COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Cor 6, 13c-15a. 17-20
1. CUERPO/TEMPLO: Los corresponsales de Pablo no llegaron a comprender seguramente bien uno de los adagios favoritos del apóstol: "Todo me está permitido" (v. 12; cf. 1Cor 10, 23; Rom. 6, 15). Algunos libertinos utilizan esta adagio para lanzarse a la fornicación bajo el pretexto de que no sería más que una simple necesidad del cuerpo, lo mismo que comer o beber (v. 13). Pablo aprovecha la ocasión para recordar los principios fundamentales de la ética cristiana del cuerpo.
* * *
a) El primer principio consiste en que el hombre es el templo del Espíritu Santo. No se trata de entender ese templo como si el Espíritu "morase" en el hombre de una forma absolutamente extrínseca tal como Dios moraba en el Templo de Jerusalén. En realidad, el Espíritu de Dios no puede morar en el hombre como en un lugar, sino que mora, por el contrario, respetando y animando las facultades mismas del hombre. En otros términos, si el cuerpo del cristiano está consagrado (v. 19), no lo es desde el exterior, por una especie de acción que le haría tabú a la manera de los muros de un templo, sino en virtud de su mismo libre albedrío con que el hombre colabora con el Espíritu. Por eso, no ha quedado abolida la preocupación que se tenía por estar "puros" para penetrar en el Templo de Jerusalén: el cristiano prosigue en busca de la pureza y continúa "temiendo" (en el sentido bíblico de la palabra) la presencia de Dios, pero al mismo tiempo sabe que esa presencia de Dios es un diapasón de sus propias facultades, de su propio hacer, animado por el Espíritu que procede de Dios. El judío entraba en el Templo como en otro mundo y se alineaba para penetrar en él; el cristiano sabe que, merced a su libertad y con la cooperación del Espíritu, edifica por sí mismo el templo, y que ya no hay alienación, sino promoción humana y revelación inesperada del más allá para el hombre.
b) El segundo principio que San Pablo incorpora al comportamiento del cristiano es el del rescate por parte de Cristo, lo que significa que ya no se pertenece (vv. 13, 20).
¿Quiere eso decir que el cristiano se aliena cuando cae bajo la esclavitud de quien le ha rescatado? (cf. Rom. 6, 12-18). Hay que poner las cosas en claro: para Pablo, el hombre reducido a sus propios recursos es un esclavo, el esclavo de la "carne" (en el sentido paulino de la palabra: la técnica de la salvación se fundamenta exclusivamente en los medio de que el hombre dispone, cf. Rom. 8, 1-13). Ahora bien, Cristo es el primer hombre que ha aceptado el disponer no solo de los medios humanos ordinarios -como lo habría hecho Adán-, sino también de un medio salvífico nuevo: el Espíritu de Dios en El. Se ha visto, pues, liberado de la "carne", que, dejada a sí misma, no puede sino fracasar; se ha liberado, además de otra técnica de salvación: la ley exterior, puesto que la presencia del Espíritu le ha bastado para orientar sus facultades humanas hacia la adquisición de la verdadera salvación. Cristo ha conquistado esa promoción del hombre con su resurreción.
El logro de ese proyecto de salvación ha servido a Cristo para interesar a toda la humanidad por la búsqueda de esa misma salvación: su libertad es también cosa nuestra, no solo desde fuera, como una magnifica conquista, sino desde dentro, puesto que nos ofrece, por mediación suya, la posibilidad de actuar de igual manera. Esta mediación del nuevo tipo de humanidad que se da en Cristo y que es ofrecida a cada uno de nosotros se encuentra insistentemente anunciada por Pablo en sus cartas a los corintios (1Cor 1, 12; 6, 19-20; 11, 3; 2Cor. 10, 7; cf. Rom. 6, 11; 6, 15; 8, 9, etc.).
