28 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO
24-28

24.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo

Nexo entre las lecturas

Ya en ocasiones precedentes (Epifanía del Señor y Tercer domingo ordinario) hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la "luz" en el misterio cristiano. Hoy lo hacemos bajo una nueva perspectiva: el cristiano es luz y debe iluminar a los hombres con el amor y la caridad. En estas palabras nos parece encontrar un tema que unifica las lecturas. El profeta Isaías nos dice que nuestra obscuridad se volverá luz cuando practiquemos las obras de misericordia y no cerremos nuestra alma a los sufrimientos de los necesitados. San Pablo en la primera carta a los corintios habla de una caridad aún más profunda: predicar la Palabra de Dios sin buscar la vanagloria humana. El evangelio, en cambio, nos ofrece tres metáforas que muestran que el cristiano debe sentirse comprometido con el mundo y no puede mantener la mirada ausente y distraída. Él se debe a los demás: Él es -debe ser- la luz que ilumina; él es la sal que no puede perder su sabor; él es la ciudad colocada a lo alto, que orienta y anuncia el camino. El tema de fondo está en ese amor cristiano que no se reserva, ni se recluye en el propio egoísmo, o en el miedo al sufrimiento, o en el propio interés. El cristiano se sabe, de algún modo, responsable del mundo y nada de lo propiamente humano -especialmente el sufrimiento- le es indiferente.


Mensaje doctrinal

1. Dios es luz y los cristianos deben comportarse como Hijos de la luz. Leemos en el salmo 36, 8.10: Oh Dios, ¡qué precioso tu amor! Por eso los hijos de Adán, a la sombra de tus alas se cobijan. En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz. Dios es luz, Dios es amor; en Él no hay tinieblas y en su luz nosotros vemos la luz y nos transformamos en luz, nos transfiguramos en luz. San Pablo subraya que el cristiano es una creatura nueva que ha pasado de las tinieblas a la luz: Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad(Ef 5, 8-9). Así pues, el cristiano, debe comportarse como Hijo de la luz, su tarea no es pequeña, ni indiferente. Su fe debe llevarlo a tomar parte con responsabilidad en las realidades temporales. Debe superar uno de los más graves errores de nuestra época: el divorcio entre la fe y la vida diaria (Cfr. Gaudium et spes 43). No es poco lo que Dios mismo ha puesto en sus manos, ni pequeña su responsabilidad en la construcción del mundo. Los frutos que debe dar como hijo de la luz son: amor, justicia y verdad. Los primeros cristianos, aun en medio de persecuciones, entendieron muy bien que tenían que ser luz. Sabían que eran un "pequeño rebaño" en medio de un mundo paganizado y sentían vivamente su responsabilidad de iluminar, de ser fermento y de comunicar la "buena nueva". Así lo testimonia la carta a Diogneto con espléndidos pasajes: "Lo que es el alma para el cuerpo, eso son para el mundo los cristianos. De la misma manera que el alma está en todos los miembros del cuerpo, así los cristianos están esparcidos por todas las ciudades del mundo" (2, 6) y un poco más adelante añade: "El lugar que Dios nuestro Señor nos ha señalado es tan hermoso que no se nos permite desertar de él" (6,10).

2. Nuestras obras deben brillar ante los hombres, para que den Gloria a Dios. El cristiano obra en el mundo y debe hacer que sus obras brillen ante los hombres, pero debe hacer esto con el único deseo de "dar Gloria a Dios". El discípulo de Cristo no puede buscar su propia gloria, sino la gloria del Padre celestial. Por ello, no existe contradicción entre las palabras del evangelio de este quinto domingo: alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria al Padre celestial. Y el texto de San Mateo en el capítulo 6,1: Guardaos de practicar vuestras buenas obras delante de los hombres para ser admirados. Las buenas obras deben brillar para que todos den gloria a Dios. Pero las buenas obras no son para que nos admiren, nos reconozcan o nos alaben. Todo eso es gloria y vanidad humana que se esfuma. El cristiano, por ello, debe ser un hombre humilde, un "hombre de Dios". Desprendido y olvidado de sí mismo. Como San Pablo debe hacer notar que "no se presenta ante el mundo con una sabiduría y persuasión humana, sino débil y sólo con el poder del Espíritu". Cuando el cristiano busca su propia gloria y el reconocimiento de las personas, su apostolado se desvirtúa, se convierte en sal que ha perdido su capacidad de dar sabor; se ha hecho luz que no ilumina; ciudad escondida que no sirve de orientación. Es honda la tentación de procurar la propia gloria por encima de la gloria de Dios.


Sugerencias pastorales

1. La responsabilidad ante el mundo. Las dramáticas realidades que hemos vivido en el umbral mismo del tercer milenio nos obligan a una reflexión sobre el sentido de la vida humana y sobre la tarea que, como cristianos, nos corresponde desempeñar en este mundo. El deseo natural del hombre de entender, al menos confusamente, el sentido de su vida, de su acción y de su muerte, se ha agudizado dolorosamente por la amenaza de una derrota total de la civilización. Podemos decir que el sentido religioso del hombre se ha acentuado. El hombre busca un apoyo que dé seguridad a su existencia. Se trata de un momento dramático de la historia en el que el mundo espera de los cristianos una respuesta, una indicación, un testimonio que dé esperanza y razones para seguir viviendo. En la carta apostólica Nuovo Millenio Ineunte, el Papa escribía: "Un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo. Pero no todos ven esta luz. Nosotros tenemos el maravilloso y exigente cometido de ser su "reflejo". Es el mysterium lunae tan querido por la contemplación de los Padres, los cuales indicaron con esta imagen que la Iglesia dependía de Cristo, Sol del cual ella refleja la luz. Era un modo de expresar lo que Cristo mismo dice, al presentarse como "luz del mundo" (Jn 8,12) y al pedir a la vez a sus discípulos que fueran "la luz del mundo"(cf Mt 5,14). Ésta es una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la debilidad que tan a menudo nos vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es una tarea posible si, expuestos a la luz de Cristo, sabemos abrirnos a su gracia que nos hace hombres nuevos. (Nuovo Millennio Ineunte 54).

