30 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO
1-8

1.

Estamos en un mundo en el que prima la masificación. Una rápida ojeada por una calle de cualquier ciudad nos daría un mismo resultado: montones de gentes vestidas igual, sin el menor asomo de personalidad, sin ningún detalle personal. Los pantalones vaqueros y las cazadoras han uniformado a una juventud que ha rechazado violentamente el "uniforme" de los colegios cediendo con absoluta entrega a los dictados de la moda. En las casas pasa algo semejante, casi todas tienen la misma "librería", el mismo hueco para el televisor, ahora para el vídeo y, por supuesto, el mismo tresillo mas o menos confortable. La televisión y los medios de comunicación se encargan de que todo esto sea así, y todavía más y lo que es peor, de que todos los hombres, en general, piensen igual, les gusten los mismos discos, las marcas de coche y el mismo standard de vida. La realidad es que se ha conseguido un mundo de seres uniformes en los que el individuo se pierde completamente en la masa, olvidando el sentido de su identidad.

Por eso resulta hoy sorprendente la página de Isaías que tenemos hoy en la primera lectura, en la que nos encontramos con un Dios que llama personalmente a los suyos, a cada uno de los suyos, desde el vientre de su madre. Nada de masa, no de hombres sin nombre ni rostro. El Señor ha pensado en cada uno de nosotros y nos ha llamado por nuestro nombre marcándonos un camino singular y particular que hemos de responder respondiendo personal- mente a esa llamada personal. Contagiados por esa masificación ambiental en la que estamos inmersos, hemos caído también en el mismo estilo al relacionarnos con Dios. Hemos sido cristianos como casi todos los que nos rodean y por las razones que han tenido casi todos los que viven junto a nosotros. Hoy, según la página de Isaías, nos encontramos frente a frente con una llamada personal, directa, con un camino que sólo cada uno de nosotros debe recorrer, con un Dios que espera una respuesta que sólo cada uno de nosotros puede dar. Hoy nos encontramos con un reto personal que tenemos que resolver individualmente y que nadie puede resolver por nosotros.

CR/LUZ-MUNDO:Parece ser que la llamada de Dios lleva consigo elegir la luz como símbolo de la existencia: "te hago luz de las naciones" dice hoy el Señor por boca del Profeta. Aceptar esa misión supone responsabilidad y compromiso personal, algo a lo que no estamos demasiado acostumbrados; aceptar esa misión supone actuar, decidir, elegir, vivir, en una palabra. Sin todas esas realidades no puede decirse que tengamos auténtica vida cristiana de la misma manera que, si en lo humano no actuamos, decidimos, elegimos, no tenemos vida.

Quizá el gran pecado de nuestra vida cristiana sea un pecado de omisión. Hemos sido llamados para ser luz del mundo y no hacemos casi nada, o en algunas ocasiones, nada. Y, sin embargo, es urgente que seamos capaces de recoger ese reto de la luz porque es indiscutible que el hombre ha elegido el camino de la tiniebla, una elección ciertamente palpable y respecto a la cual no se regatean esfuerzos. Frente a esa elección de tiniebla que hacemos con tanta perfección se alza hoy la llamada para ser luz. Si dejamos pasar la ocasión sin una respuesta pronta, caeremos en ese pecado del que hoy habla Juan en el evangelio y que quita el Cordero de Dios, es decir, Jesús; ese pecado que consiste en no hacer, en no comprometerse con Dios y con los hombres, en no arriesgar nada, en no responder diariamente al reto que supone un compromiso diario de vida cristiana.

Pero no hay que olvidar que esa respuesta personal que se traduce en un compromiso constante, es algo difícil, tan difícil que, en alguna ocasión, puede parecer insuperable. Por eso, y pensándolo bien, cobra un significado profundo la frase del evangelio de hoy: para recorrer el camino que se abre ante la vocación personal cristiana, es necesario estar bien alimentado y sentirse acompañado en el camino. Todo eso lo tenemos los cristianos: cada reunión dominical es una ocasión para recibir un espléndido alimento; cada domingo resuenan en nuestros oídos las palabras del evangelio de hoy sin que le demos la menor importancia, sin que seamos conscientes de que ese Cordero de Dios, sinceramente recibido, es el alimento que puede convertir la debilidad en fortaleza, la indecisión en resolución y el conformismo en inquietud, en sana inquietud. Cada domingo también deberíamos recibir la fuerza y el ánimo que supone una reunión de comunidad en la que los hombres y las mujeres que la integran están dispuestos a aceptar los mismos compromisos y a tender sus manos para ayudar a cada uno de los integrantes.

