SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA


1 Cor 1,26-31:
A tan amplia fuente ha de llevarse el vaso vacío

A veces los hombres se causan un gran daño a sí mismos, mientras temen ofender a los demás. Mucha es la influencia de los buenos amigos para el bien y de los malos para el mal. Por ello el Señor, con el fin de que despreciemos las amistades de los poderosos con vistas a nuestra salvación, no quiso elegir primero a senadores, sino a pescadores. ¡Gran misericordia la del autor! Sabía, en efecto, que si elegía a un senador, iba a decir: «Ha sido elegida mi dignidad». Si hubiera elegido primero a un rico, hubiese dicho: «Ha sido elegida mi riqueza». Si hubiese elegido antes al emperador, hubiese dicho: «Ha sido elegido mi poder». Si el elegido hubiese sido un orador, hubiese dicho: «Ha sido elegida mi elocuencia». Si el elegido hubiese sido un filósofo, hubiera dicho: «ha sido elegida mi sabiduría». «Está gente soberbia -dijo el Señor- puede sufrir una pequeña dilación; está muy hinchada». Hay diferencia entre la magnitud y la hinchazón; una y otra cosa son algo grande, pero no algo igualmente sano.

«Sufran dilación -dijo- estos soberbios; han de ser sanados con algo sólido. Dame en primer lugar este pescador. Tú, pobre, ven y sígueme; nada tienes, nada sabes, sígueme. Sígueme tú, pobre ignorante. Nada hay en ti que se asuste, pero hay mucho para ser llenado». A tan amplia fuente ha de llevarse el vaso vacío. Dejó sus redes el pescador, recibió la gracia el pecador y se convirtió en divino orador. He aquí lo que hizo el Señor, de quien dice el Apóstol: Dios eligió lo débil del mundo para confundir a lo fuerte; eligió también lo despreciable del mundo y lo que no es como si fuera, para anular lo que es (1 Cor 1,27-28). Y ahora se leen las palabras de los pescadores y se doblega la cerviz de los oradores. Desaparezcan, pues, de en medio los vientos vacíos; desaparezca de en medio el humo que a medida que se eleva se esfuma; despréciense totalmente en bien de la salvación.

Sermón 87,12