COMENTARIOS A LA QUINTA LECTURA
Is 55. 1-11
-Las esperanzas fundamentadas en salvaciones humanas han resultado demasiado frágiles, y estos "pobres" se han resignado a tener paciencia y a dejar en manos de Dios el cuidado de salvarlos cuando quiera.
Allí mismo donde las circunstancias parecen contrariar el plan de Dios, Dios realiza su obra. Cuando el hombre considera su pecado demasiado grande para ser perdonado, Dios revela un pensamiento que rebasa las normas de la justicia humana y de esa forma permite la conversión del peor de los pecadores.
-Esta lectura está encabezada y dominada por la llamada de Dios a acercarse a Él todos los que están sedientos. Él va a llenarlos con sus dones: trigo, vino y leche, símbolos de la abundancia de la tierra prometida. Dones que se orientan al don fundamental: la vida. "Venid a mí y viviréis". Esta plenitud de vida se obtiene entrando a formar parte de la N.Alianza con Dios en JC. Se trata de un don totalmente gratuito, que no hemos pagado ni podremos pagar.
-El profeta Isaías cree en la fuerza de la Palabra de Dios, que no volverá a Él sin haber cumplido su encargo. Su encargo es crear de la nada un pueblo nuevo. Esta Palabra de Dios se muestra cada día viva, activa, eficaz. La Eucaristía se realiza por el poder de esta misma Palabra de Dios.
2.
Esta lectura está encabezada y dominada por la llamada del Señor a acercarse a El todos los que están sedientos. El va a llenarnos con sus dones, unos dones (trigo, vino y leche -símbolos de la abundancia de la tierra prometida- el agua...) que confluyen en el don fundamental: la vida ("venid a mí y viviréis"). Esta plenitud de vida se obtiene entrando a formar parte de la nueva alianza con Dios hecha a través de Jesucristo. Se trata de un don totalmente gratuito, que no hemos pagado ni podemos pagar; lo único que podemos hacer es acercarnos a El confiadamente: las últimas palabras, sobre la eficacia de su Palabra, nos exhortan a ello.
J.
ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 8
3.
Venid a mí, y viviréis; sellaré con vosotros alianza eterna. No son los hartos los invitados al banquete de la Sabiduría (cf. Pr/09/03-06). Dios establecerá la alianza eterna con los que no poseen nada, que lo esperan todo de él. Dios se hace cercano y se deja encontrar, pero hay que tener en cuenta que sus caminos y sus pensamientos no son los nuestros. De hecho, la palabra que él ha enviado a la tierra y ha cumplido la misión de fecundaría, volviendo después a él, y que los cristianos han identificado con Jesús, ha terminado colgado en una cruz por blasfemo y agitador político.
J.
M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 6
4.
Isaías presenta la palabra de Dios personificada, como el mismo Dios. Y esta palabra es siempre eficaz, porque ejecuta la voluntad de Dios con la misma fidelidad que los elementos de la naturaleza.
MISA DOMINICAL 1990, 5
5. /Is/55/10-11 CREER/QUE-ES EFICAZ/PD
Isaías, profeta del consuelo, ha manejado cuanto hay de bello y de hermoso en el mundo para devolver a su pueblo atribulado la ilusión y la esperanza. El profeta tiene la profunda seguridad de que el Señor está presente en los sufrimientos de su pueblo y que un día les ha de devolver su alegría y su patria.
Esta convicción del profeta arranca de la palabra del Señor, dada y mantenida de generación en generación y cuya fuerza salvadora hay que desplegar una vez ante los hijos de Dios.
El pueblo de Dios, como la Iglesia de Cristo, tiene que volver siempre a la fuerza invencible sobre la que se asienta la esperanza.
Uno de estos pilares inamovibles es la Palabra del Señor con su formidable fuerza de salvación.
