REFLEXIONES

 

1. J/LIBERADOR   LBC/ESCLAVITUD 

La idea de liberación, de libertad, está subyacente en todo el Evangelio y lo está en el  Antiguo Testamento también. Cada vez que Dios se acerca al hombre lo hace para  "liberarlo" y, desde luego, cuando se acerca Jesucristo, cumplida ya la plenitud de los  tiempos, un signo evidente de esa cercanía es la liberación.

Curiosamente, sin embargo, nosotros hemos hecho, demasiado frecuentemente y con  todas las honrosas excepciones que se quieran admitir, del Evangelio y su ideología, no una  ideología de liberación, sino una ideología de dominación. La historia es una buena prueba  de ello. Aunque sería más exacto decir que esta dominación se ha intentado y a veces se ha  conseguido no con el Evangelio en la mano (el Evangelio se ha traducido poco y mal), sino  con la "religión" (que es otra cosa completamente distinta del Evangelio) en la mano.

Volviendo al Evangelio y concretamente al de hoy, es evidente que Jesucristo vino  precisamente a liberar al hombre, a conseguir que fuera eso, hombre; que fuera capaz de  utilizar lo que lo distingue de los animales, es decir, su inteligencia y su voluntad con  rectitud. Vino Jesucristo ciertamente a conseguir que el hombre fuera capaz de alzarse  contra él mismo, penetrando hasta lo íntimo de su ser para destrozar lo que de viejo y feo  tiene dentro para que aflore lo que tiene de espléndido y admirable; vino para que el  hombre sea capaz de arrojar lejos las cadenas de su egoísmo que lo convierte en el centro  del universo con olvido olímpico de los demás seres que lo pueblan; vino para que fuera  capaz de sentirse, con todas sus consecuencias, hijo de Dios y hermano de los hombres. 

Vino Jesucristo a liberar al hombre en su totalidad a fin de hacerlo apto para construir "hoy  y aquí" el Reino de Dios que El anunció y quiso construir como tarea prioritaria de su vida. 

Vino para liberar al hombre de eso que se llama "pecado" y que consiste en subvertir la  escala de valores y en lugar de buscar el Reino de Dios y su justicia buscar la propia y  directa satisfacción por encima de todo. Vino para que, al liberar al hombre, desapareciera  en la tierra el odio, la guerra, la violencia, la extorsión, el dolor innecesario y causado  directamente con nuestras manos, la injusticia, la miseria, la opresión, la intolerancia. Vino  para construir el hombre nuevo capaz de colaborar en la realización de la nueva tierra y de  los cielos nuevos.

Fue Jesucristo un auténtico liberador. Con razón pudo decir delante de los suyos que en  El y en aquel momento se cumplía la Escritura que acababa de leer y que hablaba  precisamente de la liberación del hombre. Y conviene pensar serenamente en este párrafo  del Evangelio de Lucas y saborear la escena en un momento, como el que vivimos en la  actualidad, en la que proliferan los "liberadores" y las "libertades". Quizá nunca se ha  hablado tanto de liberar al hombre como ahora. Estamos rodeados de liberadores oficiales  que nos quieren liberar para gozar del sexo, de la vida, de cada momento que se nos  escapa de las manos y hay que asirlo por eso con rapidez y apurarlo hasta sus últimas  posibilidades. Nunca, sin embargo, ha estado el hombre más prisionero de sí mismo,  prisionero precisamente de aquello por donde dicen que le viene la liberación. Esta  liberación que nos predican y nos anuncian tantos mesías como pueblan nuestras páginas  de lectura está dando trágicos resultados: vidas rotas en plena juventud, hastío cuando  apenas comienza la vida y todo debería ser una ilusión espléndida; placer sin limitaciones  que deja una mueca de desencanto y no logra arrrancar una sonrisa limpia y estimulante;  violencia mortal al imponer los propios modos de concebir la vida a punta de pistola;  hambre del que es posible morir en nuestras civilizadas y estupendas ciudades; frío del que  también se muere a nuestro alrededor; soledad, una soledad inmensa que llena de vacío  nuestras populosas ciudades; injusticia que se traduce en pobreza institucionalizada, en  paro estabilizado o sin estabilizar. Estos son los frutos de la liberación que nos anuncian los  mesías de turno. Frente a ellos, se alza majestuosamente Jesús, con la Escritura en la  mano, anunciando que real y verdaderamente comienza con El la auténtica y total liberación  del hombre; una liberación que supone romper las cadenas personales que a cada uno  aprisionan para conseguir ser lo que se debe ser, antes de comenzar a hacer lo que se  debe hacer.