Generalmente, para que esta realidad que apuntamos se dé, es necesario, habrá que repetirlo una vez más, cristianos vivos, con una actitud que va más allá de los actos concretos de hacer o no hacer para conseguir un estilo en el que todo cuanto se haga o deje de hacer sea un reflejo del estilo cristiano. Si conseguimos estos cristianos vivos tendremos comunidades vivas en lugar de grupos amorfos que van "a misa" solo porque está mandado y apenas sienten nada en su interior cuando dicen en ellas: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo...".

A. M. CORTES
DABAR 1987/11


2.

Todavía recientes las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, la liturgia de estos domingos bien podría orientar nuestra atención hacia el misterio personal y la misión de Jesucristo. De ahí mismo entender mejor nuestra propia identidad de cristianos (seguidores de Jesús) y potenciar ampliamente la misión que nos encomienda, como Iglesia, nuestra fe en El. Las lecturas de este domingo nos presentan un mensaje muy sencillo y claro: Dios cuenta con nosotros para llevar adelante su plan.

Isaías, Juan el Bautista y Pablo. Tres personajes conocidos, importantes para clarificar el proyecto de Dios y su culminación final. Ellos mismos sienten que sus propias vidas se convierten en proféticas, llamados para anunciar la Buena Noticia: Dios salva a su pueblo. No han buscado meterse en esta tarea: son llamados para una misión: señalar dónde y cómo se concreta esa salvación.

Isaías habla a una gente decaída, dispersa, débil, apagada. Y quiere levantar los ánimos, no con falsas promesas, sino con hechos concretos: el Señor cuenta contigo, aun siendo pequeño y sin fuerzas, para que comuniques tu historia con Dios a otras gentes. Y la misión encomendada le levanta, le une y le da confianza en sí mismo.

Salir de sí mismo, salir de su propia postración, darse, verse con una tarea importante. Esto le salva. "Estoy orgulloso de ti... te hago luz de las naciones".

Pablo habla a las nacientes comunidades. Son pequeñas, con dificultades, en un mundo que les es hostil, incomprendidas.

Tentadas incluso por antiguos valores, divididas por cuestiones prácticas menudas. Y Pablo ha de recordarles quienes son: "Iglesia de Dios"... "consagrados (adquiridos) por Jesucristo"... "pueblo santo que El llamó"... Es decir, sois los convocados, los reunidos por Dios mismo, los que estabais dispersos, los que pertenecéis al Señor, pueblo suyo, de su propiedad, reconquistados por El, rescatados del andar errante y sin rumbo. Ahora ya marcados (ungidos, consagrados) por una señal: la Cruz, el amor y dolor de Dios por la humanidad.

Por lo tanto: vivid sabiendo que Dios está de vuestra parte, contáis con su gracia y su paz. Nada le debéis. El se ha volcado con vosotros. Ya "todo es gracia...". Iglesia de Jesucristo ¿cómo vives esa "gracia" que hay en ti?, ¿dónde guardas esa Paz regalada? ¿Eres gracia y paz para los enemistados y los violentos, para los desgraciados de este mundo? ¿Eres gente de reunión, de convocatoria? ¿Sabes llegar a los que están lejos? ¿Buscas lo que está perdido? ¿Repartes gratuitamente lo que gratis has recibido, sin cobrar "intereses"? Si olvidamos el proceder de Dios con nosotros en Jesucristo, nuestro modo de proceder puede volverse mezquino, raquítico, egoistón, remirado y miedoso. Iglesia misionera: generosa, olvidada de sí, de su propia "conservación". Presta a "perderse" para ganarse.

Isaías y Pablo tienen razón, nos dice el evangelio. Juan Bautista lo atestigua, él ha llegado a la misma conclusión: con Jesucristo no queda ya nada que esperar, se nos da todo, es la respuesta total de Dios.

Los apelativos tradicionales que el evangelio utiliza nos lo quieren indicar. Para nosotros están cargados de significados por la fuerza de los acontecimientos: Cordero pascual, por lo tanto no más sacrificios para congraciarnos a Dios. "Cordero de Dios", que Dios mismo nos da, en cuya sangre somos liberados de la servidumbre última del mal, del pecado. No más enemistad, no más enemigos del hombre.

"Lavados en la sangre del Cordero", podemos presentarnos sin mancha ante el Padre.

¿Cuál es el pecado del mundo? La oscuridad del error, la pérdida de sentido, la soledad del peregrino errante, el sangrante cainismo, la anti-fraternidad, las idolatrías engañosas que cada civilización genera...

