar sus tareas cotidianas.

-Muchos otros enfermos quedan libres de las dolencias que les aquejan.

-Muchos "endemoniados" quedan libres de la esclavitud a la que estaban sometidos.

-Muchas personas reciben la Buena Noticia y quedan libres de toda "mala noticia" (por emplear un término genérico).

Probablemente todos estamos de acuerdo hasta aquí: Jesús pasa entre los hombres haciendo el bien, o sea, librándolos del mal, liberándolos haciéndoles libres. Pero aquí surge el problema: ¿qué entiende cada uno por liberar? ¿en qué tipo de libertad piensa cada uno de los que invocan la liberación? Es imposible cerrar los ojos ante una realidad: hay quienes han adoptado una postura reducionista que quieren a toda costa imponer y desde la cual pretenden, además, descalificar a quien piense en cualquier otra forma de liberación: es la postura de quienes piensan que la liberación pasa por y se queda en una liberación "espiritual": "Jesús libera nuestras almas del mal". Claro que quienes así piensan, de otra forma lo dicen; y, en teoría, no niegan otras formas de liberación. Todos proclaman hoy día -¡cómo no!- su "opción por los pobres"; pero hay que ver de qué poco les sirve a los pobres la verborréica opción de unos y cómo promociona la verdadera opción de otros.

No nos queda otro remedio que preguntarnos: ¿cómo es posible reducir el Jesús del evangelio de hoy a un desnatado "liberador de almas"? O mejor: ¿Cómo se puede lograr esa liberación de almas -contra la que nada tenemos, aunque más bien estamos a favor de la liberación íntegra e integral del hombre, aquí y después-, sin pasar primero por la liberación de las esclavitudes y carencias más inmediatas, necesarias y vitales del hombre? ¿Cómo puede sentir libre su corazón quien muere de hambre, el esclavo del dolor, el analfabeto, el oprimido, el indigente, el marginado? Y aun en el caso de que éstos pudieran sentir su corazón libre y contento en esas condiciones, ¿es esa la liberación a medias -y un tanto teórico- la que Jesús quiere para el hombre? ; ¿esa es la liberación que Jesús trae a la suegra de Pedro, a los otros enfermos, a los endemoniados? El pasado viernes, día ..., se celebró el "Día del Ayuno Voluntario", y hoy es la "Jornada Nacional" dentro de la Campaña contra el Hambre de "Manos Unidas". Hoy es día, por tanto para recordar algo que ya sabemos, pero con frecuencia olvidamos: que 40 millones de seres humanos mueren cada año por no tener qué comer; que 900 millones de niños están desnutridos -algunos de ellos lo están tanto que 45 millones nunca cumplirán su primer año de vida-; que más de 300 millones de jóvenes menores de quince años no están bien alimentados y por tanto, ¿con qué ánimo afrontarán la vida los que sobrevivan?; y para qué seguir con los datos.

Simplemente seamos conscientes del problema; y recordemos lo que hacía Jesús con las personas que tenían problemas. Ahora Jesús sigue entre los hombres, actuando por medio de la Comunidad Cristiana; somos nosotros, por tanto, quienes tenemos la obligación -que no es altruísmo- de actuar como Jesús y responder como él a los problemas del hombre; responder al problema de los hermanos que tienen hambre, tanta que hasta se mueren a millones por su culpa; responder al problema de los que están solos; responder al problema de los que viven pobres, marginados y solos. Esa es la liberación que Cristo nos trae: del egoísmo y del hambre, de la inquietud del corazón y de la soledad, de la turbación anímica y de la opresión de los poderosos.

Luchar decidida y abiertamente contra todo tipo y forma de mal, sin reduccionismos de ningún tipo. Optar por los pobres y ponerse de su lado, no para hablarles de músicas celestiales sino para darles pan, casa y cultura; sólo entonces podrán entender que Dios es nuestro Padre: al ver que nosotros vivimos como hermanos; sólo entonces descubrirán que Jesús es el Salvador: al verse libres, gracias a él, de las esclavitudes que la vida les haya ido trayendo (y, donde pone "vida", entiéndase: vida, estructuras, sistemas, personas, autoridades, jefes...).

La forma de vivir la causa de los pobres es hoy día la señal del cristiano. Todos dicen haber optado por ellos; pero sólo algunos se han puesto de verdad de su parte; incluso no faltan quienes los están utilizando con fines poco liberadores, con fines de campaña, de imagen, de quedar bien antes los "fans". Pero no dejan de ser lobos vestidos con piel de cordero que "os matarán pensando que así dan culto a Dios" (Jn 16, 2).

L. GRACIETA
DABAR 1985/13


9.

JESUS HA VENIDO A CURAR A LA HUMANIDAD QUE SUFRE

1. Hoy nos presenta la Liturgia de la Palabra tres personajes: JOB, que nos manifiesta la visión negativa y amarga de la vida humana: el hombre está cumpliendo un servicio; es un jornalero que aguarda el salario insuficiente; es un esclavo. Si la vida es así, el hombre quiere que pase pronto. El libro de Job, escrito cinco siglos antes de Cristo, aún no tiene idea de la resurrección. Job, despojado de todos sus bienes: sus bueyes, rebaños, camellos, criados, hijos; herido por la enfermedad, sentado en el estercolero. Incomprendido y maldecido por su mujer, sus amigos, y por su entorno social. Más profundo todavía: Piensa que Dios le ha abandonado. Y se queja. Y protesta. Es el sentido pesimista de la vida, vista en horizonte intramundano.