Para un cristiano, "lo que se deber ser" es ser un sincero y verdadero hijo de Dios, con  toda la amplitud y la exigencia que esa realidad lleva consigo. Si cada uno de nosotros  pudiéramos decir que ese trozo de Escritura que hoy Jesús leyó ante los suyos comienza a  cumplirse en su propio ser, habríamos dado un paso de gigante para la verdadera  liberación del mundo.

ANA MARÍA CORTES
DABAR 1986, 12


2.MONICIÓN DE ENTRADA.

Queridos hermanos, nunca se ha hablado tanto como hoy de la libertad; nunca como hoy  se ha reivindicado este derecho fundamental de todo hombre; sin embargo, la realidad está  muy lejos de los sueños y de los deseos. La libertad se usa para hacer propaganda, para  ganar elecciones, para presumir de moderno y progresista, para reclamarla para sí  olvidando la parte que le corresponde al prójimo... Pero son pocos los que hacen algo  realmente serio en favor de la libertad de los hombres.

En este contexto nos encontramos el Evangelio que vamos a leer hoy, en el que Jesús se  nos presenta como el Libertador integral de todos los hombres; y la suya fue y es, no una  liberación anunciada, sino una liberación realizada. Esta es la diferencia con los numerosos  profetas de libertades de nuestros días: que todos buscan algo a cambio y no ofrecen nada  en realidad, mientras que Jesús de Nazaret no buscó nada para sí, sino que lo dio y lo hizo  por la verdadera libertad del hombre.

LUIS GRACIETA
DABAR 1986, 12


3. DESPEDIDA. LBT/CAMINO:

No deja de ser chocante que el hombre siga buscando con afán la libertad porque,  frecuentemente, sigue sin encontrarla. Pero Jesús dejó claramente señalado el camino para  alcanzarla: la confianza en Dios y la preocupación por el hermano. Mientras los hombres  siguen buscando, la verdadera libertad está ahí, al alcance de la mano de cualquiera que  sepa buscar, de cualquiera que esté dispuesto a seguir a Jesús. Así y sólo así alcanzará el  hombre la plena libertad, la que le liberará de las pequeñas y de las grandes esclavitudes;  la que le liberará incluso del terrible domino de la muerte.

LUIS GRACIETA
DABAR 1986, 12


4. FE/LIBERACIÓN:  DECLARACIÓN DEL V CONGRESO DE TEOLOGÍA. EN UNA DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL V CONGRESO DE TEOLOGÍA,  CELEBRADO EN MADRID, SEPTIEMBRE DE 1985:

Nosotros, participantes en el V Congreso de Teología:

DECLARAMOS
que no podemos tomar en serio a Dios,
sin creer en el Hombre;
que no podemos hacer bien a Dios,
si no es amando al Hombre;
que no podemos hacer bien al Hombre,
sin tomar en serio a los más pequeños y oprimidos.

DENUNCIAMOS
la idolatría imperialista que blasfema el nombre de Dios
utilizándolo para justificar sus programas bélicos,
su explotación de la tierra
y de los pueblos más pequeños,
y su dominio sobre la humanidad;
la idolatría religiosa
que pretende hacer un Dios cómplice de sus caprichos,
de sus intereses domésticos,
de sus complejos
y de sus debilidades por el poder;
las complicidades político-religiosas
que se levantan sobre el escarnio,
el dolor y la muerte de los débiles.

NOS COMPROMETEMOS
a tomar en serio al Dios de la vida,
asumiendo, de forma responsable,
la Causa del Hombre;
a realizar nuestro amor a Dios
en forma de justicia, de igualdad
y de liberación entre los hombres;
a apoyar y defender a los más pobres y explotados,
y a ponernos inequívocamente
del lado de los que luchan por su liberación.

OPTAMOS
por el Dios de Jesús de Nazaret,
que en él se ha mostrado
decididamente partidario de la Vida
y radicalmente en contra de los poderes satánicos
que conducen a la muerte;
por la causa de Jesús,
uniendo nuestros esfuerzos 
a los que luchan por la igualdad entre las razas,
la liberación de los oprimidos,
la justicia debida a los pobres
y la paz entre los pueblos;
por el Reino de Dios,
horizonte utópico
que alienta nuestro caminar en la Historia
hacia Aquel que era,
que es y que será;
por una Tierra Nueva
madre y hogar entrañable del Hombre.
Queremos mantener incontaminada su pureza ecológica
contra las explotaciones salvajes que desertizan 
y el armamentismo satánico que la destruye;
por una Iglesia que,
puesta al servicio de esta Causa,
sea testimonio comunitario
de esperanza en el mundo.

