REFLEXIONES

 

1. RD/CONSTRUIRLO

Desde hace algunos años, felizmente, la cuestión del Reino de Dios ha recuperado en la Iglesia su importancia. Somos conscientes de que el reino fue el gran afán de Jesús, aquello por lo que vivió, luchó y murió. Hoy reconocemos que él mismo era el reino: él, su palabra y su acción.

También hemos superado una imagen unilateral del Reino: un Reino sólo de la otra vida. Nos dimos cuenta de que un Reino así podía ser -y estaba siendo- una forma de opio para muchos, un recurso sutil pero poderoso para mantener injusticias y opresiones, alegando que Dios lo arreglaría todo en la otra vida.

Nuestros avances en este terreno son buenos y loables; pero la historia nos ha enseñado que las nuevas luces no siempre están exentas de sombras. Quizá sea por eso que empiezan ya a oírse algunas voces que están llamando la atención sobre algunas "sombras" aparecidas en esta cuestión del Reino de Dios.

Queremos hoy unir desde aquí nuestra voz a esa llamada de atención sobre una forma de concebir el Reino, de lo más usual, y que podríamos formular así: "Tenemos que construir el Reino en este mundo, tenemos que poner todas nuestras fuerzas y nuestro empeño en ello". La afirmación tiene su parte de verdad, pero hay que completarla. Y completarla con algo ya clásico, que a veces parecemos olvidar: el "ya, pero todavía no". Es decir, que el reino de Dios ha empezado ya en este mundo, pero todavía no ha alcanzado su plenitud. Y más aún: en realidad, nunca la alcanzará en este mundo. Y un pequeño matiz, no menos importante: el Reino de Dios NO lo construimos ni lo construiremos nosotros, sino que nos debe ser dado por Dios. El Reino de Dios, el de "verdad", es algo tan grande, tan hermoso, tan distinto de todo lo que nosotros podamos construir e imaginar, que Él y sólo Él es capaz de hacerlo realidad y hacernos a nosotros participar en él.

Leamos las siguientes líneas de GONZALEZ-Faus, teólogo nada sospechoso de reaccionario: "Las expresiones habituales de muchas teologías: "construir el Reino de Dios" o "trabajar por el Reino", contienen una ambivalencia que se hace preciso eliminar. No es el reino lo que se construye, sino sus necesarios signos intrahistóricos, los cuales, cabría añadir, acontecen como fruto de la "conversión" que la llegada del reino solicita (cf. Mc 1, 15). Y, por tanto, aun la mejor imagen de una sociedad en camino hacia la fraternidad de los hijos del Padre y hacia la libertad de los hijos de Dios, no pasa de ser un pequeño milagro, un signo del Reino, importantísimo pero mínimo... Cualquier otra concepción del trabajo intrahistórico como "construcción" eficaz del Reino, se verá abocada a la larga a una decepción cruel" ("Clamor del Reino", pág. 158).

L. GRACIETA
DABAR 1988/12


2. EV/BN.

No sé cómo estaría el mundo de Cristo de necesitado de una Buena Noticia, pero sé y sabemos cómo lo está nuestro mundo. Todos los días buscamos en los medios de comunicación social, con verdadero interés, una buena noticia. La mayor parte de las veces cerramos el diario o apagamos la radio o la televisión sin haberla encontrado. Los hombres siguen empeñados en no entenderse y, como consecuencia, se persiguen sañudamente, se matan o dejan que cientos de ellos mueran de hambre. Pues bien, nosotros tenemos una BUENA NOTICIA para difundir: la BUENA NOTICIA de que Dios ha venido a la tierra para decirnos que somos sus hijos, que su brazo fuerte y poderoso estará amparándonos en los momentos duros, que cuando lo llamemos vendrá en nuestra ayuda; que el mundo está hecho para que en él vivan los hombres como hermanos, que hay un Reino de justicia, de verdad, de paz y de gracia, que es posible si el hombre es capaz de volver los ojos hacia Dios y buscar en él la norma de su vida en lugar de buscarla en sí mismo, en su egoísmo, en su sed de venganza, en el odio que parece anidar arraigadamente en su corazón.