Isaías la compara a la lluvia y a la nieve en la (primera) lectura de hoy. Debemos creer firmemente en la fuerza salvadora de la palabra de Dios. Porque no hemos sido salvados solamente por la sangre y el sacrificio de Cristo. Es verdad que la maldad del hombre llevó al Hijo de Dios hasta la ignominia de la cruz. Pero la salvación nos viene por la palabra de Dios, empeñada un día y cumplida en la plenitud de los tiempos. Dios, que nos ama, nos perdona en su Hijo encarnado. Nuestra salvación se va operando en la capacidad de fiarnos de Dios y de su HIjo. Quien se fía de Dios y da por buena y salvadora su palabra irreversible ha entrado a formar parte de su Pueblo. Este es el mensaje que nos quiere inculcar el profeta en esta lectura de hoy.
El profeta conoce bien la eficacia callada y profunda del agua y de la nieve. Empapar, fecundar, hacer germinar y dar semilla y pan. La palabra de Dios no se queda en las nubes, sino que encaja en lo más profundo del ser humano.
En su Hijo ha venido a encarnarse. Dios ha tomado en serio la palabra que juró a Abrahám, Isaac y Jacob. No es Dios de momias ni de muertos. A nosotros, los hijos de la promesa, nos dio su Palabra hecha carne y hueso, como testamento definitivo de su amor. Aquí radica toda la fuerza salvadora de nuestra fe.
Creer no es crear ni inventar. Creer es fiarse. Fiarse de Dios y de su Palabra y apostar por él con seguridad convencida.
Creer no es tampoco empeñarse en saber. No eres tú quien tiene que saber. Creer quiere decir simplemente saber que Dios lo sabe, aun cuando tú estés a obscuras, y que te ama, aun cuando tú no lo sientas.
Todos estamos necesitando entre tantos discursos, conferencias y planificaciones una vuelta a la simplicidad. Tenemos que volver a pensar que nuestra fuerza está en la Palabra de Dios.
Decir, hasta cansarnos, que Dios está comprometido con nosotros en su Hijo y que su palabra no es como la nuestra ni como la palabra de ninguno de los hombres. Muchos son los cristianos que creen en la acción, en la dinámica, en las planificaciones. El profeta Isaías cree en la fuerza de la palabra de Dios que no volverá a El sin haber cumplido su encargo. Su encargo es de crear de la nada un pueblo nuevo.
Esta palabra de Dios se muestra cada día, viva, activa, eficaz. La Eucaristía se realiza por el poder de esta misma palabra de Dios.
Oración sobre las ofrendas: "transforma en sacramento de vida eterna el pan y el vino que has creado para sustento temporal del hombre" (martes de la primera semana de Cuaresma).
La palabra que santifica el pan y el vino ¿no va a tener fuerza para santificarnos a nosotros? ¿Por qué no alcanza el mismo resultado? Allí no se opone una voluntad rebelde y la criatura deja hacer al creador. Aquí está nuestra voluntad propia que se opone a la voluntad de Dios.
6.
-Misterio del agua, Misterio de la Palabra
Se pone aquí muy de relieve el tema de la vida, y de dos maneras muy precisas: en primer lugar, la vida que se sustenta por medio de una alimentación substancial: se les ofrece a todos un agua substancial gratuitamente: venid todos los que tenéis sed, aquí tenéis agua. Después, la vida que tiene su manantial en la alianza perpetua, ofrecida por el Señor. De esta forma es alimentado por Dios el bautizado en su vida de nueva criatura, e incluido para siempre en la Alianza.
Esto conlleva una docilidad a la palabra de Dios, docilidad que la mayoría de las veces es fe absoluta; porque los planes del Señor no son los nuestros. Por otra parte, la palabra del Señor es poderosa y obra lo que quiere:
así
será mi Palabra que sale de mi boca:
no volverá a mi vacía,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.
Sin duda alguna, un estricto comentario exegético no puede ver aquí una alusión a los sacramentos. Sin embargo, la tradición cristiana y la selección de la celebración litúrgica imponen este significado. El agua y la palabra son sacramentos eficaces, y transforman al pecador en criatura nueva. Y se nos invita a encontrar al Señor mientras él se deja encontrar, a invocarle mientras está cerca, a abandonar nuestros caminos y volver al Señor. La palabra convierte y el agua alimenta al que ha decidido seguir la palabra. Entramos, pues, en relación vital con Dios y nos hacemos conscientes de que nuestra vida depende del agua que nos ofrece y de la palabra eficaz que nos dirige.