Al liberarnos de la "carne" y de la ley, Cristo puede ser comparado perfectamente a alguien que nos rescata, como se rescata a un esclavo (cf. 1 Cor. 7, 23). Pero, una vez libres, no podemos prescindir de su Espíritu, y por eso "no nos pertenecemos" y contamos con el don de Dios..., un don que hace florecer nuestra libertad en lugar de aprisionarla. La terminología de la compra y de la pertenencia es más fácilmente admisible cuando se sitúa dentro de la perspectiva paulina de la esclavitud de la carnes y de la libertad del Espíritu conquistada por Jesucristo.
c) El tercero y último principio se fundamenta en la resurrección (v. 14) y la glorificación (v. 20) prometidas al cuerpo del hombre.
Este principio se conjuga muy bien con el primero, pero necesita del segundo para que sea perfectamente comprendido. El Templo era considerado tradicionalmente como el lugar de la "presencia" de Dios en el pueblo y en el mundo. A esta presencia se la ha descrito muchas veces con el término "Gloria" (shekinah-doxa). En el culto antiguo, glorificar a Dios consistía en cantar esa gloria presente en los muros del templo; hoy, cuando el templo ya no existe y cuando su culto ha caducado, glorificar a Dios no es ya tan solo celebrar la gloria de Dios, sino hacer que esa gloria esté presente en nuestra manera de comportarnos, dar testimonio de que Dios está presente en nosotros en espera de que lo sea totalmente en la resurrección de los cuerpos. Y está presente en nosotros mediante la acogida que nuestra facultades humanas, plenamente adultas y desarrolladas, dispensen a las sugerencias del Espíritu y a la imitación del Nuevo Adán.
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La argumentación de San Pablo se apoya, por consiguiente, en dos convicciones: en primer lugar, la sexualidad no es una simple "necesidad" corporal; es la expresión de todo el ser en una relación de persona a persona; por consiguiente, no puede traducirse en un uso que no sea fisico. En segundo lugar, todo nuestro ser está absorbido por el Señor, comprendida la sexualidad. En consecuencia, esta se convierte en relación de persona cristificada a persona cristificada, hasta el día en que, transparentes a nosotros mismos, lo seremos también para el Señor en su gloria.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA, MADRID 1969, pág. 31 ss
2.
Entre los temas planteados por la situación corintia a Pablo está el del sexo. Muy importante en aquel ambiente y también en otros, el actual por ejemplo.
La idea principal de Pablo a este respecto es clara: también el sexo, la vida sexual, entra dentro de la salvación. No es, como pensaban algunos corintios, un campo fuera de la actividad cristiana, indiferente y en el que se puede proceder con ligereza. El sexo también tiene relación con el Señor, lo cual es comprensible dado que es el mismo Dios el "interventor" de la vida sexual humana.
Ese es el primer principio. Importante, para que nadie piense que sexual es algo que aleja a Dios o, menos todavía, algo indigno de cristianos, de hombres espirituales.
A continuación otro principio: la unión con Cristo es incompatible con cualquier otra unión.
La lectura ha suprimido algunos versículos que plantean problemas por los presupuestos antropológicos que Pablo utiliza y que necesitan mucha explicación. No se trata de que la unión sexual ilegítima entre en competencia directa con la unión con Cristo. Eso sería un modo demasiado mágico de entenderla. Pablo parece implicar que una unión ilícita, la llevada a cabo con prostitutas por ejemplo, implica una actitud incompatible con la unión con Cristo. ¿Por qué? Pablo parece utilizar sin cuestionarse nada la visión extendida en su tiempo sobre la prostitución. Hoy día podríamos traducir, o mejor, actualizar su visión de este modo: el uso de la prostitución hace objeto a personas para un mero placer de otras, comercializa las relaciones, degrada a algunos de los participantes, banaliza algo importante como medio de comunicación y expresión del amor como es el sexo... Por todo ello quien tiene esa actitud, dificilmente la puede compatibilizar con una unión con Cristo a quien se encuentra no sólo en Sí mismo, sino en los demás.
Por último, la unión sexual es algo íntimo personal, que compromete a las personas. No se puede tomar algo tan importante, que llega a unirnos con el mismo Espíritu en la otra persona y tomarlo a la ligera.