A.M. CORTÉS
DABAR 1988/12


3. RD/REVOLUCION

Dios hace la revolución total: no una revolución sólo política, ni sólo social, ni sólo económica. Dios va a revolucionar al hombre mismo en lo que es personalmente y en su modo de relacionarse con los demás y con las cosas y el mundo. Dios nos hace vivir, porque el Reino de Dios no es una institución, no es un nuevo conjunto de formas jurídicas. Es una vida. Una vida plena, total. Es la Salvación.

Este Reino no viene con nuestro esfuerzo, no lo ganamos nosotros con nuestra lucha. La experiencia ya nos tiene acostumbrados a ver lo que somos capaces de hacer. Nuestros progresos y descubrimientos técnicos nos dan más posibilidades para ayudarnos y para explotarnos, para prolongar la vida al usarlos en la medicina y para cortarla de raíz al utilizarlos en la guerra.

Tampoco es algo que nos ofrece mágicamente. Dios no es un hada que usa su varita para arreglar nuestros problemas sólo porque le caemos en gracia. Dios no alimenta la vagancia ni sustituye al hombre para que durmamos plácidamente mientras Él se responsabiliza de nuestro destino.

Si las cosas no cambian con nuestra lucha y esfuerzo o por el progreso, si tampoco nos va a venir como lluvia caída del cielo.

Si no lo vamos haciendo poco a poco ni deprisa, ni tampoco cruzándonos de brazos para ver lo que ocurre. Entonces, ¿qué? CV/QUE-ES: Convertirse es cambiar. Cambiar nuestra forma de ser, abandonar los modos de convivencia que tenemos, nuestros criterios de actuación, nuestra forma de valorar a la gente, nuestras concepciones religiosas legalistas, dejar de querer aprovechar las ventajas que tenemos sobre los otros, superar nuestros esquemas de amistad y enemistad, no empeñarnos en querer ser y tener más que los otros, preocuparnos y ser más sensibles de las necesidades, angustias y problemas de todos. Cambiar nuestro interior, lo profundo de nuestra personalidad. Cambiar nosotros mismos. Creer es pensar lo tremendamente positivo y bueno que sería para los hombres una vida de hermandad, de colaboración, de confianza.

Es ver lo bonito de esta vida nueva que podríamos comenzar a experimentar. Darse cuenta que merece la pena por los resultados a los que lleva. La fe ya no es vivir sometidos a unas normas para después de morir ganarse el cielo. Es confiar en que Dios va a hacer algo grande para que podamos vivir bien todos, antes y después de la muerte.

Creer es estar convencidos de que esta Buena Noticia es posible, es una ilusión real y agradable al alcance de la mano, que no es una utopía ni algo imposible. Que Dios, si creemos en Él, va a intervenir y sólo espera nuestra decisión.

¿Por qué no decidirnos de una vez, como Pedro, Andrés, Santiago y Juan, a dejar lo que creemos imprescindible (la manera de vivir que tenemos) y a formar grupos y comunidades en donde se vea la gran ventaja que es para todos el Reino de Dios?

DABAR 1982/12


4.

LA FE CRISTIANA ES CONVERSIÓN Y ANUNCIO POR EL SEGUIMIENTO DE JESUCRISTO.

Probablemente es el núcleo del evangelio de hoy y -en buena parte- de todo el Evangelio de Marcos. Me atrevería a proponer que la predicación de estos cuatro domingos tuviera como intención de fondo el ofrecer una alternativa al generalizado escepticismo que explícitamente tenemos muchos cristianos respecto a nuestra capacidad de convertirnos y de anunciar el Evangelio. El cristiano de hoy vive en solitario su fe, es normal que le suene un poco a música celestial las exhortaciones a la radicalidad evangélica, no tanto porque la sociedad esté "en contra de" los valores evangélicos sino porque está "al margen de" ellos.

