COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Dt 18, 15-20

 

1. ADIVINACIÓN: PARA LOS HEBREOS EL ÚNICO MEDIO DE CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS SERÁ RECURRIENDO A LOS PROFETAS.

Este pasaje figura en la sección que dedica el Dt a las instituciones y a los ministerios del pueblo elegido, Después de haber hablado sobre el rey y sobre el sacerdote, pasa a hablar sobre el profeta.

Este tema está introducido por una prescripción que prohíbe a Israel recurrir a la adivinación, como lo hacen los paganos (Dt 18, 09-14). En efecto, para los hebreos el único medio de conocer la voluntad de Dios será recurriendo a los profetas (vv. 15-20). El pasaje termina enunciando los criterios que permiten reconocer al verdadero profeta (Dt 18, 21-22).

El Dt difiere de otros documentos del Pentateuco cuando presenta a Moisés como profeta (vv. 15 y 18; cf. Dt 34, 10-12). No es fácil ver las diferencias que establece entre el profeta, el sacerdote y el jefe político, ya que, a sus ojos, estas tres funciones están concebidas como mediadoras paralelas entre el pueblo y su Dios. Sin embargo, el autor manifiesta claramente su preferencia hacia la mediación profética: sin duda escribe en una época en que la realeza y el sacerdocio pasan por una grave crisis y en la que los profetas son los únicos que proclaman la voluntad de Dios, el regreso a las fuentes de la Ley y la constitución de un pueblo en torno a la Palabra.

Por otra parte el profeta tiene una superioridad muy clara sobre el rey y el sacerdote: mientras el primero se atiene al comportamiento político y el segundo a la esfera cultual, el profeta lleva la Palabra de Dios en cualquier circunstancia de la vida individual y social. La existencia del profeta prueba la presencia de la Palabra de Dios en las más variadas circunstancias; además, mientras que el sacerdote y el rey se apoyan en una ley que ya está fijada, el profeta es mucho más sensible a las instancias nuevas, a los casos imprevistos. Su Dios es un Dios del cambio, de la novedad. Por esto, el profeta es mucho más el hombre de lo profano que el sacerdote, que está hundido en las cosas sagradas.

El profeta tiene, finalmente, el poder de transformar sus palabras en actos: Moisés es realmente un profeta, y el autor, que escribe probablemente en el tiempo de los grandes profetas de Israel, sabe lo que dice cuando considera a Moisés como de mayor importancia que ellos (cf. Dt 34, 10). Habrá que esperar la llegada de JC (Hch 3, 33; 7, 37) para encontrar un profeta más importante que Moisés, que libre la palabra del sacerdocio y del político para hacerla presencia activa de Dios en el seno de la realidad más cotidiana.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 127


2. SUPERSTICIÓN MÁNTICA

Si la mántica es el intento humano de hacerse con Dios, de hacerse con la ciencia y el poder de Dios, la profecía es un servicio a la palabra que sale libremente de la boca de Dios. Por la mántica, el hombre intenta escalar el cielo y asaltarlo; por la profecía, se abren los cielos. Y la palabra de Dios irrumpe en el mundo para hacer historia de salvación. La palabra de Dios proclamada por sus profetas constituye al pueblo en responsabilidad. No es Dios el que cae en las manos del hombre, sino el hombre el que debe ponerse en las manos de Dios y obedecer lo que Dios anuncia. El rechazo de la mántica y de la superstición, y la opción de Israel por la profecía es el resultado de una larga historia en la que el pueblo va tomando conciencia de su especial relación con Yahvé. El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios vivo que marcha delante de su pueblo exige a Israel una fidelidad absoluta y una devoción individual, esto es, un culto exclusivo y sin mezclas de idolatría. Dios es el único Señor. Por eso, al establecerse Israel en Canaán, deberá evitar cuidadosamente cualquier participación en las prácticas supersticiosas de los pueblos conquistados.

EUCARISTÍA 1991/06


3.

* Contexto.-Dentro del código legal del Dt (caps. 12-26), nos encontramos con esta perícopa acerca de los profetas (18, 9-22).

Por encima del rey y del sacerdote (cf. vs. anteriores) está la voz de Dios que todo Israel debe escuchar y obedecer si, de verdad, quiere poseer la tierra de promisión.