Garantía de que es Dios mismo quien actúa en Jesucristo, el Espíritu que regenera y da vida. Espíritu del Señor, que llena totalmente a Jesús y que dará trascendencia a su persona, sus palabras y sus gestos de liberación. Gestos y palabras que no terminarán con El, sino que proseguirán en los que crean en Jesús y reciban su mismo Espíritu. Se convertirán como El en misioneros de comunión, convocando a los alejados, iluminando a los en tinieblas, reconciliando. Es misión de Iglesia: hacer Iglesia.

JUANJO MARTINEZ
DABAR 1987/11


3. J/PERSONALIDAD.

En el evangelio de hoy, vemos cómo Juan el Bautista presenta a Jesús al pueblo de Israel. De El dice que "es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Es "un hombre" sobre el cual se ha posado el Espíritu y "es el Hijo de Dios".

Sin duda es una buena presentación para aquel tiempo y para los judíos. Pero, ¿es hoy buena para presentar a Jesús? ¿Dice algo al hombre actual? Reconozco que es bastante osadía, pero voy a intentar una presentación de Jesús para el hombre de hoy. Apoyado, desde luego, en lo que dice Juan y en el evangelio y en cristianos y no cristianos de hoy.

Jesús es hombre, verdadero hombre de carne y hueso, varón. Nace y vive en un concreto momento histórico que en algún modo lo marca y configura desde el rostro al modo de vestir. De él tenemos más datos históricos ciertos que de los otros fundadores de las grandes religiones asiáticas. Sus palabras, sus hechos, la comunidad que de él nace llevan la marca de lo histórico.

Y es un hombre libre. Que se lanza por los caminos a predicar el reino de Dios sin dinero, sin poder, sin cultura oficial y sin amigos influyentes. Totalmente independiente, al margen, no en contra, de la religión oficial, del poder político y del económico. Con la fuerza sola de Dios, con su palabra y su vida.

Libre de prejuicios, de familia y de tradiciones, libre hasta de la ley que ya era coraje para un judío. Detrás de él no hay intereses ni fuerzas ocultas, ni partido, ni sindicato, ni iglesia. Un hombre del pueblo, salido del pueblo y metido en el pueblo. Se dirige al pueblo, no a los más listos, ni a los más ricos, ni a los más religiosos. Es profundamente popular, comunitario. Nada elitista ni autoritario. Si tiene alguna debilidad son los pobres y los pequeños, los enfermos y los pecadores. Caso nunca visto. Por eso dijeron que si estaba "chalao".

Un trabajador, un obrero de esos que tienen las manos duras y grandes, viriles. Tenía la honradez de quien se gana el pan que se come y sabe lo que cuesta. Nunca vivió de rentas ni de privilegios, aunque tenía humildad de aceptar lo que le daban con cariño. Era pobre. Pudo decir aquello de que los pájaros tienen nido y las zorras madrigueras, pero que él no tenía donde reclinar la cabeza.

Un hombre acogedor. Sobre todo esto. Que lo digan los primeros discípulos y la samaritana y la adúltera y Nicodemo y Zaqueo y la Magdalena y los niños. Encontrarse con Jesús fue para muchos una experiencia definitiva, como que de ahí nace el cristianismo, y no tanto de los milagros y la doctrina. Su salvación, la de Jesús, empieza a este nivel de amigo que acoge, comprende y perdona.

Jesús predica, pero antes hace. Vive lo que dice. Es hombre claro, de una pieza. Y cuando las cosas se ponen mal no se calla, sigue hasta morir por lo que predica. Sin duda esto fue muy doloroso para él, pero supo asumir dignamente, humanamente, más que humanamente, el dolor y la muerte. Era sencillo, humilde, parecía poca cosa, pero era recio y paciente.

No se predicaba a sí mismo, sino el reino de Dios que es paz, fraternidad, libertad, justicia, perdón y, sobre todo, amor. Y explicándolo todo desde arriba Dios que es nuestro Padre. Era exigente, pero frente a la violencia prefirió morir a matar.

Era el Mesías, el Esperado, el Salvador, el Liberador. Así lo entendieron los primeros cristianos y nos lo han transmitido siglo tras siglo. La salvación de Jesús es una experiencia de vida, y como toda experiencia no es fácil de expresar, se vive. Uno siente que lo que dice Jesús y lo que hizo Jesús es el buen camino para ayudar al hermano y para encontrarnos a nosotros mismos en Dios. Uno siente y trata de vivir, que "imitando a Jesús y lo que hizo Jesús, el hombre puede en el mundo actual vivir, actuar, sufrir y morir realmente como hombre: sostenido por Dios y ayudando a los demás en la dicha y en la desdicha, en la vida y en la muerte" (H.Kung).

