PREPARAR EL VIERNES SANTO
1. EL SENTIDO DE LA CELEBRACIÓN
Hoy es, propiamente, el principio de la celebración de la Pascua. Pascua significa paso, el paso de la muerte a la vida. Por ello, la celebración de hoy no puede centrarse simplemente en el dolor y en la compasión por la muerte y los sufrimientos (celebramos con ornamentos rojos de testimonio, no negros de funeral). Ni puede ser tampoco una celebración en la que, por querer valorar la resurrección, se escamotease la realidad de la muerte de Cristo, una muerte real, dolorosa, trágica, no un simple accidente o un expediente de trámite.
Lograr el tono conveniente para este día -"viernes santo de la pasión del Señor"- no es fácil. Y tampoco es fácil ofrecer soluciones, por cuanto las circunstancias son muy variadas: desde la ciudad desierta, pasando por los lugares en los que la atención está monopolizada por las procesiones, hasta los pueblos que se conviertan en receptores de ciudadanos en vacaciones de primavera... Pero en todo caso, en cada una de esas situaciones distintas, se trata de esforzarse por crear una celebración que tenga tono de verdad y autenticidad, tono de presencia cautivada y agradecida el pie de la cruz, tono de comunión con la humanidad entera que, de cerca o de lejos, sabiéndolo o no, está también aquí, ante la cruz del Señor.
-LAS LECTURAS
Las dos primeras lecturas y el salmo responsorial constituyen prácticamente textos paralelos. Los tres contienen la descripción del misterio de la muerte gloriosa: "El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años: lo que el Señor quiere prosperará por sus manos" (primera lectura). "A tus manos encomiendo mi espíritu... Haz brillar tu rostro sobre tu siervo..." (salmo). "Experimentó la obediencia, y se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (segunda lectura).
La idea que atraviesa esas lecturas es sobre todo que el Siervo, con su muerte, salva: él es el sacerdote que ofrece su propia sangre. El ha mantenido la fidelidad al Amor de modo total, y no se ha echado atrás por temor a ser destrozado por el pecado que domina el mundo: así, ha abierto en medio de la historia de los hombres un camino que es camino de Dios. Todo esto resuena de modo especial en la celebración con la solemne aclamación antes de la pasión: "Cristo, por nosotros...": este canto debería aparecer como un resumen aclamativo de las lecturas uniendo las primeras con la pasión.
La Pasión de san Juan es la pasión que describe la obra del sexto día: la formación del hombre nuevo, a través de los sufrimientos del Hombre: "¡Ecce homo!" (/Jn/19/05). JC es el Hombre, el hombre definitivamente realizado, porque ha vivido totalmente lo que hace que los hombres seamos verdaderamente hombres: el Amor, es decir, la vida de Dios. Cuando JC se da cuenta de que todo lo que decía la Escritura se ha realizado (el nuevo pueblo de Dios está iniciado en las personas de María y el discípulo) sólo le queda proclamar la continuación de esta obra "entregando el Espíritu", y el agua y la sangre.
-LA HOMILÍA
No resulta fácil preparar la homilía de hoy. Pero conviene que la haya y que esté bien preparada: normalmente no muy larga, pensada, precisa, para traducir y aproximar el mensaje salvador que celebramos a cada uno de los cristianos reunidos.
Quizá hoy de un modo especial, la homilía debería ser una homilía que los predicadores nos predicáramos ante todo a nosotros mismos. Sentarse, leer y meditar las lecturas y los textos de hoy, y preguntarse: ¿qué significa la muerte de JC para mí? ¿qué significa para la Iglesia y la humanidad a la que pertenezco? Y luego, intentar transmitirlo en la homilía.
Algunos elementos sugerentes pueden ser:
- Contemplar el amor. Antes que a reflexionar, hoy se nos invita a contemplar. A adorar y dar gracias porque alguien se ha decidido a amar totalmente. A adorar y dar gracias porque Dios ha querido asumir la historia humana totalmente también, para convertirla en historia divina. La adoración de la cruz será hoy expresión de todo eso.
- Creer en el amor. Ante la cruz de JC, símbolo de fracaso, nosotros decimos que creemos en él, en su camino. Que creemos que su amor es fuente de vida, que el amor es más fuerte que el mal que lo crucificó. Que ante su cruz podemos decir: JC es el Señor.
Y lo podemos decir también ante todas las cruces que crucifican el amor en nuestro mundo.