2. Ser luz es hacerse don para los demás. Hay personas que por su caridad sin límites cautivan nuestro aprecio y estima. Son sacerdotes, religiosos, hombres y mujeres consagrados, laicos... que viven en actitud de servicio desinteresado a los demás. Son personas que encontramos en los hospitales, en los hogares, en la escuela y en la industria, profesores y trabajadores, etc. Su caridad, a pesar de sus fallos personales, no tiene límites. Por una parte debemos abrir nuestros ojos a esta realidad y descubrir todo lo bello y bueno que hay en el mundo. Pero por otra parte, conscientes del mal y del pecado que acechan el corazón humano, debemos sentirnos llamados personalmente: ¿Soy yo también luz para mis hermanos, para las personas que conviven conmigo? ¿Soy sal que da una razón para vivir? ¿Mi vida es realmente un don para los demás? ¿Me doy cuenta de que mi vocación innata es el amor y mientras no ame estaré en la obscuridad, en la tristeza y desesperación? El gran peligro que nos acecha está dentro de nosotros y tiene un nombre: egoísmo. Cada uno, ante las amenazas del mundo moderno, debería redoblar esta convicción interior: yo tengo una misión en esta vida y esa misión es el amor. En mi familia, en mi trabajo, en la construcción de la sociedad civil, yo debo ser fermento de vida cristiana y de amor cristiano. Cada día, cada minuto que yo deje pasar por egoísmo o pereza, será un día perdido, una ocasión fallida. Por el contrario, cada acto de amor y caridad que yo haga, hará grande al mundo, revelará el rostro de Dios. "¿Podemos estar al margen -se pregunta el Papa casi con tono profético en la Carta Nuovo Millennio Ineunte- de los problemas que amenazan la paz, a menudo, con la pesadilla de guerras catastróficas? ¿O frente al ataque de los derechos humanos fundamentales de tantas personas, especialmente de los niños? Muchas son las urgencias ante las cuales el espíritu cristiano no puede permanecer insensible".(Nuovo Millennio Ineunte 51).


25. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Las bienaventuranzas se hacen realidad en la “comunidad bienaventurada” que es “comunidad sal y luz”. Así tenemos que los pobres de espíritu, los pacifistas, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz, los perseguidos por causa de la justicia son todos aquellos y aquellas que constituyen comunidad de Mateo. Esta misma comunidad es la llamada a recibir y practicar el mensaje del Sermón de la Montaña, que se inicia precisamente con las bienaventuranzas.

Comunidad “sal de la tierra”

Muchas veces cuando leemos este texto creemos que “sal de la tierra” es la misma sal de la cocina, la que usamos con nuestros alimentos cotidianos. Pero si nos fijamos en el contexto de aquella época en que se escribió esta comparación nos damos cuenta que en las culturas antiguas, para conservar la comida y condimentarlas, la sal se convirtió en símbolo de alianza y amistad entre los pueblos y entre las familias. Recuerdos de estas antiguas alianzas las encontramos en Lv 2,13 y Nm 18,19.

Sabemos también que en Palestina en tiempos de Jesús, los pastores que llevan las ovejas al campo durante el día, las dejan sueltas pasteando. En la noche, ellas tienen que volver al corral para no quedar expuestas a las fieras salvajes. Volvían comiendo la sal de la tierra que se encontraba en las orillas del lago de Tiberíades o del Mar Muerto. La sal de la tierra conducía las ovejas de vuelta al rebaño. Así, no es difícil imaginarnos que cuando Jesús dice a su comunidad “ustedes son la sal de la tierra” estaba diciendo: “Ustedes tienen la función de reunir al pueblo disperso en el rebaño del Padre para que no se pierda ni vaya a quedar expuesto a las fieras del mundo”. La misión de las discípulas y los discípulos es la de unir a la humanidad en el reino de Dios.

También era costumbre en Palestina usar la sal para activar las fogatas en las frías noches de invierno, y cuando la sal perdía sus componentes químicos propios para activar el fuego, ya no servía más de combustible. La recomendación de Jesús: “Tengan sal en ustedes” (Mc 9,50) significa “mantengan el calor en ustedes, la capacidad de sostener la vida”. La comunidad “sal de la tierra” en la medida que testimonia las bienaventuranzas es capaz de llevar este fuego por dentro, es capaz de llevarlo igualmente a los demás. Jesús insiste en la capacidad de la comunidad para convocar, para reunir, para juntar, para animar, para acompañar, para animar. Cuando pierde esta capacidad “ya no sirve más que para tirarla afuera y ser pisoteada por los hombres”. Tarea permanente de la comunidad será pues velar para no perder su sabor y su gusto, que su testimonio no se desvirtúe, motivos por los cuales es bienaventurada no se vayan a perder.

Comunidad “luz del mundo”

La luz era muy importante en la vida cotidiana. La luz es símbolo de vida, de alegría, de prosperidad y seguridad en abierto contraste con la adversidad, el dolor y la muerte. Las casas de los pobres estaban iluminadas por una sola lámpara, pues generalmente poseían una sola pieza. La palabra de Dios se compara a la luz que guía a los seres humanos; “lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sl 119,105), en consecuencia su Palabra irá delante como “luz para las naciones”.

En los cantos del Siervo Sufriente del profeta Isaías, el Siervo descubre la misión como fruto de un largo proceso. Primero, el Siervo pensaba que su misión era sólo con el pueblo de Israel, después descubrió que esto no bastaba. Su misión debía alcanzar a todos los pueblos. El debía ser “luz para las naciones” (Is 49,6). Ahora la misión del Siervo aparece más amplia, asume la forma concreta de un proyecto: reconducir a los exiliados de Israel y traerlos de regreso, organizarlo nuevamente en tribus y reunirlos en torno a Dios (Is 49,5-6). El Siervo es llamado para restablecer la alianza de Dios con su pueblo como lo hicieran Moisés y Josué en el comienzo de la historia.

Jesús aplica esta misión a la comunidad de sus discípulos y sus discípulas. Toda la comunidad debe ser “luz del mundo”, misionera, en el sentido de iluminar a la humanidad con la luz del Reino. No puede apropiarse de la luz que ha recibido. Con esta luz debe iluminar ampliamente, como expuesta en candelero. Tal luz no puede ser otra que “las buenas obras” de la comunidad, aquellas por las cuales, esta comunidad es bienaventurada: tener hambre y sed de justicia, ser misericordiosa, construir la paz, luchar por la causa de la justicia, etc. Solo cuando estas obras “brillen”, quienes las vean podrán “glorificar al Padre que está en los cielos”.

Para la revisión de vida
La palabra, sin el testimonio de vida, es increíble; pero el testimonio de las obras, sin la palabra que interprete el testimonio, puede ser ininteligible. Palabra y testimonio mutuamente se necesitan. ¿Cómo va en mi vida ese binomio de palabra y testimonio? ¿Qué predomina? ¿Qué falla? Se conjuntan y apoyan mutuamente?

Para la reunión de grupo
- ¿Cuáles de los métodos qué hoy tenemos para conservar los alimentos existían en tiempos de Jesús?
- ¿Era grande el valor que los antiguos daban a la sal? ¿Por qué?
- ¿Por qué la expresión "negar el pan y la sal"?
- ¿Qué puede querer decir Jesús al hablar de que sus discípulos deben ser "sal de la tierra"?
- ¿Qué decir de la luz?