Nótese de pasada que Pablo ve la relación sexual, a contrario, como algo sumamente importante y bello. No es bueno menospreciarlo o minusvalorarlo.
Una última indicación: en estos temas es mejor que hablen quienes tienen experiencia. Pablo puede aquí o bien hablar de lo que sabe si es que estuvo casado antes de escribir esta carta, o bien pecar de teorizante por lo que se hace preciso explicar mucho de su pensamiento.
F.
PASTOR
DABAR 1991/10
3.
Pablo ha predicado insistentemente la libertad de los hijos de Dios. Pero he aquí que ahora se ve en la necesidad de salir al paso de unos libertinos de Corinto, que habían ido demasiado lejos, mejor dicho, que se habían extraviado. El libertinaje no es una mayor libertad, sino su ausencia. Estos libertinos pensaban que la cuestión sexual es indiferente para la salvación, algo así como tomarse un vaso de agua cuando a uno se lo pide el cuerpo. Pablo establece como principio que existe una íntima solidaridad entre el cuerpo y el Señor, que también el cuerpo participa de la salvación de Cristo.
Hay una promesa para el cuerpo, que se ha de cumplir. Porque es falso pensar que el alma está destinada a la inmortalidad y el cuerpo a la corrupción. No; también los cuerpos resucitarán. Por eso ya ahora los cuerpos de los bautizados, de los creyentes, están unidos a Cristo como los miembros a su cabeza. Cristo es la cabeza; a él le pertenecemos y con él estamos unidos en cuerpo y alma. La separación del alma y la degradación del cuerpo a enemigo del alma obedecen a una concepción platónica muy distinta de la cristiana. Para Pablo el hombre nunca es pura interioridad; más aún, no puede ser interioridad, alma, sin ser al mismo tiempo expresión corporal. Por eso, o nos unimos a Cristo en cuerpo y alma o no estamos unidos a él de ningún modo.
Cuando un hombre se une a una prostituta, todo él se compromete en esa unión, que le convierte en "esclavo de la carne". Pero el que se une a Cristo, llega a ser todo él, un "espíritu" con Cristo. "Carne" y "Espíritu" no son términos complementarios, sino contradictorios; el hombre es enteramente "carne" cuando se deja seducir por el instinto, y "espíritu" cuando se deja guiar por el Espíritu de Dios, que da la vida.
Porque el Espíritu ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5,5), porque el Espíritu es el que suspira en nosotros para que venga el Señor y el que nos anima a llamar a Dios "Padre nuestro". Este es el Espíritu de Cristo, el que Cristo nos envía y el que nos une a Cristo y por Cristo al Padre.
Constituido el cuerpo en templo del Espíritu, podemos y debemos dar culto a Dios en nuestro cuerpo, animados por el Espíritu que nos ha sido dado. La fornicación aparece en este contexto como una profanación y un rechazo del Espíritu que nos une a Cristo.
EUCARISTÍA 1985/03
4.
Corinto era una ciudad reconocida por su vida licenciosa. Para indicar un estilo de vida desarreglado se había acuñado la expresión "vivir a la corintia". En la misma comunidad de cristianos había habido un caso claro de fornicación (5, 1s) y Pablo se extraña de que la comunidad no reaccione (5, 2). Incluso algunos de los cristianos parecían agarrarse a una frase dicha por Pablo, que sin duda interpretaban mal: "todo me está permitido" (6, 12). Por eso el apóstol quiere puntualizar: "todo está permitido, pero no todo conviene". A la problemática de lo permitido y de lo prohibido Pablo sustituye la de saber lo que está de acuerdo o no con la vida nueva del cristiano transformado por el espíritu (cf. Rom 7-8). El apóstol quiere ahora explicitar esta nueva mentalidad ética en lo referente a la fornicación. Pablo se opone sin duda a los corintios que no establecen ninguna diferencia de naturaleza entre las necesidades alimenticias y la vida sexual (v. 13), y replica: las primeras van unidas a la forma de ser del mundo presente y desaparecerán con él. La vida sexual compromete al cuerpo, es decir, a la persona entera presente y realizada en su cuerpo (cf. Rm 12, 1). La vida sexual debe ser la que conviene (v.1) a uno que está unido a Cristo. No se trata de ninguna espiritualización, sino de tomarse bien en serio el camino en el que uno se ha comprometido al aceptar a Jesús.