Todos los pueblos han intentado conocer los secretos del presente y, sobre todo, del futuro. Para ello tratan de forzar y dominar a la divinidad a través de las artes ocultas: nigromancia, adivinación, magia... Dios quiere prevenir a Israel de este peligro prohibiendo la adivinación bajo todas sus formas (vv. 9-14). Aunque Israel las haya practicado en el pasado (1 S 28, 8; Ez 21, 26ss), el código se muestra hostil a esta forma irracional de actuar; va contra la naturaleza del hombre e implica una ruptura con el Dios de Israel. La pena de la magia es la muerte (Ex 22, 17; Lv 20, 6. 27)

* Texto.- Para conocer la voluntad del Señor, Israel tendrá sus profetas (vv. 15-20). En el relato de las plagas de Egipto, la misión de los magos era anular el valor apologético de los prodigios de Moisés y de Aarón, obrando los mismos signos. En un comienzo actúan con éxito (Ex 7, 11.22; 8, 3), pero sin hablar; a la tercera plaga se muestran impotentes; entonces el autor bíblico, de forma irónica, pone la palabra en sus bocas y les hace confesar que es la mano de Dios la que actúa (Ex 8, 14ss).

En la sexta plaga el autor los hace desaparecer de la escena, golpeados por las úlceras (Ex 9, 11). Es el colmo de la ironía; por eso el autor bíblico opondrá a los magos el verdadero profeta: Moisés. El Señor se revela a través de su profeta (Am 2, 11), pone sus palabras en la boca del elegido (Jr 1). Israel deberá obedecer a esta palabra.

-El Señor va a suscitar un profeta como Moisés (vv. 15.18), ya que siempre habrá alguien que continúe su misión; pero según Dt 34, 10, ningún profeta ha surgido que se pueda comparar a Moisés.

Por eso, el judaísmo tardío aplicará el relato al Mesías; para los cristianos la sola respuesta es Jesús (Jn 6, 14; 7, 40; Hch 3, 20ss.; 7, 37...).

-Termina el relato proclamando que nadie puede arrogarse el privilegio de ser profeta, engañando así al pueblo; pero también es cierto que nadie puede tapar sus oídos a la auténtica palabra profética. A ambos el Señor les pedirá cuentas.

* Reflexiones.-Jesús es el nuevo Moisés, el más grande de todos los profetas. Él es el gran catedrático de la palabra, de la enseñanza con autoridad, como dice el evangelio de hoy. Todos los cristianos, la Iglesia, dependemos de su palabra, ¿Nos lo creemos?

-También hoy tratamos de forzar y dominar a la divinidad.

D/DOMESTICO: Queremos hacer un Dios a nuestra imagen y semejanza; buscamos a un Dios doméstico y domesticado, de acuerdo con nuestras propias peculiaridades ideológicas y sociales... Y una divinidad domesticada no es Dios. Su palabra, más bien, es flecha aguda que nos hiere y puede dejarnos cojeando cuando nos enfrentamos con ella, como le ocurrió a Jacob. Y aunque heridos, cojeando..., nos sentimos contentos porque nos hemos enfrentado y confrontado, con valentía, a su Palabra. Manipularla sólo es de traidores.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988/13


4. ADIVINACIÓN.MAGIA.PROFETA.

Detrás de su tratamiento sobre el profeta (Dt 18, 9-22) late como problema el fenómeno del profetismo cananeo, el del falso profetismo dentro de la religión yahvista, y también el del falso auditorio del profeta. El reconocimiento de otro profetismo fuera del de Israel hace justicia a la realidad de ese fenómeno en otras religiones incluso más antiguas que el yahvismo. Para el Deuteronomio es, por supuesto, preocupante el profetismo baalístico y con él los diversos mediadores paraproféticos de comunicación con lo divino. A juzgar por la rica terminología que usa para designarlos, conoce muchas variedades: vaticinadores, astrólogos, agoreros, hechiceros, encantadores, espiritistas, adivinos, nigromantes. Podríamos decir que alude ahí a todas las formas corrientes de la adivinación, un modo de comunicar con lo divino impostado sobre la magia.

Para el Deuteronomio el profeta no es eso. Al contrario, es el que debe liberar de todas esas prácticas al pueblo que se deja fascinar por el maravilloso arte de la magia. Pero el Deuteronomio sale también al encuentro de las tensiones que a lo largo de su historia surgieron en el seno del profetismo bíblico.

En otras palabras, el Deuteronomio denuncia el falso profetismo y da criterios para su discernimiento. El criterio indefectible, aunque demasiado difícil de aplicar, es el de la fidelidad al mandamiento capital: que no aparte de Dios ni lleve al reconocimiento de falsas divinidades (Dt 13, 2-6). Un criterio aparentemente más sencillo, aunque por lo general no disponible en el momento necesario, es el del cumplimiento de la palabra (Dt 18, 21-22).

Ciertamente estos criterios no resuelven tan fácilmente un problema de naturaleza carismática. El Deuteronomio responsabiliza también al pueblo en la audiencia que presta a los profetas. El verdadero oyente necesita y discierne al profeta verdadero; el falso oyente sustentará al profeta falso.