Para la oración de los fieles
- Para que los cristianos, como la sal con los alimentos, estemos en contacto con el mundo y no nos aislemos, roguemos al Señor...
- Para que también los cristianos nos dejemos influenciar por todo lo bueno que encontramos en la vida de tantos hombres y mujeres, de tantos pueblos y religiones, como algo con lo que Dios nos interpela y nos ayuda a crecer en santidad y en comunión…
- Para que, como la sal, demos sabor a lo que nos rodea...
- Para que "brillen nuestras obras ante los hombres" y mujeres...
- Para que la palabra de la Iglesia vaya avalada por su compromiso...
- Para que el compromiso de los cristianos sea interpretado correctamente mediante la confesión explícita de la fe...

Oración comunitaria
Dios Padre y Madre universal, que en Jesús nos has invitado a compartir la Buena Nueva que él nos trajo; haz que los cristianos hagamos valer socialmente los valores de amor y servicio del Evangelio, para que a nuestros hermanos les sea más fácil reconocer la presencia que ya tú tienes en todos ellos y así seamos efectivamente “sal y luz de la tierra”. Nosotros te lo pedimos con la mirada puesta en Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.


26. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

Comentarios Generales

Isaías 58, 7-10

Esta llamada del Profeta es una llamada, un aldabonazo fortísimo a las conductas hipócritas y a las conciencias frecuentemente ilusas y desorientadas en su modo de entender la religión. Jesús, en el Sermón del Monte (Bienaventuranzas), insistirá y urgirá la doctrina del gran Profeta:

— Dios quiere ante todo la conversión de los corazones; y no le pueden agradar ni engañar meras prácticas externas y rituales. En éstas hay que encontrar el sentido interior, el alma, que las vivifica. El Profeta lo aclara con el ejemplo del ayuno: “¿Acaso es éste el ayuno que yo deseo? Inclinar la cabeza como un junco, vestirse de saco... ¿A eso llamas ayuno grato a Yahvé?” (v 5).

— Cuando estas prácticas externas sirven sólo para encubrir nuestro vacío interior y acallar los remordimientos de la conciencia sumida en pecados de egoísmo e injusticia, pierden todo valor religioso; más que un culto a Dios son una burla a Dios y un agravio al prójimo. El ayuno, signo religioso de conversión a Dios, es auténtico cuando produce pureza de corazón y compasión y caridad para con el prójimo: “Partir tu pan con el hambriento, dar cobijo al desamparado, vestir al desnudo... Romper todas las cadenas: las que nos esclavizan a nosotros al pecado; las que oprimen a nuestros hermanos... Este es el ayuno que yo acepto” (6).

— A un corazón que proceda con esta sinceridad en su búsqueda a Dios, Dios le concederá siempre y muy generosamente su luz (vv 8. 10). Muchos sufren crisis de fe porque tienen el corazón enlodado de egoísmo. Salir de sí mismo; abrirse y darse a los demás, es camino muy recto y seguro para encontrar a Dios. Y, por el contrario, ser duro con el prójimo, ser egoísta y sensual, es levantar una muralla que nos hace inaccesible el Rostro de Dios. ¡Y tan fácil como nos sería ver el Rostro de Dios en nuestro hermano que es “imagen” de Dios! En el N. T. Cristo insistirá que quien quiera encontrarle y honrarle a El, le busque y le honre en el pobre, en el débil, en el enfermo.

1 Corintios 2, 1-5

Pablo recuerda a los Corintios el sistema que con ellos y con todos se ha propuesto seguir en la predicación del Evangelio. Hoy, en nuestra euforia de renovación pastoral y ministerial, necesitamos retornar a las fuentes. Sacerdotes, misioneros, laicos militantes y cuantos queremos servir al Evangelio haremos bien en releer esta página del que sin discusión ha sido el más grande Apóstol de Cristo:

— Pablo, conocedor de que el Evangelio es energía divina infinita de Salvación (R 1, 16), sabe que el mensajero del Evangelio no debe apoyarse en recursos humanos. En Corinto era muy valorizada la retórica y la filosofía. El Evangelio no es ni retórica ni filosofía. Predicador y auditorio, escritores y lectores, pueden caer fácilmente en esta desorientación: Hacer del mensaje Evangélico una palestra retórica o un ensayo filosófico, sociológico y aun político.

— Pablo nos dice con meridiana claridad cual ha sido en Corinto y siempre el tema de su predicación: “Porque me propuse no saber otra cosa entre vosotros sino Jesucristo; y Este, Crucificado” (v 2). En otra Epístola escribirá: “No me sonrojo del Evangelio, ya que él es la fuerza de Dios para salvar a todos los que creen” (R 1, 16). Pablo, el que fue ferviente fariseo, cumplidor exactísimo de la Ley, a la luz de Damasco ha hecho en su mentalidad un cambio radical. El perseguidor del “Crucificado” no tiene ya otro amor, otro ideal ni otra vida que el “Crucificado”; “Me propuse no saber otro cosa que a Jesús-Crucificado”. Ha entrado en el plan de Dios que ahoga todo orgullo humano: La Fuerza Salvífica de Dios es la Cruz de Cristo.

— El Crucificado es Salvación para todos. Quien predica a los hombres Salvación, predique a Cristo Crucificado. La fe en El nos salva. Esta fe no es fruto ni de raciocinios ni de discursos persuasivos (v 4). Es Don de Dios, es Espíritu Santo, es Gracia. Y toda la Gracia Salvífica mana de la Cruz de Jesucristo. Tanto los predicadores como los evangelizados debemos asirnos a esta Cruz y decir con Pablo: “Lejos de mí gloriarme sino en la Cruz de Jesucristo” (Gál 6, 14). “Qui, humanis miseratus erroribus, de Virgine nasci dignatus est. Qui crucem passus, a perpetua morte nos liberavit et, a mortuis resurgens, vitam nobis donavit aeternam” (Pref. De Dom. per annum II).

Mateo 5, 13-16

En el Sermón del Monte acentúa Jesús el aspecto expansivo y dinámico del mensaje Mesiánico:

— Usa tres claros símbolos que vienen a ser tres claras consignas: “Sois la luz del mundo”, “Sois la sal de la tierra”, “Sois ciudad sobre el monte”: Luz que disipa las tinieblas; sal que preserva de corrupción y sazona de nuevo sabor; ciudad visible, a todos abierta. Todo ciudadano del Reino, todo cristiano, debe iluminar, santificar, vivificar. Pero Vida no es estrépito. Espíritu no es desasosiego. El misterio Eucarístico, tan lumínico y vivificante, se realiza en signos de silencio, de humildad, de inmolación. Realicemos nuestra vocación como la luz, la sal, el fermento.