Se trata de una antítesis comparativa a la manera semítica (cf. Rom 9, 13; Mt 12, 31): el desenfrenado peca más contra su propia persona que el que comete otro pecado; la impureza es una contradicción con el destino del cuerpo cristiano, miembro de Cristo. Y además es una explotación contra la que tiene que luchar todo aquel que cree en Jesús. Pablo dice frecuentemente que el cristiano ha sido comprado (1 Cor 7, 23; Gál 3, 13) y con un fuerte precio, el de la persona de Jesús (Rom 5, 8; 8, 32). El cristiano no lleva su vida afectiva y sexual por un camino recto en virtud de una ascesis cualquiera.
Esto sería empobrecedor. Es el hecho mismo de Jesús, su misma muerte la que marca una pauta de conducta que le hace sentirse responsable y respetuoso en todo aquello que toca a su comportamiento sexual. Es tal vez un punto donde el creyente de hoy tiene que decir algo principalmente con su propia conducta.
EUCARISTÍA 1979/04
"Ser en Cristo" es el fundamento de la conducta moral del cristiano y su motivación. A Pablo le interesa poner de relieve que el fundamento decisivo y el motivo último de la conducta moral es la unión personal con Cristo. No es una ética de normas abstractas sino una vida desde la fe, la esperanza y el amor.
"Ser en Cristo" abarca toda la realidad del hombre, alma y cuerpo, todo lo que es y todo lo que hace.
P.
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985/02
6.
-Nuestros cuerpos son miembros de Cristo (1 Co 6, 13...20) Este es un mensaje importante. Pablo no conoce, a propósito del cuerpo, lo que nosotros denominamos con gusto, en materia sexual, el "tabú"; sólo conoce la dignidad del cuerpo. Partiendo de este concepto, establece una línea de conducta para el cristiano. Para Pablo, esta dignidad del cuerpo es cosa distinta de una simple reflexión moral, depende de una ontología: la dignidad del cuerpo proviene del hecho de que todo cristiano está incorporado a Cristo, y de que su cuerpo es miembro del mismo Cristo. No podría afirmarse que san Pablo tenga la obsesión de la impureza; habla así de ella por parecerle especialmente contraria a la pertenencia a Cristo y porque hemos llegado a ser templos del Espíritu. A pesar de la frase de Pablo, no creo que piense que, excepto la fornicación, todos los otros pecados son exteriores al cuerpo del hombre (¿desconocía acaso la droga y era rara la embriaguez en su tiempo?); dicha frase sólo significa que se centra demasiado en la fornicación y en la impureza. Pero san Pablo conoce el destino del hombre, sabe que no nos pertenecemos y que tenemos que recuperar nuestro verdadero destino, pues nuestros cuerpos están destinados al Señor en la eternidad. Partiendo de esto, es preciso conservar este cuerpo en integridad. Así pues, habiendo llegado a ser templos del Espíritu por el llamamiento de Dios y por nuestra incorporación a Cristo por el bautismo, ya no nos pertenecemos a nosotros mismos.
Pablo está impresionado por la unión que existe entre el cristiano y Cristo, como también por la unión que ha de existir entre los mismos cristianos. Para expresar mejor esta unión, no vacila en recurrir más adelante en su carta, al ejemplo de la meretriz (6, 16-17). Si el hombre que se une a la meretriz se hace un solo cuerpo con ella, el que se une a Cristo se hace un solo espíritu con él, es decir, encuentra en Cristo su propia divinización, su transformación en templo del Espíritu. Nuestros cuerpos han sido comprados a elevado precio. Por consiguiente, debemos glorificar a Dios con nuestro cuerpo.