- El hombre verdadero. Es lo que decíamos más arriba al comentar la Pasión: JC es el único que ha sido verdaderamente hombre, que no se ha dejado rebajar ni anular por la cerrazón, la dureza y las mezquindades que nos impiden ser hombres y que hacen que la humanidad no logre ser humana.
- La humanidad al pie de la cruz. Hoy no puede faltar este elemento, y conviene valorar su solemne expresión en la oración universal: hoy, más que nunca, nos sentimos solidarios de los dolores y las esperanzas de los hombres, porque para todos ha dado su vida el Señor.
J.
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1982, 7
2.
Hoy celebramos ya la Pascua, en su primer momento, el de la Muerte. La Pascua abarca un doble movimiento, descendente y ascendente, y es un único acontecimiento: muerte y resurrección del Señor. Los tres días se celebran como un único día, y tiene una única Eucaristía, la de la Vigilia, punto culminante del Triduo, donde no se recordará sólo el aspecto glorioso, sino toda la "inmolación del Cordero Pascual". Pascua no es sólo la resurrección: antes es la Muerte. No podemos quedarnos en celebrar sólo la Muerte, pero tampoco sólo en la glorificación.
Por eso, la celebración de hoy con un tono de fe pascual y esperanza, tiene con todo un clima de sobriedad y admiración contenida por el gran acontecimiento de la entrega del Siervo hasta la muerte.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1985, 7
3. ORACIÓN UNIVERSAL.
La oración universal tiene hoy un especial relieve: ¡Toda la humanidad es puesta a los pies de la cruz!. Recordemos la manera de hacerlo: el diácono o lector proclama la intención, se deja unos momentos de silencio para la oración personal (conviene, por tanto, que este silencio permita orar realmente), y el celebrante dice la oración. Se puede variar o añadir alguna intención).
J.
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988, 8
4. CRUZ ADORACIÓN.
Besar la Cruz. Con sentimientos profundos. Besar y amar la vida que nos crucifica. Conscientes de portar una cruz: para unos piedra de tropiezo y caída, para otros roca sobre la que edificar seguro; el mundo la llama escándalo o necedad, el creyente "Rostro Radiante de Dios". Besarla. En ella quiere Dios manifestar el Señorío sobre lo que destruye al hombre: VICTORIA, TU REINARAS; OH CRUZ, TU NOS SALVARAS.
MIGUEL FLAMARIQUE
VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
COMENTARIOS AL CICLO C
Desclee de Brouwer BILBAO 1988.Pág.
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5. AYUNO.
El ayuno, debe tener un carácter pascual: de preparación para la gran fiesta de la Pascua. El ayuno nos priva de alimentos de la tierra para que nuestro espíritu no esté tan agobiado por las necesidades del cuerpo y se pueda dedicar más plenamente, sin tropiezos, a Dios, y espere con mas ansias el convite gozoso de la Pascua. Por eso el cristiano cuando ayuna se dedica también a la oración.
El primer gesto de la acción litúrgica de la tarde con todo lo que acabamos de decir: la postración de los ministros y el permanecer arrodillados todos los fieles expresa esta actitud del cristiano que ayuna y ora, que se postra o se inclina profundamente ante el Señor QUE PASA para salvar a su pueblo; éste se siente abatido por el pecado y culmina así su penitencia cuaresmal. La Pascua del Señor lo levantará.
-ESCUCHAR LA PALABRA
Es el primer elemento de la celebración de la Pasión: el que da el tono a toda la acción. La lectura debe ser íntegra de las tres lecturas y pausada, con espacios de silencio, en un clima de meditación y contemplación, con breves moniciones (sobre todo a la primera y a la segunda) para que la asamblea pueda captar ampliamente su sentido.
Que los lectores de la Pasión según san Juan cumplan su ministerio con mucha dignidad, con una pronunciación muy clara y una entonación que verdaderamente corresponda a la lectura proclamada, y no simplemente a la narración de una historia literaria. Las aclamaciones de la asamblea, que sean elocuentes y bien preparadas. Es preferible no usar audiovisuales. La proclamación de la Pasión es más para ser contemplada interiormente que exteriormente, y no según cualquier artista por clásico o bueno que nos parezca, sino según san Juan, el evangelista más amado y que amó más al Maestro. Los acontecimientos de la Pasión han de grabarse más en el corazón que en los ojos.
