Viernes Santo
Un día para meditar la pasión y muerte del Señor

El Viernes Santo celebramos una acción litúrgica que no es 
propiamente una celebración plena de la cena del Señor. No lo es 
porque no podemos separar el Viernes Santo de la Vigilia Pascual. 

La acción litúrgica de este día constituye, con la celebración de la 
vigilia pascual, una sola celebración. Se parece más bien la 
celebración del Viernes Santo a lo que ordinariamente llamamos 
una "liturgia de la palabra", aunque, desde la reforma de la Semana 
Santa por Pío XII, está acompañada de comunión. 
Debemos distinguir en esta celebración tres partes:

Primera parte: La lectura del evangelio de la pasión según San 
Juan, precedida por la lectura de un texto del Deutero Isaías, que 
nos habla del "siervo de Yahveh", que sufrió injustamente, pero que 
con su sufrimiento se convirtió en salvador del pueblo; precedida 
también por una lectura de la epístola a los Hebreos, que interpreta 
la muerte de Jesús como un sacrificio o como una ofrenda expiatoria 
presentada a Dios Padre. 

El evangelio de la pasión según San Juan está marcado, 
naturalmente, por la teología del evangelista, que nos ha querido 
presentar a Jesús como la revelación misma del Padre (cfr. la 
temática inicial del evangelio sobre Jesucristo como el Logos): en el 
sufrimiento y la muerte de Jesús se ha revelado en plenitud el amor: 
nos amó hasta el extremo. (Jn 13,1)

La lectura y el comentario de los textos bíblicos se complementan 
con una solemne oración de los fieles: la comunidad cristiana ora, 
con los sentimientos que la embargan en este día, por el Papa, los 
Obispos, los Sacerdotes y los Diáconos; por todos los fieles y por 
todas las personas, aún por aquellas que no hacen parte 
propiamente de la comunidad de la Iglesia. 

Segunda Parte: La adoración de la Santa Cruz. La Santa Cruz es 
reconocida como el signo mismo de la salvación. El signo de la 
ignominia y de la vergüenza se ha transfigurado en signo de victoria 
y de triunfo salvador. Ella nos ha de acompañar toda nuestra vida 
como una verdadera provocación para vivir con el espíritu de 
Jesucristo. 

Tercera parte: La celebración de este día se termina con la 
Comunión que anticipa ya la culminación de todo el movimiento 
pascual en la liturgia de la Vigilia del Sábado. Estamos 
profundamente unidos en comunión con Jesucristo, que ha muerto 
por nosotros, pero que nos ha abierto con su misma muerte el 
camino de la vida.