2. El Salmo 146 anticipa la solución: "El Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas, reconstruye Jerusalén". Es decir, el Señor, ante este panorama, no es un convidado de piedra, ni se queda inactivo.

3. Dios, actuando por Jesús, realiza lo que el salmo ha profetizado... Cura a la suegra de Simón. Ella se levantó y comenzó a servir. Esta mujer representa a la humanidad, a cada hombre y a cada mujer. Jesús los encuentra enfermos. Es verdad que algunos enfermos, muchos, no se dejan curar... La suegra de Simón, sí. "Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó"... En la praxis judía un rabino nunca se digna acercarse a una mujer y cogerla de la mano. Jesús rompe los moldes y realiza unos gestos que rebosan humanismo, misericordia, delicadeza y están llenos de ternura. Pocas veces el evangelio analiza y expone tantos signos y gestos hechos por Jesús. Una vez curada la enferma, se puso a servirles Marcos 1,29. Si el rabino judío no se acerca ni toca a una mujer, menos permite que le sirva. Jesús da al servicio un estilo nuevo. "Servir", para los griegos, era una acción indigna. La dignidad era dominar, no servir. El fin del hombre es conseguir el perfecto desarrollo de su personalidad, no el servicio al prójimo. Jesús actúa desde el amor, pues por amor "No ha venido a ser servido, sino a servir" (Mt 20,28). Es lo que ha hecho esta mujer una vez curada.

4. La humanidad curada en esta mujer, engendra la Iglesia, que comienza a servir, como Jesús, con la oración, la palabra, el servicio, el coger de la mano, el hacerse débil con los débiles, sin orgullo, sino humildemente, uniendo las manos con los pobres del tercer mundo, evangelizando, dando vida hasta la cruz. Sin soberbia: Vale más ser granos de trigo dentro de la Iglesia, que quedarse a la puerta como revolucionarios (Rahner). La Iglesia, limpia de pecado, curada, sirve. La comunidad, los cristianos. Porque hemos de notar que la suegra de Pedro, es una mujer seglar, no pertenece al orden jerárquico...

La comunidad no necesita miembros paralíticos. Según Santa Teresa los que no hacen oración son tullidos. Ni personas enfermizas y convalecientes, sino miembros activos-contemplativos, como Cristo, que ora y cura a los enfermos.

5. Después de curar a los enfermos y poseídos, Jesús "se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar". Dejando las alabanzas y el quedar bien, se fue a orar. ¡Cómo necesitamos orar para extender el Reino con eficacia!

6. El segundo personaje de hoy es PABLO, que se ha hecho débil con los débiles, que no predica por soberbia, ni por propio gusto e interés, sino por exigencia interior y de balde. ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! 1 Corintios 9, 16. La palabra era dentro de mí un fuego hirviente (Jeremías).

7. El tercer personaje es JESUS, como ya hemos visto: encuentra enferma a la suegra de Simón; le llevaron todos los enfermos y poseídos. Curó a muchos, no a todos. Quedan muchos. Maestro, cúralos. Curadlos vosotros. Yo os he cambiado el corazón para que los curéis y sirváis vosotros. A El en la oración, el Padre le dice lo que tiene que hacer.

8. También a nosotros, en la oración nos cambia Jesús el corazón y nos pide lo que quiere de nosotros, nos informa sobre lo que él ha pensado que seamos nosotros. Si no estamos unidos a El seremos como campana que toca y no va, ni arrastra y enciende vida.

9. "Vámonos a otra parte". - Aquí hay mucho que hacer, "todo el mundo te busca", le dicen. Yo he sido enviado para predicar también allí, QUE PARA ESO HE VENIDO. Todos hemos sido bautizados para evangelizar. A nuestro lado hay personas que necesitan, sobre todo, nuestro testimonio de cristianos.

10. Hemos venido a celebrar la Eucaristía, por lo tanto, a orar, a cantar salmos, a escuchar la palabra de Dios, para prepararnos al banquete del cuerpo y la sangre de Cristo. Recojamos nuestro espíritu y pongamos toda nuestra atención en nuestra oración, evitando la dispersión y la distracción, para comer con fruto el manjar celestial.

11. La CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE hasta 1978, pasó a ser MANOS UNIDAS. Colabora en proyectos de desarrollo humano, pero el mejor de los proyectos es el de ayudar a construir la Solidaridad entre todos. Dice la "Sollicitudo Rei Socialis": "La solidaridad es la determinación firme y perseverante de trabajar por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos, de verdad, responsables de todos". La solidaridad se logra dejando en la mano de Cristo el fruto de nuestro sacrificio, que un día nos juzgará sobre el amor: "Tuve hambre y me disteis de comer". Pero también nos puede decir: Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, o me disteis poco... El Señor nos dice como a Isaías: ¿A quién mandaré? ¡Aquí estoy, Señor, mándame, debemos responder. Nos hemos pasado la noche bregando y nada... pero fiado en tu palabra, echaré las redes. Y llenaron las barcas que casi se hundían".

J. MARTI BALLESTER