-ORAR POR TODOS LOS HOMBRES
La plegaria universal de hoy es un precioso vestigio de la antigua oración de los fieles, restaurada por el Vaticano II. Es verdaderamente instructiva sobre el sentido y el alcance de la oración universal que ahora ya decimos en todas las misas. Y debe dársele esta justa importancia conectada con el carácter propio de este día: la salvación alcanzada por Cristo en la cruz se extiende a toda la Iglesia y a la humanidad entera.
-CRISTO REINA DESDE LA CRUZ
La adoración de la Cruz es un signo muy valorado por nuestro pueblo en la celebración de hoy. Hay que hacerla con toda dignidad escogiendo la forma que más se adapte a la asamblea (y a la disposición del templo) de las dos posibilidades que presenta el Misal. La cruz descubierta y adorada tiene que ser única. Es muy aconsejable que si en el presbiterio hay un crucifijo, éste permanezca cubierto durante toda la celebración.
Si la adoración de la cruz con todos sus elementos se presenta según el guión litúrgico, el pueblo comprenderá que la celebración del Viernes no es funeral por Jesús. Para ir disipando esta deformación, nada mejor que realizar con dignidad y vigor este rito litúrgico. El canto tendría que acomodarse mucho a los textos del Misal. Si no puede cantarse el himno "Oh Cruz fiel", estaría bien que un lector fuera recitando las estrofas mientras el pueblo después de cada una de ellas hace una breve aclamación. Las moniciones, durante la procesión de adoración, tienen que poner de relieve que Cristo reinó precisamente desde la Cruz: aclamemos, pues, la realeza triunfante del Señor al adorar la Cruz; ésta será por siempre más signo de la Pasión gloriosa del Redentor. ¡Levantemos la Cruz del resucitado! ¡No nos lamentemos ante la muerte -ni de Cristo ni de la nuestra- los que creemos en la Resurrección (de Cristo y nuestra)!
-PROCLAMAR LA MUERTE DEL SEÑOR EN LA COMUNIÓN Hoy, todo, la Palabra proclamada, la Cruz, la Comunión, nos anuncia y nos hace presente la muerte gloriosa de Cristo, el Señor. Comulgamos hoy con la carne sacrificada del Hijo del hombre, entregada en la cruz para dar la vida al mundo (cf. Jn 6, 51). Comulgamos, pues, la vida celebrando la muerte del Señor, que vino para que todos tuvieran vida sobreabundante (cf. Jn 10,10).
-PROLONGAR LA PLEGARIA
Conviene exhortar a los fieles a permanecer todo el día en espíritu de oración, en ayuno, que haga que el espíritu esté despierto a Dios que habla y nos recuerda y renueva la Pasión de su Hijo: la más grande manifestación y entrega de su amor. Esta actitud de ayuno cristiano acompañado de la plegaria, tiene que prolongarse durante todo el Sábado Santo, como recomienda el Vaticano II (Sacrosanctum Concilium, 110), recomendación que muchos fieles ignoran (¡incluso sacerdotes y religiosos!). ¡Y todo ello como expectativa de la gran celebración pascual, en la noche santa! Los ejercicios piadosos no tienen que oscurecer o quitar importancia a la celebración litúrgica, al contrario, tienen que prepararla o prolongarla en un clima de austeridad y oración que caracteriza el Viernes Santo vivido cristianamente: por los que en todo deben ser seguidores de la Cruz de Cristo.
P.
LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1991, 6
6. LAS CELEBRACIONES EN LAS "IGLESIAS POBRES"
Hoy y mañana, en estas "Orientaciones" quisiéramos tener especialmente en cuenta las celebraciones en las "iglesias pobres", es decir, en aquellas que cuentan con escasos medios. Subrayando lo fundamental, lo que más debe tenerse en cuenta, estas notas también pueden ser útiles para las iglesias con más medios, para que lo secundario no ahogue lo principal.
Recordemos lo que decíamos ayer: celebramos hechos y no lecciones, mensajes. De ahí que en la celebración de hoy nos centremos en el hecho de la muerte de Jesús en cruz, muerte salvadora, primer paso del hecho pascual, mucho más que en las lecciones morales que de ella se deducen (ya sea en referencia a nuestro ser pecadores, ya sea en referencia a Jesús como modelo moral). Sería erróneo convertir la acción litúrgica de hoy en una especie de "celebración penitencial" por nuestros pecados o en una especie de "via crucis" rememorativo de los sufrimientos y sentimientos de Jesús. Es bastante más que eso: es la celebración del primer paso del hecho crucial cristiano, la muerte/resurrección del Hijo de Dios hecho hombre. Importa tener "fe" en que celebrando bien este hecho, cada cristiano se sentirá él conmovido por el ejemplo del Señor, afectado como hombre pecador, sin necesidad de que le demos precocinadas estas consecuencias.