El Espíritu de Dios estaba en él. Era Dios, Dios hecho rostro humano. Dios con nosotros y entre nosotros, como uno de nosotros.

Hoy tenemos la palabra "Dios", tan manchada que casi no nos dice nada y a bastantes hasta les repele. Pero entonces, y casi siempre en la historia, decir esta palabra era pronunciar lo más sagrado, lo único que podía liberar, salvar al hombre de los poderes ocultos y caóticos, de todo mal y de toda esclavitud y explotación. La única defensa del pobre y pequeño.

La voz de Jesús grabada ya definitivamente en el magnetofón de la historia, será siempre la voz de la Buena Noticia y de liberación para los pobres, la voz del Buen Samaritano, la del perdón para el enemigo y la de la esperanza más allá del dolor y de la muerte.

Las tres cosas que más vigorosamente rechaza en el evangelio son: el dinero, el poder y la hipocresía (los fariseos).

Buscaba directamente a la persona y en ella la sinceridad y la bondad de corazón, pero su mensaje bien entendido y vivido cambia toda la estructura de injusticia y opresión. Para Jesús, el hombre es más sagrado que el sábado y la ley. El hombre es la última instancia. Sin contar a Dios, claro. Jesús es el verdadero rostro de Dios.

DABAR 1978/10


4.

Este domingo, aunque corresponde al ciclo de domingos del tiempo ordinario del año litúrgico, se halla todavía en la órbita del tiempo de Navidad y Epifanía, y por ello el evangelio que acabamos de escuchar se parece tanto al que oímos el domingo pasado, fiesta del Bautismo del Señor. Nos habla de la manifestación de Jesús como Hijo de Dios tal como se desprende del testimonio dado por Juan Bautista. Fijémonos en dos aspectos importantes de esta manifestación: Jesús se presenta con la fuerza de los no-violentos y aparece como portador de una misión universal.

-La fuerza de los no-violentos. Hemos oído que Juan Bautista señaló a Jesús diciendo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". A pesar de haberla oído y de haberla cantado muchas veces, es posible que la expresión: "Cordero de Dios" no nos diga absolutamente nada a los cristianos de hoy. Es uno de tantos casos de desfase entre el lenguaje simbólico de la Biblia y la mentalidad del hombre moderno. Por tanto, debemos realizar un esfuerzo de comprensión para adivinar todo el alcance de la imagen del cordero -algo pintoresca, ciertamente- aplicada a JC.

Para entender bien esta expresión, tenemos que situarnos en la perspectiva de los judíos contemporáneos de Jesús. Cuando éstos oían que Juan aplicaba a Jesús el apelativo de "Cordero de Dios", espontáneamente pensaban en la manera como el profeta Isaías había hablado del Siervo de Dios, de aquel personaje que con su sufrimiento tenía que salvar al pueblo: "Maltratado, se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero" (/Is/53/07).

Y, evidentemente, también veían en dicha expresión una clara referencia al cordero de Pascua, con cuya sangre los hebreos habían sido liberados de la esclavitud de Egipto. NO-VIOLENCIA:Decir, por tanto, que Jesús era el Cordero de Dios equivalía a destacar uno de los aspectos más fundamentales de su misión: llevar a los hombres a la verdadera libertad, no por el camino de la fuerza y el poder, sino por la vía de la paciencia activa contra el mal. Un modo moderno y actual de traducir la expresión usada por Juan Bautista podría sonar así: "Este es el supremo modelo de la no-violencia, Jesús, que ha destruido el imperio del mal y del odio únicamente con la fuerza del bien y del amor".

-Una misión universal. El otro aspecto importante de la manifestación de Jesús, tal como se desprende del testimonio del Bautista, es que Cristo se presenta como portador de una misión universal, de una misión destinada a todos los hombre y a todos los pueblos de la Tierra.

Al decirnos que Jesús es el "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo", nos está afirmando que quita los pecados de todos los hombres de todos los tiempos y que, con ello, convierte en realidad la promesa de salvación para todos los pueblos.