— El Concilio valoriza y recalca el dinamismo apostólico que debe acompañar a toda vocación cristiana: “El apostolado surge de la misma vocación cristiana; nunca puede faltar” (A. A. 1). Y otra vez: “La vocación cristiana es por su misma naturaleza vocación al apostolado” (A. A. 2). En virtud, pues, del Bautismo todos debemos vivir del Espíritu de Cristo y vivificar.

— Nos lo recuerda también el Papa: “Un catolicismo cómodo y quieto no es verdadera interpretación de la vocación cristiana. No pertenezcáis al grupo de católicos dimisionarios, apáticos, ocasionales, conformistas” (Paulo VI: 1-VI-1969). Los bautizados rebosantes de vida divina, con nuestra ejemplaridad, con nuestra doctrina y conducta, deberíamos llevar a todos la luz de Cristo, dar sabor cristiano a todo cuanto es humano, abrir el corazón a todos los hombres para que cuantos buscan a Dios, cuantos buscan la verdad, la vida, el amor, los hallaran en nosotros.

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R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, IVE

Sal de la tierra y Luz del mundo

1. Vosotros sois la sal del mundo. ¿Cuál es la función de la sal? En el tiempo de Nuestro Señor (y por muchos siglos después de él) la sal se utilizaba no solo para dar sabor a los alimentos, sino también para impedir la corrupción de los alimentos (se los metía en sal) y para sanar las heridas y la corrupción ya empezadas. Por esto era muy fácil darse cuenta cuando la sal comenzaba a faltar: simplemente todo se echaba a perder y se podría.

2. Ahora bien, ¿cuál es la analogía que ha querido realizar Jesús? ¿Qué ha querido el Señor que entendamos en sus palabras? El Señor ha querido indicarnos que el Cristiano es quien da el sabor... es decir, el espíritu, el estilo de vida al mundo: cuando hay hombres con un carácter fuerte que descollan de la masa común, todo lo que está cerca de ellos se torna un poco de su mismo estilo. Hombres de la altura espiritual de los santos han dado en otros tiempos el sabor evangélico de la cristiandad.

3. Es el cristiano quien debe impedir que el mundo se corrompa. ¿Cómo se corrompe algo? Cada ser se corrompe cuando muere. ¿Y cuándo muere? Cuando pierde aquello que le daba la vida, como es el alma respecto del cuerpo: cuando el alma se separa el cuerpo se corrompe. Del mismo modo, el cristiano debería tener aquel principio espiritual que da la verdadera vida sobrenatural a su alma, es decir, la gracia santificante, que hace de nosotros amigos de Dios y templos del Espíritu Santo, y hace que la misma Trinidad habite en nuestros corazones. Cuando el cristiano posee esta vida y vive en el mundo, también el mundo, en cierto sentido, tiene esta vida como el grano de levadura. Por eso, él, como la sal, es el único que puede dar sabor, que puede curar y salvar al mundo enfermo y agonizante.

4. Por otro lado, es fácil observar si el mundo posee la sal que garantice su salud o no.

4.1. Vemos que en la sociedad occidental reina un ateísmo cada vez más creciente. Desde los inicios de nuestro siglo, un 20 por ciento del mundo se ha declarado ateo. No cree en Dios, ni siquiera en su existencia.

4.2. Asimismo, el indiferentismo. Aquellos que no se llaman ateos, pero que viven como ateos. "Como si Dios no existiese", según la célebre frase del filósofo Bonhoeffer. Y esto sucede a menudo entre los mismos cristianos. No nos importa Dios, su ley, su Iglesia, etc.

4.3. También la pérdida del sentido del pecado. Nos hemos habituado al pecado. Sentimos hablar del pecado; hablamos de realidades que son pecados; miramos a nuestro alrededor situaciones que son pecados. Llegamos hasta aconsejar pecados. Y todo esto sin escandalizarnos (aunque tal vez escandalizando): estamos como insensibilizados ante el aborto, el divorcio, el concubinato, la injusticia, la coima, la pornografía, el error, la mentira, el carrerismo.

5. Teniendo todo esto presente el diagnóstico parece claro y fácil. Siguiendo las palabras de Cristo: aquí falta sal que sale. Y esta constatación NOS ACUSA, porque nosotros hemos de ser la sal de esta tierra:

5.1. Nosotros tenemos la misión de VIVIR aquella presencia constante de Dios, que haga palpitar a Dios entre los hombres y que los haga despertarse del letargo en el que viven.

5.2. Nosotros debemos tener el sentido del pecado que, como dice Juan Pablo II, se encuentra viviendo el sentido de Dios, el sentido del misterio divino, de la gracia, de la Iglesia. El hijo que ama a su padre no puede ser indiferente si ve alguien que le levanta una mano o que lo ofende. Mas bien, la sangre se le sube a la cabeza; a menos que sea un hijo despreocupado del padre.

5.3. Nosotros somos los que debemos caracterizarnos por nuestros teísmo frente al ateísmo del mundo, haciendo a Dios presente en nuestras propias vidas.

6. Esto significa ser sal. Y la presencia de los hombres/sal es lo que podemos considerar como propio de la vida de cada santo: sus vidas han hecho temblar las ciudades, los países, los continentes y los siglos: Juan Bosco, Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Francisco Javier.

7. En la antigüedad, la sal que no servía para nada, era echada al fuego, pero la que era útil era conservada como un tesoro. La Virgen madre nos haga también tesoros de Dios para que nos esconda en su corazón de amor.

(Miguel Ángel Fuentes, de sus sermones).

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R.P. Juan de Maldonado, Sj

“… Así luzca vuestra luz delante de los hombres, que vean vuestras buenas obras”.