-LOS DOS MOMENTOS CUMBRES
Los dos momentos cumbres de la celebración de hoy son la lectura de la Pasión y la adoración de la Cruz. Será, por tanto, lo que más debe asegurarse y que -incluso sensiblemente- destaque. El texto de la Pasión está en los tres leccionarios dominicales (si no se dispone de los tres, convendrá fotocopiarlo para los lectores).
A estos debería entregarse el texto unos días antes. Si no hay quien pueda leerlo aceptablemente, será preferible que lo lea el sacerdote (pero con especial entonación, sin ninguna prisa). En las sugerencias para el canto proponemos varias antífonas para intercalar durante esta lectura, pero si -por ejemplo- sólo se sabe una, puede repetirse la misma en varias ocasiones. Evidentemente, se escuchará mucho mejor la extensa lectura sentados (menos al principio y desde antes de la crucifixión).
La adoración de la Cruz debe ser el otro momento cumbre, que se realice sin prisas y con solemnidad. (En algunos lugares se produce la paradoja de que, mientras en la acción litúrgica se liquida con cierta rapidez este rito, luego se organiza con esplendor un Via Crucis u otros actos devocionales). Parece preferible escoger la segunda forma de mostrar la Cruz -la procesional- y prescindir del rito de ir descubriendo la Cruz. La adoración deberá hacerse individualmente y si durante ella no se puede cantar, utilizar -con volumen discreto- la grabación de un casete. Para preparar la celebración -en todas las iglesias-, también en las que disponen de más medios -recomendaríamos que días antes los responsables se lean atentamente las rúbricas del Misal (hacer un listado de todo lo que se debe prever y del "papel" de cada ministro o ayudante: la celebración debe realizarse sin distraer al personal porque ahora falta eso, etc.). También repasar lo que subraya la Carta de la Congregación para el Culto (que ayer citábamos): notaríamos especialmente la libertad de horarios y la recomendación de que se use "una cruz suficientemente grande y bella" (¡el Señor y los fieles se lo merecen!).
-LA HOMILÍA
Deber ser hoy máximamente religiosa, contemplativa (incluso en el tono). Sin olvidar que la muerte del Hijo de Dios en cruz es un escándalo/necesidad (decía san Pablo), el gran predicador de Cristo crucificado) que no admite que la diluyamos con explicaciones o moralismos.
"Mirarán al que atravesaron", dice el evangelio de Juan. La homilía -no demasiado extensa- debería ayudar a saber mirar al Crucificado (y al final de la homilía, dejar un espacio de oración silenciosa, como recomienda el Misal). Con una mirada que nace más de la fe que de los sentimientos. Y la fe -toda la narración de Juan es una mirada desde la fe- cree que del Crucificado brota la vida ("sangre y agua" del costado). La mirada de la fe no borra nada de la tragedia de la Cruz -y de su comunión solidaria con toda tragedia de cada hombre y mujer a través de la historia- pero es también una mirada penetrada de esperanza: el Crucificado es también el Resucitado. Y es desde esta mirada de fe que une tragedia con victoria que descubrimos que la imagen histórica de Dios -la revelación de Dios en la historia humana- es precisamente el Crucificado, omnipotente en la debilidad de su amor hasta la muerte.
MISA DOMINICAL 1992, 6
7.
Hoy empieza, propiamente, la celebración de la Pascua (Pascua significa paso: ni es correcto quedarse en la muerte -como lo presenta con frecuencia la celebración tradicional de la Semana Santa-, ni tampoco lo es celebrar la resurrección olvidando el paso por la muerte, por la lucha). El esfuerzo pastoral debería centrarse en esta unión entre celebración de la muerte y celebración de la resurrección. Sin olvidar -escamotear- ninguno de los dos aspectos, pero uniéndolos: la celebración, hoy, de la pasión y muerte del Señor, está ya preñada de esperanza; como la celebración de la resurrección, mañana por la noche, es victoria sobre la muerte, culminación de un camino de donación hasta el extremo, el extremo de la muerte (¡y muerte en cruz!).