Este aspecto, hemos visto que queda también muy destacado en la primera lectura de hoy, sacada del profeta Isaías, en la que, aludiendo a aquel Siervo de Dios de que hemos hablado antes, se ponen en boca de Dios estas palabras: "Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra" Los cristianos hemos de ser conscientes de que el anuncio de la liberación no se hace únicamente a los miembros de un pueblo, sino que la Buena Nueva de la libertad y de la paz se dirige a todos los pueblos sin exclusión alguna. Si con nuestras divisiones internas obstaculizamos que el anuncio evangélico resuene en los oídos de todos los hombres con toda su claridad y pureza, somos culpables de una de las peores desfiguraciones del mensaje cristiano: la falta de apertura a una universalidad efectiva. Tengámoslo presente ahora que nos disponemos a iniciar, dentro de pocos días, la llamada "semana ecuménica" destinada a orar por la unidad de todos los cristianos. Que sea una ocasión para interesarnos por asegurar la misión universal del mensaje del Evangelio.

-Los que invocan el nombre de Jesucristo. En la segunda lectura, San Pablo ha hecho una alusión a todos los "que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo", mostrando claramente la dimensión universal de la presencia cristiana. Nosotros, que nos hemos reunido aquí para celebrar esta Eucaristía, formamos parte del pueblo universal que por todas partes invoca el nombre de JC.

Seamos muy conscientes de nuestra misión, y no nos cerremos dentro de nosotros mismos: superemos todas las divisiones y abrámonos al mundo entero.

JOAN LLOPIS
MI-DO/90/02


5. J/CORDERO.

El domingo pasado, al celebrar la fiesta del Bautismo del Señor -el principio de su misión en este mundo, el comienzo de eso que llamamos "vida pública"-, veíamos que Jesús empieza esta misión compartiendo totalmente nuestra vida de hombres, y abriendo así el camino que puede renovar esta vida.

Hoy, las lecturas nos invitan a pensar de nuevo en lo mismo, en ese Jesús que es uno de los nuestros y que nos abre el camino.

Así nos lo ha presentado Juan el Bautista, con esas palabras tan conocidas, que oímos cada domingo antes de comulgar: "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". ¿Qué significan estas palabras? Sí, significan de nuevo eso mismo. Que Jesús ha hecho suyo, ha asumido con toda solidaridad el mal y el pecado en el que los hombres estamos metidos, con todas sus consecuencias, y ahí, compartiendo totalmente nuestra vida, ha sido también totalmente fiel a Dios. Hasta sufrir estas consecuencias del modo más doloroso: hasta ser ejecutado, hasta ser liquidado y sacado de en medio.

Y así, alguien que es un hombre como nosotros ha vivido plenamente el amor y la verdad de Dios. Ya ni existe esa barrera que nos impedía a los hombres participar del amor pleno que es Dios: Jesús ha roto esa barrera, y nosotros tenemos ya el camino libre, si nos agarramos a él, si nos unimos a él, si lo seguimos a él.

REDENCION/EXPIACION: Esto es la redención, esto es la liberación del pecado, esta es la obra del "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

Antes, quizá pensábamos que la redención era como una deuda que había que pagar a un Dios vengativo, que sólo podía quedar satisfecho con una sangre infinitamente valiosa, la de su propio Hijo. Sin duda, así estaba mal explicado. Pero sí es cierto que era necesario que alguien rompiera la separación que el pecado había interpuesto entre los hombres y Dios. Alguien que fuese verdaderamente hombre, totalmente hombre, pero que al mismo tiempo fuera también capaz de vivir del todo la fidelidad y el amor. Y ese fue Jesús, el que nosotros reconocemos como Hijo de Dios.

Y ahora, una vez abierto el camino hay que apuntarse a él, incorporarse a él. En realidad todo hombre que quiera vivir el amor entra ya en ese camino, lo sepa o no. Pero para nosotros, para los creyentes, hay algo más, hay un sello que nos ha marcado y nos ha unido a Jesús, nos ha hecho seguidores suyos de un modo pleno, reconocido.

Es lo que decía Juan el Bautista: este Cordero de Dios, este que quita el pecado del mundo, no viene sólo a decirnos que nos tenemos que convertir, sino que viene a "bautizarnos con Espíritu Santo". Nosotros por la fe y por el bautismo, hemos recibido ese mismo Espíritu que movió a Jesús a lo largo de su vida y que lo condujo hasta la resurrección. Por la fe y por el bautismo, por lo tanto, nuestro seguimiento de Jesús no es sólo un acto de voluntad que cada uno hace, un buen deseo personal, sino que es más: es que él mismo ha puesto su Espíritu dentro de nosotros, para que este seguimiento -si queremos -pueda ser más pleno cada día.

Por eso, al recordar ahora aquel hecho histórico del bautismo de Jesús, nos sentimos conducidos a recordar también nuestro bautismo. Porque por el bautismo nos unimos a ese camino que Jesús comenzó al ser bautizado por Juan.