D/MEDIACIONES:  El profeta tiene su lugar en el marco de la alianza. El Deuteronomio remonta su etiología a la teofanía sinaítica, cuando el pueblo aterrorizado pidió a Dios que no le hablara él directamente, sino por un mediador (Ex 20, 19ss; Dt 5,24ss). Ese ruego del pueblo es escuchado por Dios, que en adelante hablará por medio de Moisés y después por los profetas. El profeta, según eso, es un mediador de la palabra de Dios, al servicio del pueblo. Cierto, esta versión de la función del profeta coincide con el hecho de que Dios no puede venir al encuentro del hombre sino por mediaciones. En la religión profética la mediación primordial es la del profeta, un hombre de entre los hombres.

El deuteronomio destaca aquí dos responsabilidades: la del profeta que debe anunciar todas y solas las palabras que reciba de Dios; y la del pueblo que debe escuchar la palabra del profeta como mensaje de Dios. A diferencia de la adivinación mágica, en la profecía es Dios quien toma la iniciativa de la comunicación; el profeta es su mensajero y los destinatarios el término de esa comunicación que provoca a responder.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 275 ss.


5.

"Pediste al Señor tu Dios: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios" (1. lectura). A la hora de la teofanía del Sinaí, ante los truenos, los relámpagos y el terrible incendio, el pueblo se asustó y dijo a Moisés: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios; no quiero morir". (Ex 20, 18-19). Hoy ha desaparecido toda aquella imaginería y también el miedo de ver a Dios y morir. Pero no le vemos cara a cara ni escuchamos directamente su voz. Dios nos habla siempre de manera humana: "En diversas ocasiones y de muchas maneras Dios antiguamente había hablado a los padres por boca de los profetas; pero ahora, en estos días que son los últimos, nos ha hablado a nosotros en la persona del Hijo" (/Hb/12/01-02) leíamos por Navidad. En él "se ha revelado el amor de Dios que quiere salvar a todos los hombres (...); la bondad de Dios, nuestro salvador, y el amor que tiene a los hombres" (Tt 2, 11; 3, 4). El pueblo esperaba un Profeta como Moisés (cf Jn 1, 21). Pero la realidad sobrepasa la profecía. Nosotros vemos a Dios y le escuchamos en Jesús.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1991/03


6. /Dt/18/01-22  MAGO/PROFETA:

La terminología de Dt 18,1-8 no es rigurosa y sugiere que todos los levitas podían ejercer las funciones sacerdotales. Pero, de hecho, no todos las ejercían (eran demasiados para que pudieran colaborar todos). Los levitas que prestaban un servicio al altar tampoco disfrutaban de las correspondientes asignaciones económicas. Al no tener territorio asignado a su tribu ("Yahvé será su herencia": v 2), no disponían de ingresos. Por eso el Dt encomienda a la caridad de los israelitas tanto la viuda y el extranjero como el levita (Dt 12,12). Al centralizarse el culto en Jerusalén, no desaparecieron los santuarios locales, pero su clero se resintió de la competencia y vio disminuir sus ingresos... Se estableció de hecho una distinción entre los sacerdotes de los grandes santuarios (o del santuario único, tras la reforma) y los sacerdotes de provincias.

«Yahvé, tu Dios, suscitará de los tuyos, de tus hermanos, un profeta como yo» (v 15) En el trasfondo de Dt 18,9-22 late el problema del profetismo cananeo y del falso profetismo dentro de Israel. La acumulación de términos para describir el profetismo del ambiente cananeo supone su gran variedad y frecuencia: adivinación, astrología, hechicería, nigromancia, etc. (10-11). El auténtico profeta de Israel no es de esta clase. Al contrario, desenmascara toda falsedad y libera al pueblo de la fascinación que siente por la magia. El mago «maneja» la palabra de la divinidad. El profeta se siente dominado por Dios, de cuya palabra no puede "disponer" a su gusto. Sólo Yahvé puede, cuando quiere, suscitar su profeta. La profecía es para Israel el gran medio de relacionarse con Dios, en oposición a los sucedáneos del entorno en que vive (hechiceros, adivinos...).

Los vv 20-22 hacen referencia al ministerio profético, que Dt considera instituido en el Horeb (= Sinaí), como un ministerio de mediación semejante al de Moisés. El profeta del futuro debe ser un profeta ideal («como Moisés»); el texto apunta a un profeta mesiánico, La comunidad cristiana tuvo conciencia de ser contemporánea de esa maravilla y proclamó que Jesús era el profeta anunciado por Moisés (Hch 3,20ss).

R. VICENT
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 544 s.