Conseguir el tono adecuado para este día -viernes santo de la pasión del Señor- no resulta nada fácil. Y aquí tampoco es fácil dar soluciones, porque las circunstancias son muy diversas: desde la ciudad desierta pasando por los sitios donde la atención queda centrada en las procesiones, hasta los pueblos que se convierten en receptores de los ciudadanos en vacaciones de primavera. El intento pastoral debería ser facilitar en cada lugar -sin condenar nada- la vivencia de lo que significa la celebración de la pasión y muerte de JC, paso hacia la Resurrección. Por eso los pastores, en cada lugar, deberán poner a trabajar su imaginación, adaptarse a la realidad de cada lugar, pero también encontrar el modo de facilitar ayuda a los cristianos, en todas partes. Sin rendirse con excesiva facilidad a aquello de que no hay nada que hacer.
-LOS CENTROS DE LA CELEBRACIÓN
Son hoy la lectura solemne de la Pasión según San Juan y la veneración de la Cruz. Como preparación, las demás lecturas bíblicas; como intermedio, la plegaria universal; como conclusión -no culminante- la comunión con la Eucaristía del jueves.
La Pasión debe ser leída por tres lectores (recuérdese que el texto se halla en los tres leccionarios). Convendrá interrumpirla y subrayar su cariz de lectura contemplativa con algunas aclamaciones, antífonas o alguna coral adecuada. Por ejemplo: comienza la lectura de la Pasión y todo el mundo está de pie: después de la escena del huerto ("...¿no voy a beber?"), se puede cantar "Danos un corazón" MD 659 (sólo la respuesta), e invitar luego a la asamblea a sentarse. Se prosigue la lectura hasta "... Barrabás era un bandido"; entonces se puede cantar "Tu reino es vida", MD 823 (sólo la respuesta), y seguir hasta "...para que lo crucificaran". Entonces se puede cantar, sin estrofas, "Anunciaremos tu reino" MD 609. Todo el mundo se pone de pie, y escuchan así la última parte de la Pasión. Al terminar se puede hacer una aclamación breve, como p.e., "Victoria, tú reinarás", MD 934 (sólo la antífona), y otra aclamación a JC.
Después de la lectura hay que hacer una breve homilía, centrada en el aspecto de muerte "gloriosa": es en el Crucificado donde mayormente se revela el Dios que nos ama y por eso da la vida, vence la muerte.
La adoración de la Cruz es otro de los momentos culminantes. Tiene que llevar a la contemplación de la Cruz como paso hacia la victoria pascual, e incluso como principio de esta victoria. Es muy conveniente que toda la asamblea tenga ocasión de ir a besar la Cruz (si ésta es lo suficientemente grande, un modo fácil y más rápido es colocarla de tal modo que los fieles, en doble hilera, puedan acercarse a besar las manos -derecha e izquierda-; también se puede dejar la cruz sobre el altar y que los asistentes se acerquen por distintos sitios a besar el altar o la cruz). Si se hace adoración colectiva -creemos que poco recomendable excepto en casos especiales- deberá, con todo, dejarse un buen rato de plegaria. En todo caso, será indispensable acompañar la adoración de la Cruz con cantos adecuados. Darle solemnidad, hacerla sin prisa.
Por lo que respecta a la oración universal, pueden suprimirse algunas de las plegarias que propone el misal y añadir otras, pero conservando el estilo propio de este día y su carácter universal: hoy es una oración solemne, por todos los hombres, para que a todos llegue la vida que brota de la cruz.
La comunión, finalmente, tiene hoy el cariz propio del día, es decir, de sobriedad (incluso algunos liturgistas opinan que fue un error restablecerla en el día de hoy).
MISA DOMINICAL 1981, 8
8. ORIENTACIONES PARA LA CELEBRACIÓN
-COMIENZA LA PASCUA
Hoy es el primer día del Triduo Pascual, inaugurado con la Eucaristía vespertina de ayer. La Pascua es todo el movimiento de tránsito de Jesús a través de la muerte a la Nueva Vida de Resucitado. Hoy celebramos de modo intenso el primer acto de este paso, la «Pascha Crucifixionis», como la llamaban los Padres. La muerte y la resurrección forman la gran unidad que se llama Pascua. El recuerdo de la Muerte, hoy, está ya lleno de esperanza y victoria. Mientras que la fiesta de la Resurrección seguirá teniendo presente la dinámica del paso por la muerte: «Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado», dirá el prefacio pascual.
-DÍA CENTRADO EN LA CRUZ
Este día está centrado evidentemente en la muerte salvadora de Jesús en la Cruz. Pero no con aire de tristeza, sino de sobria e intensa celebración: la comunidad cristiana proclama la Pasión del Señor y adora su Cruz. La celebración debe respirar un tono de serenidad y contemplación en torno al misterio central de la pasión y la muerte de Cristo.