La mayoría de nosotros -o todos- fuimos bautizados de pequeños, y no nos enteramos de nada: lo hemos sabido después, y hemos hecho nuestro aquel paso que por nosotros hicieron nuestros padres.

Ahora vale la pena que recordemos a menudo que hubo un momento en nuestra vida, muy al principio, en que entramos, por pura gracia, en el camino de Jesús, en la familia de sus seguidores.

Entramos, recibimos el Espíritu de Jesús, y se encendió en nosotros aquella fe que, ahora que somos mayores y conscientes, debemos hacer que crezca. La fe que significa reconocer a Jesús y fiarnos de él como guía, como renovador de nuestra vida y de la vida de todos. Y que significa al mismo tiempo la voluntad de seguir su camino de fidelidad al amor, de lucha contra el mal, de esfuerzo por un mundo más digno del hombre.

Recordemos hoy, pues, nuestro bautismo. Y sintámonos en comunión con todos aquellos que han sido marcados por la misma fe que nosotros y se esfuerzan por vivirla, todos los creyentes, esa comunidad, la iglesia, que, a pesar de todas las infidelidades, mantiene en el mundo el nombre de Jesús y su evangelio. Esa comunidad que es el pueblo que el Señor ha reunido para que viva y haga conocer el camino que él ha abierto para todos los hombres. Esa comunidad que, en todas partes, y aquí también, se reúne cada domingo en la Eucaristía, en torno al "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1981/01


6. I/UNIDAD  UNION/CRISTIANOS  ECUMENISMO

Cuando nos reunimos a celebrar la eucaristía recitamos un mismo credo, escuchamos un mismo evangelio, comemos un mismo pan, depositamos la ofrenda -una monedas- en la misma bolsa, nos damos la mano... ¿quiere decir esto que ya estamos unidos? Esto sólo quiere decir que guardamos en misa las formas de la unidad. Pero, por desgracia, estas formas pueden encubrir y encubren muchas veces la división, el enfrentamiento y la lucha fratricida, si es que la lucha de clases pasa también por medio de la iglesia.

Comparada con esta división de los cristianos, el problema ecuménico tal como suele entenderse, esto es, la división de las iglesias cristianas, apenas tiene importancia, siendo como es evidente, por otra parte, que este problema no podemos resolverlo como es debido sin ocuparnos de lo que es primero y fundamental: la reconciliación entre los hombres y los pueblos, la igualdad y la fraternidad universal, la superación real y no el encubrimiento "piadoso" y farisaico de la lucha de clases, la construcción de un mundo en el que habite la justicia. Porque es la ausencia de esto lo que vacía de contenido la ortodoxia pretendida por todas la iglesias y descalifica su culto: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda" (Mt/05/23s.).

LA DIVISIÓN DE LAS IGLESIAS: Muchas son las iglesias que se llaman cristianas y, no obstante están divididas. Levantan una cátedra contra otra, un altar contra otro altar, hacen mesa aparte... Y eso es un escándalo para el mundo, aunque no el mayor de todos como ya hemos dicho.

La unidad de las iglesias cristianas en la confesión de un mismo credo y en la celebración de una misma eucaristía es un problema de fidelidad de las iglesias a Cristo, que es el primero y el último, el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, anterior y posterior a todas las iglesias: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo". Estas palabras de Juan el Bautista, el Precursor, siguen siendo válidas y actuales para cualquier iglesia que viva de la memoria de Jesús que vino y de la esperanza en el Señor que ha de volver. Cuando una Iglesia es consciente y consecuente con estas palabras, se pone en su lugar y está convencida de que es preciso que ella disminuya para que Cristo crezca. Queremos decir que no insiste ya en su poder y en su prestigio, que no se predica a sí misma, que no se hace valer a toda costa, porque señala más bien constantemente al que ha de venir y procura descubrirlo en medio del pueblo.

UNIDAD: Cuando la unidad no se entiende como unidad en Cristo, que es más que la iglesia, se acrecienta la división entre las iglesias y entre los que se llaman cristianos. Cuando cada uno insiste en tener la verdad y se preocupa muy poco en practicarla no hay modo de entenderse. Cuando los cristianos, personal y colectivamente, no se comprometen en serio con la causa de Cristo, siguen divididos. Pero comienzan a unirse y van desapareciendo en la praxis todas sus divisiones cuando se convierten a Cristo y reconocen la causa de Cristo en la causa de los pobres, con los que él se ha identificado.