La denominada "postmodernidad" se caracteriza por su escepticismo ante los grandes valores, por la crisis de las utopías, por el convertirse hacia las pequeñas satisfacciones, hacia los valores sencillos y cotidianos. La Iglesia ya no vive el fervor posconciliar y la sociedad del progreso -de los años sesenta- ha hecho crisis. Las explicables/necesarias preocupaciones son conservar u obtener un trabajo para subsistir, evitar los conflictos excesivos en la vida familiar... Los políticos hablan ya sólo de "lo posible" (entre reconversiones, ajustes, etc).

En este contorno es normal que el cristiano tienda a vivir su fe sólo como algo privado, simplemente a conservar. Con un hondo escepticismo respecto a su capacidad de comunicarlo, quizá renunciando a que su fe impregne/transforme toda su vida (¿cómo la transformará si su vida es en gran parte simple subsistencia en el cotidiano "ir tirando"?). Nos sale pedir "el pan de cada día", pero no resuenan en la realidad pedir la venida del Reino.

Y, sin embargo, el Jesús de Marcos une el Reino con el pan. Toda homilía debería tener en cuenta esta situación actual, comprenderla para ayudarla, y así ofrecer elementos de posible optimismo.

Pienso que el evangelio de hoy -y de estos cuatro domingos- puede ofrecer ocasión para esta "animación" de la fe. El evangelio de hoy nos dice que el vivir cristiano pide conversión y pide sumarse al anuncio de la gran Buena Noticia de Jesús (el Reino/Amor de Dios está ahí, presente, al alcance, puede cambiar/enriquecer nuestra vida). Pero -¡atención!: ahí está el punto clave entonces y ahora -esta conversión y este sumarse al anuncio no se identifica con una "perfección" del seguidor de Jesús, con un automático/milagroso identificarse del seguidor con Jesús: Marcos insistirá continuamente en que los discípulos no entendían/compartían la acción y persona de Jesús. Pero lo importante -lo decisivo- es ponerse a seguir a JC, es abrirse a su Buena Noticia de esperanza, es procurar compartir su acción liberadora en favor -en amor-de los demás (evangelio de los domingos 5 y 6). En una palabra: la conversión/anuncio son fruto del seguimiento, no al revés. Y al seguimiento están llamados hombres y mujeres del pueblo, normales, sencillos (como Simón, Andrés, los Zebedeos...). Todos tenemos "vocación" de seguidores de JC.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1988/03


5.

-La invitación que hace Jesús es a la "conversión". No puede ser de otro modo, ante una realidad decisiva. "Convertirse significará aceptar, entrando totalmente en él, el mundo de los juicios y de los valores de Jesucristo, la concepción de la felicidad y de las exigencias de la vida según Jesucristo: acoger en el propio interior una mentalidad nueva que es la de Jesucristo... Una conversión que sólo afectara a las ideas, un cambio puramente intelectual, no sería de ningún modo la conversión evangélica, así como tampoco lo sería una conversión que no implicara más que las zonas de la sensibilidad y del sentimiento religioso; o una conversión que únicamente modificara la relación del hombre consigo mismo en el plano de la ética". (A. Liégé)

-La actitud de los apóstoles. Empezando con Simón, Jesús reúne a su alrededor a los primeros discípulos. Son la imagen viva de los "convertidos que creen en el evangelio". Por eso lo dejan todo: las redes, el padre en la barca con los jornaleros... y se van a predicar. Recuérdese cómo Marcos subrayará intencionadamente más adelante que los Doce debían estar con él, antes de enviarlos a predicar (Cf. Mc 3,14).