Si se elige una hora más temprana para la celebración -por ejemplo, hacia el mediodía- todo el resto de la jornada y durante el sábado será la Cruz, situada centralmente, con un paño rojo y luces, el punto de referencia y de adoración para los fieles. En la celebración, los cantos, las lecturas y las oraciones nos sitúan con vigor en esta actitud de fe adorante. El color es el rojo, color de mártires y de sangre: Cristo, Sumo Sacerdote, se entrega voluntariamente por la humanidad, como primer mártir. El gesto de la postración en el suelo por parte del sacerdote se recomienda por su expresiva novedad: no hacen falta moniciones para captar toda la carga de adoración y recogimiento que comporta, mientras la comunidad está de rodillas.
La entrada de la Cruz tal vez es mejor hacerla presentándola ya descubierta: eso sí, cuidando la dignidad de su entrada, la aclamación repetida y las pausas de adoración de rodillas. Hay que dar relieve sobre todo a la adoración de la Cruz, uno de los momentos más expresivos del día. Que cada fiel tenga oportunidad de acercarse, adorar y besar la Cruz, mientras los cantos le dan sentido profundo al acto. Si la Cruz es grande, y los fieles muchos, la procesión puede ser doble y besar una u otra mano.
-LA ENTREGA DEL SIERVO HASTA LA MUERTE
La homilía sigue teniendo importancia también hoy, para ayudar a la comunidad a que entre en la actitud de adoración contemplativa del gran misterio. Eso sí, que sea más breve, porque ya las lecturas son largas y particularmente elocuentes. Debe ser homilía «pascual», centrada sobre todo en Cristo y su paso por la muerte a la Nueva Vida.
En lsaías leemos el cuarto cántico del Siervo, el que más directamente presenta su disposición sacrificial por los demás. La impresionante lectura resulta hoy la mejor clave profética para entender la entrega de Jesús a la muerte. Más que nunca el lector de este cántico debe prepararse y extremar la expresividad de su proclamación.
La segunda lectura nos centra todavía más en ese Cristo que tiene miedo ante la muerte, que experimenta lo difícil que es ser fiel a su misi6n hasta el fin: un camino serio de solidaridad que incluye la muerte.
Cada año leemos este día la Pasión según san Juan. También aquí la proclamación expresiva, dialogada o no, con intermedios de silencio o de aclamaciones cantadas, es la mejor ayuda para que esta palabra evangélica sea Palabra viva, dicha hoy y aquí para esta comunidad creyente, como «buena noticia» de salvación. No es un día para demasiadas aplicaciones dispersas en dirección moral. Por una parte las lecturas invitan a contemplar, no sólo a Cristo en su Cruz, sino en su prolongación: la humanidad doliente, los creyentes que también encuentran dificultad en su camino, que experimentan su pasión y muerte, sudor y sangre, siempre en la perspectiva pascual de vida que Dios nos prepara.
Pero lo más coherente con la celebración de hoy es que la homilía sea plenamente pascual y centrada en la figura de Cristo en su paso por la muerte a la nueva existencia gloriosa. Una homilía que invite a la fe, a la admiración y a la respuesta de la comunidad cristiana que, precisamente porque cree en Cristo y le contempla clavado en la Cruz, asimila también en su propia vida el doble movimiento de muerte y resurrección.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1993, 5
9. PARA LAS INTENCIONES DEL VIERNES SANTO
Proponemos aquí una actualización de las dos últimas intenciones de plegaria del Viernes santo (la oración se dice como en el misal):
IX. Por los gobernantes: Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor, según sus designios, les guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad de todos los seres humanos; que trabajen decididamente al servicio de una vida más digna para toda persona, y se esfuercen por lograr que los países más pobres puedan salir de la situación injusta en que se encuentran.
X. Por los atribulados: Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de toda falsedad, del hambre y la miseria. Oremos por los que sufren los horrores de la guerra, de las dictaduras crueles, de la tortura, de toda violencia. Oremos también por los perseguidos y encarcelados, y por los que son tratados injustamente por los hombres. Oremos por las familias que están en situaciones difíciles, por los que no tienen trabajo, por los pobres. Y oremos por los que son víctimas del racismo, por los emigrantes y desterrados, por los que se encuentran solos, por los enfermos, los moribundos y todos los que sufren.