Cabe preguntarse si una educación que tomara como base este texto explicado y bien aprovechado, no resultaría mejor que tantas horas de sexología y de análisis psicológicos de profundidad. El verdadero análisis de lo que somos lo hace y lo ofrece a nuestra reflexión san Pablo.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág.
167 s.
7.
Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
Sabido es que los corintios estimaban la sabiduría humana y se tenían por «sabios». Imbuidos de ideas dualistas, se servían paradójicamente del desprecio del cuerpo para dedicarse a sus desenfrenadas orgías y escándalos, mostrándose escépticos sobre la resurrección de la carne. Si el cuerpo vive en dualismo con el alma, ésta no podría verse contaminada por las manchas del cuerpo. La consecuencia fue la vía libre al libertinaje. Pablo quiere corregir semejantes criterios teóricos y abusos prácticos. Principio fundamental es que el cuerpo pertenece al Señor. En la encarnación nos da Cristo a entender la dignidad del cuerpo. Y si murió y resucitó, quiere decir que la encamación no tenía sólo por objeto la salvación del alma, sino también la del cuerpo como parte integrante que es de la persona humana. El que se hace miembro de Cristo por el bautismo excluye el uso de su cuerpo para fines pecaminosos. También la sexualidad pertenece a Cristo que ha redimido el cuerpo. Si el ser humano es un ser sexuado, no significa por ello que toda la actividad humana esté orientada a la sexualidad. Se necesita comer para vivir, pero la vida no está orientada a la comida. De igual manera, las funciones sexuales tienen una finalidad concreta dentro del plan del creador, pero la vida entera no está orientada a ellas. El cuerpo pertenece a Cristo y es por tanto sagrado. El cristiano debe velar contra ese proceso de desacralización que afecta y rebaja la dignidad del cuerpo humano.
GUILLERMO
GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.Pág.
98
8.
Uno de los rasgos característicos del gnosticismo es que distinguía el cuerpo y el espíritu como dos realidades que coexisten conflictivamente en el hombre. Normalmente, el sabio intentaba liberar el espíritu mortificando y menospreciando el cuerpo. Esta doctrina creó problemas al cristianismo ya en los primeros siglos e influyó durante mucho tiempo en ciertos modos de comprender el ascetismo cristiano. Tales ideas llegaron también a Corinto, pero, a juzgar por lo que dice Pablo, en una versión un tanto extraña: si el cuerpo no es nada y no desempeña ningún papel en la salvación del espíritu, ¿por qué no dejarle hacer lo que quiera? Si quiere comer, que coma; si quiere prostituirse, que lo haga. En cualquier caso, el cristiano queda libre. Pablo tiene que enfrentarse al comportamiento inmoral basado en estas ideas erróneas, de las que presumen algunos miembros de la comunidad y a una interpretación equivocada del concepto de libertad cristiana, derivada seguramente de la predicación de Pablo.
El Apóstol rechaza este planteamiento mediante tres argumentos escalonados, pero partiendo siempre de la indestructible unidad del hombre. No es lícito menospreciar el cuerpo porque su materialidad ocupa un puesto tanto en la primera creación de Dios como en la nueva creación en Cristo, en la cual será objeto de resurrección (v 14).
El comportamiento carnal, concepto negativo para san Pablo, es siempre una degradación para el hombre, porque no valora la dignidad y la importancia del cuerpo y, por tanto, puede hacernos esclavos de él. Además, para el cristiano, el cuerpo de Cristo es una realidad a la que pertenece por la unión de su espíritu con el Espíritu de Cristo y que ahora transforma su misma realidad corporal. Olvidar esto es comprometer la auténtica y total pertenencia a Cristo. Finalmente, la presencia del Espíritu de Dios recibido en el bautismo hace que el cuerpo humano sea un templo en el que se puede honrar a Dios (20). Esto sólo se realizará plenamente en el momento de la resurrección; pero ya ahora lo garantiza el Espíritu.
A.
R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981