Parece que Cristo enseño lo contrario en otro lugar (6,1-2. 5): Cuidad no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, y muchas cosas en este sentido en aquel pasaje. Fácil es la solución. La partícula para no significa en este lugar causa, sino consecuencia. No les manda obrar bien para que les vean los hombres (esto es lo que prohíbe en el Cáp. 6), sino que vivan de tal manera que cualquiera que considerase sus acciones glorifique no a ellos, sino a su padre, que esta en los cielos, a quien se debe la vida virtuosa. Esto no se prohíbe en el Cáp. 6. Pregunto: ¿es lícito hacer una cosa buena que los hombres han de ver y no haríamos si no la viesen? Sí, es licito, con tal que desees que los hombres la vean, no por ti, sino por Dios: es licito obrar por un fin semejante, con tal que no le constituyas ultimo fin; es licito llegar hasta ahí, pero no quedarse ahí: el animo ha de tender a la gloria de Dios; el que antes de llegar a Dios se detiene, no se ha detenido, ha caído; el que desea ser visto de todos cuando obra el bien para que el Padre, que esta en los cielos, sea glorificado, quiere que sea Dios visto por los hombres y no él. En realidad, no porque nos vean, sino por conseguir alguna cosa deseamos que nos vean, sino por conseguir alguna cosa deseamos que nos vean. El que busca la gloria de Dios y no la busca para si, sino para Dios, aunque desee ser visto de todos, es como si no lo desease. En este sentido, San Pedro (1Pe. 2,12) quiere que los cristianos que viven bien sean visto por los gentiles: Vuestra conversación entre los gentiles sea buena, para que aquellos que os acusan como malhechores, contemplándoos en vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el Día de la visitación. En este sentido me parece también que dijo Cristo: Luzca así vuestra luz delante de los hombres, que vean sus buenas obras. En este pasaje, el que no solamente significa el suceso y las consecuencias, sino también el fin y sus causas. Comparó a los apóstoles a las antorchas: estas se encienden con el fin de que se vean; pero, como dijimos, Cristo no se para ahí, sino que pasa adelante: Para que glorifiquen a vuestro Padre, que esta en los cielos.

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San Juan Crisóstomo

Si el fermento mezclado con la harina no transforma toda la masa, es verdaderamente fermento? Si la esencia no perfuma, ¿merece el nombre de esencia?

Y no vale decir " No puedo inducir a los demás"; si eres cristiano de verdad, esto es inadmisible, ya que es algo que radica en la misma naturaleza del ser cristiano, y las propiedades naturales no pueden negarse.

No hagas injuria a Dios. Si dijeras que el sol no puede alumbrar, harías injuria al sol. Si dijeras que el cristiano no puede ser provecho para los demás , haces injuria a Dios, porque lo tildas de mentiroso. Es más fácil que el sol no caliente y no alumbre, que no que deje de dar luz un cristiano; más fácil que esto sería que la luz fuese tinieblas.

No digas que es cosa imposible: lo contrario es imposible. No hagas injuria a Dios. Si ponemos en orden nuestra propia conducta, todo lo demás que hemos dicho se seguirá por consecuencia natural. La luz del cristiano no puede quedar escondida; una lámpara tan resplandeciente no puede ocultarse.

(Comentario a los Hechos de los Apóstoles- Homilía 20, 4. Liturgia de las Horas, Tomo III, Oficio de Lectura de Santos Varones, pag. 1782)

Una vez que los ha exhortado a todo lo que convenía, de nuevo los alaba y consuela. Porque los nuevos mandatos eran sublimes y mucho más perfectos que los de la Antigua Ley, para que no se turbaran y temblaran y fuera a decir: ¿Cómo podemos cumplirlos? Oye lo que les dice: "Vosotros sois la sal de la tierra", con lo que les manifiesta la necesidad en que estaba de darles semejantes mandatos. Como si les dijera: estos mandatos se os dan no únicamente en vista de vuestra vida, sino de la salud del orbe entero. Yo no os envío a dos, a diez, a veinte ciudades, ni os envío a una sola nación , como lo hice antiguamente con los profetas, sino a todas las tierras y mares y al orbe entero, y por cierto muy maleado.

Porque al decirles: "Vosotros sois la sal de la tierra", manifestó que la naturaleza íntegra del hombre estaba manchada y corrompida por el pecado. Por tal motivo exige de ellos en especial aquellas virtudes que son necesarias y útiles para cuidar de las multitudes. Quien es limpio de corazón, pacífico, impulsado por la verdad, encamina toda su vida al bien de la humanidad. No vayáis a pensar - como si les dijera- que son cosas de poco más o menos esas a que os envío y que vaís a certámenes vulgares, pues "sois sal de la tierra"

Por tal motivo, no os cause molestia lo que o digo. Otros infatuados podrán rechazar vuestros ministerios. Pero si vosotros caéis en ese vicio, arrastraréis a otros a la ruina. Así pues, cuanto son más importantes son los negocios que se os encargan, tenéis necesidad de mayores cuidados . Por eso dice Cristo:" Si la sal se desvirtúa ¿ con qué se salara? Para nada aprovecha ya , sino para tirarla y que la pisen los hombres". Otros, así caigan infinitas veces, pueden obtener perdón; pero si el maestro cae, no tiene defensa y se le aplicará el extremo castigo.

(Homilía XV, pag. 200-201, Comentario al Evangelio de San Mateo, Ed. Tradición 1978.)

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SAN GREGORIO MAGNO

Hay, sin embargo, algunos que cuentan con excelentes dones de virtudes y que están enriquecidos con grandes dotes para instruir a los demás y que son limpios por la guarda de la castidad, vigorosos por la virtud de la abstinencia, henchidos de abundante doctrina, benignos por la piedad y rectos con la severidad de la justicia; los cuales si con todo eso llamados, rehúsan la sublimidad del gobierno, por lo regular pierden para sí esos mismos dones que recibieron, no sólo para provecho de ellos, sino también para provecho de los demás.

Cuando piensan, pues, en su ganancia y no en la de los otros, ellos mismos se privan de los bienes que quieren tener privadamente, que por eso la Verdad dice a los discípulos (Mt 5,14)"No se puede encubrir una ciudad edificada sobre un monte, ni se enciende la luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero, a fin de que alumbre a todos los de la casa"; y por lo mismo, dice a Pedro (Jn. 21,16) "Simón hijo de Juan, ¿me amas?", el cual después de haber respondido al punto que sí lo amaba, oyó: "Apacienta mis ovejas". Ahora bien, si es prueba del amor el cuidado de apacentar, quienquiera que, teniendo muchas virtudes, rehúsa apacentar la grey de Dios, convencido queda de que no ama al Supremo Pastor.

(Regla Pastoral. Parte I, cap. 5; OBRAS DE SAN GREGORIO MAGNO, BAC. 1958)

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Juan Pablo II

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Toronto, Parque Downsview, Domingo 28 de julio de 2002

"Vosotros sois la sal de la tierra...
Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-14).

Amadísimos jóvenes de la XVII Jornada mundial de la juventud;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. En una montaña, cerca del lago de Galilea, los discípulos de Jesús escuchaban su voz suave y apremiante: suave como el paisaje mismo de Galilea, apremiante como una llamada a elegir entre la vida y la muerte, entre la verdad y la mentira. El Señor pronunció entonces palabras de vida que resonarían para siempre en el corazón de los discípulos.

Hoy os dice esas mismas palabras a vosotros, jóvenes de Toronto, de Ontario y de todo Canadá, de Estados Unidos, del Caribe, de la América de lengua española y portuguesa, de Europa, de África, de Asia y de Oceanía. Escuchad la voz de Jesús en lo más íntimo de vuestro corazón. Sus palabras os dicen quiénes sois como cristianos. Os enseñan qué debéis hacer para permanecer en su amor.