La misión sólo podrá realizarse a partir de una profunda comunión con Jesús. "La fe cristiana del adulto será el encuentro... del Dios del Reino que, presente en la historia -en Jesucristo-, lleva a término en ella la realización de su proyecto con la colaboración de los hombres". (A. Liégé) El encuentro con JC en nuestra historia es "el momento" que apremia y no puede dejarse perder. A partir de este encuentro, toda nuestra vida debería quedar transformada-convertida. Las realidades presentes -como las redes, el padre, los jornaleros y la barca...- quedan des-centradas, porque el centro es Jesucristo. Decir des-centradas no equivale a decir despreciadas ni aborrecidas; equivale a decir que no son el Absoluto, que no son el Reino.

P. TENA
MISA DOMINICAL 1973/02


6.

Jesús comienza el anuncio de la Buena Nueva afirmando que ha llegado la hora, que el Reino de Dios está cerca y que HEMOS DE CONVERTIRNOS Y CREER EN EL EVANGELIO. Los profetas habían anunciado el Reino y constantemente habían llamado a la conversión. Jesús nos dice que ha llegado la hora y que el Reino está cerca, porque en El se realiza la plenitud del Reino, el plan salvífico de Dios; la necesidad de convertirse y de creer es total, porque lo que esperábamos ya ha llegado y Dios ha realizado su manifestación plena entre los hombres.

Los cristianos, los que nos confesamos creyentes en Jesucristo, ¿cómo vivimos esto después de casi dos mil años de cristianismo? ¿Cómo lo vivimos personalmente? ¿Cómo lo vivimos en la comunidad eclesial y en la sociedad en la cual nos encontramos?.

La expresión "se ha cumplido el plazo" que Marcos utiliza muchas veces, quizás como forma redaccional, es una realidad verdadera y viva, puesto que siempre es tiempo de convertirse de nuevo, de madurar en la fe. Es un aspecto importantísimo de la vida cristiana, el hecho de ser conscientes de la novedad siempre actual del evangelio; la forma literaria como se expresa incluso algunos de los conceptos contenidos, corresponde a la situación histórica en que fue proclamado, pero su mensaje fundamental y básico es siempre el mismo y a la vez es siempre nuevo.

Lo que profesamos, lo que hemos aceptado, si de hecho estamos abiertos a Dios y a los hombres, adquiere nuevo relieve, nos descubre aspectos ocultos, nos hace permanecer atentos, nos ilumina nuevas situaciones personales, eclesiales, sociales, que surgen constantemente en el devenir histórico de cada uno de nosotros y de la colectividad, y cómo de vez en cuando, estas nuevas situaciones adquieren el carácter de momentos claves y decisivos. El que cree en JC siempre está de camino. El inmovilismo, aunque sea de formas exteriores, es profundamente contrario al evangelio. Así pues, hay que convertirse, renovarse constantemente. ¿Reconociendo nuestras limitaciones, estamos dispuestos a una verdadera conversión, o más bien de una manera consciente o semiinconscientemente, pactamos con las conversiones a medias, o bien nos da miedo llegar a la realidad más profunda? El cristiano, en paz, pero con decisión, vive en la paradoja de la fidelidad a Jesucristo que siempre es el mismo y en la preocupación de actualizar de una manera constante al Jesucristo de siempre.

La conversión empieza por un cambio, por la renovación de la mentalidad. Muchas veces y en personas de buena voluntad, éste es el aspecto más difícil de la conversión; al cambio de mentalidad debe corresponder un cambio de comportamiento. Esta conversión se hace difícil, en los diferentes niveles de la persona y de las situaciones por las ideas preconcebidas y por los muchos intereses creados.

Hemos de ser conscientes de que debido a unos condicionamientos, que no es ahora el momento de analizar, hemos puesto casi en la misma situación la fe y la expresión de esta misma fe, y ahora debemos aceptar que la fe no cambia, pero sí cambian su vivencia y su expresión. La auténtica conversión nos hace relativizar lo que debe relativizarse, y nos conserva cada vez más firmes en la fidelidad a Jesucristo; nos puede guiar a descubrir los intereses más sutiles que nos mantendrían en nombre de la renovación evangélica, en arreglos que no tendrían nada de evangélicos y serían la salvaguardia de unas ideologías y de unos intereses que se quieren conservar; esto es difícil; se necesita la libertad de los hijos de Dios, la pobreza evangélica, la fuerza que nos viene de la acción del Espíritu y del hecho de compartir la vida comunitaria. Nos hemos de convencer, con esperanza pero también con humildad, que siempre hemos de convertirnos, pero que nunca lo estaremos del todo.