El responsorio está tomado del mismo Isaías (12, 2... 6); es una exaltación jubilosa por lo que el Señor nos ofrece:
El
Señor es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
La oración conclusiva recuerda que el Señor quiso anunciar por la voz de los profetas lo que hoy se cumple, y añade:
...atiende los deseos de tu pueblo, porque ninguno de tus fieles puede progresar en la virtud sin la inspiración de tu gracia.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág.
130 s.
7. /Is/55/01-13
El anuncio de un nuevo éxodo y la eficacia de la palabra divina constituyen los temas más destacados de estos versículos. Leemos en ellos una invitación dirigida a los desterrados a fin de que reciban el alimento sólido de la enseñanza divina, en el que se contiene y les proporciona la vida plena (vv 1-3). Por tal hecho serán objeto de la magnificencia salvadora de la casa de David (3b-5). De modo semejante, hay una llamada a la confianza, puesto que la palabra del Señor siempre es eficaz (6-11). Toda la naturaleza será testimonio de esta liberación (12-13).
Los sedientos son, pues, los exiliados a quienes se les racionó no sólo la bebida, sino también la libertad, principalmente la religiosa. Las aguas son el símbolo de la vida que el Señor donará ya en el desierto y, aún más, en Jerusalén, donde la fuente que mana del templo se convertirá en río caudaloso. El grano nos da el pan necesario y sugiere el pan indispensable de la palabra de Dios (Am 8,11: «Vienen días, dice Yahvé, en que mandaré yo hambre sobre la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahvé»). El vino y la leche son dos productos escogidos de la tierra prometida, citados figuradamente para designar la enseñanza divina. Todos estos bienes vivificantes son ofrecidos gratuitamente. Es el anuncio del banquete del Reino.
Todo el ser del hombre, conscientemente o no, tiene hambre y sed de Dios. La respuesta de la fe es libre, pero no es indiferente. Significativamente, los verbos "escuchar" y «obedecer», en hebreo, se expresan mediante un idéntico término. Encerrarse ante la palabra de Dios aherroja al hombre sobre sí mismo. En el prólogo del Evangelio de Juan se enseña que la Palabra está en la esencia de Dios. Andando el tiempo, el Logos pasa a ser el intermediario de la creación. Es una fuerza vivificante. En él el hombre se entiende a sí mismo y contempla su camino. «En él estaba la vida, y esa vida era la luz del hombre» (Jn 1,4).
F.
RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 60 s.
8.
Durante el destierro, Israel tuvo la dura experiencia de una extrema pobreza. La ausencia de pan y de agua expresa globalmente la privación de lo más esencial de la vida. El pueblo se encuentra en una situación de muerte que parece definitiva. Pero es entonces cuando el Señor, por boca del profeta, dirige una invitación que puede parecer paradójica por el fuerte contraste con la situación histórica real: "venid todos los sedientos, venid por agua ", "comprad de balde"... En esta agua dada gratuitamente está prefigurado el don del Espíritu que manará del costado de Cristo, inundando la Iglesia naciente y a toda la humanidad.
Entonces es cuando se hace posible acoger la sentida exhortación de abandonar la impiedad y seguir los misteriosos caminos del Señor. De hecho, es el Espíritu quien dispone los corazones sedientos de Dios a acoger la Palabra, a guardarla y meditarla, de suerte que produzca los frutos de santidad de la que es portadora.
El pueblo privado de esperanza vuelve a vivir, y con su existencia atrae incluso a los que yacen en las tinieblas de muerte. Lo mismo que el pueblo elegido, cada alma, gratuitamente salvada, se convierte a su vez en cooperadora de salvación, en canal donde discurre la gracia para llegar a los confines de la tierra. Así es la grandiosa vocación que nos une a todos en solidaridad universal para que todo hombre pueda conocer al único verdadero Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.