Es ahí, en la concreción del amor, donde los discípulos de Jesús recuperan su identidad perdida, saben lo que son y para qué están en el mundo. Es ahí donde las iglesias se acuerdan de Jesucristo y refrescan su esperanza. Es ahí, en la ortopraxis del mandamiento nuevo, donde se pone a prueba la autenticidad de la fe. Porque es ahí donde la Palabra se hace carne y se construye la fraternidad de los hijos de Dios.

EUCARISTÍA 1981/05


7. EV/Jn

Todas las lecturas de la liturgia de la Palabra de hoy nos hablan, de una manera u otra, del testimonio en favor de Jesús.

Este sería el tema dominante sobre el que poder centrar la homilía. La primera presenta el testimonio del Señor en favor del Siervo de Yahvéh. La segunda inicia el testimonio de Pablo, apóstol de Jesucristo. Y la tercera nos presenta el testimonio de Juan, explícito, y el del Espíritu , y el de "aquel que envió a Juan a predicar", todos ellos testimonios en favor de Jesús.

Si ideológicamente el cuarto evangelio es antiagnóstico, formalmente es un proceso. Juan Evangelista concibe toda la primera parte de su evangelio (hasta el capítulo 12) como un proceso/judicial contra Jesús. En este proceso Juan el Bautista es testigo ocular y testigo de descargo dando testimonio en favor de Jesús. Y Juan Evangelista se goza en usar las palabras concretas propias de un testimonio histórico: "yo he visto y he dado testimonio" (v.34), palabras que recuerdan aquellas otras, propias suyas esta vez de su carta (1Jn/01/01-03).

En la idea de Juan Evangelista, este testimonio histórico y concreto de Juan Bautista va contra el gnosticismo. Pero, rebasando su intención va contra todos los espiritualismos excesivos y todas las cristologías idealistas, contra todas las concepciones de Jesús que lo sacan fuera del mundo o lo quieren evadir de la realidad. Jesús no fue un fantasma, ni una quimera o una realidad "estrictamente espiritual", sino una realidad concretamente humana y divina a un tiempo. A la vez que el Hijo de Dios (v.34) fue un hombre hecho y derecho (un varón dice literalmente el texto original en el v.3O).

Ciertamente que esta imagen, o este título adjudicado a Jesús aquí, como centro nuclear del testimonio que sobre él se da, es muy bíblico, pero a la vez muy desplazado de los modelos culturales de hoy. Los corderos ofrecidos como víctima a la divinidad no son hoy una categoría usual ni cercana al hombre de hoy. Sin embargo, el cordero de Dios sigue presente en el Nuevo Testamento y en la liturgia. Razón demás para abordar esta imagen y glosarla en la homilía.

CORDERO-DE-D: Juan Evangelista hace coincidir la muerte de Jesús con la hora en que eran sacrificados los corderos de la cena pascual. Por eso, para él, la imagen del Cordero de Dios es muy querida. Pero al glosarla no hay que centrarlo todo en el contexto sacrificial-expiatorio, porque sería reducir la imagen de Juan a una sola dimensión. La imagen del Cordero de Dios es más amplia y debe ser entendida en todo el contexto de la soteriología neotestamentaria. Jesús es el Cordero de Dios porque ha cargado con los pecados del mundo, es decir, porque ha sido él la solución del mundo y del hombre, la puerta aportada por Dios para dar salida (y entrada) al mundo la clave, el alfa, la omega... Aquí ocurre lo mismo: hay que ensanchar este título hasta sus verdaderas dimensiones (si se pudiera), más allá de los límites de lo meramente sacrificial-expiatorio. Que Jesús quita el pecado del mundo significa también que él nos trae la liberación de todos los factores del mal que andan sueltos por el mundo (el pecado del mundo), mal ajeno y mal propio, sufrido o añadido voluntariamente. Jesús quita el pecado del mundo porque a través nuestro sigue librando su batalla contra el mal, contra la injusticia, la insolidaridad, el odio, la opresión..., contra todos los elementos contrario al Reino que anunció e inició. Ya decía algo semejante el Concilio Vaticano II: la vida cristiana suscita, incluso en la sociedad, un nivel de vida mas humano (LG 4O;GS11,15,41), es decir, incluso socialmente se puede decir que Jesús quita el pecado del mundo.