Madrid, 6 de septiembre de 1985
MISION-ABIERTA 85/09 págs.248-250


5. EL EVANGELIO DE LUCAS

En muchas comunidades quizás se da hoy la oportunidad de presentar este evangelio.  Buena parte de los "practicantes" son con frecuencia bastante ignorantes aún de la  Escritura, incluso del Nuevo Testamento y de los Evangelios, y apenas distinguen las  características propias que diferencian a estos cuatro escritos de presentación de la Buena  Nueva de Jesús.

Lucas, discípulo de Pablo y su compañero de misión, se informó "exactamente" de los  "hechos que se han verificado entre nosotros"; se guió por los "testigos oculares" para que  pudiéramos conocer la solidez de las enseñanzas que hemos recibido, de nuestra fe en el  Señor. Lucas es un escritor lleno de finura, de alma creyente y delicada. El evangelio de  Lucas sigue la línea del itinerario de Jesús hacia Jerusalén: hacia la Pascua. Nótese que  Lucas nos enseña a celebrar la Pascua: la buena Noticia que cada domingo, y siempre,  proclamamos vivamente en la Eucaristía. Lucas es el evangelista de la misericordia de  Cristo, de la pobreza, de la oración, del Espíritu Santo.

Contempla constantemente a Jesús como "el Señor", igual que su maestro Pablo y nos  enseña que su salvación está abierta a todos.

P. LLABRES
MISA DOMINICAL 1980, 3


6. 

Homilía de todos los días: la Salvación que se anunció en el Antiguo Testamento, se  hace carne en Jesús; hoy se hace presente sacramental y realmente en medio de nosotros,  y nos deja a la espera de su plenificación eterna.

¿Qué manía pagana puede llevar al predicador a hacer de cada homilía carga de leyes y  preceptos, y no anuncio de Salvación -Reino de Dios- que está aquí, al alcance de la mano,  para todo el que cree? Al fondo de cada templo debiera encenderse, al momento de la  homilía, una pantalla gigante con la severa advertencia de Jesús: "Atan cargas pesadas..." 

Se acercan a Jesús en su Iglesia multitud de hombres cada domingo. Son rostros  concretos. Viene cada uno de su historia: sus conflictos, sus miedos, sus dolores, sus  pecados, sus soledades... Qué pena si la predicación va inyectando en el corazón de  bastantes un pensamiento satánico de abandono: ¡Bastantes cargas tiene la vida para que  además venga Dios a recargarme de obligaciones...! Qué alivio si el sacerdote proclama la  Palabra -como Esdras- ante un Pueblo sabedor de la salvación que de ahí brota. Un Pueblo  que responde ilusionado: ¡Amén, Amén! ¡Te alabamos, Señor! Seis días ha tenido el  hombre de destierro. Suficientes para que el trabajo, los conflictos, el pecado, los  fracasos... hayan ido minando su vivir. Que, al llegar el domingo, la Iglesia le haga presente  a Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura: la Buena Noticia para los pobres... Un tiempo de  perdón de parte del Señor".

Es domingo. Lo inaugura la Eucaristía. Hay que entrar en comunión con la Resurrección  de Jesús. No sé qué podrá pasar entre paganos, pero ¿cómo podrá un cristiano malcomer  el domingo, mientras sus hermanos de la Comunidad Cristiana celebran la Fiesta? No  estéis tristes, pues el gozo del Señor es vuestra fortaleza.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
COMENTARIOS AL CICLO C
Desclee de Brouwer BILBAO 1988.Pág. 38


7. PD/CELEBRARLA

CELEBRAR Y VIVIR LA PALABRA

Para el creyente la Palabra de Dios no es  mera letra impresa en la Biblia, sino que es  historia, vida y verdad. 

La Biblia es Palabra de  Dios no porque la sugiere o evoca, sino  porque la expresa, la significa eficazmente, la  hace patente. Por medio de la Biblia la Iglesia  se manifiesta como comunidad de la Palabra y,  a la vez, patentiza que la Palabra que  proclama no es algo propio, sino algo que le  ha comunicado gratuitamente a Dios. 