Marcos nos presenta la llamada de cuatro de los que serán del grupo de los doce discípulos del Señor. Han escuchado su voz, se convierten, cambian de vida y dejando las redes y los peces se van con el Señor que los quiere para que anuncien a los hombres quién es El. Todos tenemos nuestros peces y nuestras redes para dejar; el Señor nos llama, a cada uno en su situación, a proclamar la Buena Nueva. ¿Cómo respondemos a esta llamada?.

J.M. BARDÉS
MISA DOMINICAL 1976/02


N-7. /Mc/01/15

El corazón del hombre, a pesar de haber sido renovado por la gracia, sigue siendo pecador, sigue sin entregarse del todo al Evangelio; incluso, muchas veces, lucha contra él.

La conversión al Evangelio no es más que la aceptación tensa, consciente, paciente, de un deber ineludible: que nuestro compromiso bautismal de seguir a JC sea cada día más profundo y vaya calando las capas de nuestra vida, aun las más reacias y egoístas.

La mayor dificultad, a mi parecer, para una verdadera postura de conversión, está en que muchos cristianos no se han planteado la necesidad de una elección personal y responsable de Cristo y del Evangelio.

Se es cristiano por el bautismo recibido, por una tradición familiar o social, por una serie de prácticas religiosas, por un deseo vago de ser bueno, por un temor al más allá. Pero, en realidad, el Evangelio está allí muy lejos, quizá desconocido, y el hombre está aquí, con su vida concreta, en la que caben criterios, sentimientos, y obras muy lejanos a los evangélicos.

No es posible la conversión mientras no se dé una auténtica y sincera confrontación entre la vida concreta y el Evangelio. El cristiano se decide a la conversión cuando, humildemente, se deja interpelar y acepta la crítica que le hace JC, no para un cambio accidental sino para una transformación profundamente vital que sea capaz de dar al traste con los modos de pensar, de sentir y de obras humanos.


8. 

Venid conmigo

Comenzamos hoy la lectura continuada del Evangelio de san Marcos. Una oportunidad para, domingo tras domingo, adentrarnos en la intención que vertebra todo este evangelio: desvelar el misterio de Cristo al que presenta como "una figura desconcertante ante un auditorio desconcertado", según el escriturista P. Schökel. Tanto el evangelio como la primera lectura comienzan con frases parecidas. Jonás recibe este mandato: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo"; san Marcos encabeza la vida pública de Jesús con estas palabras: "Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios".

No es una anécdota que cuando, según el libro de Jonás, Dios decide intervenir en el caos moral que esta llevando a la ruina a Nínive envíe a un profeta sencillamente para que hable, para que diga a los ninivitas una palabra que los podía arrancar de sus pecados y hacerles beneficiarios del perdón y de la salvación. Tampoco es un dato insignificante que Jesús, como nos narra Marcos, iniciase su vida pública y a lo largo de toda ella se dedicase a hablar, a proclamar el Evangelio ­la Buena Noticia­ de Dios.

Con estas coincidencias, ambas lecturas nos alertan sobre el lugar que ocupa en nuestra vida cristiana la Palabra de Dios, que la Iglesia ha conservado en la Biblia. De su escucha meditativa y de la fidelidad con que la conservemos en nuestra vida dependerá que se haga realidad en nosotros el deseo de Jesús: "Venid conmigo". Buen propósito será dejar las "redes" de tantas voces que nos aturden y atendamos solamente a la suya y le sigamos. 

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
26 de enero de 1997