2. Jesús ofrece una cosa; el "espíritu del mundo" ofrece otra. En la lectura de hoy, tomada de la carta a los Efesios, san Pablo afirma que Jesús nos lleva de las tinieblas a la luz (cf. Ef 5, 8). Tal vez el gran Apóstol estaba pensando en la luz que lo había cegado a él, el perseguidor de los cristianos, en el camino de Damasco. Cuando recobró la vista, ya nada era como antes. Pablo había renacido y ya nada podía quitarle la alegría que le había inundado el alma.

También vosotros, queridos jóvenes, estáis llamados a ser transformados. "Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo" (Ef 5, 14), dice también san Pablo.

El "espíritu del mundo" ofrece muchos espejismos, muchas parodias de la felicidad. Quizá no haya tiniebla más densa que la que se introduce en el alma de los jóvenes cuando falsos profetas apagan en ellos la luz de la fe, de la esperanza y del amor. El engaño más grande, la mayor fuente de infelicidad es el espejismo de encontrar la vida prescindiendo de Dios, de alcanzar la libertad excluyendo las verdades morales y la responsabilidad personal.

3. El Señor os invita a elegir entre estas dos voces, que compiten por conquistar vuestra alma. Esta elección es la esencia y el desafío de la Jornada mundial de la juventud. ¿Para qué habéis venido desde todas las partes del mundo? Para decir juntos a Cristo: "Señor, ¿a quién iremos?" (Jn 6, 68). ¿Quién, quién tiene palabras de vida eterna? Jesús, el amigo íntimo de cada joven, tiene palabras de vida.

Lo que heredaréis es un mundo que tiene necesidad urgente de un renovado sentido de fraternidad y solidaridad humana. Es un mundo que necesita ser tocado y curado por la belleza y la riqueza del amor de Dios. El mundo actual necesita testigos de ese amor. Necesita que vosotros seáis la sal de la tierra y la luz del mundo.

El mundo os necesita; el mundo necesita la sal, os necesita como sal de la tierra y luz del mundo.

4. La sal se usa para conservar y mantener sanos los alimentos. Como apóstoles del tercer milenio, os corresponde a vosotros conservar y mantener viva la conciencia de la presencia de Jesucristo, nuestro Salvador, de modo especial en la celebración de la Eucaristía, memorial de su muerte redentora y de su gloriosa resurrección. Debéis mantener vivo el recuerdo de las palabras de vida que pronunció, de las espléndidas obras de misericordia y de bondad que realizó. Debéis constantemente recordar al mundo que "el Evangelio es fuerza de Dios que salva" (cf. Rm 1, 16).

La sal condimenta y da sabor a la comida. Siguiendo a Cristo, debéis cambiar y mejorar el "sabor" de la historia humana. Con vuestra fe, esperanza y amor, con vuestra inteligencia, valentía y perseverancia, debéis humanizar el mundo en que vivimos. El modo para alcanzarlo lo indicaba ya el profeta Isaías en la primera lectura de hoy: "Suelta las cadenas injustas, (...) parte tu pan con el hambriento (...). Cuando destierres de ti el gesto amenazador y la maledicencia, (...) brillará tu luz en las tinieblas" (cf. Is 58, 6-10).

5. Una llama ligera que arde rompe la pesada cubierta de la noche. ¡Cuánta más luz podréis producir vosotros, todos juntos, si os unís en la comunión de la Iglesia! Si amáis a Jesús, amad a la Iglesia. No os desalentéis por las culpas y faltas de alguno de sus hijos. El daño que han hecho algunos sacerdotes y religiosos a personas jóvenes o frágiles nos llena a todos de un profundo sentido de tristeza y vergüenza. Pero pensad en la gran mayoría de sacerdotes y religiosos generosamente comprometidos, cuyo único deseo es servir y hacer el bien. Hoy se encuentran aquí muchos sacerdotes, seminaristas y personas consagradas: estad cerca de ellos y sostenedlos. Y si escucháis que resuena en lo más íntimo de vuestro corazón esa misma llamada al sacerdocio o a la vida consagrada, no tengáis miedo de seguir a Cristo por el camino real de la cruz. En los momentos difíciles de la historia de la Iglesia el deber de la santidad resulta aún más urgente. Y la santidad no es cuestión de edad. La santidad es vivir en el Espíritu Santo, como hicieron Catalina Tekakwitha aquí en América y muchísimos otros jóvenes.

Vosotros sois jóvenes, y el Papa es anciano; 82 u 83 años de vida no es lo mismo que 22 o 23. Pero aún se identifica con vuestras expectativas y vuestras esperanzas. Jóvenes de espíritu, jóvenes de espíritu. Aunque he vivido entre muchas tinieblas, bajo duros regímenes totalitarios, he visto lo suficiente para convencerme de manera inquebrantable de que ninguna dificultad, ningún miedo es tan grande como para ahogar completamente la esperanza que brota eterna en el corazón de los jóvenes.

Vosotros sois nuestra esperanza, los jóvenes son nuestra esperanza. No dejéis que muera esa esperanza. Apostad vuestra vida por ella. Nosotros no somos la suma de nuestras debilidades y nuestros fracasos; al contrario, somos la suma del amor del Padre a nosotros y de nuestra capacidad real de llegar a ser imagen de su Hijo.

Concluyo con una oración.

6. Señor Jesucristo,
conserva a estos jóvenes en tu amor.

Haz que oigan tu voz
y crean en lo que dices,
porque sólo tú tienes
palabras de vida eterna.

Enséñales cómo profesar su fe,
cómo dar su amor,
cómo comunicar su esperanza
a los demás.

Hazlos testigos convincentes
de tu Evangelio,
en un mundo que tanto necesita
de tu gracia que salva.

Haz de ellos el nuevo pueblo
de las Bienaventuranzas,
para que sean la sal de la tierra
y la luz del mundo
al inicio del tercer milenio cristiano.

María, Madre de la Iglesia,
protege y guía
a estos muchachos y muchachas
del siglo XXI.

Abrázalos a todos
en tu corazón materno.

Amén.

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Catecismo de la Iglesia Católica

El apostolado

Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de san Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es "enviada" al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. "La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la actividad del Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el Reino de Cristo por toda la tierra".

"Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia", es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo. Según sean las vocaciones, las interpretaciones de los tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las formas más diversas. Pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, "que es como el alma de todo apostolado".

La Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y última, porque en ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos "el Reino de los cielos", "el Reino de Dios", que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces todos los hombres rescatados por él, hechos en él "santos e inmaculados en presencia de Dios en el Amor" (Ef 1,4), serán reunidos como el único Pueblo de Dios, "la Esposa del Cordero" (Ap 21,9), "la Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios" (Ap 21,10-11); y "la muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero" (Ap 21,14

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EJEMPLOS PREDICABLES

Ser luz y sal por las almas

Un sacerdote católico, al darse cuenta de que los universitarios de color eran atraídos y conquistados por sectas no católicas y por masones, comprendió la necesidad de una labor exquisita y se dio a ella con todas sus fuerzas y con todos los medios a su alcance.

Muchísimo logro el sacerdote en este sentido. Tanto, que sus adversarios se alarmaron y escogieron un chino muy inteligente para que destruyera toda la labor del sacerdote.

El chino fue a este para que le instruyera en la religión cristiana, pero fue sincero desde un principio y le dijo claramente que el quería instruirse para así poderle atacar mejor y así poder destruirlo.

Puesta la confianza en Dios, se avino el sacerdote a este contrato. Pero en seguida fue a ver a una joven enferma y le suplicó que ofreciera todos sus dolores a favor de un chino. Cada día este iba a instruirse en la religión cristiana, cada día el sacerdote telefoneaba a la enferma y cada día aumentaba los dolores de esta. Un día, a una hora desacostumbrada, presentóse el chino y dijo:

Padre, no puedo más. Quiero recibir el Bautismo.

En seguida telefoneo a la casa de aquella enferma para comunicarle esta grata noticia, pero recibió esta contestación: “Acaba de morir”. Eso es ser verdadera luz del mundo y sal de la tierra.

(Del libro Ejemplos Predicables, Mauricio Rufino, Barcelona, Editorial Herder,1962, pag 807, nº 1992)


27. DOMINICOS 2005

Brilla una luz en las tinieblas
Las lecturas de este domingo, en continuidad con las del domingo pasado, nos hablan de la vocación cristiana. ¿A qué estamos llamados los que nos llamamos “de Cristo”? La vocación, el llamado, el nombre propio... Diferentes maneras de definir algo que está en el meollo del ser: la identidad.

Preguntarnos quiénes somos, preguntarnos por nuestra identidad, por aquello profundo en nuestro interior que nos distingue de todos los otros y de donde emana nuestro sentir y nuestro obrar; es para los cristianos preguntarnos también por el nombre que nos da Dios. Hermosa búsqueda personal para cada uno y cada una en su propia vida. Hermosa búsqueda comunitaria también.

Como Iglesia, como Comunidad, Dios nos llama “sal”, nos llama “luz”. Y en el nombre que nos da define nuestro ser, lo más profundo de nuestra identidad. En consecuencia, define también nuestra misión.

Comentario Bíblico

El compromiso cristiano como sal y luz del mundo

Iª Lectura: Isaías (58,7-10): Solidaridad y compromiso
I.1. La primera lectura de la liturgia de hoy la encontramos en el libro de Isaías (TritoIs) que es como el texto de Is 1,10-20, acomodado a una nuevas circunstancias por las que pasa el pueblo de Judá, precisamente en el período postexílico. Todo está casi destruido, y como siempre, los pobres son los que soportan lo peor. Sabemos que es un texto de la escuela de Isaías. Se plantea en la comunidad la necesidad de un día de ayuno, mortificación y humillación para conseguir el favor divino. Entonces el profeta habla, dice, interpreta e interpela. Lo que Dios quiere, como ayuno, como mortificación, es no cerrarse al prójimo, a “tu propia carne”, en el lenguaje antropológico-semítico del AT. Con ello se revelan las causas de la situación: la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos afectados personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros, considerando esos hechos como datos fríos de noticias o de encuestas sociológicas.

I.2. Pero el profeta dice que cuando alguien pasa hambre eres tú quien la pasas; cuando te desentiendes de tu prójimo, te desentiendes de ti mismo. Si se hace todo eso: partir el pan con el hambriento, hospedar al pobre, vestir al desnudo, habrá justicia; y si hay justicia allí está la gloria de Dios. No hay ayuno mejor que este para ganarse el favor de Dios. Es un texto que Lucas tomó como programa para la lectura de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14ss). Las promesas de luz, son exigencias de justicia; esto la sabe el mundo entero.


IIª Lectura: Iª Corintios (2,1-5): La experiencia de Cristo crucificado en Pablo
II.1. La segunda lectura, continuando con 1 Corintios, es de una fuerza inexorable: la fuerza del poder más pobre del mundo: la cruz, la sabiduría de la cruz, del fracaso. Pablo, predicador, apóstol, se presentó en Corinto consciente de lo poco que podía presumir ante los ojos del mundo, ante la sabiduría de los filósofos griegos, del mensaje que predicaba. Incluso había tenido un fracaso grande en Atenas, la ciudad más sabia del mundo (Hch 17), porque les había anunciado la resurrección del un crucificado. Pero la sabiduría de Dios, está claro, no encaja con la de este mundo. Corinto era una ciudad distinta, donde frente a los potentados económicamente por ser una ciudad comercial, había muchos marginados, pobres, trabajadores de sol a sol. ¿Aceptarán este mensaje del cristianismo? Corinto fue distinta; difícil ciudad y difícil comunidad, heterogénea, pero allí encontró Pablo a los que aceptaron el mensaje de Cristo, y éste, crucificado. Maravilloso pasaje donde Pablo expresa la convicción de que Jesucristo, el crucificado, es el liberador de los oprimidos.

II.2. Se trata, pues, de ponerse como modelo para la comunidad en el mejor sentido de la palabra. En realidad Pablo, el judío, podía haberse presentado como un buen rabino cristiano y un buen retórico, sabio y de cultura helenista, pues lo era según los mejores datos que tenemos. Pero como apóstol de Jesucristo, no entiende que los altos discursos de sabiduría pudiera trasladar el mensaje de “Cristo crucificado”. Eso hubiera sido un infidelidad a quien lo llamó y por ello la comunidad que había sido llamada desde su experiencia de pequeñez no puede renunciar a sus orígenes “crucificados”. Cuando la comunidad, la Iglesia, quiere vivir la “grandeza y la gloria, el poder y la influencia incluso de su teología y de su ética no vive en plenitud el mensaje del Crucificado. Si la Iglesia no entiende que pueda ser perseguida e incluso rechazada… entonces no hay “theologia crucis” en su seno. La Iglesia debe ser discutida… y sentirse por ello muy cerca de su Señor.


Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo
III.1. El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.

III.2. La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.

III.3. Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas, que fue el evangelio del domingo anterior. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad, sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.