Celebrar  la Palabra en el culto litúrgico es revelar los  planes ocultos de Dios, para suscitar una fe  más profunda. La Palabra de Dios es valorada en la liturgia  como un acontecimiento. No se celebran ideas  sino hechos. Se celebra precisamente la  presencia de Dios en la asamblea por la  comunicación de su Palabra. Se festeja el  hecho de que Dios hable a su pueblo. 

La celebración de la Palabra supone una  sintonía previa: los que participan en la fiesta  litúrgica saben qué es lo que va a pasar y  precisamente por ésto y para ésto se reúnen.  Más aún, organizan la liturgia para que el  hecho se produzca. 

La Palabra no es anuncio  de algo desconocido, sino repetición  deliberada de un hecho esperado. La Palabra  de Dios cuanto más conocida más se gusta de  ella, más dice, mejor se celebra. Porque  "celebrarla" supone poseerla y ser poseído por  ella. La lectura bíblica llega a ser Palabra de  Dios cuando se acoge, convierte, recrea y  comunica vida. 

Andrés Pardo


8. PD/HOY

En la Sinagoga estaba establecido el pasaje que debía leerse. Pero,  sea cual sea el pasaje, hoy está escrito para mi. Tanto si escucho la  Escritura en la asamblea de los fieles, como si la escucho en privado,  si Tu (Señor) lees por mi, siempre habrá un texto que me dirá algo en  la situación en que me encuentro. Y si mi corazón está lleno de ti,  descubriré inmediatamente la palabra que me puede dar el empuje y la  ayuda que necesito" 

Un monje de la Iglesia Oriental


10. LUCAS/LIBRO

Un nuevo relato

Comenzamos este domingo el evangelio según san Lucas. La lectura de hoy tiene dos  partes: los primeros versículos corresponden el prólogo que Lucas puso a su obra y los  restantes narran la primera aparición en público de Jesús. 

Entre ambos textos están el  llamado evangelio de la infancia y el relato del bautismo de Jesús que hemos leído en las  fiestas navideñas. Sólo nos fijaremos en el prólogo. Es una de las originalidades de Lucas y aporta datos de  interés. 

Está contrastado el hecho de que Lucas escribe su evangelio para una comunidad  cristiana perteneciente a la segunda generación y que vive inmersa en el contexto cultural y  político del imperio romano. Los cristianos de esa comunidad, alejados de los orígenes no  tanto temporal como culturalmente, parece que tienen alguna dificultad a la hora de leer los  evangelios anteriores (san Marcos y san Mateo). 

Lucas, un hombre culto de su tiempo, se siente obligado a una nueva redacción pero  aclara lo que desea hacer. En primer lugar, su evangelio será ciertamente un "nuevo relato" pero de "los hechos que  se han verificado entre nosotros" que son la raíz de la fe que profesa él y su comunidad. Al describir su trabajo de investigación, pone ante nuestros ojos el proceso de formación  de los evangelios que recorre toda esta trama: testigos oculares de los hechos,  predicadores de los mismos, tradiciones trasmitidas oralmente y por escrito y, finalmente, la  confección del relato completo que forma cada uno de los evangelios. Aclara que escribe su evangelio "para que conozcas la solidez de las enseñanzas que  has recibido". 

Antonio Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Núm. 239 - Año V - 25 de enero de 1998


11.

Orígenes (hacia 185-253) teólogo
Homilía 32 sobre Lc 2; SC 87, pag. 387

“Esta palabra de la Escritura...se ha cumplido hoy”

Cuando leéis: “Enseñaba en las sinagogas y todo el mundo hablaba bien de él.” (Lc 4,15) no penséis que aquella gente era especialmente afortunada porque oía a Cristo, ni que vosotros estáis privados de estas enseñanzas. Si la Escritura es la verdad, Dios no ha hablado sólo en las asambleas de los judíos de entonces, sino que habla hoy todavía en nuestra asamblea. Y no sólo aquí, entre nosotros, sino en otras reuniones y en el mundo entero, Jesús enseña y busca los instrumentos para transmitir su doctrina. Rogad por mí para que me encuentre dispuesto y apto para cantar sus alabanzas. Del mismo modo que Dios encontró a los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel en tiempos en que los hombres estaban privados de las profecías, asimismo Jesús busca instrumentos para transmitir su palabra y “enseñar a los pueblos en sus sinagogas, y todos hablaban bien de él.” Hoy Jesús es glorificado por muchos más que en aquel tiempo en que fue conocido sólo por la gente de su provincia.