Lo que dijo el Bautista, al fin y al cabo, no es más que una profesión de fe. Proclamó que en El está la salvación (quita el pecado del mundo). La conclusión parenética de la homilía puede ir por esta línea: debemos atestiguar también nosotros en favor de Jesús. Todos somos -debemos ser- evangelizadores. Y el evangelizador, de alguna manera, no es sino un precursor, uno que abre camino a Jesús, que se atreve a señalarlo entre los hombres ("éste es") y que se atreve a atestiguar claramente, con su vida misma, que Jesús es el que quita el pecado del mundo, el que introduce un nuevo orden de cosas.

El Bautista pudo emplear verbos en primera persona: he contemplado..., me dijo... y yo he visto y he dado testimonio. El evangelizador no es un doctrinero que habla en tercera persona de cosas que están lejos de él, sino un testigo, que aporta un mensaje con su propia vida. Para ser precursor o evangelizador hay que experimentar en la propia vida primero y hay que ir con la propia vida por delante como muestra experimental fehaciente de la verdad de lo que se anuncia. Esa es nuestra tarea.

DABAR 1981/11


8. P-MUNDO. P-O.

Presentación de Jesús como "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Y que por eso tiene y comunica -bautismo con- el Espíritu.

Quizá parezca difícil -alejado de la posible comprensión de nuestros oyentes- hablar del Cordero, del pecado del mundo...

Pero son fórmulas que repetimos en la liturgia y que será bueno explicar. Y son contenidos que a menudo la predicación habitual -desde siglos, desde que la predicación se alejó de la Biblia y de la liturgia- ha tenido poco en cuenta, o se ha limitado a repetir sin explicar. Con lamentables consecuencias para la fe de los cristianos. Por ello propondría hoy una homilía muy catequética, de explicación de estos enunciados.

-"Cordero de Dios".-Que corresponde a la expresión "Siervo de Dios" típica de Isaías (1.lectura). JC es el enviado "luz de las naciones, para que la salvación de Dios alcance a todos los hombres". Pero este Salvador -el Mesías que esperaba el pueblo- escoge un camino no de poder e imposición (un camino que a menudo han escogido sus seguidores... y que incluso en la actual situación de nuestro país añoramos), sino de servicio.

Esto es lo que quiere expresar la metáfora del "cordero": quizá a nosotros la palabra nos suene demasiado a animal sólo paciente, sin fuerza, sin lucha, destinado al sacrificio. Pero la expresión quería significar que el Mesías realizó su misión haciéndose servidor, ocupando el lugar del pobre, comulgando con los sencillos. Dicho de otro modo: haciéndose pueblo (porque era del pueblo). No es el toro que embiste, sino el cordero que se entrega (Es significativo que el novelista alemán contemporáneo, Böll, haya utilizado a menudo esta oposición entre lo que él llama el cordero y el búfalo). Y este camino sencillo de servicio, de darse, de pueblo, continúa siendo el camino para sus seguidores.

-"Que quita el pecado del mundo".-Pero enseguida será preciso decir que este camino es de victoria, conduce a la vida. Es lo que significa decir que quita el pecado del mundo. Es decir, lo vence. Y no sólo el pecado individual (al que con excesiva frecuencia se limita la predicación cristiana) sino todo aquello de mal que hay en el mundo. "Pecado del mundo" es lo que a veces denominamos "pecado original", que no es una mancha que tengan los niños al nacer, sino esta realidad de mal que hay en el mundo y de la que ningún hombre se libra de sufrir sus consecuencias.

CR/QUE-ES: JC -servidor- nos salva no sólo del pecado individual sino que anuncia un Reino en el que todo mal será vencido. Y esta es precisamente su Buena Noticia. Por ello, ser cristiano no es sólo "no pecar" sino trabajar para que en el mundo tengamos más verdad, más amor, más justicia, más bondad.

-"Este es el que ha de bautizar con Espíritu Santo".-Por eso decimos que sumergiéndonos en JC -creyendo en él y siguiéndole- vencemos el pecado (es lo que significa afirmar que el bautismo, signo de la fe y del seguir a JC, vence el pecado tanto el original -el del mundo- como el personal). Porque si nos sabemos pecadores y tocados por el mal que hay en el mundo, creemos también que la fuerza de JC lo puede vencer. Creemos que el Espíritu de Dios que hay en JC y que él nos comunica -el Espíritu Santo con el que JC nos ha bautizado- vence este mal, todo mal.

No luchamos con nuestras fuerzas (cuando lo pretendemos, ya que no lo conseguimos, por ello escogemos caminos de poder, de imposición, de hipocresía..., que no son los de JC). Luchamos con esperanza, a pesar de todo, porque creemos que el Espíritu de Dios lucha con nosotros y conduce el mundo hacia el Reino de Dios.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1978/01

HOMILÍAS 8-14