III.4. Los que han hecho las opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para “santos” especiales; pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org


Pautas para la homilía

"Ustedes son la sal de la tierra" (Mt. 5, 13)

En tiempos de Jesús, la sal no se empleaba solamente para dar sabor a los alimentos, sino también para conservarlos. De su “buen estado” dependía, por ejemplo, que las poblaciones alejadas de la costa pudieran recibir pescado en condiciones de ser consumido. Podríamos pensar que este conservar de la sal supone un proceso, el cual depende de que la sal sea buena.
La bondad de la sal... la bondad de la Iglesia. ¿De qué se trata? ¿Qué hemos de conservar? Pablo insiste en recordar a los Corintios que se presentó ante ellos “débil, temeroso y vacilante... para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Conservar como comunidad la fidelidad a Cristo crucificado y resucitado, que desde la humildad y la mansedumbre se pronuncia inamovible por la misericordia y por la justicia; es tal vez conservar en nuestras sociedades (tan “sosas”, a veces, otras tan “empalagosas”) la posibilidad de descubrir a Dios caminando al lado incluso de quienes lo niegan, o lo crucifican, y sobre todo de todos los que sufren. Es conservar viva la fe y la esperanza, conservar activa la construcción del Reino. Aún frente a las “malas noticias”, “su corazón está firme, confiado en el Señor”, dice el salmista (Salmo 111, 7).


"Ustedes son la luz del mundo" (Mt. 5, 14ª)

Se sabe que la llama más pequeña rompe las tinieblas más oscuras. Por cualquier pequeña hendija se cuela la luz, y por más poca que sea la oscuridad no puede resistírsele, se disipa y se diluye. La luz es inexorable. Sin luz no se ve nada. Sin luz se acongoja el corazón y se impone la tristeza. Sin luz nada vive.

Hoy Jesús nos llama por nuestro nombre: “luz”. Esa es nuestra vocación como Iglesia: disipar la tiniebla que rodea a tantos corazones, a tantos pueblos (guerras, injusticia, muerte, desesperanza...) Las lecturas y el salmo, de tanta belleza, nos indican cómo brillar: “...brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo” (salmo 111, 4). En lo pequeño y cotidiano, y también en aquello que atañe a nuestro pueblo, a nuestro país, a nuestro mundo; somos llamados a “soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos” (Is. 58, 6).

Ser luz exige identificar situaciones-cadena, realidades-yugo, poderosos-opresores. Denunciarlos. Trabajar por convertirlos en situaciones-libertad, realidades-dignidad, hermanos. Es reconfortante sabernos comunidad, sabernos Iglesia llamada a esta misión. Solos sería imposible.


"No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña" (Mt. 5, 14b)

Muchas veces sentimos el impulso interior, como individuos o como comunidad, de hacer algo bueno, algo compasivo, algo justo. A veces esa acción es arriesgada y peligrosa y nos acobardamos. A veces, simplemente, frente a ella oponemos enseguida argumentos muy “lógicos y racionales” que en el fondo recubren miedos, comodidad, dudas... Honestamente, nos pasa a todos. Frente a esa tentación, un sacerdote amigo solía decir: “Hay que dejar actuar al Espíritu”. Nuestro impulso a “ser luz” (misericordiosos, compasivos, justos) nos viene de los más hondo de nuestro ser. Somos luz porque somos de Cristo, porque el Espíritu habita en nosotros. Porque somos “lámpara encendida” desde el día de nuestro bautismo.
Que María nos ayude a, como comunidad cristiana, dejar actuar en nosotros y a través de nosotros al Espíritu. Esa es nuestra vocación, nuestra identidad, el meollo de nuestro ser “...a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre” (Mt. 5, 16.

Carola Arrúe
carolaarrue@eircom.net

Laica dominica, psicopedagoga,
profesora de Universidad. Argentina


28. Fray Nelson Domingo 6 de Febrero de 2005
Temas de las lecturas: Entonces surgirá tu luz como la aurora * Les he anunciado a Cristo crucificado * Ustedes son la luz del mundo.

1. Un mundo en tinieblas
1.1 La luz es la palabra central en los textos de hoy. La luz para el mundo, específicamente. Por eso nos preguntamos en qué sentido se habla de oscuridad y también qué quiere decir iluminar.

1.2 La oscuridad se refiere a la dificultad para discernir qué se puede o no se puede hacer, qué se debe o no se debe hacer. No es un asunto de si tenemos las fuerzas o los recursos sino más bien de cuáles son las consecuencias de nuestros actos. Un mundo a oscuras es un mundo en el que parece que da lo mismo hacer una cosas que otra. Nada desalienta tanto a la práctica del bien como ver que la suerte del perverso es igual o mejor que la del justo.

1.3 Otra forma de oscuridad tiene que ver con la realidad y la apariencia. Así como a oscuras el latón podría pasar por oro, así también el reino de las apariencias se adueña del corazón humano y le hace elegir lo falso y desechar lo verdadero. Según esto, el placer inmediato suele ser preferido mientras que el esfuerzo prolongado de la virtud no encuentra a veces quien lo acoja.

1.4 Esta situación se hace más difícil cuando hay verdaderas industrias dedicadas a la mentira. Mucho de la publicidad que bebemos a través de los medios de comunicación tiene un claro propósito: "vendernos" una imagen falsa de felicidad, de lo que es la mujer, la vida, el amor, las prioridades. Además de la publicidad, están las leyes inicuas. Si un país dice en sus leyes que se puede asesinar no nacidos, ello envía un poderoso mensaje sobre lo que significa la sexualidad y sobre el respeto a los indefensos. Así hay leyes que traen oscuridad.

2. ¿ Cómo Iluminar el Mundo?
2.1 Jesús nos llama a ser luz. Es una invitación y un mandato; es un derecho y un deber. Inmensa tarea, lo entendemos de inmediato, a la vista de cuántas oscuridades ha tenido nuestra propia vida y de cuántas padece el mundo.

2.2 Ser luz es estar a la vista de todos, como la ciudad en la cima del monte. Ello implica ser identificados como creyentes y de algún modo estar expuestos a la burla, la crítica, la ironía, o quizá también: expuestos a la mirada de alguien que quiere saber cómo cambiar su existencia.

2.3 Un detalle no debe pasar inadvertido: la finalidad de nuestro proceder es la gloria de Dios, es decir, que Dios sea conocido como Señor y amado como Fuente de todo bien. Correspondientemente, todo aquello que pretenda que los demás atribuyan a nosotros lo que sólo tiene su fundamento en Dios es oscuridad.

2.4 La primera lectura nos da pistas bien precisas: "Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te desentiendas de tu semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora." Entendemos de estos textos lo ya dicho: las obras de inexplicable generosidad que marcan la vida del creyente son las señales de un amor que va más allá de la conveniencia, y por tanto, las señales que vencen la oscuridad del mundo.